✶ ᭡⠀: 𝘼𝙢𝙤𝙧, 𝙤𝙙𝙞𝙤, 𝙙𝙤𝙡𝙤𝙧 .

Son dos semanas después que Wooyoung se encuentra caminando por los anchos pasillos de la empresa de su aún esposo. Sus pasos son decididos y el golpeteo constante de su corazón contra su pecho es un recuerdo de que, aún después de todo, sigue en pie.

Porque San no ha cambiado nada. Sus promesas siguen siendo tan vacías y sin sentido para Wooyoung que sinceramente ya no le sorprende si las cumple o no.

Y hace apenas tres días atrás fue su aniversario como matrimonio y el pelinegro ni siquiera se había dignado en llegar a casa. Y Wooyoung quizá lloró hasta quedarse dormido, pero eso es algo que ni San ni nadie tendría porque saberlo.

El sobre de papeles siendo sujetado por sus manos temblorosas se siente y totalmente ajeno. Todos en aquel lugar lo miran con extrañeza en sus ojos, como si no se tratara del dueño de la mitad de la empresa que por derecho le pertenece, y se siente confundido, y tan fuera lugar que no está seguro si de verdad quiere hacerse cargo de su parte una vez sea dolorosamente libre.

Le resta importancia, concentrándose en solo aquello que real importancia tiene en ese momento.

Sus piernas comienzan a temblar cuando la puerta de la oficina de San aparece en su campo de visión. Está justo en frente de ella, y le toma por lo menos tres respiraciones profundas el obtener valor para tocar con sus nudillos.

—Adelante— escucha como San responde y sintiendo como el metal de la perilla de la puerta quema contra la piel de su palma, la gira y entra.

La persona que fue y sigue siendo (por desgracia) el dueño de todos sus pensamientos y suspiros. Wooyoung se muerde fuerte el labio inferior cuando la mirada de San se posa sobre él, extrañada y con el ceño fruncido mostrando confusión.

—Wooyoung, cariño, ¿Qué haces aquí?— pregunta, y el apodo quema y duele para el ojiavellana —¿A ocurrido algo?

Wooyoung puede escuchar la preocupación en la voz de su marido, y no puede creer que aún haya gente tan hipócrita como él. Se abstiene de rodar los ojos y con pasos decididos y evitando la mirada, se acerca.

San le sonríe, y el rubio se golpea mentalmente por pensar que aquella sonrisa es la cosa más maravillosa.

—Ocurre todo— responde después de un carraspeo de garganta. Y ve como la sonrisa del pelinegro es remplazada por un profundo ceño fruncido.

—No entiendo, bebé. ¿Puedes explicarme, por favor?

Y Wooyoung quiere reír, pero no lo hace. Porque sabe que después la risa será remplazada por llanto, y él ya está harto de sollozar frente al hombre.

Con un último suspiro entrecortado, colocado el sobre que contiene los papeles de su final sobre el escritorio, frente a San. El pelinegro curioso lo toma, tomándose su tiempo para rasgar un poco el papel amarillo y sacar su contenido.

Una mueca aparece en sus labios, y Wooyoung puede palpar con las puntas de sus dedos el coraje que rodea el aura de su pronto ex esposo, y aquel pensamiento tan solo lo destroza un poco más.

—¿Qué es esto, Wooyoung?— San cuestiona y hay cierto hastío en su voz. El rubio tiembla, pero no se permite de que San lo note.

—Es lo que es— responde, y puede que quizá esa diferencia actuada sea notada por el mayor —Necesito que firmes cuánto antes.

Choi asiente, los papeles del divorcio arrugandose en sus manos en el momento que se pone de pie. Wooyoung se tensa, y no tiene tiempo ni de pensar cuando ya siente los brazos de San rodeando su cintura.

Quería creer que la presencia de San ya no le afectaba más. Pero una vez más se había equivocado. Porque ahora, estando ahí, entre los brazos del creyó era el hombre con el que compartíria toda su vida, estaba deseando que sus labios fueran atacados como aquella forma que el pelinegro solía hacerlo. Y sentía el sollozó ya en la garganta, y quizá, las lágrimas ya salían de sus ojos como cascadas.

—Tú no quieres hacer esto, Wooyoung— San habla, y Wooyoung quiere alejarlo, pero no puede —Vamos, bebé, déjate de tonterías y vayamos a comer algo, ¿Qué dices?

Tonterías. Eso era para San todo esto y Wooyoung no podía mentir, una grieta más se abrió en su ya de por sí roto corazón.

¿Acaso su matrimonio también había sido una tontería para él?

—¿Por qué me haces esto?— Wooyoung pregunta en un susurró, sus manos aferrándose a los antebrazos del mayor con fuerza y el dolor escuchándose en su vida.

—¿A qué te refieres?— pregunta, y el quizá sabe la respuesta, pero no quiere pensar en ello. La culpa últimamente no le ha permitido llevar sus días normalmente, acumulándose cada vez más por dentro. Y él jura que cambiará, quizá no se lo haya dicho al rubio, pero quiere hacerlo. Aunque sea lo último que ha estado haciendo las últimas semanas. Cambiar no es para él, tentaciones hay donde sea y él es débil.

—Tú...— un sollozo involuntario sale de sus labios —Yo... Me vuelvo un tonto cuando se trata de ti. Y tú lo sabes, ¿Por qué me haces esto?— repite la pregunta y se permite romperse solo un poquito entre los brazos del hombre.

San lo sostiene contra su pecho, acariciando su espalda y dejando un corto beso en su frente —Yo no hago nada, cariño. Aún me amas, es por eso.

Y el rubio quiere gritar. La frustración está haciendo un gran camino por todo su cuerpo y se siente abrumado y apunto de colapsar. No puede con tanto dentro de él.

Amor, odio, decepción...

—¿Tú me amas?— pregunta en un momento de debilidad, y se odia por ello.

San sonríe y caricia su mejilla, el tacto se siente como fuego quemando su piel —Por su puesto que sí. Te amo, Wooyoung.

Las lágrimas corren por las mejillas del rubio.

—¿Entonces por qué?— un sollozo más se le escapa, y San besa su mejilla—¿Por qué estás con ella cuando estás casado conmigo y me amas?

Y el agarre en su sintiera se aleja, dejando solo esa sensación de calor que poco a poco se va desvaneciendo. Tiene que sostenerse el mismo de la madera del escritorio.

—Wooyoung, por favor— San resopla —No comiences de nuevo. Y te voy a pedir, por favor, que si vienes solo a eso, te retires. Tengo demasiadas cosas que hacer.

Y Wooyoung se permite odiar solo un poco más. Si es que aquello era posible.

El asiente, siendo incapaz de mencionar fonema alguno. Arrastra sus pies hacia la salida, cargando con su orgullo una vez más aplastado y su corazón entre las palmas de las manos, hecho añicos; polvo.

—Y Wooyoung— escucha al pelinegro antes de salir —No voy a firmar nada. Así que llévate esto.

Y los papeles son arrojados contra la madera del escritorio, pero Wooyoung no los toma, demasiado dolido como para regresar. Así que solo viera la puerta y camina de regreso por los pasillos.

Sale del edificio con las mejillas ya secas y con esa máscara de normalidad adornando su rostro. Su corazón está frío por la falta del calor ajeno pero intenta no aparentarlo ante los demás.

Su camino a casa es abrumador, y realmente ya no sabe si seguir llamando casa aquel lugar que desde hace tiempo siente totalmente ajeno. Y solo se permite sollozar una vez más, porque los recuerdos de aquel que fue su hogar, totalmente felices; totalmente opuesto de lo que es ahora.

Las cosas no cambian. Y Wooyoung sinceramente no esperaba que así fuera. Él está consiente de que ya no es suficiente para San, lo supo desde hace tiempo, pero no quería aceptarlo.

Así que ahora está en su habitación, en la habitación que ambos compartían. Empacando sus cosas en una maleta y el hueco que siente en el pecho ya es lo suficientemente grande y pesado como para compararlo con su equipaje.

Suspiró una y otra vez cuando sus ojos vagaron por el sitió que alguna vez se permitió compartir con el que seguramente era y será su único amor. Y sus ojos arden pero ya no puede seguir.

Coloca la maleta en el piso. El boleto de tren directo a Busan. Descansando sobre las pulcras sábanas azules de la cama. Los papeles de divorcio a un lado. Y una nota escrita con su prolija letra.

Y no sabe si está siendo cobarde y la verdad es que le importa poco. Ya no puede estar ni un momento más en está situación, en donde él se muere de amor por San pero al mismo tiempo lo odia con toda su alma.

Porque su boca grita te amo cada vez que los marrones ojos del pelinegro se fijan en él pero su cabeza dice Jodete y él realmente siente que se volverá loco si se queda por más tiempo.

Así que sale de su casa con un gran dolor en el alma y sintiendo el corazón en la boca. Sus piernas tiemblan cuando entra al auto. Un suspiro entre cortado sale de sus labios. Observa la casa una última vez antes de arrancar. Y si lloró durante el camino nadie más tenía porque saberlo.

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