Capítulo 12
El disparo hizo volar a algunos pájaros de la zona. Aquél estruendoso sonido provenía de una escopeta.
Ayden corría detrás de Ryan para evitar que cayera y perdiera el paso. Henry, asustado, trataba de no caer con el lodo que cubría sus zapatos. Sus pies eran rasguñados por pequeñas ramas de algunos arbustos y al correr se salpicaba con los charcos debajo de él. Esa sensación de cosquilleo recorría su estómago hasta sus pies y de regreso una y otra vez; no quería caer.
El hombre corría tras ellos, tratando de seguirles el paso mientras les apuntaba con esa arma oxidada. Lanzó un segundo disparo, pero no logró acertar a nadie.
–¡NO PAREN!–. Gritó Henry a sus amigos.
Ayden resbaló y se golpeó la rodilla contra una roca, comenzó a gritar y llorar de dolor.
–¡HENRY!–. Gritó Ayden con toda sus fuerzas. Ryan se detuvo al igual que Henry. No podían hacer más, tuvieron que detenerse y ayudarlo.
Henry trató de levantarlo pero era inútil, sus esfuerzos perjudicaban a Ayden.
–¡Alto ahí, pequeñas sabandijas! –Dijo el hombre que finalmente los logró alcanzar–. ¿Con qué muy hombres al atacarme?
––Por favor, déjenos ir–. Dijo Ayden sangrando de la rodilla.
–Van a pagar por lo que hicieron–. El hombre sujetaba fuertemente el arma.
Henry estaba de rodillas ayudando a Ayden.
–Sólo déjenos–. Henry lo miró suplicante.
–No lo creo…
Ryan lanzó una piedra que golpeó al hombre en la frente. Henry logró reincorporarse, tomó otro piedra y la arrojó con todas sus fuerzas. El hombre cayó sangrando y gimiendo del dolor. Henry se levantó y Ryan estaba frente a él, Ayden yacía en el piso tocando su rodilla.
El hombre, con las manos temblorosa, levantó el arma y disparó. De un momento a otro, hubo una explosión roja que dejó ciego a Henry; quién fue salpicado de sangre, pedazos de carne y cráneo destrozado. El hombre había reventado la cabeza de Ryan con un disparo.
–¡NO!–. Ayden comenzó a gritar frenético.
El cuerpo de Ryan cayó sin vida sobre la tierra mojada. La sangre salió cómo una fuente dejando a su paso una charco de sangre que absorbió la tierra.
Ayden gritaba y lloraba mientras abrazaba el cuerpo de Ryan. Su cabeza estaba hecha papilla.
El hombre no podía levantarse, seguía adolorido y confundido. Henry, con demasiada rabia, levantó una piedra grande y pesada y, con un movimiento ágil y rápido, la dejó caer sobre la cara del hombre. El sujeto seguía retorciéndose del dolor, Henry tomó aire y volvió a levantar y dejar caer la roca hasta que el tipo no mostraba señales de vida. Henry lloraba ante la escena tan grotesca que había provocado una simple broma, él tenía sangre en las manos.
–Iré por ayuda–. Henry comenzó a correr en dirección al orfanato sin detenerse ante nada. Los árboles le parecían más atemorizantes, cómo si lo pudieran observar.
La estructura de Kashmor la comenzaba a visualizar; corrió aún más veloz.
Su mano golpeó la entrada, casi podría tirarla. –¡Ayuda, por favor!–. Un hombre de limpieza, llamado Josh, salió a encuentro con Henry en la reja gigante.
–¿Henry? ¿Qué haces afuera? Dios mío, ¿Por qué tienes toda esa sangre?–. El tipo dejó la escoba a un lado, sacó todas las llaves que tenía del lugar. Henry alguna vez pensó que eran demasiadas llaves, eran casi una broma o un acertijo tener una urgencia y saber cuál era la indicada.
Abrió la reja, separando la gran “K” que había en ella.
–¡Son los nuevos! –Dijo Henry jadeando–. Ryan está muerto.
–¿¡Qué!? ¿¡Cómo!?
–Escapamos para hacer una broma al anciano que vivía en la cabaña, se enfadó con nosotros y disparó.
El hombre corrió dentro de un pequeño cuarto que estaba detrás de la reja a un costado. Tomó un radio y comenzó a hablar obteniendo respuesta.
–La policía viene en camino. –Dijo él–. Iré por la administradora.
Henry se detuvo, no sabía que hacer, adónde ir, ¿Debería regresar?
–Henry. –Resopló una voz detrás de él. Ayden estaba de pie, manchado de sangre de Ryan. –Por tu culpa mi hermano está muerto–. Lágrimas caían de sus ojos. En la mano traía la escopeta.
–Ayden…. Espera… –Henry levantó las manos y comenzó a retroceder–. Esa no era la intención…solamente íbamos a divertirnos.
–Tu estúpida “diversión” le costó la vida Ryan.
–No me puedes culpar, Ayden.
–¿Entonces Ryan murió por qué fue su culpa?–. Ayden apuntó a Henry.
–Espera, Ayden, por favor. Detente
–Qué más dá ahora. El idiota que lo mató está muerto, no hay nada por justicia.
–No tienes porqué hacer todo esto–. Henry ya no tenía a dónde huir.
–Se acabó, Henry. No puedes regresarme a Ryan, era un niño inocente–. Dijo Ayden, sus lágrimas caían sin cesar.
Henry cerró los ojos y un disparo envolvió sus oídos. Henry abrió la ojos, no sentía nada, el disparo no le dio.
Ayden lo miró sin expresión alguna, dejó caer la escopeta; al caer hacia adelante sobre la tierra mostró un disparo en la espalda a la altura del corazón. La policía lo había hecho.
–¿Estás bien?–. Dijo un oficial.
Henry vió su placa. –Gracias, oficial Horler.
Toda la tarde, y al día siguiente, la administración había estado debatiendo del futuro de Henry, cómo del orfanato de Kashmor. La administradora casi fue despedida por su falta de atención; finalmente consideraron los años de servicio que ella hizo aquí, en Kashmor, según se dice, trabaja ahí desde los dieciocho años. Henry tuvo la suerte de no haber sido enviado a otro orfanato con la simple condición de tener a alguien que lo vigilase de cerca y cooperara en el orfanato.
–Ni saldrá a tomar aire fresco siquiera–. Dijo una mujer del otro lado de puerta. Henry estaba en una silla de plástico afuera de la administración; el pasillo era gris y feo, cómo todo en ese lugar.
–¿No es demasiado?
–Por la culpa de ese chico casi cierran éste Orfanato, y usted es casi despedida, claro que no es demasiado, de hecho estoy siendo amable. El asesinato de un chico menor de edad, una broma de Halloween y a Ayden le dispararon y fue llevado al hospital. Esto es demasiado.
No contestó nada más. Henry golpeaba sus pies nervioso y trataba de no llorar; aún podía ver marcas de la sangre de Ryan aún cuando se había limpiado. La puerta se abrió y una mujer adulta, vestida de traje, salió.
Henry la miró por un segundo que fue suficiente para que ella lo fulminara con la mirada.
–Ve a la habitación, Henry–. La otra administradora lo miró con tristeza.
–Pero…
–Por favor, Henry.
Henry comenzó correr, sus ojos no lo soportaron más, simplemente… se rompió
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