Capítulo 33. Nueva historia.
Roger y Priscilla tomaron asiento en la barra del local que estaba tras la gran ventana con vista a la calle. Veían pasar a los transeúntes y uno que otro cachorro o gato medio congelado del frío. Todavía tenía tiempo antes de reunirse con las chicas, así que dejó que Roger colocase una empanada de calabaza frente a ella además del chocolate caliente. Priscilla se acercó el vaso a la boca para entibiarse los labios.
—Estás roja del frío —notó— ¿No deberías abrigarte un poco mejor?
—Eso dijo Lily, pero estoy bien —negó ella con una sonrisa—. Ahora seguro quieres darme tu chaqueta o algo por el estilo...
—B-bueno, si es para ayudar...
—No te preocupes —insistió Priscilla—. Cuéntame ¿Qué tal pasaste las vacaciones?
—Fue como todo el tiempo —se encogió de hombros—. Unos cuantos bailes llenos de familiares, de amigos de mis padres y sus hijos. Algunos de ellos estudian en el extranjero, así que es tiempo de reencuentros.
Ella alzó las cejas.
— ¿En algún momento planeaste estudiar fuera?
—A mi madre le gustaba la idea de enviarme a América para conocer un poco más del mundo, pero mi padre es un hombre de costumbres. Según él, todo mago inglés debe formarse en Hogwarts, y el resto es blasfemia —sonrió Roger con algo de vergüenza. A Priscilla, por el contrario, le pareció una costumbre digna de replicar.
—Ya veo. A mí siempre me ha resultado muy interesante el tema de las familias mágicas; las de apellidos pesados. Si ese tipo de núcleo en el mundo muggle tiene mil secretos, no me imagino cómo será aquí —confesó Priscilla, aunque temió que él pensara que solo lo buscaba como una fuente de información.
—Con muchos más prejuicios y soberbia, así es como es —resolvió Roger sin ocultar su antipatía—. Todos buscan presumir sus logros y dinero y esconder bajo la alfombra lo que no se ajuste a ello.
— ¿A qué te refieres? —Esperaba aquellos comentarios de alguna familia oscura, como Mulciber o Carrow, pero no de alguien que se suponía era de la parte decente de los magos.
Roger suavizó su tono— Justo ahora está mal visto compartir las ideas de Quien-tú-sabes ¿Cierto? La gente se escandaliza al escucharlo. Pero en el fondo muchos comparten ideas de ese tipo sin darse cuenta; lo tienen tan internalizado que no ven lo mal que está. Él solo pone en práctica lo que muchos piensas antes de dormir.
—Cómo las señoras que nos encontramos en el baile —recordó con incomodidad.
—Sí —Roger sonrió—. Tú no eres ninguna excepción a la regla, sino la materialización del esfuerzo. Y el valor.
En el pecho de Priscilla su corazón bailó, traqueteó y bombeó una cantidad insana de sangre que llegó hasta sus mejillas. No pudo sostenerle la mirada al chico, sino que la desvió hacia la calle frente a ellos y él lo notó.
—Priscilla —comenzó, con el corazón tan acelerado como ella—, resistí el impulso de escribirte en Navidad, y más aún el de plantarme frente a la Torre de Gryffindor a exigir la respuesta de aquello que te pregunté la noche de la fiesta, pero me harías un gran favor dándome una ahora. Si tienes miedo de rechazarme, recuerda que estás en todo tu derecho de hacerlo. Solo quiero saber si puedo invitarte a salir o no.
Era tan amable que Priscilla se sintió cobijada por esas palabras, alentada por una oleada cálida y refrescante. Pero ¿Cuándo se había llenado su vida de tantos asuntos amorosos? Hacía una semana estaba siendo rechazada y ahora tenía que tomar una decisión sobre si salir con un chico dulce o no. Sirius cruzó por su mente un instante, o más bien parpadeó, porque siempre estaba allí, junto a sus pensamientos, solo que a veces su imagen cobraba más fuerza y brillaba con más intencidad que otras. Ya nada podía hacer, sin embargo, con el regusto del chocolate en los labios. Comió los últimos trozos de su empanada sin voltear a ver a Roger, inundada en resignación.
—Esto es una salida. Una de chocolate caliente —murmuró, haciendo a Roger esbozar una sonrisa—. Pero puedes invitarme a salir una segunda vez, si es a lo que te refieres.
Culminaron hablando un poco de las vacaciones de ella, lo que la llevó a minimizar y hasta ocultar la imagen de Sirius una importante cantidad de veces. Además de encontrarse junto a las chicas y pasar el tiempo junto a su perspicaz abuela, ayudó a conseguir un departamento a su mejor amigo y luego pasaron el año nuevo junto a Serena, en casa de Priscilla, donde nada más ocurrió. Era la mentira que había planeado para las chicas –excepto Marlene- y habría de repetirla una y otra vez, consciente de que a Sirius tampoco le importaba relatar la verdad de sus vacaciones.
Finalmente, Roger la acompañó hacia las Tres Escobas cuando ya iba un par de minutos tarde a su encuentro con las chicas. Acordó verla el miércoles en los jardines, para hablar de cualquier cosa, y luego le apretó un poco la mano, sin atreverse a besarla en el dorso o la mejilla como habría querido, habiendo tantos estudiantes a su alrededor y sabiendo lo rápido que se inventaban y corrían los chismes. Así esperó verla entrar, porque le parecía gracioso como el cabello negro se le enredaba con la bufanda blanca colocada por Lily rato atrás.
Priscilla se deshizo de la misma cuando entró al local, al sentir el calor de la chimenea y los grupos de personas apilados, y visualizó a sus amigas junto a una de las ventanas casi tapiadas por la nieve. Pasó entre las mesas, y saludó a los merodeadores en el camino sin detenerse a saludar; temía que hablar con Sirius de inmediato le hiciera sentir culpa cuando no había hecho nada malo. Él la siguió con la mirada, como ya era costumbre, hasta que llegó donde las chicas y la taza de te que habían pedido para ella. Se saludaron como si no llevasen menos de dos horas de haberse visto, y todo giró en torno a Elizabeth Moore, que era dulce y recatada, parecida a Mary en ese aspecto, con un tono de voz bajo que ocultaba parte de su personalidad. Al ver la manera en que Elizabeth miraba a Mary, Priscilla se preguntó si su amiga correspondía aquel sentimiento con sinceridad, si en verdad era capaz de olvidar tan rápidamente a Marlene, o solo tapaba la desazón con un nuevo amor. Pero no había manera de saber cuál de las dos hipótesis era verdad, y mucho menos cuál aplicaría Priscilla en su propia situación.
*****
Después de la clase de pociones, al quedarse sola en el aula, Priscilla avivó la llama de la caldera y se arremangó el suéter hasta el antebrazo. Su poción para el cabello se vendía de vez en cuando y producía resultados favorables, pero estaba intentando crear algo más. Justo ahora, inspirada por su propia condición, buscaba algo capaz de unificar los tonos del rostro lo suficiente para disolver las ojeras. El profesor Slughorn confiaba lo bastante en ella como para dejarle la llave del armario siempre y cuando se comprometiese a actualizar el inventario y reponer lo que pudiera conseguir en las bodegas o el invernadero, así que se quedaba varias veces a la semana en el aula. Había colocado la estufa a fuego lento y estaba a punto de vaciar el primer ingrediente cuando percibió los pasos lentos que entraron al salón.
—Pensé que sólo te quedabas aquí miércoles y viernes —repuso Sirius, subiéndose a uno de los mesones sin cuidado.
—Es una invención rápida de martes —replicó ella. Le dirigió un rápido vistazo y luego volvió el rostro hacia el caldero aún vacío— ¿No tienes entrenamiento de Quidditch?
—Cancelado por la ventisca. James puede hacernos jugar en barro y lluvia, pero tampoco quiere que se mueran sus jugadores de una hipotermia —Sirius esbozó su típica sonrisa maliciosa— ¿Quieres ir a divertirte por ahí?
Un mes antes, Priscilla habría pensado que se refería a subir a su habitación para repetir una y otra vez lo que hicieron en año nuevo. Seis semanas atrás, a encontrar un rincón donde besuquearse. Seis meses atrás, habría entendido lo inocente de la petición pero su corazón hubiese acelerado su ritmo imaginando lo que podría ser y no era.
En ese momento, Priscilla solo alcanzó a esbozar una sonrisa algo triste. Apagó la estufa y guardó las cosas; se montó la mochila al hombro. Ya que no se sentía lo bastante sereno como para sentarse y leer, o lo bastante hambriento como para escabullirse a las cocinas, Sirius propuso la simple y divertida idea de correr por la nieve hasta el lago con el pie desnudo.
—Necesito un poco de adrenalina justo ahora —anunció, colocando sus zapatos y media junto una pequeña puerta del castillo. Echó un vistazo rápido a Priscilla. Se veía bien en todas las estaciones, y en realidad él estaba ansiando verla con las mejillas sonrosadas y la respiración agitada escapando de sus labios entreabiertos.
Ella accedió con entusiasmo. También necesitaba algo inspirador y excitante que le hiciera dejar la mente en blanco por un rato. A diferencia de Sirius, ella solo llevaba pantimedias y la falda, por lo que el frío escaló mucho más rápido por su cuerpo. En realidad, a mitad de camino dejó de sentir los dedos de los pies y solo pudo terminar el recorrido por las tontas ganas de completar aquel reto junto a Sirius. Porque la brisa tenía la dirección correcta y le apartaba el cabello del rostro. Porque cuando bajó la velocidad, Sirius enredó los dedos en su muñeca y tiró de ella para finalizar el recorrido, y una vez dentro del castillo, ella chocó contra su pecho en medio de una carcajada y recordó que lo quería.
Tragando saliva, recordando su error, Priscilla retrocedió y al mover los pies notó un dolor punzante en estos. Tenía la punta de los dedos azules.
—Por Merlín, Floyd ¿Y si ahora coges una hipotermia?
—No llegaré hasta ese punto —negó con una sonrisa, dejándose caer sobre un banquito—. Mi abuelo solía decir que el frío se mete por los pies, por lo que puede que sólo coja un resfriado.
Sirius hizo un puchero— Esto fue una mala idea.
— ¿Te estoy oyendo reconocer que tus planes tienen consecuencias?
—Es en serio —insistió—. Me preocupas.
—Vale, pero a mí me pareció divertido. Ya veremos cómo termino.
—Si tú lo dices... ¿Crees que puedas caminar de regreso?
— ¿Qué otra opción tengo?
—Yo puedo llevarte —explicó Sirius, como si fuera algo obvio—. En mi espalda, o en brazos como un bebé...
— ¿No sería incómodo? —Soltó ella, de repente, abrumada por la simple insinuación de que volviera a tocarla. El tono borde de su voz la obligó a relajar los gestos— Porque estamos lejos de la Torre.
—No te preocupes por eso. Venga.
Priscilla quiso desaparecer en ese mismo instante, o ser fulminada por un rayo para no tener que pasar por aquella experiencia. Llevaba tantos días cuidando a su pobre corazón de esa cercanía que le resultaba tan tortuosa... Para que ahora por su misma decisión terminara viéndose envuelta en ella. Era como botar todas las botellas de licor para dejar de beber y luego ir a un bar. Pero tuvo que aceptarlo, ambos pares de manos buscaron el cuerpo contrario y se afianzaron sobre él. Entonces respiró hondo e intentó pensar en cualquier otra cosa.
Ningún estudiante les prestó especial atención, claro, excepto por Nick Casi Decapitado, que tenía mucha curiosidad de saber qué pasaba con sus pies. Ambos evitaron darle respuesta alguna. Se habían divertido mucho con aquella tontería y justo por eso no deseaban confesarla. Y sin embargo, el camino estuvo plagado de silencio y rostros taciturnos cuyos dueños pensaban la misma cosa: la última vez que estuvieron así de cerca. Ella sintió deseos de volver a llorar y aunque él no se dio cuenta, la sujetó con más fuerza, odiando una y otra vez, sin saberlo, la decisión que había tomado.
Sirius la dejó sobre el suelo de la Sala Común y Priscilla volvió a respirar con normalidad. Ayudada por la calidez que emanaba el cuerpo del chico, el suyo se calentó y la sangre menguó lo petrificado a sus pies. Así, movió un poco los dedos, fingiendo distraerse para no mostrar su cara sonrojada, o el gesto menos impávido posible en que estaba sumida. Se miró las uñas y los dedos extendidos.
—Mañana tengo una cita.
La noticia abandonó sus labios sin más. No fue involuntario, por supuesto, y tampoco deseaba decirlo sin ningún preámbulo; pero no existía otra manera de decirlo.
El rostro de Sirius cambió sin que Priscilla lo estuviera viendo. Se le hundieron los ojos; el ceño se frunció, luego se relajó y volvió a fruncirse; echó las orejas hacia atrás a la par que unas manos invisibles lo empujaban sin poder moverlo.
— ¿Con quién?
— ¿No sabes?
Él se forzó a mantener su voz natural.
—Eres más popular en la población masculina de lo que te gusta creer, Floyd —respondió, como si no fuera horrible bromear sobre los chicos que gustaban de Priscilla.
—Bueno, pues no es ningún extraño —replicó ella, tensando los labios—. Es... Es Roger.
Las cejas de Sirius se alzaron.
— ¿Ahora resulta que te gusta?
Priscilla alzó el rostro de inmediato, lista para ponerse furiosa.
— ¿Qué demonios significa eso?
—Nada —replicó, notando lo feo que sonó—. Lo siento. —Se retractó pálido como un fantasma— Ignora que dije eso... Más bien pretendamos que no lo dije. Por favor —Se llevó las manos al cabello, como en una especie de masaje mágico que no lograría borrar su inminente turbación— ¿Así que saldrás con Roger?
Las cejas oscuras de Priscilla volvieron a su lugar con lentitud, y motivada por su perenne deseo poner en primer lugar su amistad, dejó correr aquel comentario que, como muchas otras cosas, no coincidían con la imagen de Sirius: un chico que supuestamente no quería una relación con ella. De ese modo, no tenía derecho a molestarse o siquiera sentirse incómodo porque ella fuera a salir con Roger.
—Sí. Lo hablamos el otro día en Hogsmeade. No es nada especial... Solo dijo que quería verme más seguido y hablar —explicó, encogiéndose de hombros—. Así que tendremos una cita.
Por la mente de Sirius cruzaron mil frases que no llegó a pronunciar. No quería saber si estaba emocionada, o desearle buena suerte en una ocasión donde seguramente terminaría besando a Roger. Mierda, de sólo pensarlo, el estómago del chico dio un tirón y sintió náuseas ¿Cómo estaba sucediendo aquello? ¿En qué universo era correcto que Priscilla fuese a salir con un imbécil como Roger Fawcett? Sus nombres no pegaban, y ellos tampoco.
Pero... ¿Estaba Sirius dispuesto a pagar el precio por detener aquella locura?
— ¿Por qué me lo dices?
—Yo... —ella tragó saliva, titubeante, y tuvo un deseo apremiante de zafarse de la situación—. Sólo quise hacerlo. Ahora, si me disculpas... Iré a cambiarme la ropa mojada.
Mierda... Como si no fuera suficiente todo lo demás, también debía pronunciar aquellas palabras tan doble sentido.
Necesitaba un trago. Y rápido.
*****
A Priscilla no le gustaba considerarse una mentirosa- Aún así, estaba consciente de que muchas de las cosas que pasaban por su mente podrían causar ciertas reacciones y conflictos de ser pronunciadas en voz alta. Confesiones sobre Sirius, más que todo, y aspectos de su vida que no revelaba a sus amigas. Una persona tiene derecho a la privacidad ¿Cierto? Y si nadie le hace las preguntas adecuadas, o investiga con verdadero interés, puede reservarse el hecho de omitir ciertos detalles. Fue así como Priscilla decidió que no se consideraba una mentirosa, sino muy buena omitiendo la verdad.
También fue así como Priscilla omitió que iba a verse con Roger Fawcett de cualquier persona excepto Sirius, y ambos adolescentes se encontraron en una plaza desierta poco antes de la cena. Sería falsa humildad negar lo interesada que estaba la población estudiantil en él, por su atractivo, su condición de prefecto y Premio Anual, y su increíble capacidad de hacer amigos por doquier; y ninguno de los dos deseaba tener que soportar las miradas curiosas o los cuchicheos cuando sólo querían verse y conversar.
Acababa de divisarlo sentado en uno de los banquillos de la plaza cuando Priscilla recordó que hacía mucho tiempo que no estaba a sola con un chico que no fuera Sirius. Sentarse junto a Remus a discutir su descubierta licantropía no contaba, así que la fecha se remontaba a sus paseos con Ludwig por los campos galeses. Pero, mierda ¿Es que Sirius iba a estar rondando su mente, una y otra vez?
Saludaron con una sonrisa, y resultó obvio que ambos estaban entre nerviosos y torpes. Roger se veía muy guapo con el uniforme y la corbata, con el cabello chocolate peinado hacia atrás y los labios sonrosados por el frío. Había traído unos pastelillos envueltos en papel del almuerzo y Priscilla un termo lleno de chocolate caliente.
—No sé si prefieras el café, o...
—Me gusta el chocolate —negó él—. Más que el café, incluso. No lo necesito para mantenerme alerta, así que opto por algo dulce cuando voy a beber.
— ¿Prefieres lo dulce incluso antes que el alcohol?
Roger cabeceó.
—Bueno, no diría que el licor y la cerveza sean ricos, pero producen efectos que compensan su mal sabor —se encogió de hombros—. De igual manera, solo bebo cuando estoy con amigos.
—Es cierto que relaja al grupo —aceptó Priscilla. Supuso que debía comenzar a dar datos sobre sí para alargar la conversación, e instar a Roger a hacer lo mismo, así que eso hizo.
Empezó con una tontería sobre como jamás había tenido una resaca, y luego siguieron por cómo habían sido sus peores borracheras. Con los amigos que tenía y las fiestas que se armaban, Roger no pudo declarar una sola –de muchísimas– como la peor, pero Priscilla supo que la suya fue dqurante año nuevo, a sus quince años; era la primera vez que probaba el alcohol y su madre tuvo que sostenerle el cabello toda la noche mientras vomitaba. Gracias a esa experiencia pudo controlar mejor sus maneras de beber.
Entonces ella habló de su familia, que muchos podrían considerar aburrida y ella encontraba pacífica y feliz. Sus padres tenían una relación sana y la habían criado con amor, pudiendo ser su único error el no corregir a tiempo los problemas de confianza y autoestima de su hija, mismos que ella ahora buscaba solucionar al saber que no estaban fundamentados en críticas ni malos comentarios sino sus propias dudas.
—Supongo que a todo el mundo le pasa —concluyó la pelinegra. Miraba al frente, sin ver a Roger— ¿No? Solo que en distintas formas y niveles; todos terminamos dudando sobre nuestras capacidades.
Roger, por el contrario, llevaba todo el rato con los ojos sobre ella. Tenía una linda nariz, con una curva curiosa que alzaba la punta de su labio superior como el inicio de un corazón ¿Lo habría notado? Claro que se sonrojaba con el frío de la estación, y en el cabello tenía enredado varios copos de nieve sin derretir porque de seguro también estaba frío. Ella giró el rostro, como esperando una respuesta.
—Exacto, es distinto para cada quien —aceptó el muchacho, obligándose a recuperar la compostura. No era tan difícil, después de todo, pues conocía bien el tema al que Priscilla se estaba refiriendo— ¿Quieres oír algo tonto?
— ¿Algo tonto sobre tus inseguridades?
—A veces no estoy seguro de merecer todo lo que tengo —dijo Roger en cambio, y su estado de ánimo fluctuó—. No soy tan idiota como para darlo por sentado ¿Me explico? Mi familia tiene buenas influencias y posición económica; mis padres son buenos y amables; tengo amigos que se preocupan por mí y sé que muchos estudiantes de grados menores confían en mí, su prefecto, para pedir ayuda en una clase o para salir de un apuro. Tengo muchas cosas buenas en mi vida.
Priscilla se giró a verle. Tenía una mirada profunda, escrutadora. Casi parecía estar a punto de reprenderlo, pero claro, era demasiado gentil para eso. Mierda, no sabía ahora que lo estaba viendo era mejor o peor.
—Lo de tu familia puede ser cosa del destino, pero estoy segura que te has ganado la confianza y el cariño de otras personas a pulso. Por tus méritos —declaró la chica muy segura—. Esos, así como la admiración y el respeto no son sentimientos que puedas forzar. Tienen que nacer naturalmente.
El labio de Roger titubeó. Ella no recordaba haberlo visto inseguro antes, y mucho menos por esas razones.
—Entiendo eso. Pero... Puede que no sea tan genial como ellos creen ¿Sabes? Puede que en el fondo sea una persona mucho más... —su voz se detuvo.
Priscilla lo sorprendió colocando una mano sobre su pierna, como algún tipo de confort y punto de cercanía.
—Nadie puede ser tan perfecto como intentas hacer creer —dijo con amabilidad—. A Lily y a Marlene les sucede lo mismo a veces. Y está bien. No es posible establecer una barra que deban alcanzar todos los seres humanos con su comportamiento; nadie tiene la última palabra sobre cómo deberían ser las cosas. Si existe alguna manera de alcanzar la verdadera felicidad, creo que es midiendo esa barra con parámetros personales que van cambiando a lo largo del tiempo ¿No es así? Por eso la gente nunca deja de buscar mejorar.
— ¿Cómo descubriste eso?
Priscilla se encogió de hombros, como restando seriedad al asunto— En mi búsqueda de la felicidad, supongo.
— ¿Y lo eres? ¿Feliz?
De alguna manera u otra, la mente de Priscilla viajó hacia Sirius, las risas compartidas a su lado, las conversaciones a mitad de la noche bajo las sábanas y a los besos robados mientras intentaban decidir qué cocinar. Con él había tenido los momentos más felices de su corta vida y no tenía ningún motivo para negarlo. En realidad, existían más motivos para sentirse triste al respecto, para encontrarse anhelante de algo que pudo ser extraordinario -y que por breve momentos lo había sido- y ahora estaba cortado de raíz. Tanto, que Priscilla se encontraba en una cita con alguien más, alguién que no agradaba a Sirius y sin embargo él no hizo nada para detenerlo. Seguramente no le importaba.
Sacudió la cabeza, batiendo mechones negros frente a su mirada.
—La mayoría del tiempo, sí. Cuando no estoy intentando ser menos delgada, o menos tímida o menos insegura —ladeó la cabeza— ¿Tú eres feliz?
No lo dudó.
—Justo en este instante, sí. Sobre todo cuando batiste tu pelo de esa manera. Me han entrado ganas de besarte.
Priscilla se volvió roja como un tomate. Y se sorprendió a sí misma moviendo la cabeza en su dirección, trazando un gesto insinuante que sin decirlo le otorgaba el permiso para llevar a cabo sus deseos. Como iba a demostrar esa vez y muchas otras más, Roger era un chico de armas tomar, que se enfrentaba a las cosas que le asustaban con la pequeña presión del miedo en el pecho, pero sin detenerse por eso. Se inclinó, sonriendo como un idiota, y le cubrió la mejilla en un gesto suave para atraerla en busca del beso que ambos deseaban.
*****
holaaa! Cómo habéis estado? Cómo iniciaron el año?
Que os ha parecido el capítulo? Y el rumbo de la historia en general. Se viene drama, no lo negaré. Apreciaría cualquier comentario u observación que podáis darme
Nos leemos el prox domingo
23/01/2022; 13:19
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