45. Miedo
Pista de audio recomendada - Epic Music Mix of Darkness V
Jack respiró aliviado cuando vio que Kail corría en dirección contraria. Su corazón casi se había detenido cuando lo vio aparecer en el lugar. No sabía cómo es que habían conseguido hacerlo, atraerlo, así que sólo podía pensar en que el plan de los Sahulur había sido ejecutado con gran precisión. De alguna manera habían logrado reunir a Gianna y a Kail, y presentía que a Sibi también. En adición, se daba cuenta, por las palabras de Kronar, que también habían tendido una especie de trampa contra el dragón, aunque no sabía para qué. No era coincidencia que se hubiesen encontrado en ese lugar.
¡Brillante! ¡Había sido brillante! Todos los problemas de los Sahulur se acabarían si los implicados perecían en el enfrentamiento. Por desgracia, si dicho plan era que el dragón matase a Jack y a su familia para luego morir a causa de lo que sea que «despertaría», entonces era un rotundo fallo. Kronar no parecía preocupado en lo más mínimo, sólo Dios sabe —vaya ironía— cuántos dragones más habría en el otro lado del mundo. Si el último Rahkan Vuhl moría, sería el fin de toda la humanidad.
Jack era consciente de ello, y sabía que no podía perder. Sin embargo, también sabía que sus posibilidades de vencer eran nulas. La situación estaba totalmente en su contra. Y por eso, lo único que podía hacer, por ahora, era ganar tiempo para que Kail sacase a Gianna. Una vez que eso sucediera, podría largarse, llevándose a todos lejos con ayuda de su cetro.
Necesitaba replegarse, ahora tenía mucha información valiosa que, si lograba sacar de la batalla, sería de gran ayuda para la guerra que se avecinaba. Sí, guerra, porque había estado trabajando en un plan que no podía abandonar.
El hombre evadió otra embestida trepando por el cuerpo de su agresor, hasta alcanzar su cabeza. Se posicionó detrás de los cuernos.
«Ya no servirá eso de nuevo, Rahkan Vuhl», gruñó Kronar, quedándose quieto en lugar de abanicar su cabeza.
Jack recibió la repentina calma con un sentimiento de confusión y miedo por no saber lo que el dragón planeaba, pero cuando comenzó a sentir un cosquilleo en sus pies, se dio cuenta de lo que haría.
«Electricidad», pensó. Las escamas del dragón comenzaban a encenderse con un brillo eléctrico.
Un chasquido, una explosión. Un rayo fulminante de electrones pasó volando junto a su cabeza, erizando su cabello, desde la punta de una escama hasta el filo de otra.
«¿Te gusta?», preguntó el dragón
«Un acto bastante burdo, pero sí, me gusta», respondió Jack, con sagacidad.
La respuesta provocó la cólera de su atacante, aumentando intensidad y velocidad de los rayos eléctricos que volaban, saltando entre escamas, en una lluvia fulminante de brillo total.
Mientras esquivaba los peligrosos rayos, Jack pensaba en una forma de contrarrestarlos. No era nuevo para él. Sabía que el dragón tenía un poder similar al suyo, dominando fuego, agua, electricidad, viento, tierra y otros elementos básicos. Sin embargo, a través de sus diversos encuentros, se había dado cuenta de una diferencia primordial. Kronar, a pesar de que se jactaba de ser un dios, no era consciente de lo que hacía. Podría tener un control total, un poder devastador muy superior al de Jack, pero, era sólo eso, poder, fuerza bruta, costumbre inconsciente. El dragón ignoraba que sus poderes podían ir más allá de eso, tal y como el último Rahkan Vuhl lo había descubierto gracias a su procedencia científica.
Jack había enseñado a Kail una forma sencilla de aprender su magia. En lugar de pensar directamente en las reacciones químicas a nivel atómico y molecular, le había enseñado a convertir sus pensamientos en realidad, igual que un variador arqueano. Era un método eficaz y eficiente para transformar los impulsos eléctricos cerebrales en voluntad, pero mucho más limitado en el sentido estricto de la creación. La «magia» de Jack iba más allá de eso. Él sabía, de forma consciente, que tenía control sobre los millones de posibles combinaciones atómicas y electrónicas que la materia posee. Era una habilidad prácticamente ilimitada al ser comprendida a detalle. ¿Y el dragón? Jack intuía que el dragón no sabía eso, sino que usaba el poder de la misma forma que Kail; sin analizar, sólo con voluntad.
«Electrones y protones, electricidad, piel», pensó Jack, justo cuando uno de esos rayos se dirigía a él. Respiró profundo y visualizó los millones de partículas que conformaban su cuerpo, su carga eléctrica. Negativa, neutra. Forzó a cambiar su configuración electrónica por medio segundo, atrayendo una capa de oxígeno a su alrededor que lo protegió como un escudo molecular en todo su cuerpo. Absorbió electrones libres, dejando que el oxígeno puro recibiese la descarga eléctrica completa. La sección positiva de su protección terminó por aceptar la negatividad de la descarga, devolviendo al oxígeno su estabilidad bimolecular y acabando con la potencia del ataque del dragón, que sólo alcanzó a tocar a Jack como un irrisorio cosquilleo. A la vista mortal, un simple escudo de aire que neutralizó el ataque enemigo.
El hombre respiró aliviado. Había funcionado. Sin embargo, era cansado, no podría hacerlo mucho tiempo más. Necesitaba bajar de la cabeza del dragón y encontrar otra forma de distraerlo.
«¿Qué estás haciendo, Relem?», cuestionaba el coloso. Sus escamas seguían produciendo un temible desprendimiento de rayos mortales.
Jack descendió por el cuello de la criatura, esquivando con ayuda de su cetro los rayos que se dirigían a él. Al llegar a la base de las cervicales, saltó hacia un costado y se dejó resbalar por las escamas electrizantes, aprovechando la velocidad de la caída para escapar de los ataques que pasaban volando junto a él. Sin embargo, en cuanto saltó para alcanzar suelo, algo lo golpeó de lleno. Una de las alas del dragón.
Por un segundo sintió que el aire se le escapaba. Su visión se tornó borrosa. Escupió sangre. La fuerza de ese aleteo fue tan grande que Jack salió disparado como una bala. Un ala capaz de levantar a un coloso de más de cincuenta toneladas del suelo golpeaba fuerte, muy fuerte.
El cuerpo del Rahkan Vuhl derrapó por el suelo, dando tumbos y volteretas hasta detenerse a una gran distancia. Kronar volvió a agitar sus alas y emprendió el vuelo para alcanzarlo. El blanco y el rojinegro hicieron lo mismo para seguir el combate.
Los dragones descendieron en el punto en el que Jack había quedado. Ahí estaba, inmóvil, débil y herido. Lo único que tenía que hacer su enemigo era terminar el trabajo. Zorak y Rolgur se veían llenos de júbilo, celebrando en silencio la caída del último Rahkan Vuhl.
Kronar observó con calma su obra, acercándose con cuidado hasta llegar justo donde el cuerpo de Jack Relem. Ya estaba, había ganado. El humano era muy escurridizo, pero había bastado golpearlo una sola vez para vencerlo. La diferencia de fuerza y poder era abrumadora. Podría ser listo, pero, para el gigante rojo sólo era una criatura frágil e insignificante, un molesto mosquito que acababa de aplastar.
«Arriba, Relem, sé que aún estás vivo», dijo el dragón.
Jack tosió, volviendo en sí mismo. Tenía heridas abiertas por todo su cuerpo. El traje térmico se había roto y su sangre se congelaba allá, por donde saliese. Su capa, al igual que su cetro, ya no estaban, los había perdido en algún punto de su trayectoria. Jadeaba con dificultad, sin poder llevar aire a unos pulmones colapsados.
Tendido en el suelo, con la cabeza hacia el cielo y sin abrir los ojos, Jack comenzó a reír.
De pronto hubo silencio, silencio que sólo era llenado por la risa. Los dragones lo observaban confundidos. Kronar, hermano e hijo.
«¿Has llegado al límite de la cordura, Relem?», preguntó el dragón. «Te concederé el descanso final. Se acabó, ahora vuelve a ser parte de la creación».
Jack seguía ahí, observando al dragón con una sonrisa y un brillo extraño en sus ojos. Kronar, furioso porque la última acción de ese humano fuese una actitud retadora, levantó su pata y la blandió con velocidad y potencia para aplastar a un insecto muy molesto.
El hombre observó la gigantesca pata y siguió sonriendo. Cerró sus ojos, pensando en su hijo, en Gianna y en Lina. Esperaba que el tiempo ganado hubiese sido de utilidad para ellos. «Lina». Su sonrisa desapareció. «Todavía no estoy listo para ir contigo, amor».
La garra del dragón impactó sobre el Rahkan Vuhl con un fuerte estruendo, creando una onda expansiva que hizo vibrar la tierra. La potencia del ataque se extendió en círculo, creando un cráter en el sitio.
Silencio.
Todo había terminado, al fin, el último obstáculo que impedía a Kronar cumplir su objetivo, se había ido.
Más silencio.
Hubo calma por unos momentos, hasta que el rugido triunfal del dragón rojo celebró la victoria. Rolgur y Zorak, motivados por el suceso, imitaron el acto del nuevo Padre de Todos.
«Lo conseguiste, Kronar», comunicó Rolgur, con una mirada de orgullo.
El dragón rojo devolvió el gesto con gran dicha. Sin embargo...
La pata de la gigantesca bestia comenzó a retroceder. Kronar apretó los colmillos, devolviendo la vista al suelo. Intentó aplastar con más fuerza, pero lo que había debajo lo superaba, le devolvía su extremidad con un poder increíble.
«Intrigante, me pareció, cuando dijiste que estaba mancillando el poder de un dragón».
La voz de Jack Relem se escuchó flotando en la inmensidad de la realidad. La pata del dragón se levantaba más y más.
«Lo medité por mucho tiempo, y llegué a la conclusión más acertada», siguió hablando.
Un destello negro resplandeció a la luz del sol, entre los dedos del dragón, perteneciente a una silueta humana.
«¿Qué es un Rahkan Vuhl, dragón?», preguntó Jack.
Kronar no comprendía lo que estaba pasando. Un par de brazos cubiertos de escamas negras salieron de entre las aberturas de sus dedos, sosteniendo uno de ellos y aprisionándolo con una fuerza increíble para ese tamaño.
«Tú mismo lo dijiste», continuó el hombre, ante la ausencia de respuesta por parte del reptil. «Somos los hijos de Dios. Y Dios creó a sus hijos a imagen y semejanza».
Luego, añadió en voz alta.
—¡Mírame, Kronar!
La voz de Jack se escuchó potente, resonando como si estuviese multiplicada por cien, igual que el rugido de un dragón.
El gigante rojo intentó retirar la pata, pero el Rahkan Vuhl no lo permitió. Por el contrario, con una inmensa e increíble fuerza, el coloso fue levantado del suelo en una impresionante maniobra que lo arrojó lejos.
Kronar rugió asustado cuando cayó al suelo, resquebrajando todavía más el hielo y levantando una capa de polvo helado ante la atónita mirada de Zorak y Rolgur. No entendía lo que estaba pasando, ninguno lo hacía.
El rojo dirigía la mirada, aterrorizado, hacia el causante de tan irreal acción. Entre el polvo, un simple humano yacía de pie.
—¡Mírame, dragón! —repitió Jack—. Obsérvame bien, porque por fin he descubierto lo que es un Rahkan Vuhl.
Sin ninguna otra opción, el coloso obedeció esas palabras. Y cuando se disipó el polvo cristalino, por fin pudo verlo.
La impresión fue tanta, que sintió su entendimiento implosionar. En todos sus milenios de vida jamás había visto algo igual. De entre los cientos de Rahkan Vuhl que asesinó en el pasado, nunca se encontró con algo parecido. La acción, la imagen que tenía delante, era algo que lo sobrepasaba.
De pie, tan pequeño como siempre, el último Rahkan Vuhl ya no lucía un aspecto frágil. Apretaba el dedo del dragón, tan fuerte que lo había quebrado. Jadeaba, de cansancio, pero en su mirada había un fulgor de vida, el cual denotaba la determinación por la victoria, transmitiéndola como un disparo fulminante que atemorizaría a cualquiera.
El rostro del humano era diferente, con ojos melinos de finas pupilas, iguales a las de un dragón. Cuerpo, brazos, espalda y pecho estaban recubiertos por escamas negras que parecían placas metálicas, análogas a las del gigante. En su coronilla, el cabello se había unido para formar varios apéndices largos —de la misma composición escamosa—, que bajaban por su nuca y descendían hasta la parte frontal del cuello, brindando protección. Uno de esos apéndices se desviaba, siendo tan largo que llegaba a tocar el suelo, emulando una cola draconiana. En la parte frontal de su cráneo, al igual que en la espalda, un par de huesos habían roto su piel, dejando una herida sangrante que no cerraba bien.
Jack soltó el dedo del dragón y, al notar cómo lo observaba, extendió sus brazos como si se estuviese presentando.
«Un híbrido es lo que soy», habló de nuevo en el pensamiento. «Soy tu creación, tu propia sangre, tu código genético yace en mí..., Krina, como tú lo llamas».
Comenzó a caminar despacio, hacia Kronar. Lo hacía ligero, parecía que flotaba, rodeándose de una delgada capa de viento.
«Pero esto ya los sabías ¿no es así? ¿Por qué te ves tan sorprendido?». Jack levantó sus manos, observándolas. «Esto es lo que somos los Rahkan Vuhl. Todo tiene sentido ahora. Nos cambiasteis, hace milenios, nos hicisteis como vosotros. Y eso, tal y como lo has dicho ya, fue un gran error».
El dragón gruñó.
Kronar estaba aterrado, al igual que Rolgur, su hermano. Ninguno de los dos comprendía qué era la criatura que tenían delante. Si lo que el humano decía era cierto, entonces, significaba que los Rahkan Vuhl eran... zneis.
«Quisisteis destruirnos, no lo lograsteis y ahora queréis vengaros, culpándonos de vuestros propios errores».
«¡Aunque así lo fuera!», habló furioso el dragón. «Eres un desperfecto creado por un dragón viejo que no midió las consecuencias de sus actos. ¡Ahora mismo terminaré con las aberraciones que amenazan la paz de este mundo! ¡Aquí termina todo, Rahkan Vuhl!».
Kronar abrió sus fauces y escupió una gran llamarada de fuego que cubrió por completo a Jack. Se esforzó como nunca antes, alcanzando una temperatura atroz, tan elevada que terminó derritiendo el poco hielo y roca que quedaba en los alrededores, dejando un desierto de magma hirviente, pero...
«Este fuego no puede dañarme», dijo Jack, caminando entre las llamas. «Por fin lo he entendido, Kronar, lo que significa ser un Rahkan Vuhl. No es nada místico, tampoco legendario. Ahora puedo verlo todo, comprenderlo y... me impresiona».
El humano cubierto de escamas seguía avanzando a través del fuego, abriendo visibilidad con un brazo levantado al frente.
Kronar, por vez primera, sintió el verdadero terror; no podía entender qué era lo que tenía delante. Jack Relem había demostrado ser un Rahkan Vuhl como ningún otro desde el principio. Había dominado la almigia, incluso llevándola más allá de los límites conocidos. Poseía un nivel de comprensión distinta, algo inaudito para ser un profanador del poder divino.
Jack detuvo su paso cuando estuvo a unos centímetros de la cabeza del dragón, que yacía en el piso, sin poder levantarse por la impresión.
—Se acabó —le habló en voz baja.
Kronar intentaba moverse, pero la sorpresa lo invadía. Para cuando logró reaccionar, el Rahkan Vuhl ya había saltado hacia él con una velocidad abrumadora. Las dos manos del humano se cargaban con chispas, reconocibles por activar el poder de la almigia como sólo él sabía hacerlo.
El dragón presentía su final, y no podía creer que moriría a manos de un Rahkan Vuhl. Sin embargo, antes de que la historia siguiera su curso, algo golpeó con gran fuerza a Jack Relem, lanzándolo lejos con un sonido de impacto; una gigantesca pata blanca.
El gigante rojo levantó la vista, sorprendido.
«Levántate, hermano, no puedo quedarme observando», dijo Rolgur, en la lengua divina. «Siempre fuiste portador de la verdad. Eso de ahí es un monstruo, tenemos que exterminarlo».
Ambos dragones entrelazaron sus patas delanteras. Kronar, todavía confundido, aceptó la ayuda para ponerse de pie. El rojo y el blanco estaban unidos.
Un estallido de rocas se produjo cuando Jack se liberó del lugar al que fue a parar, incrustado por el zarpazo del gigante. Se puso de pie despacio, llevándose la mano a la nuca. Tronó su cuello. Observó a los dragones, dispuestos a colaborar para enfrentarlo. No podía creerlo, dos fuerzas de la naturaleza comparables a dioses, le temían.
Inhaló profundo. Exhaló.
—¿Por qué me lo ponéis tan difícil? —murmuró para sí mismo, un segundo antes de lanzarse disparado como un cometa hacia su primer objetivo.
No saben cuánto tiempo esperé para traer este capítulo, y me alegro de que finalmente hayamos llegado a este punto de la historia. Las cosas están a punto de alcanzar su climax final, estamos a 5 capítulos del final, en el que todo puede suceder. ¡No se despeguen de sus asientos, porque la tortura de la espera, está llegando a su punto más alto!
Los invito a realizar fan arts sobre la imagen de Jack Relem (ya saben que me encantan). Aunque esta vez no habrá premios, todos estarán en la sección de Fan Arts :D.
P.D. Si se dan cuenta, esta imagen de abajo siempre ha traído un bonito spoiler que las personas sólo son capaces de notar hasta después de haber leído este capítulo ;)
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top