14. Buscando salida (II-III)


Las puertas deslizables se abrieron frente a ella. La huella de su mano le permitía el acceso. Dio un paso adentro, su capa plateada ondeó con fuerza de su andar. Un murmullo de sorpresa se extendió por la amplia sala blanca a la que había arribado. El vestíbulo de Zona Elix no era muy acogedor, lo detestaba. En ese lugar se reunía a los exiliados de la sociedad arqueana.

Avanzó con pasos largos que hicieron eco sobre las placas del piso, ignorando las asombradas miradas de la guardia blanca siguiendo su andar. Su reacción era natural, ver a una plateada, una Laktu solitaria, entre Muruk, era inusual. Cruzaba la sala, con la mirada fija en la recepción. Las paredes de anerita, un material sumamente resistente que sólo podía obtenerse en Arquedeus, conformaba toda la Zona Elix. Era imposible dañarla, y mucho menos romperla, ni siquiera el plasma emitido por un variador de alguien como ella podría destruirla.

El vestíbulo era amplio, carente de decoración, igual que todo el complejo. Había tres puertas de seguridad, dos al fondo —custodiadas por guardias blancos— y una atrás —por la cual llegó—. Entre las dos puertas del fondo, una cabina protegida por vidrios gruesos fungía como oficina. En su interior, dos personas observaban su andar; a diferencia de los guardias blancos ellos vestían trajes de color azul; eran Sektu, arqueanos encargados de las áreas administrativas, o de inteligencia.

La mujer se detuvo frente al vidrio y esperó. Dos pequeñas esferas líquidas brotaron del suelo; una de ellas levitó frente a la mujer de capa plateada; la otra, frente a los arqueanos que estaban detrás de la gruesa protección transparente.

—¿Q-qué desea gran Laktu? ¿En qué podemos servirle? —preguntó un hombre, titubeante, hablando arqueano.

La voz era transmitida a través de la esfera líquida. Se trataba de una sustancia capaz de vibrar en frecuencias especiales para transmitir el sonido desde puntos muy lejanos, o a través de objetos tan gruesos como ese vidrio.

Laktu, en Arquedeus, era el nombre dado al color de la plata, lo cual hacía referencia al rango de la joven que portaba la capa de dicho color. El segundo rango más alto en la jerarquía, sólo por debajo de los Sahulur.

—Vengo a llevarme al galeano —dijo la mujer, con voz de mando militar—. Órdenes del Vhul Sahulur.

La voz de la arqueana se extendió como un eco que invadió la habitación, provocando que los guardias presentes se mirasen con preocupación. Había mencionado al Vuhl Sahulur, la presencia más importante de todo Arquedeus. Si él ordenaba algo, nadie podría negarse.

—E-eso es imposible, gran Laktu —dijo el hombre, sin dar crédito a lo que escuchaba—. El... El Sahulur de Kater ha ordenado su retención. T-tengo que confirmarlo. Le ruego me disculpe un momento.

La mirada de la mujer lucía severa. Su rostro estaba oculto bajo la capucha, pero mostraba los dientes con fiereza.

—El Vhul Sahulur estará molesto si un Sektu duda de mi palabra. Me ha enviado a mí, de su guardia personal, a llevarlo ante él —habló ella, con total seguridad—. Ya tendrá tiempo de comprobarlo cuando más tarde.

Evadir una comprobación oficial no era una actitud normal, así que los recepcionistas de la Zona Elix se miraron sin saber qué hacer. Tampoco era común que una Laktu mintiera, y mucho menos usando el nombre del Vuhl Sahulur. Si fuese mentira, significaría el exilio.

—El... el galeano se encuentra en un interrogatorio —dijo el hombre con suspicacia, sin dar el brazo a torcer—. Podremos comprobar la solicitud antes de que haya terminado. ¿Podría confirmar su huella térmica, gran Laktu? No es... No es que desconfíe, comprenderá que debo saber si usted forma parte de la guardia personal del Vhul Sahulur.

La mujer frunció el ceño por un breve instante, tomó aire, lo dejó ir, y se quitó la capucha. Un largo cabello suelto por el frente, pero trenzado a la espalda, cayó libre. Era una joven muy hermosa, de facciones delicadas, pero de expresión aguerrida. Tenía la mirada pesada, tanto como para conseguir que cualquiera se sintiese pequeño a su lado, a pesar de no que no era muy alta.

—Hacedlo de prisa —dijo ella, extendiendo ambos brazos hacia los lados.

La esfera azul que servía como medio de comunicación, comenzó a girar alrededor de la arqueana de capa plateada, orbitándola, formando círculos hasta completar un escaneo de arriba abajo. Al terminar la acción, el temor volvió a la voz del hombre, esta vez multiplicado.

—Co-confirmo —dijo, tartamudeando—. La-Laktu, V-Vanila Iksengar, hija de Anuk y Kiha Mun. Laktu Rom personal del Vhul Sahulur... N-no puedo creerlo. ¿De verdad es usted?

—Tienes lo que querías —bufó Vanila, desesperada. Se cruzó de brazos y miró al hombre de forma amenazante—. ¿Ya puedo llevarme al galeano?

El hombre arqueó las cejas, buscando respuesta en la compañera que tenía a lado suyo, pero ella simplemente se encogió de hombros e hizo como si mirase a otro lado. Claramente estaban en una situación complicada, no sabían que hacer.

—Lo traeremos apenas salga del interrogatorio —dijo el hombre, suspirando, sin otra opción—. ¿Qué hay de los otros galeanos? Me informaron que la huina del gran Lioras los traería. A decir verdad, ya deberían estar... Un momento, qué extraño, aquí dice que...

El hombre miró a Vanila sumamente confundido.

«¡Tsk!», exclamó mujer, mordiendo la uña de su pulgar, nerviosa. Había sido descuidada, seguro que el nombre de Vanila Iksengar también aparecía en el informe perteneciente a la huina de Lioras. Había formado parte de ella, después de todo, y se había encargado de engañar a todos para liberar a los galeanos. Ahora se sentía estúpida. Ni siquiera sabía por qué lo había hecho. Lo único que sabía era que, después de haber visto al dragón interactuar con Jack Relem, muchas preguntas habían surgido en ella.

—Gran Laktu —dijo el hombre detrás del vidrio—. ¿En dónde está su grupo? Aquí dice que fue enviada como apoyo a la huina de Lioras. Debería estar aquí con tres galeanos capturados en las torres del mar. ¿Han venido con usted? ¿Por qué no lo dijo antes? Los ingresaremos y...

—Los galeanos no están conmigo, también fueron requeridos por el Vuhl Sahulur.

El hombre frunció el ceño con recelo. Su compañera le dio un ligero codazo apenas perceptible, pero que no fue pasado por alto ante la ávida vista de la joven capa plateada. Lo sabía, la habían descubierto. El plan A dependía de que entregaran a Jack Relem tan rápido como fuera posible, antes de que se hiciesen preguntas; el plan B, huir y pensar otra alternativa, estaba a punto de ponerse en marcha.

Los Muruk, aunque con miedo, adoptaron posiciones preventivas ante un conflicto. La superaban en cantidad, y probablemente pensaban que eso podría darles alguna ventaja. Se notaba el terror en sus rostros. Enfrentarse a una plateada, debía ser lo último que habrían deseado.

—G-gran Laktu Vanila, y-yo lamento informar que... no podemos ayudarla si no nos muestra a los galeanos que deberían estar con la huina del gran Laktu Lioras.

Vanila no prestó atención a las palabras del hombre, iba un paso por delante, estaba contando a los guardias para responder ante un ataque. Todavía podía arrepentirse, podía entregar a los prisioneros ella misma, pero... eso no respondería sus preguntas. Si los galeanos morían, o se quedaban en la Zona Elix hasta volverse locos, jamás entendería por qué... por qué los Sahulur querían ocultar la existencia de un ser legendario, un Rahkan Vuhl, dejándolo pudrirse en ese horrible lugar. No le resultaba coherente que, después de haber informado al gran Sahulur Hizur sobre la existencia de un hombre con capacidades sobrehumanas, su respuesta hubiese sido encerrarlo. Comprendía que el caso de Nieve Nocturna causara recelo, pero esenombre pertenecía a un asesino, no tenía nada que ver con lo que ella habíavisto en las torres del mar. 

Los Rahkan Vuhl, tanto para ella, como para cualquier arqueano, no eran más que cuentos de niños. Sin embargo, después de lo que Vanila presenció, era la única explicación que encontraba. No lo entendía, si de verdad ese hombre, Jack, era un Rahkan Vuhl, deberían estar protegiéndolo, y no apresándolo. Algo no cuadraba, y quería averiguar qué.

Las luces se apagaron de pronto, abriendo paso a una luz roja muy tenue. Vanila saltó hacia atrás por reflejo, perdiéndose en las sombras, cubriéndose con el plateado de su capa. Sin embargo, apenas reaccionó, se dio cuenta de lo que significaba eso. Arrugó la frente, extrañada. A lo lejos se escuchaba, tenue, el estruendo de la alarma. Por un momento pensó que había sido activada por culpa de ella, sin embargo, no había motivo para ello; aún no había atentado contra la Zona Elix. Y si no había sido ella, entonces...

Los ojos de Vanila se abrieron de par en par por un breve instante, al caer en cuenta de lo que ocurría. «El galeano», murmuró.

—¡¿Qué está pasando?! —habló uno de los guardias blancos.

—¡Es adentro! ¡Algo sucede! ¡Solicitan refuerzos! —respondió otro, de más lejos.

Las puertas que estaban al fondo del complejo se abrieron, y los custodios entraron a toda prisa, perdiéndose de vista en el interior. Aprovechando la confusión, Vanila decidió que era hora de huir, antes de que las cosas empeorasen para ella. No tenía oportunidad. Si ese hombre había hecho algo para hacer saltar las alarmas, ya no podría salvarlo. Aunque fuera un Rahkan Vhul, jamás podría enfrentarse a la seguridad de la Zona Elix. Ningún arqueano, ni el más experimentado de los Laktu Rom, ni siquiera un Sahulur, podría escapar de ese lugar.

«Qué desperdicio», se dijo a sí misma, al pensar en que el galeano estaba perdido. Por ahora, lo mejor que podía hacer era llevarse lejos a los otros tres, ocultarlos, conseguir un traductor y guardar la esperanza de que con eso pudiesen responder a sus dudas. Ese gigantesco ser de alas y escamas que había destruido las dos torres vigía, junto con dos de los cristales nivel zero defensivos más grandes y poderosos de Arquedeus, no parecía ser una simple "plaga" como le habían dicho. Dos presencias mitológicas habían aparecido, y los Sahulur estaban tapando el asunto con una gran manta oscura.

La joven de capa plateada corrió hacia la salida de la Zona Elix. No podía arriesgarse a que más plateados llegaran; no podría hacer mucho contra un grupo igual de entrenado que ella... la Elite arqueana.

Se paró frente a la salida y esperó a que la puerta se abriera. Sin embargo, algo le llamó la atención. Ladeó su cabeza con curiosidad al ver que una gruesa capa de hielo crecía por toda el área, cubriendo la puerta de salida. Vanila frunció el ceño, dio un salto hacia atrás al sentir peligro. Apenas lo hizo, el hielo que envolvía el material más resistente que conocía, se rompió dejando un gran hueco en el muro. Vanila quedó boquiabierta. «La anerita... ¿Qué clase de monstruo puede hacer algo así con la anerita?», pensó.

Una silueta entró corriendo a la sala y pasó junto a ella, ignorándola. En ese instante, ella lo vio. Era ese joven, ese muchacho... el galeano de ojos dorados, y cabello ondulado. Aquel que había titubeado y se había sonrojado cuando ella misma le había dado el rul de locación a tragar. Corría hacia el interior del complejo con una vara de madera en mano, vistiendo aquellas extrañas ropas de pelo animal. A pesar de que se movía sin técnica o maestría de combate, no había una pizca de duda en su semblante.

«¿Podrá ser? Ese joven... ¿también es un Rahkan Vuhl?» Vanila se estremeció y ni siquiera supo por qué. Sintió una llama encendiéndose en su interior, una llama que la inspiraba a luchar, a no rendirse, a...

—¡Kail detente! ¡¿Qué estás haciendo?!

Una mujer entraba detrás de él, gritando en un idioma incomprensible para Vanila. También estaba la niña de cabellos dorados y piel blanca nívea Esos tres extranjeros no dejaban de sorprenderla. ¿Qué clase de información podría obtener de ellos? Si los Sahulur querían ocultar algo como eso, entonces no podía seguir confiando en ellos.

La joven arqueana sonrió, se cubrió la cabeza con la capucha, y también corrió detrás de los galeanos al interior de la Zona Elix. No le importaba que su traición a Arquedeus quedase consumada con esa acción. Nunca antes había sentido tantas dudas como en ese momento y, si algo había aprendido en toda su vida, era que la ignorancia podía ser el peor pecado.



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