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𝟔.
LO HICISTE A PROPÓSITO

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PORTO ALEGRE, BRASIL
Junio 2019


Llega el tercer y último partido de la fase de grupos, contra Catar. Con éste, llega también la primera victoria de la selección argentina en la Copa América 2019, 2-0. Aquello ubica a la albiceleste en el segundo puesto, detrás de Colombia, por lo que clasifican a los cuartos de final. Los jugadores vuelven en micro, felices y cantando.

Paulo e Isabella se encuentran en el hotel donde concentra la selección. En este partido también estuvo de suplente, pero lo metieron cerca del final del juego, por lo que llega cansado del juego, pero igualmente contento. Se encuentran en el lobby y él se lanza hacia ella para abrazarla con fuerza, levantándola algunos centímetros del suelo.

–Felicitaciones, amor –le dice ella, besándole el cachete–. Viste que yo te dije.

–Sí, vos me dijiste –sonríe él, besándole todo el rostro, haciendo que Isabella se ría y se retuerza, tratando de zafarse de su agarre–. Te amo.

–Sí, Pau, yo también, pero basta –se ríe, sintiendo los labios de Paulo recorrerle desde el cachete hasta la frente hasta los ojos hasta la nariz hasta encontrar sus labios.

La apoya de nuevo en el piso y mantienen el beso por un momento, parados en el vestíbulo del hotel. El resto de los jugadores terminan de bajar del micro, cantando a todo volumen a modo de festejo por la victoria y la clasificación El Kun, uno de los últimos en bajar, se acerca a Paulo corriendo y le aprieta los hombros con una risa, haciendo que él se separe de su chica para mirarlo.

–¿Hoy come la joyita? –se ríe Agüero, y sale corriendo al ascensor antes de que Paulo pueda agarrarlo.

–¡Dale, tarado! –lo raja él medio en joda medio no, e Isabella suelta una risa, escondiendo el rostro contra el pecho de su novio, muerta de la vergüenza. Paulo niega con la cabeza, mordiéndose el labio inferior, y la mira–. Perdón, son medio zarpados.

–Ya sé, amor –se ríe Isa–. ¿Qué tenés planeado para hoy?

Paulo se fija la hora en el celular: siete menos cuarto de la tarde. Tuerce las comisuras de los labios hacia abajo, encogiéndose de hombros.

Ahora, ahora, quiero ir arriba a pasar un ratito con vos –dice Paulo sugestivamente–. Después los chicos querían salir a comer algo, más tarde. ¿Te pinta venir? No hace falta si no querés.

Isa se encoge de hombros.

–Después veo. Ahora vayamos arriba, dale –le dice, agarrándolo de la mano y arrastrándolo hasta el ascensor.

Paulo se ríe y se deja llevar. Llaman al ascensor y suben hasta el cuarto piso, él ya sacando la tarjeta de acceso de su bolso para entrar a la habitación 401, riéndose emocionado. Isabella sonríe. Sabe que Paulo comparte habitación con Leandro, pero también sabe que él seguramente haya ido a parar a la habitación de Rodrigo, como suele hacer después de los partidos.

Por este mismo motivo, llegan a la habitación y antes de siquiera abrir la puerta, lo primero que hace la rubia es dar vuelta el cartelito de No Molestar para que Leandro se haga una idea antes de entrar. Después, le arrebata la tarjeta a Paulo y abre sin más, agarrándolo a su novio de la remera, tirando de ésta para adentrarlo.

–Estás ansiosa, veo –le dice él, y pretende seguir hablando, pero Isabella lo corta estampando sus labios contra los de él.

Paulo le da la bienvenida a la lengua de su chica sin molestia alguna, sonriendo contra el beso, dejando que Isabella tire del cuello de su remera para seguir adentrándolo en la habitación, hasta la cama. La ayuda a remover su remera y los dos de inmediato se descalzan, a lo que Paulo no tarda en casi arrancarle la camisa de encima a Isabella.

Ella lo besa con ansias, invadiéndole la boca con la lengua, probando su sabor. Desliza su mano entre sus cuerpos y traza la longitud de su pija a través de sus shorts deportivos, haciendo que él inevitablemente empuje las caderas hacia adelante para sentir más, ya empezando a ponerse duro. Ella sonríe contra el beso y lo sigue tocando a través de la tela, con la camisa colgándole de los brazos, dejando expuesto su corpiño.

Escuchan el ruido de la puerta y se separan con la velocidad del rayo. Lo primero que hace Paulo es subirle la camisa a Isabella, buscando cubrirla, y después se da la vuelta él mismo para esconder su creciente erección. Ambos agitados y jadeando, con los labios hinchados y mojados por el beso. Isabella mira por sobre su hombro.

Leandro entra a la habitación, observándolos con las cejas alzadas.

–Uia –dice–. Perdón. ¿Los interrumpo?

Isabella y Paulo comparten una mirada.

–Eh, no, no –responde él tranquilamente, carraspeando.

Recupera su camiseta del piso y se la vuelve a poner mientras Isabella se abrocha los botones de la camisa, buscando cubrir su tren superior antes de que Leandro pueda ver algo. Ella revolea los ojos para sí mientras el de ojos azules se adentra en la habitación. Oportunamente, el teléfono de Paulo empieza a sonar, por lo que el chico lo busca en su bolso.

–Tengo que atender esto, amor, ¿me bancás? –le dice.

–Te banco –le contesta ella, dejando que Paulo le plante un piquito en los labios antes de atender el teléfono.

Leandro, recostándose en su cama, rola los ojos ante la interacción, aunque la pareja no se da cuenta.

Isabella suelta un suspiro y se sienta al borde de su cama, agarrando su teléfono de la mesita de luz. Paulo, por su parte, sale de la habitación mientras se acomoda los shorts, dejándolos a Isabella y Leandro solos. El de ojos azules la mira de costado a la chica con una media sonrisa y ella le dedica una mirada asesina.

–Lo hiciste a propósito –le dice–. Puse el cartelito, Leandro, no te hagas el boludo.

Leandro se lleva una mano al pecho dramáticamente, pero la sonrisa engreída lo delata.

–¿Vos me estás acusando de querer verle la chota a un amigo? –pregunta, fingiendo enfado.

–Y, si viene al caso...

–No lo hice a propósito –asegura.

Obvio que lo hizo a propósito.

–No te creo.

–Tu problema –Leandro se encoge de hombros y agarra su teléfono–. Igual, dale, rubia. Si lo van a hacer, háganlo en el baño por lo menos, no en el espacio común. Y ni se les ocurra acercarse a mi cama.

–Tu cama seguro está llena de gérmenes de pelotudez –ella revolea los ojos, diciendo lo primero que se le viene a la cabeza.

–¿Cómo sabés? ¿Ya te acostaste en mi cama? Atrevida.

–Dios, cerrá un poco el orto, por favor te lo pido.

Leandro se ríe, satisfecho, sabiendo que la puede molestar con facilidad. Isabella, en cambio, vuelve a revolear los ojos por tercera vez y se acomoda en la cama de una manera en la que le da la espalda al de ojos azules. Finalmente, toma la decisión de entretenerse un rato con el celular hasta que vuelva Paulo.


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@isaabianchi:

paulodybala le dio like a tu historia.

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[isaabianchi] paulodybala: ahí voy chiqui

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–Me dan vergüenza ajena tus historias.

Isabella alza la mirada por sobre su hombro y lo mira a Leandro con el ceño fruncido.

–Ni te pregunté –le dice–. Igual, callate un rato que dentro de poco me vas a rogar para que te saque fotos.

–No, mamita, yo no ruego.

–Eso ya lo vamos a ver.

Leandro la mira con las cejas un poco alzadas, un dejo de una media sonrisa rozándole los labios, dándole a entender a la chica que definitivamente acaba de malpensar lo que dijo. Él suelta una risa y después vuelve a su teléfono, a la vez que escuchan la puerta abrirse y lo ven a Paulo volviendo a entrar a la habitación.

–Bueno, che, estamos –dice, juntando las manos en un aplauso–. Muevan el orto, flojos, son las siete de la tarde recién.

–Es verdad –dice Leandro, dejando el teléfono en la mesa y dándose vuelta para recostarse boca abajo–. Hora de la siesta.

–¿Eh? La hora de la siesta es a las cinco, boludo –interviene Isabella, erguida en la cama, haciéndole montoncito con la mano.

–¿Y vos cómo sabrías, si ni dormís siesta? –la mira Paulo.

–Che, amor –ella le dedica una cara de orto–, la idea es que estés de mi lado.

Leandro levanta un dedo con la cara escondida contra la almohada.

–Yo duermo siesta cuando quiero –anuncia sin más.

Isabella de inmediato agarra y prende el pequeño parlante portátil que tiene en la mesita de luz, lo conecta a su celular y empieza a pasar cuarteto a todo volumen, con tal de molestarlo. Leandro abre los ojos y frunce el ceño, encontrando los ojos de Isabella, que lo mira con cara de orto.

–Apagá eso, boluda –le dice, agarrando uno de los almohadones de su cama y tirándoselos.

Isabella lo ataja y se ríe. Paulo los observa con una sonrisa divertida, pero a la vez, el entrecejo fruncido: ¿cuándo se volvieron tan amigos?

–¡Isabella, se van a venir a quejar los vecinos, dale! –le grita Leandro, a medio reír pero igual fingiendo molestia, irguiéndose en la cama para tirarle otro almohadón.

Ella lo vuelve a atajar y lo deja caer en el piso. Pone los ojos en blanco con una risa y por fin apaga la música, dando un salto y parándose de la cama. Pasa por al lado de Paulo, apoya una mano en su pecho con suavidad y le da un pico.

–Me voy a bañar –anuncia.

–Sí, andate, sos infumable –le dice Leandro en joda, volviendo a recostarse boca abajo y tapándose la cabeza con la almohada.

Isabella le levanta el dedo del medio por sobre su hombro y se encierra en el baño. Paulo carraspea y se acerca a su cama para recostarse, mirándolo de reojo a Leandro, debatiendo si preguntar o no. Escuchan el ruido de la ducha.

–No sabía que vos y Isa eran amigos –dice Paulo por fin, fingiendo calma mientras juguetea con el celular, poniéndole y sacándole la funda.

Leandro levanta la almohada un poco para revelar su cara.

–No somos –dice, calmo.

–Ah –asiente él–. Se los ve cercanos.

–No. Hasta te diría que le caigo mal.

–¿Ah, sí? ¿Por?

–No sé. Igual ella también me cae mal –asegura Leandro, dejando caer la almohada sobre su rostro–. Ahora dejame dormir.

Paulo asiente, un tanto extrañado por la respuesta, pero decide dejar el tema.


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@isaabianchi: 🟢

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paulodybala le dio like a tu historia.

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[isaabianchi] leoparedes20: qué subíaaaa

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Isabella revolea los ojos ante el nuevo mensaje de Leandro, todavía parada en medio del baño, con el aire a su alrededor húmedo y lleno de vapor debido al agua caliente. Se ajusta la toalla alrededor del pecho y abre el mensaje. 

leoparedes20 ha respondido a tu historia:
qué subíaaaa
re zarpada

leoparedes20
pará 
me agregaste a mejores??

isaabianchi
me arrepiento
ya te saco

leoparedes20
dale rubia ortiva
no me saques
ahora ya sé que te caigo bien

isaabianchi
???
ni en tus mejores sueños
pelotudo

leoparedes20
qué bardea
subís cosas así todo el tiempo?

isaabianchi
qué sería "cosas así"

leoparedes20
onda re subidas de tono

isaabianchi
eso no es subido de tono
pero sí

leoparedes20
y paulo te deja???
fua
qué confianza que te tiene

isaabianchi
paulo no me DEJA hacer nada
vivimos en un país libre

leoparedes20
ta bien te la tomo

Isabella le clava el visto y apoya el teléfono en la encimera del baño, sacándose la toalla que le sostiene el pelo para peinarse. Ve por el rabillo del ojo como la pantalla del celular se ilumina con algunos mensajes más del morocho, pero ella da vuelta el dispositivo y lo ignora. Tarda algunos minutos en terminar de prepararse, se pone un short y un gran suéter de Paulo encima y sale del baño con el celular en el bolsillo y los mensajes de Leandro sin leer.

Los encuentra a los dos hombres en la misma posición que los dejó: Paulo, recostado en una de las camas, apoyado contra el respaldo con el celular en la mano; Leandro, boca abajo en la otra cama, con el rostro enterrado en la almohada y sus brazos abrazándose a ésta. Isabella no puede evitar notar que hace medio un pucherito con los labios cuando duerme.

–Bueno, che –dice Isabella, con energías renovadas después de la ducha–, tengo hambre.

Al parecer, Leandro no estaba dormido, porque apenas ella habla, abre los ojos. Isabella se había olvidado que él también padece de insomnio.

–Y, son casi las ocho. Es temprano. ¿Querés que bajemos a comer algo? –sugiere Paulo, encogiéndose de hombros como para indicar que cualquier plan le va bien.

Isabella está a punto de contestar, pero tres golpes en la puerta la distraen. Se dirige hacia ésta y abre, encontrándose cara a cara con Otamendi. Por el pasillo, los ve a Giovani y a Tagliafico persiguiéndose como dos nenes.

–Buenas. Che, ¿están Pau y Lean? –pregunta Ota con un gesto de la cabeza.

–Sí, ¿querés pasar?

–No, no, está bien –niega él, e Isabella se sobresalta cuando de la nada empieza a gritar–. ¡Che, manga de pajeros, levanten el culo!

–¡Qué querés! –grita Paulo.

–¿Vienen o no?

Isabella se había olvidado que los chicos querían salir a comer, y al parecer, a Paulo y Leandro también. Mira por sobre su hombro y escucha movimiento dentro de la habitación, seguido por un grito de Leandro.

–¡Ahí vamos, espérennos abajo!

–Bueno, dale, apuren el trámite –dice. Nicolás después la mira a Isabella y le guiña un ojo amigablemente–. Gracias, corazona. 

Se aleja en dirección a los ascensores junto con Gio y Taglia, así que Isabella cierra la puerta y vuelve a adentrarse en el cuarto. Paulo y Leandro se desvisten y visten con rapidez, y la rubia llega justo a tiempo para encontrarlo a Leandro deslizándose dentro de unas bermudas y a Paulo dentro de un jean. Ambos sin remera.

Isabella se sobresalta un poco y alza las cejas. No es de ponerse nerviosa con facilidad, pero estar en una habitación con dos hombres en cuero hace que le de un vuelco el corazón. Y aquella es una imagen que ciertamente no se va a borrar de su cabeza pronto.

Carraspea y toma asiento en el diván.

–¿Te vas? –le pregunta específicamente a Paulo, evitando mirarlo a Leandro, que sigue sin remera.

–Sí. ¿Querés venir? –le pregunta él.

–No, no quiero invadir la noche de pibes. Pero andá, divertite –le dice con una sonrisa–. Estoy medio cansada igual.

–Ta bien –le contesta Paulo mientras se pone una remera, apoyando una mano sobre el respaldo del diván para sostenerse a la vez se agacha y le da un beso en los labios.

Leandro los mira de reojo mientras se desliza dentro de una remera blanca.

–Vuelvo temprano igual, tranqui. No me voy a quedar mucho –asegura Paulo a su novia de inmediato.

–Quedate tranqui, amor. Relajá y andá a pasarla bien –Isabella sonríe y apoya una mano en su pecho para empujarlo con suavidad.

Paulo suelta una risa, le da un último beso en la frente y agarra su teléfono y billetera de la mesita de luz. Ya listo, se gira hacia Leandro, que se está poniendo las medias.

–¿Venís? –le dice Paulo.

–Sí, bancá.

Isabella lo mira a Leandro con los ojos entrecerrados, pero no dice nada. Se reclina sobre el diván y saca el teléfono, aprovechando para leer los mensajes que le dejó el de ojos azules mientras ella se cambiaba en el pelo, a pesar de que no planea contestarle.

leoparedes20 | hace 18 mins
flaca ??
cuánto tardás para bañarte
estás ahí hace como veinte minutos

Revolea los ojos. Sabe que probablemente todas las cosas que dice Leandro no son posta, son solo pelotudeces para joderla, pero ella no puede evitar sentir una pizca de irritación frente a esos comentarios, sin importar qué tan carismático sea él. Porque tiene que admitirlo, Leandro tiene una manera de hacer la conversación fluir, una manera de charlarle que a pesar de que la jode, también la mantienen enganchada.

Eso sí: no sabe por qué el chico sigue insistiendo con escribirle. Ella le clava el visto, le responde a medias y hace todo lo posible para darle el indicio de que las conversaciones con él no le interesan, pero él le sigue hablando y ella no puede evitar abrir el chat, intrigada por lo que tenga que decir, que siempre termina siendo un comentario para descansarla. Isabella tiene miedo de acostumbrarse a aquellos mensajes.

Leandro se para de la cama, listo, y la mira a la chica.

–Chau, Isa –le dice con una media sonrisa; pero no una sonrisa agradable, sino de esas llenas de petulancia que a Isabella le ponen los pelos de punta, como indicándole que ellos saben algo que Paulo no.

–Chau –le contesta ella a medias, inhibiéndose de agregar un 'pelotudo' al final de la oración solo porque su cerebro se lo dice.






a/n –
subo el siguiente capítulo cuando éste llegue a 70 votos!

no se olvidan de votar y comentar chiquis

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