----Explaining about the summer with Jasmine
Tenía nueve años cuando conocí a Jasmine, y aunque en ese momento no lo sabía, ella iba a cambiar mis veranos para siempre. Era un día soleado, típico de la temporada, cuando mi mamá anunció emocionada que la familia Bakari y Jordan se quedarían con nosotros por unas semanas.
—Quiero que seas amable, Walker —dijo mientras ajustaba los cojines del sofá—. La señorita Christina y su familia son muy importantes para nosotros.
Yo asentí sin mucho interés. Pensé que sería una de esas visitas donde los adultos hablan y los niños se aburren. Pero estaba equivocado. Muy equivocado.
Cuando llegaron, la casa se llenó de risas y voces casi de inmediato. Mi mamá me llamó desde la sala.
—Walker, ven a presentarte.
Bajé las escaleras sin prisa, y ahí estaban. Entre todas las personas, mis ojos se posaron en una niña que se escondía tímidamente detrás de su madre. Su cabello rizado caía como un halo sobre sus hombros, y su piel morena brillaba bajo la luz. Podía notar que estaba nerviosa; sus mejillas estaban sonrojadas, y evitaba mirarme directamente.
—Walker, ella es Jasmine —dijo mi mamá con una sonrisa cálida.
—Hola —le dije, levantando una mano para saludarla.
—Jasmine, saluda —insistió Christina, dándole un empujón suave hacia adelante.
Jasmine levantó la vista por un breve instante y murmuró un tímido "hola". Su voz era suave, pero había algo en su mirada que me llamó la atención, como si detrás de esa timidez hubiera una chispa que todavía no había mostrado.
Al principio, pensé que sería como cualquier otro niño con quien pudiera jugar. Pero pronto me di cuenta de que Jasmine no era como los demás. Desde el momento en que nos dejaron solos en el jardín para que "nos conociéramos mejor", ella tomó el control de todo.
—Vamos a jugar a la cuerda —dijo, señalando una cuerda que había colgada de un árbol en el patio trasero.
—¿Por qué tú decides? —le pregunté, frunciendo el ceño.
—Porque soy mejor que tú en esto —respondió con una sonrisa que no parecía tan tímida como antes.
Y ahí comenzó todo. Jasmine, la niña que se veía nerviosa y tímida, resultó ser mandona y con una confianza que me sacaba de quicio. Cada vez que trataba de tomar la iniciativa, ella ya estaba tres pasos adelante. Si sugería algo, ella tenía una mejor idea.
Pero lo que realmente me molestó fue cuando, después de un juego de fútbol improvisado, ella me miró con los brazos cruzados y dijo:
—Pensé que los niños mimados sabían jugar mejor.
—¿Mimado? —respondí, sorprendido.
—Sí, mimado —dijo con una sonrisa triunfante—. Lo tienes todo, ¿no? Seguramente estás acostumbrado a que todo salga a tu manera.
Nunca nadie me había dicho algo así. Y aunque no lo admitiría, sus palabras me afectaron.
A partir de ese día, todo se convirtió en un enfrentamiento. No podía dejar que alguien como Jasmine pensara que tenía razón sobre mí. Si ella corría, yo corría más rápido. Si hacía una broma, yo intentaba superarla. Pero siempre, siempre, ella encontraba una manera de estar un paso adelante.
Y así comenzó nuestra rivalidad. Una competencia constante que, aunque a veces me sacaba de quicio, también hacía que nunca hubiera un momento aburrido cuando ella estaba cerca.
Después de aquellas primeras vacaciones, Jasmine y yo seguimos con nuestras vidas separadas, aunque siempre supimos que el verano significaba volver a encontrarnos. La familia Bakari y Jordan siempre venían a California, y con ellos llegaba Jasmine, mi eterna rival.
Era un ciclo que ya daba por sentado: verano igual a bromas, competencias, y discusiones con la mandona de Jasmine. Pero, para ser sincero, esa rivalidad era lo que hacía mis veranos interesantes.
Hubo un año en particular en el que todo cambió un poco. Jasmine conoció a un chico de nuestra edad llamado Anthony. No sé exactamente cómo se conocieron, pero de repente, él estaba en todas partes. Se hicieron mejores amigos rápidamente, y no pude evitar sentir algo que no había experimentado antes: celos.
Anthony era divertido, relajado y, para mi disgusto, Jasmine parecía adorarlo. Los veía reír juntos, compartiendo bromas que no entendía, mientras yo quedaba a un lado, como un espectador. Claro, aún teníamos nuestras bromas y competencias, pero ya no era lo mismo. La atención de Jasmine no estaba completamente en mí, y eso... eso me molestaba más de lo que quería admitir.
Recuerdo que cuando llegó el final de ese verano, Jasmine tuvo que despedirse de Anthony. Me quedé observándola desde lejos, tratando de no parecer demasiado interesado. Parecía genuinamente triste, lo cual era raro para ella; Jasmine siempre se mostraba fuerte, como si nada la afectara.
Luego llegó mi turno. Mientras nos despedíamos, no perdió la oportunidad de burlarse de mí.
—Nos vemos, rubio oxigenado —dijo con una sonrisa burlona.
—Adiós, Negra Nieves —respondí con una sonrisa igual de
provocadora. Le puse ese apodo porque siempre se creía una princesa, y aunque sabía que la sacaba de quicio, nunca me dijo que lo dejara de usar.
El verano siguiente
Esta vez, las cosas fueron diferentes. En lugar de que su familia viniera a California, mis padres decidieron que pasaríamos las vacaciones en su ciudad. No sabía cómo sentirme al respecto. Por un lado, significaba que volvería a ver a Jasmine, pero por otro, significaba entrar en su terreno, donde tendría la ventaja.
Cuando la vi por primera vez ese verano, me quedé helado. Su cabello rizado estaba más largo, su sonrisa parecía más confiada, y se veía... diferente. Más linda. Claro que nunca lo admitiría, especialmente frente a ella.
—Mira quién decidió salir de su mansión —dijo, cruzándose de brazos mientras me miraba con esa típica expresión de superioridad.
—¿Lista para perder en tu propio terreno? —respondí, intentando mantener mi confianza, aunque la verdad es que su mirada me desarmaba un poco.
Lo curioso fue que ese verano nuestra rivalidad alcanzó un nivel completamente nuevo. Como yo estaba en su ciudad, ella no perdió la oportunidad de presumir sus lugares favoritos y lo buena que era en todo. Fuimos a un parque de escalada, y, por supuesto, ella tenía que demostrar que era más rápida que yo. Jugamos tenis, y, para mi sorpresa, me ganó fácilmente (aunque nunca lo admitiría).
Pero también hubo momentos diferentes, momentos en los que nuestra rivalidad parecía desvanecerse por unos minutos. Como aquella noche en la fogata, cuando estábamos todos contando historias. Ella se sentó a mi lado, y por alguna razón, no nos peleamos. Solo hablamos. Me contó sobre lo mucho que extrañaba a Anthony y cómo a veces sentía que las vacaciones eran lo único emocionante en su vida.
—¿Por qué me cuentas esto a mí? —le pregunté, realmente curioso.
—No lo sé, rubio oxigenado. Tal vez porque sé que no se lo dirás a nadie.
Por primera vez, sentí que veía un lado de Jasmine que nadie más conocía. Pero claro, al día siguiente, volvió a ser la misma de siempre: mandona, competitiva, y completamente insoportable.
Aunque... si soy honesto, no me importaba. Porque en el fondo, sabía que los veranos no serían lo mismo sin ella.
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