21. Residentes (I-II)


—¡Kail! ¡Kail despierta!

—¡Híbridos! —gritó el joven, levantándose de un salto.

La repentina aparición de Gianna lo había sacado del sueño ligero. Aún estaba oscuro, de madrugada. Era normal que se sintiera desorientado. Tantas veces despertando entre rocas, hielo, o alguna construcción derruida, que ahora, le costaba reconocer la bonita estancia adornada con vegetación de hojas afiladas y flores color turquesa.

—¡Tenemos que ocultarnos! ¡Están aquí! —decía la mujer, alterada. Tenía a Sibi de la mano y parecía estar preparada para salir. La niña tallaba su ojo con el dorso de la mano, se notaba que también había sido despertada abruptamente.

Kail cerró sus ojos con fuerza, agitó la cabeza. No estaba en un sueño. Nadie lo estaba. Se encontraban en Arquedeus, intentando dormir en casa de una arqueana; después de días sin poder hacerlo, parecía que ese tampoco sería la excepción.

¿Por qué estaba alterada Gianna? A lo lejos se escuchaban voces. Una de ellas provenía de Vanila, desde el nivel inferior de la residencia.

—Están arriba. ¿Estás seguro de que todo está arreglado? —preguntaba la chica.

El sonido se transmitía bien a través del hueco de la plataforma de levitación que servía de conexión al segundo piso. La mujer y los dos jóvenes se replegaban contra la pared, nerviosos. Las puertas de una casa arqueana eran controladas por un panel holográfico, diferente a cualquiera que hubiese existido en Galus. No había manera de cerrarlas, de abrirlas, o de hacer cualquier otra cosa sin la ayuda de un arqueano que supiese cómo hacerlo. No podrían ocultarse.

—¡No puedo creerlo! —espetó Gianna, quien también escuchaba con atención a la conversación—. ¿Nos vendió? ¿De verdad nos vendió? ¿Estuvo actuando todo este tiempo? Kail, abre un agujero en el muro, ¡salgamos de aquí!

Gianna tomó a Sibi por el brazo. La pequeña tan solo observaba con la frente arrugada, como si no comprendiera el porqué de su actitud.

—¡Shhh! Espera, Gi, esa voz... —dijo Kail, sin moverse de su sitio.

—¿De qué estás hablando? ¡Nos traicionó! ¡No debimos confiar en ella! —decía sin soltar a Sibi, mirando en todas direcciones, buscando una forma de escapar.

Kail lo sabía, y no podía culparla. Gianna y Sibi habían pasado en soledad, los mismos años que él estuvo con su padre, en las montañas. La paranoia y el miedo debieron ser el principal motivo que le permitió a la mujer sobrevivir por tanto tiempo. Comprensible, pero ahora, la situación era distinta.

Los pasos se escuchaban más cerca.

—Es por aquí. Me alegro de que el Sahulur diera su consentimiento, no me hubiese gustado tener que enfrentarme a él —habló Vanila, esta vez en español. Los pasos se acercaban al ascensor—. Deben estar dormidos.

—¡Kail, de prisa! Ya vienen —apremiaba Gianna, en voz baja, pero Kail seguía sin moverse.

—¿No te diste cuenta, Gi? —preguntó él, frunciendo el ceño—. Gi..., Vanila está hablando español. ¿No debería estar hablando arqueano?

—¡Pero es que Ka!... Espera, ¿qué has dicho?

Los años de ser perseguidos por bestias infernales, mermaba tranquilidad en Gianna. Lo único que quería hacer, era salir de ahí a toda prisa. Sin embargo, al escuchar de nuevo la voz de la joven arqueana, confirmó lo que el muchacho decía.

—¿Sabes lo que significa eso? ¡La única persona que habla español, además de nosotros es...! Las palabras de Kail fueron interrumpidas por la voz que estaba esperando. Una sonrisa se dibujó en su rostro al escucharla.

—Me alegro de que Derguen lo haya conseguido, pronto también podrá volver. Lamento si te he causado problemas.

Era la voz de Jack, subiendo por el ascensor.

Gianna y Sibi se miraron la una a la otra, con la boca abierta. Kail, sin pensarlo dos veces, atravesó el pasillo corriendo para llegar hasta la abertura del ascensor, de la cual ya se observaba la cabeza de Jack elevándose hasta alcanzar el segundo nivel.

—Ninguno —respondió la arqueana—. Gracias a ti, en la torre, ahora tengo mucho que pensar.

—Me alegra escuchar eso. Son real...—dijo Jack, interrumpido por el repentino abrazo de Kail, que lo obligó a soltar lo que llevaba entre manos, provocando que una mancha roja y redonda cayera al suelo y rebotara hacia el nivel inferior—. Jo, jo, jo, ¡Kail! Estás despierto...

Vanila observó con repulsión a la criatura que había caído, panza arriba. Lucía como un sapo súper desarrollado, con escamas, cola, alas y cuernos. Con esfuerzo, el animal saltó para alcanzar la plataforma y llegar al segundo piso con una agilidad apenas creíble en contraste con su apariencia.

—¡Rex! —gritó Sibi, soltándose de la mano de Gianna y corriendo a encontrarse con el híbrido de dragón. Su redondo amigo la recibió con alegría, levantando sus patitas y agitando sus atrofiadas alas al compás de su cola.

—Así que la pequeña habla, ¿eh? —dijo la arqueana, viendo la escena con un gesto de confusión. Utilizaba un traductor en el cuello—. Esa cosa es un... ¿qué es? Nunca había visto algo así.

—Es un híbrido, dragón-reptil. No es peligroso, creo que incluso podría decir que gracias a él Sibi y yo estamos vivas. Nos ayudó en muchas ocasiones. Sibi es un caso especial. Habla ruso, intenta aprender español. —Gianna observó con una sonrisa triste a la pequeña que jugaba con Rex, acariciándole la barriga. Tras su primera respuesta, dirigió la mirada a Jack, y añadió—: Y ahí estás, Jack Relem, al fin nos honras con tu presencia.

El hombre rio ante el comentario de la mujer, mientras abrazaba a su hijo. La relación entre los dos adultos era compleja, muy pocos la entenderían. No eran marido y mujer, tampoco una pareja de novios. A esas alturas, ninguno gustaba del otro en sentido sexual. Amor familiar, esa era la única respuesta.

—¿Qué ha pasado, padre? —cuestionó Kail, separándose de su abrazo y mirándolo a los ojos—. ¿Conseguiste ver a ese Sahulur?

El par de ojos grises de uno, se encontró con los dorados del otro. A la luz de la información que recién había descubierto, Jack alcanzaba a distinguir un pigmento rojo, apenas notable, en los iris de su hijo.

—Ya lo creo —respondió—, y tengo mucho que contaros. Lo más importante es que al fin tendremos algo de paz. ¿Recuerdas esto Kail? No la pierdas tan fácil, es un bien muy valioso.

Jack, quien ahora vestía diferente, con una capa arqueana encapuchada de color marrón, bajo la cual portaba un traje ajustado, negro y con adornos de la misma tonalidad que su capa, entregó a Kail un paquete largo, envuelto en un telar. El muchacho lo recibió emocionado, abriéndolo sin demora a sabiendas de lo que era.

—¡Eso es...! —exclamó Vanila al ver el contenido del paquete.

—Una réplica —se apresuró a decir Jack, antes de nada—, proviene de Alabis, un obsequio de su abuelo.

Kail arqueó una ceja tras la explicación falsa que había dado su padre, mientras él le guiñaba el ojo de forma discreta. En ese momento, comprendió que no debía hablar de su origen y que era un objeto más valioso de lo que podía aparentar. La comunicación entre Jack y Kail, les permitía entenderse con simples acciones.

—Creí que no la volvería a ver, gracias padre. ¿Cómo la conseguiste?

—Sólo tuviste, tuvimos, un golpe de suerte hijo. No vuelvas a perderla, y asegúrate de no salir con ella a menos de que sea absolutamente necesario, ¿de acuerdo? Atesórala como lo que es.

Ahí estaba de nuevo, la importancia del objeto salía a relucir. El joven asintió con la cabeza y abrazó la reliquia arqueana, ignorando la verdadera historia, pero entendiendo sin duda alguna su valor. Jack no pensaba decirle, porque era más que una reliquia arqueana, era un recuerdo, una pertenencia de un ser querido, y sabía que su hijo la cuidaría igual de bien.

Mientras ataba el objeto a su espalda, Kail se hizo a un lado para permitir que Gianna se acercase a Jack. Ambos se miraron el uno al otro por un breve instante.

—¿Desde cuando tienes tanto sentido de la moda? —preguntó Gianna, señalando la ropa nueva con ambas manos—. Ni siquiera noté que te afeitaste, ¿cómo pasó?

El hombre rio de forma divertida, sin poder evitar mirar las prendas que vestía la mujer. A diferencia de Kail y Sibi, que usaban prendas arqueanas proporcionadas por Vanila, igual de ajustadas que las de Jack —aunque de color azul—, Gianna seguía usando los mismos harapos con los que había dormido por los últimos años. Una blusa y un pantalón de tela de algodón, buena para el frío, mala para la presentación.

—Bueno, la barba y el cabello fueron culpa de la zona Elix —respondió, acariciando su barbilla—, el resto fue un agradecimiento. La pregunta aquí es, ¿por qué no la usas tú? Es bastante cómoda, flexible, y mantiene la temperatura del cuerpo sin importar el clima, ¿lo sabías?

Gianna enrojeció, se cruzó de brazos y desvió la mirada un poco apenada.

—Es... es aju... aju... —le costaba trabajo decirlo.

La mirada de Jack presionaba, invitándola a concluir su respuesta.

—¡Es ajustada! ¡¿Cómo podría?! ¡Es vergonzoso! —gritó Gianna, molesta—. ¡No deja nada a la imaginación! ¡Maldición Jack, ¿por qué estás usando eso?!

Jack casi escupe una bebida invisible.

—¿Y esos trapos? Aunque sean holgados, podría decir lo mismo de ti, ¿qué diferencia hay?

Gianna se cruzó de brazos, frunciendo el ceño y mirando a Jack con intensidad. Después, también rio.

—La ropa de dormir no es la misma para salir, ¿lo sabías? —replicó ella.

—Esto... ¿qué hay de malo en la ropa ajustada? —preguntó Vanila—. Permite una gran movilidad y visibilidad corporal para encontrar pareja reproductiva.

—¿Pareja... pareja qué? —cuestionaron Jack y Gianna, casi al unísono, justo antes de volver a reír.

Vanila los miró como si fuesen raros, y simplemente se quedó cruzada de brazos. Sin decir más, Gianna y Jack se abrazaron con afecto, consumando su reencuentro. Kail y Sibi jugaban con Rex, el gordo híbrido mordisqueaba la mano del joven, mientras la chica reía a placer. Por primera vez en mucho tiempo, se respiraba paz, calma, tranquilidad.

—Tenéis unas costumbres peculiares —dijo Vanila, con una expresión de incomodidad ante la situación—. Supongo que el sueño se os ha ido ya. Si estáis de acuerdo, podemos bajar a charlar. Me gustaría hablar contigo, Jack Relem.

Sonriendo, y sin dejar el abrazo a Gianna, Jack asintió con la cabeza. Vanila respondió con un gesto y movió la mano invitando a seguirla.

Sibi levantó Rex entre sus brazos, Kail fue tras ella. Jack, Gianna y Vanila caminaron por delante; juntos, bajaron la plataforma flotante hacia el primer piso, atravesaron un corto pasillo y llegaron a la sala redonda, con los cómodos kuffis, en la cual fueron recibidos hace unas horas.

Adornos de tela en los muros de roca negra, cristales circulares que parecían rompecabezas, plantitas creciendo por cada rincón del lugar, correspondían al ambiente astral del recinto. Una capa de musgo recubría la base, como una suave alfombra en la edificación. Vegetación ramificándose en hendiduras, igual que una venación, dotando de vida el complejo.

Vanila extendió la invitación para sentarse. Todos la aceptaron, a excepción de Sibi, quien la rechazó para echarse en el suelo a jugar con Rex.

—¿Qué sucede? ¿Lograste convencer al Sahulur de que no somos peligrosos? —preguntó Gianna, abriendo conversación.

Jack no pudo evitar reír alto.

—Todo lo contrario —dijo él, silenciando su risa—, pero eso es algo bueno. No sólo pude hablar con el Sahulur, sino que tuve la oportunidad de hablar con todo el Consejo Arqueano. El resultado de eso, son dos noticias para vosotros.

Vanila escuchaba la conversación con brazos y piernas cruzadas, ceño fruncido. Juzgaba la situación.

—¿La clásica buena y mala noticia? —preguntó Gianna.

Jack lo dudó por un momento.

—Son dos buenas noticias —respondió—, una más que la otra.

Un estruendo atrajo la atención de los presentes.

—¡Rex! —gritó Sibi, de pronto. Todos dirigieron la mirada al origen del caos. El híbrido había escapado de sus manos y comenzaba a correr por la habitación, tirando objetos por su camino.

Vanila hizo ademán de levantarse a toda prisa, pero fue Kail quien lo hizo primero.

—Yo me encargo, vosotros seguid —dijo él, y acudió en auxilio de la niña, para capturarlo.

El híbrido podía ser redondo y torpe, pero era rápido cuando se lo proponía. Corría entre los objetos de la habitación, saltando con su robusto cuerpo.

—Primero lo primero —empezó a decir Jack—. Ya sois ciudadanos de Arquedeus. Somos, en realidad, los cuatro; cinco, si contamos al escamoso, y seis con Derguen.

La charla continuaba, mientras una guerra se libraba a unos cuantos pasos. Kail intentaba alcanzar la cola del reptil que se escabullía por debajo de una vitrina muy grande, salvando una colección de cristales diversos de una destrucción segura. Aunque atendía el asunto de Rex, estaba atento a las palabras de su padre. ¿Serían ciudadanos de Arquedeus? Eso le parecía un objetivo cumplido, que les traería paz a todos. ¿Realmente estaría listo para disfrutar de ello? Se sentía nervioso de tan sólo pensarlo, así que se concentraba en atrapar al juguetón animal. Después de haber vivido tanto tiempo en un yermo hostil, tenía miedo de haber olvidado cómo era una vida normal.

—¿Cómo lo lograste? —preguntaba Gianna.

—Un poco de magia. —Guiñó un ojo—. Otros lo verían como convencimiento forzoso, y no los culparía —respondió Jack, entre risas—. Sólo dejé clara mi posición en esta guerra.

Vanila fue la primera en captar la realidad tras aquellas palabras.

—¿Guerra? —cuestionó la joven—. ¿Y el gran Sahulur tenía conocimiento de esa guerra?

—Sí, por supuesto —dijo Jack, adrede.

—C-comprendo —la joven hacía su propio análisis.

—¡Ay! —gritaron Kail y Sibi al golpearse la cabeza, mientras trataban de atrapar al pequeño y rebelde dragón, que usaba las pequeñas grietas en el suelo para tomar impulso con sus patitas.

La noche anterior habían hablado con Vanila sobre la destrucción de Galus y el resto del mundo. Nadie en Arquedeus sabía sobre ello y, el hecho de que Jack confirmara que los Sahulur sí, era quizá la respuesta que había estado esperando.

—Sibi, ¡espera! —dijo Kail, cuando la niña de cabellos de oro se acercaba a una puerta. Ella lo miró y frunció el ceño.

En ese momento, Rex pasó corriendo junto a ambos y se estrelló contra la puerta deslizable. Kail se agachó para atraparlo, pero la puerta se abrió, y el híbrido escapó a través de esta.

—¡Oh! —exclamó Sibi, y le dirigió a Kail una mirada recriminatoria.

Kail se encogió de hombros y trató de sonreír. Ahora que estaban juntos, podía apreciarse la variación entre sus estaturas. El muchacho era alto, pero Sibi no se quedaba atrás, pues le llegaba a la parte baja de su hombro, se notaba que cuando fuese adulta, sería una mujer intimidante.

—¿Todo en orden? —preguntó Vanila, atrayendo las miradas de sorpresa. Había hablado en ruso, aunque un cambio repentino en su voz volvió a marcar el español—. Que no os sorprenda, es el traductor. Eso me recuerda... Siento no haberos dado esto antes, no sabía que teníais problemas de comunicación entre vosotros.

Vanila entregó uno de los traductores conseguidos por Derguen, lanzándolo a Kail. Él, estupefacto ante la acción, lo recibió torpemente con el rostro.

La arqueana se quedó boquiabierta. Su rostro enrojeció de la vergüenza. Reacción que no dependía de idiomas.

—No... Yo... Lo siento, no quería —balbuceó ella.

Kail, se recuperó al instante y levantó el objeto.

—No, no —dijo él, colocándose la gargantilla y riendo de forma estúpida—. Fue mi culpa, no estaba atento.

Jack arqueó una ceja y Gianna rio por lo bajo. Sibi sacó la lengua a manera de asco. Vanila, respiró aliviada. Todos habían comprendido, todos, a excepción de los implicados.

Kail trató de sonreír, pero Sibi le dio un golpecillo en la espalda, solicitándole el traductor. Él la miró y se dio cuenta de lo que ocurría. Se lo había puesto y él ni siquiera lo necesitaba. Todavía apenado, se quitó el artefacto milagroso para darlo a quien correspondía. Sibila lo colocó en su cuello. En combinación con las prendas arqueanas, lucía muy bien en ella. No sólo se ajustaba en tamaño, sino que adornaba su cuello de forma hermosa.

—¿Puedo pasar, señorita? —preguntó ella, en español, señalando la puerta.

Al instante, se llevó ambas manos a la boca, sorprendida, como si no hubiera sido ella quien hablaba. Después, comenzó a reír, emocionada. Jack, Kail y Gianna, la miraron con alegría, casi tanta como ella misma lo hacía, tentando el objeto en su cuello.

Vanila asintió con la cabeza, con un intento de sonrisa en el rostro.

Como respuesta, Sibi avanzó, muy contenta, a la habitación por la cual se había perdido Rex. Kail, todavía un poco atontado, pidió permiso con la mirada a Jack y Gianna para ir tras de ella. Ambos asintieron. La puerta deslizable se cerró detrás de él, dejando atrás las voces de los adultos.

—¿Gir-giratla? —apenas se escuchó decir a Jack.

Hiralta —corrigió Vanila—. Son las personas que habitamos el avrion, la zona de poder de un Sahulur.

La conversación de los adultos se tornaba más genérica, poco a poco. Hablaban sobre Arquedeus, sobre lo ocurrido en le reunión con los Sahulur y sobre lo acontecido esa noche. Por otro lado, el verdadero descubrimiento de aquel momento, lo presenciaban Kail y Sibi, habiendo entrado en una nueva habitación persiguiendo a Rex.

Buscaban al reptil entre objetos inmersos en la pared, pero sin encontrar señales de su paradero. Era tan extraño el lugar, que cuando Sibi abrió de un tirón una pequeña puertecilla de aspecto futurista, sintió la fuerte necesidad de replegarse hacia atrás, como si pudiese haber un monstruo adentro; sin embargo, sólo brotaron curiosos objetos, lisos y planos, que recordaban platos o cubiertos.

Un manchón rojo salió disparado, de un agujero en el techo. El animal se embarró en la cara de Sibi, correteó por su cabello y se escurrió entre las piernas de Kail.

—¡Atrápalo! —gritó Sibi.

Kail sonrió. Todavía no se acostumbraba a la voz de la chica, hablando español. Tanto tiempo habían pasado hablándose con señas, y ahora, así tan fácil, podían comunicarse.

El joven corrió detrás de Rex, que trepaba entre plataformas oscuras, superficies que brotaban del piso —mesas arqueanas—. La criatura tiraba recipientes hondos, dejando rodar piedrecillas romboides de colores por el suelo. Rojo, amarillo, verde, azul... había muchas de ellas, por todas partes. Sibi recogía cuantas podía para devolverlas a su posición original, sin poder evitar el estrépito causado por los estragos del dragón miniatura. En la habitación de junto, Vanila debía estar alimentando unas ganas crecientes de asesinarlos. O por lo menos eso pensaba Kail.

Otra puerta se abrió cuando el joven capturaba, en pleno vuelo, una vasija con forma triangular a punto de estrellarse contra el suelo. Rex corrió hacia otra sección de la casa, permitiendo que el sonido de la conversación de su padre y las mujeres, llegara a sus oídos por un breve momento.

—Esa no era una prisión... —alcanzó a escuchar la voz de Vanila antes de que la puerta se cerrara.

Ahora hablaban de la zona Elix, lugar dónde habían encerrado a Jack. Según Vanila, era un área de investigación en donde terminaban aquellos que no se adaptan al sistema. Sus cuerpos insensibilizados y sin memorias, servían para el progreso de la hiralta. A Kail le avergonzaba decirlo en voz alta, pero le parecía una medida efectiva para la escoria humana. Si en Arquedeus existía la seguridad, se debía a eso. La gente del lugar podía ser rara, pero al menos ellos no habían aniquilado todo lo que había en el mundo. La insensibilidad con la que los residentes, como Vanila, hablaban sobre esos temas, le resultaba todavía más interesante.

—¡Kail! —gritó Sibi, rozando por poco la cola de su presa.

La niña de cabellos dorados se había convertido en una gran amiga para él. Era la primera persona cercana a su edad con la que se llevaba bien. Jamás había podido relacionarse con los niños y mucho menos en el refugio 14.

Persiguiendo a Rex terminaron en una especie de invernadero, un campo de cultivo dentro de la casa. Estando en ese sitio, Kail se olvidó por un momento de que perseguía a un híbrido desenfrenado. ¡Ese lugar era algo único! Sibi corría de aquí a allá mientras él se acercaba y tocaba con delicadeza las hojas de los vegetales cultivados. Una sonrisa se apoderó de él cuando vio la red acuífera que daba soporte vital a las plantas. La melancolía de un pasado feliz lo invadía, casi escuchaba la voz de su padre, hablando sobre cloroplastos, paredes celulares y carotenos; allá, en el jardín de una granja, en Vaenis, hace más de diez años.

¿Cómo funcionaban las residencias arqueanas? Vanila había explicado que con la energía de la Goan Tarua, la torre central que dotaba de energía y agua a la hiralta.

—¡Por ahí! —gritó Kail, justo cuando Rex salía de la habitación con un trozo de fruta parecida al mango entre sus colmillos.

Kail emprendió la persecución y Sibi corrió detrás de él. Volvieron a dónde estaban Jack, Gianna y Vanila. El híbrido trepó por uno de los kuffis, a punto de aplastar a Vanila con tremenda osadía. Los jóvenes trataron de alcanzarlo, pero fue muy tarde.

Cuando la criatura iba a saltar sobre ella, Vanila suspiró como si fuera un juego cansino, levantó una pierna y lo pateó con sólo la fuerza necesaria para hacerlo girar en el aire y atraparlo al vuelo, con la mano derecha.

Jack rio sorprendido, Gianna tuvo que parpadear varias veces para asegurarse que había visto bien. Kail y Sibi observaban boquiabiertos la facilidad con la que había concluido la persecución. Vanila dirigió una sonrisa presuntuosa a los captores fallidos.

—Que criatura tan más extraña —dijo ella—. No puedo creer que lo llaméis dragón.

—Suerte tienes de no conocerlos —dijo Gianna—. Ese es un híbrido, único en su tipo. No se parece en nada, además de su aspecto, a los monstruos de los que te hablé.

—Que interesante —dijo la mujer sosteniendo a Rex por sus dos alitas mientras él la miraba, cabizbajo, como si hubiesen terminado con su diversión.

Vanila extendió su brazo hacia Kail y Sibi, entregándoles el paquete. Fue la niña quien corrió a recibirlo. Kail había quedado maravillado con los movimientos de la mujer.

—Vale, aprovechando que estáis de vuelta —dijo Jack—, es hora de hablar de la segunda noticia.

Todos los presentes centraron su atención en Jack.

—¿Por qué tanto misterio? —preguntó Gianna.

Jack inhaló profundo.

—Porque no sé bien cómo os lo voy a plantear. Veréis... —Hizo una breve pausa—. Voy a ser responsable de una colonia entera de sobrevivientes de la catástrofe. Deberé prestarle atención por un tiempo. Ya he hablado con Derguen, él me ayudará. Después tendré que acompañarlo para cumplir con una promesa que le hice.

La expresión curiosa y contenta de Sibi que había tenido hasta ahora, cambió por completo. Gianna se quedó sin palabras y Kail arrugó la frente, creyendo que no había escuchado bien. Jack sabía que eso no les iba a sentar muy bien, pero tenía que hacerlo, recorrer Arquedeus, solo, era algo imperativo.



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