16

Es sábado por la tarde, pero continuamos trabajando recluidos en su habitación; cada uno con un ordenador, intentamos ponernos al día con nuestras gestiones. Estamos hablando con la delegación de Londres a través de videoconferencia, yo me encargo de los detalles: redactar el acuerdo entre ambas firmas, recoger, sintetizar y transmitir toda la información útil a los jefazos de Londres y preparar las reuniones a las que asistiremos la próxima semana, puesto que nos tocará ir a varios laboratorios para hablar con otras firmas por si quieren unirse a nuestro proyecto. James está muy ocupado acabando de atar cabos, dando la cara e intentando meterse en el bolsillo a los miembros más duros de roer. Parece cansado y, cuando al fin cierra la pantalla de su portátil, se relaja en la butaca. En cuanto termino de redactar el último informe, hago lo mismo que él. ¡Menudo día llevamos hoy!

—Anna, ¿sigues respirando?

Muevo la cabeza para mirarle y sonrío de oreja a oreja.

—Eso creo...

—Entonces cámbiate, te invito a cenar. Y esta vez pago yo. –Puntualiza por si me quedaba alguna duda.

Mi cuerpo se reactiva de nuevo, poniéndome en pie de un salto al tiempo que guardo mi ordenador en el maletín.

—¿De cuánto tiempo dispongo?

—Media hora.

Corro hacia mi habitación escuchando el sonido de su risa a lo lejos.

Me doy una ducha rápida, me pongo un elegante vestido rosa claro que lleva la espalda al descubierto y, para remarcar la sinuosa línea de mi columna, me recojo el pelo hacia un lado dejándolo caer cómodamente sobre mi hombro derecho hasta cubrir el pecho. El maquillaje es crucial, quiero realzar mis ojos y mis labios carnosos, pero elijo únicamente colores suaves. Me miro en el espejo y no es por nada, pero estoy fabulosa.

Camino despacio hacia la puerta, no llevo sujetador, por lo que no puedo hacer movimientos bruscos. Como última maniobra miro la hora plenamente consciente de que llego tarde.

James, con su habitual traje oscuro que tan poco le favorece, está recostado en una de las columnas deslizando el pulgar por la pantalla de su i-Phone; la otra mano permanece en el bolsillo del pantalón. No me ve venir, así que rodeo la columna escondiéndome de él y, cuando lo tengo a tiro, ¡zas!, me abalanzo sobre su espalda y lo abrazo. El susto le sobresalta, no esperaba mi contacto y su alarmada cara me hace reír.

—Llegas tarde. –Me regaña–. Las españolas no tenéis formalidad.

Coloco las manos sobre la cintura de modo desafiante.

—Bueno, James, una mujer necesita su tiempo, pero ¿a que estoy guapa? –digo dando una vueltecita como si fuera una niña pequeña estrenando un vestido de adulta.

—Eso no te lo discuto.

Extiende su brazo en forma de "L" y me engancho a él con firmeza; esta vez le dejo tomar la iniciativa, a ver si logra sorprenderme.

Siguiendo sus distinguidas costumbres, la cena transcurre en un reputado restaurante de Madrid, donde no solo las vistas son alucinantes, sino que, además, los platos minimalistas de sabores agridulces visten las mesas. Parecen obras de arte en miniatura, y dudo que todo eso se pueda comer, realmente somos personas opuestas..., en todo.

Su sonrisa no se desvanece ni un segundo al observar mi cara de espanto tras contemplar los platos que ha pedido, y que acaban de depositar cuidadosamente sobre nuestra mesa. El primero son unas tacitas de caviar rojo, no creo que esto me guste demasiado.

—Haremos una cosa, tú solo pruébalo, si no te gusta nos vamos.

Le dedico una sonrisa pícara; me gusta que recuerde todo lo que digo.

Me armo de valor para complacerle, cojo la pequeña cucharilla que hay al lado de mi tacita y tomo una pequeña porción, me lo llevo a la boca y lo saboreo.

—¿Qué tal?

Antes de responder, cojo mi copa de Chardonnay, ese tan caro, con su característico sabor a roble que han descorchado exclusivamente para nosotros, y le doy un sorbo. Por lo general no me gusta el vino, pero he de reconocer que este tiene su punto.

—Lo cierto es que no está mal del todo, pero creo que el dürum me gusta más.

Se tapa la boca con dos dedos para amortiguar el sonido de la carcajada. A continuación nos sirven algo que parece un pincho de tortilla con un pedacito de papel de oro encima. Lo estudio durante un buen rato pensando en que voy a pasar un hambre espantosa, pero decido no anticiparme y parto un trocito con el tenedor. Lo miro detenidamente desde todos los ángulos antes de resignarme con un encogimiento de hombros: ¡Vamos allá con el atracón!

El tacto de esa cosa en mi boca es extraño, un fuerte contraste de texturas que eclosionan simultáneamente invadiendo mi paladar con sabores inclasificables. No se parece a nada que haya probado antes. Comprendo el porqué de tanto revuelo por este tipo de comidas, pero a la vez, me pregunto: ¿es necesario todo esto? ¡Con lo bueno que está un huevo frito con patatas! No obstante, me abstengo de verbalizar mis opiniones culinarias, no quiero desilusionar a James, y mientras como, me limito a alabar esos extraños platos para que se sienta como el ganador de una batalla, que desde el minuto uno ha perdido: donde esté un buen dürum, que se quite el "feisisuás du or" este, o como se llame.

A pesar del asombroso acercamiento que hemos hecho en este par de días que llevamos juntos, nuestra charla sigue siendo formal, revelando únicamente pequeños aspectos de nuestro pasado. Nos mostramos entre visos, sin hacer hincapié en nada especial, como si solo nos centráramos en el presente. Las risas son del ahora, los diálogos, las bromas... Después de la "ligera" cena, y tras el correspondiente y extravagante postre de frutas exóticas, regresamos al hotel. No lo admitimos en voz alta, pero ambos estamos cansados; aunque por alguna extraña razón, no quiero que este día termine nunca.

Una vez entramos en el enorme vestíbulo del hotel, me siento como en casa. Camino detrás de James y me paro en mitad del trayecto hacia el ascensor.

Lo siento, pero no lo aguanto más; me quito los zapatos y recorro los metros que me faltan descalza. Su rostro reprime la sonrisa en cuanto me ve con los zapatos en la mano.

—Son bonitos, pero no hay quien los aguante –le digo para acallar su curiosidad.

Se cierran las puertas y de nuevo me invade ese calor tan familiar... paso la mano por mi cuello y descubro que estoy sudando. Me concentro en los botones, que parpadean con una lucecita roja cada vez que dejamos un piso atrás.

De improviso, la mano de James golpea la pared que estoy mirando, dándome un susto de muerte y quedándose literalmente anclado a ella con el brazo en tensión. Me giro de inmediato, pero aún me sobresalto más cuando nuestros rostros se quedan tan cerca que puedo percibir su aliento sobre mi propia piel. Mi corazón enloquecido protesta, golpeando las paredes de su concavidad a un ritmo frenético, incluso se me paraliza la respiración al ver que sus ojos no se apartan de mis labios, atrapándolos.

—Anna... Bésame.

Sus palabras hacen que mis pupilas se dilaten. La sangre bulle abrasándome por dentro a la vez que tiñe mis mejillas, junto a todo mi cuerpo, de un rojo intenso. No puedo reaccionar, ahora mismo me he quedado paralizada.

—No sé qué me has hecho –susurra, provocando que el vello se me erice con sus siseos–, pero no soy capaz de borrar de mi cabeza el primer beso que me diste.

Se acerca un poco más, percibo su calor y agacha la cabeza para colocarse a mi altura, consiguiendo así que me tiemblen las piernas.

—Por favor, Anna, necesito saber si solo es una ilusión que me asalta a todas horas o se ha producido de verdad.

—No... No sé qué decir... –Trago saliva, estoy nerviosa; aunque me sorprende descubrir que yo también le deseo; tengo la apremiante necesidad de percibir esa clase de acercamiento después de tanto tiempo.

—Pues no digas nada, solo bésame.

Sus palabras me catapultan a cometer una locura. En este momento, no sé qué es a lo que realmente me enfrento, solo me dejo llevar y actúo, alejando de mi mente los pensamientos que me frenan y que de nada me sirven cuando ya he tomado una decisión.

Me lanzo en picado al mar bravío de sus labios, hundiéndome en ellos. Los poseo con delicadeza y un deseo incontrolable; alzo mis manos, reteniéndolo. Jadea en mi boca, atrapo su jadeo y me lo trago. Muerdo su labio inferior, luego lo perfilo cariñosamente con mi lengua antes de volver a moverme frenéticamente sobre su ávida boca. Noto como su pulso se acelera bajo mi contacto, me agarra la cintura y me retiene con fuerza, yo le correspondo del mismo modo, recorriendo con mi húmeda lengua cada pequeño recoveco de su boca.

Las puertas del ascensor se abren, nos retiramos jadeantes, con el pulso acelerado y nuestros cuerpos vibrantes. Nos miramos a los ojos, negro azabache sobre azul celeste. En un momento de lucidez, doy un paso hacia atrás. Antes de que las puertas vuelvan a cerrarse, pongo mi mano en medio para volver a abrirlas y salir corriendo. Noto la presencia de James a mi espalda, pero estoy lo suficientemente avergonzada como para no decir nada. Me coloco frente a la puerta de mi habitación, luego le miro, por un momento me parece captar la tristeza en sus ojos claros.

Me preparo mentalmente para darle las buenas noches y hacer como si no hubiese ocurrido nada entre nosotros, cuando él se acerca con paso firme y decidido, acorralándome contra la puerta y volviendo a besarme con devoción. Su lengua se entrelaza con la mía e inevitablemente, se me escapa un jadeo que él corresponde con un leve gruñido, alzando sus manos para abarcar la totalidad de mis mejillas. Tengo mucho calor, su insistencia es estremecedora. Si alguna vez dije que los ingleses no sabían besar, desde hoy me retracto. Este es el beso más apasionado, duro y excitante que nadie me ha dado jamás.

Suelto los zapatos, que aún llevo en las manos, y me pongo de puntillas para poder rodear su largo cuello. Mi espalda se arquea al notar que una de sus manos baja lentamente por mi desnuda columna hasta colocarse en la cadera. Su sutil barrido, ha puesto mi piel de gallina, entonces se produce el cambio y literalmente le devoro. Sus labios son como una fuerte droga que no puedo dejar de consumir. Mi estómago da un vuelco cuando la mano que hasta ahora descansaba al final de mi espalda, acaricia sutilmente mi trasero, incluso mi corazón da un respingo cuando la excitación recorre cada centímetro de mi cuerpo en forma de corriente eléctrica.

Tengo que separarme, necesito respirar y recobrar el norte.

¡Por el amor de Dios, es mi jefe! No puedo permitirme el lujo de tontear con él.

Dejo caer mis manos a ambos lados de las caderas. La urgencia se ha desvanecido y él se ha dado cuenta de que ya no correspondo del mismo modo a sus besos. Tras recuperar mi espacio, retiro los restos de la saliva que aún cubren mis labios y me agacho para recoger los zapatos.

—No creo que esto sea una buena idea... –empiezo, pero tal y como lo digo me arrepiento.

—Tienes razón –reconoce.

Una vocecilla en mi interior me maldice, no quiero terminar con esto, NECESITO continuar.

—Quiero que sepas que nada de lo que acaba de ocurrir va a perjudicarte en tu trabajo; ni ahora ni nunca, te doy mi palabra.

Trago saliva y asiento sin decir nada. ¿Qué otra cosa puedo hacer?

Saco la tarjetita de plástico de mi bolso y la introduzco en la cerradura mientras observo como James recorre el par de metros que le separan de la suya.

— Buenas noches, Anna.

— Buenas noches, James.

En cuanto cierro la puerta, me deslizo por la plana superficie de madera hasta llegar al suelo. No puedo creerme lo que acabo de hacer, pero aún me creo menos que haya tenido ganas de llegar más lejos. Ya es oficial: estoy loca y me gusta el peligro. ¡Esto va a acabar conmigo! ¿Cómo voy a pasar los días que me quedan junto a este hombre después de lo que ha pasado? ¿Puedo actuar como si nada? ¡Ni hablar! No sé ni por qué me lo pregunto, si lo más probable es que quiera repetir.

Entre dudas y dilemas, me desvisto para meterme en la cama.

¡Madre mía, y pensar que ahora mismo podríamos estar aquí si no me hubiera echado atrás!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top