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𝟏𝟑.
¿POR FAVOR?


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BELO HORIZONTE, BRASIL
Julio 2019


Mañana la selección argentina se vuelve a su país natal. Los ánimos entre el equipo están bajos, ya que después de la derrota en semifinales y la victoria en el partido por el tercer lugar, todos los jugadores se encuentran decepcionados por su desempeño en la cancha. Tenían planeado volverse a Argentina con una copa, pero les falló y ahora vuelven a casa con las manos vacías.

Las valijas ya están hechas, todos se preparan para el regreso. Una vez aterricen en Buenos Aires, los jugadores serán otorgados diez días de descanso antes de que sea obligatorio volver a sus clubes. Paulo e Isabella tomaron juntos la decisión de pasar el recreo en Argentina para poder descansar un poco antes de volverse a Italia para el recomienzo de la temporada de fútbol.

Son las diez y media de la noche, la pareja está recostada en la cama, haciendo zapping en la televisión del hotel, aburridos y en silencio. Isabella está erguida contra el respaldo mientras pasa los canales y Paulo está a su lado, con una mano detrás de la cabeza y la otra en el muslo de la chica, acariciándola con suavidad pero dejándole firmes apretones de vez en cuando, haciendo que a ella le cosquillee el estómago.

Hace varios minutos que considera empezar algo, pero no sabe cuál será la reacción de Paulo. Llevan casi una semana sin ninguna clase de interacción sexual y a Isabella casi le da le sensación de que su novio ya no está interesado en coger, lo cual es extraño, pero es la única opción viable. Porque él la toca y la besa, pero Isabella llega a poner la mano al sur y él la frena de inmediato.

Isabella se remueve un poco en la cama para así posicionar la mano de Paulo más abajo en su muslo, cerca de su rodilla. No se quiere tentar a sí misma, ya que no quiere volver a irse a dormir decepcionada. Sin embargo, él parece darse cuenta, porque la mira, extrañado.

–¿Todo bien? –le pregunta disimuladamente.

–Todo perfecto –asiente ella con los labios apretados, frenando en un canal donde están pasando una película (Harry Potter y la Cámara Secretea, si no se confunde).

Paulo se relame los labios y hace un gesto con las cejas, pero no comenta nada más. Isabella pone los ojos en blanco: parte de ella esperaba que su novio pudiera notar la indirecta, pero o es boludo o se dio cuenta, pero la está ignorando.

La rubia pretende interés en la película. La verdad es que es fanática de la saga de Harry Potter desde que tiene ocho años, pero en este momento, la película no podría importarle menos. La pone nerviosa que Paulo se niegue a cogérsela (vaya uno a saber por qué) pero después se ponga a acariciarla y apretarla de esa manera, como tentándola pero no dejándola hacer nada más. Y encima que la frustración sexual de la chica viene aumentando por montones hace varios días. Esto no la está ayudando en nada.

Miran la película durante un rato. A cierto punto, Isabella agarra su teléfono y casi sonríe cuando ve que hay un mensaje de Leandro en la bandeja de entrada, pero de repente, Paulo se vuelve hacia ella y no le queda más opción que hacerse la otra. Abre Twitter y pretende estar leyendo un tuit. 

–Dejá el celu –le dice él, palmeándole la gamba para llamar su atención. 

–¿Por?

–Porque estás conmigo ahora –se ofende él, haciendo puchero con los labios.

–Bue, con vos. No estamos haciendo nada hace cuarenta minutos –se ríe Isabella, enternecida. 

–¿Y qué sugerís que hagamos?

–Tengo varias ideas.

–A ver, contame –Paulo pone la televisión en mute y se reposa sobre su codo, de costado, para poder mirarla a ella.

Isabella ya no sabe si él es o se hace, pero igual suelta una risa suave, apaga el teléfono y lo deja en la mesita de luz. Se vuelve hacia su novio con una sonrisa pícara y después apoya una mano en su pecho, empujándolo para que se recueste sobre su espalda y así ella puede tomar asiento en su regazo. Paulo la mira, sorprendido, indicio suficiente que hace que Isabella se de cuenta que él no se lo esperaba.

–¿Ya te das una idea? –le dice ella, sentada, acariciándole el pecho desnudo suavemente.

–Más o menos –jode él.

–Bueno. 

Isabella se inclina hacia adelante y lo besa. Paulo le apoya las manos en la cintura y se deja besar pero no la toca más, dándole el control hasta que la tenga que frenar. Ella le muerde el labio inferior con una suavidad tentadora y después no tarda mucho en introducir su lengua dentro de su boca para tomar las riendas de la situación. Realmente espera que Paulo no le corte el mambo esta vez, como viene haciendo hace días.

Sus cuerpos se mantienen pegados el uno al otro. Isabella le recorre los costados del abdomen con las manos, sintiendo su piel suave bajo las yemas de sus dedos. Paulo respira algo agitado ahora, inhalando y exhalando con fuerza por la nariz debido al beso, que se calienta con rapidez. Por un instante, el hombre se deja llevar por la sensación del momento, pero cuando Isabella empieza a juguetear con la cinturilla de sus joggings, él de inmediato cae en la cuenta y se aleja.

–Pará, pará –le dice, cortando el beso–. Ahora no.

Isabella se levanta a medio jadeo y lo mira, atónita.

–¿Es joda?

–Estoy cansado ahora, amor –excusa él, apoyándole las manos en la cintura y dándole un suave apretón cariñoso.

Ella mantiene su mirada en él, ya harta. Paulo le da un apretón más en la cintura a modo de disculpa, pero ella agarra sus manos y se las saca de encima, de inmediato bajándose de su regazo y de la cama para dirigirse hacia el baño. El hombre frunce el ceño y rápidamente se sienta derecho para observarla mientras ella se aleja.

–¿Qué pasa? –le pregunta.

–Nada –musita ella, dándole la espalda.

–Isa, pará –Paulo se para y la sigue antes de que pueda encerrarse en el baño–. ¿Te enojaste?

La rubia se da vuelta e inclina la cabeza un poco hacia atrás para poder mirar a su novio a los ojos. Tiene la mandíbula tensa y se muerde el labio inferior con fuerza, sintiendo como el corte que yace ahí casi se vuelve a abrir debido a la punzada de sus dientes. Está enojada, eso es obvio.

–¿Vos qué pensás? –escupe–. Me harté, loco. Desde la pelea que no te da ni para tocarme y me siento una boluda cada vez que trato de empezar algo con vos y me alejás.

–¿De qué hablás?

–De que parece que no querés tocarme. Y ya te dije mil y una veces que no me das miedo, no me da miedo que me hayas lastimado o que me puedas lastimar. Te beso y me empujás, y no entiendo qué mierda te pasa porque ni siquiera me hablás, solo hacés como que está todo bien pero cada vez me alejás más y me estás empezando a poner nerviosa, Paulo.

–Isa...

–No, no. Porque mirá que yo me la vengo bancando, eh. Pero ahora ya me estás haciendo sentir como que no me querés. Y ya sé que soy una exagerada, o lo que sea, pero cogíamos día de por medio y ahora ya ni me tocás. Te beso y me cortás el mambo.

–Amor...

Amor las pelotas. ¿Qué mierda te pasa, Pau-

Isabella no llega a terminar su oración, ya que Paulo la agarra de la nuca, la estampa contra la pared y la calla con un beso. La chica deja escapar un gritito ahogado debido a la sorpresa y le cuesta acostumbrarse al repentino contacto, pero lo hace al darse cuenta que esta es la primera vez en varios días que es Paulo quien inicia algo entre ellos.

La chica apoya las manos contra el pecho del hombre y él la sostiene con fuerza contra la pared, con una de sus manos en su cintura y la otra agarrándola del cuello. Todo su cuerpo está presionado contra el de Isabella para encarcelarla contra el muro, dejándola incapacitada e incapaz de moverse más allá que su tren superior. Respiran agitados y se separan para tomar aire, pero se mantienen cerca, mirándose a los ojos.

–No me dejás hablar, boluda –susurra él en un suspiro, a mediados de una risa aireada.

Isabella lo mira fijo.

–Mejor no hables –le dice. 

Lo agarra del rostro y lo atrae hacia sí para volver a besarlo. Paulo parece de acuerdo con aquella idea, ya que corresponde el beso con la misma brutalidad y de inmediato se encarga de llenarle la boca con su lengua, saboreándola correctamente. Agarra a Isabella por la parte trasera de los muslos y la levanta del piso, alzándola y comenzando a caminar hasta la cama mientras la besa apasionadamente, sin ganas de separarse. Se lanza sobre el colchón con las piernas de Isabella alrededor de su cintura y de inmediato la toca por debajo de la remera.

Esta vez, no se inhibe, e Isabella se da cuenta, porque sonríe entre sus labios. Paulo la toca un poco por sobre el short, haciendo que la chica de inmediato mueva las caderas para sentir más, queriendo deshacerse de aquella dolorosa frustración que lleva cargando hace días. Él sonríe y la masajea por entre las capas de tela, después posicionándose entre sus piernas para que Isabella pueda sentir su creciente erección contra su centro.

Efectivamente, la rubia de inmediato gime. Paulo simula estocadas, frotándose contra ella apasionadamente mientras pasa su lengua por el labio inferior de Isabella, sintiendo el pequeño corte en el proceso. Se aleja un momento para bajarle los shorts y la bombacha e Isabella sonríe.

–¿Ahora sí me vas a coger? –pregunta, emocionada. 

Se acomoda un poco para poder ver como él apoya las manos en el interior de sus muslos y le separa las piernas, dejando su centro completamente expuesto. No le da vergüenza ya estar tan excitada. 

–Ahora sí –gruñe él, ojeando su centro, mordiéndose el labio ante la vista con las pupilas completamente dilatadas–. Con lo mojada que estás... no te puedo dejar así.

Isabella se ríe. Paulo esboza una pequeña sonrisa y escupe en la intimidad de Isabella. Usa su pulgar para esparcir la saliva de arriba a abajo entre sus labios vaginales, haciendo que la chica se muerda el labio inferior mientras lo mira fijo. Su pecho se infla y desinfla agitadamente cuando Paulo acelera un poco el movimiento, le hierve la piel y empieza a jadear de inmediato.

Paulo se agacha frente a ella y, con una sonrisa, conecta su boca a la intimidad de Isabella para empezar a estimularla. La rubia, que lleva un largo rato sin un orgasmo, de inmediato suelta un grito de placer y empieza a mover las caderas contra el rostro de Paulo, buscando sentir más a la vez que él masajea su clítoris con su lengua sin vergüenza.

–Dios, seguí.

Paulo suelta un tarareo de aprobación. Usa su lengua para tantear cuidadosamente el clítoris de Isabella, tomándolo entre sus labios y succionando en éste, después deslizándose en su interior. Ella de inmediato gime abiertamente y arquea la espalda, alzando las manos por sobre su cabeza para agarrarse de las sábanas con fuerza.

El hombre sigue estimulando su interior con su lengua, después deslizando una mano por debajo de la remera de la chica para masajearle los pechos mientras usa la otra para mantenerla las piernas separadas. Isabella se retuerce en la cama, extasiada por el placer, pero antes de que pueda venirse, Paulo se separa de su centro y se acerca a ella para besarla.

La chica suelta un gemido aireado entre el beso y de inmediato agarra a Paulo de la cadera, jugueteando con la cinturilla de sus joggings para indicarle que quiere que se lo saque. Él hace caso, porque aún así, ya está empezando a sentir un exceso de ropa. Se baja los pantalones junto con los bóxers para revelar su erección y se separa del beso. Acerca una mano a la boca de Isabella.

–Escupí –le ordena.

La rubia hace caso. Junta saliva en su boca y después la escupe en la palma de la mano de Paulo, a lo que él de inmediato la envuelve alrededor de su pija y empieza a pajearse, esparciendo el lubricante por todo su falo. Isabella baja la mirada para observarlo mientras se muerde el labio y Paulo no tarda en presionar su glande entre los labios vaginales de la chica. Se desliza de arriba a abajo, tanteándola, haciendo que ella se vea obligada a aferrarse a las sábanas para no deshacerse en gemidos.

Jadea, apenas puede mantener los ojos abiertos y Paulo la observa de cerca, deleitado. Se había olvidado de lo bien que se siente hacerlo con ella, por lo que no duda en posicionarse en su entrada y empujarse en su interior de una embestida, con facilidad gracias a lo mojada que está.

–¡Mierda! –grita Isabella ante la sorpresa, sosteniéndose de los hombros de Paulo.

Él la mira por un segundo: sus cejas fruncidas, sus ojos cerrados y sus labios separados, dejando escapar gemidos por lo bajo. Deja que ella se ajuste a su tamaño, a la vez que él mismo se acostumbra al interior cálido de su novia. Le acaricia la cara con una mano y después empieza a mover las caderas, proporcionándole estocadas profundas que estimulan su punto G repetidamente.

Calladita, que sino nos escuchan –dice, chistándola, pero sonriéndose al verla luchando por contener sus gemidos.

Sus paredes internas se ciñen a su pija y él empieza a embestirla lentamente para después aumentar la velocidad. Apoya las manos a cada lado de la cabeza de Isabella y ella aprovecha para agarrarlo de los hombros, hundiendo sus uñas en su espalda y dejando largos arañazos, mordiéndose el labio inferior para evitar causar tanto ruido. En la habitación resuenan los jadeos de ambos y el sonido constante de sus pieles chocando una contra la otra tras cada embestida.

Paulo se inclina hacia adelante y entierra su rostro en el cuello de la chica. Empieza a morder, chupar y succionar su piel salada, dejándola marcada con chupones en distintas áreas de su escote mientras la sigue cogiendo con fuerza. Isabella se deshace en gemidos y exhalaciones, haciendo su mayor esfuerzo por no gritar. Paulo está deleitado ante la sensación de las uñas de su novia marcándolo a él, ya que el leve ardor es solo un estimulante más debido a la adrenalina del momento.

–Más –pide ella.

–¿Sí? –dice él con una sonrisa, levantando la vista.

Isabella asiente, frenética. De inmediato, Paulo cambia el ritmo: pasa de estocadas lentas y profundas a unas rápidas y cortas, golpeando su punto G repetidamente, haciendo que los orgasmos de ambos empiecen a anunciarse. Él se irgue un poco, la toma de la cadera con una mano para ayudarse a empotrarla y la otra se la apoya en la mejilla. Desliza el pulgar entre sus labios, dentro de su boca, e Isabella succiona en éste, chupándolo, haciendo que Paulo sonría.

–Muy bien –la halaga. 

Saca su dedo de su boca y esparce la saliva en éste por sus labios, dejándolos completamente brillantes y deseables. Paulo aprovecha para ahora tirar de la musculosa de la chica hacia abajo, así exponiendo sus tetas, que rebotan con cada estocada. Las masajea, pellizca sus pezones y suelta un leve azote en uno de sus pechos, haciendo que Isabella esboce una pequeña sonrisa ante el suave dolor que dura un instante.

Qué hija de puta.

Paulo se relame los labios y aplica una presión muy leve con una mano sobre el estómago bajo de Isabella. Unos minutos más y la chica se viene con un fuerte gemido, seguido de cerca del orgasmo de Paulo, que se corre dentro suyo y la llena completamente con su descarga. Suelta un gruñido por lo bajo y ambos entre jadeos, el hombre se deja caer sobre su novia, recuperándose del clímax.

–Dios, Paulo... –susurra ella–. No sabés las ganas que tenía de que pase eso. Nunca más me volvés a alejar así, ¿escuchaste?

Paulo se ríe y está a punto de contestar, pero escuchan tres fuertes golpes contra la pared seguidos de un grito proveniente de la habitación de al lado.

–¡CÁLLENSE! –escuchan.

Es Ota.

Isabella y Paulo comparten una mirada, ambos rojos de la vergüenza. Sabían que las paredes eran finas, pero no tanto. Sin embargo, no les importa mucho, ya que empiezan a reírse; él esconde su rostro en el cuello de la chica y ella se muerde el labio para contener la sonrisa.

–¡Perdón! –grita Paulo a medias después.

Se escucha un fuerte quejido desde la otra habitación y la pareja vuelve a reírse. Después, Paulo por fin se desliza fuera de Isabella, ganándose un gemido por lo bajo por parte de la chica, que está algo adolorida. Paulo le besa la mejilla y la levanta, cargándola hasta al baño, donde prende la ducha, termina de desnudarla y se mete con ella. Isabella se posiciona debajo del chorro de agua caliente y mientras el baño se llena de vapor, lo observa fijo a su novio.

Él apoya sus manos en las curvas del cuello de Isabella y ella cuelga las suyas de sus antebrazos.

–¿Por qué no querías antes? –le pregunta mientras él le acaricia el pelo ahora mojado, con el agua salpicándole el pecho desnudo.

–Porque me daba miedo –confiesa él sin vergüenza–. Porque creí que vos me estabas diciendo que no te había dolido solo para no hacerme sentir mal. Me daba... me da cosa haberte lastimado así, y que a vos te importe tan poco... no sé. Te debería importar, Isa. Una persona normal estaría asustada.

–¿Desde cuando yo soy una persona normal? –se queja Isa, juguetona, y él se ríe.

–Es verdad –asiente–. Pero bueno. Solo estoy asustado. Me siento muy culpable, te prometí que nunca te iba a lastimar y después...

La oración de Paulo queda a la mitad. Aparta la mirada y se muerde el labio, avergonzado. Isabella lo toma del mentón suavemente para obligarlo a mirarla a los ojos.

–No fue tu culpa, amor –le dice–. Si te digo que no me importa, es porque no me importa. Vos sabés que yo no te mentiría.

–Hm –contesta él–. Perdón.

–Te perdono –asegura Isabella de inmediato. 

Se acerca a él, parándose de puntitas para poder conectar sus labios en un beso casto, estático, antes de apartarse. Se quedan algunos minutos en la ducha, se bañan tranquilamente y salen del baño entre besos y toqueteos. Se cambian entre risas, se acuestan en la cama y se quedan dormidos ni bien aterrizan sobre el colchón – o, bueno, Paulo se queda dormido.

Isabella no duerme, pero igual está contenta. Lo mira a su novio con una sonrisa satisfecha, se da cuenta que no podría pedir más que eso. Que aquel fue uno de los días buenos. Se da cuenta que Paulo es la persona con la que le gustaría casarse, sin importar qué tan jóvenes sean. Le acaricia la mejilla y cierra los ojos, enamorada.

Se despierta agitada treinta minutos después.

Primero que nada, no tiene ni idea cómo mierda es que terminó durmiéndose, cuándo y por qué. Pero lo hizo, y ahora se siente extraña. Está tan acostumbrada a quedarse despierta hasta altas horas de la noche que haberse dormido antes de las doce le es un sentimiento propiamente desconocido.

Pero no es solo eso lo que la atormenta: es el sueño que tuvo. O, más bien, quiénes lo protagonizaban.

Estaba ella, estaba Paulo, pero también estaban Leandro y Camila por momentos. Leandro la seguía a Isabella y Camila lo seguía a Leandro, y la rubia se sentía constantemente perseguida, pero no sabía por qué ni por quién. Ojos azules la martirizaban por todos lados, los claros de Paulo y los oscuros de Leandro, pero había un silencio atronador y ella vivía todo desde una tercera persona, a la vez que sentía sus sentimientos como propias.

Niega con la cabeza ante el sueño extraño, sacudiéndose de encima aquella extraña sensación. Se da vuelta en la cama y agarra su teléfono de la mesita de luz. Son las doce de la noche. Ve los mensajes viejos de Leandro más algunos nuevos enviados hace un par de minutos, por lo que abre el chat.

10:13 PM

leoparedes20
más tarde venís al techo?

11:57 PM

leoparedes20
jajajaj ahora ya sé por qué no contestabas sucia
cállense un poco la próxima

Isabella abre los ojos grandes como platos, horrorizada y algo confundida. De inmediato, tipea una respuesta.

isaabianchi
cómo?

El cartelito de visto y el de escribiendo aparecen casi de inmediato e Isabella espera pacientemente la respuesta.

leoparedes20
estuve con ota un rato
les escuché todo
te coge bien paulo eh???

Isabella se está muriendo de la vergüenza, pero lo esconde con facilidad, agradecida por que Leandro no puede verla como para saber que se está ruborizando como una boluda.

isaabianchi
sí la verdad que sí

leoparedes20
no gritaste mucho igual
yo pensé que ibas a gritar más

Lo primero que se pregunta es por qué mierda Leandro va por la vida imaginándosela de esa forma, pero ignora el pensamiento. 

isaabianchi
bueno che cambio de tema

leoparedes20
ay le da vergüenzaaaa
bueno
yo sigo arriba
subís?

isaabianchi
nooo me da paja ahora
después de esa cogida quedé muerta

leoparedes20
por suerte querías que cambie de tema jajajajajaj
dale rubiaaa vení
hay luna llena

isaabianchi
hablemos por acá

leoparedes20
puta che
bueno te cuento que cami me habló del divorcio

isaabianchi
ah sí???
por qué
y qué le dijiste

leoparedes20
uy andás de curiosita eh
nada por lo mismo de siempre
nos peleamos y ella volvió a sacar el tema
y yo le dije que tenía sueño y que después lo hablábamos

isaabianchi
sos un hijo de puta
la tratás re mal pobre cami
ella encima que es una santa no te hizo nada

leoparedes20
bueno si me vas a bardear no te cuento nada

isaabianchi
nono dale contá

leoparedes20
bueno nada eso
y después me dijo que si no iba a aceptar el divorcio que por lo menos nos tomemos un tiempo separados y que después volvamos a ver cómo están las cosas

isaabianchi
Y AHÍ VA
BUENÍSIMO
le dijiste que sí me imagino

leoparedes20
le dije que lo iba a pensar

isaabianchi
ay plis qué pedazo de boludo
igual pará
vos todavía la amás no??

Isabella sabe más de lo que deja entrever; no solo por la pelea que escuchó, sino también por las cosas que le contó Camila, que pueden llegar a no ser ciertas, pero tienen toda la pinta de ser verdad. Que Leandro no se quiere divorciar porque la quiere castigar por haberlo dejado solo cuando él más la necesitaba. Obvio que eso Leandro jamás lo diría, porque es una forrada, pero tiene sentido.

leoparedes20
💁🏻‍♂️

isaabianchi
qué lindo che
cami la menos cornuda

leoparedes20
JAJAJAJAJ

isaabianchi
no lo negás????
loco cada vez te ponés peor
no sé ni para qué te hablo

leoparedes20
paraaaa wacha
yo no soy el infiel
no acusés

isaabianchi
me la dejás servida papito

leoparedes20
bueno MAMITA

Leandro se pone a escribir otro mensaje, pero Isabella no llega a leerlo.

–¿Es Leandro ese?

La chica se sobresalta. Apaga el teléfono y se da vuelta con la velocidad de un rayo al notarlo a Paulo, que estaba mirando la pantalla por sobre su hombro, quién sabe por cuánto tiempo. Isabella de inmediato se lleva una mano al pecho y suspira.

–Me asustaste, boludo –dice, con el corazón a mil.

–¿Por qué hablabas con Leandro? –pregunta Paulo, ahora un poco más serio, reposado sobre su codo con el entrecejo fruncido y la mandíbula tensa.

–Estábamos charlando nomás –contesta Isabella con un temblor en la voz, sin saber bien qué decir.

No es que estaba haciendo algo malo. De hecho, estaba lejos de eso, pero juzgando por las circunstancias que los rodean, sabe qué tan mal se lo puede tomar Paulo. Isabella no quiere que se enoje, no quiere pelear.

–¿Charlando? ¿De qué charlaban? –pregunta él, algo brusco, y la chica de inmediato se da cuenta que se le están empezando a subir los humos.

–Paulo, no te enojes –le pide de inmediato.

El hombre aprieta los labios y la mira fijo por un segundo. Isabella no sabe qué va a decir, pero al final, lo único que hace él es darse vuelta para darle la espalda. La chica alza las cejas, sorprendida por el gesto. Apoya el teléfono en la mesita de luz.

–Paulo –lo llama.

Él la ignora.

–Paulo, dale. No te vayas a dormir así –le pide.

Dios, ahora que todo estaba bien por fin, surgía algo a cagarla otra vez. Isabella sabía que nada bueno podía salir de hablarse con Leandro. Se pasa una mano por la cara, frustrada, y prende el velador.

–Paulo, no me ignores. Dale –insiste.

–Si te hablo ahora, te voy a gritar. No te quiero gritar –dice, todavía dándole la espalda.

–Okay –asiente Isabella, ahora un poco cautelosa–. No nos gritemos. Solo dejame hablar.

Paulo hace un silencio y ella toma eso como un sí.

–Leandro y yo a veces charlamos por Instagram, ¿okay? Pero no es nada. Ni siquiera somos amigos, ¿sabés? Solo boludeamos de vez en cuando.

Paulo la escucha y se da vuelta con lentitud para mirarla. Ella, que es generalmente bastante buena leyendo expresiones, ahora no es capaz de discernir la emoción en el rostro de su novio, lo cual la pone nerviosa.

–¿Y seguiste hablando con él después de que me cagó a piñas? –alza una ceja, incrédulo, sintiéndose un poco traicionado.

–Pará, pará. Primero que nada –dice Isabella–, vos lo cagaste a piñas a él y él nomás se defendió. Y segundo: tampoco que nos estamos pasando nudes, che. Te acabo de decir que ni siquiera somos amigos. Y aunque se hayan cagado a piñas, de todas formas, me parece que vos a mí no me podés reclamar nada, porque ni siquiera te da para decirme el motivo de la pelea.

Isabella no sabe si lo que dijo está del todo bien, no sabe si debería haber defendido a Leandro, si debería haberse puesto tan a la defensiva, pero se para firme en su posición. No está completamente segura de por qué está en un estado de alarma, porque las preguntas de Paulo la ponen nerviosa, como si hubiera estado haciendo algo mal y la hubieran atrapado en el acto.

Paulo se queda callado por un largo rato.

–¿De qué hablan? –pregunta después, haciendo un gesto con la cabeza hacia el teléfono que yace obsoleto en la mesita de luz.

A Isabella la desconcierta un poco la pregunta, pero igual la contesta. Eso sí: por motivos que desconoce, omite algunos detalles inofensivos. 

–De nada. Me estaba contando que se peleó con Cami y yo lo estaba ayudando a solucionarlo. Eso –explica sin más, encogiéndose de hombros, viendo por fin una pequeña luz al final del túnel.

A Paulo le molesta, obvio. No solo porque se trata de Leandro, sino también por el simple hecho de que su novia se está hablando con otro hombre. E Isabella puede tener amigos hombres, claro, pero están hablando a medianoche, mientras él duerme, y aquello no le huele para nada bien...

Pero si Isabella le dice que no pasa nada, entonces él le cree. Total, ella realmente nunca le dio motivo para desconfiar.

–Okay –dice Paulo por fin, seguido de un suspiro–. Pero no hablen más hoy, ¿pueden? Tratá de dormir ahora. Por favor. 

Isabella ojea el teléfono por sobre su hombro. No le avisó a Leandro, lo dejó en visto sin más y él se debe estar preguntando qué pasó, a dónde se fue, pero no puede decirle que no a Paulo. Por ese mismo motivo, asiente, se estira por sobre la mesita de luz, apaga el velador y se acurruca contra el pecho de su novio.






a/n –
empieza el bardo???

team lean o team paulo!

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