From another time

Los secretos del pasado siempre permanecen en silencio, esperando a que alguien los descubra. Eso fue lo que le pasó a una misteriosa cápsula, sepultada en el olvido por años, encerrando un misterioso secreto en su interior.

Sin embargo, alguien debía descubrirla tarde o temprano; ese era su destino. Fue descubierta en un futuro distante a la época en que se fabricó, descubierta por un erizo de púas plateadas, un erizo cuya curiosidad hizo que llegara hasta la cápsula.

Él la encontró mientras investigaba el pasado del mundo en el que vivía; la cápsula estaba guardada en un almacén de una instalación militar, y durante esos años había acumulado polvo. Silver limpió la superficie con el objetivo de mirar el interior, pero todo era borroso.

Tras descubrir que la electricidad de la instalación aún se mantenía en funcionamiento, buscó el panel de control perteneciente a la cápsula; para él toda esa tecnología era antigua. Al activarlo, leyó toda la información relacionada con su hallazgo; sus ojos dorados se abrieron de par en par al leer que era una cápsula de criogenización. Decidió abrirla.

Cuando esta se abrió, una leve pantalla de humo se levantó; los ojos ámbar del erizo esperaban impacientes a ver que o quien había estado atrapado por años en ese lugar, el humo se dispersó y un erizo azabache con vetas rojas le fue revelado al otro.

Tomó el cuerpo del erizo en sus brazos cuando este cayó inconsciente del interior de la cápsula, tantos años parecían haberlo dejado en un muy profundo sueño. El plateado se asustó al pensar que podría estar muerto, revisó los signos vitales de aquel azabache, eran débiles pero estables.

-¿Quién eres?-murmuró a la nada, observando el rostro del otro erizo-

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Sentía sus párpados pesados, poco a poco abrió sus ojos mientras se preguntaba qué es lo que había pasado; se encontró a sí mismo en una habitación iluminada por los rayos de sol que entraban a través de una ventana a su derecha.

Se quedó pensativo, sentado en esa cama mientras trataba de creer que no era un sueño y que era la realidad, tratando de convencerse a sí mismo de que por fin estaba fuera de esa cápsula y de que seguía con vida; incluso un par de lágrimas cayeron de sus ojos al pensar en eso.

Se limpió los ojos rápidamente y se levantó de la cama, no llegó muy lejos, sus piernas continuaban dormidas, lo que provocó que cayera al piso. Su caída provocó un estruendo; escuchó pisadas, eran rápidas y cada vez se hacían más cercanas. La puerta de la habitación se abrió y un joven erizo plateado apareció.

-Despertaste.

Tras decir esa simple palabra ayudó al azabache a levantarse, quien volvió a sentarse en la cama, esta vez acompañado por el plateado.

-¿Quién- ...?

Hablaron al mismo tiempo, había tantas preguntas que ambos tenían y que sabían que el otro podía contestar.

-Tú primero-exclamó el de ojos ámbar-

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

-Mi nombre es Silver The Hedgehog, y estás en mi hogar. ¿Quién eres tú?

Un pequeño silencio se hizo presente entre ambos, Silver miraba al azabache con una sonrisa cálida; lo miraba directamente a los ojos, unos ojos que brillaban como rubíes ante la luz del sol, era un carmesí hermoso que a Silver se le hacía curioso.

-Shadow The Hedgehog-contestó-

-Shadow, un gusto.

-¿Tú me encontraste?

-Sí.

-Dime, ¿Qué año es?

-Oh, es el año dos mil doscientos-

Shadow se perdió en su propia mente al escuchar tales palabras, ni siquiera escuchó el año completó. La expresión seria que mantuvo todo el tiempo se perdió, estaba perdido, preocupado, triste. El plateado notó ese cambio repentino y se preocupó.

-¿Estás...? ¿Estás bien?

-Doscientos años, han pasado doscientos años-parecía hablar consigo mismo, perdido en la confusión de su mente-

Silencio invadió la habitación, Silver no sabía que hacer; se encontraba junto a un erizo para el cual todo a su alrededor era desconocido, un erizo que "regresaba a la vida" tras un periodo de tiempo demasiado largo.

Y entonces las lágrimas volvieron a los ojos del de ojos escarlata, se rompió; aquel erizo que en su tiempo no mostraba emoción alguna, ahora estaba vulnerable, con un corazón roto al pensar que perdió a todos aquellos que le ofrecieron amistad en algún momento, los perdió y ni siquiera pudo decirles adiós. Volvía a pasar, volvía a perderlo todo.

El más joven se acercó a Shadow con los brazos extendidos, en silencio; era un acto instintivo y lo único que se le ocurría hacer para tratar de brindar concilio a su acompañante. Los orbes rojizos, ahora acuosos, lo miraron fijamente, como si Shadow estuviera dudando en aceptar ese "refugio" que Silver ofrecía.

Al final aceptó, lo abrazó y escondió la cara en el mechón de pelaje que Silver tenía en su pecho. Lloraba como nunca antes lo había hecho.

Era curioso, no pasaba ni un día en el que se conocían y Shadow ya lo abrazaba y le mostraba su lado más vulnerable. Tal vez, tras casi 300 años vivo, lo único que necesitaba era desahogar toda la tristeza que llevaba en su corazón.

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Los días pasaban, y Silver le mostraba a Shadow el mundo en el que vivía; el azabache se sorprendía al ver tanta tecnología rodeándolo, también aprendía rápido sobre las cosas que habían cambiado en ese par de siglos.

Por otro lado, el de ojos ámbar siempre le preguntaba al azabache sobre su pasado, cada día él escuchaba una parte de la historia que relataba Shadow. Y eso no era lo único que le preguntaba, sus dudas también se extendían a cómo era la sociedad hace tantos años.

Ese día, ambos se encontraban caminando en un parque, la mañana era soleada y el hermoso celeste del cielo era visible puesto que pocas nubes se encontraban en él. Pero, aún en una mañana como esa, el lugar estaba vacío; eso fue extraño para Shadow, y su expresión de confusión no pasó desapercibida.

-¿Pasa algo, Shadow?

-Este lugar está vacío, ¿Dónde está la gente?

Silver miró a su alrededor en silencio mientras formulaba la respuesta en su mente.

-Supongo que en tu tiempo los parques estaban llenos de gente, ahora ya no-miró al de ojos carmesí-los jóvenes prefieren quedarse en casa jugando videojuegos, y los adultos están muy ocupados como para venir con sus hijos. La gente viene pocas veces, pero-sonrió-a algunos nos gusta venir a pasar el tiempo, caminando o viendo al cielo.

-Antes-dijo caminando-estos lugares eran bastante concurridos-suspiró-podías ver a niños pequeños caminando y jugando con sus padres, y los fines de semana era cuando podías ver a tanta gente en un mismo lugar.

-¿Te gustaba estar en los parques?

-No, caminaba y miraba a la gente de lejos, me mantenía concentrado en mi trabajo.

-Entiendo.

Una idea pasó por la mente de Silver, causando que una sonrisa risueña se dibujara en sus labios.

-Pero ahora que todo ha cambiado, ¿No te gustaría caminar por el parque?

-Supongo que no tengo nada mejor que hacer.

-¡Oh, vamos! ¿Dónde está tu ánimo Shadow?-se puso frente a él, cortándole el paso-Ya sé, como es tu primera vez en un parque tras tanto tiempo-su voz se volvió cálida-yo seré tu acompañante.

Shadow lo miró en silencio por un buen tiempo, y tras pensarlo una pequeña sonrisa apareció en sus labios.

-Vamos.

La sonrisa de Silver se hizo más grande cuando notó la sonrisita en los labios del azabache, estaba tan feliz de verlo sonreír, y aún más feliz lo hacía saber que fue él quien lo hizo sonreír.

El par de erizos se pasó toda la mañana caminando por el parque mientras hablaban del pasado y futuro, de cómo todo había cambiado; y el plateado hacía todo lo posible por ver otra sonrisa en el rostro de Shadow-aunque no parecía que funcionaba-.

Después de varios minutos, casi horas, se habían sentado debajo de un árbol para descansar y ver al cielo.

-Me siento afortunado de que tú me hayas encontrado-soltó el de ojos escarlata-

-¿Por qué?

La afirmación tomó por sorpresa al albino, quien miró con atención a su acompañante.

-Porque me recuerdas a ciertas personas de mi pasado-lo miró con una sonrisa-Y eso me gusta, haces que me sienta nostálgico al recordarlos, pero también feliz al saber que tengo a alguien como ellos a mí lado.

Los ojos ámbar se quedaron fijos en los carmesí, felices al ver la sonrisa de Shadow pero sin saber que palabras expresar ante tal confesión.

-Gracias Silver, por encontrarme.

-Yo también estoy feliz de haberte encontrado-respondió segundos después-

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Se dice que las personas siempre cambian y que nunca se termina de conocerlas; Shadow poco a poco mostraba más sonrisas y se abría más con Silver. Ambos erizos se hicieron muy cercanos con el paso del tiempo.

Tenían una amistad realmente fuerte, y tierna al mismo tiempo, las personas los veían caminando siempre juntos; Silver era el que arrastraba a Shadow a diferentes lugares y le daba ese empujoncito para que se divirtiera más, lo llevaba a ferias o parques de diversiones-claro que todo era diferente para el azabache-, también a bares o karaokes. A todos los lugares en los que pudieran disfrutar de diferentes actividades juntos.

El azabache en un comienzo se mostró negativo a realizar ciertas actividades mientras estaba rodeado de una gran cantidad de personas, pero poco a poco fue perdiendo ese "temor".

Fue con el paso del tiempo también, que el albino empezó a sentir algo más por el erizo de ojos carmesí. Y era en este aspecto en el que él era tímido y algo torpe; tal vez aún no le decía a Shadow lo que sentía, pero la manera en que lo veía lo delataba, trataba de lanzar indirectas pero siempre le ganaban los nervios y no resultaba como quería.

Un día se decidió a decírselo, y no era un día cualquiera, pues ya se cumplían 2 años desde que lo liberó de aquella cápsula.

Ambos estaban en el mismo parque de siempre-se había convertido en un sitio especial para los erizos-y al igual que todos los días, estaba vacío. Estaban sentados en su árbol favorito; miraban al cielo y a las nubes que lo invadían, podían sentir el aire que soplaba levemente entre sus púas y que les daba una brisa fría que los refrescaba.

-Shadow-llamó a su acompañante-tengo algo que decirte.

-Te escuchó-dijo mirándolo con atención-

-Yo... Yo...

Un sonrojo se apoderó de sus mejillas al sentir un poco de vergüenza, y las palabras eran retenidas en su boca debido a su timidez.

-¿Tú...?

Silver soltó un quejido de frustración por no poder decir nada más que "yo" y se cubrió la cara intentando retomar la calma, pero una risa traviesa llamó su atención.

-Me preguntaba cuando me lo ibas a decir-el azabache sonreía-

-¿Qué...? ¿Qué cosa?

-Que te gusto.

La sonrisa pícara solo hizo que el color rojo se hiciera más visible en las mejillas del de ojos ámbar, y que sus orejas bajaran.

-¿Tan obvio es?

-Definitivamente.

El albino sintió los brazos del de ojos escarlata rodearlo desde atrás.

-Yo también tengo algo que decirte-le susurró-también me gustas, como nunca imagine que alguien lo hiciera.

Silver se giró rápidamente al escuchar esas palabras, miró a esos orbes rubíes que lo cautivaron desde el primer momento en que los vio. Solo se escuchaba el susurro del viento; y como si esas palabras le hubiesen dado un empujón, el de orbes ámbar plantó un beso en los labios de Shadow.

-¿Aceptarías ser mi novio?-dijo el plateado cuando se separaron-

-Se suponía que lo dijeras antes del beso-rio el azabache-pero la respuesta es sí, sin duda sí.

Otro besó los unió, un beso dulce que unía al pasado con el futuro en un lazo fuerte, un lazo rojo que brillaba como estrellas y que no se iba a romper ni con otros 200 años más.

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