1. Invocación
Todo ocurrió en un momento fugaz. De repente, una estela de luz rodeó su cuerpo, y lo siguiente que supo al abrir los ojos fue que estaba en un lugar oscuro y silencioso.
Alastor no podía estar seguro de qué demonios había ocurrido. Y por la forma en que su cabeza daba vueltas y un zumbido extraño resonaba en sus oídos, tampoco tenía idea de si se había desmayado por un tiempo o si de verdad había estado en su habitación en el hotel hacía apenas un segundo.
Se tomó un momento para sentir. A ver... El ambiente era cálido, pero se encontraba recostado en el piso frío. Quizás estaba hecho de piedra. Y el hecho de que pusiera sentirlo y afirmar esa información para sí mismo con tanta seguridad se debía a que estaba desnudo.
Bueno, eso no era inesperado. Había estado desnudo en su habitación antes de ser transportado a este lugar.
Ante sus ojos se alzaba una negrura entre la cual no podía distinguir ni un detalle, como si cualquier atisbo de luz estuviera siendo tragado por la imponente oscuridad.
Mentiría si dijera que no se sentía un poco nervioso por no escuchar nada. Es decir, usualmente su sentido del oído era muy sensible gracias a sus orejas de ciervo. Sin embargo, en esos momentos parecía que el mundo se había puesto en pausa.
Alastor se incorporó, quedando sentado en el helado piso, pero de inmediato sintió un leve mareo que lo hizo tener náuseas. Se llevó las manos a la cabeza para tratar de recuperarse rápidamente y entonces...
Fue ahí cuando supo que algo estaba mal. Terriblemente mal.
El tacto al tocar su propia cara no fue el de siempre. Miró sus manos, y a pesar de la oscuridad, pudo obtener una imagen borrosa de... manos humanas. Estaba mirando sus manos, pero estas carecían de sus largas garras.
Rápidamente, Alastor tocó la parte superior de su cabeza, y entró en pánico al no poder sentir sus orejas ni sus astas entre su cabello. Instintivamente, sus manos se deslizaron a los costados de su cabeza, sintiendo las orejas humanas.
Se puso de pie de un salto, presa del pánico, pero sus piernas no lo sostuvieron y volvió a caer en el piso de piedra. El sonido seco del golpe y el eco que este produjo le hizo saber que no se había quedado sordo ni nada, era solo que ahora escuchaba como cualquier ser humano, nada más.
Trató de hacer algo de magia. Transportarse por medio de su sombra, encender una pequeña chispa aunque sea, pero nada ocurrió.
—¿Qué mierda está pasando?— dijo en un susurro.
Por supuesto, su voz no tenía el habitual filtro de radio.
Volvió a quedarse callado, tocando su cuerpo lentamente. Un cuerpo que no había sido suyo desde hacía décadas.
Había vuelto a ser un humano, pero... ¿por qué?
Respiró profundamente, tratando de calmarse. Vaya... esa sí que era una sensación peculiar. Él, Alastor, el Demonio de la Radio, tratando de calmarse porque se sentía nervioso. ¿Asustado? No, eso jamás.
Por supuesto, para cualquiera resultaría chocante una situación así. Estaba desnudo, solo, en un lugar extraño, y por alguna razón volvía a ser un humano.
Eso lo hizo darse cuenta de una cosa. Claro...
No era que estuviera en un lugar maldito donde la luz no podía entrar, no. Era sólo que él no podía ver nada porque, al recuperar su cuerpo humano y todo lo que eso conllevaba, no podía ver bien sin gafas.
Tomó una respiración profunda y dejó que sus ojos se acostumbraran a la falta de luz. Eso no ayudaba mucho con la parte de que veía todo muy borroso, pero al menos podía distinguir siluetas de los objetos que lo rodeaban.
Al ver lo enorme del recinto donde se encontraba, y la disposición de los elementos que lo conformaban, supo exactamente el tipo de lugar al que había sido transportado.
Se puso de pie lentamente para permitir que sus piernas se acostumbraran a su peso y, sintiéndose algo nervioso por lo que sabía que encontraría detrás de él, dio media vuelta.
Su corazón dio un vuelco al distinguir la silueta borrosa de un enorme crucifijo.
Sí, no había duda, se encontraba frente al altar de una iglesia. Una bastante grande, sin llegar a ser una catedral.
Lo puso un poco nervioso encontrarse solo en un lugar como ese a oscuras. Miró la cruz fijamente por unos momentos, y luego bajó la cabeza, apretando los puños mientras comenzaba a entender lo que había ocurrido.
Había sido invocado. En vida, él había estudiado mucho sobre la invocación de demonios, lo había intentado miles de veces, muchas de ellas en vano, pero después de años de estudio llegó a convertirse en un experto.
Sabía muy bien que un lugar sagrado era ideal para hacer una invocación, por la enorme energía espiritual que poseía un sitio así.
Sin embargo, estaba solo.
—¿Hola?— dijo Alastor sin subir la voz, y aun así, el sonido hizo eco en la cúpula de la iglesia.
No obtuvo respuesta. Soltó un pequeño gruñido. Bien, comenzaba a tener idea de que pasaba.
Una invocación no era tan fácil como decir "Ven aquí demonio, te ofrezco mi alma".
No, se requerían palabras muy precisas en lenguajes muertos, dichas en el tono adecuado. Algunas runas que debían ser dibujadas con mucha precisión, un círculo de invocación, un poco de sangre, y la voluntad necesaria para hacer algo como eso.
Muchas personas en sus tiempos sentían curiosidad por las invocaciones, pero la mayoría quedaban convencidas de que eran tonterías. Alastor los miraba con desprecio, pero no decía nada para sacarlos de su ignorancia. Esos idiotas seguían rituales inventados con cosas que solo sonaban profanas, pero aunque hubieran tenido las instrucciones paso a paso como una receta de cocina con ilustraciones, su invocación hubiera sido un fracaso porque sus almas eran débiles. Se necesitaba a alguien realmente especial para poder abrir una pequeña puerta al infierno.
Por lo visto, en esa ciudad había una persona con la voluntad muy fuerte pero no muy lista. Había invocado a un demonio lejos de ella, sin sus poderes, y lo más intrigante... ¿por qué a él? Al menos que él supiera, no era un demonio que estuviera presente en el folklore humano, como Belcebú o Asmodeo. Esos eran nombres que sí sonaban en la cultura popular humana.
¿Qué se supone que debía hacer? Si el humano que lo había invocado no estaba cerca, Alastor supuso que no tenía nada que hacer ahí. Sin embargo, ¿cómo iba a volver al infierno sin su magia?
Miró con atención al piso, pero no había un círculo de invocación ni nada que indicara que ahí había habido un ritual.
Supuso que la persona que lo había invocado había pronunciado mal las palabras, llevándolo a aparecer en aquella iglesia sin querer.
Eso tenía sentido. Era mucho más fácil para un demonio aparecer en un lugar sagrado, aunque no muchas personas estaban dispuestas a irrumpir en uno de estos para algo así. Hacer la invocación en el lugar de tu elección era mucho más difícil, así que Alastor estaba seguro de que su invocador era un inexperto.
Como sea, no era de su incumbencia preocuparse por los motivos. Solo quería volver al infierno. ¿Acaso bastaría con suicidarse? Es decir, lo habían invocado en su forma humana, o sea que podía morir. Y si moría, seguro que no iría al cielo.
Ese parecía ser un buen plan, pero luego se detuvo a pensar... ¿esta era realmente su forma humana o era solo un disfraz? ¿Y si al suicidarse era al Demonio de la Radio a quien le estaba cortando el cuello? ¿Iba a desaparecer de la existencia como cualquier pecador en un exterminio?
Vaya, quizás no era tan experto en invocaciones como había pensado. Y jamás pensó en seguir estudiando ese tema del otro lado. Es decir, nunca pensó que alguien en la Tierra fuera a pedirle un favor.
Maldición, ojalá tuviera sus poderes. Sentía algo de magia dentro de él, pero esta se negaba a salir. Maldijo en su mente al tonto que había cometido tantos errores en la invocación. De verdad, esto requería preparación, ¿tan difícil era memorizar unas palabras y asegurarte de que las runas estuvieran bien dibujadas?
Invocar no era tarea fácil, pero tampoco era tan complicado como reunir seiscientas sesenta y seis velas negras y sacrificar un animal o a una virgen. La mitad de las veces, esas eran solo creencias de idiotas que quieren sentirse malvados al hacer esas tonterías para imponer miedo. La otra mitad, se trataba de un intercambio equivalente. Aunque no era indispensable un sacrificio para invocar un demonio, si era necesario si el favor que ibas a pedir era muy grande. Sacrificar un cordero podría hacer una gran diferencia en la respuesta que te daría la entidad a la que llamaste. Y claro, entre más espléndido fuera el sacrificio, más ayudaba a invocar a un ser más poderoso.
Por lo menos así era para la gente común. Él se consideraba un erudito del tema, no necesitaba gran cosa para llamar a cualquier demonio frente a él. Y, de hecho, ahora que conocía a su majestad en persona, dudaba mucho que el enano ese no se pusiera a llorar con la idea de que mataran a una gallina en su nombre.
La respiración de Alastor se cortó por un momento al darse cuenta. Pasó sus dedos por su cabello y volvió a dar una respiración honda.
Bien, si no quedaba de otra... Suponía que necesitaba un poco de ayuda, por mucho que odiara tener que pedírsela a él.
Seguro, podía invocar a alguien más, pero la mayoría de sus invocaciones habían sido a demonios menores. Si podía llamarlo a él, el ser más poderoso del Averno, ¿por qué conformarse con menos?
Además, si iba a pedir un favor, mejor que fuera a alguien conocido.
Se puso manos a la obra. Caminando a tientas se dirigió hacia el altar y encontró el incensario. Lo abrió con esperanza de que nadie se hubiera tomado la molestia de vaciarlo, y sonrió al sentir que estaba lleno de ceniza.
Todavía a tientas y haciendo un enorme esfuerzo por ver en la oscuridad, usó la ceniza para dibujar un pentagrama en el piso, con el sigilo de su majestad en el centro. Luego, robó cinco velas blancas del altar para poner una en cada pico de la estrella.
Mientras dibujaba las runas con ceniza alrededor del pentagrama, comenzó a murmurar su invocación en una mezcla de sumerio con latín, expresando exactamente lo que buscaba obtener como favor.
Era increíble que aún recordara cómo hacer todo eso. Sí, lo había repetido hasta el cansancio miles de veces, pero aun así, habían pasado décadas.
Dibujó la última runa y se puso de pie. Antes de terminar con el ritual, se dirigió de nuevo al altar y tomó el mantel para enrollarlo alrededor de su cuerpo desnudo.
Pidió perdón en su mente. No a Dios, sino a su madre. Ella estaría muy molesta por aquel atrevimiento de su parte.
Y más molesta estaría de ver que Alastor tomó una pequeña cruz de plata con bordes afilados y la usó para cortarse la palma de la mano.
Dijo las palabras finales, mientras soltaba el crucifijo y dejaba caer su sangre en el centro del pentagrama, esperando con todo su ser haber hecho las cosas bien.
Contuvo la respiración, sintiendo un dolor punzante en su mano temblorosa mientras apretaba el puño para que la sangre siguiera fluyendo, y no pudo evitar soltar una risita de júbilo cuando las velas se encendieron de repente y el pentagrama y las runas se iluminaban con un color naranja intenso.
Hubo un destello de luz, y Alastor dio un par de pasos atrás, cegado por la iluminación repentina.
—¿Cómo osas molestar al rey del infierno?— dijo una voz profunda y demoniaca.
Alastor parpadeó un par de veces antes de poder ver la figura borrosa del mismísimo Lucifer en su forma demoniaca. Sus pies no tocaban el piso, pues sus seis alas enmarcaban su figura, batiéndose lentamente. Un par de grandes cuernos adornaban su cabeza, y sus ojos rojos parecían brillar incluso más que las llamas que se habían encendido dentro del pentagrama.
—No sabes en lo que te estás metiendo— continuó Lucifer, con aquella voz salida de las profundidades del averno —Cuando termine contigo, no quedará nada que-
—Sí, sí, como sea. Pare con este espectáculo— lo interrumpió Alastor, poniendo su mano frente a su cara para tapar la luz —Lo llamé porque necesito su ayuda
—¡¿Cómo te atreves a hablarme así?!— se indignó Lucifer.
—Señor, por favor, le ruego que baje la voz. No queremos llamar la atención del sacristán. Ya fue suficiente.
—¡¿Qué...?! ¡¿Tienes idea de quién soy?!
—Basta. Deje de gritar, no es necesario. Como sea, creo que no se ha dado cuenta, pero soy yo, Alastor.
Lucifer lo miró con algo de incredulidad por unos momentos, pero lo siguiente que ocurrió fue que volvió a su forma habitual, poniendo los pies en el piso y sonriendo con sorna.
—¿Botones? ¿De verdad eres tú?— se burló Lucifer, volviendo a hablar con su voz de siempre, arqueando una ceja y riendo un poco.
—No le veo la gracia— se quejó Alastor.
—Es solo que... ¡Carajo! ¿Cómo sé que eres quien dices ser?
Alastor ensanchó su sonrisa y ladeó la cabeza antes de responder:
—Ayer usted me atrapó quitándome el abrigo. Descubrió que tengo una cola. Y se distrajo tanto con esto que pisó un tonto patito de goma y se cayó por la escalera. No dijimos nada, pero creo que hicimos un pacto silencioso para no divulgar lo que vimos.
Lucifer parpadeó lentamente, levantó las manos y contestó:
—Okay, gracias por aclarar mis dudas.
—Y si fuera cualquier humano, ¿cree que me atrevería a tenerlo enfrente y decirle que pienso que es un enano con voz de pato?
—Ya, ya entendí. Carajo, sí eres tú, no puede haber nadie tan irritante.
Lucifer se cruzó de brazos, haciendo un pequeño puchero y mirando a Alastor de arriba a abajo con curiosidad.
—Oiga, necesito su ayuda— pidió Alastor.
—Mierda, sí que la necesitas— Lucifer ahogó una risa —¿Qué pasó contigo? ¡Hacía un rato estabas cenando con todos nosotros!
—Fui invocado por algún humano tonto que me trajo lejos de él y sin mis poderes. Necesito que usted me regrese al infierno.
—Me temo que eso no es posible
—¿Qué?
—¿Qué? ¿Acaso es la primera vez que te invocan?
—Pues a decir verdad, así es
Lucifer soltó una risita y se ajustó el sombrero antes de explicar:
—Cuando un humano nos invoca, es porque necesita algo de nosotros. Un favor, un trato, como quieras llamarlo. Es nuestra misión cumplir su deseo. Por un precio, claro. Pero no podemos volver al infierno hasta cumplir sus demandas.
—¿Está bromeando?
—Noup. Ojalá, pero no. Mira, se vale hacer trampa. Los humanos no suelen ser muy específicos con sus deseos. Puedes darles exactamente lo que quieren, o puedes hacer un cumplimiento malicioso, que es lo que la mayoría hace. ¿Quieren tener más dinero? Boom, haz que encuentren un dólar bajo su zapato. Ahora son un dólar más ricos. Técnicamente estás cumpliendo su demanda y puedes volver al infierno.
—La honestidad no nos caracteriza, ¿no?
—Botones, somos demonios. A menos que te ofrezcan su alma, no estamos obligados a cumplir sus deseos tal cual lo imaginan.
—Okay entiendo. Así que tengo que buscar al humano que me trajo...
—¡Y solo así podrás volver al infierno! O no, puedes quedarte aquí y dejar de molestar. No me interesa. Claro que no puedes pasar mucho tiempo aquí jugando a que eres humano. Tal vez solo un par de semanas antes de que enfermes y mueras.
—¿Y si muero volveré al infierno?
—No. A final de cuentas eres un demonio. Te ves como humano, pero ya estás en tu segunda vida. Tienes que tener cuidado, si mueres aquí, vas a desaparecer.
Alastor soltó un suspiro de hastío, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos por un momento para pensar.
—Bueno, su majestad— dijo al fin, luego de detenerse a observar el pentagrama —Técnicamente yo lo traje aquí para que me ayude a volver al infierno. Si yo no regreso, usted tampoco lo hará.
—¡Ja! Buen intento, pero ya te dije lo que debes hacer. Estoy ayudando, así que...
—Yo solicité su presencia específicamente para volver en cuerpo y alma al infierno. No basta con darme unas vagas instrucciones. ¿Con quién cree que está tratando? Soy muy cuidadoso al momento de hacer mis tratos.
Lucifer se quedó callado por un momento. Luego, dio un par de golpecitos en el piso con su pie, pensativo.
—Como quieras— suspiró Lucifer —Pero si quieres que te ayude en cada paso que des, necesito algo bueno a cambio.
—Puedo ofrecerle un favor— sugirió Alastor.
—¿Qué clase de favor?
—No lo sé. Lo que sea, en el momento que usted quiera, cuando quiera.
—¿Qué crees que pueda querer yo de un simple pecador como tú? No. Es tu alma o no hay trato. Me iré.
Alastor se mordió la lengua, mirando fijamente a Lucifer. Mierda, debió pensar en eso antes de llamarlo justamente a él, de entre todos.
—Bien, entonces... Olvídelo— suspiró el locutor —Puede regresar al infierno. Buscaré la forma de volver.
—Ajá, cómo no. ¿Cómo lo harás sin poderes?— puntualizó Lucifer, cruzando los brazos.
—Pues no lo sé, tengo que averiguarlo.
—¿Prefieres morir antes de someterte a mi voluntad? Sí que eres arrogante. Sólo hagamos un trato. Dame tu alma y te salvaré.
Ambos se sostuvieron la mirada por un rato. Alastor resopló. Bueno, no tenía que decir toda la verdad.
—No puedo hacer eso— admitió. Mierda, no era algo que quisiera compartir eso con nadie, mucho menos con Lucifer, pero no le quedaba de otra —Yo... Hice un trato con alguien hace tiempo. Y ese alguien posee mi alma. No tengo nada más que favores que ofrecerle a cambio por sus servicios.
Lucifer descruzó los brazos, algo sorprendido por la respuesta.
—En serio necesito ayuda— Alastor odiaba mostrarse así de vulnerable, pero no tenía otra salida —Usted es el todopoderoso Rey del Infierno, pero... Si puedo serle útil, haré lo que sea que me pida cuando quiera cobrar el favor.
El demonio se encogió de hombros, mirando al rey en un claro pedido de compasión. Lucifer lo pensó por un momento, rascándose la nuca.
—De acuerdo, solo porque en serio te ves patético— respondió el rubio al fin.
Alastor no tomó a bien esas palabras, pero no dijo nada, porque Lucifer le ofreció la mano izquierda. Alastor levantó la suya, esperando a que Lucifer se quejara porque era la mano llena de sangre que se había cortado para hacer el ritual.
El pentagrama brilló con renovada fuerza cuando los hombres se tocaron. Lucifer volvió a su forma demoníaca por unos instantes, y para cuando se soltaron, Alastor notó que su mano estaba curada, sin ninguna marca que mostrara que se había cortado.
—De acuerdo Bambi, hay otra cosa que debes saber— informó Lucifer —Una vez que salga del pentagrama, yo tampoco tendré poderes.
—¿Es en serio?— gruñó Alastor.
—¿Por qué crees que los deseos de los humanos se cumplen rápido? No es como que invocas a un demonio y te lo quedas por una semana, a menos que solo quieras conocimientos y no poderes. Estos encuentros suelen ser fugaces. Entras y sales. Salir del pentagrama es entrar al mundo humano con todo lo que eso conlleva.
—¡Usted es el maldito Lucifer! ¿Por qué estas reglas aplican para usted? ¡Debería ser lo suficientemente poderoso como para romper el trato y abrir un maldito portal de regreso al infierno!
—¡Hey, hey, tranquilo! No te equivocas. Claro que puedo viajar a la Tierra cuando me plazca, con todo y mis poderes, y luego volver a casa. Pero solo si lo hago por mi voluntad. Tú me trajiste, así que estoy sujeto a ciertas reglas de invocación.
—¿Me está diciendo que acabo de hacer un trato con su majestad, y resulta que tendrá el mismo poder que cualquier humano?
—Más o menos.
Alastor se dio un golpe en la frente con la mano.
—Anímate, soy una buena fuente de información. Además, seguro pasaremos un buen rato juntos— le hizo ver Lucifer —Charlie me ha rogado mucho para que intente llevarme bien contigo, quizás esta es la oportunidad de que eso ocurra.
Alastor suspiró y miró al demonio, diciendo:
—Bien... si es lo que nuestra querida Charlie desea, supongo que puedo hacer un esfuerzo.
—Genial, entonces hagamos esto.
Lucifer dio un paso hacia Alastor, saliendo del pentagrama. De inmediato, su aspecto cambió.
Ahora, Alastor ya no tenía al gran soberano enfrente, sino a un hombre bajito y delgado que parecía estar en sus treintas, con piel muy blanca y cabello rubio muy claro peinado hacia atrás. Su ropa también se transformó, pasando de su traje habitual a unos pantalones blancos y una camisa rosa.
Esperaba que la luz de las velas no fuera suficiente para que se notara que se había sonrojado un poco al ver, aunque de forma borrosa, la forma humana del soberano. Por algo decían que él solía ser un ángel hermoso, el favorito de Dios.
—¿Puedo saber por qué estás desnudo?— preguntó Lucifer, pasando un dedo con curiosidad por su recién parecida nariz
—No es que le importe— respondió Alastor —Pero cuando fui teletransportado a este sitio, estaba a punto de tomar un baño
—No, ¿a poco sí te bañas? No se nota
Lucifer soltó una risita tonta, y Alastor tuvo que aguantar las ganas de golpearlo. Aunque esa no podía ser una buena idea. Después de todo, si ninguno tenía poderes, podría lastimarlo de verdad, considerando que el rubio apenas le llegaba a la altura del pecho.
—Solo bromeo— Lucifer le dirigió una sonrisa —Vamos, iremos a conseguirte algo de ropa y luego buscaremos donde dormir por hoy.
—¿No deberíamos buscar al humano que nos metió en esto?— sugirió Alastor
—Es más de media noche. Lo mejor será descansar por hoy. Quizás es un poco tarde para comprar ropa, pero tomaremos algo prestado de algún tendedero.
Alastor soltó un suspiro. Esperaba que no hubiera nadie en la calle. Ya era bastante humillante estar frente al rey usando un mantel como toga.
—Habla de "comprar ropa"— reparó Alastor de repente —¿Tiene dinero humano?
Lucifer sacó una billetera de su bolsillo y comentó:
—He venido muchas veces desde el momento de la Creación. Digamos que no solo soy muy rico en el infierno.
—Me alegra saberlo. Bueno, este también es un tipo de poder. El más apreciado por los humanos. Quizás no está completamente indefenso después de todo.
El hombre rubio volvió a reír y dijo:
—Como sea, vámonos de aquí. Este lugar es espantoso.
Lucifer comenzó a caminar hacia una de las puertas. Alastor trató de seguirlo, pero después de avanzar unos metros, se golpeó en la frente al pasar bajo el púlpito, provocando el eco del golpe seco.
No había visto a Lucifer agacharse porque claro, él no necesitó hacer eso para pasar por ahí.
—¿Estás bien?— se preocupó Lucifer, aunque trataba de enmascarar una risa.
—Sí, muchas gracias por el aviso— se quejó Alastor, frotándose el sitio donde se había golpeado.
—No creí que necesitara avisar, ¿estás ciego o qué?
—Ugh... Debo confesarle algo.
—Dime.
—Es que... Bueno, no puedo ver sin gafas, ¿de acuerdo? No las necesito siendo demonio, pero siendo humano... Mi vista es muy mala. Esto es muy desesperante, no tengo poderes, y ni siquiera puedo ver nada.
Lucifer dejó de reírse y se acercó a él, tomó su muñeca y puso la mano de Alastor en su hombro.
—Vamos, necesitamos confiar el uno en el otro. Por lo menos un par de días— comentó Lucifer —Yo seré tus ojos, mañana te conseguiremos unas gafas.
El demonio de la radio no respondió a eso. Él no solía confiar en nadie, pero sintió una calidez en su interior al notar como Lucifer dejaba de hablarle como un superior para tratar de sonar más amigable.
—Otra cosa— dijo el rubio mientras comenzaban a caminar juntos —Aquí en la Tierra puedes dejar todo el asunto de "señor" o "majestad". Tampoco tienes que hablarme de usted.
—A decir verdad, me costará un poco acostumbrarme a eso, señor— confesó Alastor
—Inténtalo. La gente nos verá raro si me hablas así.
—Okay, le agradezco... Te agradezco la confianza.
—No es nada. Quien sabe, esta podría ser una aventura divertida qué contar cuando volvamos a casa.
Alastor solo murmuró un "ajá". Esperaba que ese regreso a casa fuera pronto.
*****
—¿Qué clase de broma es esta?— se quejó Alastor, viendo la ropa que Lucifer había escogido para él.
—Pues tampoco es como que había muchas opciones para elegir— se defendió Lucifer —Date prisa.
Como era de esperarse, las calles estaban casi vacías al ser tan tarde por la noche. Apenas habían visto algunos autos pasar a toda velocidad, pero sus ocupantes parecían estar lo bastante borrachos como para fijarse en un hombre vestido con un mantel.
A juzgar por el ambiente húmedo y caluroso y por el ambiente fiestero de las pocas personas con las que se habían cruzado, debían estar en una ciudad costera. Lucifer estaba contento respecto a eso. En su opinión, estar en un lugar turístico facilitaría bastante encontrar un hotel para quedarse esa noche.
Por supuesto, primero debían conseguir ropa para Alastor. Dudaban mucho que su improvisada vestimenta manchada con ceniza y algunas gotas de sangre fuera bien recibida.
Era imposible que encontraran una tienda de ropa abierta a esa hora, así que Lucifer siguió su plan de robar algo de un tendedero. Alastor lo ayudó a saltar la cerca del patio de una casa. El rey era algo torpe para ese tipo de cosas, pero Alastor no podía ver nada, así que no iba a arriesgarse a saltar la barda y luego ser descubierto robando cuando se tropezara con los botes de basura o algo así.
—No sé qué le ves de malo— dijo Lucifer desde afuera del callejón al que Alastor se había metido para ponerse la ropa, luego de escuchar al demonio de la radio quejarse por lo bajo —Además, ¿cómo sabes que no te gustará? Creí que no podías ver
—No estoy ciego, sólo veo borroso— aclaró Alastor.
—Bueno, ya. Déjame verte.
Como supuso que no tenía otra opción, Alastor salió del callejón, y Lucifer lo miró de arriba a abajo.
El hombre más alto usaba una camisa hawaiana azul con estampado de piñas, demasiado pequeña para él; y un traje de baño con pequeños flamencos rosas.
—¡Vamos, no está mal!— comentó Lucifer, conteniendo la risa
—Lo hiciste a propósito, ¿verdad?— se quejó Alastor, cruzando sus brazos sobre su pecho.
—Te juro que no. Es lo que estaba tendido ahí. Es la playa, la gente usa este tipo de ropa.
Lucifer no pudo contenerlo más y se rio un poco.
—Lo siento, perdóname— se disculpó, volviendo a controlar su risa —Creo que es... interesante. Yo usaría esos shorts todos los días.
—Ni siquiera debería estar usando shorts— señaló Alastor —Soy un adulto
—¡Ah sí! A veces se me olvida lo viejo que eres. Relájate abuelo, esta ya no es tu época, verás muchos adultos en shorts.
—¿Me estás llamando viejo a mí? ¿Quién fue el que estuvo presente durante la Creación?
—Sí, pero yo no soy anticuado.
Para enfatizar eso, Lucifer sacó un teléfono celular de su bolsillo y comenzó a buscar algo.
—¿Cómo es que esa cosa funciona aquí?— quiso saber Alastor
—Usualmente los teléfonos funcionan en todas partes— Lucifer parecía no estar prestando mucha atención.
—Por supuesto, pero ¿cómo es que una cosa hecha en el infierno funciona aquí en la tierra? O a lo que voy con esto es, ¿puede llamar a alguien hasta el infierno?
—Claro, puedo hacer eso.
—¿Y no podría pedirle al señor Asmodeo uno de sus cristales para que nos saque de esta situación?
—Créeme, ya pensé en eso. Hasta le envié un mensaje, pero ni siquiera lo recibió. Suele salir vacaciones con su pequeño novio en los momentos más inoportunos, y tiene la regla de cero celulares. No quiere que nada les arruine el ambiente. No, me temo que tenemos que hacer esto del modo difícil.
—Okay, ¿y entonces qué estás haciendo en tu dispositivo?
—Pidiendo un Uber
—¿Un qué, disculpa?
*****
Lucifer no dejó de parlotear en todo el camino, y aunque el conductor del dichoso Uber no decía nada, era obvio que los comentarios del rubio le parecían cuando menos extraños. Pero bueno, seguro que estaba acostumbrado al comportamiento de los humanos borrachos.
El auto los dejó en un hotel junto al mar que parecía bastante lujoso. El silencio era tal a esas horas de la noche que Alastor podía escuchar el sonido de las olas a lo lejos.
Los hombres cruzaron la entrada, y a pesar de su visión borrosa, Alastor pudo apreciar algo de la elegante decoración del lobby del hotel, que incluía un enorme candelabro y varias piezas de lo que supuso era arte moderno. Ya que pudiera ver claramente, evaluaría más de cerca el estilo para considerar tomar prestadas una o dos ideas para el Hotel Hazbin,
—Trata de no romper nada, yo iré a conseguirnos unas habitaciones— le indicó Lucifer, dándole un par de palmaditas en la espalda.
Alastor asintió. Comenzaba a sentir un leve dolor de cabeza por el esfuerzo que había estado haciendo para enfocar su vista. De todos modos, logró distinguir un cuadro en la pared, y se acercó a él.
No estaba muy interesado en la imagen representada en este. Más bien, lo que lo atrajo fue notar que el marco del cuadro era en realidad un espejo.
Tuvo una extraña sensación en el estómago al ver su reflejo por primera vez.
No había visto ese rostro en... ¿Cuánto tiempo exactamente? Casi un siglo...
Estaba tan acostumbrado a su imagen de demonio ciervo que el hombre que le devolvía la mirada le parecía más alguien que había visto alguna vez en un sueño.
Pero no. Este era él. O lo había sido alguna vez.
El hombre joven de piel morena del reflejo lo miraba con sus ojos marrones de párpados caídos. Había olvidado la lesión en su ojo derecho que le había provocado una permanente mancha roja junto al iris. Su cabello castaño, ligeramente ondulado, le llegaba casi a los hombros, manteniendo el estilo de su forma demoníaca, aunque para ser honesto, odiaba como le quedaba en su forma humana.
Básicamente se estaba viendo a sí mismo tal y como lucía el día en que murió. Salvo por el cabello demasiado largo, todo lo demás estaba intacto.
—Por favor, ¿qué quiere decir con que no puede darnos un par de habitaciones?— escuchó decir a Lucifer.
—En serio lo lamento, señor, pero la hora de entrada al hotel es entre 3 y 4 de la tarde— explicó la recepcionista, con voz algo cansada —Además, no tiene reservación.
—Vamos, no me dirá que tiene el cupo lleno. Mi amigo y yo venimos de muy lejos, fue un descuido de nuestra parte, pero es una situación particular y no tuvimos tiempo de planear esto mejor.
Alastor no miró hacia allá. Sentía la mirada de la recepcionista sobre él. Seguro le parecía solo un vago descalzo con ropa ridícula.
—Señor, si pudiera hacer algo...— comenzó la chica.
—Escuche señorita, no quiero cualquier habitación— la interrumpió Lucifer, usando un tono de voz amable y ligeramente desesperado para recurrir al lado piadoso de la recepcionista —Deme la suite más cara que tenga. Le pagaré por toda la semana por adelantado, no importa si nuestra estancia es más corta. Solo necesitamos dónde dormir.
La joven guardó silencio por unos momentos. Esa afirmación parecía ser todo lo que necesitaba para convencerse. Un hotel no se podía dar el lujo de rechazar a un huésped con tanto dinero como para hacer una petición así.
Ella se aclaró la garganta y titubeó un poco al decir:
—De acuerdo. Eh... espere un momento, señor... Disculpe, no me dijo su nombre.
—Samael Morningstar.
—Señor Morningstar. Voy a llamar al gerente de turno, ¿está bien?
—Claro. Se lo agradezco mucho.
La joven entró por la puerta del personal, y fue entonces que Alastor se acercó a Lucifer.
—¿Así que Samael?— dijo por lo bajo.
—Bueno, no es mentira del todo— respondió el rubio, encogiéndose de hombros —Solía ser mi nombre de ángel, así que así me hago llamar cuando vengo aquí. No lo vas a creer, pero los humanos no reaccionan muy bien si les digo que mi nombre es Lucifer.
Alastor soltó una risita ante el comentario, pero no pudo responder ya que la chica regresó, acompañada de un hombre de piel muy oscura.
—Buenas noches, soy el gerente del hotel— se presentó aquel hombre —Mi recepcionista me comenta que tiene una extraña petición...
Lucifer comenzó a explicar los términos de su trato, mientras Alastor trataba de no hacer tan evidente que estaba observando al gerente.
No era un ignorante de la evolución de la sociedad de la Tierra desde que él había muerto, pero aun así, estaba fascinado por comprobar con sus propios ojos todo aquello que había escuchado de los pecadores a lo largo de los años. ¿Un hombre negro siendo el gerente de un hotel tan lujoso como ese? ¡Eso habría sido impensable en la época cuando estaba vivo! Se puso bastante contento de ver que las cosas eran así ahora.
Para cuando volvió a la realidad, Lucifer ya estaba dando las gracias muy efusivamente y sacaba su billetera para pagar con una tarjeta negra.
—Disfruten de su estadía— dijo al final la joven recepcionista.
—Mil gracias por su amabilidad— respondió Lucifer, antes de tomar a Alastor por la muñeca y dirigirse al ascensor.
Bueno, dadas las circunstancias (dos hombres, llegando a media noche, sin equipaje), Alastor no podía culpar a la joven por tener sus dudas sobre dejarlos entrar al hotel. Sin duda, su noche habría sido terriblemente diferente si no hubiera solicitado la ayuda de Lucifer.
—Después de todo, el dinero sí resultó ser tu superpoder aquí en la Tierra— comentó Alastor una vez que estuvieron en el ascensor.
—Tú lo dijiste, es lo único que les impronta a muchos humanos— respondió Lucifer.
Alastor notó que su compañero se le quedó mirando fijamente luego de decir eso.
—¿Pasa algo?— preguntó.
—No, es solo que no te había visto bien, hasta ahora que hay luz y eso— Lucifer se encogió de hombros —Es... extraño verte en tu forma humana... ¿Seguro que eres ese Alastor?
—¿Debería ofenderme?
—No, para nada. Me gusta tu forma humana. Aunque me molesta un poco que sigas siendo tan alto.
Para Alastor, no pasó desapercibido el "me gusta tu forma humana". Qué manera tan particular de decir que le parecía guapo.
Él y Lucifer no eran precisamente cercanos. Habían tenido un comienzo bastante turbulento al conocerse, pero ya habían pasado un par de meses desde que el hotel había sido reconstruido, y ya que el rey se había mudado ahí, los dos se habían visto obligados a convivir, aunque fuera solo para complacer a Charlie participando en sus actividades de integración.
Al principio ambos se resistieron, pero poco a poco habían dejado de ser tan hostiles el uno con el otro, e incluso se habían visto envueltos en una que otra conversación corta y casual al coincidir en el bar o a la hora del desayuno.
Honestamente, Alastor se preguntaba por qué se habían llevado tan mal al principio en primer lugar. Lucifer era naturalmente amable con todos, irónicamente. Y Alastor... Bueno, no era la persona más sociable, pero por algo esa noche había recordado cómo hacer la invocación. En vida, había estado obsesionado con los demonios. Conocer a Lucifer en persona era algo que siempre había deseado. Tal vez su hostilidad inicial había sido un mecanismo de defensa para no parecer un fanático.
Sea como sea, habían llegado a tolerarse. Alastor no iba a admitirlo, pero admiraba profundamente el poder de Lucifer. Ser cercano a él era una jugada ganadora, y quizás esta oportunidad le había sido brindada para poder lograr ese objetivo.
—Tienes el poder de cambiar tu forma física— dijo Alastor, en respuesta al último comentario de Lucifer —¿Por qué no te haces más alto?
—Esto es lo que soy, me gusta ser yo— aclaró Lucifer —No importa si tontos como tú se burlan de mi estatura.
El rey había dicho eso último en un tono juguetón, no como un reclamo, y Alastor ensanchó un poco su sonrisa.
—Así que... Es una sola habitación— comentó Alastor cuando salieron del ascensor.
—Sí, supongo que dos suites eran mucho pedir— comentó Lucifer —Espero que no te moleste.
—Con no dormir en la calle me conformo.
El hombre más alto no dijo nada cuando Lucifer abrió la puerta metiendo una tarjeta a un dispositivo en la pared... ¿Qué demonios era eso? ¿Hasta las llaves habían sido reemplazadas por esa tonta tecnología?
Su asombro por la falta de una llave fue reemplazado por el que sintió al ver la enorme suite luego de que Lucifer encendiera la luz.
Estaba iluminada por un par de candelabros, tenía su propia sala de televisión, un pequeño comedor, un mini bar y detrás de una pared de cristal había una terraza con camastros.
—No está mal, ¿eh?— dijo Lucifer, cerrando la puerta tras de él.
Alastor no dijo nada. Comenzó a mirar alrededor, caminando lentamente para no tropezar con nada. Caray, seguro que había costado una fortuna pagar una semana por adelantado en esa suite.
Escuchó la puerta corrediza de la terraza abriéndose, y pudo distinguir a Lucifer saliendo a observar.
Alastor lo siguió, aun caminando con cautela. Se encontraban en el último piso del hotel. Al mirar hacia abajo, Alastor pudo distinguir la forma de una enorme piscina vacía iluminada por luces suaves.
Luego, miró a Lucifer. Este contemplaba el oscuro mar que se extendía por delante. Había una extraña mirada en sus ojos, como si estuviera recordando cosas dolorosas.
—¿Majestad?— murmuró Alastor
El rubio parpadeó un par de veces, y aun así, pareció no percatarse de la presencia de su compañero hasta varios momentos después
—Es una linda vista, ¿no lo crees?— dijo Lucifer, en un tono un poco demasiado entusiasta.
—Seguro que lo es— Alastor arqueó las cejas —Lamentablemente no puedo verla en todo su esplendor.
—Carajo, es cierto. Lo siento. Mañana iremos por tus gafas.
—Gracias.
Se miraron por unos momentos, hasta que una corriente de aire salado lanzó el largo cabello de Alastor hacia su cara, y este soltó un gruñido mientras lo apartaba. Lucifer se rio un poco y volvió al interior de la habitación.
—Solo hay una cama— comentó Alastor.
—Sí, y es mía— respondió Lucifer —Tú puedes quedarte en el sofá.
—No esperaba menos. Sabía que en algún momento iba a jugar la carta de "yo soy el rey".
—No quiero que te sientas muy cómodo y olvides tu lugar, Botones.
Alastor se encogió de hombros y se dirigió al sofá. De nuevo, estaba contento de escuchar aquello en un tono bromista. Lucifer era demasiado amable para ser el rey del Infierno, pero de nuevo, había que recordar que, después de todo, era un ángel.
*****
Este fue el primer capítulo de mi primer fanfic para este fandom. Espero que les haya gustado. Tenía muchas ganas de escribir un radioapple sano lleno de clichés jajaja No se confundan, igual los haré sufrir un poco.
Si les gustó, no duden en guardar la historia, muy pronto les traeré el siguiente capítulo. Muchas gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top