8. Quédate Conmigo

*****

Cuando Lucifer despertó esa mañana, lo primero que hizo fue ponerse boca arriba sin abrir los ojos, y tantear la cama a su alrededor.

Abrió los ojos en pánico y se incorporó al sentir la cama vacía, pero el alma volvió a su cuerpo cuando se dio cuenta de que no estaba solo.

Alastor estaba ahí, sí, pero en el otro extremo de la cama, dándole la espalda.

Lucifer hizo un pequeño puchero mientras volvía a acostarse, soltando un prolongado suspiro. Ese no era el trato que quería recibir luego de lo que había pasado la noche anterior.

Apenas había podido con el éxtasis al darse cuenta de que Alastor le había permitido (o mejor dicho, ordenado) que se la chupara. Lucifer había decidido hacer que aquella fuera la mejor experiencia de la vida del demonio, y por la forma en que lo hizo gemir, retorcerse y llegar al orgasmo solo con eso, supuso que lo había logrado.

Pero Alastor no había sido egoísta. No se la chupó, pero hizo algo comparable al portarse como el sirviente más sumiso del infierno, dejando que Lucifer le hiciera lo que quisiera. Ah, los gemidos de placer que Alastor ni se esforzaba por disimular eran una de las más dulces melodías que Lucifer había escuchado...

Por eso, le pareció un poco desalentador ver que Alastor estaba tan lejos de él al despertar. Bien, quizás se había alejado estando dormido, sin darse cuenta, pero igual era inaceptable. Sobre todo cuando había despertado entre sus brazos los días anteriores.

Lucifer se acercó a él, deteniéndose a mirar su espalda cuando estaban casi pegados.

Unas nuevas marcas de garras habían aparecido en la espalda de Alastor, esta vez más profundos, tanto que había algo de sangre seca en su piel y en las sábanas.

Estaba un poco decepcionado de decir que esa noche hubo sangre roja, pero no sangre dorada. Alastor no lo arañó, abofeteó ni mordió como antes había hecho, y Lucifer realmente había extrañado esa parte del sexo con el Demonio de la Radio. Amaba al Alastor sumiso, pero también al Alastor violento y dominante.

Como sea, se inclinó hacia adelante y besó las heridas de Alastor, sintiendo que la piel de su espalda estaba caliente y un poco sudada. La fiebre había aumentado durante la madrugada. No sabía si era mejor dejarlo descansar o despertarlo para ir con la humana y acabar con esto de una vez por todas.

Mientras decidía qué hacer, abrazo a Alastor desde atrás, poniendo sus manos en su pecho. Se estremeció un poco cuando sus partes privadas tocaron la parte baja de la espalda de Al, pero eso lo envalentonó para pasar su pierna por encima de las del otro hombre.

No pudo evitar colocar su nariz y labios en la nuca de Alastor, dándole pequeños besos, sintiendo que el suave pelo corto le hacía cosquillas en las mejillas mientras lo hacía.

No quería que aquello acabara nunca. Y simplemente no entendía a Al... Se había sincerado con él, le había demostrado que era honesto respecto a sus sentimientos, y aun así, Alastor había decidido que no quería que esa relación avanzara. ¿Qué fue lo que falló?

Tal vez en realidad Alastor no le había creído. Lucifer hablaba en serio... ¿Verdad? ¿En verdad le había bastado con menos de dos semanas para enamorarse de este hombre?

No, no eran solo dos semanas. Hubo una tensión entre ellos desde el primer momento, solo se había negado a aceptarlo. Claro que lo amaba. Pensar en que ya no iba a despertar con él cada día le dolía mucho más de lo que quisiera admitir.

Lo había arruinado todo. Esa había sido la oportunidad de ser amado que tanto había deseado por años. Ahora, quién sabe cuánto tiempo iba a pasar para que pudiera conocer a alguien como Alastor. Alguien que lo hiciera sentir siquiera la mitad de bien. Alguien que lo hiciera sentir merecedor de amor.

Quizás su destino sí era estar solo después de todo. Eso podía aceptarlo. Pero... ¿cómo se supera a alguien como Alastor?

Por lo menos, el demonio nunca había demostrado interés en iniciar una relación con alguien más. Lucifer no hubiera podido soportar ver a Alastor ligar con otra persona. Sabía que ser tan posesivo con alguien que ni siquiera era su pareja oficial era malo, pero vamos, era el Rey del Infierno, podía ser malo de vez en cuando. Que el cielo amparara a cualquiera que se atreviera a mirar a su hombre.

Todavía estaba considerando seriamente matar a Vox si seguía pasándose de la raya con su acoso hacia Al.

Alastor se movió un poco. Quién sabe si se había despertado, pero lo que sí hizo fue poner sus manos sobre las de Lucifer y acurrucarse, disfrutando de ser la cuchara pequeña para variar. Lucifer lo abrazó un poco más fuerte, pensando que haría cualquier cosa para protegerlo. Si tenía que pelearse con Lilith, iba a hacerlo.

Lucifer no quería dejar eso atrás. Necesitaba a Alastor. Quería escuchar su voz de abuelo todos los días, reírse de sus anticuadas costumbres y luego aclararle que todo eso le parecía adorable y darle un beso a modo de disculpa.

Ya nadie iba a despertarlo con un beso en la mejilla. Nadie iba a abrirle las puertas y a tomar su mano en cuanto salieran de la habitación. Nadie le acomodaría el cuello de la camisa en momentos aleatorios del día. Nadie besaría el dorso de su mano mientras lo miraba con intensidad. Nadie iba a abrazarlo de aquella manera que lo hacía sentir que no querían soltarlo jamás.

Ahora, iba a tener que soportar verlo en el hotel y fingir que nada entre ellos había pasado, y tendría que dedicar mucho tiempo a convencerse a sí mismo de que todo lo que vivieron había sido un sueño, algo que había ocurrido en otro mundo, uno donde era posible que el Demonio de la Radio fuera un hombre tierno y atento.

Quizás algún día podría superarlo. Por ahora, sabía que los siguientes meses iban a ser muy duros, porque solo podría pensar en las posibilidades que no llegaron a ocurrir.

Mierda... Se sentía como esa escena de Lalaland donde se imaginan lo que pudo ser:

Lucifer estaba dispuesto a acompañar a Alastor a dormirse temprano y despertarse antes del amanecer. Prepararle su café negro, muy caliente y muy cargado sin nada de azúcar, tal como le gustaba. Acompañarlo a la torre y escuchar en vivo su programa de radio. Bajar a desayunar junto a los demás en el hotel. Asistir a las reuniones de los overlords. Juntar a los Pecados y que Al lo ayudara a resolver el conflicto entre Asmodeo y Mammon. Ir al Barrio Caníbal a tomar el té con la mejor amiga de su novio. Volver al hotel, al penthouse, que sería la nueva habitación oficial de ambos, donde encenderían la radio, y Alastor leería uno de sus libros mientras Lucifer trabajaba en su nuevo patito. Al lo animaría cuando ese patito no le saliera como esperaba. Bajarían a cenar con los demás, y terminando de comer, Charlie les pediría que al día siguiente salieran con ella y Vaggie a Luluworld en un paseo familiar. Y les comunicarían que ya estaba todo listo para tomar el nuevo retrato real de la Familia Morningstar: Charlie, Vaggie, Alastor y Lucifer. Luego, se irían a dormir temprano de nuevo, mientras conversaban sobre lo que iban a usar para el retrato. Y eso daría entrada para hablar sobre lo que iban a usar el día de su boda...

La fantasía terminó cuando un pequeño ronquido de Alastor hizo que Lucifer volviera a la realidad.

Ah cierto. Era su última mañana juntos.

Maldita sea. Pudo haber tenido todo eso, y lo arruinó todo. Alastor había tenido razón al decirle que se iba a arrepentir por haberlo tratado como lo hizo.

Comenzaba a sentir el pecho caliente por el contacto con la espalda de Alastor, pero el moreno roncaba tan plácidamente que Lucifer no quería despertarlo. Quién sabe si había descansado el día anterior, probablemente no, y por eso estaba tan sumido en sus sueños.

Bueno... La conclusión de todo eso era que mejor iba a dejar dormir a Al hasta tarde, y esperar a que se despertara él solo. Quién sabe qué tendrían que hacer más tarde al reunirse con la chica invocadora.

Y, por otro lado, Lucifer sabía que era inevitable regresar al infierno ese mismo día. No quería apresurar sus últimos momentos con Alastor.

Sabiendo las cosas que sabía, Lucifer no solía esperar milagros, pero estaba rogando por uno. Uno que hiciera que Alastor pudiera perdonarlo de verdad.

Pero no quería sobrepensar demasiado. Por el momento, Lucifer cerró los ojos, dejando que el suave sonido de los ronquidos de Alastor lo arrulla.



*****

Alastor se había despertado bastante tarde ese día. Esperaba que aquello no se hiciera costumbre, y que un par de semanas no bastaran para arruinar su reloj biológico.

No había sido precisamente un sueño reparador. Había dormido bien, sí, pero despertar solo significó dolor y más dolor. Le dolía la cabeza, el pecho, la espalda, otra parte más privada... En fin, todo eso sumado a lo afiebrado que se sentía, al mareo que le producía la fiebre, y no había que dejar de lado el dolor emocional.

Honestamente, solo quería volver al infierno, tratar de olvidar que esas semanas ocurrieron, y que todo en su vida después de la muerte volviera a la normalidad.

Había una razón por la que, después de su nada productiva ni concretada "relación" con Vox, había decidido que nunca jamás volvería a involucrarse con nadie. Eso de las relaciones era demasiado complicado. Demasiado intenso. Pasó más de 7 años sin nadie, y en unos pocos días había aceptado su amor por alguien nuevo, y luego ese alguien le rompió el corazón.

Está bien, no era el mejor partido, ni el mejor amante, ni el mejor en nada, pero le hubiera gustado que Lucifer tratara su horrible corazón un poco mejor.

Tal vez esto era el castigo que el soberano infernal debía darle por todas las cosas malas que había hecho... El golpe de realidad de que en realidad no merecía ser amado.

Bueno, eso estaba bien. Si así eran las cosas para él, no iba a quedarse tirado llorando por eso. Había que seguir adelante. Volver a sonreír, mantener esa sonrisa como siempre había hecho, y cumplir con la misión que le había sido encomendada.

Listo. No más pensar en Lucifer Morningstar.

Esa última parte resultaba difícil, siendo que despertó entre los brazos del pequeño rey.

¿Pero cómo? Se había asegurado de alejarse lo más posible de él para darle su espacio sin dejarlo solo en la cama. Luego de la sesión de sexo que habían tenido, Alastor esperaba haber agotado lo suficiente al rey para que durmiera por el resto de la noche. Tal vez lo había abrazado entre sueños.

Como sea, Alastor se había levantado con delicadeza, para no despertar a su majestad. Se había dado una ducha que hizo que las heridas en su espalda escocieran, y había salido para vestirse en la habitación.

Había decidido lucir de manera más o menos formal. El pantalón del traje, la camisa blanca que no se había puesto la noche anterior y una corbata roja. Y, en lugar del saco, la chaqueta café que por suerte ya había terminado de secarse.

Se había ocupado de limpiar sus gafas con una camiseta cuando vio a Lucifer despertar y entrar en pánico al darse cuenta de que estaba solo en la cama.

Lo había tranquilizado con un "Estoy aquí", y cuando Lucifer lo vio, pudo respirar tranquilo de nuevo. Alastor lamentaba haberle causado ese pequeño ataque al rey, pero era mejor que se fuera acostumbrando a que ya no iba a estar en la cama con él para darle los buenos días.

Lucifer se había levantado para ducharse y vestirse, y luego, sin decir mucho más, comenzaron a recoger todas sus cosas.

No empacaron todo. Lucifer no iba a llevarse nada de su ropa, salvo lo que llevaba puesto y el pijama de patitos. Alastor, por su parte, no quería desperdiciar el dinero de Lucifer, así que guardó toda su ropa perfectamente doblada en una bolsa.

Lucifer se ocupó de escribir una nota diciéndole al personal que se podían quedar con todos los artículos que habían dejado atrás. Mucha de la ropa era de buena marca, así que seguro podrían sacar provecho de eso.

Fueron a entregar las tarjetas de la puerta a la recepción. La joven que los había atendido todos esos días parecía algo triste por su partida, pero Lucifer hizo un comentario sobre que pronto regresaría de visita y le dejó una enorme propina discretamente.

Cuando por fin salieron del hotel, Alastor sintió algo de nostalgia. Era como si un enorme telón se cerrara frente a él. Dejar ese edificio se sintió como cerrar un capítulo de su vida. La prueba de que había que volver a la realidad.

Lucifer parecía sentirse igual. No dejó de ver el edificio ni por un segundo por la ventana del Uber hasta que este por fin dejó de ser visible.

El Uber los llevó hasta el parque donde se habían encontrado el día anterior. Ese día era sábado, la chica a quien buscaban debía estar en su casa, así que Alastor guió a Lucifer a través de las calles hasta llegar allá. No habían dado la dirección exacta al Uber porque no había que levantar sospechas.

Normalmente no les molestaba caminar, solo que ahora esa caminata estaba resultando un poco incómoda, ya que ninguno de los dos decía gran cosa. Alastor había tenido que detener a Lucifer antes de que cruzara la calle sin fijarse un par de veces. Ya estaba acostumbrado a hacer eso, claro que en días anteriores había sido más sencillo, cuando lo llevaba tomado de la mano.

—¿Entonces piensas volver?— le preguntó Alastor a Lucifer, mientras se acercaban a la casa.

—¿Eh?

—Al hotel. Eso le dijiste a nuestra joven amiga recepcionista.

—¡Ah! Bueno, sí, puede ser— admitió Lucifer —Creo que después de dejarlo salir, al fin estoy listo para volver a visitar playas. Y esta es linda.

—Me da gusto, en serio.

—Gracias. Me gustaría que Charlie viniera conmigo.

—Seguro que a ella le encantaría la idea.

—Eso espero. Nunca ha venido a la Tierra. Bueno, no que ella lo recuerde. La traje una vez solamente, pero ella ni siquiera sabía hablar todavía. Creo que disfrutará de un pequeño viaje familiar.

—Espero que estés contemplando a la querida Vaggie en este viaje familiar.

—Obviamente. Eso podría ayudarnos a crear lazos. Pero bueno, sabes... puede ser una invitación abierta. Cualquiera que quiera venir con nosotros puede hacerlo...

Lucifer lo miró de reojo. Alastor entendió la indirecta, pero suspiró y respondió:

—Es una buena idea, pero quizás la primera vez debería ser solo un viaje familiar. Que sea algo especial entre tú, tu hija y tu nuera.

—Sí... Bueno, quizás tengas razón.

Al vio como Lucifer abrazaba un poco más fuerte al patito de peluche que llevaba en los brazos, pero no dijo nada. Apreciaba los esfuerzos de Lucifer, pero de verdad esperaba que se diera cuenta de que esas insinuaciones sólo estaban haciendo más y más grande la herida de ambos.

Ya se iban acercando al departamento hasta donde Alastor había seguido a la chica, y cuando la puerta se abrió, Lucifer tomó a Al de la muñeca y lo jaló para esconderse detrás de una pared.

—¿Qué haces?— se quejó Alastor.

—¿Quieres levantar sospechas si nos ven?— replicó Lucifer,

—Es mucho más sospechoso que nos vean escondiéndonos. No eres precisamente el maestro del sigilo, ¿verdad?

De todos modos, Lucifer lo jaló de nuevo cuando el hombre que había salido de la casa pasó por donde estaban escondidos. Aún a la distancia, Alastor pudo sentir el hedor de la ropa impregnada con humo de cigarrillos.

—¿Quién es ese?— susurró Lucifer.

—Quizás es el padre de la chica, no lo sé— contestó Alastor —No lo vi ayer.

El demonio no pudo evitar hacer una mueca de disgusto mientras veía al hombre alejarse. Todas sus alarmas saltaron al verlo. El olor a sustancias intoxicantes que emanaba de él y su caminar algo entorpecido no eran una buena señal. No podía evitar que le recordara un poco a su propio padre.

Esperaron a que el hombre doblara la esquina, y luego fueron a subir la escalera para llegar al departamento indicado.

—¿Qué se dice en estos casos?— preguntó Alastor —¿Solo un "Hola, soy el demonio al que trajiste a este plano"?

—Supongo que sí— Lucifer se encogió de hombros —Normalmente no hay necesidad de presentarte porque apareces rodeado de personas que ya saben quién eres y te adoran y están a punto de matar a alguien en tu honor.

—Y dime, ¿en realidad sirve de algo que sacrifiquen vírgenes en tu honor?

—Claro que no. No sé qué se supone que haga cada que me llegan sacrificios humanos al infierno. Lo que menos necesito es más gente en el infierno. Por eso prefiero los corderos, por lo menos con ellos puedes hacer barbacoa.

Alastor soltó una risita y tocó la puerta. Esperaron unos momentos, y luego la puerta se abrió lentamente, dejando ver un par de ojos brillantes entre la oscuridad.

—Él se acaba de ir, todavía pueden alcanzarlo— dijo la chica en voz baja.

Hizo amago de cerrar la puerta, pero Alastor puso la mano para detenerla.

—No, querida, venimos a buscarte a ti— aclaró.

Los ojos de la chica reflejaron miedo en ellos. Ella tragó saliva y su voz tembló al decir:

—¿P-puedo ayudarlos en algo?

—De hecho yo soy quien va a ayudarte— aclaró Alastor —Tú me llamaste.

La chica abrió la puerta por completo. Parecía muy confundida, mirándolos a ambos de arriba a abajo.

—¿Podemos pasar?— preguntó Alastor.

La muchacha se hizo a un lado y les hizo una seña para que entraran. Alastor frunció un poco el ceño al ver la pequeña sala de estar, llena de botellas vacías y con un fuerte olor a alcohol y tabaco.

—Sabes linda, no creo que sea buena idea que dejes entrar a hombres extraños a tu casa así como así— comentó Lucifer, aunque de todos modos entró.

—Sí, es cierto. Pero estas son circunstancias especiales— dijo Alastor, ajustándose las gafas.

—Esto pasa todo el tiempo en realidad... ¿Entonces Jason no los envío?— ella parecía algo sorprendida.

Los hombres negaron con la cabeza. La chica era alta, pero bastante delgada y pálida. Lucía bastante cansada para ser una chica tan joven. Por su ropa estilo gótico, a Alastor le quedaba claro que era la persona a quien buscaba. Ni siquiera necesitaba la ardiente sensación en el pecho para que le confirmara que era ella.

—¿Quiénes son ustedes entonces?— la chica se quedó pegada a la puerta, seguro preparada por si tenía que huir.

—Bueno querida, estás frente a la encarnación misma de la maldad, esclavista y torturador de almas pecadoras, uno de los seres más poderosos de la Creación— Alastor sonrió ampliamente —Y este chaparrito de aquí es Lucifer.

—¡Hey!— Lucifer frunció el ceño, dándole un empujón.

La chica arqueó las cejas, parpadeó un par de veces y negó con la cabeza, diciendo:

—Okay. Sí, miren, Jason no está y tiene toda su mercancía con él, así que si lo que quieren es comprar algo, deberían alcanzarlo.

—No, no, escucha— Lucifer tomó la palabra está vez —Yo soy Lucifer, y este tonto de aquí es Alastor. Él es el demonio al que invocaste hace unos días.

—Creo que no estudiaste bien tu Grimorio, querida— Alastor arqueó una ceja —No sé dónde se supone que yo debía aparecer, pero acabé en una iglesia, sin poderes, y esta situación no me tiene muy contento, para serte sincero.

Ella parpadeó un par de veces, incrédula ante aquellas palabras.

—Si no te estuviera diciendo la verdad, ¿cómo sabríamos lo de la invocación?— señaló Alastor, en un intento de convencerla.

—Pues... No sé, alguna de las chicas de mi club de brujería debió decir algo y... No, no puede ser.

—Bueno, créelo. Tú me trajiste aquí, así que ahora tienes que hacerte cargo, querida.

—Cálmate Alastor— lo tranquilizó Lucifer —Después de todo, no es algo que se vea todos los días.

—¿Alastor?— repitió ella, luego de meditarlo por un segundo —Pero... no. Yo hice todo el ritual para invocar a Astaroth.

Alastor miró a Lucifer levantando los brazos y diciendo:

—¡Ahí está! Te dije que eso es lo que había pasado— se volvió hacia la chica y aclaró: —Bueno, tampoco estudiaste bien tu escritura rúnica. Me invocaste a mí, Alastor, el Demonio de la Radio.

La chica lo miró, estupefacta, y repitió:

—¿Demonio de la Radio? ¿Por qué la radio tiene su propio demonio?

—Es una larga historia— interrumpió Lucifer —Pero no te dejes engañar. Este tipo de aquí es uno de los overlords más poderosos del infierno, un verdadero monstruo sediento de sangre... y además, míralo, es el demonio más guapo de todo mi reino, ¿cómo no confiar en alguien con esa cara?

Alastor le dio un codazo. La chica los miró a uno y a otro, negó con la cabeza y dijo:

—¿Cómo sé que no son solo un par de locos? A ver, necesito una prueba.

—Bueno querida, si hubieras hecho bien esta invocación, yo tendría asombrosos poderes para mostrarte— apuntó Alastor.

Lucifer se adelantó, se metió a la pequeña y sucia cocina y tomó un cuchillo. La chica puso su mano en la perilla de la puerta, tensando su cuerpo ante el peligro.

El rubio no se dio cuenta de eso. Hundió la punta del cuchillo en la yema de uno de sus dedos. La sangre dorada comenzó a fluir, lenta pero constantemente. El olor hizo que Alastor tuviera que volverse hacia otro lado. Esa esencia despertaba en él un instinto casi animal.

—Pero...— la chica tenía el ceño fruncido, mirando incrédula como el líquido resbalaba hasta la palma del hombre —La sangre dorada es... de los ángeles.

—Y eso es lo que soy. Lucifer, el ángel caído— le recordó él —Pero no soy yo quien tiene un trato pendiente contigo.

—Wow, esto... ¿En serio eres Lucifer?

—Lamento no ser rojo y con cuernos, pero comprenderás que si voy a pasear por la Tierra tengo que venir en mi forma humana.

—Claro, claro, pero... No sé, esperaba que Lucifer humano se viera como Tom Ellis en la serie. Ya sabes... Alto y fuerte, y resulta que eres un twink.

El rubio puso cara de consternación. Alastor no pudo evitar reírse, pero aun así, se acercó a Lucifer y tomó su muñeca de la mano que mantenía en alto, diciendo:

—Puede que tengas razón, cariño. Pero este pequeñín es el Todopoderoso Rey del Infierno. Si sabes lo que te conviene, deberías mostrarle algo de respeto a su majestad.

Dicho esto, y ya sin poder contener las ganas, acercó su boca a la mano de Lucifer y se bebió su sangre acumulada en su palma, para luego lamer su dedo.

Lucifer y la chica lo observaron estupefactos.

—Lo siento, majestad— la voz de la chica tembló —Yo, eh... Lo lamento. Mierda... ¿Debería estar más asustada? Estoy asustada, pero... ¿Es irrespetuosos no salir gritando o...?

—Tranquila, no tienes que tener miedo— aseguró Lucifer —Por eso tomamos forma humana. Y contrario a lo que dicen las historias, no tengo intenciones de lastimarte ni nada. Además, si te atreviste a hacer una invocación, no esperaría que tuvieras miedo de los demonios.

—Es solo... En realidad no creí que lo de la invocación fuera a funcionar.

—Eso fue tu primer error, querida— dijo Alastor —Uno no hace una invocación pensando "Oh, veamos si es real". Se necesita voluntad. Y el hecho de que haya funcionado aunque tuvieras dudas me dice que hay una gran voluntad de tu parte. Tú de verdad necesitas mi ayuda. Así que dime qué es lo que quieres.

Alastor se alegró de que su voz sonara tan firme, porque en realidad tenía muchas dudas. Si no tenía poderes, ¿cómo iba a ayudar? ¿Qué podría querer esta niña? ¿Lo había llamado para hacer que un muchacho se enamorara de ella o algo así? ¿Cómo demonios iba a hacer que eso pasara? ¿Y si tanto esfuerzo por encontrarla era en vano al no poder cumplir su petición?

—Quiero que mates a mi padrastro— sentenció ella.

Alastor se alivió tanto por aquello que dejó salir una alegre carcajada antes de responder:

—De acuerdo.

—¿Qué? No, espera— lo detuvo Lucifer —¿Podríamos al menos saber por qué quieres algo así?

—Oye, es mi trato y no me interesan las razones— declaró Alastor —Además, he estado bajo mucho estrés este último par de días y tengo muchas ganas de matar a alguien.

Lucifer tomó a Alastor por el brazo y lo empujó hacia un lado, para decirle en voz un poco más baja:

—Permitirle hacer esto va a enviarla directo al infierno. ¿Olvidas que estamos tratando de controlar la sobrepoblación? Al menos debemos estar seguros de que entienda que su alma está condenada.

—Ya lo sé— intervino la chica, alzando un poco su voz —Sé que iré al infierno por esto, pero es algo que estoy dispuesta a pagar por vivir el resto de mi vida en la Tierra sin él.

Alastor se encogió de hombros, mirando a Lucifer como diciendo "¡Ahí está!". Pero el rey seguía sin tomarse las cosas a la ligera. Negó con la cabeza y suavizó su tono al decir:

—Cariño, no te confundas. El infierno es un lugar horrible, lleno de psicópatas y pervertidos. Yo tomaría esta decisión tan a la ligera.

—Eres blando para ser Lucifer ¿no?— comentó la chica, sin querer sonar grosera. Sonaba realmente sorprendida.

—Lo es— aceptó Alastor, dándole una palmadita en el hombro al rubio —Pero es como es. Dime, cariño, ¿por qué voy a matar a tu padrastro?

La muchacha se cruzó de brazos y su expresión se ensombreció un poco mientras comenzaba a relatar:

—Él es una persona horrible. Está metido en asuntos de drogas y prostitución. Me golpea y... bueno, ha abusado de mí un par de veces en los últimos años. Traté de huir, pero me descubrió y me fue mucho peor. A veces, cuando se queda sin dinero para pagar sus deudas, envía a tipos aquí para que yo... Bueno, ya se imaginan. Por eso no me pareció raro ver a dos hombres apareciendo en mi puerta.

—Pero... ¿Y la policía?— preguntó Lucifer —¿Intentaste hablar con ellos?

—A la policía no le importa. Muchos están trabajando para el mismo jefe de mi padrastro, así que solo me devolverán aquí si lograra huir de él.

—¿Dónde está tu madre?— preguntó Alastor.

—Murió de una sobredosis hace años. Jason, mi padrastro, era su proveedor. Él me adoptó cuando ella seguía viva, por eso debo vivir con él. Pero desde que ella murió, solo me ha tratado como otra más de sus mercancías y... Solo quiero deshacerme de él antes de que sus deudas lo sobrepasen y me entregue permanentemente como pago a sus jefes. Sé que lo hará porque ya lo he escuchado comentar esa idea con sus socios.

Alastor asintió. Él ya quería matar a este tipo desde que lo vio, pero ahora tenía muchas más ganas.

—¿Cómo es que... nadie ha hecho nada?— se sorprendió Lucifer —Quiero decir... ¿Nadie lo ha notado? ¿En la escuela o...?

—No les importa— respondió Alastor —La mayoría de las personas sólo se preocupan por sí mismas. E incluso si se dan cuenta de que pasan cosas así, prefieren no inmiscuirse para no salir perjudicados.

Lucifer se mordió el labio, pensativo. Alastor estaba casi seguro de lo que el rey pensaba. Es decir, luego de su profunda conversación algunas noches atrás, quedaba claro que él se culpaba por todo el mal en el mundo, así que escuchar esas bajezas de voz de una víctima debía ser duro para él.

De nuevo, a Alastor le parecía injusto que a la gente le pareciera correcto verter toda la culpa de la maldad humana sobre Lucifer. ¿Cómo se suponía que el hecho de que un idiota abusara de su hijastra fuera causado porque un ángel le dio una manzana a una mujer?

—Sí, exacto— dijo la chica —Por favor. Intenté buscar ayuda, intenté huir. No me importaría vivir en la calle, pero Jason conoce a tanta gente que me devolverán aquí de inmediato. Necesito que muera, así podré tomar su dinero y me iré a otro lado, muy lejos de aquí.

Al miró a Lucifer. Sabía que por la mente del rey debía estar pasando lo mismo que por la suya. Si esta chica mataba a su padrastro, ¿realmente merecía ir al infierno?

Es decir, el cielo diría que sí. Sin duda. Mandar matar a una persona era tan malo como matarla con tus propias manos. Pero esos santurrones no tomaban en cuenta todo el contexto. Esta chica no merecía ir al infierno por querer una vida digna. Y si para lograr esa vida digna había que matar a una escoria como su padrastro, era justo. Hasta le estaría haciendo un favor a la sociedad. Iba a evitar que esa mierda inútil siguiera arruinando la vida de otras personas.

El cielo realmente necesitaba revisar esas cosas, no solo ceñirse a sus reglas. Pero eso era imposible, llevaban siglos viendo las cosas en blanco y negro, cuando la realidad era que todo tenía matices grises.

—Está bien, creo que... Sí, es justo— suspiró Lucifer, abrazando a su patito

—Lucifer dio su aprobación, así que pasemos a las condiciones de este trato— dijo Al, parándose lo más recto que pudo —¿Cuál es tu nombre, querida?

—Charlotte— dijo ella.

Alastor se volvió hacia Lucifer de inmediato. El rey tenía los ojos muy abiertos.

—Tienes razón. Hay que matar a ese hijo de perra— sentenció Lucifer, muy enojado.

—No te preocupes por eso, lo haré. Por suerte para ustedes dos, soy un asesino profesional— Alastor se acomodó el cuello de la chaqueta —Nos desharemos de ese triste remedo de ser humano, y nada va a vincularte a ti con su desaparición.

—¿Y qué precio deberé pagar por esto?— preguntó Charlotte, cautelosa.

—Bueno cariño, usualmente al hacer un trato con un demonio, se espera que entregues tu alma. Tu vida después de la muerte sería dedicada a mí, y a cumplir todo lo que yo te ordene.

La muchacha asintió, pero por su mirada, era obvio que estaba algo asustada.

—Pero te diré una cosa— continuó Alastor —Te ofreceré otro trato. Yo mataré a tu padrastro, y a cambio no te quitaré tu alma, pero tendrás que cumplir una serie de condiciones.

—¿Alastor?— Lucifer se acercó un poco a él —¿Qué haces?

—Te escucho, demonio de la radio— dijo ella.

Al miró a Lucifer, y le dirigió una pequeña sonrisa.

—Primero que nada, y muy importante, tienes que prometer que nunca vas a invocar a un demonio de nuevo— comenzó a decirle a Charlotte —Sobre todo, no vas a invocarme a mí. Y no dirás nada sobre este pequeño encuentro.

—¿Ni siquiera a mis amigas del club de brujería?— preguntó ella.

—A nadie, querida. Si le dijiste a alguien que trataste de hacer una invocación, finge que no funcionó.

—Pero... ¡Hemos tratado de contactar con demonios por años! ¡Esto es increíble! ¡Tengo a Lucifer en mi casa!

—Querida, te equivocaste en todo y trajiste al demonio incorrecto. Y Lucifer está aquí porque yo se lo pedí, así que técnicamente esta invocación no fue un éxito. Como sea, tienes prohibido hablar de esto.

—¡Ah! De acuerdo. Me llevaré este secreto a la tumba... ¿Qué más?

—Tienes que prometer que este va a ser el único pecado realmente grave que vas a cometer en tu vida. Desde ahora vas a esforzarte por ser una buena persona, como si tuvieras la oportunidad de ir al cielo.

—¿Y tengo que ir a la iglesia?

—Claro que no. Ir a la iglesia no es sinónimo de ser buena persona, ni te abre las puertas del cielo.

—Ah, genial... Okay, me portaré bien.

—Estoy seguro de que lo harás. Tienes que cuidar de esa alma, o me arrepentiré de no habértela quitado.

Lucifer lo miraba con genuino interés, quizás preguntándose si había una razón oculta para tanta benevolencia.

—Tercera y última cosa— finalizó Alastor —Cuando invariablemente llegues al infierno, en muchos años, espero, deberás ir directamente al Hotel Hazbin. Muy importante, no lo olvides.

—Hotel Hazbin— repitió Charlotte —¿Y qué es eso?

—Si cumples la segunda condición, será muy sencillo que el Hotel Hazbin te ayude a redimir tu pecado, y podrás ir al cielo luego de un corto tiempo.

—Espera, ¿qué?

—¡Es cierto!— exclamó Lucifer —¡Yo creo que este pecado será muy fácil de redimir! Puedes ir al cielo, y no tendrás que pasar la eternidad en el infierno.

—¿Pueden redimir a los pecadores en el infierno?

Lucifer se aclaró la garganta y dijo con voz apresurada:

—Cuarta condición: No debes decirle a nadie esto. Lo que menos quiero es que la gente piense que está bien cometer pecados e ir al infierno porque hay oportunidad de redención.

—Sí, lo que dijo él— Alastor asintió —¿Qué te parece? Tú cumples esas cuatro condiciones, y yo me deshago de tu padrastro. Pero si no las cumples, automáticamente tu alma será mía, y eso elimina por completo tu oportunidad de redención. ¿Tenemos un trato?

Alastor extendió su mano para estrecharla, pero Charlotte dudó un poco.

—¿Todo está bien, pequeña?— preguntó Lucifer con tono paternal —Al se está portando bien, es un excelente trato.

—Si, no crea que no lo noto, pero... No sé, es raro— comentó ella —¿En serio voy a hacer un trato con un demonio?

—Querida señorita Charlotte, si ibas a acobardarte al último momento, no debiste empezar con este asunto en primer lugar— la reprendió Alastor, sin bajar la mano.

—No seas duro con ella. Eres intimidante aún en tu forma humana— le hizo ver Lucifer, levantando una mano para tocarle el hombro pero arrepintiéndose en el último momento —Es normal tener miedo.

—No tengo miedo, solo es raro— aseguró ella, dando un respiro hondo antes de decir: —Tenemos un trato.

Charlotte por fin estrechó su mano, y por un momento, Alastor se sintió... diferente. Como él mismo. Una luz verde iluminó todo el lugar, y para cuando ese destello fugaz pasó, lo único que Alastor pudo ver fue a la chica parada frente a él, con los ojos muy abiertos y una expresión de terror contenido.

—¿Estás bien?— preguntó él.

—Es que volviste a tu forma demoníaca completa por un momento— explicó Lucifer.

—Oh, bueno... No debes tener miedo de mí, a menos que incumplas con el trato. Espero que no tengas pesadillas esta noche. Aunque si fuera tú, estaría tan feliz porque te devolveré tu libertad que no perdería el tiempo teniendo miedo.

—Mierda... Okay, eso fue... Genial y aterrador— comentó Charlotte —¿Prometes que no robaste mi alma?

—Lo prometo. Yo siempre cumplo mis tratos al pie de la letra.

Charlotte miró su mano, como queriendo comprobar si ahora tenía una marca demoníaca o algo, pero no.

—Créeme, Astaroth sí te hubiera quitado tu alma, así que este fue un trato excelente para ti— señaló Lucifer —Al final, tu equivocación fue beneficiosa.

—Oh, no me arrepiento de haberme equivocado— afirmó la chica —He leído mucho y sé que Astaroth es muy poderoso, pero creo que prefiero la ayuda del novio de Lucifer.

Alastor hizo un sonido extraño, mientras que Lucifer se rio nerviosamente y habló con voz aguda:

—¿Qué? No, no, no, no, no. Él no es mi novio.

—¿No?— se extrañó Charlotte —¡Es que hay tanta tensión entre ustedes! Y por cómo se miran y como se hablan...

—¡Para nada!— Lucifer se puso rojo —Él es mi... eh...

—Socio— completó Alastor

—¿Socio? ¿Qué se supone que significa eso? ¿Soy tu socio?

—Bueno, no. Él es el padre de mi socia de negocios.

—¿Qué mierd-?

—¿Es la verdad o no?

—¿Y "amigos"? ¿Te parece bien?

Alastor se encogió de hombros, no muy convencido.

—Amigos, supongo— le concedió al fin.

Lucifer lo miró con el ceño fruncido y se enfurruñó. Alastor le dio un par de palmaditas en el hombro, tratando de apaciguarlo.

—Oh, mierda, sí que hay una enorme tensión entre ustedes dos— se rio Charlotte —Pero no me voy a meter en la vida privada del Rey del Infierno y el tipo que casi tiene mi alma.

—Es una sabia decisión, querida— Alastor se aclaró la garganta —En fin, te diré lo que va a pasar ahora. Dime exactamente dónde estará tu padrastro hoy. Y luego, vas a irte a pasar el día con alguien. Una amiga, quizás. Necesito que estés acompañada todo el día. Cuando ese sujeto desaparezca, la policía va a investigar, vendrán a buscarte de inmediato, y necesito que haya personas que corroboren que estuviste con ellas todo el tiempo.

—Sí, entiendo, señor demonio de la radio.

—Cuando la policía te interrogue, no te pongas a llorar de tristeza porque estará muerto. Se darán cuenta de que es falso. Actúa natural. Técnicamente no estarás mintiendo: Tú no lo mataste, pero tampoco te duele que ya no esté, porque era una mierda.

Charlotte asintió. Al mirarla, a Alastor se le aceleraba el corazón, como si la petición de esa chica funcionara como una inyección de adrenalina directa a su torrente sanguíneo. Estaba ansioso por apagar la vida de aquel hombre horrible.

—¿Vas a estar bien sin un adulto?— preguntó Lucifer —Sé que seguro él no es de mucha ayuda igual, pero... Ya sabes. Eres solo una niña, estoy preocupado por ti.

—Estaré bien— aseguró Charlotte —Todo será mucho más sencillo sin ese tipo molestando todo el tiempo. Tal vez me mude a otro estado, mamá tenía algunos parientes lejanos, solo debo contactarlos.

—De acuerdo. Estoy seguro de que podrás manejar todo esto— aseguró Alastor —Puedo ver que tu voluntad es muy fuerte. Nunca pierdas eso. Lamento mucho que tengamos que volver a vernos algún día, pero cuando eso pase, estaré feliz de encontrarme contigo de nuevo.

Para sorpresa de Alastor, Charlotte lo abrazó de repente. Él se quedó muy quieto por unos momentos, pero al final le devolvió el abrazo. Después de todo, seguro que ella lo necesitaba.

Puede que él mismo necesitara ese abrazo.

—De acuerdo, ahora necesito que me digas dónde voy a encontrar a ese despojo de ser humano que se hace llamar tu padre— le pidió Alastor a la chica, soltándola con delicadeza.

—Ah, sí, muy bien— dijo Charlotte —Siempre inicia su día yendo a una reunión con su jefe. Tardará un rato en eso, pero en cuanto salga hará su rutina de entregas habituales.

—¿Puedes anotar toda esa ruta en un papel?

—Eh... Sí, seguro.

La chica fue a buscar algún cuaderno donde anotar. Lucifer ahogó una risita y murmuró:

—Sabes que puedes crear rutas en un mapa y hacer anotaciones en tu teléfono, ¿verdad?

—¿Por qué no me dijiste eso antes?— se quejó Alastor.

—Todavía puedes decirle que no es necesario el papel.

—¿Y quedar como un ignorante anticuado con ella? No, gracias.

Charlotte regresó, y anotó en una hoja de papel todos los lugares donde podían encontrar a su padrastro, mientras Lucifer sí hacía una ruta en un mapa en su celular.

Lejos de apresurar aquel asunto, Alastor comenzó a hacerle a Charlotte preguntas que nada tenían que ver con la misión encomendada. Le pidió que le contara sobre su escuela, sus amigos, incluso de su grupo de brujería. La chica pareció algo confundida al principio, pero luego se mostró más dispuesta a hablar. Seguro que rara vez un adulto se interesaba en preguntarle ese tipo de cosas.

—De acuerdo, ya tengo todo lo que necesito— declaró Alastor, una vez que dobló cuidadosamente la hoja de la ruta, metiéndola en el bolsillo de su camisa —Así que es hora de despedirnos, jovencita.

Charlotte asintió despacio, abrió la boca para decir algo, pero no pudo. Solo se lanzó hacia adelante y abrazó a Alastor una vez más.

—Tranquila, sé que vas a estar muy bien— aseguró él, abrazándola de nuevo mientras Lucifer lo miraba con una pequeña sonrisa.

—¿De verdad no puedo volver a invocarte?— preguntó ella, con voz delgada.

—Bueno... No es precisamente agradable para nosotros ser invocados— le explicó Lucifer con calma —Pero hey, volverás a ver a Al algún día... lamentablemente.

Alastor se separó de ella y asintió, dirigiéndole una sonrisa que pretendía ser reconfortante.

—Cuídate, querida— le dijo —No te metas en más problemas. Y recuerda, ve a casa de una amiga. Celebra que hoy al fin serás liberada.

—Lo haré. Gracias, en serio— respondió Charlotte —Nos veremos luego, señor Demonio de la Radio.

Alastor le dio un par de palmaditas cariñosas en la cabeza. La chica tendió su mano hacia Lucifer, diciendo:

—Un placer conocerlo, su majestad.

Lucifer sonrió y, en vez de tomar su mano, le dio un abrazo rápido.}

—Un placer, Charlie.

La chica los acompañó hasta la puerta, y, después de otra ronda de rápidas despedidas, Alastor y Lucifer al fin salieron del departamento.

—Fuiste... demasiado amable— comentó Lucifer, ya que iban bajando la escalera —¿En serio rechazaste un alma para tu colección?

—Me pareció que esa Charlie ya ha sufrido demasiado— respondió Alastor, encogiéndose de hombros.

—Heh, sí... Aunque también creo que te estás ablandando

—No, no te confundas. Esto no va a volver a pasar. Y tú no le dirás a nadie sobre esto.

—Sí, claro. Como quieras. No le diré a nadie que hasta tú puedes tener piedad.

—Más te vale que no. No soy piadoso, ni amable, no lo olvides.

Alastor se acomodó las gafas, sacó la hoja de su bolsillo y le echó un rápido vistazo.

—Bien, terminemos con esto rápido— gruñó —Mataré a ese sujeto y al fin podemos volver a...

Dejó de hablar al ver que Lucifer se había detenido. El rubio abrazaba a su patito de forma que Alastor solo podía ver sus ojos, que estaban fijos en el piso y tenía el ceño fruncido.

—¿Qué te ocurre?— quiso saber Alastor, deteniéndose a un par de pasos de él.

—¿"Socios"?— murmuró Lucifer, algo dolido.

Alastor lo miró extrañado, tratando de entender. Cuando al fin lo captó, arqueó las cejas, suspiró y le recordó:

—Al final dije que éramos amigos.

—Porque yo lo dije antes— reclamó Lucifer.

—¿Y qué esperabas? Su observación me tomó desprevenido.

Lucifer no contestó. Se acercó a la jardinera de la casa frente a la cual iban pasando, y arrancó una pequeña flor blanca.

—No quiero ser tu socio ni tu amigo— murmuró, tendiendo la florecilla hacia Alastor.

El más alto dudó por un momento, pero al final suspiró y tomó la flor, metiéndola en el bolsillo de su camisa y diciendo:

—Ya lo sé.

Lucifer abrazó más fuerte a su patito y su ceño se frunció de forma más pronunciada.

—Mira... Solo quiero acabar con esto e irme a casa— suspiró Alastor —¿Es posible que podamos hablar de esto luego?

—Bien— gruñó Lucifer, sin levantar la vista, reanudando la marcha.

El rubio iba a poner un pie fuera de la banqueta para cruzar la avenida, pero Alastor lo sostuvo por la parte de atrás del cuello de la camisa para detenerlo justo mientras un autobús pasaba frente a él.

—Presta atención, el semáforo está en verde— lo regañó Alastor —Por favor, Lucifer. No puedo creer que te dejara guiarme cuando no podía ver nada.

—Ya, ya entendí— Lucifer quitó al patito de su cara y preguntó: —¿Qué hacemos ahora? ¿Compramos una pistola?

—¿Qué? No, obviamente no.

—Dijiste que querías hacerlo rápido.

—Lo haré rápido, pero eso no significa que no me voy a divertir.

—¿Y entonces qué necesitas?

—Un cuchillo.

Lucifer se encogió de hombros y dijo:

—Vi que hay un Walmart a dos cuadras de aquí.

Alastor se lo pensó por un momento antes de preguntar:

—¿Ahí puedo conseguir una segueta y bolsas negras?

Lucifer lo miró con una ceja arqueada, pero al final asintió.

Esperaron unos momentos en silencio, esperando a que el semáforo cambiara. Alastor podía sentir un hormigueo en el estómago, que nada tenía que ver con el hambre ni con su condición actual. El dolor en su pecho había disminuido un poco desde el momento en que había cerrado el trato con Charlotte, pero aun así, seguía sintiéndose debilitado.

Con todo eso, sabía que el gruñir de su estómago se debía a otra cosa.

—No puedo confiar en que cruces esta avenida tú solo— añadió, tratando de sonar molesto —Eres realmente torpe.

—¿Disculpa?— saltó Lucifer —¿Qué quieres decir con-?

Lucifer se interrumpió al ver que Alastor le ofrecía la mano para tomar la suya.

—Quiero decir que claramente necesitas mi ayuda— murmuró el hombre más alto.

Las mejillas de Lucifer se pusieron de un intenso color rojo mientras aceptaba el ofrecimiento.

La pequeña y suave mano de Lucifer estaba tibia, y para Alastor fue lindo volver a estrechar sus dedos entre los de él.

El rubio no dijo nada, pero se notaba que había un remolino de pensamientos invadiendo su mente. Alastor tampoco hizo comentarios, se dedicó a conducir a su acompañante al otro lado de la calle cuando el semáforo cambió de color.

Al estar en la otra banqueta, Alastor sintió que la mano de Lucifer se aflojaba, pero él no lo soltó. En cambio, siguió caminando, llevando a Lucifer consigo.

Increíble. Se estaba quejando de que Lucifer lo lastimaba con sus insinuaciones, y ahora él hacía esto.

Se lo estaba poniendo muy difícil a sí mismo. Su mente le decía que soltara la mano del rey, pero era como si sus dedos no le respondieran. La verdad era que no quería soltarlo, en ningún sentido de la palabra.

No dijeron nada hasta llegar a una plaza comercial en la que se encontraba el dichoso Walmart. Sin embargo, Alastor no se fijó en eso, sino en otro local de la plaza.

El nombre "IHop" no le decía nada, pero lo que llamó su atención fueron los carteles con fotos de hot cakes en las ventanas.

Miró a Lucifer, quien ya se había fijado en ese restaurante y lo observaba fijamente, con una mirada ilusionada.

—No hemos desayunado— comentó Alastor.

—¿Eh?— Lucifer no pareció haberlo escuchado.

—Dije que no hemos desayunado. ¿Vamos ahí?

Lucifer alternó su mirada entre Alastor y el restaurante un par de veces.

—No... Dijiste que querías hacer esto rápido y eso haremos— respondió, aunque no muy convencido.

—La señorita Charlie dijo que su padrastro tardaría un rato con su jefe— le recordó Alastor.

—B-bueno, sí, pero... ¿Y si hay mucha gente en Walmart y nos tardamos mucho?

—Tienes razón... Pero yo tengo hambre. Adelántate a hacer fila mientras yo voy por hot cakes.

Lucifer hizo un pequeño puchero.

—Vamos. De verdad quiero unos últimos hot cakes en la Tierra, contigo— le aseguró Alastor.

Sonrió, y le alegró ver que Lucifer le devolvía esa sonrisa, aunque su mirada triste no le había compañía a sus labios.



*****

Lucifer había estado tan desanimado toda la mañana que Alastor había dudado que un simple desayuno sirviera de algo, pero deseó estar subestimando el poder de los hot cakes. Más temprano que tarde le quedó claro que no era así: Lucifer sí sonrió un poco cuando la mesera le sirvió sus amados hot cakes, pero igual se veía apagado.

Realmente era un asunto grave si los hot cakes no ayudaban.

Lucifer le había dicho que era un monstruo, y justo así se sentía Alastor por haber sugerido el desayuno.

El plan que se había propuesto era simple: dejar tranquilo a Lucifer. Ignorar cualquier tonto pensamiento romántico y seguir con su vida. ¿Por qué estaba siendo tan difícil hacer eso? ¿Por qué estaba alargando la agonía de ambos? Mientras más pronto volvieran al infierno, más pronto podrían proceder a ignorarse lo más posible por el resto de la eternidad.

Por otro lado, permanecer en la Tierra significaba más tiempo con Lucifer. Era como si algo en su interior le estuviera diciendo que el Demonio de la Radio no podía estar con el Pecado del Orgullo, pero Alastor, el joven locutor de Nueva Orleans, sí podía estar con Samael Morningstar.

Había muchas razones para acabar con todo y superar esos sentimientos, pero una única para seguir insistiendo. Y esa razón era que él amaba a Lucifer. Por mucho que quisiera odiarlo y seguir adelante, la realidad es que lo amaba, y ese amor le pedía a gritos que lo perdonara y aceptara de vuelta.

Odiaba saber que le estaba dando muchísimo poder a Lucifer. Al decidir amarlo, le había dado el poder de destruirlo por completo, y Lucifer no había desaprovechado esa oportunidad. Hasta hacía un par de semanas, Alastor se sentía como el overlord más poderoso de todo el Anillo del Orgullo, pero ahora no era más que una sombra de sí mismo. Creía que estaba muy por encima de los tontos que permitían que los sentimentalismos afectaran su vida diaria, y ahora era uno más de ellos.

Había llegado a aceptar que nunca iba a ser amado, que todo lo que podía aspirar a obtener de las personas era su respeto a través del miedo. Entendía el rechazo que generaba en los otros pecadores cuando se lo cruzaban en la calle, pero el rechazo de Lucifer era algo que no estaba preparado para afrontar.

—No te entiendo— dijo Lucifer de repente.

Alastor, que se acababa de llevar la taza de café a los labios, se tomó su tiempo para dar un sorbo a su bebida, disfrutar el sabor y tragarlo antes de replicar:

—¿A qué te refieres?

El rubio no respondió de inmediato. Su mirada se clavó por unos momentos en su plato ya vacío, sobre el que solo quedaban algunas migajas del montón de hot cakes que había comido.

—Es solo... Me dices que no quieres saber nada de mí de manera romántica, me rechazas en cada insinuación, pero... Aun así te portas como si te importara... ¿Puedes explicarme qué pasa por tu mente?

Alastor cruzó los brazos sobre la mesa, clavando su mirada en los ojos de Lucifer.

—Para serte sincero, ni yo estoy muy seguro de que es lo que quiero— admitió —Pero lo que sí sé es que lo que voy a hacer es dejarte en paz una vez que volvamos al infierno. Y de esto no se va a volver a hablar.

Dicho esto, su mirada huyó de los acusadores ojos azules de su compañero.

—Sí sabes que nadie te está obligando a nada, ¿no?— apuntó Lucifer —¿Por qué "lo que quieres" y "lo que harás" no puede ser lo mismo?

—Te lo dije, porque no sé qué quiero, más allá de que no quiero perder más tu tiempo y no quiero salir más herido por todo esto. Por favor, entiende eso.

Alastor estaba preparado para escuchar la misma respuesta, Lucifer disculpándose e insistiendo en ser perdonado, pero eso no ocurrió. No, el rubio se quedó callado, de nuevo mirando a su plato.

—¿Entonces esto es todo?— murmuró Lucifer —¿Cómo vamos a actuar cuando volvamos a casa?

—Tenemos que intentar que todo sea como antes. ¿Crees poder?

—Pues... Eso creo. Hace rato, cuando estábamos con Charlotte, volviste a ser el grosero e irritante botones de siempre. Hasta lo extrañaba un poco.

—Te faltó reaccionar más enojado, me parece. Antes me insultabas a la menor provocación.

Lucifer soltó una risita un tanto forzada y se pasó una mano por la parte posterior del cuello, explicando:

—Sí... No lo sé. Luego de todo esto, no me saldrá decirte cosas feas con tanta facilidad como antes.

—Lo mismo digo— suspiró Alastor —Se me ocurrían mil maneras de burlarme de ti, y ahora me detengo a pensar "Espera, ¿y si eso lastima sus sentimientos?"

—Debes tener cuidado con eso. Charlie lo notará.

—Podríamos fingir que todos sus intentos para que nos llevamos bien al fin están dando frutos.

Seguro que cuando Charlie le pedía que se acercara a su papá, no se refería a que se enamorara de él, pero bueno.

—Quisiera disculparme contigo— suspiró Lucifer luego de un rato de silencio.

—Ya hiciste eso, no tienes que hacerlo otra vez— aseguró Alastor.

—No por la situación como tal. Hay algunas cosas puntuales por las que quisiera pedirte perdón.

El moreno arqueó las cejas, sorprendido, e hizo un gesto con las manos para animarlo a hablar.

—Primero que nada, siento mucho haberte golpeado— comenzó Lucifer —Por muy enojado que haya estado, no debí hacer eso. Menos sabiendo el dolor que ya estabas soportando. No es justificación, pero es difícil mantener el control una vez que me enojo. Es parte de mi naturaleza demoníaca.

—Sí, yo sé a lo que te refieres con eso. También pierdo el control de mí mismo y de mis poderes cuando estoy realmente molesto— aceptó Alastor.

—Aun así, no te descontrolaste esa noche...

—Porque no estaba enojado. Estaba algo molesto, de acuerdo, pero me sentía más... ¿Herido?

—¿Cómo es que tienes tanta paciencia conmigo? Seguro has matado personas por mucho menos de lo que yo te hice.

—No sé... Por lo que siento por ti, supongo.

Lucifer agachó la cabeza y se pasó la mano por el pelo de la nuca distraídamente, diciendo a continuación:

—Lamento mucho haberte acusado de acostarte con Lilith. Eso estuvo súper fuera de lugar, y pensándolo con la cabeza fría, sé que eso debió ofenderte en todos los niveles posibles.

—Uh... Bueno, un poco de razón tienes en eso— confirmó Alastor —Eso me ofendió mucho, pero no por las razones que piensas. Solo me lastimó que me creyeras capaz de hacerte algo así y no decírtelo. Que dicho sea de paso, yo también quiero disculparme contigo por una cosa.

—No es necesario que-

—Lamento haber insultado a la Reina. De verdad. El golpe que me diste en el ojo estaba bien merecido.

—Por supuesto que no, Al.

—Para mí sí. Mira, no debí llamarla de la forma en que lo hice, en primera, porque no hay que hablar mal de una dama nunca, mucho menos si no está presente para defenderse. En segunda, porque lo hice sabiendo lo importante que es ella para ti. Fue un movimiento de patán y lo lamento mucho.

—Bien... Si eso te hace sentir mejor, acepto tu disculpa.

—Gracias. Significa mucho. Le pediría disculpas a ella directamente, pero preferiría que jamás se entere de que me atreví a insultarla.

—¿Por qué le temes tanto a Lilith? Dime... ¿Ella te ha... tratado mal o...?

—Quisiera no seguir hablando de ella.

Lucifer lo miró con suspicacia, pero asintió, y Alastor realmente agradeció que no insistiera, porque prefería no pensar en lo que la Reina enojada era capaz de hacer.

—Y por último...— continuó Lucifer —Recalcando lo mucho que lamento todo, absolutamente todo lo que te dije e hice la otra noche, quiero ofrecerte una disculpa particular por haber... mencionado a tu madre durante nuestra discusión. En serio lo siento muchísimo.

Alastor detuvo la taza de café a medio camino hacia su boca y volvió a dejarla sobre la mesa. Lo recordaba perfectamente, claro que sí.

—Agradezco que te disculpes por eso— Alastor no lo miró, tenía la vista en la superficie del café —Tienes suerte de que la mencionaste para establecer un hecho y no para faltarle el respeto de ninguna manera. Si hubieras hecho eso, no estaríamos aquí ahora. Hubieras tenido que matarme en defensa propia por lo que hubiera tratado de hacer.

Esperaba que Lucifer se riera por la broma o algo así, pero no. El rubio soltó una tosecilla incómoda para luego murmurar:

—Yo no... "establecí un hecho"

—Dijiste "la triste historia de cómo tu mami arruinó su vida teniendo un hijo que no podía mantener". Eso es un hecho.

—No, no lo es Al...

—Lucifer, desde que era muy joven me di cuenta de que le arruiné la vida con mi nacimiento. No puedes convencerme de lo contrario a estas alturas. Pero en serio, aprecio la disculpa.

Lucifer se quedó callado por unos minutos, pero lo que sí hizo fue poner su mano sobre la mesa, de manera casual. Tal y como Alastor lo había hecho un par de noches atrás, esperando a que el rubio la tomara.

Al igual que Lucifer aquella noche, Alastor ignoró el gesto.

—Hay otra cosa que debo decirte— declaró Alastor, enderezándose en su asiento —Quisiera darte las gracias.

—¿Por qué?— Lucifer parecía verdaderamente curioso.

—Varias personas rompieron mi corazón bastante mal a lo largo del tiempo. Pero tú eres el único que me ha pedido perdón por hacerlo. Lo aprecio mucho, eso significa que te importé de alguna forma. Sigues teniendo el alma de un ángel, Lucifer.

Lucifer trató de responder, pero de su garganta solo salió un sonido ahogado que lo obligó a toser un poco antes de poder hablar:

—¿Aceptas todas mis disculpas?

—Nunca dije que no lo hacía— le recordó Alastor.

—Bueno, no, pero... ¿Qué significa esto entonces?

—Significa que acepto tus disculpas. Y las aprecio mucho. Solo eso.

—¿Disculpas es lo único que vas a aceptar de mí?

Alastor se quedó callado. Él quería aceptar el amor de Lucifer, pero tenía muchas dudas de que el amor que decía ofrecerle fuera real. Quería creerle, de verdad que sí, pero la parte más desconfiada de sí mismo le repetía una y otra vez que Lucifer solo estaba herido por no haberse salido con la suya. A esas alturas, le parecía imposible de creer que el Rey del Infierno realmente hubiera llegado a sentir algo por un plebeyo. No sabía cómo había podido ser tan crédulo.

Real o falso, Lucifer se veía muy afectado. Y real o falso, Alastor sí sentía mucho cariño por él, y no le gustaba ser el causante del desánimo del rey.

—Oye, no estés triste— trató de animarlo —Yo soy sólo un pecador. Sé que encontrarás a alguien mejor. Eres encantador, y muy guapo, y siempre me haces reír. Puedes tener a quien tú quieras...

—No, aparentemente no, Alastor.

—Mira, querido... Te estoy haciendo un favor. Si me he quedado solo tanto tiempo es por algo. Ahórrate el desencanto y la decepción, y busca a alguien que merezca estar al lado de una persona tan fantástica como tú, ¿sí?

Lucifer se rio un poco y se encogió de hombros al tiempo que decía:

—Aún nos quedan unas horas en la Tierra. Todavía no te deshaces de mí.



*****

Si al cajero de Walmart le había parecido extraña la selección de artículos que estos dos hombres habían comprado, no lo demostró.

Un cuchillo de chef, una segueta, una cinta gris, una caja de bolsas de basura grandes y una bolsa familiar de papas fritas.

Encontrar al padrastro de Charlotte fue el siguiente paso, pero la verdad eso había sido sencillo. Ese hombre parecía tener una rutina bien establecida, así que la lista que la chica les había dado sirvió de mucho.

Luego de verlo salir del punto de reunión con su jefe, los demonios lo habían estado siguiendo por un rato, viéndolo cruzarse con personas a quienes les entregaba pequeñas bolsas a cambio de dinero.

A Lucifer le parecía algo particular ver que Alastor no parecía muy interesado en la presa, sino que se la pasaba mirando alrededor, estudiando cualquier otra cosa excepto a su próxima víctima. Pero bueno, él era el asesino profesional, no iba a decirle cómo hacer su trabajo.

Finalmente, habían seguido al hombre hasta el muelle, donde el tipo se metió entre unos contenedores varados para hacer una entrega especialmente grande a otro sujeto. Esperaron hasta que el cliente se fue, y luego Alastor simplemente le había dicho a Lucifer "No intervengas".

El rubio ni tuvo tiempo de preguntar cuando Al ya se había lanzado por el tal Jason. Lo más difícil de esta parte fue para Lucifer, quien rápidamente se dio cuenta que la parte de "no intervenir" se refería a quedarse quieto mientras veía a Jason darle una paliza a Alastor.

Había que recordar que la altura de Al no compensaba que era flacucho, mientras que su víctima era un hombre bastante fornido.

Al principio, Lucifer se asustó y preocupó, pero como Alastor no dejaba de reírse del hombre e insultarlo, supuso que era parte del plan. De todos modos, la pasó muy mal viendo cómo golpeaban a su amigo sin poder intervenir. Más que nada, porque sabía que alguien de su tamaño no tenía nada que hacer en una pelea de dos hombres altos.

La pelea llegó a su fin cuando Alastor tomó el control al fin y usó una piedra para golpear a Jason en la cabeza. El tipo cayó inconsciente, y Al aprovechó para arrastrarlo a una pequeña choza que servía como almacén para los pescadores.

Lo que más le sorprendía a Lucifer era que, a plena luz del día y siendo que había gente en el lugar, nadie se hubiera dado cuenta de lo que pasaba. Por eso Al miraba tanto a su alrededor. Había estudiado los movimientos que debía hacer, donde atacar, a dónde llevar al hombre y joder, Lucifer ni siquiera había visto la choza de láminas donde acabaron.

La luz que entraba por una pequeña ventana sucia parecía iluminar todo con un filtro amarillento. La choza estaba llena de cacharros y moscas, y olía a pescado muerto. El único mueble era una mesa de madera con cientos de marcas de cuchillazos.

—¿Ya está muerto?— preguntó Lucifer, mientras cerraba la rechinante puerta tras de sí.

—Todavía no— respondió Alastor, limpiándose la sangre que escurría de su nariz con un movimiento desenfadado.

Lucifer dudó un momento, pero decidió dejarlo hacer su trabajo en paz y se sentó sobre unas cajas amontonadas en un rincón. Alastor se acercó a él para tomar la bolsa de Walmart que el rubio cargaba, se rio un poco cuando la abrió y sacó la bolsa de papas, entregándosela a Lucifer.

—¿Era necesario dejar que te pegara tanto?— preguntó el rubio, poniéndole ojitos de cachorro mientras tomaba las papas.

—No lo dejé... Eso no era parte del plan— admitió Alastor, sacando el cuchillo de chef de su empaque —Es solo que me siento algo débil, y él era mucho más fuerte de lo que pensaba.

—Pude haberte ayudado.

—¿Qué ibas a hacer, chaparrito? ¿Morder sus rodillas?

Lucifer frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Lo siento, lo siento— se disculpó Al —No te pedí ayuda porque no quería que te lastimara. No te preocupes por mí, puedo soportar unos pocos golpes.

El moreno le dirigió una sonrisa tranquilizadora para hacerle saber que todo estaba bien. Lucifer la aceptó, aunque solo quería abrazar al hombre jadeante y sudado cuya ropa estaba manchada de tierra y sangre que no dejaba de escurrir su nariz.

Alastor se ocupó de amordazar e inmovilizar las manos y piernas del tipo con cinta, para luego cubrir el piso y la mesa con algunas bolsas negras. Lucifer no entendía por qué no solo lo mataba y ya, pero de nuevo, lo dejó trabajar.

Cuando quedaba claro que el sujeto no podría huir aunque quisiera, Alastor tomó el cuchillo y lo enterró con fuerza en el muslo de Jason. Esta despertó de su estado de inconsciencia, gritando, aunque su grito se ahogó por todos los trapos sucios que Al había metido a su boca.

Alastor no pareció perturbarse ni un poco. Se puso de pie y con toda la calma del mundo se quitó la chaqueta, la corbata, sacó la florecilla blanca de su bolsillo y se arremangó la camisa con dobleces perfectos.

Jason jadeaba, mirando el cuchillo enterrado en su pierna. Alastor se echó el pelo hacia atrás, se puso en cuclillas frente a él y le dijo:

—Nada te costaba ser un buen padre para esa chica.

El hombre abrió los ojos con horror, tratando de gritarle por piedad, o quizás alguna amenaza, quién sabe.

Alastor desenterró el cuchillo de un tirón. El hombre volvió a gritar mientras la sangre brotaba de su pierna a borbotones.

Lucifer abrió su bolsa de papas, y durante un buen rato, disfrutó de ver a Alastor poniéndose creativo con ese cuchillo. Siempre era placentero presenciar una buena tortura de alguien que realmente la merecía.

Alastor se estaba asegurando de que su víctima supiera por qué le estaba pasando eso. De hecho, hubiera sido una linda y muy productiva charla sobre paternidad responsable en cualquier otro contexto.

Sin duda, una de las partes más satisfactorias de presenciar fue cuando Alastor se reveló como un demonio que lo torturaría aún después de la muerte, asegurándole que iba a encontrarlo en el infierno para destruir su alma. El sujeto buscó con la mirada la cruz en su cuello, pero al notarlo, Alastor la arrancó y la sostuvo en su palma frente a él sin decir nada, pero en una clara demostración que alguien como él no debía esperar intervención divina.

Luego de un rato, Jason ya era más una masa sanguinolenta que emitía débiles quejidos cada tanto, y Alastor estaba cubierto de sangre de pies a cabeza.

—Quizás pueda invitar a este amigo a mi programa. Un pequeño recordatorio a todos en el infierno de por qué me dicen el Demonio de la Radio— comentó Alastor, poniendo su pie en el pecho del hombre como si nada, mientras limpiaba la sangre de sus gafas con la última parte limpia de su camisa —No de inmediato, por supuesto. No pude divertirme cazando hoy. Tal vez en el infierno podamos seguir con la charla sobre su deficiente paternidad.

—Sería un gran episodio— opinó Lucifer, comiendo las últimas papas.

Esperaba que Alastor no se olvidara de que lo había invitado a presenciar una de sus transmisiones especiales, porque realmente estaba deseando volver a ver a este hombre sufrir.

—Supongo que ya es hora— suspiró Alastor.

—Sí, eso creo— aceptó Lucifer, desganado.

El hombre moreno se volvió hacia su víctima, quien ya no podía hablar, pero sí le lanzó una última mirada pidiendo clemencia, y al fin le cortó el cuello con un rápido movimiento.

En cuanto lo hizo, una luz verde apareció en el suelo, y esta se fue extendiendo mientras dibujaba algo. Un símbolo dentro de un círculo.

Alastor tuvo cuidado de no pisarlo, así que Lucifer también levantó los pies del suelo.

El sigilo de Alastor brillaba en un intenso color verde, lleno de símbolos de vudú.

Lucifer tomó la bolsa con la ropa de Alastor y se movió para sentarse en otro sitio un poco más alejado del dibujo en el suelo para no pisarlo por accidente.

—Es un lindo sigilo— comentó Lucifer, algo triste al ver aquello —Bien... Ya solo hay que entrar y el portal se abrirá.

—Lo sé, lo sé— respondió Alastor —Pero vamos... No podemos dejar tanta evidencia.

Alastor volvió a tomar la bolsa de Walmart, sacando la segueta y el resto de las bolsas de basura.

—Espero que no te importe— Al examinó el filo de la segueta de cerca —Pero entenderás que es muy difícil encontrar carne humana fresca en el infierno. No puedo dejar pasar esta oportunidad.

—Seguro este tipo sabe horrible— Lucifer arrugó la nariz —Pero adelante, yo te espero.

Alastor levantó el cadáver y lo puso sobre la mesa. Luego, tomó el cuchillo de nuevo, cortó un pedacito de músculo y se lo llevó a la boca.

—Bueno, no es exquisito pero sabe mejor que alguien que ya lleva tiempo en el infierno— comentó luego de tragar

—¡Ugh, Alastor! ¿No cocinas la carne humana antes de comerla?— exclamó Lucifer, asqueado.

—A veces. Pero pierde algo de sabor. ¿Quieres probar?

—¡Claro que no!

Alastor se rio un poco, tomó la segueta y comenzó con su labor de carnicero.

A pesar de lo grotesco de la escena, con todas las salpicaduras y sonidos de músculo, tendón y hueso rompiéndose, Lucifer no podía evitar pensar que Alastor se veía súper sexy cubierto de sangre y con esa mirada enloquecida en su rostro.

Tampoco podía evitar pensar que su forma de hablar y de moverse mientras torturaba a su víctima era muy parecida a como lo hacía durante el sexo.

Lejos de preocuparlo, esa comparación lo hizo sonrojarse un poco.

Pasó un rato más, y Lucifer se estaba distrayendo con su celular, cuando soltó un pequeño resoplido.

—¿Qué pasa?— preguntó Alastor, lamiendo la sangre de sus dedos luego de terminar de romper un par de huesos.

—Busqué al tipo que mencionó la chica, Tom Ellis— respondió Lucifer —Hay una serie donde se supone que él soy yo, mira.

Le mostró su teléfono a Alastor. ¿Así que la imagen que los humanos tenían de Lucifer era ese hombre alto y musculoso?

—Bueno, es muy atractivo— admitió Alastor, arqueando las cejas —Seguro que tienes un enorme club de fans por ahí gracias a él.

—Supongo que ya entiendo la decepción de Charlotte. Imagina enamorarte de ese Lucifer y luego toparte conmigo— resopló el rey.

—Creo que tú eres mucho más lindo. Ese hombre es muy guapo a su manera, pero yo personalmente prefiero la imagen de este rubio que parece un patito.

Lucifer se sonrojó ante la sonrisa sincera de Al, quien rápidamente volvió a su trabajo.

Después de un rato más, Alastor terminó de cortar y meter la carne a las bolsas negras, para luego ponerlas sobre el sigilo en el suelo. Limpió la escena del crimen y luego, sin decir nada, se quitó la camisa sucia, y la usó para limpiarse la sangre de las manos y la cara. Todo mientras Lucifer lo miraba fijamente, disfrutando el espectáculo.

Alastor se acercó a él, con el pecho desnudo, y el rubio solo tragó saliva mientras lo observaba. Pero el moreno no hizo nada. Se había acercado para tratar de tomar otra camisa limpia de la bolsa que había empacado.

—Espera, todavía tienes mucha sangre— lo detuvo Lucifer —Déjame ayudarte.

Sin esperar respuesta, tomó de la mano de Alastor la camisa antes blanca, que ahora era de tonos rojos y marrones por tanta sangre y suciedad, e hizo el amago de ponerse de pie para alcanzar su rostro.

Sin embargo, antes de que lo hiciera, Alastor lo detuvo y, en cambio, se arrodilló frente a él, sin dejar de hacer contacto visual con su compañero ni por un segundo.

La respiración de Lucifer se detuvo. No porque pensara que pasaría algo más, sino simplemente porque Alastor era... hermoso. Verlo así de cerca era un placer.

Ninguno de los dos dijo nada. Lucifer le quitó las gafas con delicadeza y las guardó en el bolsillo de su camisa. Casi se puso a llorar ante la dulce mirada de aquellos ojos marrones de largas pestañas que había llegado a amar tanto.

Tragó saliva, y procedió a usar la camisa para limpiar la cara de Al. Él apenas se había quitado la sangre de los ojos y la boca, pero Lucifer se ocupó de limpiar su rostro por completo con movimientos delicados. Aun así, Alastor hizo una involuntaria mueca de dolor cuando Lucifer tocó el moretón bajo su ojo.

—Lo siento— murmuró Lucifer.

—Está bien, tranquilo— respondió Alastor, también en un susurro.

Un nudo se formó en la garganta del rubio, y su respiración se hizo un tanto más ruidosa. De todos modos, continuó con su tarea, apartando el flequillo de Alastor para limpiar su frente. Mientras lo hacía, sentía los labios de Alastor rozando su mano, demasiado para ser por accidente.

Cuando terminó de retirar cualquier rastro de sangre del rostro y el pelo de Al, Lucifer simplemente dejó caer la camisa al piso, y miró a su compañero con mucha atención, poniendo una de sus manos a un costado de su cuello, y la otra directamente en su espalda.

Los ojos de Alastor se volvieron brillantes por las lágrimas de un momento a otro, y lo único que el moreno atinó a hacer fue lanzarse hacia adelante, escondiendo su rostro en el regazo de Lucifer mientras rodeaba firmemente su cintura con ambos brazos.

Lucifer sintió una especie de punzada en el corazón, encorvándose para abrazarlo en esa posición, frotando su espalda herida por los arañazos de las noches anteriores, y hundiendo sus labios en los rizos castaños.

Sus manos temblaban, y sentía que Alastor era sacudido por unos sollozos completamente silenciosos. Había muchas cosas qué decir, pero por el momento, ninguno habló. Dedicaron esos momentos a disfrutar del contacto físico.

Pasaron unos momentos antes de que Alastor se animara a levantar el rostro hacia él. Probablemente no podía verlo claramente, entre las lágrimas y la falta de gafas, pero de todos modos, la expresión en su rostro era la de alguien que contemplaba algo divino.

Lucifer no perdió el tiempo, se agachó y pegó su frente con la de Alastor. Quería decirle algo, pero las palabras se negaban a salir de su garganta. ¿Para qué? Decirle que lo sentía era redundante, ya se lo había dicho muchas veces y, aunque sabía que Alastor aceptaba esas disculpas, no estaban sirviendo de nada.

Quién sabe si fue él o Alastor quien dio el primer avance, pero eso no importaba. Lo que ocurrió a continuación fue que los labios de ambos se rozaron, desesperados por ese contacto, pero por alguna razón, ninguno terminó de cerrar el espacio entre ambos. Ese beso no ocurrió.

—Al, mira yo...— Lucifer se había separado apenas lo necesario para poder hablar —En serio no quiero que esto termine aquí.

—Me parece que es lo mejor para ambos— murmuró Alastor, y luego de decir eso, se separó de Lucifer.

El rubio se enderezó, pero de inmediato tomó el rostro de Alastor entre sus manos, declarando:

—Habla por ti. No es lo mejor para mí, yo sé que te necesito. Sé que te lastimé, pero de nada me sirve que digas que aceptas mis disculpas si no me dejas demostrarte que estoy arrepentido de lo que te dije y lo que te hice. Tú todavía me amas. Por favor, solo acéptalo y hagamos que esto funcione.

—Oye... piénsalo. Quizás tenías razón, y fue sólo porque nos vimos obligados a estar juntos, tal vez nos imaginamos cosas...

—Alastor, no me hagas esto. Te estás mintiendo a ti mismo. Tú sabes muy bien que no te hubieras animado a decirme que me amabas si no lo sintieras de verdad.

Alastor tomó a Lucifer por las muñecas y retiró las manos del rey de su rostro, despacio y con movimientos delicados. Lucifer tuvo que morderse la lengua para evitar soltar un sollozo.

—¿Y cómo sé que ahora no eres tú quien miente?— preguntó Al —¿Cómo sé que no quieres utilizarme sólo porque lastimé tu orgullo o porque no quieres sentirte solo?

—No lo sabes. Solo tienes que confiar en mí.

Al frunció el ceño un poco al notar el paralelismo.

—Prometí que te iba a dejar en paz si era lo que querías— reconoció Lucifer —Pero la verdad es que no puedo, y no sabes cuánto lo siento. Lo último que quiero es molestarte, pero es que... Sé que, en el fondo, también quieres estar conmigo, y si existe cualquier pequeña posibilidad, me voy a aferrar a ella.

Alastor se puso de pie despacio. No dijo nada mientras tomaba una camisa limpia de la bolsa y se la ponía, sin abotonarla.

—Voy a... pensarlo— declaró el demonio al fin —De verdad voy a pensarlo. ¿Puedes vivir así? ¿Sabiendo que al menos no es un "no" rotundo?

Lucifer asintió. No era la respuesta que quería, claro, pero no podía exigir mucho más. Alastor era cerrado con sus sentimientos, y cuando decidió mostrarlos, él solo los había despreciado antes de detenerse a pensar y ver que era totalmente correspondido. No podía culparlo por ser desconfiado ahora.

¿Así que ahora Alastor era sólo eso? ¿Una parte de él que nunca sería suya?

—De acuerdo, estoy listo— anunció Al, suspirando mientras arrojaba la bolsa con su ropa dentro del sigilo.

Lucifer se puso de pie y tomó a su patito, colocándolo dentro del sigilo. Luego, tomó la flor blanca de la mesa y se paró frente a Alastor.

Tuvo una sensación algo rara. Como que algo estaba mal, y es que sabía que todo iba a cambiar una vez que entraran al sigilo. Y claro, como había dicho Al, parecía ser solo otro final triste de una linda historia de amor que no pudo llegar a ser.

—No olvides esto— le dijo, entregándole la flor.

—No. Tú deberías conservar eso— propuso Alastor —Ya no puedes darme flores nunca más, ¿entiendes?

Lucifer sintió un hueco en el estómago por el rechazo. De todos modos, metió la flor en su propio bolsillo del pecho.

—¿Puedo tocarte?— preguntó Lucifer luego de unos momentos de silencio.

Alastor asintió, aunque un poco extrañado por la petición. Lucifer dio un paso al frente y le puso las manos sobre las mejillas. Al cerró los ojos mientras Lucifer pasaba sus manos suavemente por su cara, tocando su nariz, sus labios, sus cejas, y finalmente, los dedos del rey se hundieron en el cabello del más alto. Quizás solo quería memorizar cada detalle del rostro humano de Al, tanto con la vista como con el tacto.

—Aquel día, luego de ver Los Puentes de Madison... Ya sabes, el día que comenzaron las tormentas— susurró Alastor, abriendo los ojos apenas lo suficiente para mirarlo —Fue un placer besarte aquella vez.

Lucifer no respondió. Sintió que sus manos temblaban un poco.

—Es decir, besarte siempre fue un placer— aclaró Alastor —Pero esa vez fue...— soltó una risita nerviosa —Que el Rey del Infierno me besara a mí... No podía creerlo. Siempre voy a atesorar ese momento. Muchas gracias.

Lucifer sintió que los brazos de Alastor le rodeaban la cintura.

—Alastor...— el nombre salió de los labios de Lucifer con un sollozo ahogado.

Al se inclinó sobre él, pero de nuevo, el ansiado beso no llegó. En cambio, el moreno presionó sus labios contra la frente de Lucifer suavemente, de aquella manera lenta y dulce.

Lucifer sintió que le robaban algo vital cuando él y Alastor se separaron. Se dio cuenta de que había lágrimas en sus ojos, y sólo pudo abrazarlo muy fuerte, como si quisiera fusionarse con él.

No estaba listo para que aquella experiencia terminara. Necesitaba quedarse ahí más días, lo suficiente para arreglar todo y recuperar el hermoso vínculo que se había deshecho por su culpa.

Pero había que afrontar la realidad. Tenían que regresar y fingir que nada de eso había pasado.

—Mi amor...— murmuró Lucifer, con la cara hundida en el pecho de Alastor, en un último y desesperado intento —Te amo, Al. De verdad lo hago. Por favor...

—Tranquilo. Tienes que guardar la compostura— le pidió Alastor, acariciándole el cabello —Vamos. Es hora.

Alastor lo soltó despacio, y le dio tiempo a Lucifer para limpiarse las lágrimas y dejar de sollozar.

—Quiero que sepas que a pesar de todo, esta experiencia fue maravillosa— aseguró Alastor, tendiendo su mano hacia él —No me arrepiento de haberla vivido. Gracias por estos días.

Lucifer asintió, sin saber qué responder a eso. Tomó la mano que Alastor le ofrecía, y luego entraron juntos al sigilo.

La luz verde que dibujaba aquellos símbolos se hizo más intensa, y Lucifer tomó la otra mano de Al, mirando aquellos dulces ojos marrones por última vez antes de que la luz se hiciera tan intensa que lo obligó a cerrar sus ojos.

Sintió una corriente de aire que le agitaba todo el cuerpo, y de repente dejó de escuchar los sonidos de las olas y las aves.

Lucifer abrió los ojos, para encontrarse frente a Alastor. Ya no el Alastor humano, sino el Alastor demonio. Más alto, más flacucho, y con su característica sonrisa permanente de vuelta en su rostro.

—Regresamos— murmuró Lucifer, mirando sus propias manos, de color negro intenso.

Alastor abrió los ojos también. Aquellos ojos de color rojo miraron a Lucifer un momento, luego bajaron hacia las manos de ambos, que seguían entrelazadas, y tras un momento de duda, lo soltó despacio.

—Al fin, regresamos...— murmuró Alastor. Su voz había recuperado aquel filtro de radio.

Lucifer había querido creer que volver haría que todo fuera más fácil. Que al ver a Alastor demonio, podía engañar a su mente para hacerse creer que él no era el Alastor humano con el que había tenido un romance, pero ahora la idea le parecía ridícula. Podía ver más allá del aterrador demonio. Ahora conocía su verdadera naturaleza amable y cautivadora.

—Tu... tu cabello sí es diferente— comentó Lucifer, mirando fijamente a su acompañante.

Como había imaginado, el cabello de Alastor había mantenido su nuevo corte. El pelo largo de la parte de arriba era de color rojo, mientras que el corto de la parte de atrás y los costados era negro.

—Huh, es cierto— comentó Alastor, mirándose en el espejo en la pared —No me desagrada, aunque de todos modos voy a...

Alastor interrumpió la frase, y pasó su mano por el pelo largo, acomodándolo en armonía con sus recuperadas orejas de ciervo, mientras Lucifer observaba la elegante habitación donde se encontraban.

—¿Dónde estamos?— preguntó

—En mi baño— respondió Alastor —Es aquí donde estaba cuando fui invocado.

Ah sí. El baño era tan grande y delicadamente adornado que Lucifer había pasado por alto la ducha, la bañera y el inodoro.

—Ven acá— le pidió Lucifer a Alastor.

El demonio lo miró a través del espejo, pero luego se dio la vuelta y caminó hacia él. Alastor aún llevaba la ropa que estaba usando en la Tierra, con todo y la camisa desabotonada. Lucifer se percató entonces que el pecho de Al estaba cubierto de un corto pero espeso pelaje gris, como el de la piel de ciervo.

Lucifer hizo una pequeña mueca al ver que Alastor aún tenía el ojo morado, aunque más levemente, como si esa herida llevara algunos días sanando. Sin decir nada, Lucifer alzó la mano y puso sus dedos sobre aquella marca. Hubo una luz dorada, y el moretón había desaparecido.

Sin detenerse a pedir permiso, se dedicó a curar todos los moretones en el cuello, clavículas y pecho de Alastor, dejando para el final la enorme herida del arma celestial.

Alastor hizo una pequeña mueca de dolor, y esa curación no fue inmediata como las demás. Lucifer tuvo que usar mucho más poder, hasta que estuvo seguro de que la herida estaba sanada. Como había advertido, la cicatriz no desapareció, pero ya no iba a doler nunca más.

Alastor se llevó una mano al pecho, algo sorprendido por la falta de aquel dolor al que ya se había acostumbrado.

—Gracias, majestad— dijo, mirándolo fijamente.

—No es nada. Dije que lo haría y ya lo hice así que... no tendrás que preocuparte por eso ya— comentó Lucifer, con la voz entusiasta que usaba cuando estaba nervioso —Eh... Date vuelta... Voy a curar los rasguños de tu espalda...

—Me quedaré con esos, si no te importa.

El rubio arqueó las cejas, pero no dijo nada. ¿Por qué él querría conservar esas feas heridas provocadas por Lucifer?

Hubo un silencio incómodo por unos momentos, y al final, lo único que pudo hacer Lucifer fue tomar a su patito y la bolsa con su pijama del suelo y decir:

—Bueno... Supongo que me voy. Voy a decirle a Charlie que volví y eso.

—Sí, creo que también bajaré luego de recostarme un rato y ponerme presentable— respondió Alastor —Y tengo que guardar esta carne, ya sabes.

—Sí, sí, bien, yo... Te veré al rato entonces.

—Claro.

Lucifer no sabía qué más decirle. Habían tenido su despedida en la Tierra, pero ahora todo se sentía muy anticlimático. Alastor le hablaba sin la misma emoción que antes, y eso tenía sentido pero... Bueno, el rey ya lo extrañaba.

Buscando cualquier excusa para decir algo más, Lucifer recordó la flor en su bolsillo, la tomó rápidamente y la tendió hacia Al, diciendo:

—Uh... Toma, esto es tuyo.

—Dije que no me des más flores— le recordó Alastor, arqueando una ceja.

—Pero es un regalo. ¿Vas a despreciar un regalo así?

Lucifer frunció el ceño, pero Alastor se resistió.

—Solo tómala— ordenó Lucifer —¡Dijiste que te encantaban! ¿Ahora eres demasiado rudo para recibir una flor?

Alastor suspiró y tomó la flor. En cuanto sus dedos la tocaron, la flor se marchitó hasta deshacerse. Lucifer parpadeó un par de veces, incrédulo.

—Las flores mueren si las toco— explicó Alastor —No son un buen regalo para mí.

—Pudiste decirlo antes— gruñó Lucifer.

—Hubieras pensado que era una excusa. Pero no. Supongo que es parte de mi castigo eterno no poder disfrutar de las cosas bellas que me gustaban tanto.

Lucifer hizo una mueca, entendiendo la implicación de aquella frase. No podía saber qué sentía Al con todo aquello. Su sonrisa hacía que fuera muy difícil leer sus emociones. Carajo, ¿por qué Lilith había decidido obligar a ese pobre hombre a sonreír todo el tiempo?

—Okay, entonces... Ya me voy— repitió Lucifer.

—Nos veremos más tarde, majestad— contestó Alastor, con un leve asentimiento.

Lucifer esperó un segundo más. ¿Por qué? Quién sabe. Tal vez esperando a que Alastor le pidiera que no se fuera, que se quedara con él un momento más. Pero cuando eso no ocurrió, simplemente se transportó a su habitación.

Su enorme ventana tenía una vista increíble del Pentagrama, pero no se sentía impresionado. Quería volver a su vista del mar de la Tierra en su terraza, mientras desayunaba con él, riéndose de sus chistes y escuchando sus historias de cuando estaba vivo.

Lucifer abrazó al patito de peluche contra su pecho. Realmente agradecía que Alastor le hubiera regalado aquel objeto. Era algo a lo que podía aferrarse cuando inevitablemente tuviera que dormir solo en su cama matrimonial.

Abrazó al patito un poco más fuerte, y sintió que otro objeto se clavaba en su pecho. Metió la mano al bolsillo de su camisa y sacó las gafas rotas de Alastor.

Se quedó mirándolas por un segundo, y luego se las llevó a los labios. Esas gafas y el patito serían el recuerdo de que aquella aventura había ocurrido, de que no era solo un sueño un tanto imposible porque... ¿Quién iba a creer que había logrado sacar el lado tierno y vulnerable del Demonio de la Radio?

Lucifer sintió que las piernas le fallaban, así que solo se sentó en el suelo, hundió su cara en el patito y comenzó a sollozar, sintiéndose más solo que nunca.

*****

Y este fue el capítulo de la semana. El próximo lunes les traeré el capítulo final de esta historia. Por el momento, les dejo las canciones que me inspiraron durante la realización de este capítulo:

Million Reasons - Lady Gaga

Stay - Ghost

Y no menos importante Fue Un Placer - Stereo Blues, que no solo creo que queda perfecta para los sentimientos de Lucifer en este capítulo, sino que también le dio título a este fanfic. Es una canción de una banda muy pequeña, así que si pueden escúchenla y déjenles un comentario en youtube. Seguro ni se imaginan que su canción inspiró un fanfic de demonios gays xd

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top