17. La otra cara de Arquedeus (II-III)

En lugares distintos, en un mismo momento, dos conversaciones se llevaban a cabo. En esencia, trataban el mismo tema. Sin embargo, la perspectiva era diferente en cada una.

—El dragón rojo no está solo —habló Gianna, comenzando con el discurso—. Tiene un ejército de criaturas devoradoras de humanos. Pero, espera, ¿acaso tú no... no sabías de la existencia del dragón? Has mencionado la destrucción de nuestro mundo, ¿qué sabes de eso?

Vanila balanceó un poco la cabeza.

—Sé que destruisteis vuestro mundo usando energía nuclear. —La mirada de la joven arqueana lucía dudosa, como si ya no supiera qué era verdad y qué no—. Entrasteis en guerra. Los Sahulur dijeron que no debíamos interferir en algo como eso, o nuestro mundo terminaría siendo arrastrado a la muerte. —La arqueana hizo contacto visual con Gianna—. Presiento que no es toda la verdad, ¿me equivoco?

Gianna abrió la boca para responder, pero esta vez fue Kail quien lo hizo.

—¿Q-quién podría decir algo tan cruel? —habló el joven, sin poder ocultar una furia creciente en su voz—. ¿Una guerra? ¡¿De verdad?! Fue una masacre. Las bombas fueron verdad, un error, pero, pero...

No supo cómo continuar, las razones de la destrucción de su mundo, eran algo que escapaban de su comprensión. Él mismo odiaba a la humanidad por haber acabado con todo lo que amaba, pero, ¿acaso no hubiese podido evitarse con una intervención anticipada por parte de Arquedeus? Nadie escapaba, nadie podía evadir la culpa, sin importar procedencia.

Vanila, desvió la mirada, apenada.

—Lo sabía, no es la verdad —habló, en voz baja.

— Una historia, demasiadas versiones. Nadie puede entender aquello que no ha visto con sus propios ojos. Puede que hubiese sido culpa de nosotros —dijo Gianna, con una voz segura y decidida—, pero fue un acto de miedo, terror y desesperación. El verdadero origen sigue ahí, igual de colosal que la primera vez que lo vimos, peligroso y volátil como cuando destruyó Nivek bajo una lluvia de fuego. El dragón rojo y sus criaturas nos tenían ahogándonos en nuestra propia miseria, y bueno, somos humanos, cometemos errores. Todos querían sobrevivir. Se hizo lo que se creyó era correcto en aquel entonces, y ahora pagamos las consecuencias de ello.

***

El ambiente se había tensado en la sala más alta de la torre. La atmosfera se sentía pesada, como si el aire entrase con dificultad a los pulmones de los presentes, negándose a dar el aliento que debería dar vida a las palabras.

—¿Ha sido eso una amenaza? —preguntó el Sahulur, con dureza, pero sin atreverse a ir más lejos.

Jack arqueó una ceja.

—No lo sé, ¿ha sido una amenaza eso de la liberación, o de verdad planeas dejar que me vaya?

El anciano se puso de pie, entrelazando ambas manos a la espalda. Observó a Jack por un instante, antes de dirigirse, despacio, hacia uno de los extremos de la habitación.

***

Vanila cerró los ojos, suspirando.

—Yo lo creo, ahora que lo he visto —habló—, pero nadie más lo hará. Vosotros tenéis leyendas sobre dragones, ¿no es así? —explicó la arqueana—. En Arquedeus también, pero es un poco diferente. Sólo puedo pensar en una cosa al escuchar sobre dragones: en los dogmas de la creación.

Gianna frunció el ceño, recordaba una vieja historia contada por Jack, hace mucho tiempo.

—¿Dogmas? ¿Creación? ¿Una religión? —preguntó Gianna—. ¿Realmente profesáis ese tipo de cosas en un lugar como este?

—En Arquedeus no existen los dogmas, sólo la verdad. No es una religión, hablo de leyendas, cuentos sobre nuestros orígenes, historias que siempre creí falsas —replicó ella, con un gesto lleno de dudas—. Ya no lo sé, ya no estoy segura de nada. Esas leyendas hablan de Dios como si hubiese vivido hace miles de años.

***

Jack siguió al Sahulur con la mirada.

—No sabes la situación, galeano —dijo el anciano, con su grave voz, dándole la espalda—. Esa criatura es un ser antiguo que radica en leyendas de nuestros antepasados. Son leyendas de la era de Dios, la era en la que regía sobre nosotros.

—¿Es Kronar parte de esa leyenda?

El arqueano dio un ligero respingo al escuchar el nombre. Giró la cabeza de forma apenas perceptible, pero no miró a Jack.

—¿Dónde has escuchado ese nombre? —preguntó, mas no esperó a la respuesta antes de proseguir—. No importa, es irrelevante. Hablas de una leyenda, una profecía que habla del regreso de Dios. Nuestro creador vendrá para llevarse el regalo que otorgó la humanidad, regalo que mancillaron nuestros antepasados, la sabiduría otorgada a los Rahkan Vuhl.

Jack frunció el ceño. Recordaba eso, ¿cómo no hacerlo? Esa leyenda que el buen Ahkzar había compartido con él, en la torre de Falghar, hace tantos años. Esa leyenda que hablaba sobre Dios y los conocimientos que transmitió a la humanidad. Una leyenda que hablaba sobre los Vuhlukan y los Rahkan Vuhl.

—Significa eso que, según esa leyenda —musitó Jack, más para él mismo que para el otro—, ese dios vuestro, ¿es un dragón?

El Sahulur guardó silencio, un silencio que no refutó el cuestionamiento de Jack.

—Leyendas, leyendas son —estipuló el anciano tras unos momentos—. Son historias transmitidas de generación en generación, de un Sahulur a otro, trascendiendo a través de los ciclos. Kronar y Amruk, son nombres que se han dado a ese dios, nombres que datan de nuestros mismos orígenes. La palabra «Dios» es tan sólo un eufemismo creado para que las mentes débiles pudiesen tolerar la existencia de una criatura que sobrepasa su entendimiento: un dragón.

—¿Es eso una confirmación?

Una risa muy tenue se alcanzó escuchar, proveniente del anciano.

—Considéralo un obsequio, uno que pronto olvidarás.

Todo comenzaba a cobrar sentido para Jack tras esa afirmación. Si la existencia de los dragones sólo era conocida por los Sahulur, en Arquedeus, entonces debían tener una razón para ocultarla al resto. ¿Poder? ¿Seguridad? ¿Miedo? Necesitaba más información para rellenar las lagunas faltantes. Por desgracia, su tiempo parecía agotarse.

***

—¿Un dios real que existió hace mucho? —preguntó Gianna, sin creer lo que escuchaba.

Vanila asintió, en silencio. Hubo una breve pausa, y luego continuó.

—Al pensar en Dios como un ser físico, le han atribuido miles de formas. Los dragones, eran tan sólo una de ellas. Pocos arqueanos prestan atención a esas historias, y quienes lo hacen, son considerados ignorantes. —Suspiró—. Hoy, creo que me he convertido en una ignorante.

—¿Qué estás diciendo? ¡Es todo lo contrario! —se apresuró a decir Kail.

—Bueno, malo. Sabiduría o ignorancia —continuó Vanila—. Todo se tambalea. ¿Cómo puedo saber si hago lo correcto, cuando no hay una razón tangible en la cual confiar? Los Rahkan Vuhl, hijos de Dios, transmisores del conocimiento divino; para mí era algo impensable. Yo nunca fui una creyente, pero conocí a algunos de ellos. Derguen, por ejemplo, el hombre que conocisteis, creía en ello.

Kail abrió la boca para decir algo, sorprendido, pero volvió a cerrarla sin emitir palabras. Gianna se quedó pensando un momento. ¿Cómo podría? ¿Cómo podría invitar a alguien más a creer en una leyenda, siendo una científica? Ella tampoco había creído en dragones hasta que se encontró con uno, y recordaba lo difícil que le había resultado aceptarlo. En una civilización tan antigua y avanzada, debía ser todavía más complejo.

Hubo un silencio solemne ante la reflexión de la joven. Sibi fue la única en ignorarlo. La niña se levantó y prefirió dedicarse a mirar un extraño cubo luminoso. Estaba aburrida, buscando cómo entretenerse. Lo que de verdad le preocupaba a ella, era recuperar a Rex. Vanila la vio, pero no pareció darle importancia.

—Y pensar que creer en Dios me parecía de locos —dijo la joven, dejando ir una risa de vergüenza—. Después de lo que he visto, no hay forma de que lo niegue. Sin embargo, si de verdad Dios y los Rahkan Vuhl existen, entonces vosotros tenéis otro problema. Los Sahulur, no os querrán aquí.

***

—Vamos a ver si estoy entendiendo bien —habló Jack, listo para comprobar su deducción—. Creéis que Kronar, el dragón rojo, está aquí para llevarse la sabiduría otorgada a vuestros antepasados. Pero al daros cuenta de que la bestia se entretenía en nuestro lado del mundo, preferisteis mirar en otra dirección mientras decíais a vuestra gente que nos destruíamos solos, y todo porque... Espera, déjame adivinar. Vosotros, los Sahulur¸ son la representación de esa sabiduría y, según esa profecía, el dragón vendrá por vosotros en algún momento.

El Sahulur giró un poco la vista para alcanzar a cruzar mirada con el invitado. Asintió levemente. Jack inhaló profundo.

—Sois escoria. Tú y los tuyos. —Se levantó enfadado, pero trató de calmarse. Respiró profundo, exhaló despacio, y volvió a sentarse.

El Sahulur lo miró con recelo.

—¿Qué piensas hacer al respecto ahora que lo sabes? No has dicho nada más que la verdad, y, sin embargo, nadie la creería. Arquedeus ha sido levantado por nosotros, siempre siguiendo los ideales de nuestros antepasados. Secretos guardados que aseguran el progreso, la sabiduría y el bienestar. Nadie más lo entiende, son tan solo unos pocos quienes creen en la existencia de Dios, simples inadaptados, repudiados por la sociedad.

»Los Sahulur mantenemos el equilibrio gracias a los recuerdos de nuestros ancestros, los Vuhlukan que sobrevivieron a la ira de Dios. La sangre de los antiguos Rahkan Vuhl corre por nosotros. Nunca nada será más valioso que mantener viva esa sabiduría, es decir, a nuestro linaje.

—La cuestión es, ¿qué piensas hacer ahora, Sahulur? Ahora que el dragón ha acabado con todo lo que no es Arquedeus. ¿Qué queda ahora? Sólo vosotros. ¿Cómo ocultaréis la verdad ahora?

Jack le dirigió una mirada fulminante, pero contuvo la reacción que esa provocación le causaba. Se preguntaba si había entendido bien, ¿acaso el Sahulur se estaba llamando así mismo, un Rahkan Vuhl? No tenía sentido. Si los Sahulur eran eso, ¿por qué el dragón le había llamado «el último»?

***

—¿No nos querrán? ¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Gianna, sin aguantar la curiosidad.

—Conocí a Derguen hace poco más de doce años —dijo Vanila—, tres años después de... ya sabéis, de que todo comenzara. En ese entonces yo era una Nektu, una Capa Negra, mientras que él era el máximo representante de los Laktu, aquí, en Kater. Incluso pertenecía a la guardia personal del gran Sahulur Hizur, y había sido invitado a formar parte de la guardia del Vuhl Sahulur, el representante supremo de Arquedeus. Sin embargo, un gran problema político se cernía sobre nuestra gente en esos momentos. El Vuhl Sahulur había sido acusado de traición.

Gianna trataba de comprender lo mejor posible lo que la arqueana contaba. Arquedeus, a pesar de ser una nación tan avanzada, no dejaba de tener problemas de ese tipo.

—¿Conociste a ese Vuhl Sahulur, es decir que no es el mismo de ahora? ¿Por qué nos mencionas esto? Yo... aun no comprendo —dijo ella.

—Ya no es el mismo. Sólo pude hablar con el predecesor del anciano supremo una vez, antes de que desapareciera —confesó Vanila—, pero fue tiempo suficiente para saber que ese hombre jamás cometería ninguna traición. Ni él, ni Derguen, a quien condenaron por haber estado relacionado, igual que a todos los que formaron parte de su guardia. Yo había sido invitada también a formar parte de eso, sin embargo, al ser apenas una cría, mi invitación se retrasó con el asunto de la traición. Tuve la suerte de no haber caído junto con los otros, de haber sido aceptada un poco antes, quizás hubiese estado en la misma situación que Derguen.

—Te salvaste por poco —ratificó Gianna—. ¿Qué pasó después? Por lo que se ve, te convertiste en Laktu.

Vanila suspiró.

Cuando todo pasó, fui aceptada como parte de la huina de Lioras, el que sustituyó a Derguen como lider Laktu. Hace muy poco fui reasignada a la guardia del Vuhl Sahulur en activo.

—Entiendo. ¿Tiene esto algo que ver con el hecho de que los Sahulur estarán en nuestra contra? —cuestionó la mujer galeana.

Vanila asintió.

Tiene todo que ver, pero sólo podía entenderse sabiendo la historia que os he dicho. —La joven comenzó a juguetear con sus manos, nerviosa—. El anterior Vuhl Sahulur, aquel que fue sentenciado hace doce años, era un fiel creyente de que Dios existía. Las verdades detrás de su condena siempre fueron difusas, extrañas. Nadie entendió el porqué de la traición. Él quería que Arquedeus ayudara a Galus, pero el Consejo Supremo se negó y lo culpó de traición por intentar meternos en una guerra que no nos pertenecía.

—¡Pero eso...!

Kail había intentado decir algo, pero Gianna levantó la mano para que guardara silencio. El rostro de Vanila se notaba crispado, estaba sufriendo. Para ella, entender esa verdad resultaba muy difícil. Era una vida de mentiras, culpa e ignorancia.

—El antiguo Vuhl Sahulur hablaba de Dios un ser benévolo y virtuoso, mucho más sabio que cualquier Sahulur —continuó la joven—. Si lo que decís sobre el dragón es verdad, si fue el dragón lo que destruyó vuestro mundo, entonces el sentenciado sabía algo que el Consejo Supremo no le dejó compartir. La traición por la que fue condenado, no fue hacia el pueblo arqueano, sino hacia el Consejo Sahulur. Derguen... él y la guardia personal debían saberlo todo, por eso fueron confinados a la zona Elix, borrando sus memorias. Si la existencia de un dragón es mala para los Sahulur, sea la razón que sea, la de un Rahkan Vuhl será igual.

***

—Ya hemos hablado suficiente —dijo el Sahulur, comenzando a caminar muy despacio—. Me has brindado una conversación digna de un arqueano, te reconozco eso. Espero que estés conforme con los regalos que te he dado.

Jack se cruzó de brazos. Comprendía a la perfección.

***

—¿Cómo te sientes, Vanila? —preguntó Kail, con cierto rubor en las mejillas.

Ella dirigió una mirada confusa al muchacho. Había lágrimas aglomeradas en sus ojos.

—Yo... No lo sé, joven galeano. No sé lo que debo creer. ¿Un dios? ¿Un dragón? ¿El causante de vuestra destrucción? Decidme, ¿qué es esa criatura?

Gianna se levantó, se sentó junto a Vanila ante su mirada de incomprensión, y se atrevió a tocar su hombro. Al principio, la arqueana se alejó por instinto, pero se tranquilizó al sentir la mano de la otra mujer, transmitiéndole calma.

—No tienes que pensar demasiado —dijo Gianna, tratando de sonreír—. ¿Acaso no puede ser las tres cosas? Basta con que te quedes con lo que puedes ver, así funcionáis vosotros, ¿no es así?

Los ojos de Vanila se abrieron al completo por tan solo un instante. No supo qué responder. Se quedó boquiabierta.

—Un dragón es un dios para la humanidad —siguió hablando Gianna—, un dios de la destrucción. Esa criatura cumple perfectamente con esos designios. Lo que importa es que tú sabes que existe, no lo que crean los demás. Nosotros aprendimos a vivir así, creyendo sólo en lo que teníamos delante, viviendo en el presente como si no hubiese un mañana. No necesitas nada, sólo voluntad para hacer cualquier cosa.

—Vivimos la era del fuego —musitó Kail.

Vanila lo miró, aún sorprendida.

—¿La era del...? —preguntó ella.

—Así lo llamó mi padre una vez. Dijo que el dragón nos llevó a una nueva era. Una era en la que el caos reinaría, una en la que llovería fuego durante el día y la tierra nos consumiría en un fragor ardiente por la noche. Cualquiera que pise Galus... No. —Negó con la cabeza para sí mismo—. No necesitas decir nada a nadie, no necesitas que nadie te crea. A cualquiera que le interese, puede poner un pie en el otro lado del mundo y comprobarlo por sí mismo.

Vanila suspiró. A diferencia de Gianna, Kail era más directo, más crudo. Se parecía un poco a su padre al hablar de verdades, pero tan poco sutil como la mujer que consideraba madre.

—Habláis con más razón que muchos arqueanos. De verdad os agradezco todo lo que me habéis contado. Espero que podáis seguir enseñándome sobre vuestro mundo.

—Sólo si tú haces lo mismo —dijo Gianna, tratando de levantar el ánimo.

Vanila asintió.

—Lo haré gustosa, y no descansaré hasta entender la verdad. Os protegeré, así vengan otros Laktu a por vosotros. En el piso superior hay habitáculos extra para que podáis descansar. Esta residencia albergó una vez a mi vieja huina de capas negras, me trae muchos recuerdos. —Se le escapó una sonrisa—. Ya nadie está aquí, ahora me odian, dicen que me volví una sin mente cuando me convertí en Laktu.

—Ironías de la vida —respondió Gianna, sonriendo—, ahora podrías ser la única que tiene control de lo que piensa. Como sea, agradecemos tu hospitalidad, pero no debes preocuparte por algo que no ha sucedido. Dejemos que Jack se encargue de la diplomacia, y que la verdad hable por sí misma.

Todos estuvieron de acuerdo con la última afirmación. En ese momento, lo único que podían hacer era esperar, descansar, recuperar fuerzas para enfrentar lo que viniese. Mientras tanto, cerca de ahí, en la torre más alta de Kater, las negociaciones seguían llevándose a cabo. Aunque, quizás, no estaban saliendo tan bien como se esperaba.

***

El Sahulur desvió la mirada. Jack supo que había dado en el clavo. Era eso, finalmente lo comprendía.

Rahkan Vuhl —dijo el Sahulur—, así les llamaban a aquellos capaces de hablar con un dragón. ¿Sabes acaso lo que significa?

Jack frunció el ceño. No sabía si esa pregunta era en serio. ¿Sería una prueba? No, el Sahulur parecía ignorarlo por completo.

—Ilústrame —decidió arriesgar.

El Sahulur giró su mirada hacia él, con una sonrisa que lograba visualizarse apenas entre su tupida barba blanca.

—Hace unos momentos insinuaste haber intercambiado palabras con el dragón, y mis Laktu mencionaron haberte visto usar algún tipo de variador. Te haces pasar por una leyenda. ¿Será arrogancia, o ignorancia? los Rahkan Vuhl ya no existen. Lo más cercano a ese concepto, somos aquellos que recibimos el conocimiento directamente de los antiguos, de los Vuhlukan sobrevivientes a la extinción: los Sahulur. ¿Creíste que podrías engañarme? Ahora entenderás, lo que de verdad es el poder de un hijo de Dios.

Jack no supo qué pensar. Su corazón se agitó. ¿Serían los Sahulur verdaderos Rahkan Vuhl? ¿Por eso eran tan temidos, respetados y venerados en Arquedeus? Si un anciano con conocimientos milenarios tenía las mismas habilidades que él, entones, sería imposible que lo venciese.

Mientras meditaba opciones, el anciano llegó a un estante cercano, en donde un cetro reposaba. Tomó el instrumento de madera con las manos temblorosas, y apuntó directo a Jack. Entonces, sin previo aviso, una luz brillante color violeta brotó como un rayo, destellando, hasta alcanzarlo.

—¿Pero qué...? —alcanzó a decir Jack, al ver que el ataque estaba a punto de alcanzarlo.

A la vista de cualquiera, hubiese sido magia, un disparo de luz inexplicable.

Sin embargo, para Jack era diferente. ¿Cuál fue el resultado? ¿No era obvio? Exacto. Nada ocurrió. El hombre de Galus siguió sentado, con las prendas de la zona Elix impolutas, pasando de una expresión de sorpresa, a alivio.

—Vaya, eso me asustó por un instante, pero fue una simple descarga bioeléctrica —dijo Jack, usando las manos para retirar la estática que había quedado chisporroteando sobre su ropa.

El Sahulur se quedó petrificado al observar que su víctima seguía hablando como si nada, así que lo intentó otra vez. De su cetro emanó otro rayo que alcanzó a su objetivo.

La energía disparada envolvió el cuerpo del galeano, obligándolo a tensar los músculos, pero al final, escapando hacia el suelo y perdiéndose en las hendiduras de la torre, arrebatando la vida a las plantas que crecían de estas.

—Ya es suficiente —habló Jack. No era una petición, sino una orden—. Me asusté por un momento, pero veo que sólo son habladurías. Estoy cansado de tu falta de razonamiento, anciano, de toda la ignorancia que me habéis demostrado como arqueanos. Me decepciona que, siendo la sociedad más avanzada del planeta, os comportéis de una manera tan lamentable. Si no vas a escuchar, entonces te lo voy a mostrar.

Dicho esto, Jack se acercó al Sahulur —quien lo miraba con los ojos desorbitados— y comprimió las moléculas de aire alrededor de su cuerpo. Lo atrapó con una fuerza invisible. Al sentir que la presión aumentaba, el anciano comenzó a asustarse. Trataba de moverse, pero el esfuerzo de no lograrlo sólo hacía que su rostro marrón se tornara rojo.

Estando frente a frente, Jack colocó la palma de la mano sobre la frente del Sahulur. Cerró sus ojos. Nunca había hecho algo así, pero, al ayudar a Derguen comprendió la metafísica de los recuerdos. ¿Qué eran, sino una construcción encefálica derivada de vivencias adquiridas a través de los sentidos? Una imagen, una visión, podía ser enviada con impulsos eléctricos que estimulasen el nervio óptico imitando fotones; un sonido, haciendo vibrar el tímpano; un olor, en los receptores olfativos; un sentimiento, en la secreción hormonal.

La mirada del Sahulur se quedó en blanco por unos momentos, su cuerpo comenzó a temblar. A través del contacto con la piel del anciano, Jack se aseguró de transmitir todas sus vivencias relacionadas con los dragones y los híbridos; desde la aparición de Kronar, hasta el percance del Stahl Teufel. Pensaba, procesaba, traducía y compartía a través de una incontable cantidad de estímulos eléctrico-sensoriales. La química neurológica estaba bajo su dominio.

Pasados unos minutos, retiró la mano del Sahulur y se alejó. Tomó asiento de nuevo, adquiriendo una posición cómoda, sin dejar de mirar su obra. Cuando lo creyó prudente, hizo un ligero movimiento con la mano para descomprimir las moléculas de aire y, con ello, liberó al anciano de su prisión invisible. La súbita libertad lo hizo caer de rodillas al suelo.

El Sahulur se arrastró hacia una mesa, la usó para apoyarse e incorporarse entre tos y tos.

—Interesante, ¿no es así? —aseveró Jack—. El efecto de comprobar que hay más cosas en este mundo que aún desconoces.

—Co... ¿Cómo has hecho eso? —preguntó el anciano, todavía jadeando—. No puede ser...

—Creí escucharte decir que eras lo más cercano a un Rahkan Vuhl. Admito que lo dudé por un instante, pero ahora comprendo que tienes razón. ¿Sabes por qué? —El anciano movió la cabeza, anonadado. Jack extendió las manos, realzando su presencia—. Porque estás frente a uno real.

El Sahulur abrió la boca para decir algo, pero en ese momento se escucharon pisadas acercándose, seguidas del sonido de un suave tintineo. Eran dos hileras de pequeñas plantas, aquellas que producían un sonido parecido al trino de las aves.

Al escuchar el llamado, el anciano ignoró a Jack por unos momentos y se acercó a trompicones hasta el acceso principal de la habitación. Se posicionó frente a la puerta —de madera tan pulida, que parecía brillar como si fuese metal— e hizo un esfuerzo por erguirse completamente, dando la impresión de que nada hubiese pasado. La abrió colocando su mano sobre esta, haciéndola deslizarse hacia el interior del muro.

Se escucharon voces arqueanas fuera de la vista de Jack. Unos instantes después, un guardia de capa plateada entregó al Sahulur un envoltorio de telares. Tras el suceso, el anciano volvió al escritorio, donde la conversación había dado inicio, silencioso, todavía consternado.

—La situación ha cambiado un poco —dijo el Sahulur, retomando la conversación con una voz más calmada. Dejó el paquete que había recibido encima del escritorio. Aquello que el telar ocultaba, era un objeto muy largo—. Dime, ¿este zero te pertenece? ¿Y, cómo es que has obtenido este objeto?

Jack arqueó una ceja al escuchar al Sahulur. Bajó la mirada y no supo qué pensar, ni cómo interpretar las palabras del anciano. Lo que tenía delante, no era uno, sino dos objetos. El primero era el cetro que se había partido por la mitad tras el enfrentamiento con Kronar. El segundo, se trataba del arma de Kail, aquella lanza con cuatro hermosos cristales adornando su punta.

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