Capítulo 4
D R A C O
Sólo cuando todo está silencioso y en su lugar, el nuevo profesor de pociones comienza a presentarse.
— Buenos días estudiantes, mi nombre es Zackary Janssen y seré su profesor de pociones este año, espero llevarme bien con todos ustedes. Ahora, empezaremos con una poción sencilla curadora de forúnculos, al terminar viertan un poco en un frasco, escriban su nombre al frente y dejenla sobre mi escritorio, la próxima clase tendrán su calificación y las que salgan como deben serán destinadas a la enfermería. Tienen una hora — sonríe — comiencen.
Tomo mi libro para buscar la receta aunque ésta casi la sé de memoria. Enciendo el caldero y dirigo una vaga mirada al maestro frente a mí. El profesor Janssen parece una persona agradable, es bastante alto con cabello largo castaño y anteojos, y a diferencia de los demás profesores en Hogwarts irónicamente,
aparenta menos de 50 años.
Pansy tuvo la gran idea de sentarse justo a mi lado en cuanto el profesor exclamó "escuchen, la persona a su lado justo ahora será su compañero por todo el año". Lo único que hace es restregarse contra mi brazo sin rastro de vergüenza cada vez que no comprende algo de lo que lee en la receta, es decir todo el maldito tiempo, susurrando "Draquito, que crees que signifique" repetidas veces. Odio que me llamen de esa forma, pero Parkinson lo empeora con esa voz tan chillona e irritante.
Qué clase de persona termina contigo y luego vuelve a insinuarce como si nada. ¿Tan siquiera tiene algo de respeto propio?
— Parkinson — susurro para que el profesor no note que estamos hablando. Mejor, que ella está torturandome — ¿podrías dejar de molestarme y restregar tus pechos contra mi brazo?, por este tipo de razones me alegro de que todo acabase — sé que decirle eso le hará ponerse algo molesta. Nada mejor que arruinarle la diversión a alguien a quien no soportas.
Si, Pansy y yo no tardamos en terminar ante nuestra presunta derrota. A decir verdad, ocurrió justo después del juicio contra mi familia. Mi padre se culpó de todo para protegernos a mi madre y a mi, pero vamos, es lo mínimo que pudo hacer por habernos involucrado en ese infierno. Aunque fué suficiente para ser condenado al beso del dementor... y, a pesar de que no son exactamente cosas buenas las que te vienen a la cabeza al evocar el recuerdo de Lucius Malfoy, aunque nos haya metido en esa vida alimentada de odio y venganza... es mi padre del que hablamos.
Pues para bien o mal, no hago más que recordar aquel verano en el que me enseñó a montar en escoba, de como dejaba una rana de chocolate en el bolsillo de mi pantalón a escondidas de mamá y su peculiar manera de palmear mi hombro para reconfortarme las escasas veces que lo hizo. Recuerdos de él como un hombre a quien quería parecerme cauando era niño, un hombre que cuidaba de su familia y no podía llamarse fracasado.
A veces... no puedo evitar recordarle como mi padre. Los escasos momentos, donde el odio era reemplazado por el amor de un progenitor y un esposo.
Mi madre y yo no quisimos verle cuando sucedió, así que volvimos a casa y no salimos de allí hasta que arribó una carta, escrita con tinta verde esmeralda y con el escudo de Hogwarts adornando el frente con orgullo. No quería volver, enserio, pero mi madre insistió y rechistó, dijo que eso me ayudaría a distraerme... y de algún modo, aquí estoy, fingiendo que no fuí una de las peores mierdas que ha pisado Hogwarts, y debo admitir que no me siento tan miserable como hace unos días. Aunque mi madre estuviese ahí, en algún punto simplemente envié todo al demonio. Ella solo tenía ojos para su mundo, y yo simplemente no hago parte de el actualmente. El fantasma de mi padre aún se aferra fuertemente a su memoria y siendo honesto no puedo culparle, ni siquiera sentirme mal por ello.
De todas formas, ella le conoció cuando era un buen hombre.
— Draquito, sabes que te quiero y todo fue un simple mal entendido, somos la pareja ideal, ¡lo sabes! — exclama levantando los brazos. Vaya espectáculo.
No es necesario decir que Pansy y yo nunca fuimos el uno para el otro. Solo compartíamos una leve atracción más sexual que de cualquier otra cosa, solo soy honesto, y ésta no iba a ninguna parte... por otro lado y por mucho que quiero negarlo, siempre ha estado la castaña, de quien no puedo desviar la mirada cuando está cerca.
Simplemente representa un extremo que no sé si quiero tocar.
— Solo cierra la boca, maldición — bufo comenzando a fastidiarme más de la cuenta y en ese preciso momento, cuando vuelvo mi vista al frente, tropiezo con la mirada del profesor a escasos centímetros de nosotros dándome un susto de muerte. Él se aleja sonriente y divertido antes de concentrar su atención en Parkinson.
Raro...
— Señorita... — dice para que ella le recuerde su apellido.
— Parkinson, Pansy Parkinson — responde con falsa amabilidad y con una de sus sonrisas lascivas. Ew.
— Claro, podría usted ir por los ingredientes de la poción, por favor, veo que su compañero parece preparar el caldero y no me gustaría que estuviesen cortos de tiempo.
— Si — sonrío para mis adentros ante su evidente molestia — enseguida, profesor — responde entre dientes poniéndose de pie y alejándose en silencio.
— De nada — canturrea el profesor mientras guiña un ojo en mi dirección y mueve las cejas de forma extraña.
— Gracias — respondo con seriedad enarcando una ceja, pues realmente ya no me importa tener que omitir palabras como "por favor" y "gracias", pero eso no le quita lo peculiar a la situación. Ew, nuevamente.
El sonríe flojo y desentendido, y continua su camino hacia las demás mesas.
La clase transcurre con normalidad, aunque Pansy no deja de jugar con mi cabello, molestandome, y como siempre que esto sucede, sólo puedo resignarme hasta encontrar el momento de escapar. Al menos, la poción nos (¡ME!) queda perfecta. Antes de salir, dejo el pequeño frasco en la mesa del profesor el cual se despide con un asentimiento de cabeza. Gesto que imito.
Salgo de allí lo más rápido que puedo hacia la clase de adivinación. Pues el convivir con esa chica siempre parece dejarme agotado.
Camino despacio cuando lo que queda ya es terreno seguro, hasta que casi a mitad de camino me topo con Granger.
Sí, otra maldita vez.
Pide un momento a lo que asiento inseguro y sin comprender muy bien que sucede. Comienza a tartamudear un poco mientras habla y lo único que puedo pensar es "Merlín, le pongo nerviosa". Sonrío para mis adentros ante este descubrimiento mientras ella cuestiona si he sido yo el responsable de que despertase en su habitación está mañana. Me limito a encogerme de hombros y asentir levemente sin saber exactamente que agregar, de todos modos, no sé por que lo hice, solo... lo hice. Y, de todos modos, no es como que quiera negarlo.
Antes de poder decir algo, se da vuelta y al reparar en que está a punto de irse le tomo del brazo casi como por reflejo, firme, tanto así que me sorprendo intentando aflojarlo para no hacerle daño, mientras un "no hay de qué, Granger" es lo único que logra escapar de mi boca ya que no pretendía hacer nada de lo que estoy haciendo.
De repente, en un extraño pero cómodo silencio, terminamos por mirarnos fijamente a los ojos. Los suyos son cálidos como chimenea humeante, logrando que una sensación tibia recorra mi pecho lentamente mientras siento mis manos temblar, ante su fija mirada clavada directamente en la mía. Esto es extraño. Mucho. Mi cuerpo parece actuar por si mismo y, no me explico por qué, comienzo a acercarme a ella hasta terminar a escasos centímetros de su rostro.
Por Merlín, para de una buena vez.
Mi corazón retumba fuerte en mi pecho y ni el pesado agobio vergonzoso que le acompaña logra alertarle lo suficientemente para alejarme, ¿cómo es que se creó esta atmósfera bajo la cual a penas y podemos respirar? tan repentina y...
Agradable,
casi...
hipnótica.
Ella, a pesar de verse más nerviosa que antes, no se aleja ni un poco y sus orbes miel siguen queriendo perforar los míos sin descanso... por Merlín, no estoy jugando, alguien detenga todo esto. Porque parece, soy incapaz. Su labio inferior es atrapado por sus dientes con aún más nerviosismo haciendo que toda mi atención recaiga en ellos, rosas paliduchos, de apariencia suave y algo finos. ¡Agh! Esta chica parece estar jugando conmigo... con mi cordura.
Draco, debes parar es muy repentino.
Es Granger.
Escudriño sus labios empleando todo mi atucontrol para no cometer una locura. Se ven tan... malditamente apetecibles, Merlín, quiero besarle.
Si, quiero besarle, morderle y saborear y no parar.
Ella también observa mi boca con cierta timidez reflejada en sus ojos, no puedo controlarme y me acerco cada vez más, vamos Draco qué estas haciendo, cualquiera podría aparecer. Su aliento parece robar el mío en una extraña sensación de calidez, mi corazón y el de ella están desbocados, pues siento que puedo percibirlo claro junto al mío en mis oídos, retumbando violentamente, y nuestros rostros tan peligrosamente cerca.
Entonces abro la boca...
Cuando unos fuertes pasos resonando en el fondo del pasillo hacen que nos separemos rápida, violentamente.
Entre gritos y jadeos, uno de mis mejores amigos hace acto de presencia entre pasos torpes, como ya es costumbre.
Exhalo, como si hubiese retenido el aire en mis pulmones por esos largos, verdaderamente eternos, segundos.
Merlín, Blaise, no se si romperle la nariz o agradecer por su repentina y casi divina aparición justo ahora.
H E R M I O N E
Luego de la clase tengo una hora libre, así que me dirijo al gran comedor a tomar mi desayuno, no aguantaría ni tres minutos más sin algo de combustible.
En el camino, en un pasillo poco concurrido (más bien, desolado) capto la figura de Malfoy caminando con la mirada gacha, poniendo un pie delante de otro como un niño, pues lo único a la vista son sus largos mechones platinados y sedosos, y las manos entre los bolsillos de la túnica. Una pregunta cosquillea en mi boca y simplemente me es imposible ignorarla, pues la curiosidad parece superar a la mínima dignidad que me queda referente a él, así que cuando le tengo lo suficientemente cerca, me decido por interrumpir su camino.
— Malfoy, tienes un minuto — él se da vuelta rápidamente, su rostro tan sorprendido y al parecer algo fastidiado resulta extraño de ver, es Malfoy, a penas piensas que tiene expresiones. Aunque rapidamente se recompone en, bueno, un rostro serio y robótico, falto de emoción — pues... bueno, yo solo quería... ya sabes, saber si fuiste tú el que me dejó anoche en mi habitación, dentro de mi sala común, de alguna manera — guardo silencio un segundo esperando su respuesta, mas sólo asiente levemente — ¿Enserio? a-anoche... ¿cómo se supone que sucedio? Sabes que, agh, olvídalo eso es todo.
¿Qué necesidad tenía de hablar como una idiota total?, nunca había pasado antes, nunca con Malfoy pero... justo ahora no discutimos o algo por el estilo. Sólo... hablamos.
Tan extraño.
Me doy vuelta dispuesta a irme de una buena vez, riñendome internamente por no ser clara o al menos concisa, pero se me hace imposible cuando él me toma con firmeza del brazo.
Igual que la otra noche.
¿Qué cosas pienso? Sacudo mi cabeza para alejar ese pensamiento a la velocidad con la que llegó.
— No hay de qué, Granger — musita entre dientes.
Su mirada severa recae en la mía y de repente siento mis manos temblar, tibias. Sus ojos son fríos y distantes y nos miramos por lo que parece una eternidad. Intento desviar mi mirada más resulta imposible, y mi necesidad por ésto incrementa cuando él comienza a acercarse y yo solo puedo mantenerme inmóvil como estatua, porque ninguna parte de mi cuerpo parece querer reaccionar. Merlín, está tan cerca que puedo percibir su aliento mentolado, junto con hierbabuena.
Apreso mi labio inferior con mis dientes en busca de bloquear el repentino deseo de besarle, ¿por qué nargles quiero besar a Malfoy? Simplemente está muy cerca, mi mente está confundida, no significa nada.
Pero no.
Logrando interrumpir mi respiración, él se acerca cada vez más y yo no hago nada para detenerle.
Solo hazlo.
Estamos tan cerca, que el aire se percibe más cálido, denso, y terminamos por respirar al mismo ritmo trabajosamente, mi corazón está desbocado y tenerlo aquí escudriñandome los labios hace todo aun peor.
Simplemente deja que suceda.
Escucho las fuertes pisadas de alguien que parece trotar hacia aquí y tras parpadear con sorpresa, nos separamos tan rápido que casi pierdo el equilibrio. Zabini aparece por el pasillo, a gran velocidad y jadeando a más no poder. Casi como si pudiesemos leer la mente del otro, nos separamos aun más para no generar sospechas. Palmeo mis mejillas, calientes y lamentablemente rojizas, como si pudieran explotar en cualquier momento. Zabini me dirije una mirada molesta pero curiosa a la vez, luego observa a Malfoy, quien parece tan tranquilo que de no ser por haberlo vivido, podría jurar que nada había pasado.
Que sólo había sido una catastrófica escena sin sentido que mi subconsciente bromista había ideado.
— ¿Ocurre algo, Draco? — pregunta Zabini apoyando su mano en el hombro de su amigo acercando su rostro al del otro, Malfoy le aleja con molestia y algo de fuerza a lo que Zabini termina escudriñandome a mí con la mirada.
Me da un vistazo de arriba a bajo, sin rastro de vergüenza antes de hablar.
— ¿Le has hecho algo de nuevo, Granger? Si es así te las verás conmigo — por primera vez Malfoy se queda sin palabras, yo abro la boca para decir algo pero tampoco tengo mucho que decir.
Huye.
Así que me doy vuelta y salgo de allí rápidamente antes de que el moreno quiera indagar más en el tema.
Nada había pasado. Nada. Nada de nada, enserio.
Cuando estoy lo suficientemente lejos me recargo en una de las paredes de piedra en busca de regular mi respiración... por todos los nargles, estuve a punto de besar a Malfoy.
No hice nada al respecto, no quise hacer nada el respecto.
Merlín, tal vez si que ha pasado algo.
"Y que un beso... uno solo puede más que el olvido, si se funden dos bocas en un beso prohibido"
(Editado: la tención, la tención.)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top