19.

Bakugou recogía sus cosas cuando estaba a 3 minutos de su hora de salida. Con todo lo que sucedió hoy, en promedio quizá trabajo como máximo 2 horas, por lo que no se va a quejar.

Shinsou tiene un horario más extendido, por lo que tiene que quedarse. Realmente le preocupa, pero tampoco es como que su encargado no pueda cuidarse solo.

Cuando finalmente el reloj da la hora en punto de salida, Bakugou toma sus cosas y está dispuesto a retirarse. Eso hasta que Shinsou lo detuvo tomándolo del hombro con su mano sana.

– Bakugou, espera.

– ¿Justo tienes que hablarme cuando ya salí del trabajo? – Reclamó con ironía – ¿No podías hacerlo hace 10 minutos?

– Es que tome tiempo en armarme de valor – Confesó Shinsou con timidez.

Aquello hizo que Bakugou le mirara con curiosidad. ¿Valor? ¿De qué mierda estaba hablando Shinsou?

– Solo quería agradecerte por ayudarme a comer – Le dijo con voz baja, pues el resto de empleados miraba la escena – Fue un gran gesto. En especial cuando no tenías que hacerlo.

– Claro que tenía – Bakugou respondió con el mismo tono de voz – Evitaste que me hiciera puré. Era lo menos que podía hacer. Y no es la gran cosa, cualquiera lo hubiera hecho.

– No lo creo – Shinsou le sonrió y le miró con cariño – Son pocas las personas que ponen el bienestar de otros antes que el suyo propio.

– Tú lo hiciste...

Claro, era obvio. Shinsou cambió el rostro a uno serio, pues no se esperó esa respuesta tan directa, pero después de un rato, volvió a sonreír.

Es cierto que él antepuso la seguridad de Bakugou antes que la suya, terminando así en un brazo torcido, pero no se arrepiente de tomar dicha decisión.

– Es diferente – Confesó mientras con lentitud llevaba la mano sana a la barbilla de Bakugou, esperando no obtener un manotazo.

– ¿Por qué? – Bakugou se hizo el tonto ante la acción pero su voz salió tímida y sus mejillas estaban rojas.

– No lo sé – Shinsou desvió la mirada, como si no quisiera decir la verdad – Tal vez porque eres tú. Solo sé que no quería verte lastimado. Jamás podría dejar que te pasara algo, macchiato.

Cuando Shinsou usó su pulgar para pasarlo suave y lentamente sobre el labio inferior de un Bakugou confundido, el toque hizo que volviera a la realidad y fue cuando se alejó de Shinsou casi de forma instantánea. Como si le quemara.

– M-Me voy, nos vemos mañana – Se alejó casi corriendo, sin devolverle la mirada.

Su cara estaba roja, su tono de piel pálido no ayudaba mucho. No se preocupó ni de Sero –quien todavía le esperaba– mientras salía de la cafetería a toda prisa.

Sero tuvo que trotar para alcanzarlo. Y le tomó de la muñeca para detener su andar tan rápido. Especialmente porque iba a cruzar la calle con el semáforo para peatones en rojo.

– ¡Bakugou! – Sero le sacudió un poco los hombros, solo para hacerlo volver a la realidad.

– ¿Eh? – Funcionó. Los ojos de Bakugou dejaron de parecer lejanos.

– Joder, viejo, pensé que te iban a aplastar – Le explicó Sero – Estuviste a nada de cruzar la calle sin ver. Primero el accidente en tu trabajo y ahora esto. En serio querías morirte hoy, ¿no?

Bakugou se removió del toque de Sero para volver a su usual expresión malhumorada. No se sentía de ánimos para recibir regaños.

– Vete al diablo – Casi sonó como berrinche, por lo que Sero sonrió.

– Ya, tranquilo, chihuahua – Lo tranquilizó mientras esperaban a que el semáforo cambiara a verde.

Caminaron juntos hacia su dormitorio, en un silencio cómodo; a Sero no le molestaba en absoluto, pensó que Bakugou lo necesitaba en ese momento, para procesar su día.

Y Bakugou agradeció que Sero le diera su espacio.

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Tres días después, Shinsou todavía tenía el cabestrillo. Dejó de venir en su propio automóvil y el gerente pasaba por él para traerlo al trabajo. El doctor le recetó hielo y que estaría así por 4 o 6 semanas más.

Bakugou todavía sentía la culpa. Ese debería ser él; si Shinsou no se hubiera metido, no estuviera lastimado. Pero probablemente Bakugou ya estuviera en el más allá de no ser así.

Como agradecimiento, le ayudaba a comer, pero veía el esfuerzo de Shinsou por tomar las cosas con su mano izquierda.

Le temblaba la mano y las cosas se caían 2 o 3 veces antes de hacerlo bien, pero se veía la determinación en sus ojos por seguir intentando.

No volvió a suceder nada como lo del día del accidente, donde Bakugou sintió que la cara se le quemaba de vergüenza ante la acción de Shinsou.

Cuando iba a dormirse, juraba sentir el toque suave del pulgar en su labio.

Le provocó cosquillas, tanto en los labios como en el estómago. Cuanto más pensaba en eso más vergonzoso se volvía; incluso tenía que cubrirse con sus sábanas mientras giraba en su cama como desquiciado.

No podía comportarse cómo una colegiala solo porque le hicieron algo cliché de una película romántica de bajo presupuesto.

En todo caso, él merecía más.

Y cuando se levantó el miércoles para ir a sus clases y Sero ya le esperaba con el desayuno hecho, supuso que realmente no debía esperar menos.

– ¿Qué carajos es esto?

– ¡Ta-rán! – Sero extendió las manos para mostrar su obra maestra – ¿A qué se ve delicioso?

Eran simples panqueques con fruta picada. Y café instantáneo. No era lo que Bakugou acostumbraba a desayunar, pero ya era algo que no tenía que hacer en la mañana.

– Pensé que no tenías clases temprano – Comentó mientras se sentaba.

– Así es – Sero le dio la razón, sentado frente a él – Pero quería hacer algo por ti. Siempre haces el desayuno, quería devolverte el favor.

– Ajá – Bakugou sonrió – Y supongo que también hiciste mi bento. Porque cuando yo cocino lo hago para todo el día – La sonrisa de Sero decayó y desvió la mirada.

– Bueno, un error lo comente cualquiera...

Bakugou soltó la carcajada por la cara de nerviosismo de Sero. Claro que ahora iba a tener que comprar comida pero la expresión de su compañero hacía que valga la pena.

– Está bien, cara plana, no te preocupes – Se limpió una lágrima del ojo – Igual gracias por esto.

Comió en silencio y con algo de rapidez, pues ya casi estaba a nada de empezar sus clases. Eran unos panqueques simples; pero el gesto de Sero fue lo que los hizo saber bien.

Fue a cepillarse los dientes, tomó sus cosas y se puso los zapatos en la entrada. Ya estaba dispuesto a irse e incluso su puerta fue abierta por sus manos, solo que Sero tomó del rostro con su mano y entonces...

Le dio un beso en la mejilla.

Bien, más que beso, en realidad le estampó la boca con los cachetes inflados. Fue más gesto de cariño que un beso real, como si quisiera hacerle cosquillas a un bebé.

Bakugou ya sabía que él fue el que le dio permiso de hacer eso –aunque Sero solo le besaba en la frente–, porque, duh, son amigos. Así que con algo de diversión le empujó del pecho para alejarlo.

– ¡Ya, cara de burro! – Se rio mientras acomodaba su mochila.

Sero no le respondió, le dio la sonrisa más grande que pudo haciendo honor a su apodo, antes de despedirse con la mano y cerrar la puerta. Bakugou sonreía también y...

– Buenos días, Bakugou.










































N/A: La pregunta del capítulo anterior era para ustedes 👁👄👁, o sea, sus gustos.

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