14. Buscando salida (III-III)
Tenía sus manos puestas en una de las paredes de cristal blanco. Se concentraba, conectaba sus propias células, fusionándolas con la materia que conformaba la prisión. Sus manos ahora lucían como parte de las microscópicas partículas que conformaban el muro, parte de todos los enlaces químicos que llevaban información directo a su cerebro. Jack se había convertido en la prisión, la veía al completo, como si fuera una parte de él. Tenía que usar una tremenda cantidad de energía para mantener ese enlace bio-eléctrico, por lo que solo tendría unos breves segundos para mapear su camino.
Su mente absorbió todo como un flashazo de conocimiento. Vio las numerosas habitaciones del complejo; laboratorios llenos de cuerpos humanos en las mesas de operaciones; celdas con prisioneros que lucían vivos, pero sin mente, sometidos a los crueles micrones, guardias corriendo por doquier. La zona Elix podría ser un buen sistema para asustar a los criminales, incluso quizá clave de grandiosas tecnologías, pero... ¿valía la pena? Ahí dentro, la vida humana no valía nada.
La única salida viable parecía ser a través de la entrada principal. Lo tenía, era suficiente. Rompió la conexión antes de que siguiera drenando su energía. Separó sus manos y estas volvieron a lucir de carne humana. Fijó su mirada en dirección al vestíbulo y empezó a andar.
—Espera —dijo Derguen, justo cuando Jack comenzaba a moverse.
Jack se giró hacia el corpulento arqueano y le respondió con una mirada que apremiaba salir de ahí.
—Hay algo que quiero hacer —dijo Derguen, dudoso—. Tengo... Quisiera... arreglar cuentas pendientes con algunos guardias. Ha sido mucho tiempo, Jack, no sabes... no sabes por lo que tuve que pasar.
Jack se llevó una mano a la sien, pensando la situación por un instante. Necesitaba a Derguen bien, con vida, pero tampoco podría negarle algo así. Comprendía lo que deseaba. Era quizás la misma sensación que él había guardado por más de quince años contra el dragón rojo. Si el arqueano tenía la oportunidad de cerrar ese círculo de su vida, no podía quitársela.
—No te retrases —dijo Jack—. Te veré en el vestíbulo. ¿Sabes dónde está?
A Derguen se le formó una sonrisa de oreja a oreja, al tiempo que chocaba ambos puños, uno contra el otro.
—Lo averiguaré.
Jack asintió. No le quedaba más que confiar en él. Así, sin perder tiempo, se alejaron corriendo por pasillos diferentes.
La alarma seguía activa, pero ya no era un problema. Las luces que iluminaban de rojo, tan sólo dificultaban un poco la visión. Jack corría en dirección al vestíbulo. Recorría caminos, buscando evadir la mayor cantidad de guardias. Sabía que no podría hacerlo siempre, pero así se libraría de todo enfrentamiento posible.
Sus esfuerzos no duraron mucho, pronto se topó con dos guardias al frente. Estaban de espaldas y no parecían haberse percatado de su presencia. Pero Jack no se detuvo ni disminuyó su carrera; al contrario, aumentó la velocidad y saltó sobre la pared justo antes de llegar a su posición. Los dribleó con el vertical apoyo y saltó sobre ellos, tocándolos por la nuca, transmitiéndoles una ligera descarga eléctrica emitida desde las yemas de sus dedos, como había hecho con Derguen la noche anterior. Los guardias cayeron paralizados al contacto, mientras que Jack se posaba grácilmente en el suelo para seguir corriendo, sin detenerse.
Se movía con destreza y agilidad, tan rápido que la velocidad le permitía correr por la pared por algunos segundos para seguir esquivando guardias. Su cabello volaba. Avanzaba como el viento, no... como una ventisca que busca salir, escapar hacia el exterior. Estaba tan cerca de llegar a su destino que podía sentirlo. Tan sólo tenía que cruzar un par de puertas más.
Decenas de pasos se escucharon, seguidos de una multitud de guardias blancos bloqueando el camino. Ahí estaba, el pasillo final. Jack paró al encontrarse con el desafortunado obstáculo. Malaventurados aquellos que le obstruían el paso.
En tan solo un segundo, calculó una solución para la amenaza que se le presentaba. Eran más de diez, todos armados con variadores. Tomó aire, se echó hacia atrás el cabello, y avanzó hacia el frente sin titubear, ganando velocidad en el recto camino. Impresionados, una exclamación incomprensible se escuchó como un murmullo entre los guardias. Los primeros dieron un paso atrás, amedrentados, pero sus compañeros los empujaron hacia delante para obligarlos a enfrentar, sin temor, al hombre que los desafiaba.
Jack se detuvo a centímetros de la primera fila, usando la fuerza de su velocidad y canalizando el viento a través de la palma de su mano, generando una ráfaga que avanzó veloz, como una lanza que cortó la formación de los guardias justo por el centro, para luego expandirse hacia paredes contrarias, abriendo una brecha entre las filas y dejando un coro de quejas escapando de aquellos que habían golpeado contra la pared.
Una mujer Muruk apareció detrás de una esquina, lista para emboscarlo con un látigo energético, sin embargo, con otro movimiento, una fina esencia azulada emanó de las manos de Jack hasta crear una capa de hielo que se cerró para bloquearle paso.
Cuando volvió a haber paz, liberó un suspiro de alivio. Nunca se había visto en la necesidad de usar sus poderes con tanta exigencia, ni siquiera contra los híbridos. Por fortuna todavía le quedaban fuerzas para eso y más. Nutrirse de otros humanos era algo que nunca pensó hacer, pero había resultado bastante útil.
Avanzó a la última puerta que le faltaba atravesar, la que llevaba al vestíbulo. Estaba abierta y, apenas se acercó al umbral, una cabellera dorada entre la luz roja le llamó la atención. Una niña pequeña se encontraba de pie, ahí, a la mitad del caos. No había ningún guardia a su alrededor; el vestíbulo estaba vacío y, al fondo, se abría un boquete en la pared conectando con el exterior.
—¡Jaackie! —pronunció ella, sorprendiendo a Jack. Muy pocas veces la escuchaba hablar. Sin embargo, enseguida, comenzó a sollozar y a balbucear algo en ruso—: Rex, se llevaron a Rex.
Sibi corrió a su encuentro para saltar y abrazarse de su cuello con desesperación y alegría.
—Tranquila pequeña —dijo él hablando el mismo idioma, con una sonrisa, mientras ayudaba a la niña a pisar el suelo, con cuidado. Estaba feliz de poder verla otra vez, tanto, que casi olvidó cuestionarse cómo es que estaba en ese lugar. Miró a su alrededor—. ¿Dónde están los otros, Sibila?
—Kail, Gianna y Vanila fueron a buscarte —respondió ella.
Él centró su mirada en la niña y el pánico se dibujó en su rostro. Un sinnúmero de dudas lo invadieron.
—¿A buscarme? —preguntó—. No... no los vi por ninguna parte. Yo creí que... vosotros estabais... ¡No importa! Es muy peligroso quedarse aquí, volveré por... espera... ¿Quién es Vanila?
—Ella nos ayudó... —dijo Sibi, encogiéndose de hombros sin mucho ánimo de conversar.
Jack arrugó la frente. ¿Más aliados? Por supuesto, no iba a quejarse, pero... ¿de verdad podían confiar en esa tal Vanila? Dejó ir un suspiro de confusión y le hizo una seña a Sibi para que se ocultara.
El vestíbulo era amplio. Había cuerpos de guardias inconscientes, alguien ya se había encargado de ellos. El agujero en la entrada tenía una huella de hielo, había sido congelado para romperse. Jack sonrió con orgullo. Todo eso debía haber sido obra de Kail.
—¡Padre! —escuchó una voz y se giró de inmediato, tan sólo para encontrarse con su hijo, observándolo con una inmensa alegría plasmada en su rostro—. ¡Sabía que estabas bien!
Dos figuras más aparecieron detrás de Kail, llegando por otra de las entradas que conectaban al vestíbulo. Todos usaban ya auriculares para evadir la ruidosa alarma.
—¡Kail! ¡Gianna! Me alegro de veros —dijo Jack, al tiempo que corría a abrazarlos—. ¿Cómo es qué habéis llegado a...?
Kail interrumpió a su padre antes de que pudiera continuar su pregunta.
—Fue Vanila, tenemos mucho que agradecerle.
Jack dibujó una media sonrisa en su rostro. Dirigió su mirada al resto de personas que venían con Kail. Ahí estaba Gianna, sonriente y saludando, con lágrimas en los ojos. Junto a ella, había una mujer arqueana, cruzada de brazos. Jack la reconoció al momento. Al verlo, ella desvió la mirada, apenada. Era la misma que había visto en la torre hace poco, la misma que lo había ayudado a encontrarse con Kronar.
—Comprendo —dijo Jack, dirigiéndole una sonrisa—. Ig Kranem.
La arqueana, Vanila, se sorprendió al escuchar el agradecimiento hablado en arqueano. Jack lo había aprendido, junto con algunas palabras primordiales, con Derguen. Gianna, Kail y Sibi observaron a Jack con curiosidad al escucharlo hablar el idioma de los residentes.
—Aproveché el tiempo para conversar con un... —explicó él, justo cuando otra persona irrumpía en el lugar, un hombre alto y robusto.
—¡Jack! ¡Lo conseguí, tenemos que...!
Era Derguen, lo había logrado. El arqueano, que llevaba la misma vestimenta de los prisioneros, rio por lo bajo al ver la escena. Detuvo su mirada en Vanila. Al notarlo, ella soltó ligeramente la fuerza del cruce de sus brazos, pero la recuperó al instante; lanzó a Derguen un saludo gestual, acompañado de una mirada solemne.
—Interesante coincidencia —habló Derguen en idioma arqueano, tras el conecte de mirada.
Vanila tragó saliva y desvió la mirada, sin moverse de donde estaba. Jack se dio cuenta de que esos dos también se conocían de algo. Sonrió.
—No creo en las coincidencias —dijo Jack, y miró a Vanila.
El Rahkan Vuhl se retiró el traductor que había obtenido de la mujer que lo interrogó, y lo lanzó hacia ella. Al hacerlo, también se deshizo del resto de auriculares que había robado, en caso de haberse encontrado con los suyos. Le complacía saber que ya no iban a ser necesarios.
Vanila recibió la gargantilla con una mano, al vuelo. Su mirada seria seguía clavada en Jack. La observó por un momento, se quitó la capucha y la ató a su cuello. Kail la observaba embelesado, como si estuviese viendo a un ángel. Gianna y Sibi, por otra parte, miraban con gran impresión los gruesos músculos de Derguen, cada una con una razón distinta; Gianna lo hacía asqueada, no le gustaban los hombres tan fuertes; Sibi lo hacía con curiosidad, nunca había visto a alguien así.
—Conseguí un par más, sólo en caso de que sean necesarios —dijo Derguen con una sonrisa, sacando otras dos gargantillas y haciéndolas girar en su dedo índice—. Debemos irnos antes de que esto se vuelva más grande.
—Te lo agradezco, y estoy de acuerdo —dijo Jack, con cortesía—. Después de esto, voy a tener que arreglar algunas cosas.
Derguen asintió con seriedad y volvió a cerrar su mano sobre ambos objetos.
—¡¿Arreglar cosas?! —dijo Gianna, sin poder ocultar su preocupación, avanzando a toda prisa hasta posicionarse frente a Jack—. ¡¿Qué estás pensando, Jack?! ¡No debemos separarnos de nuevo! Sólo han pasado cosas malas desde que llegamos, ¡esta gente está loca! ¡Te harán daño!
Gianna agitó a Jack por los hombros, pero él la tranquilizó. La miró con esos ojos grisáceos y apacibles y sobrepuso sus brazos a los de ella.
—No podemos dejar esto así, Gianna. No quiero que seamos fugitivos, ya lo hemos sido por quince largos años —dijo él, para después hacer recaer el peso de su mirada en Kail, después en Sibi—. ¿No estáis cansados de huir? ¿No queréis volver a dormir sin temor a los híbridos, o al dragón?
Kail bajó la mirada, Sibi la desvió, pero Gianna, tan sólo clavó sus oscuros ojos en los de Jack.
—¿Y qué planeas hacer entonces? —dijo ella—. ¿Abandonarnos?
—Derguen os cuidará.
—¡¿Estás loco?! —respondió Gianna, dando un paso atrás—. Piensa en Kail, en Sibi. ¡Se han llevado a Rex! ¿Siquiera te importa?
Jack suspiró.
—Lo traeré de vuelta. Vuestra seguridad es lo más importante para mí, justo ahora. Encontrad un buen lugar y, cuando haga esto, yo os buscaré. No pararé hasta que Arquedeus sea un lugar seguro, nuestro nuevo hogar. Y para eso —Jack miró a Gianna directo a los ojos—. Para eso necesito hacer unas cuantas preguntas a las personas que querían encerrarnos aquí. A ti, a mí, a Kail, a Sibi. Jamás permitiría que les pasase algo como lo que vi ahí dentro.
Gianna abrió la boca, pero no encontró palabras para refutar las de Jack. Él lo sabía, ella lo sabía. Desvió la mirada, con tristeza. No había otro camino.
—Padre, déjame acompañarte —dijo Kail antes de que Gianna pudiera decir otra cosa. Jack centró su atención en él.
—Lo siento hijo —dijo—. Debes quedarte con Gianna y Sibi, debes protegerlas. Yo... —Miró hacia el muro destruido por el hielo—. Ya he visto lo que eres capaz de hacer. No te preocupes por mí, tan sólo iré a encargarme de que nos reciban como la gente, y no como a híbridos, ¿vale?
Kail respiró hondo y dirigió una media sonrisa a su padre. Lo comprendía. Jack no hubiese podido desear un hijo mejor. Se acercó a él y puso una mano en su hombro. Lina estaría encantada de ver en lo que se había convertido.
Una explosión se escuchó a lo lejos y una nueva alarma se disparó. Esta vez diferente, lenta, tétrica. Derguen y Vanila se alteraron de forma especial tras el evento.
—Es el Sahulur —dijo Derguen, frunciendo el ceño y apretando los puños—. Ya fue avisado. No tardará en llegar junto con su guardia personal. Será mejor que nos marchemos, esto pronto estará lleno de muchos Laktu.
Jack asintió y esta vez se dirigió hacia Vanila.
—Vosotros os conocéis, ¿cierto? —dijo Jack, señalando a Derguen con la mirada. Vanila abrió la boca para responder, pero Derguen ganó la respuesta.
—Sobre eso, Jack. Creo que he encontrado una persona mejor para cumplir la promesa que yo te he hecho.
Vanila miró a Derguen con indignación. Trató de decir algo, pero ahora fue Jack quien le ganó la palabra. Su cara color canela se tornaba roja poco a poco.
—¿Hablas de ella? Derguen... sabes que no...
—Yo confío en ella —dijo él—. Si confías en mí, podrás confiar también.
Al escuchar las palabras del hombre, Vanila relajó su mandíbula y miró a Derguen con un gesto de sorpresa. Él le sonrió.
—¿D-de verdad? —pronunció Vanila, sin darse cuenta de que finalmente el sonido de su voz había sido transmitido con el traductor. Al notarlo, se llevó ambas manos para cubrir su boca.
—No podías hacer nada —dijo Derguen, en arqueano—. Lo que pasó, fue lo mejor.
—Entonces... ¿lo recuerdas? ¿No fuiste liberado? —preguntó Vanila. Su tono era de sorpresa.
Derguen negó con la cabeza.
—No, pero espero poder hacerlo... Mientras tanto.... tú... ¿podrías cuidar de estas personas?
El rostro de Vanila se notó más tranquilo, como si le hubiesen quitado un peso de encima. Sólo ella sabría la razón. Finalmente, asintió.
—Ejem... —carraspeó Jack, para hacerlos notar la incomodidad.
—Lo... lo siento Jack, mi señor —dijo Derguen, que al parecer no se había dado cuenta de lo que hacía—. Sólo transmitía tu petición a esta jovencita. Ella lo hará encantada. Créeme, tu familia estará más segura con ella que conmigo.
Jack lo pensó por unos segundos. Suspiró.
—¿Puedes recordarla entonces?
—Sólo sé que era de confianza, y se salvó de estar en el mismo lugar que yo. El resto... todavía tengo que averiguarlo.
Jack suspiró.
—De acuerdo —dijo él—, confío en tu decisión. ¿Qué harás entonces?
—Seré un fugitivo. Recuperaré recuerdos, encontraré la razón por la cual me encerraron y... me reencontraré con aquello que me motivaba para luchar contra los Sahulur —dijo Derguen, oprimiendo su puño con fuerza—. Ahora vamos, ¡salgamos de aquí!
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