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𝟏𝟎.
BUENAS NOCHES, RUBIA
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RÍO DE JANEIRO, BRASIL
Junio 2019
–¿Estás bien? –le pregunta Analía, la enfermera, a Isabella mientras termina de desinfectarle el corte del labio.
–Sí, sí. No me duele.
Es mentira. Dolerle, le duele bastante. Pero no le importa, lo cual es otra cosa.
–Está bien –asiente ella, cuidadosa–. Me dijeron que se armó un re quilombo en el entrenamiento.
–Sí... no sé bien qué pasó.
–Ta.
Analía, mujer en sus treintas tardíos, con el pelo rubio y un semblante amoroso. Termina de limpiarle la herida y después le aplica una crema cicatrizante sobre ésta para finalmente poder darle el alta unos minutos después. Isabella deja la enfermería a toda velocidad, pero apenas sale y cierra la puerta detrás suyo, se lo encuentra a Leandro, que está reposado contra la pared del pasillo con los cortes vendados y una bolsa de hielo sobre la nariz. Al verla, de inmediato se para derecho y abre la boca inseguramente, como para decir algo. Pero las palabras no le salen.
A Isabella no solo le extraña su presencia ahí, sino el hecho de que se lo nota nervioso. No es que se conozcan hace mucho, pero lo vio las suficientes veces como para saber que Leandro no es una persona que demuestre inseguridad tan fácilmente. Por eso, no puede evitar fruncir el entrecejo.
–Isa –dice él finalmente después de un pesado silencio.
–¿Qué hacés acá? –le pregunta ella, ya que es lo único que puede decir,
Leandro no contesta de inmediato. La mira fijo y después sus ojos aterrizan en el corte de su labio. El chico se muerde el interior del cachete con fuerza y se remueve un poco, como si quisiera tocarla pero se estuviera inhibiendo de hacerlo.
Isabella no se mueve un centímetro. Hace una pequeña mueca al ver el rostro magullado de Leandro: el corte en su pómulo, pegado con tiritas mariposa; los restos de sangre seca en las comisuras de sus labios, enrojeciéndole la piel; y los trazos de un creciente hematoma bajo su piel a los costados de su nariz. Sin embargo, a él no se lo ve preocupado por sí mismo.
–Quería ver si estabas bien –confiesa él finalmente con la voz ronca, como si no la hubiera usado en un largo rato. Carraspea para aclararse la garganta.
–Estoy bien –asegura ella con una media sonrisa apretada, tratando de atenuar su ansiedad de alguna manera.
Leandro asiente y traga saliva mientras busca la mejor manera de disculparse. Suspira.
–Perdón –dice.
Isabella se queda un momento en silencio, como si la palabra le cayera extraña. ¿Leandro? ¿Pidiendo perdón?
–Creí que te caía mal –es lo único que le sale a la chica mientras entrecierra los ojos, descreída.
–Me caés mal –asegura él con un dejo de una media sonrisa–, pero nunca te lastimaría.
Isabella traga saliva, tiene la boca seca. No sabe por qué, pero siente que Leandro escogió sus palabras con cautela, como para (quién sabe por qué) mostrarle que él no lo haría, pero Paulo sí. Le sudan las palmas de las manos y no sabe bien qué contestar.
–Igual, no fue tu culpa –dice Isabella, tratado de inculcarle algún sentimiento de consuelo, ya que se lo ve extremadamente perseguido.
–Bueno, un poco sí.
–¿Por qué se pelearon asÍ? –pregunta Isabella, cambiando de tema con tan solo un hilo de voz.
Leandro abre la boca para contestar, pero la puerta continua se abre y sale Paulo de la enfermería, con un ojo hinchado y amoretonado y también una bolsa de hielo sobre la nariz. Al verlos a los dos ahí, se frena en seco; su mirada batalla por mantenerse fija en ella, apologética, pero con Leandro tan cerca, un músculo en su mandíbula se contrae, indicando su creciente irritación ante la presencia del de ojos azules.
–Los dejo solos –dice Leandro con la voz repentinamente tajante e imponente, como si la llegada de Paulo hubiera modificado el ambiente por completo.
Isabella no tiene tiempo de objetar ni hacer algún comentario sobre la evidente tensión que los rodea, ya que el de ojos azules ya se está alejando, volviendo a ponerse la bolsa de hielo sobre la nariz. Paulo le dedica una mirada asesina a él hasta que lo pierde de vista, y una vez que se encuentra solo con Isabella, de inmediato se acerca hacia ella y la envuelve en un abrazo, envolviéndola alrededor de la cintura. Entierra su rostro en su pecho y cierra los ojos con fuerza.
–Perdón –le dice, su voz débil y temblorosa, sosteniéndola con fuerza, como si no quisiera dejarla ir–. Perdón, Isa, perdón. Te juro que no me di cuenta, vos sabés... Isa, vos sabés que yo nunca te haría daño, mi amor. Perdoname, por favor.
–Está bien, Pau –le dice ella, devolviéndole el abrazo sin duda alguna–. Ya sé que no fue a propósito, te juro que no pasa nada.
–Me siento mal, Isa, no quería... yo no quería... –tartamudea un par de cosas ininteligibles antes de alejarse solo un poco, lo suficiente como para agarrarla de la cara y examinar la herida. Al verla, las lágrimas le brotan a los ojos–. Dios, perdón.
–Paulo, es solo un corte –ella sonríe a medias, buscando consolarlo–. Te prometo que no estoy enojada.
–Deberías estarlo –le dice él, arrepentido, con los ojos llenos de lágrimas–. Me re saqué, no sé por qué. No pensé que podía lastimar a nadie más, mucho menos a vos... perdón.
Isabella asiente, comprensiva, y se pone de puntitas para besarle los ojos. No quiere que llore: por más que aquel arrebate violento la preocupó, no la asustó. Está familiarizada con la violencia física, sabe que Paulo no estuvo ni cerca de pretender lastimarla y que fue solo un accidente, por lo que jamás lo culparía por algo que no pudo controlar.
–Te perdono –le asegura.
Lo besa con suavidad y después se aleja para observarle el rostro amoretonado. Hace una mueca incómoda, siente el pecho oprimido.
–¿Te duele? –le pregunta.
–No, no sé. No me importa.
Isabella se queda callada. Hace ademán de arrancarse la piel seca del labio inferior como hace generalmente cuando está preocupada, pero cuando su diente se encuentra con el corte, de inmediato se arrepiente. Al ver su mueca de dolor, Paulo está a punto de hacer un comentario, pero Isabella rápidamente lo frena al agarrar la bolsa de hielo de su mano y volver a apoyársela con cuidado sobre la nariz. No quiere escucharlo pedir perdón nuevamente.
–Vamos al hotel, Pau, vení.
───────────✧───────────
Hace unos minutos que Paulo e Isa salieron de bañarse. Ella ya está recostada en la cama, erguida contra el respaldo, con el pelo húmedo sobre los hombros mientras lo observa a él, que se pasea por la habitación en cuero y con unos shorts deportivos grises mientras se seca con una toalla. Cada vez que ella consigue un breve vistazo de su rostro, el corazón le da un vuelco, ya que no termina de adaptarse a los moretones sobre su piel. Y él no dice una palabra.
Termina de secarse, cuelga la toalla del respaldo del sillón y se acerca a la cama. No la mira a los ojos, avergonzado, pero se recuesta sobre ella, con su cabeza en su pecho, y cierra los ojos. Isabella lo abraza.
Ella verdaderamente no está enojada ni lo culpa por haberla lastimado. No le tiene miedo ni rencor, sabe que él no estaba en control completo de sus facultades y que habla en serio cuando dice que él jamás la lastimaría. Ella lo perdona, pero aún así, es fácil darse cuenta que a él la culpa lo carcome.
La abraza con cuidado, ni la mira a los ojos y se nota que desde que llegaron está tratando de contener las lágrimas. Isabella se hace la boluda, pretende no darse cuenta porque sabe que él no va a decir una palabra al respecto, pero eso no quiere decir que no se de cuenta de todo.
Mantienen la posición. Isabella fija la mirada en los nudillos de Paulo, los cuales están hundidos y cortados debido a los golpes, y se pierde en ensueño. Nuevamente, hace ademán de morderse el labio inferior, pero logra frenarse a sí misma antes de hacerlo. Le devuelve el abrazo a su novio y lo acaricia sin inhibirse, buscando consolarlo, tratando de hacerlo sentir cómodo de la manera que pueda. Quiere que él se de cuenta que ella no le tiene miedo.
Paulo contiene las lágrimas y tarda menos de media hora en dormirse. Isabella, por su parte, no pega ojo. Se hacen las once y media con rapidez y ella, derrotada por el constante estado de vigilia de su cerebro, agarra su celular de la mesita de luz.
El brillo de la pantalla del teléfono le ilumina la cara entre la oscuridad de la habitación. Tuvo el celular silenciado todo el día, por lo que recién ahora se percata del mensaje que le dejó Leandro hace algunas horas, después de la pelea. Isabella lo abre sin dudarlo.
leoparedes20
isa te quería pedir perdón nuevamente por
todo lo que pasó. me siento un boludo, fue
muy inmaduro de parte mía y de paulo empezar
una pelea como dos desenfrenados en público,
en medio de un entrenamiento importante.
no sé si lo hizo, pero espero que él también
te haya pedido perdón por lo que pasó.
espero que estés bien y el labio te sane rápido ❤️🩹
Es extraño verlo a Leandro hablarle a ella de esa forma. Nunca antes él le dirigió la palabra con algún sentimiento además de pura inquina, ni siquiera cortesía y mucho menos remordimiento o amabilidad. Isabella traga saliva.
A pesar de que el pequeño texto le genera una desconocida calidez en el pecho, no puede evitar notar que Leandro no incluyó una explicación para sus acciones. Ni siquiera menciona su evidente bronca hacia Paulo durante todo el partido, considerando que cometió más de una falta en su contra, múltiples veces. Isabella no sabe si preguntar o no, por lo que eventualmente termina decidiendo que sería mejor simplemente hablar con Paulo mañana.
Se pone a escribir.
isaabianchi
gracias por el mensaje leandro, estamos
bien. paulo sí me pidió perdón y espero
que ustedes dos puedan solucionar lo que
sea que pasó que los hizo enojar así
El cartelito de visto y el de escribiendo... parecen casi de inmediato en el extremo inferior del chat.
leoparedes20
me alegro que estemos bien
no pasó nada entre paulo y yo, te
lo prometo. estamos con esto de la
copa y estamos todos muy nerviosos,
muy en el borde.
Isabella no le cree.
isaabianchi
ok
no necesitás explicarme nada
que no quieras igual, quedate
tranquilo
buenas noches
leoparedes20
buenas noches rubia
A Isabella se le atasca el aliento en la garganta al leer ese (ahora familiar) apodo – por algún motivo, el sentimiento se asemeja a eso de un rayo de luz en completa oscuridad. Se dice a sí misma que es solo por el hecho de que se siente tremendamente sensible por todo lo ocurrido.
Le da like al último mensaje y sale del chat. Leandro no le vuelve a escribir e Isabella odia admitir que una pequeña parte de ella estaba esperando su mensaje, ya que él parece ya haber adoptado esa tendencia de seguirle la conversación incluso cuando ella le deja en claro que no está interesada. Sin embargo, se sacude de encima aquel pensamiento y empieza a boludear en Instagram, aburrida, incapaz de conciliar le sueño.
Se hacen las doce. No es hasta vario rato después que se cruza con una historia en particular que la desconcierta. La subió Gio Lo Celso esa mañana, aquel mismo día pero mucho antes de todo lo ocurrido, y lleva a un mensaje grabado que la deja a Isabella desorientada por al menos unos segundos.
───────────✧───────────
@locelsogiovani:
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¿Le falla la vista? No, no puede ser eso... Giovani en aquella historia explícitamente felicita a Leandro por su cumpleaños. Pero si es así, ¿por qué ella no se enteró? ¿Por qué Paulo, o cualquier otro jugador de la selección, no hizo ningún comentario al respecto? ¿Por qué Leandro estaría en busca de empezar una pelea el día de su cumpleaños? Algo no le cuadra.
Por primera vez, Isabella se encuentra a sí misma escribiéndole primero.
isaabianchi
hoy es tu cumpleaños???
Aparentemente, ella no es la única que no logra conciliar el sueño, ya que Leandro lee y contesta a velocidad récord.
leoparedes20
opa
no que te ibas a dormir?
isaabianchi
contestá nomás pelotudo
leoparedes20
sí
isaabianchi
QUÉ
PERO
ok a ver primero que nada feliz
cumpleaños
segundo
????
onda
por qué
no entiendo
leoparedes20
jajaja gracias
Isabella se queda esperando un segundo mensaje que nunca llega. Pasmada, se pone a escribir.
isaabianchi
eso me vas a decir nomás
pedazo de pelotudo
leoparedes20
emmmm
sí
no sé
qué más te digo
isaabianchi
A VER DEJÁ QUE HAGO LA LISTA
1. por qué nadie dijo nada
2. por qué nadie subió nada
3. por qué no hay torta
4. POR QUÉ MIERDA TE CAGASTE A PIÑAS
CON PAULO
Varios segundos sin respuesta. Isabella empieza a creer que él la dejó en visto, por lo que se pone a escribir por tercera vez, pero finalmente recibe una respuesta. Aunque no es la que esperaba.
leoparedes20
sos re linda cuando estás así
isaabianchi
qué
así cómo pelotudo
leoparedes20
así
Otra vez, no hay ninguna otra respuesta. Isabella empieza a frustrarse.
isaabianchi
uy nos levantamos comunicativos hoy
no me digas linda
y contestá la pregunta
leoparedes20
por qué no si lo sos
cuando querés
isaabianchi
chupame la chota
leoparedes20
no tenés chota
isaabianchi
chiste de mierda leandro
CONTESTÁ LA PREGUNTA
leoparedes20
CUÁL
isaabianchi
POR QUÉ TE CAGASTE A PIÑAS
CON PAULO
DALEEE DIOS
leoparedes20
porque pintó flaca qué sé yo
por qué te importa además
seguro me re amás en secreto entonces
estás re preocupada por mí y por eso
preguntás tanto
Isabella se pasa una mano por la cara, exasperada, empezando a ponerse inquieta ante el obvio intento de Leandro de evadir la pregunta.
isaabianchi
paulo es mi novio
te lo recuerdo nomás por si te olvidaste
leoparedes20
uy sí perdón se me escapó por un segundo
isaabianchi
SABÉS QUÉ
no me importa
hacé lo que quieras
yo me voy a dormir
leoparedes20
ay rubia te enojásssss 🤌🏻
Isabella no contesta.
leoparedes20
no claves tarada
eyyyyy
dale
bueno
buenas noches rubia
besos a paulo 😘
Visto 10:37 p.m.
a/n –
SUCEDE QUE estoy de viaje (en la tierra sagrada de neymar) así que se me va a complicar un poco actualizar estos días, pero voy a intentar hacer lo mejor que pueda <3
a ver contesten
team lean >
team paulo >
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