✶ ᭡⠀: 𝙐𝙡𝙩𝙞𝙢𝙖 𝙘𝙚𝙣𝙖 .
Las verduras perfectamente cocidas, la carne blanca y el vino era el correcto; su favorito.
Sonrió para sus adentros, pasando una de sus manos por su sedoso cabello rubio. Hoy sería el día (noche) en la que pondría fin a todo esté engaño en el que vivía.
Había estado posponiendo por semanas, pensándolo por días.
Descubrir que el amor de tu vida te engaña frente a tus ojos no es fácil de digerir. Menos cuando sigues tan profundamente enamorado de él.
Le reclamo, por su puesto que lo hizo. Le reclamo e incluso le reprocho. Sus ojos avellana inundados de lágrimas y sus pulmones quemando por la manera tan fuerte en la que gritaba. Pero San, como el buen caballero que era, lo negó.
Lo negó aún cuando en la cara, Wooyoung, le arrojó ese segundo celular que escondía en lo más profundo de su cajón de ropa limpia.
—¿¡Creíste que nunca me daría cuenta!? ¿¡Qué nunca lo encontraría!? ¡Por si olvidaste, soy yo quien lava y guarda la ropa limpia en esta casa! — había gritado con tanta fuerza que por un momento creyó que sus cuerdas vocales se romperían. El nudo y la quemazón en la boca del estómago le hacía difícil el respirar.
San sonrió, haciendo que su ceño se frunciera. Los labios apretados pero Con las esquinas de estos curvados. Sus marrones orbes observándolo con suspicacia. Wooyoung desconoció al hombre frente a él.
El pelinegro camino hacia él, ahuecando sus mejillas entre sus manos. Un beso en su frente fue depositado, y las palabras que terminaron por romperlo fueron pronunciadas.
—Eres astuto, cariño— eso y un "te espero en la cama" fueron las señales que le dieron a entender que su cuento de hadas junto al hombre que aún amaba, había terminado.
¿Lo peor de todo? Esa misma noche, Wooyoung se dejó tocar por San, odiandose a la mañana siguiente por haber disfrutado esas caricias y besos que juro nunca volver a desear en su piel. Había sido débil; como siempre.
Pero hoy no. Hoy sería diferente, sería fuerte. No dejaría que aquellas caricias y besos cargados de lo que suponía era amor hicieran de nuevo que callera ante él. No, está vez, terminaría con todo... Aunque por ellos sintiera como su corazón se despedazaba.
Las llaves encajándose en la cerradura de la puerta principal, y el sonido de está abriéndose y cerrándose al instante, llamó su atención.
El hombre que creyó perfecto para pasar el resto de su vida, cruzó el marco del comedor, despojándose de su saco con movimientos lentos y dejándolo caer sobre el respaldo de una de las sillas de madera importada que rodeaba el extravagante comedor.
Una sonrisa floja en sus finos labios, ojos rojos y cansados seguramente por el exceso de trabajo y falta de sueño (si, como no). Cabello negro despeinado, la camisa blanca de vestir fuera de sus ajustados pantalones negros. Wooyoung no era estúpido.
—Huele delicioso, ¿Qué cocinaste?— preguntó, sus brazos enredándose en la delgada cintura del rubio desde atrás, un pequeño beso depositado en sus cabellos.
Y Wooyoung pudo sentirlo, el tirón en su pecho fue doloroso.
—Hueles a ella— murmuró en respuesta. Sus temblorosas manos en acomodar sutilmente los palillos sobre el mantel. Sintió como el agarre en su cintura se aflojo, y el bufido proviniente del mayor indicó que el comentario lo había molestado.
—Por favor, Wooyoung, no comiences— una mueca en sus labios y tono de voz bastante molesto —Vengo muerto, y lo único que pido es tener una cena tranquila, un merecido baño y despues ir a la cama.
—Ni siquiera vas a negarlo, ¿Verdad?— sentía sus ojos arder, las lágrimas acumulándose en sus iris avellana.
—¿Para qué hacerlo? Si ambos sabemos que al intentarlo te pondrás como loco.— contestó, sentándose en su lugar de siempre en la mesa. Su rostro toda tranquilidad era lo que más de dolía a Wooyoung.
Una silenciosa lágrima se deslizó por la pálida mejilla del menor, la cual limpió de inmediato con la palma de su mano. No dejaría a San pisotear su orgullo, no otra vez.
Suspiro, intentando que la rabia que sentía dentro de su ser no terminará consumiéndolo más de lo que ya había hecho.
En un silencio desgarrador, de esos que antes no existían en su mágica relación, sirvió el vino en ambas copas de cristal. Destapó la cacerola que momentos antes había dejado en el centro de la mesa, revelando un exquisito guisado de carne acompañado de sabrosas verduras cocidas; el platillo le había quedado perfecto. Sirvió un poco de cada cosa en ambos platos, recordando la primera vez que había cocinado algo para su amado.
San con sonrisas enormes y gemidos de satisfacción saliendo de su boca por el rico sabor del guisado lo había felicitado, agradeciendo y celebrando el hecho de tener un esposo realmente bueno en el arte culinario.
Sin embargo, está vez no se trataba de celebrar absolutamente nada. Este era el fin, su última cena como pareja, este era el fin de todo... O por lo menos era aquello lo que se repetía en su cabeza una y otra vez cuando las ganas de atacar los labios del contrario lo consumían por completo.
Cuando una simple sonrisa hacia que sus piernas temblaran. Cuando sus marrones ojos lo miraban y causaba que su corazón se detuviera, que su respiración se cortará y que su estómago sintiera todas esas emociones y arremolinándose dentro de sí.
¿Era posible amar y odiar al mismo tiempo?
—Esto está delicioso, cada día más mejoras en la cocina.— alago el pelinegro, llevándose a los labios su copa de vino.
Wooyoung asintió, en silencio, jugando desinteresadamente y nerviosamente con una zanahoria, pinchándola una y otra vez con los palillos.
Tres palabras, eran tan sólo tres simples palabras, ¿Qué tan difícil era decirlas? Si, dolía tan sólo pensarlas, pero era algo que debía hacer; no podía seguir así.
Suspiró, aún con la cabeza gacha, el aire puro quemando en sus pulmones.
—Quiero el divorcio— las palabras cortaron como cuchillas en su lengua.
El bocado de San que llevaba a su boca quedó a medio camino. Sorprendido y petrificado por la petición del ojiavellana. Bajó los palillos con lentitud, y un suspiro tembloroso salió de su boca.
El rubio no levantó el rostro; no podía y no quería. Sabía que con tan solo una mirada de sus profundos ojos cafés caería ante él; de nuevo.
—¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo?— preguntó San, el enojo podía escucharse en su voz, sin embargo, en ningún momento la alzó.
El ojiavellana se mordió el labio inferior, apretando con fuerza sus ojos cerrados.
El mayor nunca le había gritado, o tratado mal, nunca alo había lastimado; físicamente porque emocionalmente; lo tenía destorzado.
"Si" tenía el corto monosílabo en la punta de la lengua, ¿Por qué simplemente no podía decirle?
—No.
Y se odio; porque la verdad era que no sabía mentir, no podía, nunca pudo. Y porque de cierta forma aún seguía enamorado del hombre, malditamente enamorado.
Pero también era cierto que todo aquello lo lástimaba, el engaño en el que vivía le desgarraba poco a poco el alma, haciendo que su corazón y entrañas dolieran horrorosamente. Logrando que las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas se sintieran como sangre caliente recorriendo su piel.
Lo odiaba, y lo amaba; y era malditamente doloroso.
—¿Entonces por qué carajos estás pidiendo eso? — la forma brusca en que su voz sonó hizo que el menor se encierra más en su lugar, abrazándose a sí mismo. —Woo-
—Porque ya no puedo con esto— exclamó, las palabras entrecortadas y la forma ronca en la que su voz sonó, indicó al pelinegro que Wooyoung había comenzado a llorar —Ya no puedo, San... Estás matándome, duele. — soltó entre dientes, apretando en un puño la tela de su camisa —Duele saber que no fui lo suficiente para ti, que tuviste que buscar a alguien más, por favor, San, ya no puedo.
Choi suspiró cuando notó como las lágrimas ya caían por las mejillas de su esposo. Se puso de pie, acercándose, arrastrando su silla junto a él. No era mentira que a San le dolía ver así a Wooyoung. Despues de todo seguía queriéndolo, y verlo así de roto, y por su jodida culpa, era doloroso.
Admitía que había tenido uno que otro desliz, pero también juraba que intentaba alejarse de eso. Lastimar a su esposo y quién había sido su novio por más de dos años no había estado en sus planes. Nunca se imaginó siendole infiel, fue algo que se dió en el momento. Un total y fatídico error que le estaba costando su matrimonio.
—No vas a decir nada, ¿Verdad?— preguntó Wooyoung entre hipidos —Nunca dices nada, sólo te quedas callado... Ni siquiera lo niegas.
—Lo siento, bebé— dijo, besando sus cabellos —Pero lo hecho, hecho está. Y me hubiera encantado que nunca te hubieras enterado.
Un descarado, un maldito y egoísta descarado, es lo que era San.
—Te odio— murmuró Wooyoung entre dientes —Realmente te odio. Pero también es cierto que te amo y te extraño cuando no te tengo a mi lado.
San beso su mejilla, apartando unos cuantos cabellos de la frente de Wooyoung.
—No, bebé— murmuró besando de nuevo sus cabellos —No me odias, yo lo sé. Me amas, igual o más de lo que yo te amo a ti.
Sus palabras eran puñaladas directo al corazón de Wooyoung. Puñaladas certeras y dolorosas con el único propósito de hacerlo sangrar internamente, haciendo de sus ojos y cuerpo un mar de lágrimas amargas.
Y el ojiavellana asintió, porque era verdad. Aún lo amaba, y lo odiaba... Y dolía decirlo.
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