xiv



𝟏𝟒.
TE FUISTE A LA MIERDA

━━━━━━━━━━━


BUENOS AIRES, ARGENTINA
Julio 2019


La selección volvió a Argentina hace rato ya. La mayoría están pasando el recreo de diez días en Buenos Aires y se acercan con rapidez al fin de sus vacaciones. De hecho, Paulo e Isabella ya empiezan a armar las valijas para volverse a Italia, por el recomienzo de la temporada de fútbol.

Afortunadamente, después de dejar Brasil, no volvieron a discutir por nada, sus vidas volvieron a completa normalidad y el único rastro que prevalece de la caótica estadía en Brasil es los ahora apenas visibles moretones en el rostro de Paulo, más la pequeña cicatriz en el labio de Isabella. Lo que sucedió el último mes se desvaneció tan rápido como surgió.

Bueno, más o menos.

Paulo y Leandro están lejos de volver a ser amigos. Ya no se odian, per se, pero no se hablan e Isabella podría hasta jurar que se dejaron de seguir en Instagram. El por qué concreto de la pelea nunca lo supo, pero ya no le preocupa, porque al menos ahora están todos mejor. Sobre todo porque Paulo logró hacer las paces con el hecho de que Isabella se habla con Leandro. 

La rubia y el ojiazul no pasaron tiempo juntos estos últimos días ya que ambos están concentrados en sus familias y en sus vacaciones, pero eso no quiere decir que a Isabella no le lleguen mensajes de Leandro a las tres de la mañana todos los días, bardeándola por sus historias o simplemente queriendo charlar. A Isabella ya no le jode en absoluto, debido al hecho que siempre, de una manera u otra, termina cagándose de risa con las pelotudeces de Leandro.

Hoy es la primera vez que se van a volver a ver en persona: Messi organizó un asado en su casa para finalizar aquel período del campeonato, va a asistir toda la selección. Están invitadas las familias de los jugadores también, por lo que Isabella y Paulo, a eso de las doce del mediodía, ya están estacionando el auto cerca de la casa del capitán.

Hay varios vehículos ya estacionados en la cuadra, ocupando el camino de entrada, por lo que les cuesta encontrar un lugar libre. Cuando finalmente lo hacen, se bajan, Paulo le toma la mano a Isabella y se dirigen hacia la casa para tocar timbre. Los recibe Antonela con una sonrisa y el pequeño Ciro, de tan solo un año, en brazos, sobre su cadera. Sonríe esa sonrisa perfecta y les da la bienvenida con gusto, invitándolos a pasar y guiándolos hasta el patio trasero de la gran casa, donde ya se escucha el barullo proveniente de la gran multitud que disfruta del día.

Por suerte, es un día extrañamente caluroso para esa época del año, por lo que muchos están en traje de baño, disfrutando de la pileta. Algunos de los jugadores aclaman a Paulo al verlo llegar y él de inmediato se pone a saludar con una amplia sonrisa, secundado por Isabella, que también reparte besos en el cachete para todos.

No es que se esté fijando, pero de inmediato se da cuenta que Leandro no está ahí. No sabe si no va a venir o solamente está tarde, pero no se preocupa mucho – ponele.

Ella misma también tiene puesto un conjunto de bikini negro debajo del short y la camisa blanca de lino. No tiene planeado desvestirse, menos en frente de tanta gente, pero tiene que admitir que hace bastante calor.

Isabella y Paulo se instalan casi de inmediato. Él no tarda en sacarse la remera y zambullirse en la pileta junto con Lautaro, por lo que ella decide reposarse en el borde con los pies en el agua y los anteojos de sol puestos para poder charlar con ellos. Los anfitriones traen tazones con distintos snacks que vuelan rapídisimo, Isabella está encantada relajándose junto a su novio y el resto de los jugadores.

Una y media llegan Leandro y Cami. Isabella se hace la desentendida, sobre todo porque se quedó hasta tarde charlando con el ojiazul el día anterior, y los saluda a ambos con una sonrisa. Hace de cuenta que verlo a él nuevamente no hace que le de un vuelco el corazón, especialmente considerando que s la primera vez que se ven en persona después de varios días.

Leandro y Paulo no se saludan. Ni siquiera se dirigen la mirada. Isabella siente que es la única en darse cuenta.

Camila se instala al lado de Isabella y Leandro desaparece un rato con sus amigos. Según escucha la rubia, el ojiazul está adentro en el playroom, jugando al pool. Le dan unas ganas tremendas de unirse al juego, más sabiendo que ella es buenísima, pero le da vergüenza. Decide en vez quedarse charlando con Cami de cosas insignificantes, hasta que a cierto punto ella le empieza a contar sobre el nuevo contrato de Leandro.

Le dice que el PSG lo compró al Zenit por casi cuarenta millones de euros, y que ya se van a mudar para París. Isabella la escucha atentamente, preguntándose cómo es que Leandro la persigue y la atormenta por todos lados, incluso cuando ni siquiera está presente.

Después de un rato, sale Rodrigo del playroom.

–Che, ¿alguien está para partidito de pool? Nos falta uno –dice.

Isabella ve su oportunidad, pero duda. Sin embargo, cuando nadie salta, saca los pies del agua y se levanta.

–Yo voy –dice.

–¿Segura? Mirá que soy buenísimo, eh –la jode Rodrigo mientras se adentran en la casa. 

–Vos tranquilo –Isabella hace un gesto y el hombre la mira como diciéndole 'ah, bueno, no te agrandes'.

Ella se ríe. Entran al playroom, donde Leandro y Giovani ya le aplican tiza a sus tacos. Las bolas ya están organizadas en forma triangular dentro del rack, en uno de los extremos de la mesa forrada color verde. El espacio es amplio, la mesa de billar parece extrañamente fuera de lugar entre los muchos juguetes, pero también hay una mesa de ping pong y un metegol que agregan a la vibra. Isabella asume que ahí es donde juegan los hijos de Antonela y Messi.

–Lean, te conseguí pareja –anuncia Rodrigo, señalándola a Isabella por sobre su hombro con el pulgar.

Al escuchar las palabras, la chica abre los ojos grandes como platos, horrorizada. Creyó que iba a estar jugando con Rodrigo, no directamente con Leandro, por lo que la información le pega de golpe.

Por otra parte, el ojiazul, que se estaba riendo de algo con Giovani, se da vuelta por sobre su hombro. Al verla ahí parada, esboza una sonrisa misteriosa, de esas que dicen que ellos saben algo que el resto no.

–¿Vas conmigo, rubia? –le pregunta él, sin inhibirse de usar aquel apodo, ya que igualmente, Rodrigo y Giovani no parecen estar prestando atención.

–Eh, sí –Isabella carraspea, se acerca a la mesa y elige uno de los tacos.

–¿Sabés jugar?

–Obvio.

–Ah, bueno, bueno, eh –se ríe Leandro. 

Extiende una mano hacia Isabella y ella pone los ojos en blanco, pero termina chocándole los cinco, marcando el equipo.

–¿Hacemos con lag* o no? –pregunta Rodrigo. 

Giovani le dedica una mirada extrañada, como si no supiera a qué se refiere, e Isabella se ríe. Por otro lado, ella y Leandro contestan al unísono.

–Sin –dicen a la vez.

–Bueno, no me griten –se ríe Rodrigo con un gesto de las cejas–. Saquen ustedes.

Isabella y Leandro se sonríen el uno al otro al darse cuenta que hablaron a la vez y él le permite a ella hacer el saque inicial, más que nada, para testear sus habilidades, y por otros motivos. Isabella le pone tiza a su taco, remueve el rack y posiciona la bola blanca de tiro en un extremo de la línea inicial. Se agacha y se prepara para sacar.

Leandro le mira el culo sin discreción, ya que ella está demasiado concentrada como para darse cuenta. Él se sonríe, satisfecho.

Isabella hace el saque con una fuerza descomunal, haciendo que Gio, quien parece ser el menos experimentado, se muestre sorprendido. La chica sonríe: para su suerte, su saque termina embolsando* una de las bolas rayadas, la número nueve, dándole la oportunidad de tirar de nuevo. Los otros tres chicos la miran en silencio mientras ella da algunas vueltas alrededor de la mesa, se posiciona y después vuelve a tirar, embolsando la bola número catorce y así clamando las rayadas como suyas.

–Bueno, eh –dice Rodrigo.

–Sh, dejame concentrarme –lo chista Isabella.

Sin embargo, después de dar un par de vueltas, se da cuenta que no tiene ningún tiro disponible, por lo que termina usando su turno para clarificar la mesa. Se aleja y Rodrigo se dispone a tirar, a lo que Isabella se acerca a Leandro y susurra en su oído.

–Pegale a la once con efecto así embolsás y te queda para pegarle a la trece –le dice, señalándole.

Leandro se da vuelta hacia ella con una sonrisa y la ceja alzada. La remueve el pelo del hombro con una mano y acerca sus labios a su oído, susurrando sus siguientes palabras de una forma que hace que a Isabella se le erice la piel.

–Yo sé jugar, ma –le dice él con una risa.

Isabella se encoge de hombros, sin admitir que tenerlo así de cerca hace que se le contraiga el estómago.

–Como digas –replica.

Se da vuelta y lo mira a los ojos, y cae en la cuenta de que él está mucho más cerca de lo que creía. Por un momento, flashea que Leandro le miró la boca, pero se lo niega a sí misma. Se aleja un poco y vuelve a mirar a la mesa.

Rodrigo usa su primer tiro para pegarle a una de las bolas sólidas, ya que le quedó el tiro abierto como para embolsar sin problemas. Vuelve a posicionarse, pretende hacer un bank shot* con la bola número tres pero le erra por un centímetro.

–La concha de la lora –dice, irguiéndose.

Isabella se ríe. Leandro observa la mesa mientras le aplica cosmético a su taco, después deja la tiza sobre el borde de la mesa y se dobla por sobre ésta para pegarle a la once, como le dijo la rubia. Para su suerte, logra embolsar y dejarse un tiro limpio hacia la trece. Se sorprende un poco ante la rapidez de Isabella para planear sus jugadas. 

Sin embargo, ahora planea su propio tiro. Da una vuelta hasta el otro lado de la mesa y se agacha para pegarle a la bola número doce con precisión. Isabella lo observa detenidamente una vez que él hace el tiro: la bola rayada choca contra la doce, la cual sale disparada hacia un costado y termina embolsando la bola número quince con un combo shot* limpio. Leandro vuelve a erguirse con una sonrisa satisfecha e Isabella pone los ojos en blanco con una pequeña sonrisa propia, conociéndolo lo suficiente como para saber que es un presumido.

–Mmm, no sé, eh, me parece que tocaste una de las nuestras –dice Rodrigo.

–Callate vos, piltrafa –le dice Leandro con un gesto de la cabeza y una sonrisa dientuda que hace que Isabella tenga que tragar saliva.

–¡Eh, para, no bardees! –grita Gio.

–Les está aplicando la psicológica –se ríe Isabella.

–No me mueve ni un pelo –acota Rodrigo, boludeándolo a Leandro, que todavía está en juego.

El ojiazul suelta una risa a medias, se agacha y hace intento de pegarle a la bola número diez, que es una de las únicas dos que le quedan por embolsar, pero al hacerlo, no solo pifia el tiro, sino que también termina asestando a una de las troneras* con la bola blanca.

–¡Falta! –grita Rodrigo, orgulloso–. Bola en mano, puto.

–Vos seguro terminás embolsando la nuestra, pedazo de boludo –jode Leandro, acercándose a Isabella para pararse a su lado, de manera que sus hombros se rozan–. No nos ganan ni a palos.

–Bueno, no cantes victoria –dice Isabella, dándole una palmada con el dorso de la mano en el pecho.

–Cinco a uno, yo digo nomá'.

Rodrigo hace un gesto con las cejas e Isabella se ríe. Le toca a Gio: él, como presumió la rubia, no es tan experimentado, por lo que va por los tiros libres más fáciles. Embolsa las bolas número uno y siete con tiros directos y después se pone a dar vueltas, sin saber bien qué hacer.

–Apurá el trámite, boludo –le dice Rodrigo.

–Pará, estoy pensando. 

Da un par de vueltas más hasta que por fin se decide por intentar hacer un tiro largo, desde un lado de la mesa hasta la otra. Se posiciona para pegarle a la bola número dos, pero falla miserablemente. Rodrigo se agarra la cara.

–Me cago en tu mamá, Giovani –le dice en joda, estresado, haciendo que la pareja restante se ría. 

–¡Eh, con la doña no se jode!

Isabella se ríe y se prepara para jugar. Su ventana está un poco más cerrada, ya que solo le quedan las bolas diez y doce, pero ambas están escondidas detrás de una barricada de bolas del equipo rival. Da un par de vueltas, planeando su jugada de una manera que no toque ninguna de las bolas sólidas, pero que pueda atinarle a la tronera.

Termina decidiéndose por un tiro muy rebuscado. Se está a punto de agachar, pero se da cuenta que lo tiene a Leandro detrás suyo, por lo que de inmediato se da vuelta.

–Correte, boludo –le dice.

Leandro la mira con una ceja alzada y un fantasma de una sonrisa en los labios, pero finalmente se mueve. Isabella se agacha con los ojos fijos en su objetivo, el ojiazul la observa fijamente, logrando ponerla nerviosa con facilidad. Ella se inhibe de pedirle que deje de mirarla porque no quiere darle el gusto de que sepa que la está haciendo sentir de esa manera.

Termina pegándole. La bola blanca rebota en una de las bandas, después en la opuesta hasta que finalmente le da a la bola diez, embolsándola limpiamente. Solo Isabella se da cuenta de que casi erra el tiro y de inmediato lo culpa en aquellos ojos azules.

–Ella solita les cierra el orto –les dice Leandro a los otros dos hombres.

Isabella se sonríe, algo ruborizada, pero no dice nada mientras Rodrigo y Giovani se ponen a defender su dignidad. Leandro solo suelta una carcajada y ella se posiciona en otra área de la mesa para tratar de embolsar la última bola, la número doce, que quedó pegada a ambas la banda y la bola blanca. Sería un tiro fácil a la tronera de la esquina si no fuera porque una de las bolas sólidas estuviera en el camino, por lo que Isabella tiene que maniobrar un tiro distinto y caótico para alejarse de ahí. Tarda un rato en decidirse, ya que todos los tiros que planea terminan errados.

–A ella no la apurás, ¿no? Pollerudo –le dice Giovani a Rodrigo.

–Uh, cerrá un poco el orto, gorda choripanera. 

–Gorda tendré ésta. 

Isabella ve por el rabillo del ojo como Giovani se agarra la chota.

–¿Se callan? –les dice. 

–Uia, ojo que se enoja –susurra Rodrigo. 

Isabella ignora el chiste y finalmente encuentra una posición, algo comprometedora, pero que hace que termine embolsando la bola número doce. Ahora, después de haber embolsado todas las rayadas, Isabella puede pasar a la negra, la número ocho. Para su suerte, tiene un tiro fácil.

Leandro tarda en darse cuenta que están a punto de ganar porque está demasiado distraído recorriéndole el cuerpo con los ojos, pero cuando por fin lo nota, sonríe, orgulloso.

–¿Ven? Ya les ganamos –dice, reposado contra el borde de la mesa.

–Bue, callate vos, que no hiciste nada –dice Rodrigo–. Yo la próxima la quiero a Isa en mi equipo  

–Me sentí insultado –dice Giovani, llevándose una mano al pecho.

–Pero más vale, papito. Te caés a pedazos.

–¡Eh!

Isabella le pega a la bola ocho y la embolsa con facilidad. Se irgue con una sonrisa satisfecha y se acerca a Leandro, que le choca los cinco.

–Yo tengo hambre, así que me retiro victoriosa –dice la rubia.

–Pará, pará, revancha –pide Giovani.

–Después, campeón –lo jode ella entre risas, dejando el taco, sacudiéndose las manos y empezando a caminar hacia la puerta–. Es que son muy malos todos.

–Ah, bueeeeeno –dice Leandro–. Pará un poco que sin mí, no ganabas.

Isabella le hace montoncito con la mano por sobre su hombro y después sale al patio con una gran sonrisa en el rostro. Gio, Rodrigo y Leandro no tardan mucho en dejar el playroom y salir de nuevo al aire libre, donde ya empiezan a salir choripanes de la parrilla para el público. Paulo se le acerca a Isabella de inmediato, recién salido de la pileta, en cuero y con el pelo húmedo..

–Acá estás, te estaba buscando –se ríe él.

–Perdón, les estaba rompiendo el orto en el pool a esos tres inadaptados –dice Isabella, señalándolos a los chicos por sobre su hombro.

Paulo hace una expresión extraña por un breve instante al verlo a Leandro, pero sonríe casi de inmediato y se acerca para dejar un beso casto en sus labios.

–No tengo dudas –le dice–. ¿Querés choripan?

–No tengo hambre, pero si traés uno, te robo.

Paulo sonríe y asiente, de inmediato corriendo a buscar comida. Isabella también se sonríe y la busca a Cami, a quien encuentra sentada en una de las reposeras junto a Antonela y Lionel. La rubia, algo acalorada, se desabrocha la camisa blanca, así exponiendo la bikini negra debajo, y se sienta en el piso con ellas.

–¿Y? ¿Ganaron? –pregunta Cami.

–Les cerré el orto. Y tu esposo no juega nada mal –admite Isabella.

Cami suelta una risa y después se ponen a hablar de cosas insignificantes. Paulo no tarda mucho en acercarse con un plato de choripan, se siento detrás de Isa y deja que su novia se recueste entre sus piernas, contra su pecho. Comen tranquilos mientras charlan.

Para las cuatro y media de la tarde, algunos de los invitados ya se empezaron a ir, haciendo que el grupo más reducido se junte a conversar alrededor de la pileta. Isabella, de alguna forma, termina al borde de ésta al lado de Leandro, ya que Paulo fue a mover el auto porque estaba mal estacionado. La escuchan a Antonela, que esté sentada en el regazo de su esposo contando algo. 

Bueno, más o menos. Después de un rato, Isabella se da cuenta que no estaba escuchando, por lo que se inclina hacia Leandro y habla en su oído.

–¿Qué está diciendo? –pregunta.

–¿Quién? –contesta el ojiazul con el mismo tono de voz, igual de distraído que ella.

–Anto, boludo.

–Ah, no sé. No estaba escuchando.

Isabella suelta una risa por la nariz y se abanica el rostro con las manos y el ceño fruncido.

–Qué calor, che –dice.

–Metete a la pileta –contesta Leandro simplemente.

–No quiero. 

–Bue, jodete –se encoge de hombros el ojiazul con una suave risa, mirándola a Antonela, pretendiendo estar escuchando lo que dice, a pesar de que no tiene ni idea de qué habla.

–Gracias –contesta Isabella.

La chica resuelve por sacarse la camisa, así quedando solo en short y la parte de arriba de la bikini. Leandro, que la mira de reojo, espera a que ella se deshaga de la prenda antes de apoyarle una mano en el hombro y empujarla a la pileta. Isabella pega un grito antes de caer al agua, haciendo que todos se den vuelta mientras Leandro empieza a cagarse de risa por lo bajo.

La rubia emerge a la superficie, empapada, y los escucha a todos reírse.

–¡Leandro, la re concha de tu hermana! –grita, nadando hasta el borde.

Vos dijiste que tenías calor, wacha –dice él.

Isabella le dedica una mirada de odio y después ojea al resto de los invitados.

–Perdónenlo, che, es un chico especial. A veces se pone modo boludo y hace taradeces –les dice con una sonrisa apretada

–Sí, ya sabemos, pobre –dice Rodrigo, envolviéndole al ojiazul los hombros con un brazo y revolviéndole el pelo.

–Salí, alcornoque. 

Isabella se ríe y se acerca al borde. Lo mira a Leandro mientras le extiende una mano mojada.

–¿Me ayudás? –le pide.

Leandro, iluso, la toma de la mano y hace fuerza para ayudarla a salir, pero Isabella tira en dirección opuesta, haciendo que el ojiazul caiga a la pileta a su lado con una expresión de terror antes de desaparecer en el agua. Rodrigo se descostilla de la risa mientras Leandro, que no se lo esperaba, sale a la superficie entre toses.

–Me tragué todo, tarada –dice. 

–Ah, te jodés. 

Isabella se ríe, apoya las manos en el borde de la pileta y se impulsa para salir de ésta, chorreando agua por todos lados. Se agarra el short empapado y chasquea la lengua, indignada.

–¿Alguien tiene una toalla? –pide.

Lautaro se estira por detrás suyo y agarra una de las toallas sobre la reposera, lanzándosela. Isabella la atrapa y de inmediato se empieza a secar, a la vez que Leandro sale de la pileta de la misma forma que hizo ella. Pide una toalla, se la pasan y cuando Isabella lo mira, casi se atraganta con su propia saliva: la remera mojada se le pega al cuerpo, marcando cada uno de los tonificados músculos de su abdomen. 

Él tampoco pierde tiempo en echarle un vistazo a la rubia, ojeándole el cuerpo con discreción. Se deleita cuando se da cuenta que ella también está mirándolo y no puede evitar bajar la vista hasta sus pechos, cubiertos por la bikini. Ella aparta la mirada de inmediato y él se sonríe para sí, satisfecho, sabiendo que la puso nerviosa.

Isabella no vuelve a mirarlo. Se saca el short y lo exprime en la pileta para sacarle toda el agua, pero éste igualmente está empapado. Como no quiere estar solo en traje de baño, se acerca a Antonela.

–Che, ¿puedo pasar al baño para cambiarme? –le pregunta.

–Sí, obvio –dice ella de inmediato–. Apenas entrás, por el pasillo. La primera puerta a la izquierda.

–Gracias, reina.

Se levanta con la toalla atada alrededor de sus caderas para esconder su tren inferior. Cuelga su short sobre el respaldo de una de las reposeras al sol para que se seque, agarra su bolso y de inmediato se mete en la casa. Entra al baño, cierra la puerta y empieza a cambiarse a toda velocidad, incómoda ante la sensación del traje de baño mojado frotándose contra su piel.

No tarda más de cinco minutos, pero para cuando sale, le sorprende encontrarlo a Leandro reposado contra la pared opuesta, en cuero, con solo una toalla colgando bajo en su cadera, dejando expuesto su abdomen completo. Algunas gotas todavía resbalan por su piel. Apenas se abre la puerta, él se da vuelta y la atrapa viéndolo.

–Bueno, rubia, un poquito de discreción te pido –sonríe una de esas sonrisas engreídas, irguiéndose un poco y dando un paso adelante.

Isabella pone los ojos en blanco.

–Yo estoy enojada con vos –le dice en joda.

–¿Porque te tiré? Da –se ríe él–. Si no te tiraba, no estaríamos solos ahora.

–¿Y por qué querría estar sola con vos?

Leandro no contesta. La mira con esos ojazos y después le mira la boca, y esta vez, Isabella está segura de que no está flasheando. Alza un poco las cejas, sorprendida ante el gesto. Sin embargo, él no dice nada, por lo que ella se aclara la garganta.

–Bueno, permiso –dice Isabella nerviosamente por fin, y hace ademán de pasarle por al lado, pero Leandro le apoya una mano en la cintura y la frena–. ¿Qué hacés?

Leandro se rescata. No la frenó por algún motivo en particular, solo lo hizo, sin siquiera pensarlo, y ahora se pregunta de dónde salió aquella extraña reacción de no querer que se vaya. Por primera vez desde que lo conoce, Isabella lo ve ruborizándose.

–No sé –contesta él honestamente, frunciendo un poco el ceño, mirando el piso y soltándola de inmediato.

Isabella se da cuenta; no sabe qué le pasa, pero prácticamente lo puede prácticamente escuchar maquineando en su cerebro. Frunce las cejas y baja un poco la vista para mirarlo a los ojos, extrañada. Leandro nunca fue tal de evitar su mirada.

–¿Estás bien? –le pregunta ella a él.

–Sí, sí, perdón. Andá tranqui, yo paso al baño –dice él, apurado, avergonzado de sí mismo por ser tan débil ante ella.

Trata de avanzar, pero ahora, la que lo frena es Isabella. Le apoya una mano en el pecho, obligándolo a parar, y Leandro baja la mirada para verla.

–¿Seguro? Parecés... ¿pasó algo?

Un silencio. 

Leandro le analiza la cara completamente: el pelo rubio húmedo; las mejillas rosadas; los labios carnosos; las cejas finas y las pestañas en curva...

Le es difícil seguir conteniéndose, así que no lo hace.

Agarra a Isabella de las manos y la empuja contra la pared opuesta, entrelazando sus dedos con los de ella a cada lado de su cabeza y besándola sin dudarlo un segundo. Cierran los ojos: él, por el sentimiento, y ella, por la sorpresa.

La besa con lentitud, un beso estático pero cargadísimo, e Isabella está tan en shock que no puede procesar una reacción apropiada, así que solo se deja besar por unos segundos. Los labios de Leandro se sienten suaves contra los suyos, siente como sus manos le dan un leve apretón y le cosquillea el cuerpo entero, no sabe ni qué es lo que está sintiendo. Pierde el aire, le cuesta respirar a pesar de que es un beso tranquilo, pero siente que no le llega suficiente oxígeno. Se siente mareada, al borde del desmayo.

Se da cuenta de lo que está haciendo y se aleja rápidamente.

Leandro, cayendo en la cuenta, de inmediato le suelta las manos y se separa de ella, con los labios separados en una falta completa de aire. Abre una gran distancia entre ellos, retrocediendo hasta chocar contra la pared opuesta. Se miran a los ojos, los de ella grandes como platos debido a la sorpresa y los de él, crípticos. 

–Qué... –susurra Isabella, sin saber bien qué decir ni cómo reaccionar, con el corazón latiéndole a mil en el pecho y las manos temblándole.

Todavía lo siente: su cuerpo presionándola contra la pared, su boca atacándola sin duda alguna, sus manos sobre las suyas...

Leandro no dice nada y ella niega con la cabeza.

–Te fuiste a la mierda –le dice sin más.

Él va a decir algo para rescatarse de esa situación, quizás una disculpa o una excusa, pero antes de que pueda abrir la boca, Isabella ya se está yendo, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Camina apurada hasta la puerta principal y se va de la casa sin aviso. 






"Take you like a drug, I taste you
on my tongue... you ask me what I'm
thinking about, I tell you that I'm thinking
about whatever you're thinking about."






a/n –
ACÁ POR FIN LO QUE TODAS LAS CORNUDAS ESTABAN ESPERANDO, YO SÉ QUE AHORA LAS TEAM LEAN VAN A SALIR DE ENTRE LOS YUYOS

acá les dejo glosario de pool (no sé si está bien explicado pero yo me entiendo):

lag: se usa para determinar quién saca en el pool/billar
embolsar: embocar
bank shot: cuando se le pega a una de las bolas para que rebote contra la banda
combo shot: cuando se le pega a una de las bolas para que ésta rebote y le pegue a otra
tronera: bolsillos de la mesa de pool/billar

se viene un salto en el tiempo...

voy a tratar de volver a actualizar más tarde, pero no creo que llegue

llegamos a 100 votos?



Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top