13. Derguen
Derguen lo había llamado Rahkan Vuhl, así, de la nada. Anonadado ante el título dado, anteriormente sólo mencionado por el dragón rojo, Jack se puso de pie, alejándose del material mullido en el que dormían los arqueanos.
—Jack, por favor, es mi nombre —dijo, poniendo ambas manos sobre los hombros del prisionero—. Deja las formalidades, no son necesarias.
—Tu humildad es admirable, mi señor. Sin embargo, yo no...
Derguen levantó la cabeza para mirar a Jack con su único ojo, arqueando ambas cejas con gran sorpresa. Ese rostro lleno de cicatrices no parecía corresponder con la cordialidad que era capaz de desprender con sus palabras.
—Me resulta interesante —dijo Jack—. Quiero saber qué sabes de los Rahkan Vuhl, y por qué puedes hablar español.
El hombre asintió con solemnidad y dio un paso al interior del círculo de luz azul, justo al centro de la habitación, sentándose sobre el mullido relleno con las piernas flexionadas; recargó ambas manos sobre sus rodillas e invitó a Jack a sentarse. El forastero no pudo negarse, así que accedió, tomando posición justo delante del arqueano y encendiendo de nuevo la llama en su mano. Derguen la observó embelesado.
—No me queda ninguna duda de que eres un Rahkan Vuhl —habló Derguen, con seriedad—. Es difícil creer, porque noto a simple vista que no eres un arqueano. Sin embargo, he experimentado tu vínculo con Dios, el poder que posees.
—¿Puedes ser más directo, por favor?
—Disculpa, yo... sólo estoy ofuscado, hay un remolino en mi cabeza. Verás... Jack —dijo Derguen, con respeto en su voz—. Un amigo mío sabía mucho sobre esas leyendas. Me gustaría saber qué ha sido de él... cuanto... ¿cuánto tiempo llevo aquí?
Ambos estaban sentados uno frente al otro.
—Céntrate un poco, De —habló Jack, llamando su atención al notar disperso al prisionero—. Ese amigo del que hablas, ¿sabe más sobre los Rahkan Vuhl?
El arqueano asintió, todavía con una notable expresión de confusión. Para Jack, esa información era vital. Una de las principales razones de su viaje a Arquedeus, era aprender más sobre el significado de ser un Rahkan Vuhl.
—¿Recuerdas cómo encontrar a esa persona, Derguen? Siendo ese el caso, no hablo arqueano, ¿podrías servirme de interprete?
El arqueano respiró profundo.
—Hablo treinta y cinco idiomas, incluyendo el arqueano —dijo—. Yo... aún no sé cómo puedo hacerlo, pero si eso te es de utilidad, estoy a tus órdenes. No recuerdo el rostro de esa persona, pero sí el último lugar en el que hablé con él. Conozco Arquedeus, puedo llevarte, pero...
—¿Pero...? —apremió el galeano.
—Jack, mi señor —continuó Derguen—. Lamento molestarte con preocupaciones banales, pero, para hacer eso necesitamos salir de este lugar infernal.
Una sonrisa se vislumbró en el rostro de Jack, ante la temblorosa luz del fuego en su mano.
—Pequeño inconveniente, ¿no? —respondió—. No te preocupes por ello, sigue hablando. Escuché decir que querías ayudar a mi causa, así que te permitiré hacerlo y los dos saldremos beneficiados.
Derguen hizo una reverencia como agradecimiento, aunque la sorpresa se notaba plasmada en su cara por la insinuación que Jack recién había hecho. Había hablado como si estar fuera, ya fuese un hecho consumado.
—No podría estar más agradecido —dijo Derguen—, sin embargo, salir no será fácil. La tecnología arqueana es muy compleja, heredada desde tiempos antiguos, forjada con conocimiento de los mismos dioses. Incluso para un Rahkan Vuhl, un ser divino como tú, podría ser letal.
La habilidad cognitiva de Derguen se había disparado de forma favorable desde la intervención de Jack. Ahora ambos hablaban en un nivel de comprensión avanzado, deduciendo el pensar del otro a través de la voz y las expresiones. El galeano estaba fascinado.
—Lo tengo muy presente —dijo Jack, ignorando el notable fanatismo religioso en la voz de su interlocutor—, y no soy reacio a recibir un poco de ayuda.
El hombre de Arquedeus sonrió a medias.
—¿Qué podría hacer alguien como yo, para ayudarte?
—¿Por qué no comienzas hablándome un poco sobre este lugar? Luego, ya veremos.
Derguen asintió con solemnidad y comenzó a hablar.
—Este lugar, se llama Zona Elix. Su existencia es ambigua y de difícil comprensión, de... ¿Cómo lo llamáis? Arbi...arbi... arbitraria, eso, arbitraria naturaleza. Aquí son enviados los arqueanos que transgreden la Rehken Lisevh de los Sahulur. Se trata de un libro que contiene el código de comportamiento que ha mantenido la paz en Arquedeus por más de dos ciclos. —La expresión de Derguen se intensificó al hablar de ello—. Algunas cosas en ese libro siempre me han parecido cuestionables, por más paz que nos hayan traído. Quizás esa sea la razón por la que estoy metido en este sitio.
Jack se llevó una mano a la barbilla, meditando lo que acababa de escuchar.
—¿Significa eso que soy una amenaza para la paz de Arquedeus? No... no tiene sentido.
—Lo tiene —dijo Derguen—. Una de esas razones cuestionables en la Rehken Lisevh, incluye cualquier cosa, o persona, que amenace el equilibrio de Arquedeus. Un piel clara, como tú, no es parte de ese equilibrio.
El hombre de Galus arrugó la frente y miró a Derguen con suspicacia.
—Pero esa... esa cosa, el libro, es un objeto inanimado. Entonces... —dijo Jack—. ¿Quién juzga si algo es peligroso para el equilibrio?
—Los Sahulur, por supuesto —dijo el prisionero, en tono misterioso—. ¿Hace un momento habías preguntado si eran gobernantes? No lo son, pero es como si lo fueran —dijo mientras apretaba los dientes—. Esos viejos son aquellos que logran alcanzar los límites del conocimiento. Se encargan de proveer de energía a todo Arquedeus. Mantienen seguro al pueblo arqueano dictando juicio en base al Rehken Lisevh. Yo... yo... se supone que no debería dudar de ellos, pero... —Con un gesto de dolor, Derguen se llevó una mano a la frente—. No puedo recordarlo, siento que no son de fiar.
—¿Lo estás afirmando? —preguntó Jack. La información comenzaba a parecerle tergiversada—. ¿Hay alguna razón específica por la que guardes rencor a esos Sahulur?
El galeano no podía evitar hacer la pregunta. Aún no estaba listo para confiar en todo arqueano, y le parecía que un prisionero no era la mejor fuente de información para entender sobre bandos. Tendría que ser inteligente para obtener datos imparciales, a partir de una fuente parcial.
—No lo sé. Todavía... mis recuerdos. —Tomó aire y fuerza para continuar—. Lo que sea... tuvo que ser lo suficientemente importante como para enviarme aquí, debieron haberme liberado después de darles la información que querían. Ese amigo del que hablé yo... siento que lo traicioné, a él y a muchos más. Sea como sea, Jack, estoy seguro de una cosa. Con todas las leyendas que sabemos, nadie, ni siquiera los Sahulur, tiene idea de lo que un Rahkan Vuhl puede hacer. Lo que has hecho aquí... —Señaló su cabeza, refiriéndose a sus recuerdos—... no está en la historia.
«Interesante, cuanto menos», pensó Jack, sin decir nada. Las cosas comenzaban a tomar forma. Algo raro sucedía en Arquedeus, y ahora él estaba envuelto en esos problemas. Aun no estaba seguro de nada, así que prefería mantenerse neutral ante cualquier conflicto interno que estuviesen viviendo los residentes.
Derguen liberó un gran suspiro. Levantó la cabeza con un deje de tristeza, mirando al pasado.
—Los Sahulur se volvieron más duros desde la revolución tecnológica de hace más de treinta gyros. Me gustaría que lo comprendieses, pero es difícil para alguien que no lo ha vivido.
—Los Sahulur deciden, las decisiones causaron conflicto debido a la tecnología, comprendo —replicó Jack, quien se cruzó de brazos y permaneció en silencio.
—En esencia —afirmó el arqueano—. Yo... estoy aquí por ser un traidor. No recuerdo a quién traicioné, o por qué lo hice, pero... —El hombre agitó su cabeza, alejando los pensamientos—. Es muy probable que esa persona se opusiera a las decisiones tomadas por el Consejo Supremo de Sahulur.
Jack acarició su barba. A la luz del fuego, el gris de sus ojos se notaba acaramelado. Si lo que había comprendido era correcto, entonces había un pequeño fallo en el plan.
—Espera un momento, Derguen. Dijiste que ese amigo, aquel que sabe sobre los Rahkan Vuhl, ¿es el mismo al que crees haber traicionado?
—Sí... yo... creo que es el mismo.
Jack cerró sus ojos por un momento, tocó su frente con el pulgar y suspiró.
—Mencionaste haber sido liberado, por dar la información que ellos querían. ¿Qué posibilidades hay de que eso haya provocado la captura de ese amigo?
—Imposible —dijo Derguen, al instante—, o al menos poco probable. El hecho de que siga en este lugar después de una liberación sólo puede significar que la información que brindé no fue suficiente, y por ello siguen exprimiendo mi mente.
—O tal vez... —Jack escuchaba con atención la historia, tratando de escrutar la mayor cantidad de información que pudiera—. Dime algo, ese amigo, ¿cuál era tu relación exacta con él? ¿Puedes recordarlo?
Derguen movió la cabeza de forma curiosa, algo que Jack interpretó como una forma de asentir ajena a las costumbres del viejo mundo.
—Era joven... un soñador. Me labré camino entre los Laktu, hasta llegar a formar parte de la guardia personal de Hizur, el Sahulur de Kater. Él me presentó a ese amigo... y él... cuando lo conocí... no... no lo recuerdo. Sólo sé que esa persona cambió la forma en que veía la vida. Me dio esperanza, era como un maestro, no solo para mí, sino para muchos más.
La flama que Jack sostenía en su mano parpadeó momentáneamente, movida por las voces. Meditaba opciones, pensaba a profundidad.
—Derguen —habló, tras unos segundos—, no sé qué calendario manejáis en Arquedeus, pero, si conocías el calendario gregoriano, ¿en qué año crees que estamos?
—Me encerraron en el gyro 137 del cuarto ciclo. Eso era... el año 2008 fuera de Arquedeus.
Jack ahora sabía que Derguen llevaba doce años encerrado en ese horrible lugar. No sabía si decirle eso era lo correcto, sin embargo, no era lo que quería lograr con esa pregunta. Para dictar un veredicto y corroborar algunas deducciones de la información que acababa de escuchar, necesitaba saber otro pequeño detalle.
—Dragones, ¿qué me puedes decir sobre ellos? —preguntó.
Derguen frunció el ceño, dudando de la seriedad de la pregunta. Podría parecer tonto, pero era algo que podía resolver una gran incógnita y dar cohesión al panorama.
—¿Es acaso una especie de prueba? —resopló el arqueano.
Jack no notaba falsedad en sus reacciones. Lo estaba probando, sí, pero también le hablaba con sinceridad.
—Sólo responde.
—Son mitología. En Arquedeus hay algunas leyendas antiguas, nunca estuve muy interesado.
Jack arrugó la frente.
—Qué curioso...
—¿Hay algo que deba saber? —preguntó Derguen, confuso.
Jack cerró los ojos por un silencioso momento, respiró con tranquilidad. Con esa simple respuesta, podía confiar en Derguen. El dragón había aparecido hace quince años, y él llevaba encerrado sólo doce. Su amplia experiencia deductiva lo llevaba a una nueva teoría: en Arquedeus, por alguna razón, no se enteraron de la aparición de Kronar. Ocultar algo tan grande como un dragón destruyendo la mitad del mundo, era algo que sólo podría hacer alguien en una posición de jerarquía muy alta. ¿Qué opción quedaba? Sólo los Sahulur. ¿La razón? Imposible saberla. Tendría que hacer frente a alguno de ellos, encararlo, y pedir una explicación de lo que estaba ocurriendo en este lugar.
Jack suspiró.
—Nada de lo que debas preocuparte... aún —dijo el Rahkan Vuhl—. Sin embargo, hay algo que tienes que tener presente.
Derguen abrió la boca para responder, pero no dijo nada. La flama en la mano de Jack titiló cuando se acercó al arqueano para hablarle en un volumen bajo de voz.
—Si todo lo que has dicho es cierto, colega, entonces ese amigo tuyo podría haber sido un Sahulur.
El rostro de Derguen ensombreció. Se quedó callado, sin pronunciar palabra. No afirmó ni lo negó, su mente era un lío. ¿Él, amigo de un Sahulur? Era algo que no podía concebir en ese momento.
—Me gustaría poder ayudarte a resolver esas dudas que tienes, Derguen, así que vamos a confiar en que ese amigo tuyo sigue vivo allá afuera, en alguna parte. Lo encontraremos, quisiera hablar con él.
Derguen realizó una reverencia inmediata, sin importar molestar a Jack.
—Será todo un honor acompañarte. Derguen de Tarvheir, alguna vez formado como Laktu de Kater, te ofrece su lealtad.
Jack inhaló y exhaló a profundidad, sin embargo, le dirigió una sonrisa al arqueano.
—El placer será mío —dijo Jack, sin saber exactamente el significado de ser un Laktu—. Trabajemos juntos y salgamos de aquí. No me gustaría hacerlo por la fuerza, pero tampoco puedo esperar demasiado. Necesito trazar una estrategia sutil, sigilosa. No puedo esperar más de un día, así que lo haremos en cuanto enciendan las luces. Mientras tanto, me darás tanta información como puedas sobre la zona Elix, todo lo que sepas, incluyendo el funcionamiento de la tecnología de los dioses que mencionaste.
—Si a esas vamos —exclamó Derguen, a toda prisa. Mientras más tiempo pasaba, su técnica de habla parecía mejorar, e incluso ganar un acento y expresividad única—. Lo primero que debes tener en cuenta, es que no puedes volver al interrogatorio después de esto. Cada visita a ese lugar es un drenaje de información. Ellos, introducen micrones en nuestros cuerpos. Recopilan información mental. Así es como te interrogan y te liberan. Drenando la información, los recuerdos.
Jack sonrió al escuchar esas palabras. Ahora sabía que freír esas nanomáquinas había sido la mejor decisión que había tomado. Con un arqueano de su lado, era sólo cuestión de tiempo para que las cosas comenzaran a fluir hacia el camino correcto.
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