†ℜ𝔢𝔳𝔢𝔩𝔞𝔠𝔦𝔬𝔫𝔢𝔰
Ya al fin pudo salir de sus pensamientos, estaba en su lugar donde siempre se escondía. Podía desde ahí vigilar a sus pobladores, a Drako principalmente, cuando vio como lo confrontaban al pobre que no sabía nada tuvo que intervenir.
— ¿¡Donde está el profeta!? ¡Habla, Drako! — eso era lo que escuchaba de aquella amplia pantalla al frente de él.
—No de nuevo— se dijo a sí mismo, ¿por qué siempre eran así?
Cuando bajo y entro por aquel largo pasillo a paso decidido a decir unas cuantas verdades frente a esos sinvergüenzas pudo observar a su hijo parado al frente, junto con otra persona. Eso solo lo hizo pensar en una sola verdad que les diría, una verdad dolorosa pero necesaria.
— ¿Me querían a mí, no? Dejen a Drako en paz, ya llegue yo para que hablen— les dijo mientras caminaba por el largo pasillo de sillas vacías, de sillas con rostros de antaño.
—Zorman, Juan, hablen. Ustedes son los que encabezan todo— les dijo Auron yéndose a sentar.
— ¿Tu mataste a los chamanes? ¿Ellos que hicieron? — le pregunto Juan.
¿Otra vez? ¿De verdad les tenían tanto cariño a esos sinvergüenzas? Ya estaba hastiado, los odiaba. Con ese pensamiento, empezó a hablar.
—Sí, fui yo quien acabó con la vida de esos Chamanes sinvergüenzas. — Les dijo ya cansado.
—Pero ellos eran buenos, ¿por qué los mato? — Juan le grito mientras lo miraba con asco, eso le dolía de cierta manera.
— ¡Por qué se llevaron a mi hijo, cuando por fin lo encontramos se lo llevaron con vosotros a otro lugar mucho más lejano! — perdía la paciencia de manera lenta, no entendía a esos chicos realmente. — Cada vez que intentábamos acercarnos a nuestro hijo, esos chamanes se metían en nuestro camino. Han sido un estorbo desde el primer día. — Decreto de manera firme, sin opción a discusión.
—Pero ellos nos ayudaron y salvaron en infinitas ocasiones— protesto Zorman, atrás de él se podía escuchar como los antiguos participantes asentían, estaba de acuerdo.
— ¿De verdad eran buenos? — pregunto ya con cierta sarna, su voz se escuchaba ya de una manera distante, de una manera... De una manera tan hostil, tan de dictador...— Por lo que sé, os pedían diamantes y un montón de cosas a cambio de hacer un poquito de magia. Pero el peligro era constante en vuestro pueblo anterior. Desde que estáis aquí, está bien que os haya pedido cosas, pero nunca os ha atacado nada de otro mundo ni ninguna bestia ha acabado con la vida de nadie. Me habéis pintado como el malo, pero los malos ya no están entre nosotros. —Les dijo ya cuando su paciencia llego a cero.
— ¡Diga la verdad! — se le escucho decir a Ari.
— ¡Diga quién es su hijo, para apalearlo!— le grito Tanizen.
—Yo no veo a su hijo, pero lo escucho— le dijo Rioboo.
— ¡Yo quiero saber cómo se ve un "hijo"! — dijo Oli mientras aplaudía, ese alíen...
—Y ahora, ¿queréis saber la verdad? Mi hijo, mi pequeño, he estado tanto tiempo esperando este momento... — confronto a Juan que ya se había sentado. —Juan, tu eres mi hijo. Sé que igual que todos tus tontos e inútiles amigos, me odias, pero quiero hacer las cosas bien; ahora que estamos juntos, hijo mío ¿Qué puede detenernos? ...
Juan esta shockeado, todos lo estaban. De hecho, todos estaban frente a él, a sus costados y él tenía a su padre justo en su cara.
—Desde que esa estúpida pareja, que llamas padres, te rapto todo cambio. Xena decidió emprender una larga búsqueda, hasta que hace un año tuvimos un tipo de señal donde sentimos que tus poderes se habían activado. — era, realmente, una mentira disfrazada de verdad. En su mente aún estaba reflejada la cara de infinito dolor de su esposa, la que pronto abandono en su duelo para enfrentar esa dura realidad.
Juan veía esto, en total silencio, no sabía que decir realmente.
—Pero tú y tus tontos amigos la atacaron, y si bien sus métodos eran violentos era la única manera de recuperarte. Cuando Xena destruyo su pueblo y se fueron caminando en busca de un nuevo hogar, durante ese año vi la oportunidad perfecta para hacer que terminaran aquí y tenerte conmigo. — Su cara era una de desquicio total, su mano seguía extendida hacia el— Juan, hijo mío, tus poderes aun no llegan a su máximo esplendor; déjame ayudarte a conseguirlo, déjame ayudarte a que te honren, a que te amen, a que mueran por ti.
Juan ya en ese punto estaba demasiado consternado, recuerdos asomaban por su cabeza...
—Tendrás muchas cosas que pensar, lo sé, hijo mío, al igual que todos. Ven a verme luego, mi casa es tu casa. —Lo miro con cierto toque de cinismo mientras sus palabras salían con un toque de maldad— hijo mío— la mano frente a él retrocedió.
Había cumplido su cometido, hacer que todos lo odiaran así correría a sus brazos, en busca de un refugio y lo utilizaría para traer a la fuerza a su amada esposa y ser la familia perfecta, la que gobernaría por los siglos de los siglos.
Cuando todos salieron del shock inicial, empezaron a gritar.
— ¡Eres un traidor! — fue lo que grito Tanizen a Juan.
Todos le gritaban, el Profeta estaba encantado del resultado, pero vio como unos dudaban, en especial el científico y el del mechón naranja. Habían muchos que llegaron recientemente y aun así dudaban, no entendía porque cuando decían una verdad que a nadie le gustaba, ni quien la recibía, eran todos "sus amigos" los mismos que se le ponían a la contra.
Se retiró de manera silenciosa junto a Drako, ya descubriría la decisión del pequeño monstruo que estaba por crear, ese pequeño monstruo que deseaba que le obedeciera ciegamente, como Drako.
~Unos pocos días más tarde~
Cuando iba a sus tierras preguntaba constantemente por Juan, lo que de su boca la única oración que salía era "¿Dónde está Juan?"
Pero también salía cierto odio a Drako, o pobre Drako. ¿El que culpa tenía?
—Juan... ¿Dónde está Juan? — le pregunto por undécima vez a su mano derecha.
—L-lo ciento señor, no sé dónde pueda estar Juan— le dijo este mientras agachaba la cabeza.
—Tu deberías saber dónde está— le dijo con cierto venenos silencioso en sus palabras.
—Lo lamento, no hablare más hasta saber su paradero— le contesto Drako mientras bajaba la cabeza.
Oh Drako... Pequeño e inútil Drako... Tan obediente como te enseñe a ser, tan obediente como saliste de ese lugar tan solo que ni los animales vivían. Tan obediente como lo había criado.
Pero, ¿realmente a quien le importaba ese ser? A nadie, si él no le interesaba, nadie lo haría.
—Lárgate Drako— le dijo mientras giraba a la cruz.
No escucho nada, solo los pasos silenciosos del chico que se iba caminando con la cabeza baja.
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