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  Era hora de volver a su hogar, y el resto del equipo Gai ya se había ido por sus casas; Lee caminaba junto a su maestro, quien le dejaba quedarse en su habitación de invitados hasta que los problemas con su madre se resolvieran.
  … aunque era difícil que, después de tres años, Jazz decidiera dejarlo volver a su hogar como si nada. De igual forma, a Gai le gustaba tener a su alumno cerca, siendo más como un padre que un maestro para el chico. Lee siempre lo veía contento junto a Kakashi, más desde que los dos tenían el mismo tipo de anillo de oro en los dedos; habían tenido una pequeña ceremonia poco después de que el equipo Gai se había formado, y desde entonces siempre pasaban el tiempo pegados el uno al otro.
  Si alguien sabía de amor, ¡era su preciado mentor!
  — Gai, ¿puedo hacerte una pregunta? – musitó, sin esperanzas de ser oído ni por el viento, pero el hombre se dio media vuelta y le sonrió.
  — ¡Claro que sí, Lee! Pregunta lo que quieras, – exclamó él, reduciendo el paso para no dejar a su estudiante detrás. — Si no sé la respuesta, ¡investigaré para encontrarla!
La determinación de su mentor siempre le daba esperanza; ¡no había nada que Gai no pudiera hacer! Al menos, no a los ojos de Lee.
  — Es que… creo que me gusta alguien. Somos muy cercanos, y hasta a veces me deja abrazarlo, – comenzó a decir el chico, mirando al suelo al sentir que sus mejillas empezaban a entibiarse. — No sé cómo decirle, o cómo reaccionará. Es algo serio… ¿Tienes alguna idea de qué podría hacer?
  Aún cuando no diera detalle alguno, era obvio a quién se refería, y quizá por eso la sonrisa del mayor se había vuelto más grande al escuchar a su alumno. Recibió un fuerte abrazo como respuesta antes de escuchar alguna otra palabra.
  — ¡Lee! El amor es algo maravilloso en cualquier etapa de la juventud, y me alegra que hayas decidido hablarme a mí sobre esto. Creo que lo mejor es hablarle a Ne– él directamente, contarle sobre tus sentimientos, – dijo Gai, levantando sus pulgares al hablar. — Estoy casi seguro de que ese chico no se molestará para nada. ¡Se pondrá muy contento de que alguien tan amable como tú se haya enamorado de él!
  Eso fue lo único que Lee necesitaba para llenarse de valía, determinado a hablar con el castaño sobre su afecto; lo único que quedaba hacer era esperar a una reunión próxima, o quizá incluso ir a visitarlo…
  Pero debía llevarle algún tipo de regalo para demostrar su cariño, aunque Neji siempre decía que lo material no le importa, quería darle algo para que conserve sin importar cómo fuera su confesión.
Tenía el resto del día para planear su obsequio así que, por primera vez en mucho tiempo, Lee decidió no hacer su entrenamiento de la tarde noche, dispuesto a encontrar algo para regalarle al chico que le gustaba. Algo pequeño; a Neji no le gustaba llamar la atención en lo absoluto, ni siquiera cuando buscaba a alguien en una multitud.
  Tampoco había muchas tiendas abiertas alrededor, más que algún que otro restaurante y… la florería de Ino. ¡Ella seguro estaba dispuesta a ayudarle!
Aunque, bueno, no fue su amiga quien lo atendió. Su padre estaba a cargo de la florería a esa hora, dedicándole una pequeña sonrisa al verlo entrar.
  — ¡Hola! Estoy buscando flores, pero… No sé cuáles llevar, – exclamó el chico, mirando cada una de las flores con toda su atención.
  — Eso depende de para qué quieres las flores. ¿Son para alguna noviecita? – preguntó Inoichi, y Lee casi suelta una pequeña carcajada al oír eso. — O quizá son para ti mismo. Debes tener ese tipo de cosas en cuenta.
  — Pues… me quiero confesar a alguien. Sé que le gustan los girasoles, pero quería sorprenderle con algo nuevo.
  Inoichi se levantó de su asiento, caminando hacia plantas de todos los colores, buscando algo con la mirada sin decir nada en absoluto… hasta que agarró unas flores en específico, de todos los tonos de rojo y rosa habidos y por haber.
  — Puedes llevarle algunos tulipanes. Simbolizan el amor tal y como las rosas, pero llevar rosas es bastante común, – informó el hombre, haciendo un pequeño ramo y dándoselo a Lee. — Siguen creciendo aún cuando los cortas, darle esto es como decir 'mi amor por ti es eterno'.
  Una enorme sonrisa apareció en los labios del pelinegro, que no desapareció aún cuando se había retirado de la tienda. ¡Era perfecto! Sólo debía encontrar el momento indicado para entregarle las flores a su rival, pero…
Si esperaba mucho, los tulipanes terminarían muriendo, y él no quería eso. Entonces se decidió a hacer lo que cualquier ninja haría: infiltrarse durante la noche al terreno de los Hyuga, asegurándose así de que Neji obtendría su regalo sin falta.

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