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𝟏𝟕.
NO, NADA

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TURÍN, ITALIA
Agosto 2022


Isabella sale del estudio con el corazón latiéndole a mil. Tiene el estuche en la mano, la cámara ya empacada, y está lista para irse a su casa y relajarse, ya que aquel día no se podría poner peor y necesita un descanso de todo. La mayoría de los jugadores ya se dispersaron, el vestíbulo está más vacío, pero ni rastro de Paulo. 

Ni de Leandro. 

Isabella se pasea por el amplio lugar durante algunos segundos y está a punto de sacar el teléfono para llamar a su esposo cuando de repente escucha una voz. Una voz que reconoce, pero que preferiría no escuchar. 

Sin embargo, lo que le llama la atención es a quién se dirige esa voz. 

–Paulo, te lo juro, me vengo sintiendo culpable hace años –dice Leandro.

Isabella recorre el pasillo hasta llegar a la habitación de donde proviene la voz, la cual resulta ser una sala de conferencias vacía. La puerta está entreabierta, por lo que la chica se asoma un poco por la abertura, lo suficiente como para divisarlo a Paulo de espaldas a ella frente a Leandro mismo, que habla con auténtico pesar en la voz.

–Me parece que llegás un poco tarde para disculparte. No te creo nada, Leandro, siempre fuiste un chaja de mierda –acota Paulo con la voz dura.

–No, no, ya sé. Te juro que te quise pedir disculpas antes por todo lo que pasó, pero no me animé. Tampoco me merezco que me perdones –dice él con la cabeza gacha–. Y yo te prometo que nunca quise nada con Isabella, te lo juro. Estábamos los dos solos, ella ya me venía tirando algunos palos... pasó lo que pasó, pero no significó nada.

A Isabella se le para el corazón ante las palabras de ese hijo de puta. Todo lo que sale de su boca son puras pelotudeces y ella se encuentra a sí misma rezando por que Paulo sea lo suficientemente inteligente como para no creer nada de lo que dice, porque es todo mentira.

Sin embargo, la conmoción verdadera le llega cuando, una vez que Leandro termina de hablar, éste alza esos ojos azul gélido y encuentra los de ella a través de la habitación, por sobre el hombro de Paulo, como si ya supiera que ella estaba ahí. Es un microsegundo en el que sus miradas se encuentran e Isabella siente como un escalofrío le recorre la columna al ver el fantasma de una sonrisa en los labios del ojiazul, como diciéndole que siempre se va a salir con la suya, una y otra vez, y ella no puede hacer nada al respecto. De inmediato, con el corazón a punto de salírsele por la boca, la rubia ahoga un gritito por lo bajo y se esconde detrás de la pared. 

Dios, Leandro es tan buen manipulador que Isabella casi se cree su mentira. De verdad le dio la sensación de que estaba pidiéndole una disculpa genuina a Paulo, a pesar de que sabía que todo lo que estaba diciendo era mentira. Pero qué se va a sentir arrepentido ese pedazo de forro. Todo lo que hizo lo hizo a conciencia y porque quería, y ahora, por motivos que ella desconoce, él está tratando de romper la relación entre Isabella y Paulo, llenándole a él la cabeza de pelotudeces. Todavía está empeñado en causar estragos.

Mierda.

Isabella vuelve a escuchar la voz de Paulo, que no parece haberse dado cuenta de nada. 

–No sé... Isabella no me haría eso –dice, pero su voz flaquea.

–No fue solo ella. Admito que yo también le devolví el chamuyo. Pero es que fue la calentura del momento, Paulo, no pasó nada más. Ni quiero nada más con ella. Quiero que podamos volver a ser amigos, sobre todo ahora, que vamos a estar pasando más tiempo juntos. Yo sé que nuestra amistad terminó muy mal pero te juro que cambié y quiero solucionar las cosas con vos.

Mentira. El hijo de puta sabe mentir como nadie, a Isabella le sorprende que pueda decir todas esas pelotudeces sin reírse, sobre todo sabiendo todo lo que le dijo a ella hace menos de una hora cuando estaban solos en el estudio. Le hierve la sangre, lo quiere matar. 

Se hace un silencio momentáneo. Isabella, al no poder ver qué está pasando, se retuerce de la curiosidad. 

Escucha la voz de Paulo. 

–Los dos hicimos las cosas mal, lo admito –dice con un largo suspiro–. Y espero que me estés diciendo la verdad, espero que realmente hayas cambiado. No me gustaría que volvamos a repetir lo que ya pasó.

–Te estoy diciendo la verdad, te lo prometo.

Un silencio.

–Está bien. 

Un suspiro de alivio.

–Gracias, Pau. 

Isabella sale corriendo antes de poder escuchar más de aquella conversación. Tiene el estómago revuelto y siente unas tremendas ganas de vomitar que la atosigan, porque lo que acaba de escuchar le oprime el pecho. El hecho de que Paulo perdonó a Leandro, que quieran volver a ser amigos, la mata, porque por algún motivo el ojiazul está empeñado en hacerlo mierda. A ella también.

No lo entiende, realmente. Ni ella ni Paulo nunca le hicieron nada malo, pero por algún motivo, él igualmente quiere arruinar todo. 

Se frena en el vestíbulo, agitada. Se reposa contra la pared y se apoya el dedo índice y medio contra la carótida, tomándose el pulso brevemente, asegurándose de no entrar en pánico. Le duele todo, moverse le genera un dolor inexplicable y no sabe qué mierda hizo para meterse en este lío.

¿Por qué Leandro no la deja en paz? ¿Por qué mierda vuelve después de tantos años para destruir todo lo que a ella tanto le costó construir? Nada tiene sentido. Dios, no sabe dónde mierda se metió, pero quiere salir.

–Amor, ¿estás bien?

Isabella alza la mirada y lo ve a Paulo acercándosele de una corridita. Se da cuenta que estaba respirando un poco demasiado fuerte, por lo que de inmediato hace todo lo posible por calmar su ansiedad. Sonríe a medias.

–Sí, sí. ¿Vos? –le replica, haciéndose la desentendida.

–Yo, sí. ¿Pasó algo? –le vuelve a preguntar él, acercándose hacia ella y tomándola de las manos. 

–No, no. ¿Por qué?

Paulo se da cuenta que ella se está haciendo la boluda, pero sabe que lo está haciendo a propósito y que es un libro cerrado, no va a decir nada, así que se inhibe de volver a preguntar a pesar de que la preocupación lo carcome. Le da un apretón en las manos y le besa la mejilla.

–Nada, para saber. ¿Vamos? –dice.

–Sí.

Paulo de inmediato agarra el estuche de sus manos y a pesar de las quejas de la chica, él la chista y empiezan camino hacia el auto, mano a mano. Son casi las seis de la tarde, pero al ser verano, el sol todavía está bastante alto en el cielo. Llegan al estacionamiento, se suben al vehículo y parten hacia su casa, ambos demasiado callados para lo que es normal pero sin cuestionarse el uno al otro.

Isabella generalmente odia hablar en el auto. Prefiere escuchar música, y si está escuchando música y alguien le habla, se pone de malhumor. Sin embargo, Paulo, en un intento de alivianar el ambiente, le da un apretón en el muslo.

–¿Cómo te fue? –le pregunta.

–Bien –dice ella simplemente, tratando de emplear un tono suave para no sonar tan tajante.

Paulo asiente, sabiendo que ella no va a elaborar más. Está seguro de que algo le pasó y lo mata no saber qué. Le da otro apretón en el muslo y la mira.

–¿Lo viste a Leandro? –pregunta por fin la pregunta que le venía comiendo el oído desde que llegaron. 

–Sí –dice Isa, arrancándose la piel muerta del labio inferior sin piedad, haciéndose sangrar–. ¿Vos sabías que él iba a estar ahí?

–No. Llegó hoy creo. Está de préstamo.

Isabella asiente y lo mira de reojo. 

–¿Te dijo algo? –pregunta Paulo. 

–No, nada –miente. 

Se arrepiente casi tan rápido como contestó. Es una pelotuda, está tratando de evitar meterse en otro quilombo y lo único que hace es cavarse el pozo sí misma. Pero es que después de la conversación que escuchó, no puede salir a decirle a Paulo que su "amigo" todavía es un chaja y que no va a cambiar, sin importar que tanto le prometa que ya lo hizo. Ella ya no quiere pelear, prefiere arreglárselas sola y encontrar alguna manera de alejarse lo más posible de Leandro sin volver a lastimarlo a su esposo en el proceso.

No le cuesta mentir, pero le duele. Muchísimo. Más sabiendo que el hombre a su lado es el hombre que más la ama en el mundo. Un hombre que nunca le mentiría.

–¿A vos? –agrega después, haciéndose la desentendida.

–Me pidió perdón –admite él con un largo suspiro de cansancio–. Me dijo que estaba arrepentido, que me quiso pedir perdón antes pero no se animó. Y, nada, si podíamos volver a ser amigos.

Mentira. Mentira, mentira, mentiroso. Hijo de puta.

–Ah. ¿Y qué le dijiste?

–Que sí. Le creo, les creo a ambos. Fue hace mucho tiempo. Ya no lo resiento tanto –dice Paulo con la vista fija en la calle frente a ellos.

Isabella odia tanto a Leandro. Lo odia, lo odia, lo odia, Dios. Lo quiere matar. 

–Está bien –asiente Isabella, haciendo caso omiso de su guerra interna, pero teniendo que clavarse las uñas en las palmas de las manos para evitar golpear algo.

Paulo no dice nada. El resto del viaje lo pasan sin decir una palabra, tan solo unos minutos hasta que llegan a su casa. Se bajan, abren la puerta y su silencio lo rompen las dos perras que los reciben en la entrada: Perla y Kenya, dos border collie, ambas emocionadas por volver a ver a sus dueños.

Perla es la mamá de Kenya, más adulta, por lo tanto, más calmada. Kenya es una bestia. Salta para apoyar sus manos sobre el regazo de Isa, casi noqueándola. Paulo suelta una risa y ataja a su esposa antes de que ella pueda caer mientras escuchan el ruido de las uñas de las dos perras repiqueteando contra el piso. 

–Hola, hermosa –le dice Isabella a Kenya, rascándole la cabeza mientras ella menea la cola y jadea, contenta.

Paulo le hace un mimo a Perla y se adentra en la casa, cerrando la puerta detrás suyo. Debajo de la mesa de entrada los espera Pandito, el famoso "gato bola", cuyo apodo proviene del hecho de que es gordo, como una bola. También lo llaman "gato vaca", ya que además de gordo, es blanco y negro, como una vaca. El alma gemela de Isabella y la criatura que más despelecha en el mundo. 

Al verlo, Isabella se pone a hablarle en un tono de voz empalagosa y se acuclilla para rascarle las orejas. El gato recibe el mimo restregando la nariz contra las piernas de su dueña, dejándole un lío de pelos blancos sobre las calzas negras, que a Isabella mucho no le importa.

Tienen una gata también, Honey Lemon. Honey, para abreviar. Vaya uno a saber dónde está.

Después de saludar a sus animalitos, Isabella se levanta y se deshace de las botas, inmediatamente soltando un suspiro de relajación. Paulo ya dejó el bolso en la encimera de la cocina y ahora está distraído en el celular, con el entrecejo firmemente fruncido debido a la concentración.

–Me voy a bañar –anuncia Isabella 

Paulo bloquea el teléfono rápidamente y alza la mirada.

–Bueno. Ahora subo. 

Isabella asiente y se pega una corrida por las escaleras hasta llegar al segundo piso de la casa. Se mete en el baño de la habitación, prende la ducha caliente y mientras el espejo y la mampara se empañan por el vapor, ella se desviste y se mete en la bañera.

Ella es de tomarse duchas largas, así que no sale hasta dentro de casi veinte minutos. Después de secarse el pelo, se envuelve el cuerpo con una toalla asegurada alrededor de su pecho y sale de la habitación. Se sienta en la cama con el celular para revisar las notificaciones y lo primero que ve hace que se le congele la sangre. 

[isaabianchi] leoparedes20 ha empezado a seguirte.

Isabella siente como el corazón le da un vuelco al ver el familiar perfil de Instagram del ojiazul en su bandeja de entrada. La notificación es de hace tan solo unos minutos y la rubia de inmediato se propone eliminarlo de seguidores, pero aquello no cambia nada, porque nada le impide a Leandro volver a seguirla. Por ese motivo, en lugar de eso, ella simplemente no le devuelve el follow, tratando de darle a entender que no tiene interés alguno en volver a relacionarse con él.

Traga saliva y deja el teléfono boca abajo en la mesita de luz. Se queda sentada un momento, sin saber bien qué hacer. Sacude la cabeza y trata de ignorar aquella extraña sensación.



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@ccamilagalantee: Sos hermosa isaaa ❤️

@paulodybala: te amo
     | @scalonetaylor22: qué lindos los amo
     | @paula1348: qué mal que me cae esta mina pdiosss

@rodridepaul: hola isaaaa
     | @isaabianchi: jaja hola



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@isaabianchi:

@paulodybala le dio like a tu historia.

@leoparedes20 le dio like a tu historia.

leoparedes20 ha respondido a tu historia:
esas las sacás con la cámara?






a/n –
presentando a pandito (mi gato y el amor de mi vida):

capítulo choto pero después se viene más drama!!!

por favor comenten!!! amo leer sus comentarios, pero están todos re fantasmas :(((

subo el siguiente capítulo cuando éste llegue a 100 votos 🤭

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