Capítulo 8

H E R M I O N E

— Hermione, estas en séptimo año. Por favor, ¿podrías usar un uniforme que te favorezca un poco? ¡Al menos que sea de tu talla! es mi deber como mejor amiga ayudarte en esta crisis de estilo que se ha extendido por años, ¡siete años!

Claro, ella "lo hace por mí". Soy solo un conejillo de indias de hechizos extraños que Ginny disfruta en crear en sus ratos libres, a pesar de su carácter inservible.

Cosas de chicas.

Bueno, en sencillas cuentas Ginny lleva insistiendome, o mejor, persuadiendome, hace más de media hora sobre "darle unos retoques" a mi uniforme. Retoques que claramente no son necesarios. Retoques que claramente no quiero.

— Estoy perfectamente bien con mi uniforme actual, no necesito "favorecer" nada, nunca ha sido necesario — es cierto, es holgado y cómodo, no necesita participar de nada más que de esos dos adjetivos. El uniforme está hecho para la escuela y ésta a su vez no es una competencia por quien trae la falda más altísima, como un cinturón, además, a nadie le interesa como voy vestida. A excepción de Ginny, claro.

— Vamos, hazlo por mí, Hermy, lo haré lindo y con clase — le observo hinchar sus mejillas pecosas y hacer un mohín con la boca mientras pestañea, una y otra ves... se ve tan adorable. No, no, no, concentración Hermione.

— No lo sé... — lo siento, soy débil ante su mirada penetrante.

— ¡Por favor!, te vas a ver genial, lo prometo, mejor, lo juro — insiste mientras pica mi hombro con sus índices llena de insistencia y un tono alegre abunda en sus palabras, asintiendo. No caigas en eso, una vez leí un artículo sobre ello y me niego a asentir en respuesta inconscientemente...

Pero lo hago.

Suspiro, pues no tengo elección y como siempre la psicología prevalece ante todo, aunque sea en algo tan simple como esto, además si tarde o temprano no accedía, continuaría molestándole hasta la desesperación.

— Está bien — acepto, sonriendo un poco al ver la emoción prácticamente explotar en su rostro tras mis palabras — pero no te excedas, me gusta ir holgada.

Perfecto~.

Entonces corre emocionada hacia el otro extremo de la habitación y con un grácil movimiento, me apunta con su varita antes de canturrear una serie de palabras sin sentido aparente. Siento como las prendas se ciñen un poco más a mi cuerpo haciéndome cosquillas y en cuestión de unos segundos, todo parece estar en orden según la expresión satisfecha de Ginny.

Tras un pequeño empujón por su parte, me doy un vistazo falta de emoción alguna. La falda ha ascendido considerablemente de debajo de mi rodilla a casi la mitad de mis muslos y, Merlín, el suéter se ajusta a mi cintura. ¡¿Cómo ha podido?! Es imposible llevar la falda tan alta, hay que seguir un código de vestimenta, ¿que acaso nadie conoce las reglas? Le recrimino con la mirada al instante mientras ella señala satisfecha al espejo a mis espaldas. Me doy vuelta con cara de pocos amigos y mi reflejo logra sorprenderme aún más. ¡Por Merlín!, si que luzco... diferente, a pesar de que no es un cambio muy drástico. Me refiero a diferente en una buena manera, buena pero innecesaria manera. Cosa que me molesta grandemente admitir.

— ¿Lo ves?, Luces aún más hermosa de lo que ya eres - Ginny me observa con una gran sonrisa de oreja a oreja llena de orgullo por su trabajo. Sin embargo para mí resulta difícil imitar el gesto.

— Ginny, te has pasado demasiado, ¡esto es humillante y muy incómodo! ¿está permitido siquiera llevarla así?

— ¡Por supuesto que sí! Ahí es dónde debería llegar, ¿sabes? eres una reverenda aguafiestas — bufa y da un jalón a mi falda antes de chasquear la lengua — te vez maravillosa, no le des muchas vueltas. Además hay chicas con ella aún más corta, no finjas que no las has visto, pero — alarga exageradamente la "e" - y esto es un secreto, ninguna de ellas... — se inclina con ligereza sobre mi oreja — luce mejor que tu.

— Reviertelo — pido, ignorando sus intentos por persuadirme nuevamente.

— No puedo — pongo los ojos en blanco y ella se encoge de hombros — . Es imposible, no existe contra hechizo~.

— ¡Ginny Weasley!

Sus risas no tardan en retumbar por toda mi habitación y entre éstas comienza a corretear de un lado a otro. Le persigo y rápidamente esas risas se convierten en escandalosas carcajadas, son tan contagiosas que también termino por sonreír fuera de mi voluntad. No tengo más opción, de todas formas. Así que entre jadeos aliso mi falda y halo del dobladillo con ahinco sin conseguir resultado alguno. Agh, está bien, conseguiré otra en cuanto tenga oportunidad. Charlamos de todo y de nada mientras Ginny finalmente trenza su largo cabello rojo y, al terminar de prepararnos y hacernos con nuestras cosas, bajamos hacia la sala común sin prisa alguna. No hay rastro de los chicos así que nos acomodamos en los sillones de tejido grueso con un libro entre las manos y algunos murmullos de fondo, propios de las pocas personas que aún permanecen aquí.

Pasados unos cuantos minutos, Neville se acerca y nos saluda amigablemente con un abrazo caluroso, dejándonos a cada una una pluma de azúcar en la palma de la mano antes de salir disparado por la puerta hacía el gran comedor ya que "Luna dijo que traería pastelillos de nuez". Sonreímos al compartir miradas y cada una da un mordisco al pecaminoso postre sin poder evitarlo.

Luego de quince minutos en los que nos planteamos seriamente el irnos sin ellos, Harry aparece con pasos pesados y los ojos escasamente abiertos, asemejando dos rendijas, y de no ser por el uniforme, sonámbulo. Su cabello está por todas direcciones y un gran bostezo escapa de su boca nada más abrirla para saludar, a lo que inmediatamente Ginny reacciona saltando de su asiento para acercarse a paso acelerado y saludarle plantandole un beso en la mejilla. Ronald aparece poco después, con la túnica puesta al revés y la cara hinchada de tanto dormir.

— Buenos días, Harry, Ron - les digo también poniéndome en pie y dejando mi libro a un lado. Harry se separa de Ginny para saludar y cuando lo hace, abre sus ojos a más no poder en mi dirección.

— Herms, luces maravillosa — comenta el de anteojos en tono amable, luego, sonríe con ligereza — ¿hiciste algo con tu cabello? — bromea, a lo que Ginny le golpea suavemente tras la cabeza poniendo los ojos en blanco y murmurando sin voz en mi dirección "no le escuches". No puedo evitar reír y agradecer a Harry con un abrazo. Al escuchar todo esto, Ron también levanta la mirada y casi al instante puedo escucharle perfectamente aclararse la garganta.

Su somnolencia parece desaparecer mientas su boca forma una perfecta O.

Yo enarco una ceja.

Definitivamente están exagerando.

— Hermione — balbucea el pelirrojo, clavando su vista en mis piernas sin pudor alguno, con los ojos tan abiertos que podrían salir de sus cuencas. Tomo mi túnica por las solapas y la ciño a mi cuerpo fingiendo que la acomodo. Siento mi estómago revolverse ante su insistente mirada y una extraña sensación de angustia hace que mis mejillas tomen color.

Genial, otra situación incómoda y bochornosa que añadir a mi semana.

Quiero decir, Ronald nunca había hecho eso. Nadie nunca había hecho eso en ese sentido.

— ¿Quieres una cubeta para esa baba, hermanito? — Ginny no para de reír ante sus palabras mientras Harry solo nos observa con una sonrisa forzada. Le devuelvo el gesto, gritando un "auxilio" con mis ojos y es imposible evitar que un silencio incómodo se apodere del ambiente por unos segundos - ¿vamos a desayunar? - interviene nuevamente la pelirroja, al parecer, ajena a la situación.

De lo que no podría estar mas agradecía.

Ella no sabe el motivo por el cuál terminé con su hermano y parece que esto perdura hasta el día de hoy. De alguna manera nadie parece querer mencionarselo, y nuestras charlas pocas veces tratan ese tema. Y cuando lo hacen es casi por accidente, no tardan en tomar cualquier otra dirección. Saben, Ginny nunca hizo preguntas, me brindó su apoyo sin que tuviese que explicar nada y creo comprender. Tal vez, es doloroso para ambas...

— Claro — respondemos Harry y yo al mismo tiempo, y tras una mirada, chocamos los cinco.

Imaginé que ésto sucedería, pero no a esta magnitud. Mientras caminamos juntos hacia el gran comedor noto sin problemas como muchas personas se me quedan viendo por eternos segundos, a lo que gruño enfadada. De repente extraño mi uniforme con todas mis fuerzas... y reparo en lo entrometidas que son las personas aquí. Parece que mi forma de vestir si puede hacer de tema de conversación.

Todo empeora cuando llegamos a nuestro destino, conozco mi situación paranoica actual pero estoy casi segura de que todos voltean en perfecta sincronía para verme. Ginny me empuja levemente hacia el frente, otra vez ajena a toda la situación, sin embargo solo esa acción logra incomodarme mucho más al comprobar que realmente todos dirigen miradas furtivas en mi dirección. ¿Hay cosas que demandan más atención que esto, verdad? No puedo terminar de créermelo. Entonces vuelvo a ceñirme la túnica y mis manos sudan, y el sentimiento en mi estómago se multiplica por tres millones. Entenderán que no me siento exactamente bien con las curiosas miradas de medio comedor perforándome el cuello. Las opciones escasean y, sin más remedio, decido ignorarles pues al menos por algunos días mi uniforme no cambiará ni un poco, de cualquier maneras no tengo porqué darle más importancia. Ni que trajera puesta una botarga de payaso, por Merlín.

Así que, resignada, terminamos por sentarnos a desayunar en paz por un rato.

Aunque y a pesar de todo, Ronald afecta considerablemente esta paz pues no me ha quitado la vista de encima desde que salimos de la sala común. Y debo decir que esto no me gusta ni un poco. Sumando que algunos otros chicos no se molestan en disimular, a diferencia de él. No sé ni por qué me sorprende. Intento desviar mi mirada a cualquier otro lugar, lejos de toda esta engorrosa situación, pero lo único que encuentro es morada en los ojos de alguien más. Naturalmente me refiero a Malfoy, pues últimamente no parece existir nadie además de él. Sostenemos éstas por un corto tiempo, pero, al final, decido desviar mi atención hacia mi plato de comida, pues no tengo idea alguna, realmente, sobre lo que sucede con él y me impacienta. Al pensar en ello lo único que encuentro son preguntas sin respuesta y pensamiento inconclusos. Y aquello: lo único que carece de dudas y ahora resulta imposible de negar, es que odiarle lo considero más una tarea que un sentimiento latente.

¿Por qué?

Terminamos nuestra comida entre risas escandalosas y comentarios sin sentido para luego salir de allí con apuro hacia pociones, a excepción de Ginny que tras unos cuantos pasillos, se desvía a Herbología. Caminamos juntos a clase mientras les pongo al día sobre lo acontecido esta mañana y al acercarnos cada vez más a nuestro destino las súplicas por parte Ron para que le deje mi tarea se intensifican.

Entramos en el aula tranquilamente, como si el tiempo no lo tuviésemos contado y Ronald hubiese hecho su tarea a tiempo. Pronto, sonrío y siento unas inmensas ganas de abrazar a ese par y no soltarles en un largo tiempo. Tal vez sólo es el momento, que me gusta a hogar y viejos y queridos recuerdos de niñez pues ahora finalmente todo vuelve a ser como antes. Nuestras preocupaciones se limitan a qué haremos con nuestras vidas al salir de aquí y la tarea.

¿No suena como un sueño?

La mayoría de los Hufflepuff ya están allí y el lugar no tarda en empaparse de un ambiente agradable como es costumbre cuando los tejones están cerca. Bromean y preguntan con genuino interés como llevamos esto de la escuela tras todo lo sucedido. La conversa es amena y mi cuerpo por fin parece destensarce. Hablo enserio, siempre resulta divertido compartir con ellos.

Y en cuanto la puerta es abierta de par en par de improviso, por poco llevándonos a todos a un ataque cardíaco, el profesor Janssen se tambalea a su escrito entre pergaminos y libros equilibrandose en sus brazos a la par que un "buenos días a todos" sale de su boca. Entoces, la clase comienza. Ronald lloriquea por un poco más de tiempo para sus deberes y el maestro quien casi inexpresivo pone los ojos en blanco ante sus palabras, parece ceder poco a poco. Harry y yo, por otro lado, preparamos filtro de paz, recordando entre risas silenciosas el desastre que hicimos en quinto año cuando intentamos prepararlo sin su dichoso libro, y mucho menos el mío, mientras el maestro Sluggy daba unas cuantas indicaciónes que creíamos serían suficientes. Bueno, al menos está vez no terminamos llenos de urticaria gracias al polvo de ópalo. Ganamos algunos puntos por ser primeros en terminar la poción y, no mentiré, me siento bastante satisfecha con ello. Chocamos los cinco para luego ayudar a Ron y Neville con la suya.

Las clases continúan normalmente hasta que el sol desaparece y con tres pergaminos bajo cada brazo, busco desesperada un lugar donde terminar algunos de ellos pues ahora mismo la sala común está repleta, e iría a mi cuarto de no ser porque Ginny se encuentra en él haciendo no se qué. Con algo de prisas tomo mis libros, salgo de la sala común y me dirijo a la biblioteca.

Al llegar, me sorprende muchísimo que este literalmente abarrotada. No hay ni una sola mesa disponible y las personas caminan tan atareadas como yo, de un lado a otro. Es extraño, de repente me inundan sentimientos encontrados pues creo que nunca había visto este lugar tan concurrido pero el momento no podría ser menos oportuno. Entonces desordeno mi cabello y chasco la lengua, profundamente aburrida de toda esta situación. Debo terminar algunos pergaminos, no son demasiados pero tampoco es que cuente con demasiado tiempo, justo hoy la mayoría de maestros decidieron ahogarnos de ensayos y tarea. Vamos, Hermione, piensa, un lugar silencioso, libre de personas... abandonado, tal vez... ¡ja! las aulas abandonas del séptimo piso.

Perfecto.

Camino rápidamente hacia el séptimo piso, corriendo los últimos metros y trotando en los últimos escalones, donde me encuentro con el tapiz de Bárnabas el chiflado, es una lastima que ya no exista la sala de menesteres pero una suerte que las aulas sigan allí. Fuerzo el cerrojo de la primera que me encuentro con un movimiento de varita, el cual sede rápidamente y toso con ligereza al impactar el polvo del interior contra mi rostro.

Sin importar nada sonrío con suficiencia. No hay ni una pizca de ruido, a excepción de los pequeños animalillos del bosque que resultan amenos en algún punto.

Al entrar, me encuentro con una serie de mesas largas de madera pulida junto a un par de grandes ventanales que dejan entrar las luz de la luna, suficiente para trabajar. En Hogwarts no hay contaminación lumínica, cuando hay luna llena las cosas se distinguen bastante bien.

Acomodo el material en la mesa y continúo con los pergaminos, en un agradable silencio y con las páginas de los libros acabándose en lo que parecen segundos.

.
.
.

Tras pasar algunas horas, finalmente, logro terminar todo. A decir verdad son casi las nueve y muero de hambre. El cuerpo me pesa toneladas y siento que podría acomodarme en cualquier lugar y dormir sin problemas. Me estiro exageradamente en la silla hasta levantarle las patas de adelante, haciendo que mi espalda y cuello crujan un poco en el proceso. Efectivamente, estoy agotadísima; así que tomo mis libros, abro la gran puerta de madera y salgo al pasillo intentando no hacer mucho ruido. Es tarde y no quiero meterme en problemas. La insignia de perfecta la traigo anclada a la túnica pero no tengo rondas hasta mañana, pueden llevarme a dirección perfectamente... aún así camino despacio hacia el gran comedor, pues las piernas me hormiguean sin piedad y no conozco a ningún prefecto que frecuente está zona.

Pero las cosas poco tardan en sentirse fuera de lugar.

Un sentimiento extraño se instala en mi pecho, uno que me obliga a mirar atrás cada tantos pasos pues siento que alguien me observa, me sigue. Sin idea alguna, simplemente me acuso a mí misma de paranoica. Es usual estar prevenida cuando el bullicio del castillo se encuentra lejos.

Tras unos cuantos pasillos en donde mi incomodidad no hace nada más que crecer, de la nada y helandome la sangre, alguien me toma por los hombros y me estampa contra la pared de un golpe seco. El aire sale de mis pulmones rápidamente y un nudo no tarda en formarse en mi garganta con terror. Doloroso. Los libros hacen equilibrio entre mis brazos antes de precipitarse sobre el suelo haciendo un escándalo, y la tinta se esparce sobre el lustroso marmol al chocar con fuerza. El frasco no se ha roto. Poco a poco comienzo a sentir un dolor agudo y punzante en mi espalda baja, mientras la respiración acelerada del chico frente a mí aumenta a niveles de robarme la mía. Me infringe un gran pánico, él no poder respirar con soltura, sus manos apretándome firme.

Ahogo una queja y reparó en que mis ojos permanecen cerrados.

Al abrirlos, me topo con un rostro familiar. Un rostro que he visto crecer. Tanto así, que, más que mi espalda, una punzada en mi corazón lo rompe de nuevo.

Ronald — musito ahogada, sin lograr procesarlo del todo y con el ceño bien fruncido.

— Hermione... — responde él, igualmente en un susurro, tan cerca de mi rostro que logró sentir sobre mi nariz su aliento tibio.

Nada amigable.

Solo...

repugnante.

— ¡¿Qué diablos haces, Ronald Weasley?! — elevo mi tono de voz sarandeando mi cuerpo con fuerza de un lado a otro. Pateando en su dirección a pesar de que éste no parece inmutarse — suéltame, suéltame ahora mismo...

— Ya no puedo continuar así, Hermione — su voz, m solo logra removerme más las entrañas, en un tono que me gustaría poder olvidar, mientras una de sus manos, se escabulle bajo mi brazo y se aplaca encima de mis costillas. Entonces baja, baja lento y la garganta se me hace un nudo.

Oh, no.

Merlín dime que esto no está sucediendo.

Abro los ojos como platos y las ganas de vomitar se vuelven casi incontrolables.

Me siento sucia y mi cabeza no para de dar vueltas y necesito limpiarme. Necesito darme una ducha, o dos o...

— Me das asco, ¡no te atrevas a tocarme! — necesito salir de aquí. Intento zafarme de su agarre, pero él es mas fuerte que yo — Ronald, alejate, hablo enserio, alejate de mí...

Afortunadamente, no más listo.

Me aferro a este pensamiento para no perder la calma mientras su agarre se hace más fuerte, me hace daño, y una risita sarcástica escapa de su boca sobre la mía.

— Tu eres la única culpable. No intentes ser una mojigata conmigo, te conozco; haciendo esas muecas de molestia al verme, usando un uniforme como éste... eres insoportable — su rostro, entonces, se aleja del mío y se acerca a mí cuello con rapidez, a lo que en respuesta, me muevo violentamente — ¡Quédate quieta, mierda! Deja de moverte, o harás que las cosas se salgan de control, no me obligues Hermione, no de nuevo... no quiero hacerte daño.

Le miró directamente a los ojos y no puedo evitarlo. Gruesas lágrimas se deslizan por mis mejillas seguidas de millones más.

No, no me pongo triste.

Me pongo furiosa.

— ¡¿Cómo te atreves a decir eso?!, quítame tus asquerosas manos de encima Ronald Weasley, eres un cerdo, me das asco! ¡nunca volverás a hacerme daño, nunca más en tu vida miserable! ¡¿cómo has siquiera podido-.

Me veo interrumpida por sus labios, aferrándose a los míos con impaciencia. Intento alejarlo, morderle, algo, más solo logro que su lengua se hunda en mi boca, invasiva y ansiosa, empeorando mis ganas de vomitar. Busco a tientas mi varita dentro de mi túnica, ahora que tengo las manos libres, mientras el vértigo y el asco son solo estancados por su boca. Me agarra de la mandíbula, su diestra la abarca perfectamente sin medir su fuerza en lo absoluto y yo ya rozo la desesperación.

¡¿Donde nargles está?!

El agobio en mi pecho en conjunto con su boca poco me permite respirar y las lágrimas cayendo a borbotones de mis ojos sólo me obligan a buscar con más ímpetu. Y aquél sentimiento, ese delicioso que parece causarme aún más lágrimas al por fin sentirla entre mis dedos, logra sacarme un berrido y devolverme las fuerzas, exponenciadas, y con todas ellas, logro apartarle lo suficiente.

Recobro el aliento.

— ¡Expelliarmus! — grito fuertemente con voz rota.

Ronald sale disparado hacia la pared frente a nosotros, termina por impactar contra ella y caer aparatosamente sobre el suelo. Yo me incorporo, sintiendo que el aire se me estanca en los pulmones, reusandome a mirarle. Pero lo hago. Está apunto de levantarse, tambaleándose mientras se aferra al alféizar del ventanal más cercano. Le apuntó con mi varita, su mirada me recibe y sus manos se extienden en mi dirección.

¡Petrificus Totalus!

Entonces escucho un ruido sordo y sé que ha funcionado y no bajo la varita.

Puedo respirar.

Intento limpiar mis lágrimas pero cada vez son más y me es imposible llorar en voz baja. Las piernas me hormiguean pero antes de que suceda algo más, corró lo más rápido que me lo permiten en cualquier dirección.

Cualquier lugar pero lejos de él.

Y en tal caso, tras encontrarme con un pasadizo a un costado de cierta columna chueca, salgo de Hogwarts. Silenciosamente lo agradezco, pues no pienso volver a encontrarmelo, al menos por esta noche.

Algún prefecto lo hará, notarán que ha desaparecido.

Las lágrimas no paran y mis quejas empeoran cuando paro para recuperar el aliento. ¿Qué acaba de suceder? Aún no puedo terminar de creerlo, Ronald... no puedo, simplemente no puedo concebir que haya intentado hacerme algo así.

No.

Los recuerdos son borrosos pero mi mente no tarda en traerlos a colación.

Entonces vómito. Porque no puedo evitarlo, y mi cuerpo, Merlín, pica y le siento inmundo.

Las piernas me tiemblan y mi mente grita que me siente en cualquier lugar.

Hay muchos árboles de frente.

Caigo en la cuenta de que estoy en los limites del bosque prohibido, una terrible muy terrible decisión, donde mis piernas dormidas me han llevado, antes de dejarme caer por el tronco de uno de esos árboles. Cubro mi rostro con mis manos, y eso basta para que un sollozo escape de mi boca sin consentimiento alguno.

No puedo evitar llorar a mares, con aún más ahínco.

¿Qué se supone debo hacer?, ¿debo decírcelo a McGonagall? ¿A Harry o a... Ginny?

Por Merlín, Ginny.

Ginny no puede saberlo.

Termino de narrar lo sucedió a Malfoy, hecha un desastre nuevamente. Me maldigo por abrir la boca, pero las palabras prácticamente se me han resbalado. No puedo evitar que unas cuantas (demasiadas) lágrimas vuelvan a empaparme el rostro, pero prefiero guardarme los sollozos para después. El reposa su mano en mi hombro y lo aprieta ligeramente en señal de apoyo, supongo. Así lo siento yo. Respiro profundo, una, dos, varias veces y vuelvo la vista.

Él me observa con una expresión extraña.

Enfadada. Sin palabras.

— La comadreja siempre ha sido un ser bastante despreciable... a mí parecer, mostró sus verdaderos colores contigo — su voz es grave y me sorprende su mirada y pose rígida, incómodo y extremadamente enojado — deberías hablar con alguien al respecto, de seguir por aquí podría... hacer lo mismo con alguna otra chica, eres lo suficientemente responsable para tomar una buena decisión al respecto. Cuida tus espaldas, Granger — sentencia mirándome, y rescato algo en sus ojos. Lástima. Cosa que logra que frunza el ceño — y no dejes que esa rata de alcantarilla solo se quede con una molestia en la espalda... le cortaría las manos si pudiera — le escucho añadir entre dientes, cosa que al parecer, él era el único que debía escuchar.

Asiento ante sus palabras lentamente.

Antes de que las lágrimas comienzen de nuevo.

"¿Conoces lo suficiente a tu enemigo? sin siquiera darse la oportunidad de conocerse, tal vez no son tan diferentes como piensan."

(Editado: admito que este es de mis capítulos favoritos, contenido aparte)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top