Axel:

7:30 HS.

La entrada al colegio siempre es un desorden caótico. Adam fue al baño pero preferí ir al salón. Entonces voy hacia la escalera para subir. De repente escucho un grito que extrañamente se me hace conocido. 

— ¡Idiotas!— veo a la morocha del vestuario a punto de caerse. Me adelanto velozmente para no permitir una caída peligrosa. Logro sujetarla a tiempo de forma inconsciente, simplemente una acción sin pensamiento previo, como si hubiera tenido la necesidad de protegerla.

El tiempo se detiene por unos minutos, no sé que puedo decir que siento en este momento, porque de verdad es raro, pero curiosamente especial. Tenerla entre mis brazos genera en mí cierta protección junto a un contacto agradable y placentero. Tal vez extraño estas cosas de mi antigua relación.

Se incorpora rápidamente en fin de romper la situación, gira su cabeza para mirarme y noto una expresión algo extraña en ella. Recuerdo inmediatamente la primera vez que nos conocimos, aquella que no terminó nada bien.

—Gracias—contesta cortante. Observo atentamente cada detalle de su cara hasta que en un momento se le cae la carpeta—mierda—mira hacia abajo.

Se agacha para recogerla pero me adelanto a su paso tomando la carpeta primero y levantándome otra vez. Ella espera para subir lentamente desde mis pies a mi cabeza clavándome una mirada profunda en los ojos. Que intensidad, carajo.

Leo su nombre en la etiqueta, Bambi Henderson. Me quita la carpeta rápidamente de las manos.

— ¿Estás nerviosa?— la desafío observándola fijamente, sí. Desafío a la morocha que demostraba seguridad completa aquel día en el vestuario. Se muerde el labio inferior riéndose irónica y me contempla mirándome de manera fija. Con su dedo índice toca mis labios callándome. Se acerca delicadamente a mi oído en fin de susurrarme. 

—Jamás, chiquito—finaliza. Luego acaricia mi cachete y desaparece entre la multitud de personas. Bastó y sobró para dejarme paralizado una vez más.