4. El Hijo de Nueva Orleans

Notita: Se mencionan algunos temas sensibles. Absolutamente nada explícito, pero igual quería poner la advertencia.

*****

Alastor estaba bastante complacido por cómo había resultado el último par de días.

Desde el momento en que sus labios tocaron los de Lucifer, no habían podido parar de besarse en cada pequeña oportunidad.

Aquel día habían terminado completamente empapados, pero se habían apresurado a darse una ducha caliente, a ponerse ropa seca y a pasar las próximas horas en el sofá, besándose y dándose mimos, hablando de cada momento en el que se habían dado cuenta de que sentían algo el uno por el otro pero ninguno había dicho nada.

Cuando, al día siguiente, bajaron al lobby tomados de la mano, no habían pasado por alto que la recepcionista se veía muy feliz de observar aquello.

Aún no obtenían resultados de la búsqueda del humano, pero Alastor sentía cada vez más aquella sensación magnética en el pecho, así que se estaba dejando guiar por eso mientras caminaban por las calles de la ciudad.

Por supuesto, de repente encontrar a ese humano se había vuelto menos urgente. Seguro, nadie quería que Alastor sufriera las consecuencias, pero es que él estaba demasiado ocupado siendo empalagoso con Lucifer. Esa era una manera en la que no había actuado desde que estaba vivo.

El rubio, por su parte, parecía estar viviendo su fantasía romántica. Quería estar pegado a Alastor todo el tiempo, no desaprovechaba ninguna oportunidad para decirle cosas lindas, y había tomado la costumbre de cortar una pequeña flor cada que se cruzaba con un jardín para dársela a Al, quien solo sonreía y la ponía en el bolsillo o un ojal de su camisa.

Y así, habían llegado a la noche de su primera semana en la Tierra. Lucifer había pagado por algunas noches extra, y el gerente del hotel estaba más que feliz de tenerlos más tiempo hospedados. Seguro que rara vez tenía a un huésped tan dispuesto a gastar una fortuna en hot cakes todos los días.

Ese día se la habían pasado recorriendo la ciudad, esta vez deteniéndose a ver lugares interesantes, y para recordar la ocasión, Lucifer había convencido a Alastor de tomarse algunas fotos juntos.

Dios sabía que Alastor nunca hubiera aceptado esa propuesta de nadie más. Habría repetido su ya conocida frase de que su cara estaba hecha para la radio, y listo. Sin embargo, cuando el rey se lo pidió con su carita de cachorro, él no pudo decir que no.

La verdad, a Alastor le habían gustado los resultados. Tenían una buena colección de fotos de esa tarde, pero su favorita era una donde ninguno de los dos miraba a la cámara. Es más, ambos tenían los ojos placenteramente cerrados mientras compartían un beso, con el mar de fondo.

Habían regresado al hotel cuando vieron la amenaza de lluvia cernirse sobre ellos, y Lucifer le había puesto otra película. Algo alegre esta vez, según él. Y así, Alastor descubrió el género "comedia romántica" con La Boda de Mi Mejor Amigo.

No habían bajado a cenar, pidieron servicio a la habitación, se habían puesto pijama (era curioso cómo, a pesar de que salían todos los días, ninguno de los dos hablaba de comprar un pijama para Alastor, quien a esas alturas, él ya se había acostumbrado a su mitad del pijama de patitos), y se habían metido a la cama.

Ahí era donde se encontraban ahora, iluminados por la luz tenue y cálida de la lámpara de noche. Alastor estaba recostado boca arriba, con la espalda recargada en la cabecera de la cama, mientras Lucifer se hallaba acostado boca abajo sobre él, entrelazando sus piernas cortas con las del hombre más alto, y respondiendo mensajes con una sola mano.

A Alastor le encantaba la sensación de acurrucarse con Lucifer. Él era muy pequeño, de modo que abrazarlo se sentía como abrazar una almohada, compacta pero pesada.

Lucifer ya había dicho un par de veces que ya iba a terminar de responder mensajes, pero a Alastor no le molestaba esperar. Él no estaba haciendo nada más que abrazar rubio, dándole un suave masaje en la espalda. Sus labios y nariz estaban hundidos en el esponjoso pelo rubio de Lucifer, mientras se deleitaba con su perfume natural. El aroma era suave, dulce y.... Delicioso.

—Yyyy... listo— anunció Lucifer, dejando el teléfono en la mesita —Ya le mandé a Charlie su mensaje de buenas noches, ya estoy listo para ti.

Lucifer levantó la cara, sonriendo mientras miraba a Alastor a los ojos. El hombre más alto le devolvió la sonrisa cuando Lucifer se deslizó sobre él, tomó su cara entre sus manos y lo besó, de forma lenta y apasionada, mientras su cadera se presionaba ligera pero firmemente en el abdomen de Alastor.

El moreno se separó con delicadeza de aquel beso, poniendo su mano en la mejilla de Lucifer para acariciarlo un poco. El rubio besó su mano, para luego volver a recostarse en el pecho de Alastor, abrazándolo con manos y pies, dejando escapar un pequeño suspiro de comodidad.

Alastor sintió un nudo en la garganta. El "Ya estoy listo para ti" no había hecho más que volver a encender una alarma en su cabeza. Había querido decirle algo a Lucifer desde la primera noche que pasaron juntos como algo más. Quizás ese era un buen momento para hablar. No podía pasar muchas más noches así.

—Lucifer...— comenzó, luego de aclararse la garganta.

El otro no respondió, solo volvió a mirarlo con sus grandes ojos azules.

—En serio tengo que pedirte perdón— continuó el moreno.

—¿Por qué dices eso?— se extrañó Lucifer, arqueando una ceja.

—Yo... Es que estoy consciente de que probablemente quieres algo más al estar compartiendo la cama conmigo. Solo quiero disculparme porque soy... totalmente torpe en este aspecto. Perdón por no haber hecho ningún avance, no sé si eso te decepciona.

Lucifer lo miró como si no hubiera entendido ni una sola palabra, pero al final, cuando todo eso tuvo sentido en su cerebro, el rubio se apartó de su pecho y se enderezó de un salto, palideciendo al decir:

—¡No! ¡No pienses que yo...! ¡No se trata de coger! Oh mierda, o sea... ¡No te quiero coger...! ¡No, no, espera, no quise decir eso! ¡Sí quiero coger contigo, pero no es solo eso! ¡O sea, tengo muchas ganas de que me cojas pero si no lo haces está bien! ¡Ah!

Lucifer soltó un grito ahogado, tapándose la cara con las manos. Alastor no dijo nada. No sabía si preocuparse o reírse por aquella reacción.

El soberano respiró hondo, miró a Alastor, muy avergonzado, y se explicó, ya más tranquilo:

—Me gusta esto que estamos haciendo. Me gusta que me abraces y me beses y me acaricies el pelo hasta que me quede dormido. Amo despertar contigo. Amo que me dejes estar tan unido a ti cuando normalmente no te gusta que invadan tu espacio personal.

Lucifer tomó las manos de Al entre las suyas y finalizó diciendo:

—Lo que quiero decir es que, con todo lo que me das, no me importa si tenemos sexo o no.

—¿Pero tú quisieras tener sexo conmigo?— preguntó Alastor.

—P-pues sí, para ser franco. Pero no tiene que ser ahora. Cuando estés listo. Yo puedo esperar.

—¿Y si te dijera que puede que nunca esté dispuesto a hacerlo?

—No me importaría. Te lo digo en serio. Sería un tonto si te dejara por esa razón.

—¿Y si, en cambio, te dijera que puede que esta noche esté listo?

—Diría que debes estar seguro de lo que dices, porque no te voy a dejar dormir.

Alastor llevó las manos de Lucifer a sus labios y las besó sin dejar de mirarlo a los ojos.

—En serio me disculpo por el tiempo que te he hecho esperar— repitió —Soy... inexperto en estas cuestiones.

—No pasa nada. Apenas han pasado un par de días...

—Bueno, sí, pero por lo que he visto en el infierno, muchos saltan directo a la cama en la primera cita.

—Pero tú no eres así. Yo lo sé, y así es como me gustas.

—Para serte honesto, cuando el momento llegue, no sabré qué debo hacer.

—Tranquilo, yo ya lo tengo todo planeado.

Alastor arqueó una ceja. Lucifer se puso nervioso de inmediato, resopló al quedarse sin aire y se apresuró a aclarar:

—¡O sea! ¡Tampoco es que me la pase pensando en...!— Lucifer se puso muy rojo y soltó una risita nerviosa —Bueno... No quiero que suene a que soy un pervertido, pero es que tú... Mierda. Eres tan... ¡Tú! No puedo evitar pensar en ti y en-

—Está bien, querido. Entiendo lo que quieres decir. Me siento halagado.

Alastor se enderezó, se aclaró la garganta y declaró, haciendo que aquello sonara muy serio:

—Quiero intentar algo hoy, ahora, pero... No sé cómo iniciar.

—¿En serio quieres hacerlo ahora?

Alastor asintió. Era super vergonzoso mostrarse tan... inocente. Pero tampoco podía fingir que era un experto en el tema si al momento de la verdad no tendría ni idea de cómo avanzar.

—Tú solo déjame guiarte, cariño. A ver...— Lucifer le acarició la parte interior del muslo y preguntó: —¿Activo o pasivo?

—N-no lo sé— admitió Alastor.

—Esta bien. Vamos a ver cómo se van dando las cosas. Luego podemos cambiar de lugar, ambas posiciones son muy placenteras.

Lucifer procedió entonces a quitarse la camisa de patitos, dejando ver su torso blanco como el marfil. A pesar de que podía parecer pequeño, en realidad tenía los músculos decentemente marcados.

Al se le quedó mirando sin decir nada. Ya lo había visto sin camisa en la piscina, por supuesto, pero tenerlo así en la cama con él era algo totalmente distinto. Parecía una estatua de un dios griego.

—Adelante, quítate la camiseta— pidió Lucifer, sacudiendo un poco la cabeza, lo que alborotó un poco su melena dorada.

Alastor dudó por un momento. No se había quitado la camisa frente a Lucifer por una razón, pero a estas alturas del partido, con ellos a punto de intimar mucho más, no podía seguir ocultándose.

Evitando la mirada de aquellos ojos azules, Alastor se quitó la camiseta blanca con la que solía dormir, y mantuvo la cabeza gacha, viendo su propio torso.

A diferencia del rubio, él no solo se veía delgado, era realmente flacucho, incluso se marcaban un poco sus costillas inferiores. Pero no era eso lo que quería ocultarle a Lucifer.

Lo que no quería que el rey viera era la enorme cicatriz que atravesaba su pecho en diagonal. El eterno recordatorio de su vergonzoso desempeño en su enfrentamiento contra Adán.

A pesar de que habían pasado un par de meses desde ese día, la herida parecía tener apenas unas semanas de cicatrización. Ya hacía un tiempo que no sangraba, pero no parecía completamente curada. Estaba sanando muy lentamente, y el primer mes había sido una tortura constante, día y noche de interminable dolor por aquella herida mágica que se negaba a cicatrizar.

Había pasado el primer par de días soportando aquello él solo, pero cuando estuvo a punto de desmayarse el tercer día, decidió recurrir a Rosie. Ella fue quien le había cerrado la herida con puntadas mágicas y lo había estado cuidando desde entonces, luego de prometer que no se lo diría a nadie.

El locutor levantó el rostro, y, tal y como esperaba, se encontró con la mirada de preocupación de Lucifer.

—Al...

—Ya sé lo que vas a decir— lo interrumpió Alastor —Debí decirle a alguien en el hotel.

—¿Por qué no me pediste ayuda?

—Porque es humillante, ¿sí? Además, yo creía que me odiabas. No iba a pedirte un favor así.

Lucifer suspiró, mirándolo con un poco de reproche. Se acercó un poco y pasó sus dedos por encima de la cicatriz. La respiración de Alastor se cortó ante el contacto de los cálidos dedos del rey

—¿Todavía te duele?— preguntó Lucifer, preocupado por la reacción.

—N-no— aclaró Alastor —Bueno, ya no me duele como antes. Solo si me golpeo o si hay mucha presión...

—Ay no, ¿te duele cuando me acuesto en tu pecho?

—Sólo poco... Nada de lo que valga la pena preocuparse. Por favor, no vayas a dejar de hacerlo. El dolor es algo que estoy dispuesto a soportar con tal de tenerte así sobre mí.

Lucifer lo miró con intensidad por unos momentos, para luego inclinarse y darle un pequeño beso en el pecho. Alastor sintió que su cara se ponía algo caliente.

—Puedo terminar de curarte cuando volvamos y recupere mis poderes. No puedo borrar una cicatriz de un arma celestial, pero al menos ya no te dará molestias— indicó Lucifer, volviendo a poner la mano en el pecho de Alastor —Pero de ahora en adelante quiero que me digas si necesitas algo de mí, ¿entiendes?

Alastor asintió. Lucifer le echó el cabello hacia atrás, descubriendo su cara por completo.

—Tienes que dejar de ser tan orgulloso— lo regañó.

—¿De verdad?— Alastor arqueó una ceja —¿Tú, Lucifer Morningstar, me reprochas ser orgulloso?

Alastor rodeó la cintura de Lucifer con sus brazos, acercándolo mucho a él. Sus torsos se estaban tocando como si quisieran fusionarse en uno solo.

—Sabes lo que quiero decir— continuó Lucifer, tocando la nariz de Alastor con la suya —Quiero que confíes en mí.

Lucifer miró hacia abajo, sonrió un poco y comentó:

—De verdad eres flacucho, ¿eh?

—Sí, pero soy fuerte— quiso aclarar Alastor.

—No es una crítica. Me encantas justo así. Creo que eres sexy.

Alastor cerró el espacio entre los labios de ambos, entregándose en un beso lento y apasionado en el que sus lenguas tomaron protagonismo. El embriagador sabor de la saliva de Lucifer era un elixir que lo llenaba de vida.

Una de sus manos se aferró a los suaves mechones dorados de la parte posterior de la cabeza de Lucifer, mientras que la otra recorría su espalda. Sintió cómo Lucifer le daba una suave mordida en el cuello, y con la sola idea de que el rey del infierno quisiera probar su carne, Alastor tuvo un estremecimiento. Lucifer se percató de esto, y en respuesta, lo mordió un poco más fuerte, pegando su cuerpo aún más al del moreno. Alastor sentía un bulto palpitante contra su vientre, y esto más el éxtasis que le provocaban las mordidas lo hizo hundir sus uñas en la piel de la espalda de su compañero.

Lucifer soltó un pequeño quejido y se separó de él.

—Lo siento— susurró Alastor, dándose cuenta de que también estaba apretando demasiado la mano con la que agarraba el pelo del rubio.

—No, no— respondió Lucifer, acariciando suavemente su propio cuello —Imaginé que te gustaban las cosas rudas. Estaba preparado para algo así.

De todos modos, Alastor lo soltó lentamente y sostuvo su temblorosa mano izquierda frente a su cara. Pudo notar un poco de líquido dorado en la punta de sus dedos. Parpadeó un par de veces para asegurarse de que aquello era real, y terminó de convencerse cuando sintió el aroma dulce de aquel líquido.

—Solo ten cuidado— dijo Lucifer al ver su sangre en los dedos del demonio —No puedo curarme a mí mismo siendo humano. Pero cuando volvamos, podrás hacerme lo que tú quieras sin miedo a lastimarme.

Lucifer sonrió, empujando delicadamente la mano de Alastor hacia sus labios. Él dudó por un momento, pero al final, abrió la boca y lamió el líquido dorado de sus propios dedos.

Para su vergüenza, dejó escapar un gemido de placer que haría que cualquiera que le hubiera escuchado se imaginara cualquier cosa, menos que la causa era que estaba probando la sangre de su compañero de cuarto por primera vez.

La sangre de los ángeles exterminadores era una cosa, pero esto...

El sabor de la sangre de Lucifer era enriquecedor y dulce. No como azucarado, era... algo más. Un sabor ligero pero adictivo. La esencia de la vida misma.

—Tendrás que conformarte con esto por ahora, cariño— le advirtió Lucifer —Ya en casa, no me importaría dejar que me des una mordida real, si tienes el apetito para eso.

Alastor no respondió. Dirigió su cara directo al cuello de Lucifer, justo por donde pasaba la carótida. Olfateó la suave piel como si fuera un animal olisqueando a su presa.

¿Cómo resistirse a un ofrecimiento así? No iba a hacer nada tan sádico en ese momento, por más fuerte que fuera la tentación. Lo último que quería era lastimar a su rey. Por ahora, se contentó con darle una lamida de arriba a abajo del cuello, siguiendo el trazo de la deseada arteria, sintiendo el palpitar de esta.

Lucifer gimió y acarició el pelo de la nuca de Alastor, mientras se sentaba en el regazo del más alto con las piernas abiertas.

Era increíble cómo podían tener un momento tan íntimo y seductor sin necesidad de estar completamente desnudos.

Siguieron intercambiando besos por un rato. Alastor se sentía realmente extraño, pero no como algo malo. Deseaba mucho a Lucifer, solo no sabía cómo era que lo deseaba. ¿Así se sentía tener deseo carnal por alguien? Era una sensación... buena. Placentera, desesperante, empoderante...

Quería estar con él por toda la eternidad.

—Okay, de acuerdo— Lucifer se separó un poco de él, jadeando y con un mechón de pelo cayéndole sobre la cara. Parecía un pequeño animal enloquecido, y eso solo hizo que el corazón de Alastor saltara furiosamente en su pecho —Podemos pasar a lo que sigue...

Alastor no preguntó, pero era obvio a lo que se refería. Miró abajo y vio un bulto en los boxers de Lucifer.

—Tú todavía no estás listo, ¿eh?— comentó el rubio, también dirigiendo su vista a la entrepierna de Alastor —No te preocupes, yo me encargo

El hombre moreno no respondió. Su corazón dio un segundo vuelco cuando la mano de Lucifer se dirigió a sus pantalones y los bajó. Tampoco dijo nada cuando Lucifer agarró su miembro por encima de sus boxers, solo comenzó a respirar más agitadamente.

—Dime, cariño, ¿qué es lo que se necesita para hacerlo despertar?— preguntó Lucifer con media sonrisa, dándole un suave masaje.

Al solo se encogió de hombros, nervioso, mientras agarraba las cobijas con mucha fuerza.

—Bien, entonces déjame sorprenderlo— murmuró Lucifer.

El ángel caído bajó los bóxers de Alastor, y silbó con aprobación al ver el miembro del locutor.

—No digas nada— pidió Alastor, sintiendo que se ponía muy rojo de la vergüenza.

—¿No te gusta recibir cumplidos?— se quejó Lucifer, burlonamente.

—Dije que no dijeras nada.

—De acuerdo, me voy a callar. De todos modos no iba a poder hablar.

Alastor se congeló cuando la mano tibia de Lucifer tomó su pene, y luego, casi en cámara lenta, vio cómo el rubio agachaba la cabeza hacia su entrepierna y abría la boca...

—No, Lucifer, espera— pidió Alastor, apartándose en el momento justo en el que sintió los labios del rey rozando la punta de su miembro.

—¿Qué?— Lucifer lo miró sin entender.

—No lo hagas.

—¿Por qué no? Te juro que soy muy bueno con la lengua.

—No quiero que lo hagas.

—Vamos, te prometo que te va a encantar.

—Dije que no.

Lucifer por fin quitó la expresión seductora de su cara al ver lo en serio que hablaba Alastor.

—De acuerdo... Lo siento, ¿hice algo mal?— preguntó el rubio, preocupado.

—No, no eres tú— respondió Alastor, poniéndose muy rojo —Solo... No quiero esto.

—¿La chupada o la cogida en general?

—¿Importa? Creo que... A estas alturas ya lo arruiné de todos modos.

Alastor se tapó la cara con las manos, avergonzado. Qué mierda, el rey del infierno le estaba ofreciendo chupársela y él se daba el lujo de decirle que no. Cualquiera mataría por estar en esa posición de poder absoluto.

—Oye, está bien— dijo Lucifer con voz suave —No pasa nada.

Alastor levantó la vista para mirarlo. Al menos le debía eso, tener el valor de verlo a la cara. Lucifer le sonrió y le dio una palmadita en el hombro, diciendo:

—Dame un momento... Necesito hacerme cargo de esto.

Alastor vio de reojo que Lucifer todavía la tenía parada, así que solo asintió. El rubio se levantó de la cama y fue directo al baño.

En su ausencia, Alastor volvió a ponerse los boxers, el pantalón y la camiseta. Luego, se metió bajo las sábanas y se tapó hasta la nariz, sintiendo que su cara hervía de la vergüenza que sentía en ese momento.

Por un momento, pensó en salir huyendo de la habitación, pero estaba tan en shock por lo ocurrido que ya no se podía mover.

Desde el baño, escuchó la respiración agitada de Lucifer, seguida de un prolongado gemido, luego el sonido del inodoro, y finalmente el del lavamanos.

La puerta del baño se abrió, pero Alastor se había acostado dándole la espalda a Lucifer. De todos modos, gruñó un poco al sentir el peso del rubio junto a él.

—¿Estás bien?— preguntó Lucifer con voz suave.

—Perdona, lo arruiné todo— murmuró Alastor.

—No, yo lo siento. No quería presionarte ni nada de eso. Lamento si fue demasiado para nuestro primer intento.

Alastor se quedó en silencio, y Lucifer fue a buscar su camisa de patitos, que había terminado en el piso.

—¿Estás... molesto conmigo?— quiso saber Lucifer.

—¿Molest-? ¡No!— aseguró Alastor, volviéndose a mirarlo —Tú deberías estar molesto conmigo luego de terminar una buena noche así...

—No Al, ya te lo dije. Yo sé que a ti no te gusta que te toquen, me siento honrado de que me dejes a mí ir más allá. No voy a molestarme porque quieras tu espacio.

—Siento mucho decepcionarte. Entendería si ya no quieres seguir con esto.

Sintió que Lucifer le daba un tironcito en el hombro, y a pesar de que quería resistirse, al final Alastor se volvió para mirarlo. Los ojos de Lucifer tenían una mirada dulce.

—Alastor, tú me haces sentir tan bien conmigo mismo como nadie lo había hecho en mucho, mucho tiempo. Eres gracioso, atento y muy guapo. Y me haces sentir muy querido. No hay manera de que cambie todo esto solo por algo como el sexo. Si no quieres hacerlo conmigo, no hay problema, yo puedo hacerme cargo de mí mismo. Yo estaré bien con que nuestra intimidad llegue tan lejos como te sientas cómodo.

Alastor sintió una presión en el pecho al no saber que responder ante tal muestra de aprecio. Se incorporó rápidamente y abrazó a Lucifer, apretándolo muy fuerte.

Era una suerte que su forma humana no estuviera sujeta a las restricciones físicas de su forma demoníaca, porque hubiera sido incluso doloroso haber tenido que pasar por esa situación sin poder dejar de sonreír.

—Gracias— le susurró a Lucifer al oído.

Lucifer se separó del abrazo y le dio un beso en la mejilla para luego regresar a su sitio entre sus brazos.

Luego de un rato, por fin se separaron. Alastor se sorprendió un poco al notar que tenía algunas lágrimas acumulándose en sus ojos, así que se levantó las gafas para quitarlas.

—Solo para que quede claro— comentó, volviendo a acomodarse las gafas —No es un "no" rotundo. Yo quiero intimar contigo, de verdad. Solo no... hagas eso.

—¿No quieres que te la chupe?— aclaró Lucifer

—No lo sé... Solo... Justo ahora puedo hacerme a la idea.

—Okay... Lo siento, solo es un poco raro. A veces es lo único que muchos quieren. Se siente muy bien.

—No lo dudo. Todos hablan de lo maravilloso que es. Dios sabe que Angel Dust me lo recuerda por lo menos una vez a la semana cada vez que me lo ofrece. Pero quizás no sea para mí.

—De acuerdo, lo tendré en cuenta. Nada de mamadas.

—Bueno, jamás lo he intentado, pero si es tan increíble como dices, yo te la puedo chupar a ti.

Lucifer se puso un poco rojo y soltó una risita tonta.

—¿Te gustaría?— preguntó Alastor, tomando a Lucifer suavemente por la barbilla.

—Pues... sí, obvio— respondió el rubio —Pero solo si tú quieres hacerlo.

—Quizás me tomaré mi tiempo, pero lo haré.

Alastor le guiñó un ojo, a lo que Lucifer reaccionó riendo como un colegial enamorado.

—Creo que nos estamos volviendo demasiado cursis— comentó Lucifer, rascándose la nuca.

—Lo sé. Deberíamos competir por algo o pelearnos, no sé. Por los viejos tiempos— se rio Alastor.

—Si un día decides que sí aceptas una mamada de tu servidor, te reto a que me dejes hacerte otra mientras conduces tu programa de radio.

Alastor arqueó las cejas. Quizás no era fan del sexo oral, pero imaginar esa escena no era algo despreciable.

—Veamos qué tan buen locutor eres— lo retó Lucifer —No deberías cambiar tu tono. Nadie deberá enterarse de lo que pasa en la cabina.

—Seguro, ¿por qué no?— aceptó Alastor —No dudo de tus capacidades de complacencia, pero no por nada soy el mejor locutor. Soy un profesional.

—Y por eso será un gran escándalo cuando todos especulen sobre por qué se te sale un gemido al aire.

—Eso no va a pasar.

Lucifer rio alegremente de nuevo y le dio un rápido pero dulce beso en los labios.



*****

Poco después, luego de unas mil disculpas más por parte de Alastor, los hombres ya estaban acostados juntos una vez más. Lucifer tenía la cabeza recargada en la cabecera, y esta vez era Alastor quien tenía su cabeza apoyada en el vientre del más bajito.

El rubio acariciaba suavemente el cabello del moreno, entreteniéndose al estirar los mechones castaños y viéndolos volver a tomar su forma ondulada cuando los soltaba.

Su mano se deslizó entonces del pelo al mentón de Alastor, donde el tacto era un poco rasposo. Desde hacía un par de días que las mejillas de Alastor habían dejado de ser completamente lisas y suaves cuando comenzó a crecerle la barba. Él se había estado rasurando con la máquina para el pelo que Lucifer había comprado, pero esta no dejaba los vellos tan al ras como para devolver la suavidad a su piel.

Lucifer no tenía ese problema, a él sólo le salía un poco de barba en la punta de la barbilla, y debía pasar mucho tiempo para que los primeros vellos comenzarán a crecer.

Estaba feliz de que Alastor se hubiera relajado de nuevo. Realmente había estado muy preocupado de que Lucifer estuviera enojado con él por no haber hecho avances en su relación física, pero no había nada más alejado de la verdad. Haber llegado hasta aquel punto era un montón para ser la primera vez. Y bueno, eran seres inmortales, tenían todo el tiempo del mundo para dejar que aquello fluyera.

—¿Y me vas a decir por qué?— dijo Lucifer de repente.

Él mismo se sorprendió al escucharse. Fue más un pensamiento en voz alta que algo que realmente quisiera expresar.

—¿Por qué, qué?— respondió Alastor, sin moverse de su posición.

—¿Por qué no te agrada la idea del sexo oral?

Alastor soltó una risita.

—No te lo puedes sacar de la cabeza, ¿cierto?

—No— confesó Lucifer —No sé, es raro. Uno pensaría que un virgen estaría más nervioso por el acto sexual en sí que por empezar con algo más "sencillo" como una mamada.

—No soy virgen.

Lucifer se incorporó tan rápido que Alastor se sobresaltó y miró alrededor, como buscando una amenaza.

—¿Qué te pasa?— preguntó el locutor, preocupado.

—¿Cómo que no eres virgen?— exigió saber Lucifer.

Al soltó un suspiro acompañado de media sonrisa, y su tono sonó algo burlón al preguntar:

—¿Por qué lo dices en ese tono? ¿Acaso Lucifer exige un sacrificio de vírgenes que se entreguen a él?

—Muy divertido. Cuéntame todo. Ay no, ¿cogiste con Vox? No, no me lo digas, no quiero saberlo.

Lucifer se cruzó de brazos y se enfurruñó. Alastor se rio de su reacción, tomando su mano para besarla con intención de apaciguarlo.

—¿Te decepciona no ser el primero?— preguntó Alastor, aun con tono bromista.

—Un poquito, sí— admitió Lucifer.

Alastor le dio varios besos más en el dorso de la mano a Lucifer. El rubio no podía mantener mucho tiempo su fachada de molestia así. Al besaba sus manos todo el tiempo, y honestamente, al rey le encantaba.

—Tampoco es que me crea un experto— aclaró Alastor, luego de unos momentos —Y, si te sirve de algo, tú serías el primer hombre con quien esté.

—Sí me sirve, gracias— Lucifer suspiró, aliviado de quitar a Vox de la ecuación —Entonces fueron mujeres...

—Sí, y eso fue cuando estaba vivo, así que hace mucho tiempo que no intimaba con nadie.

—¿No has cogido ni una sola vez en el infierno?

—No.

—Caray. Un alma tan pura ya debería estar en el cielo.

Alastor se rio del chiste y se acomodó boca arriba en la cama. Sin perder el ritmo, Lucifer se tiró sobre él, mirándolo fijamente.

—Eres realmente alguien particular, Alastor— señaló Lucifer.

—¿Por no coger en el infierno?

—Por no caer en tentaciones. No coges, no te drogas, no bebes demasiado. Mierda, ni siquiera dices malas palabras casi nunca. Eres demasiado diferente a la mayoría de los pecadores.

—¿Me gané un premio por mi buena conducta?

—No veo por qué no. Soy Lucifer, puedo cumplir cualquier deseo que me pidas.

Alastor soltó una risita, pero finalizó con un suspiro de nostalgia.

—Vamos, dime tu anhelo más profundo— lo animó Lucifer —Mi enorme poder puede conseguirte lo que quieras.

—¿Mi anhelo más profundo?

—Dímelo y te lo daré. Y no te pediré tu alma a cambio.

—Gracias, pero ni siquiera tú puedes concederme mi más profundo anhelo.

—¿Tan grande y difícil es tu deseo? ¿Cuál es?

—Quisiera poder volver a ver a mi madre.

Lucifer no respondió. Se quedó recostado en el pecho de Alastor, sopesando sus palabras.

—No puedo cumplir eso— reconoció

—Lo sé— suspiró Alastor

—Bueno... Siempre puedes poner más empeño en las actividades de Charlie.

—Querido, tú y yo sabemos que no hay forma de que yo me redima. Hay demasiada sangre en mis manos.

—Quizás con un portal al cielo...

—Un pecador como yo no puede cruzar al cielo por un portal. Sabemos que Charlie puede por ser realeza, y Vaggie lo consiguió por ser un ángel. Pero un demonio...

—Bueno, pero podríamos tratar.

—No sé, también está la cuestión de que yo quiero verla, pero quizás ella no quiera verme a mí. O mejor dicho, pienso no merece saber en qué me convertí.

Lucifer se quedó callado por un momento. Levantó la cabeza y miró directo a los ojos marrones de Alastor, poniendo atención a la marca roja de uno de ellos.

—Lo lamento— se disculpó.

—Está bien— suspiró Alastor —Ha pasado casi un siglo. A estas alturas, ya acepté que no volveré a verla.

De todos modos, Lucifer no podía dejar de sentirse triste por él. En esos momentos, daría cualquier cosa por ver a Alastor feliz. Tendría que pensar en algo. Hubiera querido enviar a Charlie al cielo a buscar a la madre de Alastor para que le diera noticias de su hijo o algo, pero desde el último exterminio, las relaciones con el cielo se habían vuelto aún más tensas. No volverían a ser tan permisivos.

—Estoy bien. De verdad— aseguró Alastor, leyendo la mente del rey.

—Algo se me ha de ocurrir. Lo prometo— juró Lucifer.

—Lo aprecio mucho, querido.

—Me hace sentir un poco mal. Es decir, ¡soy Lucifer! Debería ser capaz de conseguirte cualquier cosa.

—Tranquilo, está bien. Hasta es un poco motivador saber que no eres completamente todopoderoso. Sería aterrador.

Lucifer soltó una risita y le dio un beso en la mejilla.

—Hay una cosa que no entiendo— comentó Lucifer entonces, luego de unos momentos de silencio —Cuando me invocaste, lo hiciste perfectamente. Ni siquiera necesitaste el cordero, bastó con tu propia sangre...

—Sí, ¿qué pasa con eso?— se extrañó Alastor.

—Si eres tan experto, ¿por qué no lo hiciste antes?

—¿Qué quieres decir?

—Ya te lo dije. No olvidaría un rostro tan hermoso como el tuyo. No me invocaste cuando estabas vivo, aunque sabías como hacerlo. ¿Por qué?

Alastor soltó una risita nerviosa y se pasó los dedos por el pelo, como pensando en su respuesta.

—Te seré honesto, pero no te vayas a reír— dijo al fin.

—Trataré.

—Invoqué a otros demonios menores, solo por diversión, para prepararme para tu llegada. Estudié cada libro, visité a cada brujo y chamán de mi área... Y estaba listo. Preparé el ritual en una noche de luna roja y todo...

—Ajá...

—Y... Mi madre me atrapó.

Lucifer no resistió. Soltó una risotada que rápidamente ahogó, convirtiéndola en una especie de ronquido.

—Lo siento, lo siento— trató de modular su voz —¿Cómo es eso?

—Iba a hacer la invocación en nuestro patio trasero, pero mamá llegó antes de lo previsto esa noche— recordó Alastor —Nunca había estado tan enojada conmigo. Recogió todo y me hizo prometer que nunca, en toda mi vida, iba a volver a intentar algo así.

—Y lo cumpliste

—Por supuesto. Podré ser un asesino, pero jamás rompería una promesa hecha a mi madre.

—Al menos hasta ahora.

—Bueno, técnicamente esto ya no es esa vida. Además, era una emergencia. Seguro lo entenderá.

Lucifer hizo un pequeño puchero y soltó un quejido para asegurarse de que Alastor notara su cara de descontento.

—¿Qué pasa, chaparrito?— preguntó Alastor, sonriendo un poco ante este falso berrinche.

—Supongo que eso significa que yo no sería del todo bien recibido en las cenas familiares, ¿no?— se quejó Lucifer

El hombre moreno soltó una risa y acarició suavemente el pelo de Lucifer hacia atrás, respondiendo:

—Mi madre era una buena cristiana, no sé si le encantaría saber que su hijo tiene algo con el Rey del Infierno. Por otro lado... Siempre dijo que soñaba con el día en que yo encontrara a la persona correcta.

—¿Tú crees que yo soy la persona correcta para ti, Al?— sonrió Lucifer.

Alastor se sonrojó y no contestó eso, pero Lucifer no insistió. Se deslizó sobre su pecho para darle un tierno beso en los labios.

—Háblame más de tu mamá— pidió Lucifer, volviendo a recostarse sobre el pecho de Al —¿Cómo era? Si te pareces a ella, seguro era preciosa.

—Ella era preciosa, por supuesto— Alastor tenía una expresión ligeramente disgustada —Pero desgraciadamente no me parezco mucho a ella. Soy mucho más parecido a mi padre.

Alastor hizo una pequeña mueca que para Lucifer no pasó desapercibida. Ahora que lo pensaba, nunca había escuchado a Alastor mencionar a su padre.

—¿No te llevabas bien con él?— quiso saber Lucifer.

—¡Ja! Decir que no me llevaba bien con él es un eufemismo— sentenció Alastor.

—¿Quieras contarme sobre eso?

—¿Quieres escuchar la historia de mi vida?

—Claro. Quiero saber todo de ti.

—Bien... Pero tú también deberás contarme una historia sobre ti.

—De acuerdo. Pero comienza tú.

Lucifer se apartó de encima de Alastor, para asegurarse de que él estuviera cómodo. Regresó a su lugar en la cama, mirando fijamente a Al. Él lo dudó por un momento, pero al final también se acostó de lado, esta vez quitándose las gafas para poder acomodarse bien sobre su almohada.

—Mi padre provenía de una familia muy rica de Nueva Orleans, y él era el único heredero de toda esa fortuna. Un completo imbécil arrogante— comenzó Alastor —Creo que siempre le gustó hacer saber que era superior a los demás, y que podía hacer lo que quisiera sin consecuencias. Por eso creo que fue sencillo para él meterse con una de las sirvientas más jóvenes de la casa y dejarla embarazada.

Lucifer arqueó ambas cejas, pero no opinó. Bueno, comenzaba a entender por qué Alastor no estaba precisamente feliz de hablar de su padre.

—Claramente él no quería tener nada que ver con mi madre o conmigo, pero de alguna forma, sus padres se enteraron— continuó Alastor —Eran muy religiosos, así que por un lado, no iban a obligar a mi madre a deshacerse de mí. Pero por el otro lado, iba a ser una total vergüenza para su familia si la alta sociedad llegaba a enterarse de eso.

—Como si los hijos fuera del matrimonio fueran algo raro en la alta sociedad— se burló Lucifer.

Alastor se rio un poco y negó con la cabeza, aclarando:

—Sí, eso ya era bastante malo. Pero lo verdaderamente deshonroso para ellos era que mi padre, heredero de una familia tradicional blanca y acomodada, hubiera embarazado a una sirvienta negra.

Lucifer volvió a fruncir el ceño en señal de incomprensión.

—Era 1900, en Louisiana— señaló Alastor —¿Eso no te dice nada?

—¡Ah! Ya, ya entiendo— captó Lucifer —Lo siento. Todo ese asunto de las razas y la importancia que les dan los humanos... Siempre va a ser algo raro de comprender.

—Será mejor que lo tomes en cuenta, querido. El asunto del racismo va a ser muy importante en toda la historia. Como sea, obviamente despidieron a mamá, pero le hicieron la promesa de que mi padre estaría al pendiente de mí económicamente hasta que yo fuera un adulto a cambio de que no dijera nada que manchara el apellido de mi padre.

—¿Y tú mamá estaba bien con ese trato?

—¿Qué otra opción tenía? No era como si alguien velara por sus intereses en esos tiempos. Ya estaban siendo bastante decentes al no echarla sin nada o hacerle algo peor para silenciarla.

Alastor se tomó un momento para poner en orden sus ideas antes de seguir:

—Mamá no tenía familia, mi abuela murió poco antes de que mamá supiera que estaba embarazada, así que fue fácil para ella mudarse a otro barrio de gente negra donde nadie la conocía, y se inventó la historia de que venía de lejos a buscar oportunidades, porque su esposo había fallecido hacía poco. Ella creyó que sería una coartada perfecta. Pero esa historia no funcionó.

—¿Por qué no?

—Por mí. No era común en ese entonces que negros y blancos tuvieran hijos juntos, pero en general, la genética siempre es más fuerte del lado de la sangre negra. Sin embargo, justo tuve que nacer dentro de esas pequeñas probabilidades de heredar más genes de mi padre. En cuanto nací, todas quienes asistieron a mi madre en el parto se dieron cuenta de que yo era el hijo de un blanco porque no tenía ningún rasgo característico de la raza de mi madre.

Para Lucifer, el asunto de la raza era un concepto algo extraño. Seguro, en el infierno también había jerarquías, pero por lo menos se basaban en algo importante como el poder mágico, no en algo tan irrelevante como el color de piel. Los humanos siempre se preocupaban por las cosas más estúpidas.

—Los rumores sobre mamá comenzaron a correr desde ese momento, pero ella jamás admitió la verdad— prosiguió Alastor —Decía sólo lo necesario para manter la mentira. Por supuesto, los rumores de que era una sirvienta a la que le gustaba meterse con los patrones blancos le dificultó mucho conseguir un trabajo en el servicio doméstico. Sólo la contrataban un par de viejas viudas un par de veces a la semana, y hacía trabajos de costurera o cocinera para conseguir dinero extra. Pero a pesar de que yo le dificulté bastante la vida, ella me amaba más que a nada en el mundo.

Al ver la expresión nostálgica en los ojos de Alastor al decir aquello, Lucifer levantó una mano para acariciar el rostro del demonio, quien le dirigió una pequeña sonrisa que no hacía juego con sus ojos tristes.

—Tuvimos muchos problemas para las cosas más simples. No sabes cómo batalló para que me aceptaran en alguna escuela— recordó Alastor.

—¿Por qué?

—Primero me llevó a la escuela del barrio, donde me rechazaron porque no podían recibir a niños blancos. Luego, me llevó a la escuela de blancos, donde le dijeron que estaba demente si creía que aceptarían a un niño negro.

Lucifer volvió a poner su expresión de incredulidad. Por toda respuesta, Alastor tomó la muñeca de Lucifer con una mano, y luego extendió su otro brazo paralelamente al de él.

La piel blanca como el marfil de Lucifer contrastaba bastante con la de Alastor, de un tono parecido al del café con leche. Pero al mismo tiempo, no era ni remotamente tan oscura como la de las personas afroamericanas con quienes se habían cruzado esos días.

—Los negros no me consideraban negro porque tengo los rasgos de una persona blanca. Pero los blancos no creían que fuera blanco porque bueno, mi piel era demasiado oscura para sus estándares— Alastor soltó a Lucifer —Mamá tuvo que pedirle ayuda a mi padre. Y él aceptó, a cambio de que ella lo... complaciera, cada que él quisiera.

Lucifer iba a poner el grito en el cielo, pero Al negó con la cabeza para evitar que dijera cualquier cosa. Él ya se veía bastante molesto al recordar aquello, así que el rubio no siguió.

—Mi padre me llevó al colegio donde él estudió, diciéndole al director que yo era hijo de un lejano pariente italiano para explicar mi color de piel— relató Al —Así que todos los días alguien pasaba cerca del barrio a recogerme para llevarme al colegio de niños blancos en el barrio de mi padre, y yo no debía decir ni una palabra de dónde vivía en realidad.

—¿Y tu madre estaba de acuerdo con eso?— se extrañó Lucifer

—No creo que haya estado del todo de acuerdo. Ella me decía que debía estar orgulloso de quién soy y de mi origen, pero supongo que también pensaba que, si yo podía pasar por blanco, iba a tener más oportunidades en la vida. Así que siempre se aseguró de mantener bajo control pequeños detalles que podían delatarme: que no hablara con el acento propio del barrio donde vivíamos, se tomaba mucho tiempo haciendo ropa nueva para mí con los restos de telas costosas que sobraran de sus trabajos de costura... No podía hablar sobre ella con los demás...

Lucifer buscó instintivamente la mano de Alastor. Lo notaba algo decaído y distante. Quién sabe si había contado todo esto antes. Lo dudaba mucho.

—Y supongo que a los otros niños de tu barrio no les agradabas mucho, ¿no?— comentó Lucifer.

—Ellos me odiaban— Alastor se permitió soltar una risita burlona —Los otros niños me decían que no iban a jugar con un blanco y me lanzaban rocas. Así que optaba por perderme en el pantano un rato.

—Eso debió ser muy feo para el pequeño Alastor.

—En su momento sí. Pero después llegué a entender por qué me trataban mal. Todos en el barrio estábamos conscientes de lo injusto que era que los blancos tuvieran todos los privilegios. Y de repente estaba yo, el niño que afirmaba no ser uno de los blancos, pero igual iba a una escuela costosa donde me daban el almuerzo y la comida cuando muchos de mis vecinos apenas comían un par de veces a la semana. No los culpo por odiarme.

—¿Y en la escuela tenías amigos blancos?

—No diría "amigos". Me trataban normal, inclinándose a la indiferencia. Más que nada porque era yo quien no quería relacionarme con los blancos. Aunque yo era muy antipático, había un par de niñas que siempre insistían en incluirme en su grupo. Siempre me he llevado mejor con las mujeres.

—Lo lamento mucho, Al. No pretendo saber cómo te sentías, pero creo que entiendo el sentimiento de no pertenecer a ningún bando.

Alastor no respondió de inmediato. Por supuesto. Nadie mejor para entender su sentir que Lucifer, el ángel que ahora era el rey de los demonios. Gobernando el infierno cuando su verdadero hogar era el cielo.

—¿Alguna vez les hiciste frente a los niños del barrio que te molestaban?— preguntó Lucifer.

—Me encantaría decir que sí, pero en realidad mi táctica era esconderme— admitió Alastor —Era una pelea que no iba a poder ganar. Era muchos contra uno. Y yo siempre he sido flacucho. Así que si me encontraban, sufría las consecuencias.

—¿Le contaste a alguien?

—No, pero mamá no se creía que mis marcas de golpes nuevas fueran por accidente. De todos modos, no podíamos hacer nada. Las madres de los niños no iban a escuchar las quejas de mi madre.

—¿Entonces nadie los detuvo?

—No. Solo me cuidaba de ellos... Ah, pero lo que sí me molestaba mucho es que hablaran mal de mi mamá. Pocas veces alguno insultó a mi mamá en mi presencia, porque entonces sí no me importaba que fuera solo yo contra todos.

Lucifer lo miró con algo de orgullo en su expresión.

—A ella no le gustaba que me peleara— contó Alastor —Decía que había que ignorar los chismes, que no eran pocos. Las vecinas hablaban muy mal de mi mamá por tener un hijo mestizo... Te lo digo, yo solo llegué a complicar su vida aún más...

—Las cosas eran difíciles, pero no creo que ella esté de acuerdo con eso. Estoy seguro de que ella estaba muy agradecida de tenerte.

—Sí... Eso era lo malo. Ella estaba tan dispuesta a darlo todo por mí, que siempre sonreía cuando me pedía salir de la casa cada vez que mi padre iba a cobrar por el favor que nos había hecho.

Lucifer hizo una mueca de disgusto.

—No me gusta como suena eso de "cobrar"— se quejó.

—Ni me lo recuerdes— gruñó Alastor —Mamá siempre se veía muy infeliz después de esas visitas. A veces tenía algunos moretones luego de que ese hombre se fuera. Nunca se quejó, pero yo me daba cuenta de lo mucho que eso la afectaba.

—¿Y le decías algo para consolarla?

—Trataba de animarla, sí. Como pasaba mucho tiempo en el pantano, siempre buscaba una flor linda para llevarle, y ella siempre actuaba como si esa flor fuera lo más maravilloso que hubiera visto.

—Lo mismo que haces tú cuando te doy una flor.

Alastor se rio nerviosamente, sonrojándose un poco.

—Admito que me encanta que me des flores porque me recuerda a esas ocasiones con mi mamá— comentó Alastor —Te lo agradezco mucho, es algo muy especial para mí. La verdad es que me gustan mucho las flores.

Lucifer hizo una nota mental de eso. Ya estaba planeando comprar todas las flores disponibles en el Anillo del Orgullo para Alastor.

—Volviendo al tema de esas desagradables visitas— retomó Lucifer —¿El pequeño Alastor sentía algo de cariño por su padre?

—No— Al resopló y soltó un gruñido —Yo sabía que era mi padre, pero jamás sentí nada por él. Era solo un sujeto con el que debía convivir cada tanto. Él tampoco sentía cariño por mí, me trataba como un extraño trataría a un niño molesto que no conocía. Llegó a pegarme algunas veces, si sentía que yo me pasaba de listo. Pero mamá me daba mucho más amor del que podría pedir. Ella era mi mejor amiga.

—Me sorprende bastante que él haya cumplido su promesa de pagar por ti por tantos años.

—Más o menos. No cumplió la parte donde se hacía cargo hasta que yo fuera un adulto.

—¿Y eso?

—Él se casó con una mujer de familia rica cuando yo tenía unos 12 años. Ignoro si le contó sobre mí y mi mamá, pero lo dudo. El punto es que desde entonces, sus visitas se hicieron mucho menos frecuentes hasta el incidente que marcó el fin.

—¿Qué fue lo que ocurrió?

Alastor volvió a soltar una risita forzada, señalando:

—Esta parte de la historia va a responder a un par de dudas que me habías preguntado antes.

—Bueno, no me hagas esperar— lo apuró Lucifer.

—Yo tenía unos 15 o 16 cuando papá apareció una noche en casa. Le dijo a mi madre que necesitaba llevarme con él un rato, y antes de que ella pudiera decir algo, me arrastró a su coche y me llevó a la ciudad.

—Me imagino que no era para algo bueno.

—Imaginas bien. Ya estaba bastante ebrio cuando íbamos de camino. Comenzó a contarme una historia sobre que, en otras ciudades grandes como Nueva York, estaban encontrando muchos bares clandestinos donde ocurrían cosas abominables.

Alastor dijo eso último con un tono muy dramático, y Lucifer dio una pequeña cabezada para animarlo a continuar.

—Dijo que en esos bares, había hombres que iban a bailar con otros hombres, como lo harían con una mujer, ¿puedes imaginarte algo así?

El rubio no pudo evitar soltar una risa. De nuevo, los humanos siempre preocupándose por las cosas más insignificantes.

—Así que esa noche iba a asegurarse de que ningún hijo suyo fuera uno de esos— siguió Al —Iba a llevarme a que me hiciera un hombre.

—Por favor, dime que no hizo lo que creo que hizo— Lucifer dibujó una mueca de disgusto.

—Pues si lo que crees es que me llevó a un burdel, estás en lo correcto.

Lucifer estaba disgustado. Había culturas enteras donde ese tipo de cosas eran normales, y a él simplemente le parecía repulsivo. No es que él fuera súper recatado, había estado cogiendo con humanos desde el principio de los tiempos, pero el consentimiento era algo fundamental para sus estándares.

Quizás si era muy blando para ser el rey del infierno, pero su lado angelical lo había hecho tener límites para la maldad. En ese sentido, la idea de tener a millones de almas a su merced para ser castigadas si lo merecían le parecía justo.

—Me arrastró hasta una habitación pequeña y me dijo que no iba a salir de ahí hasta que terminara de hacer lo mío— relató Alastor —Y yo ni siquiera sabía a lo que se refería. La educación sexual en ese entonces era nula. Hablar de sexo era un tabú enorme. No sé cómo supuso que yo sabría qué debía hacer.

—¿Y entonces qué hiciste?

—Nada. La prostituta que mi padre contrató era una mujer bastante más grande que yo, debía estar a mediados de sus cuarenta. Ella comenzó a intentar seducirme, y yo solo me preguntaba por qué demonios una mujer más vieja que mi madre me estaba tocando tan inapropiadamente.

Alastor tenía el ceño fruncido y no miraba a su interlocutor. Para Lucifer, ahora sí estaba claro que él nunca había hablado de esto con nadie, y estaba teniendo un momento de catarsis al sacar todo aquello de sus recuerdos.

—Repito que yo no sabía nada sobre el sexo, así que desde mi perspectiva, era rarísimo que mi padre me hubiera llevado a que una extraña me manoseara— recalcó Alastor —Recuerdo que me alejé de ella y salí de la habitación. Mi padre estaba afuera, y cuando me vio pidiéndole que nos fuéramos, volvió a empujarme dentro y me gritó que no saldría de ahí hasta que la señorita dijera que yo había cumplido como hombre.

Lucifer se molestó bastante al escuchar aquello. Estaba simplemente indignado por una situación que le había ocurrido hacía más de 100 años al pequeño Alastor.

—Ella me pidió que me desnudara, pero yo me negué— continuó Alastor —Así que dijo que me relajara, que estaría todo bien y que lo iba a disfrutar mucho. Me hizo sentarme sobre la cama, se arrodilló frente a mí y me quitó los pantalones. Yo estaba tan confundido que no pude pedirle que se detuviera.

Okay, Lucifer comenzaba a ver hacia dónde se dirigía el asunto.

—Así que bueno, ya te imaginarás— suspiró Alastor —Ni siquiera recuerdo lo que sentí, estaba tan shockeado por lo que estaba pasando que seguro no sentía nada. Duró muchísimo tiempo haciéndome sexo oral, pero obviamente mi consternación no me dejó tener una erección.

—Alastor... Mierda, lo sie-

—No te disculpes. No lo sabías.

—Es solo que... No sé.

—No lo sabías, no te culpo por tratar. Y quién sabe, quizás me anime a volver a intentarlo otro día. Esta vez yo estaría dando mi consentimiento, son situaciones muy distintas.

Lucifer no dijo más nada, pero le dirigió una mirada de disculpa que esperaba que Alastor pudiera ver sin sus gafas.

—Al final, la señorita se rindió, se levantó y salió del cuarto— Alastor arqueó las cejas e hizo una pequeña mueca —Yo me sentía completamente asqueroso luego de eso. Traté de limpiarme con un pañuelo y volví a ponerme los pantalones, y mientras hacía eso, escuché como ella le decía a mi padre algo como "Creo que es un maricón, se la chupé todo este tiempo y ni siquiera se le paró"

El mismo Lucifer se sintió nervioso ante esta sentencia. No quería ni imaginarse lo que sintió el Alastor adolescente al escuchar que le decían eso a su violento y borracho padre.

—¿Y?— Lucifer no soportó la pausa en la historia —¿Qué ocurrió después?

—¿Quieres saber qué ocurrió después?— Alastor se puso algo tenso —Mi padre entró al cuarto, me sacó arrastrando del prostíbulo, me llevó al callejón de al lado y le dio la paliza de mi vida.

Los dedos de Lucifer se apretaron más en torno a los de Alastor. No pudo decirle nada, solo tragó saliva.

—¿Te imaginas? Estaba super enojado porque no se me paró ante una señora mucho mayor y cero atractiva, con todo respeto— bufó Alastor —Le rogué que se detuviera, pero él me golpeó tanto que con uno de sus puñetazos rompió mis gafas, y uno de esos cristales se me enterró en este ojo.

Al señaló su ojo con la marca roja, y Lucifer sólo pudo expresarse con un pequeño jadeo de preocupación.

—Creo que fue ahí donde se dio cuenta de lo que hacía— siguió Alastor —Yo ya estaba medio desmayado, así que me arrastró de vuelta al coche, me llevó a mi casa, me dejó tirado en la puerta y pasaron años para que volviera a verlo.

Lucifer estaba francamente consternado. Ni siquiera sabía por dónde empezar a expresar todo lo que sentía al respecto. Abrió la boca, pero no pudo decir ni una palabra.

—¿Estás bien, patito?— preguntó Alastor

—¡Claro que no estoy bien!— exclamó Lucifer —Es que... ¿Qué demonios fue eso? ¿Te dejó ahí tirado? ¡Pudiste haber muerto! ¡Ese cabrón es...! Espera, ¿acabas de llamarme "patito"?

Alastor se encogió de hombros. Lucifer tembló de la emoción y dejó salir un gritito antes de lanzarse encima de Alastor y llenarle la cara de besos.

—Me encanta, me encanta demasiado— Lucifer estaba sonriendo con tantas ganas que sus ojos estaban entrecerrados.

—Sabía que te gustaría— Alastor le acarició el pelo, entrecerrando los ojos para verlo bien.

Lucifer se inclinó sobre él y lo besó.

—Igual sigo indignado por lo que te pasó— aclaró Lucifer. Ya no volvió a su lado se la cama, se quedó abrazando a Alastor.

—Lo sé, lo sé— Al comenzó a frotar la espalda de su compañero, una y otra vez —Te conté lo que pasó luego de eso. Mamá me llevó al hospital pero como mi padre nos cortó los fondos, no hubo seguimiento a mi herida y por eso no veo nada bien con ese ojo.

—Eso es realmente horrible, Al. Lamento mucho que hayas pasado por eso.

—Bueno, por otro lado, fue justamente esta herida una de las cosas que me salvó de ir a la guerra.

—¿Cuál guerra?

—La Gran Guerra

—¿La Primera Guerra Mundial?

—Todavía no puedo creer que hubiera otra y fuera peor. Pero sí, esa. Yo tenía 17 cuando Estados Unidos se unió a la guerra. Al principio el alistamiento era voluntario, pero luego pasó a ser obligatorio. Se supone que tenías que tener 18 para que te reclutaran, pero las leyes no se aplicaban al pie de la letra en los barrios negros.

—¿Te llevaron a la fuerza?

—Llegaron una noche a nuestro barrio, a llevarse a todos los hombres en edad para combatir. Yo ya estaba dormido cuando llegaron a mi casa. Me sacaron todavía en pijama y me subieron a un camión militar. Ni siquiera me dejaron despedirme de mamá. Ella lloraba y trataba de decirles que yo era menor de edad.

—Mierda... Imagino que estabas asustado.

—Muy asustado. De cualquier forma, no podía oponerme. Nos llevaron al campo de entrenamiento y ya sabes, el teniente no sabía que hacer conmigo, porque de nuevo, no me querían ni los blancos ni los negros. Al final me mandaron con los negros. Esos soldados se divirtieron bastante conmigo esas semanas.

—¿Y nadie hizo nada?

—Ya me estaban haciendo un favor. Los soldados negros me hicieron pasar malos ratos, pero los blancos hubieran sido capaces de matarme solo por diversión.

—¿Todo eso solo por tu raza?

—Esas cosas pasaban todos los días en mis tiempos. De todos modos, los soldados de mi unidad no estaban precisamente felices de tener a un "traidor a la sangre" con ellos. Solo uno de mis vecinos que también fue reclutado me defendía. Se lo dije a mamá cuando volví, y a partir de entonces siempre ayudamos a su familia en lo que podíamos. Sobre todo porque él no regresó de la guerra.

Lucifer frunció el ceño, pensativo.

—Pero entonces tú no fuiste a la guerra, ¿no?— preguntó.

—No— negó Alastor —Pasé un tiempo en el campo de entrenamiento antes de que decidieran enviarme de vuelta con mamá. No porque fuera el único hombre de la casa, o menor de edad, solo me enviaron de vuelta porque mi vista era muy mala aun con mis gafas, y no querían que matara a uno de los nuestros. Además, sentían que causaba mucha tensión en el grupo. Ellos necesitaban una tropa unida y de nuevo, nadie quería al hijo de un blanco cerca.

—¿Hay alguna parte de tu historia donde no te discriminen?

—De nuevo... ¿En Louisiana a principios de siglo?

—Ya, ya entendí.

—Como sea... Cuando volví a casa, comencé a buscar empleo. Las cosas eran difíciles en tiempos de guerra, y para ese entonces yo solía trabajar en donde me dieran oportunidad. A veces cubría turnos en una fábrica, otras necesitaban meseros en eventos, o limpiaba la cubierta de los botes en el río, cosas así. Pero desde siempre, había tenido una afición por la música y la radio. Cuando conseguía empleo como mesero o lavaplatos en un restaurante, me quedaba hasta la hora de cerrar, y los músicos de la banda de jazz me enseñaron a tocar algunos instrumentos. Comencé a abrazar más el lado afroamericano de mi herencia, y aunque mamá decía no estar muy de acuerdo, sé que en el fondo eso la hacía muy feliz.

—Estoy seguro de que sí. ¿Alguna vez tocaste con esa banda de jazz?

—Sí, y mamá siempre estaba ahí para verme. Fue una gran época de mi vida. Me dejaban hablarle al público entre canciones, y comenzaron a decirme que sería un gran locutor de radio. Y yo lo creí.

—Y lo eres. Me encanta tu programa.

Alastor bufó y miró a Lucifer de nuevo.

—¿En serio lo escuchas?— preguntó.

—Todo el tiempo— admitió Lucifer —Bueno... Solo la transmisión de la tarde. Ya te diste cuenta de que duermo mucho, ni siquiera sabía que había un programa matutino... ¡Pero nunca me pierdo el programa de la tarde!

—No tenía idea, no me lo habías dicho.

—No quería que se te subiera a la cabeza.

El moreno sonrió, satisfecho, y le dio un beso a Lucifer en la frente antes de continuar:

—Pues bueno, comencé a buscar una oportunidad en una estación de radio. Nunca adivinaras por qué no me contrataban.

—¿Por tu color de piel?

—Bingo. Pasé así casi un año hasta que una de las estaciones cambió de mando. El antiguo jefe había fallecido, y su hijo se haría cargo. Él me contrató a pesar de las opiniones del consejo. A él realmente no le importaba que fuera mestizo, pero para convencer a la junta, alegó que técnicamente yo no era negro, y que de todos modos iban a escucharme, no a verme.

—Meh, es un buen punto, supongo. Entonces te dieron tu programa de radio...

—Así es. Poco a poco me hice famoso en la ciudad, y mi programa era el más escuchado— había algo de orgullo en la voz de Alastor —Las cosas para mamá y para mí al fin estaban mejorando. Ya no le daba florecillas del pantano, ahora llegaba a casa con enormes ramos de rosas para ella.

Lucifer se le quedó mirando en silencio. Había algo de añoranza en la mirada del locutor. Seguramente él estaba recordando más buenos momentos con su madre.

—Okay, llegamos a la parte donde ya eres un locutor famoso— dijo Lucifer, luego de un corto silencio —Ahora seguro viene la parte donde yo me voy a poner celoso cuando me cuentes cuántas mujeres andaban detrás de ti.

Alastor se rio y negó con la cabeza, pero Lucifer no estaba bromeando. Es decir, solo... había que mirarlo. Esa cara, ese cabello, esos ojos, esa sonrisa... Tenía que haber habido cientos de mujeres detrás de él.

—Hubo algunas, de acuerdo— aceptó Alastor —Siempre era la misma historia. Tomábamos unas copas, bailábamos, y luego ellas me invitaban a casa. Y siempre me pasaba lo mismo al momento de hacer el amor con ellas.

—¿Qué? No me digas que no se te paraba— comentó Lucifer.

—No, no es eso. Yo cumplía con mi parte, pero jamás... lo disfruté, ¿entiendes?

—¿A qué te refieres con eso?

—Pues eso, a que no lo disfrutaba. Seguro, la compañía era placentera, pero te juro que disfrutaba mucho más la parte de las copas y el baile que la parte de ir a la cama. Las señoritas terminaban encantadas, debo decirlo. Podía durar tanto como ellas quisieran porque yo nunca llegaba al orgasmo. Gané una buena reputación como amante, pero para mí no significaba nada.

Lucifer parpadeó un par de veces. Caray, eso sonaba totalmente a un reto para él.

—¿Con cuántas chicas estuviste?— quiso saber Lucifer.

—No fueron muchas.

—¿Treinta? ¿Cincuenta?

—¿Eso te parece poco? Querido, ¿con cuánta gente has estado tú?

—... no es igual, Al. Tengo miles de años de edad. Hay gente rara que me invocó para ese fin específico.

—Ya, está bien. Como sea, yo sabía que había algo mal conmigo. No "mal", algo distinto, sabes.

—Ajá...

—No era solo que el sexo era, y sigue siendo y disculpa que te lo diga, la parte menos importante de una relación con una persona. Había algo más, y lo descubrí una noche en que salí de copas con una banda de jazz de otra ciudad. Los entrevisté en mi programa y luego fuimos a beber. Nos pusimos algo ebrios, y en algún momento de la noche, al salir del baño, me topé de frente con el trompetista. Recuerdo que tuvimos una conversación casual y tonta entre dos ebrios, y luego me besó.

Curiosamente, Lucifer se sintió más celoso de ese trompetista que de todas las mujeres que se habían acostado con Alastor.

—Ni siquiera hubo manoseo ni nada más inapropiado— puntualizó Alastor —Me besó por un buen rato y luego siguió con su camino al baño. Y me di cuenta de que tenía una erección. Así que supongo que aquella prostituta de años atrás tenía razón, yo sí resulté ser un "maricón".

—Hace rato me dijiste que no habías estado en la cama con otro hombre. Sabías que eras gay, o bueno, que al parecer te atraían los hombres. ¿Nunca exploraste ese lado de tu sexualidad?

—Por supuesto que no. En esa época admitir algo así era muy peligroso. Yo estaba muy reprimido, pero al menos me alegraba saber qué era lo que sentía diferente.

—¿Y seguiste teniendo novias entonces?

—Nunca tuve una novia en realidad.

—¿Y las chicas con quienes te acostaste?

—Esas fueron solo relaciones casuales de un par de meses. Yo quería algo serio, pero al final, yo no era material de esposo para ellas. Tuve enamoramientos "serios" con cinco mujeres, exactamente. Las cinco fueron señoritas blancas que pasaron por su etapa rebelde de ir a bailar jazz. Ninguna se habría atrevido a sugerir algo más con alguien como yo. Unas incluso tenían novio, y al final yo solo fui una aventura divertida antes de que tuvieran que volver a la realidad con su novio blanco que solo las quería para procrear y mantener limpia la casa.

—Huh, bueno, no tienen idea de lo que se perdieron.

Alastor dibujó media sonrisa y lo miró con ojos adormilados.

—¿Tu mamá no trató de presionarte para que consiguieras una novia?— preguntó Lucifer.

—Por supuesto. Nada grave, claro— aclaró Alastor —Pero comenzaba a decir que ya tenía edad para darle un nieto. En tono de broma, pero dejando entrever que realmente lo deseaba. Cuando iba a verme tocar con la banda, nunca desaprovechaba para comentarle a alguna señorita afroamericana que el guapo pianista era su hijo soltero.

—¿Y cómo terminaban esas citas arregladas?

—Yo les invitaba un trago, bailábamos y luego las acompañaba a la puerta de su casa. Contrario a lo que se quería hacer creer, las chicas negras eran mucho más recatadas que las blancas. Luego, yo volvía a casa solo para decirle a mi mamá que no habría segunda cita.

—¿Alguna vez le dijiste que también te atraían los hombres?

—Dios mío, claro que no. Yo mismo pensaba que aquello era algo "antinatural", ¿cómo iba a tomarlo mi madre cristiana?

—No lo sé. Ella suena como que era alguien muy comprensiva.

—Pues sí, pero también eran otros tiempos. Quién sabe... Seguro se habría disgustado al principio, pero sé que, al final, su amor por mí era capaz de superar todos los prejuicios de la época.

—¿Aunque no fuera para nada lo que ella hubiera querido para ti?

—Sí. Ella tenía una visión muy clara de la pareja que quería para mí: una chica afrodescendiente que perteneciera a la iglesia del barrio. Y mira nada más dónde acabé: en esta cama, con el Rey del Infierno, cuya forma humana es la de un hombre blanco.

Lucifer soltó una risita nerviosa.

—Pero yo sé que mamá te haría un lugar en la mesa y te serviría el mejor plato que hayas probado en tu vida— aseguró Alastor.

El rubio soltó un suspiro de anhelo. Ahora realmente tenía ganas de conocer a la madre de Alastor. Se escuchaba como la persona más buena que habitó la Tierra. Lástima que no podía ir al cielo. Eso era justamente de lo que se trataba su castigo: No poder ver nunca la bondad de la humanidad.

Con razón Alastor amaba tanto a su madre. Lucifer estaba realmente conmovido de ver ese lado suyo.

—Pero toda esta historia me confunde mucho— admitió Lucifer —Necesito que me expliques como ese adorable muchacho moreno, tan caballeroso y guapo, que ama tanto a su madre, y que solo quería ser aceptado por la sociedad, terminó yendo al infierno y convirtiéndose en el temible y poderoso Demonio de la Radio. Algo en tu historia no cuadra, cariño.

Alastor suspiró y cerró los ojos por un momento. Lucifer incluso creyó que lo había ignorado para quedarse dormido, pero él volvió a abrir los ojos y respondió:

—Dejando de lado que me empezó a interesar la demonología y el vudú, todo se vino abajo cuando cumplí 29 años.

Su tono era mucho más serio y sombrío, así que Lucifer solo asintió, mostrando que le prestaba atención.

—La caída de la bolsa de valores en el 29 fue un gran desastre para todos— explicó Alastor —Muchas familias ricas se empobrecieron de repente, así que ya no había más trabajo para mamá. Por suerte para nosotros, yo no perdí mi trabajo. De hecho, la gente estaba desesperada por noticias, así que había muchos radioescuchas. Mamá y yo no teníamos problemas graves de dinero. Podíamos pagar por la comida. El problema para nosotros era que no había comida que comprar. O por lo menos no querían vendérnosla.

—Si eso tiene que ver con tu color de piel una vez más...

—Te advertí que el tema del racismo era grave en esta historia. Había poca comida, y todos veían por sí mismos o por su gente. Los blancos solo le vendían a blancos y los negros a los negros. Mamá era vista como una traidora, y yo tenía que ir a otros pueblos, a tiendas de mestizos o de extranjeros, que no siempre tenían mercancía que vender.

—¿Pero no les importaba que tenías dinero para pagar?

—A veces el orgullo podía más que la necesidad. Pero bueno, no había forma de que dejara que mi mamá pasara hambre, así que comencé a cazar. Me volví bastante bueno acechando presas. A mamá no le encantaba que llegara a la casa con animales muertos, pero entre llenar el patio de sangre a no tener que comer, la decisión era sencilla.

Lucifer sonrió un poco. Era solo que lo conmovía comprobar lo mucho que Al adoraba a su madre. Y solo se sintió más culpable por no ser capaz de cumplir su deseo de verla.

—Muchos vecinos comenzaron a darse cuenta de que teníamos carne fresca, pero dejando de lado a la familia del soldado que me echó una mano en mi corto tiempo en el ejército, yo no estaba muy de acuerdo con mostrar simpatía con los demás. Es decir, ¿ahora querían nuestra ayuda luego de que siempre estuvieron hablando mal de mi madre? Pero como te dije, ella era muy buena. Decía que igual no teníamos dónde almacenar tanta carne, entonces no le importaba compartir con todos en el barrio. La noticia se extendió, y pronto teníamos incluso a gente blanca acudiendo a nosotros por carne. Por supuesto, para ellos no era gratis.

—Me imagino que eso comenzó a hacer que llamaran mucho la atención...

—Exacto. La mayoría de los blancos enviaban a sus trabajadores negros a comprar carne para ellos, pero cada tanto algún señor muy rico iba en persona. Y como te dije al principio, yo soy muy parecido a mi padre. No pasó mucho tiempo antes de que los chismes comenzaran a correr.

—¿Alguien trató de sacarle la verdad a tu mamá?

—Pues en realidad no sé cómo pasó, pero fue cuestión de tiempo para que alguien terminara de unir los puntos. La sociedad comenzó a señalar a mi padre, tuvo problemas con su esposa según supe. No solo eso, me enteré de que varios socios rompieron tratos con él solo porque se había metido con una negra. Y no sé, supongo que él llegó a la conclusión de que mi madre lo había divulgado. Eso debió ponerlo furioso y con ganas de vengarse.

Lucifer sintió un estremecimiento. Por el tono de Alastor, supuso lo que seguía.

—Mira, nunca hubo pruebas que lo señalaran, pero yo estoy seguro de que fue él quien la mandó asesinar. Yo estaba llegando a casa luego del trabajo. Esa mañana ella me había pedido que comprara ingredientes para preparar gumbo, por eso llegué un poco tarde, pero el punto es... Entré a la cocina y encontré su cuerpo.

Alastor volvió a cerrar los ojos muy fuerte. Lucifer no podía decir nada. Es decir, había pasado tanto tiempo... ¿Servía de algo decir que lo sentía?

Simplemente lo abrazó. Alastor no le devolvió el abrazo, pero tampoco se alejó de él. Se quedaron así por varios minutos antes de que Al volviera a abrir los ojos.

Lucifer hubiera pensado que iba a encontrarse con sus ojos enrojecidos, pero no. Alastor parecía mucho más molesto que triste.

—La policía no me ayudó en nada para encontrar al asesino— gruñó —Al final, era solo un número más de los muertos en los "peligrosos" barrios negros a los que los blancos debían evitar acercarse. Pero yo no me iba a conformar con un "no tenemos pistas". Investigué por semanas hasta que supe quién había sido el desgraciado. Y cuando al fin lo encontré, lo apuñalé tantas veces que para cuando me detuve ya no parecía una persona.

La frialdad con la que dijo aquello hizo que Lucifer viera por un momento el rostro del Demonio de la Radio debajo del disfraz humano.

—Después pensé que me hubiera encantado que me confesara que mi padre lo había contratado— se lamentó Alastor —Pero no importa. Yo estaba convencido de eso, así que sabes cual fue mi siguiente paso lógico.

—Asesinaste a tu padre.

—Sí. Y no solo lo asesiné. Antes de hacerlo, me aseguré de que supiera lo que iba a hacer. Jugué un poco con él. Le permití creer que podía pedir ayuda, escapar de su destino. Disfruté de matarlo como no tienes idea. Me puse muy creativo con cualquier cosa a mi alcance que pudiera usar como arma.

—No tienes idea de lo feliz que me hace escuchar eso.

Alastor sonrió, satisfecho consigo mismo.

—El funeral tardó días en ocurrir, hasta que lograron encontrar todas sus partes. Y dijeron que el ataúd estaba cerrado por motivos religiosos o algo así.

—¿Fuiste al funeral?

—Claro. A presentarle respetos a mi padre. Su esposa estaba furiosa, me gritó que no iba a obtener nada de la herencia.

—¿No sospecharon de ti?

—El idiota no le dijo a nadie que sentía que yo le iba a hacer daño. Pedir ayuda implicaría exponer mis razones y admitir que yo era su hijo, aunque ya era un secreto a voces.

—Así que seguiste matando después de eso...

—Pues luego de la primera vez se vuelve mucho más fácil. Al principio, si escuchaba que alguna de las chicas del bar sufría maltratos por parte de su esposo abusivo, este desaparecía misteriosamente. Luego preferí jugar al policía. Hubo un caso de un sujeto que prostituía a chicas menores. A ese lo desmembré mientras seguía con vida. Después, algunas familias de mi barrio comenzaron a recibir infundadas amenazas de desalojo del nuevo director del banco local. Desaparecido también. Aunque ese sujeto era tan pulcro y elegante, y olía tan bien, que me hizo animarme a probar su carne.

—Así que eras una clase de vengador enfermo, ¿eh? Supongo que eso sigue hablando bien de ti, de una forma un tanto retorcida.

—Estoy seguro de que en el Cielo no piensan de esa manera.

—Aun así, yo creo que matar gente mala cuenta como algo bueno. Tus asesinatos tenían un motivo.

—Al principio. No quiero que te confundas, querido. Soy una mala persona, no pretendo justificar lo que hice. Estoy en el infierno por una razón.

—Ya, pero aun así...

—De verdad, no te cuento esto para excusarme. Sé que lo que hacía estaba mal, yo no era nadie para decidir quién merecía semejante castigo. Supongo que perder a mi madre hizo estragos en mi moral, porque vamos, si alguien tan bueno como ella había sido asesinada de manera impune, ¿realmente existía la justicia divina?

—No, no lo creo. Y la verdad entiendo que algo en ti quisiera darles esa justicia terrenal a otras personas, ya que el Cielo parecía no intervenir.

—Supongo que sí. Y con el paso de los años, uno busca cualquier excusa para seguir matando. Ya lo hacía totalmente por mí, por la adrenalina que me causaba cazar a mi siguiente presa. Y cada vez fui más sádico al momento de matar y claro, a muchos les resulta especialmente desagradable la parte donde me comía a mis víctimas...

Lucifer soltó un silbido. No podía negar que la idea de Alastor humano cubierto de sangre le parecía super excitante.

—Por lo menos estoy seguro al afirmar que nunca asesiné a alguien que fuera inocente— comentó Alastor —Me hice muy bueno en ese pequeño pasatiempo. Digo, nunca me atraparon. No con vida.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿Recuerdas que te dije que morí cuando un cazador me disparó?

—Sí.

—Esa noche estaba en el bosque porque iba a enterrar lo que quedaba de mi última víctima. Al encontrar mi cuerpo, unieron las piezas y supieron exactamente quién era yo y lo que había estado haciendo durante años.

—¿Cómo sabes eso?

—Mimzy me lo dijo cuando nos volvimos a ver en el infierno. Ella y otros amigos se encargaron de que me enterraran junto a mi madre, pero las familias de la gente a la que maté siempre vandalizaban mi tumba. No los culpo, la verdad. Al final, para evitar tantas intrusiones al cementerio, la policía decidió deshacerse de mi cuerpo en una fosa común.

—Oh... Carajo, lamento mucho eso, Al.

—No, tranquilo. Estoy aquí ahora, ¿no? Este soy yo, no ese cuerpo. Pero bueno... Así fue como terminó mi vida como humano.

Alastor finalizó su historia y sonrió ampliamente.

—Woah, vaya... Gracias por compartir todo esto conmigo— susurró Lucifer, para luego darle un beso en la mejilla —En serio. Agradezco mucho la confianza, Al.

—Yo te agradezco a ti por escucharme— respondió Alastor, acomodando un mechón de pelo tras la oreja de Lucifer —Y por interesarte. La verdad es que nadie se preocupa mucho por conocerme.

—Es que eres un poco... intimidante.

—Lo sé. Cuando intento saludar a alguien, la mayoría solo huyen porque me tienen miedo. Te mentiría si dijera que no me encanta eso, pero... a veces llego a sentirme solo.

—Yo me encargaré de que no vuelvas a sentir eso, querido.

Lucifer volvió a besarlo, esta vez en los labios.

—Sigo muy molesto con tu padre— admitió Lucifer, con un pequeño bufido que recordaba a un gatito enojado —¿Te importaría si lo busco para darle su merecido castigo eterno?

—Aprecio mucho que lo ofrezcas, pero eso no va a ser posible, majestad— respondió Alastor

—¿Por qué no?

—Ya me encargué de él. No lo busqué inmediatamente al llegar al infierno. Pasaron unos años, primero me aseguré de ser lo suficientemente poderoso. Luego, cuando lo encontré, lo aceché por semanas, meses... No porque no pudiera atraparlo. Quería ver el miedo en sus ojos al sentir mi presencia. Cuando ya estaba muy paranoico... bueno, digamos que fue un invitado de honor en una de mis transmisiones.

Lucifer arqueó las cejas.

—No se puede quejar. Le di el mismo trato que a un overlord, siendo la basura que era— comentó Alastor.

—¿Extrañas hacer esas transmisiones especiales?— lo cuestionó Lucifer.

—A veces. Trato de no matar a tanta gente como antes... aunque no siempre es fácil resistirlo.

—Ya, pero si un día haces una de esas transmisiones especiales, ¿me invitarías a la torre a ver el show en vivo?

Alastor sonrió, haciendo un sonido extraño, casi sexual. La idea debió parecerle muy placentera.

—Por supuesto— Alastor se lamió los labios —Sería un honor. Solo déjame encontrar a una víctima que valga la pena.

Lucifer soltó un pequeño gruñido provocativo, acariciando el mentón de Alastor, y lo besó de forma más apasionada.

—Bueno, cariño, yo te conté mi historia— dijo Alastor —Ahora tú debes contarme la tuya.

—Como dije antes, tengo miles de años de edad— le recordó Lucifer —La historia de mi vida no es corta. Tienes que ser más específico sobre qué etapa de mi vida quieres que te relate.

—¿Cómo fue tu caída?

Algo dentro de Lucifer se resquebrajó al escuchar esa pregunta. Abrió mucho los ojos y, por un momento, se quedó pasmado.

—O no, si no quieres hablar de eso yo entiendo— se apresuró a decir Alastor.

—No, está bien— respondió Lucifer —Es solo que... Bueno, es como tú dijiste. Nadie me pregunta estas cosas. Y las personas lo suficientemente cercanas a mí estuvieron ahí, así que... Hace mucho que no hablo de esto.

—Lo que recuerdes, no tiene que darme tantos detalles.

—No me malentiendas. Recuerdo todo perfectamente. Sueño con ese momento cada tanto. Solo digo que no había hablado de esto, en voz alta, con otra persona.

—¿Soy digno de escuchar esta historia de sus labios, mi rey?

El rubio sonrió un poco y volvió a besarlo. Realmente necesitaba hacer eso, para tomar valor.


*****

Okay, hasta aquí el capítulo de esta semana. Originalmente la backstory de Alastor y la de Lucifer iban juntas, pero el capítulo quedaba súper largo así que mejor lo dividí. Para el próximo lunes, la historia de Lucifer uwu

Muchísimas gracias por el apoyo, les recuerdo que estoy haciendo ilustraciones de los capítulos, las pueden ver en mi tiktok, twittert o instagram, en todos con el username axtenea o axtenea666. Hasta la próxima semana!

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