50.2 Insurgentes


Vanila se quedó observando a Kail subir a lomos del dragón, trepando por su cola hasta perderse de vista en la oscura inmensidad de sus negras escamas. Y cuando la bestia batió sus alas para alejarse, ella suspiró, pensando en que era hora de volver a la realidad.

Se dio la vuelta y fue hacia los demás, avanzó a paso lento hasta llegar a su alcance sonoro.

—Nosotros también debemos irnos —dijo la arqueana al resto—. Necesitáis tratar vuestras heridas, estáis todos hechos un desastre.

Era verdad, Gianna apenas podía mantenerse en pie, Nieve Nocturna estaba bien, pero molido por su enfrentamiento con los dragones. Incluso Rex, aún no despertaba. Sibi era la única en condiciones decentes.

—No te lo tomes a mal, arqueana, pero no quiero tener nada que ver con los de vuestra clase.

Vanila le dirigió una mirada fulminante al hombre de gabardina, haciéndolo dar un paso atrás.

—Podría decir lo mismo de ti, Nieve Nocturna, pero he de admitir que tu presencia sería de utilidad para lo que se avecina, y considerando que llevas una buena amistad con estas mujeres, he de insistir en que vengas con nosotros.

Nieve Nocturna dirigió una mirada de recelo a Vanila, quien lo observaba con ambas manos en la cintura.

—Basta —intervino Gianna al ver el conflicto que se generaba entre ambos—. Finn, por favor, ella no es como el resto. Nos ha ayudado todo este tiempo.

El hombre rubio siguió observando a la mujer con inseguridad.

—¿Igual que el resto, el Laktu, y ese Sektu? —cuestionó Nieve Nocturna, sin dejar de mirarla—. Me arrepiento de haberlo sacado de Falghar, no ha servido para nada, debí dejarlo que se pudriera dentro.

—¿De quién estás hablando? —preguntó Vanila, alzando la cabeza para tratar de ver a donde apuntaba.

—El Sektu Loco —murmuró Gianna—. ¿Qué haremos con él?

Nieve Nocturna sonrió.

—Esperaba que preguntaras eso. ¡Lo asesinaré!

—¡No! —exclamó Gianna—. Finn, por favor, no hables de eso como si fuera algo tan...

—No será necesario —se apresuró a decir Vanila—. ¿Estáis diciendo que fue un arqueano quien os trajo a este sitio? Si es así, podríamos usarlo a nuestro favor.

—¿Qué estás pensando, Vanila? —cuestionó Gianna.

—Ningún arqueano se atrevería a cometer un acto tan bajo, ni siquiera el Sektu Loco. Si él hizo algo contra vosotros, debió ser porque ignoraba las consecuencias de sus actos. Yo misma lo viví en carne propia. Son ellos, los Sahulur, nos utilizan para sus propósitos.

Nieve Nocturna dejó ir un resoplido molesto y le dirigió a Gianna una mirada que le decía «lo que hago por ti».

—¿Cómo podría ser beneficioso que un traidor esté suelto por ahí?

Vanila sonrió.

—Ya encontraremos forma de sacarle provecho. Ahora tenemos que encontrar una manera de salir de aquí.

—¿A dónde volveremos? ¿Realmente podemos? Sin Jack, ni Kail, ¿qué será de Tanah Baru? —preguntó Sibi.

Vanila sonrió.

—Niña lista —dijo ella—. No es tan fácil. Tanah Baru ha sido levantada ante la vista pública de Arquedeus. Los Sahulur no podrán hacer nada para derribarla, no mientras vosotras dos estéis vivas. Debéis ser la voz de la colonia. Nadie sabe que Jack y Kail Relem no estarán más con nosotros. Nadie sabe lo que ha ocurrido aquí y, al volver, deberéis usar eso a vuestro favor. La única forma de estar un paso delante de un Sahulur es usando su propia arma contra ellos, la desinformación, la ignorancia.

Gianna frunció el ceño.

—Pero los Sahulur seguro sabrán que Jack no está más con nosotros. Tratarán de derrocarnos —afirmó.

La expresión de Vanila ensombreció.

—Lo harán, pero es nuestro deber resistir. ¿Aún hay más preguntas? Hemos de volver ya, mientras más rápido, más ventaja tendremos. La muralla sur está llena de Laktu, la tendrán bien vigilada por tierra, mar y aire. Esperaban que todo esto pasara, así que debemos encontrar una forma de entrar sin que nadie nos vea, o siquiera note que alguna vez nos fuimos.

—Busquemos el cetro de Jack —recordó Gianna—. Él dijo que nos llevaría de vuelta a Tanah Baru.

Al instante Vanila se alejó, trasteando las garras metálicas que usaba en sus manos.

—Lo hallaré con un rul magnético, esperad aquí.

Todos asintieron, observándola iniciar la búsqueda.

—Mamá Gi —dijo Sibi, ayudando a Gianna a caminar, tratando de pensar en otra cosa mientras la arqueana volvía—. ¿Te has dado cuenta de que la leyenda era real?

Gianna observó a Sibi desconcertada.

—¿Cuál leyenda, Sibi? —preguntó.

—La de los Rahkan Vuhl —dijo la chica—. La que Jack nos contó, ¿recuerdas? Si Dios despertaba, sería para llevarse al último y así desaparecer por siempre. Y es justo lo que ha ocurrido.

Un escalofrío recorrió la espalda de Gianna al recordar de lo que hablaba la niña.

—Las leyendas son sólo leyendas, Sibi —dijo Gianna—. Es sólo una curiosa coincidencia. Kail no se ha ido para siempre, él volverá... algún día.

Un gruñido repentino se escuchó, y algo se sacudió en el bolso que la niña de cabellos dorados portaba.

—¡Rex! ¡Al fin despertaste!

La chica lo abrazó, aplastando al reptil y robándole el poco oxígeno que respiraba, llevándolo casi al borde de un segundo colapso. Aún sin saber bien lo que el destino les deparaba, esperaban bajo la suave nevada que comenzaba a caer sobre el gran cráter, en el que algún día había estado la Tumba de Dios.

***

A pesar de que en Niveus todo había ocurrido con luz de día, la luna aún se alzaba en el oscuro cielo de Kater. La colonia estaba tranquila. Los habitantes dormían con placidez, ajenos a los acontecimientos que ponían en juego su bienestar.

Una fogata encendida en la plaza central de Tanah Baru dejaba escapar cenizas incandescentes que desaparecían al viento. Sentado junto a las llamas, un hombre robusto y grande pegaba un mordisco a una brocheta de aghi asado. Conversaba con un muchacho de aspecto serio, delgado, de cabello necio y ojos cerrados.

El sonido de un chispazo eléctrico, acompañado de un destello color rojo y turquesa, iluminó la zona por un breve instante.

El hombre grande no se inmutó, se le veía disfrutar, comiendo con ganas la carne del codiciado animal. Sin embargo, el joven que estaba a su lado se sobresaltó al instante y levantó la cabeza, aguzando el oído para captar la multitud de pisadas que había escuchado.

—¡Ah! Jack, al fin regresas —habló el hombre, retirando dos brochetas del fuego. Una para él, y otra para arrojarla hacia atrás—. ¿Cómo te ha ido? ¿Está todo bien con esa mujer?

El sonido de la brocheta siendo atrapada por una mano pequeña llamó la atención del hombre, quien se quedó inmóvil al instante. Sus músculos se tensaron y, sin pensarlo dos veces, se levantó con un movimiento ágil, blandiendo el brazo con una potencia monstruosa, igual que una maza.

Una figura sombría esquivó el ataque con gran velocidad, empujando al atacante ligeramente para desequilibrarlo. Al trastabillar, se dio cuenta de que no sólo estaba la silueta misteriosa, sino que había cuatro más. Un hombre, una mujer y una niña.

—Calma, Derguen —dijo una voz femenina—. ¿No ves quién soy?

—Vanila, ¿eres tú? —preguntó Derguen, ignorando a todos los demás.

—¡Eh! ¡Sibila! ¡Me tenías muy preocupado!

El joven de ojos cerrados se movió ágil, esquivando al hombretón para alcanzar su objetivo. La capa roja que vestía, característica de la academia, ondeó cuando corrió hacia los recién llegados. Pasó al lado de todos hasta encontrarse con una niña de cabellos dorados. Al reencontrarse, ella le sonrió con timidez y puso una mano al frente para detener su avance.

—Sibila no, Sibi —dijo ella.

Skull imitó su gesto y le ofreció una mano.

—Lo siento, Sibi, tuve que venir a Tanah Baru, a buscarte. Íru escuchó a su padre conversar algo sobre problemas en el sur con los galeanos y... —Negó con la cabeza—. Me alegro de que estés bien.

Sibi se ruborizó, le alegraba tener la oportunidad de volver a encontrarse con él. Hace tanto que no tenía miedo de morir, que al fin se daba cuenta de algo: de nuevo tenía una vida, personas por las cuales luchar, por quienes vivir. Una sonrisa triste se dibujó en su rostro. Le hubiese gustado darse cuenta antes, para compartir ese descubrimiento con Kail, o con Jack. Miró a Skull, sostuvo su mano y silbó. «Vamos a otra parte, los adultos necesitan espacio», expresó. Con Rex aupado a su hombro, Sibi se llevó al arqueano para estar a solas.

Mientras los dos chicos se alejaban hacia una banca cercana para charlar de sus propios asuntos, Vanila se acercó a la luz del fuego. Vestía una capa plateada y llevaba un cetro en la mano. Al verlo, el hombre de la fogata lo reconoció al instante. El cetro del Rahkan Vuhl.

—Qué... ¿Qué sucedió? ¿Dónde está Jack? —preguntó el arqueano.

Vanila no dijo nada, pero Derguen pareció comprender.

—¿Quién ha sido? —preguntó él, apretando puños y dientes con fuerza—. ¡¿Quién ha sido?!

—El dragón —dijo otra voz femenina, acercándose a la luz del fuego—. El dragón y los Sahulur.

Derguen observó a la persona que habló. La reconoció. Era la mujer de Jack Relem, Gianna. Había otro hombre junto a ella, pero no era Kail, sino alguien más.

La furia de Derguen creció.

—¡Vayn! ¡Esos malditos viejos! ¡Juro que los mataré, a cada uno de ellos!

Una mano se posó sobre el brazo de Derguen para transmitirle tranquilidad.

—Calma, Derguen, no es momento de alterarse.

El hombre calmó su agresividad con un gran respiro. No era nada reconfortante saberlo, pero las palabras de Vanila sonaban sinceras, al igual que las miradas llenas de dolor y decisión de todos los presentes. Ojos que relucían fuego con el resplandor de las llamas, fuego que no venía de la fogata que ardía justo al centro de la colonia, sino del deseo real de poner solución definitiva a uno de los problemas contra los que habían luchado por tanto tiempo.

Derguen bajó la cabeza en un silencio solemne.

—Mi señor se ha unido a klalia, con nuestros ancestros, tal y como lo esperaba.

—¿Lo esperaba?

—Él lo sabía. Nos hemos preparado todo este tiempo.

—¿Para su muerte? ¿Planeaba morir?

Derguen negó con la cabeza.

—No lo quería, pero sabía que era una posibilidad. Él previno tantos panoramas, que soy incapaz de describirlos. No soy consciente de lo que su gran mente pensaba, pero estoy seguro de que este desenlace ocurrió así porque él así lo permitió.

—No lo entiendo —dijo Gianna, dejándose caer sobre un tocón, cerca de la hoguera—. Él no nos habría dejado, ¿dices que es parte de un plan? ¿Qué plan?

Derguen la miró.

—"Cuando no hay esperanza, entonces debemos crearla", palabras de Jack Relem. Eso fue lo que hicimos, crear esperanza en donde no la había.

Mientras hablaban, Nieve Nocturna observaba a distancia prudente, sin ganas de hacer otra cosa más que escuchar.

—¿Qué hicisteis exactamente? —cuestionó Vanila.

—Sembrar. Sembrar las semillas de la esperanza. Sembramos una en cada torre, en cada avrion de Arquedeus. Buscamos entre la gente, entre los descendientes, hasta hallar corazones puros.

—Suena a una tarea imposible, ¿de verdad conseguisteis algo así en tan poco tiempo? ¿De qué clase de semillas hablas?

Derguen negó con la cabeza.

—No concluimos la tarea, pero lo que hicimos bastará. Sembramos 347 semillas, en 347 torres. 250 de esas semillas, se encuentran en puntos clave, los más importantes de Arquedeus. Corazones puros, hallamos sólo 5, uno en cada sección de Arquedeus, y sembramos las 5 en cada uno. Las semillas en las torres aguardarán el momento indicado para ser activadas con el cetro de un Rahkan Vuhl. Las semillas en los corazones de los elegidos, se encuentran creciendo ahora mismo, pero el fruto sólo podrá ser cosechado por otro Rahkan Vuhl. ¿En dónde está el hijo de Jack Relem? Él es la última llave.

Gianna sonrió.

—Lo entiendo. Jack lo hizo de esa forma para asegurarse de que nadie indebido usara su estrategia final. Por eso se aisló, por eso preparó todo desde las sombras. Sabía que no podía confiar en los Sahulur, y que ellos no descansarían hasta asesinarlo. Vanila, tenías razón. Ahora que lo han conseguido, bajarán la guardia y podría ser nuestra oportunidad.

Vanila asintió.

—Comprendo. Planeado o no, el último regalo que Jack Relem nos ha dejado... No podemos desperdiciarlo. Ahora lo sé, es una señal. Lo que el Rahkan Vuhl, nuestro señor, nos dice, es que es hora de hacer lo que debió hacerse hace mucho tiempo.

—Te refieres a, cuando Ahkzar... —titubeó Derguen.

La arqueana asintió.

—Parece que has recuperado tus memorias al completo —confirmó ella, con una media sonrisa. El arqueano asintió, la chica continuó—. A eso mismo me refiero. Cuando el antiguo Vuhl Sahulur fue desterrado, debimos darnos cuenta de que algo sucedía en el seno de nuestra amada nación. Algunos Laktu lo intuíamos, pero jamás dijimos nada. Será complicado, pero esta vez me aseguraré de conseguirlo, así tenga que hacerlo por mí misma.

—Vanila tú estás... ¡¿Estás planeando una insurrección?!

La sonrisa de Vanila se hizo más amplia.

—No la estoy planeando —dijo ella—, ya ha iniciado. Jack Relem nos ha dado la primera flecha, es hora de tensar el arco y acabar con el yugo de los Sahulur. Cuando los dragones ataquen Arquedeus, necesitaremos líderes dignos en el poder.

Gianna y Derguen asintieron con decisión, e incluso Nieve Nocturna no pudo contener la sorpresa.

—Nunca antes mejor dicho —habló Nieve, acercándose a la hoguera—. Estoy contigo, ya me tienes, mujer.

Vanila puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

—Ni siquiera lo pienses, Nieve Nocturna. Ya tengo una pareja reproductiva.

Nieve Nocturna se quedó boquiabierto, Gianna rio ante la rotunda negativa.

—¡¿Pero quién te crees, arqueana?! —exclamó el hombre, cruzándose de brazos con indignación—. Nieve Nocturna jamás se pensaría siquiera hacer eso con alguien como tú.

Vanila dejó ir un bufido y avanzó haciendo a un lado al hombre.

—Lo que digas... Como decía, si queremos hacerlo, será importante que dejemos claras algunas cosas desde este momento. Sibila y Gianna son nuestras piezas más valiosas, la existencia de Tanah Baru no podrá disolverse sin ellas. Los Sahulur no podrán aceptar en público el hecho de que Jack Relem ya no está, porque nosotros impediremos que esa información se vuelva real. No importa si ellos saben que ha muerto, no podrán probarlo sin incriminarse solos. Por desgracia, eso también significa que será primordial que nadie abandone Tanah Baru sin protección especial. —Miró a Gianna y a Sibi—. Podría ser el único sitio en el que estaréis seguras a partir de hoy. Hablaré con algunos amigos de fiar e intentaré poner a algunos más de nuestra parte. Derguen, tú me ayudarás con eso, nuestra tarea será conseguir aliados, los necesitaremos. Hemos de reunir a los antiguos Laktu que servían al gran Ahkzar. Asegurarnos de que tenemos hermanos en quienes confiar.

—Entendido —respondió Gianna.

—Tienes madera —dijo Derguen—, y pensar que estás dando órdenes al antiguo amo supremo de los Laktu Rom. —Sonrió de forma burlona, pero enseguida hizo una reverencia ligera, cruzando los brazos en forma de equis—. Tu sabiduría es mi camino, hermana.

Vanila asintió con firmeza, correspondiendo el gesto con una expresión de agradecimiento. Acto seguido, miró a Nieve Nocturna.

—Hombre de negro tú...

—No recibo ordenes de arqueanas. Yo haré lo que me plazca —aseveró Nieve Nocturna—. Ayudaré a Gianna directamente, sólo a ella, y a nadie más. Absteneos de tener contacto conmigo.

La arqueana hizo un gesto de repudio y siguió hablando.

—Como sea, debemos mantener protegidas a Gianna y Sibila. Tienes la ventaja de que nadie conoce tu verdadero rostro, así que serás invisible mientras permanezcas en la colonia. —La mujer tomó aire, se cruzó de brazos y le lanzó una mirada fulminante—. Nada de esto cambia el hecho de que seas un asesino. Tienes mucha suerte de que Gianna responda por ti, de lo contrario, ya estarías muerto.

Nieve Nocturna rio con ganas.

—Tientas a tu suerte, arqueana, pienso exactamente lo mismo que tú. De no ser por esta honorable dama, ya estarías muerta.

La arqueana se levantó de golpe. Nieve Nocturna se llevó la mano a la cintura, buscando una inexistente espada, perdida en el campo de batalla.

—¡Eh! ¡Parad! No es momento de poner precio a vuestras cabezas —gritó Gianna, levantándose para interponerse entre ambos—. Concentraos en lo importante. Necesitaremos todo el apoyo posible para lo que viene. Entended que ahora no tendremos que preocuparnos sólo de los dragones, sino también de los Sahulur. Las cosas van a cambiar, nosotros debemos cambiar.

Vanila respiró hondo y se tranquilizó. Se dio la vuelta, dando a la espalda a Nieve Nocturna. Observó el fuego.

—Tenemos ventaja de información, ¿recordáis? Dejadme el resto, sé lo que debo hacer. Dispersaos y tratad de dormir un poco, ha sido un duro día.

Sin decir nada más, bordeó la hoguera y se retiró hacia las sombras. Derguen expresó disculpas por la dura reacción de Vanila, y fue tras ella. Gianna y Finn se quedaron solos, y un poco más allá, Sibi dormitaba sobre el hombro de Skull, con Rex roncando sobre su regazo.

—Así que, ¿esto es Tanah Baru, la colonia que diriges?

Gianna asintió.

—Es más que una simple colonia, es nuestro hogar, un poco de nuestro antiguo mundo.

Nieve Nocturna observó los alrededores.

—¿De verdad? —cuestionó—. ¿Tenéis electricidad?

Gianna rio.

—No, no tenemos electricidad, pero tenemos energía del cristal zero, hay artesanos, entretenimiento, comida y bebida del viejo mundo. —Suspiró—. Dame un momento, llevaré a Sibi a casa y te lo mostraré.

Nieve Nocturna asintió con tranquilidad.

—Estaré esperando, de ahora en adelante, siempre estaré esperando.

Gianna sonrió y se alejó en dirección a donde estaban Sibi y Skull. Había sido un día difícil para todos, con suerte, el sueño ayudaría a asimilar todo.

***

Caminaba solo entre las calles de la colonia. Le traía recuerdos muy antiguos. Era la primera vez, en más de quince años, que se separaba de su amiga, Luna. Se sentía solo, triste, pero también renovado.

—¿No piensas dormir? Por lo menos debiste cambiar tu ropa, está hecha una piltrafa.

Una mujer apareció por su espalda, dándole un ligero empujón. Vestía ropa nueva, muy delgada, con el cuello alto de un iriduk cubriendo su nariz.

—Estaré bien, hace mucho que no tengo frío.

Aprovechando la incertidumbre del momento, se le acercó. La mujer tomó al hombre por el brazo, animándolo a caminar.

—Sé que estás triste por Luna, pero, al igual que Kail, ella estará bien. Ambos lo estarán.

Nieve Nocturna sonrió. Sostuvo con cariño el brazo de la mujer.

—Lo entiendo, pero será duro no poder hablar con ella.

—Te acostumbrarás. Tanah Baru te ayudará a mantenerte ocupado, te vas a sentir como en casa.

—Ya lo noto, es increíble. El ambiente es diferente, no parece Arquedeus, ¿cómo lo habéis conseguido?

El hombre observaba la fachada llena de enredaderas de una vereda oscura. Los gigantescos árboles de Kater nacían entre las construcciones. La arquitectura arqueana era clara, sin embargo, cada residencia, cada calle, las plantas ornamentales, todo tenía un atisbo de nostalgia que recordaba su origen, en el viejo mundo.

—Los recuerdos viven en nosotros. Todas las culturas del viejo mundo habitan aquí, gracias a Jack.

El hombre hizo rodar sus ojos al escuchar ese nombre.

—Jack, Jack, Jack. Jack esto, Jack lo otro. ¿De verdad era tan impresionante?

—Dímelo tú, también lo concias.

Nieve bufó.

—Vale, sí que lo era. Y eso me frustra.

Gianna frunció el ceño.

—¿Por qué te frustra?

—Tonterías mías.

Gianna escuchó la preocupación del hombre en sus palabras y puso los ojos en blanco ante la negativa de comunicación.

—Ven aquí, te llevaré a mi lugar favorito.

Caminaron juntos, a paso lento. Era una noche tranquila, todos dormían. Atravesaron algunos callejones, admirando los azulejos colocados por habitantes de Galus, con grabados que recordaban antiguas calles de Nivek. Se dirigían a un lugar especial, en un rincón pequeño de la colonia.

—Es aquí, ¿te gusta?

Nieve Nocturna ladeó la cabeza. Una luz diferente iluminaba el entorno. No provenía de las farolas azules, era cálida, anaranjada.

—Veladoras. ¿Es esto lo que creo que es?

La mujer respondió con una risilla, y animó al hombre a acercarse.

Ubicado en un muro detrás de dos residencias, un espacio dedicado a una cultura antigua resaltaba. Sobre la pared, había dibujos realizados a mano, algunos coloreados, otros sencillos. Un gran número de veladoras permanecían encendidas, brindando un calor acogedor. En el centro, adornos de níveas flores, incienso, figurillas talladas en madera de diversas deidades y otros artilugios.

—Es un altar —respondió Gianna—. A pesar de que nadie cree en ello, se construyó para recordarnos de dónde venimos, y los valores que nos hacen las personas que somos. Muchos perdieron la memoria al llegar a Arquedeus, y la han recuperado poco a poco. Esos recuerdos les han traído terror y esperanza a partes iguales. La esperanza y la unidad están representadas en este pequeño espacio.

El hombre guardó ambas manos en los bolsillos de su gabardina rota y recorrió los dibujos con la mirada. A pesar de que las religiones estuvieron casi extintas en Galus desde antes de la catástrofe, fueron muy comunes en el resto del viejo mundo.

—Transmite un extraño sentimiento, no te lo voy a negar. ¿Por qué me estás mostrando esto?

Gianna le dio un golpecillo, lo jaló hacia atrás y lo invitó a recargarse en el muro contrario al altar. Él así lo hizo y ambos se quedaron observando la luz del fuego, disfrutando del aroma de los objetos ceremoniales.

—Es importante para mí, porque representa un cambio. Las religiones, las diferentes ideas, todo lo que alguna vez separaba a la humanidad, ahora la une. ¿Recuerdas que te pedí no matar más arqueanos? Tal vez me equivoque, tal vez no, pero matar no es la solución. El mundo está lleno de muerte, Finn, y, aunque a veces tengamos que hacerlo, no quiero colaborar en ello. Es un vórtice, un círculo que engendra más muerte. Yo creo con firmeza que, si la unión de tantas culturas fue posible aquí, también es posible en el resto de Arquedeus. Lo único que debemos hacer, es mantener la esperanza y nunca olvidar quienes somos.

Nieve Nocturna sonrió mientras negaba con la cabeza, sorprendido.

—En otro momento hubiera contradicho tus palabras, Gianna, pero tú me has mostrado una parte de mí que creía muerta. Estaba perdido, y me encontraste. Había olvidado quien soy, pero estando contigo mi mundo vuelve a ser el mismo de antes. No, miento, no es igual al de antes, es mucho mejor.

La mujer se apenó, desvió la mirada al suelo y realizó un ademán nervioso con la mano. No supo cómo responder, así que se quedó mirando un punto fijo, disfrutando la velada.

—¿Estás triste por Jack?

Gianna, cansada del tema, recostó la cabeza en el hombro de Nieve y respondió con tranquilidad.

—Claro que lo estoy, pero hace mucho que aprendí a dejar ir. Aún tengo a Sibi, a Kail, y quiero esforzarme por ellos. El recuerdo de Jack vivirá por siempre en mi corazón, es irremplazable y guardará siempre un lugar especial.

—Significa que él era alguien muy importante para ti.

—No lo era, lo es.

El hombre reaccionó con cierta incomodidad.

—¿Lo extrañarás?

—Lo haré. ¿Sabes algo? Hay una cosa que siempre odié y amé de Jack. Él siempre fue sincero con sus sentimientos, por más difícil que fuera la situación. Muchas veces los ocultaba, pero era fiel a ellos. Me costó mucho entenderlo, pero, cuando por fin lo hice, crecí. Aprendí mucho de él, nunca dejó de ser un maestro para mí, y quiero seguir su ejemplo.

Nieve Nocturna se sintió aplastado por el peso de un hombre que le parecía inalcanzable. ¿Cómo podría competir con alguien así? El último Rahkan Vuhl, prácticamente un dios, había vivido con esa mujer por años. ¿Y él? Él sólo era el chico de las iguanas.

—Dices que seguirás su ejemplo... ¿Cuál ejemplo?

—Este.

La última palabra de Gianna obligó a que el hombre, movido por la curiosidad, girase su rostro hacia ella. Lo esperaba. Lo sostuvo por la nuca y tiró de él, atrayéndolo a sus labios. Lo besó.

Nieve Nocturna se alejó al instante. En su mirada no había repudio, sino sorpresa, incertidumbre.

—¿A besar? —preguntó el, atónito, casi sin aliento.

Gianna rio. De verdad era un ingenuo.

—Aprendí a ser sincera con lo que siento, antes de que sea demasiado tarde.

Ella abrió sus brazos, invitando a Nieve Nocturna a que aceptara la propuesta por sí mismo. Él, al principio receloso, al fin pareció comprender lo que la mujer intentaba decirle.

Gianna no dudaba, estaba segura. Desde que había visto a Finn, desde que tuvo la oportunidad de hablar con él, de pasar tiempo juntos, una llama que creía apagada se reencendió. La alegría que le traía su compañía era algo que nunca antes había sentido, ni siquiera con Jack. El único tipo de amor que le faltaba en su vida, el olvidado, aquel que siempre había anhelado, se presentaba por fin ante ella.

—En ese caso, yo también quiero ser sincero, Gianna.

—Entonces hazlo.

Él sostuvo su mejilla con cariño. Se acercó, muy despacio, para hablarle al oído.

—Eres la única estrella, capaz de derretir la nieve nocturna.

El corazón de Gianna dio un salto al escuchar las palabras tan cerca, y latió todavía más fuerte cuando el hombre la tomó con ambas manos, una en la cintura, la otra entre su cabello, para devolverle el primer beso dado.

Y ahí,entre las luces azules y las veladoras de TanahBaru, la Estrella y la Nieve se unían, resplandeciendo más que nunca.

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