Memoria 6: Caballero de ojos dorados
Villenouve, 12 de Agosto, 1864
Reina Elsa
Conquistar las tierras del rey Bestia no resulta nada fácil para mí. A pesar de haber conversado por casi una hora no llegué a ningún acuerdo con el joven rey. Es un sujeto de mal carácter, arrogante, grosero y engreído, ha de ser por eso que nadie lo quiere en su propio reino.
-Es curioso ¿Sabe? -comento mirando de arriba al hombre-animal -A mí también me llegaron a llamar monstruo. Compartimos eso en común, Majestad. ¿Por qué no ser aliados?
-Yo no hago alianzas con nadie, y menos una escoria como usted -su voz es tan oscura y tétrica que me hace estremecer. Es salvaje y hostil.
Desde que el antiguo rey perdió la vida y el avaricioso príncipe cayó bajo la maldición de una bruja, este reino no ha Sido lo mismo. Quiero aprovechar la distancia que tiene con los demás reinos y tomar su castillo, lastimosamente ha Sido por las malas.
Mi ejército ya tiene derrotado al suyo, la capital está bajo mi poder, esta vez sin usar mis poderes, tan solo con la fuerza bruta de mis caballeros. Sin embargo, quiero encargarme yo sola del rey, sin que nadie más interfiera. Es un gran reto vencer a la bestia.
-Su pelaje se ve tan suave -comento con diversión -Se vería My bien en un abrigo -rio.
-¡Se atreve a burlarse de mí en mi propia casa! -grita, enfurecido. Es bastante temperamental.
Hace más de diez minutos que nos levantamos de nuestras sillas para un combate a muerte. La bestia fue quien lo inició, yo no tenía intenciones de luchar, todo debía ser como en Nables, pero con un rey tan altivo como este es imposible.
Levanto mi espada e intento de un tajo cortar su pierna para hacerlo caer, pero me detiene de un fuerte golpe que me derriba al suelo.
El rey se caracteriza por tener una fuerza sobrenatural y una piel increíblemente resistente, no cualquier espada puede hacerle daño, sin embargo es algo lento.
Me reincorporo antes de que el sujeto aplaste mi cabeza con su enorme pata. He decidido luchar cuerpo a cuerpo, hasta que me lleve a los límites de usar mis poderes. Si logro derrotarlo tendré más territorios para Arendelle más hombres para unir a mis filas, preparados para el ataque que llevaré a cabo contra Corona en diciembre de este año.
Corona está inestable, con conflictos internos que me benefician. El reino del rey Arturo: Camelot, un poderoso aliado del reino del Sol pasa por momentos críticos, entre guerras civiles y desabastecimiento. El joven rey no tendrá tiempo para socorrer a Corona cuando llegue mi momento.
-Unirse a mi alianza le traerá beneficios -esquivo otro puñetazo de su parte -Proteccion, comida, medicinas lo que necesite.
-¡Me niego! -ruge.
Su voz me pone nerviosa, pero no me detiene de mi cometido. No me puedo dejar intimidar; sin embargo, me quedo sin opciones para convencerlo. Es un hombre solitario, al que nadie quiere, que no tiene familia que perder, se tiene solo a si mismo, no tiene nada que perder. Está dispuesto a morir, en lugar de dar su brazo a torcer.
Me agacho en cuanto su mano se dirige a mi cabeza. El rey destruye una de las columnas del salón, pero no consigue lastimarme. Aprovecho su descuido para colocar el filo de mi arma contra su piel y cortarlo con fuerza.
Bestia se queja de dolor y enfurece aún más. Me lanza lo primero que encuentre a su disposición, desde letales lanzas, hasta simples muebles.
-¡Vamos, colabore! -insisto, desesperada -¡Es por el bien de todos!
-¡Es por el bien suyo! -sus afiladas garras acarician mi brazo, rompiendo parte de mi armadura -¡Es por su egoísmo! ¡Por una estúpida venganza arrasará con todo, pero con mi reino no!
-¡Le recuerdo que el pueblo está bajo el control de mis tropas! -coloco mi escudo para protegerme de sus fuertes embestidas -¡Usted ya perdió, rindase por las buenas!
Resisto el peso de la mano de la bestia con mi escudo, sin embargo es demaciado fuerte comparado conmigo. Me doblega, pero, yo tengo un az bajo la manga que aún no quiero usar.
-¡Usted no entiende mis motivaciones! -escupo, enojada.
Dejo a un lado los estúpidos juegos. Con una fuerte ráfaga de viento apartó a la bestia de mi lado, le lanzo mi escudo a la cabeza, consiguiendo dejarlo confundido. Lanzo a un lado mi espada y decido usar mis poderes de una vez por todas. Formo hielo sobre mis puños y de un salto alcanzo al animal. Arremeto con toda mi fuerza pegándole una y otra vez en la cara, pero el entra en sí, agarra mi cabeza con su enorme mano y clava sus colmillos en mi cuello, arrancándome parte de piel.
Dejo caer mi pie sobre el suyo. El pega un alarido y me suelta, me echo hacia atrás y reviso mi cuerpo.
-Lo va a pagar -amenazo en cuanto siento un profundo dolor en mi cuello.
La sangre se desliza por mi clavícula manchando mi armadura blanca. Toda la zona de me ha adormecido, evitando que use mi brazo derecho, pero eso no impide que pueda levantar el izquierdo.
Empiezo a crear una gruesa capa de hielo que cubre lentamente los pies de la Bestia. Aunque el trata de romper el material, no puede. Avanzo hacia su pecho, con claras intenciones de convertirlo en una estatua de hielo.
Observo la desesperación y el miedo en sus iris azules, y lo gozo como no lo puede imaginar. Él suelta aullidos que me hacen doler los oídos, pero eso no basta para que lo libere, está muy cerca de morir en mis manos.
-Villenouve es mío -festejo con emoción -Y ni usted ni nadie va evitar que consiga lo que quiero.
-¡No! -una tercera persona se une a la conversación.
Lo que siento después es un profundo dolor en el abdomen. Bajo mi mirada para notar con horror que me han herido. Levanto la mirada para saber de quién se trata.
-¡No permitiré que le haga daño! -una mujer se interpone entre mis planes.
Me dejó caer de rodillas ante el dolor de mi cuerpo. Sostengo mi herida con mi mano y detengo la hemorragia con hielo, pero no cesa el dolor. Miro con ira a la mujer y el arma de fuego con la que me ha dado.
Villenouve es el principal productor de pólvora y por eso quiero conquistar sus dominios para conseguir más armamento.
El rey Bestia consigue liberarse de mi poder con algo de dificultad.
-¡Bella! -el rey pronuncia el nombre de la maldita que apareció de la nada.
Es una mujer muy bella como su nombre lo dice. Posee un largo cabello castaño, una piel blanca y una determinación impresionante, me gustó eso de ella, pero la voy a matar por esto.
-¿Cómo se atreve? -escupo un poco de sangre, pero todos modos me reincorporo -¿Quién se cree que es?
-¡No sé atreva a moverse o le voy a volar la cabeza! -amenaza, pero yo sonrío.
Ella junto a Bestia están perdidos, bastan segundos para que aparezca mi guardia real y los asesine. No va tener tiempo para volverme a lastimar.
-¿Qué pretende? -pregunto con diversión.
La chica se pone tensa y aprieta si arma en cuanto doy pasos hacia ella, pero Bestia no tarda en darse cuenta de mis intenciones. Intenta gorpearme, pero le lanzo varias cuchillas de hielo que se clavan en su piel, no lo matan, pero si lo detienen.
-¡Protejo a quien amo! -responde, disparando una vez más.
No permito que me hiera de nuevo, por lo que levanto un muro de hielo que detiene la bala. Luego lo destruyo para verla a los ojos. Tiembla de miedo.
-Que extraño -entrecierro los ojos -¿Acaso los monstruos merecen ser amados? -sigo avanzando.
-¡Bella no! -grita, desesperado.
Parece que ambos comparten un tierno vínculo. Al parecer el rey Bestia si tiene algo que le importa y se lo voy a arrebatar.
-¡Adam no es ningún monstruo! -defiende a la Bestia, que curiosamente tiene un nombre -¡Es solo un chico incomprendido con lindos sentimientos!
No puedo evitar reír, a pesar del dolor que recorre mi cuerpo.
-¡Pero eso usted no lo comprende! -insiste -¡Nadie se puede enamorar de alguien tan cruel y despiadada como usted! ¡Es un ser repugnante que nunca sabrá lo que es dar la vida por quién se ama! ¡Jamás será amada por alguien! ¡No lo merece!
Quizá tenga algo de razón. El único amor verdadero que he conocido ha Sido el de mi hermana, pero lo he pisoteado, acabando con nuestra entrañable relación. Sin embargo, eso no cambia en nada mis objetivos. No destruiré Corona con amor.
-Es lo más patético que he escuchado últimamente -comento con frialdad -Que su amor la salve de lo que va a sentir ahora mismo.
Una pequeña tormenta de nieve se crea a su alrededor y empieza a asfixiarla. Escucho el sonido del arma caer al suelo, pero también unos fuertes pasos a mi espalda. Bestia se acerca a gran velocidad, mostrando sus colmillos y con los puños apretados.
Lo espero con ansias, para que de una vez por todas lo pueda mandar al infierno.
Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos siento algo que se clava en mi espalda. Rápidamente arranco la flecha que un tercero me ha insertado. Lo busco por todos lados, pero no lo veo por ningún lado, a quien sí veo es al rey chocando su cuerpo con el mío.
El choque me toma fuera de base y me condena a quedar estampada contra la pared. Me resulta extraño que aún no hayan llegado mis soldados.
-¡Libere a mi Bella! -exige, más allá de lo enojado.
Trato de levantarme y hacerle frente, pero esa flecha tenía algo que me hace sentir débil hasta el punto de no poder alzar mis piernas.
Me han envenenado.
-No lo haré hasta que siga mis órdenes -propongo, desde el suelo.
Adam lo piensa, mientras su amada cae al suelo inconsciente, a parto la niebla para que él lo vea con sus propios ojos. Ni siquiera yo sé si está viva o muerta.
-¡No! -deja escapar un devastador grito.
Imaginaba que iría a confirmar si ella sigue con vida pero prefirió seguir conmigo, tomar mi cuello y levantarme en el aire. No podía hacer nada, por alguna razón no podía activar mis poderes y mi cuerpo tenía heridas mortales que me estaban cobrando factura.
Lo único que podía ver eran los ojos azules del rey Bestia, ardiente en irá. Nunca unos ojos me habían visto de esa forma, eso solo me hizo sonreír.
Es obvio que no voy a morir en sus manos, solo espero que en contados segundos aparezca mi ejército, aunque están tardando demasiado.
-S- Suelteme -ordeno, sin poder articular bien las palabras.
-¡Pagará por su crueldad en este instante! -aprieta otro poco.
Estoy muy cerca de desmayarme, pero una voz desconocida me obliga a estar despierta.
-Suelte a la reina, de inmediato.
Un rostro desconocido se cuela en mi campo de visión. Este sujeto, no sé en qué momento llegó o cómo consiguió treparse en la espalda de la Bestia sin ser detectado, pero lo que si sé es que sostiene su espada alrededor de la garganta del gigantesco animal.
Adam me deja caer al suelo con brusquedad, mientras se deshace del inesperado soldado que se metió entre nosotros.
Permanezco tirada en el suelo, oyendo a lo lejos el golpeteo de dos espadas. Quizá Adam haya decidido usar armas en contra del soldado. Minutos después escucho quejidos por su parte, pero no quiero ver nada, mi mirada está puesta en el suelo.
Me entretuve oyendo el crujir del suelo, el roce de las botas del soldado y las garras de la Bestia contra el suelo, sus respiraciones ahogadas y uno que otro quejido. El olor a sangre inundaba mi nariz, pero no sabía a quién pertenecía, si a uno de ellos o incluso a mí.
De pronto una estridente sonido me hizo girar la cabeza para ver lo que había sucedido. El soldado tenía a la Bestia acorralada contra el suelo, con la bota en su pecho y la espada en la frente de Adam.
Había ganado.
-Bien hecho, muchacho -sonrio y cierro los ojos.
Sin embargo, los abro al sentir algo levantando mi cuerpo, se trata del caballero que se ha quitado el yelmo para permitirme ver si juvenil rostro.
-Alteza -su voz era tan dulce y aterciopelada que me hizo sentir un tirón en el pecho -Lamento llegar tarde. Un ejército enemigo apareció de la nada, pero ya está siendo neutralizado.
No le pongo mucha atención a lo que dice; si no a la delicadas que son sus facciones y lo inusuales que son sus ojos, de un dorado claro, fascinante. Su cabello es tan negro como la noche y su tez blanca como la nieve.
-¿Quién eres? -murmuro por lo bajo y con cuidado acaricio su mejilla.
-Emm, señora -se pone nervioso y con cuidado aparta mi mano -Será mejor que nos vayamos al campamento, tiene que atender sus heridas de inmediato.
-Dime tu nombre -insisto - Y de dónde vienes.
El soldado aparta la mirada hacia las puertas de la salida. Tomo su mentón con mi mano para que me vea a los ojos.
-Me llamo Kénan O' Donnell, soy egresado de la Escuela de Cadetes de Arendelle -comenta con una sonrisa -Esta es mi primera misión y no pensé que sería proteger a la mismísima reina.
Su entusiasmo me llena de una sensación que soy incapaz de explicar. Es algo tibio que se siente en el pecho.
-Kénan -repito su extraño nombre -Es un lindo nombre -susurro sin fuerzas.
Siento la mano cubierta por un guante del muchacho sobre mi frente.
-Tenemos que salir de aquí -avisa y se pone en pie junto conmigo.
Dejamos atrás al rey y su amante, vivos o no, para atravesar las puertas del castillo. Afuera todo es caos. Hay fuego por todos lados, grandes columnas de polvo se levantan en lo alto. Huele a sangre y hay cadáveres de algunos de mis soldados y de otros con armaduras negras.
-¿Quién demonios eran? -pregunto, enojada.
No permito que hieran a mis hombres y se vayan si pagar las consecuencias.
-Un pequeño grupo de saqueadores -responde el pelinegro, con seriedad -No se sabe de dónde han salido.
Abro la boca para decir algo, pero aparece Mathias y me ve con los ojos bien abiertos.
-Alteza, pero ¿Qué le pasó? -dice, sorprendido al ver mi deplorable estado.
-Un imprevisto -me encojo de hombros y me acurruco en el pecho del soldado.
Escucho el acelerado sonido de su corazón y eso me hace sonreír. Ya es la segunda vez que coloco nervioso al pobre niño.
-Al parecer alguien se infiltró en nuestras filas para atacar a la reina -comenta -El rey Adam le hizo daño, pero está fuera de combate.
Antes de escuchar cualquier cosa por parte de Mathias, siento que me arrebatan de los fríos brazos de el joven Kénan.
-En primer lugar, no tienes el rango para sostener a la reina de esa forma -lo reprende -En segundo lugar, no recuerdo haberte visto antes. ¿Quién eres?
Volteo para ver al muchacho. No me cuadra que el general no lo reconozca. Mathias es muy detallista con cada miembro de sus filas. Le pido al general que me baje de sus brazos para encarar a Kénan. A pesar de que me duele todo el maldito cuerpo logro permanecer en pie.
El muchacho sonríe y niega con la cabeza. Luego, lo veo que con rapidez toca el hombro de Mathias con toda confianza, algo osado de su parte.
-Mi general ¿Acaso no recuerda que hablamos esta mañana? -pregunta -Me permitió estar en esta conquista para probarme como soldado.
El mayor parece pensarlo con el ceño fruncido. Pero, en unos segundos borra ese horrible gesto.
-Sí, es cierto -señala -Kénan O'Connell, el huérfano de Neverland. Muy buen trabajo al ayudar a su majestad.
No sabía que había niños de Neverland en mi reino, pero supongo que lo dejé pasar.
Dibujo una sonrisita en mi boca y me acerco al muchacho, tomó sus manos frías entre las mías.
-Gracias por tu... Apoyo -digo con dificultad, no resisto más el fuerte dolor de mi cuerpo.
Me desplomo al suelo, inconsciente, con la última imagen de un dulce rostro varonil.
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