19

Observo mis manos —están entrelazadas con las de Bruno en el sillón de la entrada—, las examino casi al detalle. Realmente no parecen haber tenido algún tipo de fuego abrasante. No veo rastros de poder mágico, fuego celestial o lo que sea que haya sido eso.

Cierro los ojos e intento pensar en el fuego a mi alrededor, en como una capa de luz, o fuego similar al de mi madre, me rodeó y me hizo volver a estar sana y salva.

—Ya deja de hacer eso o te vas a volver loca.

No era consciente de que Bruno estaba atento a mis frustraciones. Me vuelvo a recordar que lee mi mente continuamente.

—Si, y es una mente bastante repetitiva. Ya déjalo o me vas a volver loco a mi también.

—¿No te intriga el cómo le hice?

—Si, por supuesto.

De pronto se me ocurre algo terrible.

—¿Y si me hago cenizas como ella algún día y me convierto en un bebé?

Bruno colapsa en risas.

—Bueno, en ese caso te criará Lucifer encantado y yo te conoceré a la misma edad que ahora, así no me sientes como a un hermano.

Eso no me deja en calma, no ayuda en nada. Es más, lo potencia. Me hace tener imágenes de mi en la etapa de bebé, solo que ahora junto con Lucifer teniéndome en brazos.

—¿Crees que Lucifer sería un buen padre? ¿O lo hubiese sido conmigo?

—Mmm, bueno, fue un buen padre conmigo. Fabio era una especie de hermano mayor, nunca supo ponerme muchos límites.

—Aún no puedo creer que Fabio te haya cuidado, aún teniendo veinte años más que tú.

Primero se lo piensa y después comienza a reírse. Quiero saber que es lo gracioso que le causa esa risa tan risueña.

—Un año, Fabio, me llevo a ver el árbol de navidad más grande de Nueva York. En un determinado momento me desaparecí y aparecí colgado del árbol encendido. Aún lo recuerdo como si fuese ayer. Tuvo que ir tras mio como una persona normal, con los bomberos y todo.

Me imagino a Bruno de niño, uno muy travieso, y a Fabio muy dulce con él.

—Parece que fue un buen hermano mayor.

—Lo fue. Lo es, —se corrige— solo que a veces puede a llegar a ser muy terco. Si se le mete algo en la cabeza es imposible decirle que no.

Pienso en lo que dijo de salvar a Jud y en su postura dura en cuanto a completar la promesa.

—Me gusta como es igual. Además es muy lindo, tiene facciones aniñadas que lo hacen tierno, no parece de la edad que tiene para nada.

Recuerdo lo que dije sobre que es un abuelo y preveo una risa de Bruno, pero está algo serio, hasta puede que molesto. Me mira con una cara que no percibo del todo que es.

—¿Qué? —consulto después de esperar una explicación a mi pregunta mental.

—¿Te gusta Fabio?

—Si, obvio —respondo.

Respuesta equivocada.

Bruno se levanta del sillón y me deja sola. Camina hasta la cocina, lo sigo por detrás, esperando a que me explique su reacción.

—¿Qué dije? No estarás

—¿Celoso? Puede que si, no lo sé. Es un sentimiento extraño.

Oh, que tierno. Y que infantil...

No me llames así. Detesto que me hagan sentir menor de edad. Fabio siempre lo hace. Ni hablar el resto de los demonios incubo.

—Ey, no me refería a eso. Además no lo dije, solo lo pensé.

—Es lo mismo.

—No, no es lo mismo. No sé controlar mi mente, si sé controlar mi boca. No me culpes por pensar algo, no lo hago malintencionadamente. Tu lees mis pensamientos como si fuera un libro de la biblioteca el cual puedes abrir cuando quieras.

—De acuerdo. Intentaré no leer tu mente cuando estás cerca.

—Bien, y promete que no te pondrás celoso. Es tan tonto, ni siquiera tenemos algo formal u oficial.

—¿Necesitas que sea formal? ¿A quién quieres que le cuente? ¿A tus padres? —dice empleando un tono ácido e irónico.

Eso me duele, no solo por cómo lo dice, sino porque el sabe que no tengo padres. Solo tengo un padre.

—Tienes dos. Lucifer es tu padre —agrega.

Oh, se refería a eso. Pensé que se refería a mamá.

Niega con la cabeza, confirmando que aún sigue leyendo mi mente.

—Prometiste dejar de hurgar en mi cabeza. ¡Sal de ahí! —gritó enfadada por que su invasión a mi privacidad continúa a pesar de todo.

—¡Lo siento! Lo haré a partir de ahora.

Sigo enfadada aún después de cenar. Me doy una ducha y me acuesto en la cama de Bruno, solo porque Fabio ya se acostó en la suya.

Cuando Bruno ingresa en la habitación me hago la dormida, pero sé perfectamente que me descubrirá si aún puede leer mis pensamientos.

Probablemente los oiga y se haga el tonto, porque me deja tranquila del lado de mi cama. Duermo plácidamente hasta entrada la mañana.

Cuando me despierto tengo los brazos de Bruno a mi alrededor. Sus manos están sobre mi abdomen y otro cerca de mi busto. Siento su pecho sobre mi espalda subir y bajar, sus ronquidos en mi oreja y su aliento en mi nuca.

Me desarmo de su agarre y me dirijo a la cocina molesta aún por lo de ayer. Lo único bueno de dormir con él es su calor corporal, sus manos en mi cuerpo y su aliento en mi rostro. Bueno, todo, menos sus ronquidos, los detesto. Me recuerdan a la alarma de Jud, esa canción horrenda que sonaba cada mañana.

Ahora que lo pienso, extraño esa melodía un poco. Extraño despertar con Jud, o por culpa de ella. La extraño enormemente.

Me pregunto que le estarán haciendo, como se encontrará y si es posible ya ir por ella.

En cuanto veo a Fabio en la cocina me le acerco lo más que puedo. Es mi momento de escuchar su plan.

—Rápido. Dime cuál es el plan a seguir para rescatar a Jud.

Se acerca a mi oído y pone una mano en mi oreja.

—Pues mi plan es primero conseguir un artefacto que nos hace hacer transportaciones a cualquier sitio que tenga poder divino —explica en susurros, probablemente tema que Bruno le escuche si baja en estos momentos—. Así podríamos ingresar en el instituto o donde sea que la tienen.

—¿Y cómo vamos a enterarnos donde se encuentra?

—Bueno, ese es el problema. —Se acerca nuevamente a mi oreja—. Conozco un objeto que muestra a la persona que tú quieras encontrar, solo que dudo que nos presten eso de buena fé.

—Oh, entiendo. ¿Y si le damos algo a cambio? Algo que desee hace mucho tiempo.

—Bueno, creo que a quien desea el dueño del objeto es a ti, y tu no creo que quieras acceder a quedarte allí.

—Yo me sacrifico con tal de que salven a Jud.

—Okay. Es tu padre el que tiene el espejo demoníaco. Con él podemos ver a Jud.

—¡Genial! ¿Por qué temes que no nos preste el objeto?

—Porque es algo muy valioso para él. No quiere arriesgarse a perderlo.

—Entiendo.

Antes de almorzar le pedí a Bruno que esté fuera de mi mente y respetara mi privacidad. Creo que lo hizo, ya que no noté en absoluto en todo el día que me observara de algún modo extraño al pensar en lo conversado con Fabio.
Tampoco dije nada en la mesa al mediodía sobre lo que rondaba en mi mente.

¿Qué es ese espejo? ¿Por que es tan valioso para Lucifer? ¿Me lo prestaría sin pedirme que me quede encerrada en su casa? ¿Cómo se supone que espere al resto en caso de que me encierren en la mansión esa?

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