24. Cazadores (III-III)
El instinto asesino de Kail se encendió al instante. Una llama en su interior se activó y su corazón empezó a palpitar de prisa. Se llevó una mano a la espalda, ahí estaba su lanza... esa inseparable amiga.
Al ver que Kail asía su arma, Vanila lo observó de forma severa.
—¡Espera! —dijo ella—. ¿Qué estás haciendo? Ni siquiera lo pienses...
»Vamos Handor... —musitó, devolviendo su vista hacia la huina de capas negras—, demuéstrame que lo que dices es verdad.
Kail no sabía si Vanila lo decía porque eso era una criatura espantosa, o porque no quería intervenir. Fuera como fuere, las palabras lo hicieron reflexionar. Se tranquilizó. Ya no estaba en el viejo mundo, no había forma de que eso fuese un híbrido. Además, esas personas parecían calificadas, fuertes.
—V-Vanila —dijo Kail, todavía temblando, pero no de miedo, sino por contener sus ganas de saltar sobre la criatura—. Esa cosa... ¿qué es?
—Ese es un ravahl —dijo ella, sin quitar la vista al frente.
Kail frunció el ceño y analizó mejor al animal que estaba delante. Era verdad, era diferente. Sus escamas lucían comunes, débiles y pequeñas, más como lagarto que como dragón.
—El combate arqueano es algo que fue creado específicamente para enfrentarse a los ravahl —explicó Vanila—. Considéralo una lección. Este es un arte surgido hace milenios, cuando los primeros arqueanos vivían en los bosques con criaturas tan peligrosas.
Un amenazante siseo aumentó la tensión. Kail nunca había escuchado algo como eso, era cierto que el reptil era eso, sólo un reptil. No era correcto compararlo con los aberrantes seres que había en Galus, o en el resto del mundo. Un híbrido ya estaría lanzándose a atacar sin piedad, y no en espera, temeroso, a la defensiva como ese pobre animal. A pesar de saber que esas criaturas habían existido en Arquedeus, incluso desde antes de que él naciera, no podía evitar la inquietud que le causaba su imagen.
El reptil —que yacía mirando al kunul con fijeza— de pronto emitió un fuerte chillido, sonido que fue acompañado por el del metal atravesando carne. El movimiento hizo que la capucha de una Noktu cayera hacia atrás. Había bajado desde el árbol y estaba montada sobre el lomo del ravahl. La punta de su variador se volvió larga y fina, cual aguja, para apuntalar el cuello del animal.
El reptil comenzó a retorcerse con furia, tratando de quitarse a la mujer de encima. Dos hombres y otra mujer salieron de entre los árboles. Lo inmovilizaron. La criatura era grande, tanto que tenían que abrazar cada una de sus patas para que no se soltase.
—Ha sido un buen movimiento —dijo Vanila—. Clavan los variadores en puntos específicos para inmovilizar a la criatura. No lo lastiman, sólo lo paralizan. Me sorprende que lo hayan conseguido, sin embargo... —Guardó silencio a la mitad de su frase para escudriñar los alrededores—. Ven joven galeano, subamos a un árbol, esto no me gusta.
Kail así lo hizo, mientras observaba cómo los cinco capas negras luchaban contra la bestia.
Handor terminaba de sanar su herida con un líquido que la cerró por completo. Se parecía a las soluciones neurálgicas que tenían en Galus, pero mucho más efectivo.
—¡Handor! ¡Lo tenemos! —se escuchó la voz de la cazadora que montaba al ravahl. Festejaba.
—Vamos a ponerlo en una monocápsula —dijo la voz de uno de los hombres que sostenían las patas—, seguro nos ascenderán a Laku en la próxima selección.
Handor dio la media vuelta y miró la escena que tenía delante.
—Sostente bien Zien —dijo el kunul, mientras andaba despacio, triunfante—. Anima, Yamina, no soltéis las patas. Cuidado con las garras. Eghar, Kane, os está venciendo.
Zien, una mujer de aspecto intimidante y fornido, se mantenía aprisionando al ravahl por el lomo. Los demás, asintieron con un grito animado.
—Muy bien, id acercándolo con cuidado —continuó Handor, sacando otra monocápsula—. Yo me encargaré de que no sal...
No pudo terminar su frase, pues en ese momento, como una sombra fugaz, algo golpeó al primer ravahl.
La embestida hizo que los Noktu que lo aprisionaban saliesen volando. Un segundo ravahl había llegado en respuesta al llamado del primero, y ahora los arqueanos caían al suelo, rodando para tratar de minimizar el impacto.
Vanila frunció el ceño, apenas alcanzando a frenar a Kail, quien casi se lanzaba al vacío para ayudar a los otros.
—¡Deberíamos hacer algo! —exclamó Kail, entrando en desesperación.
—Es una lección que tienen que aprender si de verdad quieren ser Laktu algún día —dijo ella—. Los ravahl no están solos, nunca van solos. Si las cosas se tornan peores, intervendré, te lo prometo. Pero no antes, no hasta que ese hombre comprenda la responsabilidad de ser un kunul.
Kail apretó un puño con fuerza, quería ayudar, pero si Vanila decía que la situación estaba bajo control, debía creerle. No conocía lo suficiente a esas criaturas como para saber qué tan peligrosas podían ser. Además, de alguna manera, sentía que cuando se refería a Handor aprendiendo una lección, también lo incluía a él. Tanto Kail, como Handor, quien miraba estupefacto como su huina volaba por los aires, querían lo mismo.
Los arqueanos se levantaron jadeando. Handor corrió enseguida a unirse a ellos. Los ayudó a levantarse.
—¿Os encontráis bien? —preguntó.
Un quejido general fue la respuesta.
—Fue una distracción, no debemos permitir que vuelva a ocurrir —dijo Handor, y centró la mirada en la criatura recién llegada. Estaba lamiendo las heridas de la primera, que se levantaba con dificultad—. Concentraos, es hora de ponernos serios.
Tras esas palabras, los seis se formaron en perfecta sincronía, y las palabras dejaron de ser el canal de comunicación. Los silbidos volvieron a apoderarse del campo de batalla.
Handor se lanzó primero. El cazador se movió con una agilidad impresionante, llegó veloz hasta el nuevo ravahl y se deslizó sobre la nieve, por debajo de su vientre, mientras lo tomaba por las patas. Con otro rápido movimiento se levantó, usando el impulso que llevaba para derribar al lagarto, el cual cayó de bruces. La longitud de su cuello funcionó como un látigo que hizo a su cabeza golpear fuerte, dejándolo inconsciente al momento.
Apenas tuvo tiempo de festejar, puesto que el siseo del primer ravahl lo estremeció. Eghar y Anima aparecieron por los costados para desviar el zarpazo que dirigía hacia el líder de la huina. Sin embargo, sin previo aviso, algo capturó a Anima desde lo alto. Él gritó, al tiempo que un sonido aterrador envolvía toda la zona. No eran uno, ni dos, sino varios siseos los que se pronunciaban al asecho.
Yamina y Zien lograron hacer a un lado a Eghar, a tiempo para alejarlo de un segundo ataque. Las acciones dieron tiempo a que Handor se colocara espalda con espalda a Kane. Al levantar la mirada, vieron a Anima capturado por el cuello de otro ravahl que se ocultaba en las copas de los árboles. Se había enroscado sobre el cazador y lo estaba oprimiendo con fuerza.
Lo primero que Kail pensó al ver la escena fue en cortar el cuello, pero el cazador no parecía compartir su pensar. Handor pensaba ayudar a su compañero, sin embargo, liberó a Anima de la constricción del reptil con un movimiento que parecía creado explícitamente para esa situación.
—¿Aún no? —preguntó Kail. Observaba a Vanila sostenerse con fuerza de la rama.
—Aún no —respondió ella, con pasividad, y siguió observando.
En cuanto Anima se liberó, la bestia que lo sostenía cayó al suelo con él. Handor se arrojó sobre el ravahl y lo sostuvo de la cabeza con ayuda de Yamina y Eghar. Kane y Zien sostuvieron la cola y fue Anima quien expandió la punta de su variador para dar forma a una larga y fina aguja que clavó en el lomo del tercer ravahl. En cuanto la punta penetró la piel del animal, cayó inconsciente al instante y los demás lo soltaron.
Un par de fieras mandíbulas pasaron a centímetros de Zien, quien alcanzó a esquivarlas a tiempo. Sus reflejos eran espléndidos, pues además de haber esquivado la mordida, se había prensado del cuello del animal para tratar de asfixiarlo. Handor y Yamina convirtieron sus variadores en amplios escudos metálicos. A su lado, Anima, Kane y Eghar retenían la llegada de una cuarta criatura.
La tensión mantenía en silencio a Kail y Vanila mientras observaban.
—¿Qué pasa? —decía Vanila, mordiéndose la uña del pulgar—. Terminad ya, de lo contrario...
Pero era tarde, lo que Vanila se temía había ocurrido. Un coro de siseos resonó entre los árboles, provocando que toda ave cercana saliese huyendo.
—¡Handor cuidado! —gritó Yamina, mientras era arrojada por el aire de un coletazo del ravahl con el que luchaba.
La cola del animal era tan fuerte que la había arrojado hasta impactar contra un árbol cercano, y se dirigía directo a Handor, acompañado de otras dos criaturas que se unían a la refriega. El líder de la huina escuchó a tiempo el aviso y alcanzó a esquivar la cola con un rápido desliz. Al incorporarse, convirtió su variador en un sable que envolvió por completo su mano.
—¡Handor esto no está bien! —dijo Yamina—. Ya es suficiente, tienes que pararlo.
El hombre escuchó las palabras, titubeó un momento y dirigió la vista al frente.
—¡No os rindáis! —bramó Handor. Estaba obsesionado.
Y con esas palabras se abalanzó sobre el nuevo ravahl que aparecía, con el sable a manera de brazo, ante la estupefacta mirada de su huina. Entonces, con un movimiento rápido y certero, degolló al recién llegado reptil.
—¡Vayn! —maldijo Vanila, lanzándose hacia las ramas de otro árbol, perdiéndose de vista.
Kail se quedó solo. No comprendía qué ocurría.
Todos se quedaron estáticos por un momento, sin hacer nada. La sangre del ravahl cubría por completo a Handor, mientras jadeaba, nervioso, justo cuando cuatro ravahl más aparecían de entre el follaje.
Aún sin poder reaccionar, el resto de cazadores convirtieron sus variadores en filosas espadas. Los ravahl sisearon con furia antes de atacar a aquellos que amenazaban su hogar. Cuatro más aparecieron por detrás, obligando a Eghar y Kane a defenderse. Anima y Yamina corrieron a apoyar a Handor, y Zien... Zien se quedó observando, estupefacta, sin saber qué hacer.
Kail podía verlo en sus rostros, los cazadores estaban asustados.
Los ravahl atacaron, y todo pasó muy rápido. Handor corrió a auxiliar a Zien, quien estaba paralizada, a punto de ser cortada por las garras de uno de ellos. La punta de una se clavó en el corazón del reptil justo a tiempo, antes de que pudiese dañarla.
Anima tuvo que decapitar a un ravahl después de que este intentara atraparle con el cuello, y enseguida auxilió a Kane tras usar el tronco de un árbol como apoyo para saltar hasta el lomo de otra criatura para clavar su espada en él. Yamina terminó con el suyo luego de deslizarse por abajo y abrir un agujero en su vientre que hizo que se bañara en sangre. Los ánimos estaban exaltados.
Movimientos ágiles, certeros, sin embargo... rostros pálidos, manos temblorosas. Kail no entendía por qué, era como si nunca hubiesen matado antes. Para él, al fin habían hecho lo que tenían que hacer. Matar a una bestia que amenazaba sus vidas, era primordial para sobrevivir. Y si ellos lo habían hecho, entonces... Tendría que ser cuidadoso, nadie debía verlo.
—¡Handor! ¡¿Qué estamos haciendo?! ¡Para ya, por favor! —suplicó Anima, replegándose junto con el resto, quedando espalda con espalda a sus compañeros.
—¡Ya hemos ido demasiado lejos! —agregó Eghar—. ¡No podemos parar!
—¡No! ¡Debéis deteneros...! Estáis... estáis atentando contra el control... —dijo Zien, alejándose del grupo con una mirada de terror plasmada en su rostro.
—¡Zien, ven aquí! —gritó Yamina, tratando de acudir a ella, pero la mano de Handor la detuvo.
Los siseos se multiplicaron. Decenas de ravahl se acercaban.
—Ya... ya es suficiente —dijo el Kunúl. Estaba pálido. Lanzó una mirada fugaz a las copas de los árboles, cerró sus ojos por un instante, apretó sus dientes, y luego miró al frente, con orgullo—. Ya... ya entendí, Vanila. Merezco esto, por favor, ayúdanos.
Se acercaban lentamente, agazapándose entre los arbustos. Eran demasiados, parecía que sería el fin de los capas negras. Pero entonces, cuando el primer lagarto lanzó sus fauces, un rayo de luz violeta cayó desde la copa de un árbol, estrellándolo contra el piso.
El resto de ravahl se lanzó al ataque al ver que uno de los suyos había caído, pero antes de que se acercaran lo suficiente a los cazadores, una lluvia de rayos violetas cayó sobre todos. Al tener contacto con la piel de los reptiles, los rayos se expandían por todo su cuerpo y les hacían caer casi al instante.
Una sombra bajó desde lo alto de un árbol. Una capa plateada ondeó. Vanila cayó, con una rodilla al suelo, justo delante de Handor.
—No necesitabas decirlo, tú... wethuk —dijo ella, mirándolo con severidad.
Handor desvió la mirada ante el insulto, no se sentía capaz de negar lo que le había dicho. Pero estaban lejos de poder festejar. A pesar de que Vanila se había incorporado, todavía había más esas cosas rodeándolos.
Vanila adquirió posición, sin embargo, antes de cualquier cosa, el silbido del viento acompañó el sonido de la carne siendo cercenada. Un coro de chillidos inundó el tétrico momento, justo antes de que los animales comenzaran a caer, sin vida, casi al mismo tiempo. El aire estaba lleno de estática, pequeños rayos se formaban, dejando una estela en el sitio en el que los reptiles habían estado.
En pocos segundos, no quedaba ningún peligro. Algo, o alguien, había asesinado a todos los ravahl restantes en cuestión de segundos. O al menos, eso parecía, porque más siseos se aproximaban.
Nadie comprendía, hasta que la voz de un muchacho ocupó el espacio auditivo.
—¡Hay más de ellos! —exclamó Kail.
Todos voltearon a verlo. Estaba de pie, detrás de ellos. La funda de cuero que cubría el objeto a su espalda estaba mal acomodada, se notaba que lo había utilizado. Apenas parecía agotado. Para el ojo avispado, hubiese sido fácil conocer al perpetrador del acto; sin embargo, para los presentes, resultaba inaudito pensar siquiera que el joven pudiese haber hecho algo como eso.
—¡¿Qué está sucediendo?! —exclamó Yamina, al borde del delirio.
—¡Calma! ¡Concentraos! —gritó Vanila—. ¡Kail! No te muevas, ¿entendiste? Quiero que te quedes ahí a la vista, no muevas ni un músculo. ¡No desobedezcas!
Kail se quedó estupefacto por un momento. Sus palabras no sólo habían sonado como una orden militar, sino que el tono empleado había sido duro, molesto. Ante tal situación, no pudo evitar preguntarse, ¿había hecho algo mal? Todos habían matado a los ravahl, ¿o no? Él sólo había intentado ayudar, pero ahora la confusión lo invadía al tratar de interpretar lo ocurrido.
Mientras tanto, los arqueanos estaban dispuestos a escuchar a la nueva voz de mando.
—Ya... Yamina, Anima —ordenó Vanila, titubeante al principio, pero segura de sí al siguiente momento—. Formación dum arok, ¿la recordáis? Doble aspaviento con giro en tierra. Eghar, Kane, seguidme. Handor... —Le dirigió una mirada de furia—, protege a Zien y cubre al galeano.
«Al galeano», Kail recibió esas palabras como una estocada en el pecho, al igual que Handor. El líder de los capas negras miró con frustración a la mujer cuando la escuchó silbar. Nadie pudo hacer otra cosa, sino acatar las nuevas órdenes. Vanila había tomado control como kunul de la huina, y sus silbidos guiaban al resto.
Con la capa plateada como líder temporal, los movimientos de los Noktu Rom eran bellos, habían mejorado. Resultaba increíble encontrarse en un espectáculo completamente distinto con tan sólo cambiar a la persona que dirigía el combate. Así como la música era diferente con cada maestro de orquesta, el combate arqueano era igual.
La huina de Handor, en ese insante parecía estar siendo guiada por un ángel alado. Los aspavientos de Yamina y Anima fueron casi perfectos, uniéndose a las potentes patadas que Vanila daba en el aire, impactando en las cabezas de los ravahl como si bailasen sobre ellos con pasos aprendidos. Eghar y Kane hacían lo mismo, pero a nivel del suelo, como distracción, mientras que Handor y Zien se defendían a un costado, escapando de los ataques de las criaturas que les cubrían el paso.
Poco a poco los ravahl fueron cayendo, inconscientes con la nueva guía. A diferencia de los Noktu, que tenían sólo uno, ella usaba cinco variadores, tres en la mano derecha y dos en la izquierda. Los dos que llevaba en los dedos índice, eran delgadas agujas retráctiles que inyectaban algo en las criaturas al contacto, mientras que los dedos medios, disparaban rayos de luz violeta. «Plasma», lo llamaban. El quinto variador, permanecía sin uso.
En ese momento, Kail se dio cuenta de algo abrumador. Recordó cómo los arqueanos se habían conmocionado cuando Handor mató al primer ravahl. Y luego, sus caras de terror al ver la masacre. Él creyó haber visto a Vanila asesinado a los ravahl, pero ahora que lo notaba con detenimiento, identificaba pasividad en los ataques de los arqueanos. No morían. Bajo el mando de la chica, ya no temían, eran precisos y directos.
Y cuando el último ravahl cayó al suelo, un escalofriante silencio se apoderó de la escena, únicamente roto por los jadeos de los presentes y... la respiración tranquila de todos los reptiles que yacían en el suelo. A excepción de aquellos asesinados en el desenfreno provocado por Handor, y los que posteriormente perecieron sin razón alguna aparente, el resto sólo estaban aturdidos. Si de verdad había una razón para no matar a esas bestias, entonces Kail... él sabía que había hecho algo terrible
—Eso ha estado muy cerca —dijo Yamina, reuniéndose con el resto.
—No, no ha estado cerca —corrigió Zien—. Fuisteis demasiado lejos...
—Tu soberbia ha acabado con las vidas de estas criaturas, Handor —agregó Vanila, observando a su viejo amigo con dureza, y pasando una mirada fugaz hacia Kail. Ninguno de los dos dijo nada, tan sólo desviaron la vista, cada uno hacia un rumbo diferente.
—Tampoco tienes derecho de decir nada, Vanila —reprochó Eghar—. Pudiste evitar esto desde el principio, pero no lo hiciste. ¿Te haces llamar una Laktu?
Vanila lanzó la mirada al suelo, avergonzada, fijándola en todos los ravahl que yacían ahí.
—Yo... —balbuceó ella—, lo siento... no creí que esto pudiese ir tan lejos.
Anima suspiró y puso una mano en el hombro de la joven.
—Tranquila, nadie esperaba que esto ocurriese. Al final nos has ayudado mucho... esto habría sido un desastre si no hubieses estado aquí.
—Ni hablar —agregó Kane—. Para empezar, nada de esto hubiese ocurrido si ella no hubiese venido aquí. Nuestro kunul no habría enloquecido, y no habría molestado a esos ravahl.
—¡¿Me estáis culpando por la falta de sentido común de un...?! —empezó a decir Vanila, pero entonces, un siseo cercano les causó un escalofrío. Estaba justo encima.
—¡Cuida...!
—¡Arriba...!
—¡Alejaos!
Los gritos fueron instantáneos, pero estaban tan sumidos en su discusión, que nadie se había percatado de que había un par de ravahl asechándolos desde arriba.
Hubo un golpe, algunos gritos y el sonido de algo grande cayendo. Un sonido eléctrico también se escuchó, recorriendo el cuerpo de los dos ravahl que ahora yacían inconscientes, a nivel del suelo, sufriendo algunos espasmos como si hubiesen sido electrocutados. Seguían vivos.
Otra vez, sin causa aparente, el peligro se había esfumado, y sólo se notaba un ligero movimiento en el cabello de Kail.
—¡Pero qué...! ¿Qué ha sido eso? —preguntó Vanila, asustada, buscando los ojos de Kail como si él tuviese la respuesta.
El joven desvió la mirada, bastante triste. Estaba devastado. Todavía no podía superar lo que había hecho, más aún después de escuchar la reprimenda de Vanila hacia Handor.
El resto de cazadores fruncieron el ceño.
—Debió ser un vestigio de plasma —dijo Eghar, observando el chisporroteo eléctrico que quedaba en el aire. Y sin dar mayor importancia, miró a Kail—. Este chico ha tenido mala suerte. Ver todo este desastre... buff. Me siento avergonzado.
Kail sintió que vomitaba. Quería salir corriendo de ese lugar, huir. No soportaba estar de pie, frente a esas personas. Las sentía inalcanzables, como si fuesen civilizados, y él sólo un salvaje.
—¿Qué es lo que lleva a la espalda? —preguntó Anima.
Sólo hubo silencio.
—Un arma de su mundo —explicó Vanila—, pronto le adaptaré un variador, necesita lecciones diferentes.
En cuanto dijo lo último, Kail sintió que su mundo se le venía abajo. Seguro que ya sabía lo de ser un Rahkan Vuhl, y ahora estaba furiosa. Si así lo deseara, podría entregarlo a los Sahulur y meterlo en problemas.
—Comprendo —dijo Anima—. Poder usar un variador a su edad... y viniendo de Galus, este joven debe ser excepcional.
—Ya lo creo que sí —dijo Handor, levantando la voz—. Ahora, si no os molesta, me gustaría retirarme.
—Ni hablar, Handor —reprochó Vanila—. Tendrás que responder por esto. Te quedarás aquí hasta que venga la limpieza y reubique a estas pobres criaturas.
Handor resopló, pero no se quejó. Después de todo aceptaba a Vanila como su superior. Al ver las acciones acontecidas, Kail pudo comprender que, a pesar de su resentimiento hacia ella, todavía la apreciaban.
—¿Qué haréis con ellos? —preguntó el joven, cambiando el tema hacia los reptiles muertos. La culpabilidad que sentía, era indescriptible.
Uno de los cazadores se le acercó para responder. A pesar de que era un hombre adulto, apenas era tan alto como Kail.
—Los Laktu se encargarán de devolverlos a respectivos nidos. Sobre los muertos... —Inhaló profundo—, serán sepultados a las orillas del bosque.
—Entiendo, gracias.
—Tú... Tú y yo tendremos que hablar de eso, Kail —habló Vanila, un poco nerviosa.
Kail no respondió ante lo último, sólo movió la cabeza a manera de asentimiento. Él también apreciaba la vida animal, pero los arqueanos lo llevaban a niveles muy distintos. Al recordar lo que pasó en Galus, con los ataques nucleares, se sentía todavía peor al saber que no pudo hacer nada para evitar la desaparición de cientos de criaturas.
—De cualquier forma, ¿qué pasó con los otros ravahl? Cayeron de la nada...
—Yo tampoco lo entiendo, quizás fueron los variadores. No debimos... no debimos usarlos para eso. No son para matar.
—No le deis más vueltas. No importa. Hoy ha sido un día gris para el honor de los Noktu, aceptémoslo como lo que es.
Mientras los capas negras hablaban de lo acontecido, Kail seguía meditando. Ese día había aprendido una valiosa lección, una de esas lecciones como las que su padre había mencionado antes, que nadie las puede enseñar. No sólo había conocido lo que eran las cacerías, sino que, al haber actuado sin pensar, terminó asesinando a criaturas inocentes por culpa de viejos traumas. Ese día, Kail aprendía que no todo reptil, por más peligroso que pareciese, tenía que ser malo.
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