16
—En primer lugar, si comprendí que eras tú en mi cabeza antes, pero no sabía que podías leer mi mente, eso no se me cruzo por la
—Mente —completa Fabio la oración antes que yo lo haga.
Le lanzó una miradita de "no estoy para bromas".
Me sonríe como si el chiste fuese pintado en mi propio rostro.
—En serio. ¿Que creíste que hacíamos estáticos tanto tiempo desprotegidos del frío? —pregunta seriamente Bruno, como una docente exigente a punto de restarte puntos de un oral.
—Bueno, —comienzo algo tímida —pensé que descansábamos y miraban las aves por sus ruidos —explico mis hipótesis erradas.
—No, mi querida Cielo—dice de forma algo tierna Fabio.
—Cabeza de chorlito —agrega Bruno.
Me pongo roja como un tomate.
—Bueno, podía ser que estuvieses paranoico pensando que nos seguían.
—No es posible que nos sigan sin esa cosa blanca que les di, —explica con paciencia Fabio— y mucho menos después de la cabaña esa que vimos a lo lejos.
—¿Por qué? ¿Qué era esa cabaña? —pregunto interesada en el tema.
—Una simple cabaña —responde sin más Fabio—. Lo importante es lo que había dentro —agrega observando a Bruno y me percato en que le agrega algo más mentalmente.
—¿Y que había dentro? —consulto aún más curiosa ahora.
Bruno le devuelve una sonrisa a Fabio después de una breve miradita de soslayo.
—Ella es tan dulce e ingenua—. Me agarra de los mofletes y comienza a apretármelos—. ¡Mírala Fabio! ¿No es la cosa más tierna de todas?
Que persona tan molesta. Lo retiro con fuerza y luego le pongo mala cara. Ya sé que no van a decirme nada de ello.
—Okay, ya comprendí. ¡Ahora a lo importante! ¿Cuál es el plan para recuperar a Jud?
—Fabio tiene un plan, pero yo tengo otro.
Se hace un silencio sepulcral.
—¿Y entonces? —pregunto intrigada después de unos segundos.
Fabio deja la taza de café en el fregadero y Bruno me codea como si quisiera que preste atención en algo.
Sigue el silencio incómodo, hasta que Bruno vuelve a abrir la boca.
—Mi plan es huir hacia el norte. Tomar las provisiones necesarias y no volver nunca al instituto, ni a ninguna parte del Vaticano. Ni siquiera regresar a pisar un pie en Italia.
—Estamos en eso Bruno, pero debemos volver algún día a buscar a Jud.
—No es posible. Además su madre de seguro fue la que delató la ubicación en la cabaña. Es la única que estuvo todo el día encerrada en la habitación. —Nos observa intentando aceptar su hipótesis—. Piénsenlo, daría a Cielo a cambio de Jud.
Dudo de que mi tía sea esa clase de persona, pero Bruno no la conoce. Ojalá algún día lo haga, tanto por el hecho de que ella se encuentre bien, como el que Bruno siga en mi vida. Me entra una preocupación irracional de perder a Bruno en algún momento.
—Aún así hay que ir por Jud. Ella está indefensa y me necesita —procede a observarme y luego vuelve a enfocar su vista en Bruno—. Nos necesita.
Bruno no dice nada. Está intentando volver loco a Fabio con su silencio, o, tal vez, no sabe como decirle que no a su hermano mayor.
—Bruno, ella es importante para mi, también para Jud. Iremos por ella y es mi última palabra.
Bruno hace una mueca algo cómica. Tiene una sonrisa irregular, curvada mínimamente pero está allí, puedo verla.
—¡Ni de coña tío! ¡Joder, que te has enamorado! —dice en un perfecto español.
Me quedo boqueando un poco. Pareciera que Bruno fuese realmente español, pero solo está bromeando. Es que nunca lo vi tan chistoso como ahora. Es como si se hubiese comido el humor de Fabio.
—Bruno, es en serio. Debemos volver por ella, se lo prometimos.
—Se lo prometiste tú, no yo.
Fabio se acerca a la mesa y pone ambas palmas sobre ella, haciéndole frente a Bruno.
—¡Egoísta manipulador! ¡Te dije que el plan sería huir, si, pero volveríamos!
—¡Yo nunca accedí a esa parte del trato! —le responde accionando de la misma manera.
Ambos dos parecen estar a punto de darse unas piñas. Debo frenarlos en este instante.
—Okay, a ver si nos calmamos toreros.
—¿Toreros dijo? —pregunta Fabio a Bruno.
—Cielo, no te metas en esto —me calla Bruno.
—¡Me meto si quiero! ¡Están hablando de salvar a mi amiga! —le grito en su cara a la vez que el se acerca unos centímetros hacia mi.
—Tu amiga está condenada. No vas a ir para tener la misma suerte que ella.
Lo dice en un tono tan seguro que me molesta, aunque siento sus ojos fijos en los míos. Son ojos extraños, sumados a su expresión preocupada.
—¡Iré si quiero! —grito aún más elevado.
—¡Estúpida niña! —estalla y procede a poner un dedo arriba de mi entrecejo, luego me empuja hacia atrás—. ¡No comprendes nada!
Mal educado y agresivo. ¡Detesto este Bruno!
—¡Bruno! —le advierte Fabio.
—¿¡El qué no comprendo!? ¿El que eres un maldito egoísta que no quiere salvar a mi amiga? ¿O el que eres un miedoso demonio patético que no sabe ayudar a su mejor amigo?
—¡Llámame egoísta, miedoso y patético todo lo que quieras! ¡Aún así no volverás a pisar el Vaticano en tu vida!
¿Pero quién se cree que es este idiota?
—¡Iré a buscar a mi amiga con Fabio! ¡Me importa una mierda si tu te opones!
Bruno vuelve a sonreír de oreja a oreja.
—¿Y cómo piensan entrar en el Vaticano y salir de allí sin provisiones?
Se cree la gran cosa este demonio de cuarta.
Bruno me mira de reojo y entiendo que me acaba de leer el pensamiento. Seguro lo está haciendo hace rato. ¡Invasión a la privacidad es poco! Comienzo a idear un plan para tirárselo en la cara y lo primero que se me viene a la mente lo intento decir.
—¿Quién dijo que no tomaremos provisiones?—me interrumpe Fabio.
—La llave para entrar a la cabaña la tengo yo Fabio. —Se acerca unos cuantos centímetros a la cara de Fabio que esta del otro lado de la mesa—. Y no pienso dártela nunca.
Fabio agarra de la remera a Bruno y el otro lo imita. Comienzo a ponerme histérica en mi sitio sin saber que hacer para calmarlos.
—¡Tu, pequeño ingrato! ¡¿Te crié como a un hermano pequeño y me lo pagas así!?
¿¡Que qué!? ¡Esto se pone interesante!
—¡Te estoy cuidando Fabio! ¡Te volverán a maltratar allí dentro!
—¡No te hagas el que te preocupa mi seguridad! —Lo sacude violentamente hacia atrás y adelante—. ¡Solo te importa cumplir el trato con Lucifer!
—¡Si, cumpliré ese pacto con Lucifer como de lugar! ¡Ella no volverá a pisar ese sitio y tú tampoco! ¡Daré mi vida por que estén fuera de peligro ambos dos!
Oh, eso fue muy tierno de ver y escuchar.
Fabio aún lo sostiene del cuello, pero al observarlo detenidamente me doy cuenta que está a punto de soltarlo. Son tan cookies. Así le decimos a los chicos tiernos con Jud.
No dicen nada por dos segundos, hasta que Bruno suelta a Fabio y luego, este último, después mirarlo con odio un breve momento más, también lo libera.
—Eres un imbécil —le afirma Fabio.
—Y tu un pésimo amigo— le contesta el otro—. Me dejaste en ridículo frente a mi chica.
—¿Qué lo qué? —digo desconcertada.
Fabio se ríe y le da un manotazo en el hombro.
—Lo siento colega, no sucederá nuevamente.
—Obviamente ahora voy a tener que salir a cortar leña, sin remera, para que vuelva a verme como un hombre fuerte y con autoridad.
—Bruno, no es gracioso —le advierto.
—Yo saldría ahora mismo, debemos ir por comida en un rato —le recuerda Fabio.
Bruno abre la puerta y se aleja unos cuantos metros, aunque lo suficiente para que alcance a verlo a través de la ventana hacer el labor.
Se saca la remera y me sonríe con picardía. Cuando comienza a cortar leña me cruzo de brazos molesta por su insinuación, aunque por dentro me siento halagada, y solo consta de tres minutos para hacerme entrar en su juego. Se ve malditamente sexy haciendo eso.
Una servilleta aparece en mi rostro.
—Toma, límpiate ahí. La baba no es linda.
Hace una arcada fingida y eso me hace reír.
Le pego un manotazo y se retira con una sonrisa. Estos dos me hacen sentir enfado continuamente, pero es un enfado que luego se convierte en gracia. Que loco que sean demonios y no ángeles. Los ángeles son bastante aburridos, todo correctos y fríos. En todos estos años, Tomas, nunca me hizo enojar, pero tampoco reír. Al menos no en este nivel.
Me llama con su mano, me niego a acercarme con su torso desnudo. Hago un "no" con la cabeza.
—Te vendrá bien para fortalecer esos bracitos.
Su voz mental es más gruesa y más firme. Es como si medio me asustara y medio me encantara.
Accedo rápidamente. En cuanto estoy a su lado, me alcanza el hacha que estaba usando. Me acerco al tronco y comienzo a mover la herramienta de arriba a abajo. Lo repito tres veces, con intervalos breves de por medio, en los cuales no miro Bruno para no desconcentrarme.
El tronco después de la quinta vez que lo hacho, se parte hasta el centro, pero no se llega a dividir. Vuelvo a darle una vez más, el toque final, y finalmente se separa.
Fabio me aplaude detrás del vidrio y yo le sonrió con felicidad.
—Te quedan todos esos —me advierte Bruno detrás mío.
Hay una pila enorme a un costado. No pretenderá que haga todo eso yo sola, ¿o si?
Pasan los minutos, muchos, tal vez más de una hora. Mis brazos me estás rogando un descanso, aún así me resisto a detenerme.
Comienzo a sudar media hora más después. Me limpio la frente con la remera.
—Si quieres puedes sacártela.
Le sonrío irónicamente antes de mandarle un mensaje mental, único para el.
—Si quieres desnudarme, tendrás que esperar sentado un largo rato.
—Esperaré todo lo que sea necesario.
Suelto el hacha y me limpio las manos en la remera de Bruno, la que tengo aún encima, la cual no me retiraré. Tampoco es que hace demasiado calor, es solo cosa del movimiento.
—Bueno, ahora que has entrado en calor deberíamos practicar un poco de defensa. —Me toma de un hombro y me enfrenta.
Separo las piernas y me pongo en posición de ataque, algo similar a lo que hacía en las clases.
—Debes aprender primero a defenderte, no a atacar. Para ello estamos nosotros.
—Te dije que quiero entrar en las peleas.
—Entrarás, pero primero debes saber esquivar al oponente, sino después de un ataque tendrás menos fuerza para defenderte y devolverle el golpe.
Me lanza un puñetazo en el abdomen, algo doloroso, pero se que se está conteniendo. Aún así me doblo hacia adelante, por inercia y sensibilidad al dolor.
—Debes intentar esquivarlo.
No se disculpa y vuelve a lanzarme manotazos, los cuales esquivo, hasta que en una vuelve a golpearme, esta vez con sus manos en mis hombros, tirándome hacia atrás.
Caigo al suelo y me rasguño los codos, evitando golpear mi cabeza, aunque si doy con parte de la espalda, que termina siendo lo que más me duele.
—Arriba, de nuevo.
En parte lo odio por no pedir disculpas, y por otra parte agradezco que me esté enseñando.
Dos,tres, diez veces me derrota. Esto va a llevarme mucho tiempo.
Cuando comienza a bajar el sol Bruno me pide de ir dentro. Me niego, necesito seguir.
—Es suficiente por hoy.
—Bruno, continúa.
—No, mañana continuamos.
Me acerco a donde se encuentra, parado, con sus brazos cruzados, como si su postura no fuese lo suficiente desaprobadora, dice lo siguiente:
—Si, sos pésima en defensa, y mejor ni hablar sobre ataque, pero mañana empezaremos nuevamente temprano, lo prometo.
Conteniendo mi mano lesionada la cual fue doblada y tal vez tenga un esguince, con la otra a salvo, camino por su lado, haciendo un esfuerzo por no llorar en frente suyo, hasta llegar a la habitación de Fabio y meterme en la ducha a descargar mi malestar.
Una vez que salgo con la toalla me acuesto en la cama y no hago más que tomar la almohada y dormirme.
A la mañana siguiente me despierto con un irrumpido sueño, uno en el cual estaba paseando por la playa con Jud.
El sonido que me despierta es la de un ronquido, pero no es a mi lado, es en algún sitio pero no se donde.
Miro al suelo y veo a Bruno allí, durmiendo en un colchón al lado de mi cama.
Se supone que esta habitación es de Fabio, no de Bruno. Alargo mi mano y le toco el hombro, intentando despertarlo.
—Ey, Bruno. Despierta.
Se despereza como un gato después de verme con los ojos semi dormidos.
—¿Qué sucede?
—¿Por qué duermes ahí? Deberías dormir en tu cama idiota.
—Está durmiendo allí Fabio, y es muy asqueroso dormir con el. Suele tirarse gases por la noche.
Me da gracia lo que dice. Es muy probable que sea cierto. Fabio es un alma libre y sin muchas preocupaciones. De no ser demonio estaría en el bosque juntando nueces y corriendo con las ardillas.
Bruno se levanta y se dirige al baño. Abre la puerta, pero se detiene antes de ingresar.
—Ah, por cierto, son lindas.
Cuando bajo a observar lo que señala con su dedo en la lejanía de dos metros, noto a mis pechos libres de toalla. Todo mi cuerpo está desnudo, pero la sábana cubre de mi cintura hacia abajo. No recuerdo haberme tapado anoche, debe haberlo hecho Bruno.
Antes de que me cubra donde me hace falta, Bruno cierra la puerta de forma despreocupada, como si nada acabase de suceder.
No sé si me enfada el hecho de que no le excite mis pechos, o que me haya observado algo que nadie a visto desde mi infancia.
En el desayuno aún estoy avergonzada, molesta y ofendida. Sobre todo me incomodo cuando termino de desayunar y Fabio me guiña un ojo al pasar por mi lado y dejar su taza en el fregadero.
Espero que el no lea la mente como Bruno.
—Solo yo tengo ese poder niña.
Cuando terminamos de practicar, mi segunda clase de defensa, estoy tan maltrecha como ayer.
—Creo que deberías ser más suave Bruno —le aconseja Fabio mientras comemos el almuerzo que acabo de hacer junto con él.
Fabio me vio los moretones mientras me pasaba los condimentos y verduras que acababa de lavar.
—Ella insiste en que le enseñe lo más rápido posible la defensa, así, luego, pasar a la parte de ataque.
—Yo te pedí primero aprender a atacar —protesto con voz suave porque se que tiene razón en que soy pésima en todo este tema.
—¿A quién vas a poder atacar si ni siquiera sabes esquivar un puñetazo en el abdomen?
Pasamos la tarde moviendo nieve con una pala, cortando leña y por último, lanzando piedras al aire para ver cuál se congela.
Las temperaturas bajan notoriamente y no podemos estar mucho tiempo por la tarde afuera.
¿En donde podría ser que nos encontremos? ¿En el norte o en el sur?
—¿Fabio en que país estamos?
—¿País? Este es el infierno querida.
¿El infierno? ¿Pero no que era fuego puro ardiente?
—Eso te enseñan en los libros de tu secta religiosa —responde a mi pregunta mental—. De verdad muy mal contados. El infierno es tan puro y blanco como el cielo, solo que en vez de andar en paños menores con ropa blanca, acá debes usar bastante ropa, por lo general negra, así los rayos de sol te calientan mas, y así bueno, prevenir que seas un cubito. El hielo también quema, ¿lo sabías?
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