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𝟐𝟗.
SEGURÍSIMA

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TURÍN, ITALIA
Octubre 2022


Paulo entra a la habitación unos minutos después de su conversación con Leandro para encontrarse con Isabella, que está recostada de costado en la cama, con un libro abierto en la mano y Pandito recostado en el colchón contra ella, dormido. El cordobés se enternece ante la vista y sonríe un poco inconscientemente, pensando en lo mucho que ama a esa rubia introvertida.

Sin embargo, hay otra cosa que lo carcome por dentro, y es las palabras de Leandro. La conversación lo dejó pensando; no sabe por qué, pero siente que el tono del ojiazul insinuó algo, y ahora tiene un mal presentimiento. No se le ocurre qué podría causar esto, se dice a sí mismo de que solo se está haciendo ideas, pero por las dudas quiere confirmar con Isabella.

—Hola, amor —saluda Paulo bajito, trepándose a la cama detrás de su esposa.

Le envuelve la cintura con el brazo para poder acariciarlo también a Pandito y se recuesta sobre su codo, moviéndole el pelo del cuello a Isabella para plantarle un beso suave sobre la piel caliente. Desde acá, puede escucharlo al gato ronroneando, y se siente muy en paz en este ambiente.

—Hola —saluda ella con una pequeña sonrisita, sin apartar la mirada del libro.

—¿Qué leés?

—Alessandro Baricco.

—¿Cuál?

—Seda.

—Ah, ¿está bueno?

—No sé. Ya lo había leído igual.

Paulo asiente y planta otro beso en el hombro de Isabella, recorriendo las palabras en las hojas distraídamente con los ojos. Le acaricia la cintura, le pasa la mano por el lomo a Pandito y después se irgue un poco.

—Escuchame, Isa —dice, armándose de coraje para encararla.

—Hm.

—¿Podemos hablar?

A Isabella le da un vuelco el corazón, pero lo disimula bien. Desde que llegó Leandro, su vida está plagada de secretos; no tiene ni idea de qué es lo que le va a decir Paulo, pero teme lo peor.

Dobla la esquina de la página del libro cuidadosamente, lo cierra y lo apoya en la mesita de luz. Se da vuelta, recibiendo un maullido en forma de queja de parte de Pandito. Encuentra la mirada de Paulo y por un momento, siente que no va a ser capaz de mentirle si surge la pregunta.

—Sí, amor. Decime. ¿Qué pasó?

Paulo la mira, mira para abajo y la vuelve a mirar. Inhala profundamente.

—¿Todo bien con vos y Leandro? —pregunta por fin, dubitativo.

A Isabella se le anuda la garganta.

—S-Sí, ¿por? —frunce el ceño, poniendo su mejor cara de desentendida.

—No, no, por saber —Paulo se encoge de hombros—. No se te volvió a acercar ni nada... ¿no?

Isabella siente que podría desmayarse ahí mismo. Su primera reacción es mentir.

—No, no. Obvio que no —la mentira le sale natural, pero eso no quiere decir que no le duela. Y como si fuera poco, las falsedades siguen saliendo de su boca como un tren sin frenos a punto de estrellarse contra una pared—. No, está bastante tranquilo. ¿Lo decís por lo del beso?

Paulo se muerde un poco el labio. Odia tener que encararla así, odiaría que Isabella piense que él desconfía de ella, cuando no es así. Sobre todo porque si se enterara que pasó algo entre su esposa y Leandro, encontraría la manera de culparlo a él

—Sí —revela por fin, nervioso.

Rápidamente, Isabella lo toma de la cara con las dos manos. Le duele mentirle, le duele mirarlo a los ojos y decirle que no se preocupe cuando debería preocuparse... pero una vez que las palabras salen de su boca, ya no hay vuelta atrás.

—No te tenés que preocupar, amor. Apenas le hablé desde que llegó —miente ágilmente. 

Sí, apenas le hablaste, pero anoche te tenía contra el escritorio metiéndotela entera y prohibiéndote gritar su nombre para no hacer ruido.

Isabella se inhibe de ponerse a llorar, siente como un nudo se le forma en la garganta y reza porque Paulo no le haga más preguntas, ya que teme que su voz se quiebre si sigue hablando. Por eso, se aclara la garganta, sin sacar su mirada de la de su esposo.

—¿Estás segura? —pregunta él. De inmediato, se corrige—. No desconfío de vos, eh... desconfío más de él. Pero es que necesito estar seguro de que no se te acercó ni nada, para estar tranquilo. Y si se te acercó, solo decímelo y lo saco ya mismo.

Sí, se me acercó, pero yo también a él.

Isabella se sacude esos pensamientos intrusivos de encima y le acaricia el pómulo a Paulo con el pulgar, consolándolo. Consolándose. Él cierra los ojos y se derrite ante el contacto de la mano de su esposa.

—Segurísima —asegura Isabella de inmediato—. Te lo juro por nosotros que no se me insinuó.

Esa promesa vale muy poco, pero Paulo se la cree.

—Okay —dice finalmente con un suspiro de alivio—. Perdón. Solo quería estar seguro.

Isabella esboza su mejor sonrisa, aunque también es la más falsa.

—No pidas perdón, amor. Lo entiendo. Pero en serio, quedate tranquilo —le asegura cómodamente—. ¿Por qué lo preguntás? ¿Qué te hizo pensar en eso?

—No, no, nada —Paulo se encoge de hombros—. Solo lo tenía ahí atrás en la cabeza y quería que me lo digas vos, porque te creo. Ni lo pensé cuando lo invité a Lean a quedarse en casa y nada... no quiero que se vuelvan a repetir las cosas.

A Isabella se le quiebra el corazón. De repente, ni siquiera el creciente cariño que le tiene a Leandro puede hacerla sentir mejor. Este dolor no se lo puede sacar de encima: ese de estar traicionando a la única persona que de verdad la amó.

Paulo, por su parte, decide en el momento no contarle a Isabella sobre su conversación con Leandro. Consecuentemente, Isabella no se va a enterar de las intenciones del ojiazul hasta más adelante.

El cordobés suspira. A fin de cuentas, esos pensamientos, esas dudas que le surgieron probablemente fueron solo inventos de su cabeza, titulados desconfianza. Pero prefiere no llamarlos así, sentirá muchas cosas hacia su esposa, pero una de ellas no es desconfianza.

Y es que Paulo cree conocerla a Isabella, pero si hay algo que nunca va a poder descifrar son sus mentiras.






a/n —
capítulo cortito perdón !!

hay alguna team paulo por acá?

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