10
—Creo que escuché mal. —Lo señalo con mi dedo algo confundida—. Dijiste
—Sos mi hija, no escuchaste mal.
Primero no entiendo, vuelvo a pensar en que mis oídos tienen un defecto de audición. Luego me levanto y me alejo del sillón, intentando tomar distancia para poder pensar mejor.
—No, estás equivocado. —Las palabras brotan de mi boca rápidamente y mis manos tiemblan—. Creo que realmente te equivocaste de joven. Mi madre es
—La salvadora, el ave fenix, la paloma dorada enviada por Dios. —Se levanta intentando acercarse—. Isabella Bianchi, la mujer a la que amo, he amado y amaré por siempre.
Sigo caminando hacia atrás, hasta que golpeo con fuerza la mesa y el jarrón con tulipanes se cae, desbordando el agua y luego el jarrón rueda, cae lentamente, como si fuese una cámara lenta. Finalmente lo escucho romperse y hacerse añicos contra el suelo.
Miro el desastre que acabo de ocasionar. El libro humedecido por el agua, da pena de solo verlo. Lo levanto y comienzo a escurrirlo como puedo, intentando salvar algo de él.
—Déjalo. Tengo otros impresos en la biblioteca.
Me agobio por haber destruido un libro, ese libro que él tenía allí, señalado con el lazo rojo como la última vez, entre las dos mismas páginas.
Aún lo tengo en la mano cuando él me acaricia el brazo y me retira la obra destruida.
—Cielo, por favor escúchame.
—¡No! ¡Mi padre es Marcos! Mis abuelos son sus padres, ellos me criaron básicamente— explico con lágrimas en los ojos y el corazón a mil por hora.
—Si, ellos son tu familia. Ellos te aman, pero eso no quita que yo sea tu padre biológico.
Me quedo inmóvil, sin energía para luchar. Comprendo lo que dice, pero intento buscar fallas en su teoría.
—Mi madre nunca hubiese estado con un demonio —sigo explicando pero ahora el tono es más bajo—. Ella era descendiente de ángeles.
—También era parte humana, y también parte demonio.
—No —susurro. —No puede ser. Si fuese parte demonio nunca hubiese podido tomar las alas de ángel.
—Nunca tomó las alas de ángel. Ella era un fénix, de nacimiento. Era una obra de arte del mismísimo Dios, una creación divina, única e irrepetible.
Mi cerebro parece ir más rápido que mi corazón, y eso que mis latidos están a potencia máxima.
Empiezo a pensar en la imagen que pasaron en la tele, la de mi madre en el cielo, prendida fuego y emanando flamas a un diámetro gigante. Un círculo la rodeaba, mientras que sus alas abiertas le daban el impulso para acercarse a las enormes máquinas extrañas del cielo. También hay una imagen satelital de cuando explotó y se llevó con ella todo a su paso. No fue como una bomba, fue algo similar a un agujero negro, solo que rojo, ardiente y sin dejar nada atrás, como si se lo hubiese tragado, succionado. Ni siquiera dejó polvo, cenizas o algún tipo de rastro.
—Necesito aire. Necesito salir de aquí.
Aparece una puerta inmediatamente y salgo del living al patio que da a la playa de ayer.
Inhalo y exhalo. Me siento la presión baja, es demasiada información para no haber comido nada en tantas horas.
Me sujeto de una de las paredes blancas que están rodeadas de enredaderas.
Respiro e intento estar en calma. No es suficiente. Vuelvo a caminar y bajo la pendiente hasta llegar a la playa.
El calor del sol me rebota en el rostro, lo cual me ayuda. Meto mis pies al agua y eso también me da un poco del estímulo que buscaba. No está nada fría, pero me reconforta.
Me retiro el vestido y lo hago caer a la arena seca. Al no haber viento se quedará allí me digo a mi misma.
Sigo adentrándome al agua hasta que me cubre todo el pecho. No hay demasiadas olas por lo que no me arrastra el mar adentro.
El agua está cálida y mi cuero cabelludo me pide urgentemente sumergirse en el placer del mar.
Alguien grita mi nombre, justo antes de que me zambulla por completo en el agua.
Nado un poco confiada en mis enseñanzas de natación. Desde los seis años que nado en piletas del instituto. Creo que eso si fue algo positivo de haber vivido toda mi vida en ese sitio.
Encuentro la calma mientras el agua me regala silencio y paz. Sin embargo, algo me quita esa paz en un santiamén.
Uno de mis brazos es sacudido y me hacen salir de mi refugio.
—¡¿Qué se supone que estás haciendo?!
—¡Nadando! ¿¡No ves!? —le grito mega enfadada. Odio que me saque de mi sitio seguro.
Me tironea del brazo hasta que me lleva hasta la orilla y yo me lo quito de encima.
—¡Estuviste demasiado tíempo sumergida! ¿Te querías ahogar a caso?
—¡No es cierto! ¡Solo nadaba! Se aguantar el aliento bajo el agua por varios minutos.
Bruno está furioso. Se aleja gritando y luego vuelve como un resorte.
—¡Te vas ahora mismo para casa!—aúlla en forma autoritaria.
¿Quién carajo se cree este?
—¡No sos mi padre! ¡Idiota!
Patea la arena a un costado y vuelve a sujetarme del brazo. Me mira con rabia.
—¡Gracias al cielo no lo soy! ¡Sos un desastre!
Le clavo una mirada de desprecio absoluto. El me la devuelve con ímpetu.
—¡Nadie te pidió ayuda pedazo de engreído!
—¡Lo hago por obligación pedazo de niña idiota!
¡Qué le pego un salado en cualquier momento!
—¡Y vos sos un demonio patético entonces! ¿Tu trabajo es cuidarme? ¿Un demonio baby sister? ¡Qué triste es tu vida!
Uff. Le doy donde más le duele, se nota en sus músculos faciales que se relajan y su mirada cambia a una de dolor.
Tuché demonio ególatra.
Camino directo a la casa, no "mi casa". Nunca será esta mi propiedad.
Soy una corredora de élite o algo por el estilo, no camino, vuelo y la arena a penas es corrida.
Abro la puerta y estoy en "mi habitación" nuevamente sin recorrer pasillos ni nada. Al fin me sirve de algo esta magia maligna extraña. Cierro con fuerza, pero no hace sonido alguno. Eso me molesta, quería que se rompiera en mil pedazos.
Me llaman a cenar varias veces. No accedo en ninguna de ellas.
Ya perdí la cuenta de cuántas horas llevo sin alimentarme. Dos días probablemente o más.
No puedo dormir en toda la noche y cuando sale el sol deslizo las cortinas por primera vez. Siento como si ya me perteneciera ese sitio y lo detesto.
Me pongo otro de los vestidos de la valija, ahora uno ceñido al cuerpo en color negro.
Abro las ventanas en par en par y salgo al patio interno de la casa. Por primera vez veo la piscina y un par de sillones de cuero sintético blancos, un par de mesitas a sus lados y plantas que cubren el fondo. Una especie de estatua humana en blanco marfil y una gran casita de madera arriba de un árbol. Eso si es extraño. Como si hubiese algún niño aquí que pudiese disfrutarla.
Subo por la escalera que está atornillada al árbol y trepo hasta llegar a la puertita.
Dentro hay unos baúles tapados con plástico. Se los retiro y abro la tapa, encontrando cosas dentro. Inspecciono y encuentro un álbum de fotos. En otra hay pinceles y cuadros blancos de lienzo sin usar.
Al fin algo que puedo hacer que se me da bien y me entretendrá durante horas. ¡Lotería!
Intento pintar, pero mis manos no están en sincronía con mi cerebro. Aunque también mi cerebro está bastante fusilado. Debe estar en cortocircuito al no darle más que agua de la mesita de luz. Siento como mi estómago ruge cada que puede.
Okay, voy a tener que preguntar si puedo alimentarme sin que me aprisionen por toda la eternidad.
Sin necesidad de salir de la casita, desde la ventana veo como me observa Bruno.
Maldito fisgón. Lo haré trabajar por chusma.
—¡Ey! ¿Me traerías algo de comer?
—¿Ahora además de baby sister soy sirviente?
Me rio un poco de lo que dice, aún así mi estómago parece estar enfadado conmigo a esta altura.
—Si puede ser fruta mejor.
Bruno me detesta y no lo disimula en lo más mínimo. Me trae las frutas sin lavar y sin pelar.
Ni siquiera un cuchillo para retirarles las cáscaras.
—No te contrataría para que cuides a mis hijos.
Le pico solo porque puedo y porque necesito hacerlo con alguien. Aún estoy molesta con todo lo que dijo Lucifer.
—No creo que te convenga tener hijos. Serían nietos del mismísimo diablo.
Dejo de masticar y trago por inercia. Comienzo a toser al haber ingerido algo de un tamaño demasiado grande para mi canal esofágico.
Me falta el aire por unos segundos, maldita sea.
Bruno se pone detrás mío y me hace la maniobra de Heimlich.
Puta madre que vergüenza.
En cuanto largo al suelo la parte de la pera que estaba atascada, siento como me ingresa oxígeno a los pulmones.
Su mano, antes en forma de puño en mi tórax, ahora está sosteniendo mi cintura mientras me inclino de rodillas, como animal en cuatro patas.
Me comienzo a levantar, pero las piernas me fallan, y si, el me alcanza a sostener.
Damisela en apuros, que cliché horrendo.
—Deberías sentarte.
Me lo quito de encima, demasiado molesta con todo lo sucedido. Harta de ser una tonta en frente suyo.
Tantos años de preparación para batallas, y no hago más que cruzarme con este idiota en un bar y comenzar a tener tropiezos cada dos por tres. Es como si fuese un pájaro de mal aguero, gato negro o algo por el estilo.
—¡Desde que te conocí no paran de pasarme cosas terribles!
—Vaya forma de agradecer que te salve la vida. —Me empuja con un dedo y yo le pico con el mismo dedo en el hombro contrario—. Ingrata de cuarta. —Le sacó la lengua y el en reacción me la agarra con una de sus manos—. Si fuese por mi nunca te hubiese salvado en el bar. —Me suelta después de pegarle una patada a su rodilla izquierda, aunque no se queja del dolor—. Fabio está preso probablemente en tu asquerosa institución religiosa.
—Si me liberarán podría ir a aclarar las cosas.
—No estás presa, no podes irte por seguridad. Si te dejamos sola es probable que te atrapen esos tipos del bar. Esos eran demonios inferiores a tu padre, pero están aliados con gente que es muy poderosa. Esa gente fue la que destruyó todo el día que tu madre se sacrificó.
A todo esto, mientras él me explicaba yo lo miraba a un metro de distancia, sentada con las piernas cruzadas. Intentando serenarme comencé a cortar pasto con mis manos. Para cuando termino de hablar se sienta a mi lado. Me comienza a copiar el modo operandi de cortar el césped.
—Debes comer de nuevo algo. Tus labios están algo pálidos aún.
Levanto mi vista. Bruno esta demasiado cerca, observando mi rostro, mis labios puntualmente.
Le empujo con una mano para alejarlo, sin embargo me la agarra y se inclina rápidamente sobre mi. Siento su aliento en mi rostro y por primera vez le miro sus labios, su nariz, sus mejillas y hasta sus pestañas.
Había pensado en que era ególatra y muy sexy en el bar, pero ahora, dios mío, ahora mismo creo que es precioso, nada sexy, solo hermoso.
Si quitase el hecho de que es un demonio, que me acaba de decir ingrata, y si tan solo ayer no me hubiese hecho enfadar tanto...
Sus ojos negros me miran por primera vez, las pupilas mías, y las suyas se agrandan, como el gatito de Shrek. Que belleza.
Se ve tan increíble. Inhalo aire para serenarme, pero hasta su aroma es fenomenal. Dejo escapar un suspiro después de olfatearlo, pasando a sentir como mi cuerpo se inclina sobre el suyo, los pulpejos de mis manos rozan su nuca, al mismo tiempo que una de sus manos me toma de la cadera y la otra del rostro.
El rose de su dedo anular en mis labios, sus ojos reflejados en los míos, su nariz casi tocando la mía, mis dedos aún en su nuca, y sus labios. ¡Oh, sus labios semi abiertos! Están algo rosados, tentadores, liberan aliento en mi rostro. Casi no puedo respirar. Me recuerdo inhalar y exhalar, pero antes si quiera de hacer sinapsis mis neuronas, siento el roce de sus células contra las mías, su lengua contra la mía y sus amplias manos danzar en mis mejillas.
Presión en mis labios contra los suyos, presión de los pulpejos de sus dedos en la piel de mi rostro, presión en mi abdomen contra el suyo, y sobre todo, siento un roce estimulante dentro mío, su lengua saborea la mía y viceversa.
¿Esto es a lo que se refieren con el desenfreno del sexo? Si esto es solo besarse, no puedo imaginar lo siguiente.
Ni imaginarlo, ni hacerlo, porque alguien tira de Bruno y vuelvo a la realidad.
Lucifer me tiende una mano para levantarme, una mano firme y con una excelente cara de padre molesto.
No solo tengo un padre mala onda, sino dos. Perfecto.
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