𝟐𝟏.

𝙀𝙉𝙏𝙍𝙀𝙉𝘼𝙈𝙄𝙀𝙉𝙏𝙊

▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃▃

     Las preliminares para la tercera etapa de los exámenes chunin habían oficialmente concluido, por lo que los doce finalistas tenían aproximadamente cuatro semanas para preparar nuevas técnicas con las cuales hacerse de la victoria en las batallas finales. Kenji y Naruto estaban especialmente impacientes por comenzar su entrenamiento, pero primeramente debían hacer una parada.

Los miembros restantes del equipo siete y nueve se hallaban en la recepción del hospital de la aldea a la espera de que los dejasen pasar a ver a los Uchiha, incluida Shiro, la cual había sido dada de alta hace tan solo unas horas.

—¿Dónde está la habitación de Sasuke y Kai Uchiha? —preguntó Naruto a la chica de la recepción.

—Lo siento no se permiten visitas.

—¿Cómo que sin visitas? —reclamó Kenji.

—Son las reglas.

—Chicos cálmense, estamos en un hospital —se oyó a sus espaldas.

—¡Kakashi-sensei! —gritó Naruto para correr y ponerse delante de él—. ¡Me da gusto verlo de veras...! Quiero pedirle un favor.

—Alto ahí, ya sé lo que vas a pedirme, así que ya busqué a alguien que pueda supervisar tu entrenamiento para la final —le interrumpió el peliplata haciendo que el rubio frunciera el ceño.

—¡Un segundo! ¿¡Por qué usted no me va a entrenar sensei!? —lo apuntó de forma acusatoria.

—Tengo otro asunto pendiente, no tengo tiempo para ti Naruto.

—¡Ajá! ¡Usted si va a entrenar a Sasuke cierto sensei!

—Ya, ya, no te quejes. Escucha, te encontré un mejor maestro que yo.

El mayor le explicó que un jonin de élite se encargaría de su entrenamiento, sin embargo, el de ojos azules estaba reacio a aceptarlo ya que al parecer tenían disputas pasadas sin resolver. A un lado de ellos Kenji y Shiro se aproximaron a Kento, quien se acercaba a paso tranquilo por el pasillo.

—¡Kento-sensei! —alzó la mano Shiro—. ¿Cómo está Kai?

—Durmiendo plácidamente —sonrió el mayor.

Ambos genin pusieron expresión resignada por la escasa información, pero confiaron en que su compañera estaba bien.

—¡Kento-sensei! —el de hebras verdes puso la espalda recta e hizo una posición militar—. ¡Por favor entréneme para la final!

El jonin ensanchó su sonrisa y copió su postura para seguirle el juego.

—¡Por supuesto mi querido alumno!

Shiro solo sonrió por sus ocurrencias.

—¡Shiro! ¿Vendrás? —cuestionó Kenji.

—No lo creo, debo ir a casa o mis padres se preocuparán —sonrió apenada—. Los veré luego.

Después de ver como ambos hombres se dirigían al campo de entrenamiento la de orbes morados caminó en dirección a su casa. Su paso era lento, observando a su alrededor con una ligera sonrisa y respirando profundamente el aire fresco del día de vez en cuando. Se sentía en paz, justo lo que necesitaba luego de todo lo que pasó, pero lamentablemente esta no duró mucho.

—¡Perdón!

Su tranquilidad se esfumó de golpe cuando un choque de hombros la hizo salir de su ensimismamiento. La Yamazaki elevó su vista encontrándose con unos orbes azul marino que la veían con arrepentimiento.

—De verdad lo siento, no prestaba atención a mi alrededor —le sonrió apenado.

—Oh, n-no te preocupes —sonrió algo avergonzada, no tenía contemplado hablar con él en algún momento.

—Eres Shiro, ¿No?

Su cerebro hizo cortocircuito por un momento, ¿Cómo se actuaba frente a un posible crush?

—Eh... ¡Sí! —reaccionó la fémina con nerviosismo—. Y tú Katsuro, ¿Verdad?

—El mismo —rió el chico—. Oye, sé que no nos conocemos pero, ¿Te apetece un ramen?

Su mente había quedo en blanco otra vez. Tenía que trabajar en eso.

—Sí, claro —sonrió, sintiendo sus mejillas arder levemente.

Sí, no se conocían. Y sí, pertenecía al equipo del sonido que había atacado a Kai y Kenji. Pero él había intervenido para detener la pelea, no tenía por qué ser igual a sus compañeras, ¿No?

Quizás se estaba confiando demasiado, pero en ese momento simplemente no le importaba, solo quería comer un delicioso tazón de ramen en compañía de un chico lindo.

Sí, tal vez eran sus hormonas.

—¡Eso fue trampa! —alegó Kenji luego de salir a la superficie.

—¿Eso dirás en tu pelea? —rió Kento—. En las batallas reales no hay trampas.

—¡Sigue siendo un tramposo!

Ambos varones del equipo nueve se encontraban en las aguas termales teniendo una pelea sobre el agua caliente. A los cinco minutos de haber comenzado el Fukui ya estaba empapado por caer al agua, con la piel algo roja por la temperatura, pero pese a las múltiples veces que se hundió continuó peleando con ganas.

El dúo inició otra ronda, en donde el genin le hizo frente al mayor en taijutsu por unos cuantos segundos, seguido de un ataque con shuriken de parte de Kento luego de desaparecer y reaparecer a las espaldas del menor, acción que lo tomó desprevenido causando que pierda el control de su chakra y por consecuencia un nuevo chapuzón.

—¡No puede ser! —gruñó Kenji con furia al salir del agua.

Las risas de Kento fueron interrumpidas por un grito a su derecha que les llamó la atención, sin esperar fueron llevados por la curiosidad al lugar de los hechos, topándose con un Naruto enojado discutiendo con un hombre de cabello blanco que se hallaba de pie sobre un sapo.

—¿Qué demonios? —susurró Kenji—. ¿Jiraiya-sensei?

—¡Kenji! —exclamó Naruto—. ¿¡Conoces a este viejo pervertido!?

—¡Eh niño! ¡Más respeto!

—Jiraiya-sama —habló Kento con una sonrisa divertida—. Es un gusto volverlo a ver.

—Ah Kento —lo miró el mayor—. ¿Puedes encargarte de este niño?

—¡Usted me dejó sin sensei así que es su responsabilidad entrenarme!

—¡Claro que no! ¡Arruinaste mi investigación!

Una gotita resbaló por la sien de Kento y Kenji, definitivamente el sannin no había cambiado ni un poco.

Ante la incansable insistencia de Naruto Jiraiya terminó aceptando, así que después de despedirse de Kenji y Kento ambos se encaminaron a un río cercano para comenzar su entrenamiento.

Pasado el primer día luego de las preliminares Kai fue dada de alta del hospital, o bueno, algo así.

En realidad no tenía el alta, pero sin importarle nada la chica se había escabullido por la ventana para ir en busca del que deseaba fuera su nuevo entrenador. Lo había visto ir al hospital unas cuantas veces, por lo que a sabiendas que en ese momento también estaría allí lo esperó fuera de este hasta que saliera. A los diez minutos esto pasó.

—Might Guy.

La Uchiha se había puesto frente al mayor con expresión impasible, haciendo una leve reverencia dijo:

—Soy Kai Uchiha, si es posible le pido por favor que me entrene para la final.

El jonin no se movió ni dijo nada por unos segundos, segundos en los cuales la fémina comenzaba a avergonzarse por hacer aquello. Estaba a punto de disculparse e irse cuando el mayor sonrió en grande poniendo una mano en su hombro.

—¡Kai! ¡La pequeña rival de mi querido Lee! —rió Guy—. ¡Sería un honor! ¿Pero Kento está enterado?

Anotando mentalmente preguntar qué es eso de rival luego, la azabache observó al de traje verde más relajada.

—Está al tanto, él se encuentra a cargo de Kenji.

—Me parece bien —el mayor no quitaba su sonrisa—. Pero puedo preguntar, ¿Por qué yo?

Kai sintió un vuelco en el estómago, sintiendo como los colores se le subían a la cara ante la vergüenza de explicar aquello. Chasqueó la lengua girando la cabeza para que no viera su rostro, se mordió la cara interna de la mejilla y cuando logró deshacerse del estúpido sonrojo lo miró otra vez con semblante indiferente.

—Rock Lee —pronunció con determinación—. Su pelea fue genial.

Guy ensanchó su sonrisa aún más si eso era posible, imaginando como lloraría su alumno si hubiera escuchado esas palabras.

—¡Muy bien! —alzó su puño—. ¡Neji no me necesita así que comenzaremos de inmediato!

Los días transcurrían con rapidez, ambos finalistas del equipo nueve entrenaba con todas sus fuerzas para arrasar con su contrincante en sus próximas batallas. Kenji se concentró en aumentar su velocidad y agilidad en combate, practicando también con sus invocaciones, cosa que lo llevó a un nuevo objetivo, ¿Cuál? Una nueva invocación.

El peliverde se hallaba en medio del bosque con su mano sangrando y su respiración agitada, había estado intentando realizar su jutsu de invocación por toda la última hora. Sin embargo, aquella nueva criatura se negaba a aparecer.

—Vamos —suspiró con cansancio—. Soy el maldito Kenji del maldito clan Fukui, ¿Cómo demonios no voy a lograrlo?

Animándose a sí mismo prosiguió con sus innumerables intentos. Justo cuando sentía que se desmayaría de tanta sangre que había desperdiciado, el característico humo blanquecino se hizo presente frente a él. Abrió los ojos tanto como podía, esperando ver a la criatura tras la cortina de humo.

Y sí, la vio. Pero no como lo esperaba.

—¡O-Oye!

Sin previo aviso un pequeño cachorro de guepardo se le tiró encima mordiéndole el brazo, el Fukui intentó sacárselo, pero la criatura se negaba a dejarlo en paz. Cuando por fin le soltó el brazo se dirigió a su cabeza, agarrando con sus dientes la floja coleta que sostenía el largo cabello del chico.

—¡A-Ah! ¡Hey, suéltame! —se quejó, logrando tomarlo en sus manos para alejarlo, pero el animal en ningún momento soltó su pelo—. ¡Tú, pequeño insecto! ¡Deja mi cabello!

Un par de minutos pasaron cuando Kenji finalmente fue dejado en paz por el cachorro, el cual se sentó frente al peliverde observando como se quejaba e intentaba peinarse. Ya tranquilo el Fukui de puso de pie conectando miradas con su invocación, caminó en torno a este sin quitar sus ojos de él.

—¡Ahaaaa, no puede ser! —lloriqueó—. ¡Un cachorro no me sirve!

La criatura, que se encontraba sentada en paz, gruñó en respuesta y amenazó con arrojarse sobre él nuevamente.

—¡No! —retrocedió—. ¡Vete! ¡Criatura del mal!

El cachorro se detuvo y se mantuvo sentado, un simple "¡puff!" se escuchó y cuando Kenji retornó su vista a la invocación esta ya había desaparecido.

Después de todo él era un Fukui.

Pasadas tres semanas desde las preliminares del tercer examen y de su inesperada recaída, Shiro podía finalmente decir que se encontraba bien. Sus sesiones de transfusión de sangre continuaban regularmente, sus compañeros habían cumplido su palabra y, a pesar de su duro entrenamiento, seguían ofreciendo su sangre como parte del tratamiento. Su apariencia había mejorado gradualmente, en ocasiones se le podía ver con el rostro algo más blanquecino de lo normal, pero nada fuera de lo márgenes que su doctor le había explicado.

Inhaló y exhaló relajando sus músculos, ciertamente caminar por las calles de la aldea con los cálidos rayos del sol iluminando su rostro se le había hecho una costumbre. Una costumbre de la que no era víctima solo ella.

—¡Shiro!

Sonriendo hacia la persona que le llamó avanzó a pasos serenos, sosteniéndose del brazo del contrario posterior a saludar.

—¿Cómo estás hoy?

—Feliz —respondió con simpleza, evitando mirarlo para no caer en la timidez.

Katsuro simplemente sonrió con dulzura.

¿Que si sabía de su situación? Sí.

En un principio no quería para nada que lo supiera, pero con el pasar de los días su relación avanzó tanto que verdaderamente sentía que lo conocía de toda la vida. Seguía pensando que tal vez, solo tal vez, se estaba confiando mucho. Después de todo estaba al tanto de la historia de Kai con relación a Orochimaru y Mitsuki, pero a la vez tenía la sensación de que Katsuro no poseía los mismos ideales de sus compañeras y que aquel chico que se presentaba ante ella era el verdadero.

Quizás solo quería disfrutar de su vida sin preocupaciones.

Si estaba haciendo bien o no, no lo sabía con certeza. Mas eso no le causaba una preocupación tan grande.

¿Acaso estaba siendo muy egoísta?

—¿En qué piensas? —habló Katsuro de improvisto, arrancándola de su mente.

—Oh, nada importante —murmuró con una ligera sonrisa—. Solo disfrutaba el viento.

Seguido de su comentario Shiro sintió como el chico detuvo su paso y soltó su brazo para, en cambio, pasar a sostener su mano. Al instante sintió como toda la gama de rojos se instalaba en sus pómulos, junto a un extraño cosquilleo en la boca del estómago.

—¿Q-Qué sucede?

—Existe el lugar perfecto —mencionó Katsuro, sonriendo con sus ojos puestos en la de menor estatura.

Sin esperar una respuesta el de hebras rosas redireccionó el rumbo de sus pasos para continuar su caminata sin soltar su mano. El chico parecía tranquilo, sin inmutarse ante el contacto. Todo lo contrario a ella, que le era imposible disminuir siquiera un poco la rojez de su rostro, y ni hablar de las llamadas mariposas en el estómago.

No fue capaz de pronunciar ni una mísera palabra en su recorrido hasta el desconocido lugar, y lo peor es que lo fue mucho menos al arribar en aquel sitio. Se hallaban en el monte hokage, sobre las cabezas talladas en la roca de la montaña. Claro que no era la primera vez que iba allí, estaba consciente de la maravillosa vista que proporcionaba la zona, la razón de su mudez se debía al acto en sí.

¿Él la había llevado a ese bonito lugar solo por su comentario sin importancia?

Era inevitable pensar en el sentido romántico que se le podía atribuir a la acción.

—Vendría a vivir aquí solo por tener esta vista todos los días —oyó decir a su acompañante.

No lo veía, no podía después de pensar semejante incoherencia.

Sin embargo, un apretón en su extremidad la hizo reaccionar, ¡Seguían de la mano!

Con los nervios a flor de piel acumuló todo el valor que tenía y lo miró, él la observaba a ella con una sonrisa.

Su corazón se detuvo, ¿Acaso esa frase tenía doble sentido?

—¡Oye ten cuidado!

El grito de un aldeano no detuvo sus rápidos pasos, al contrario, al notar como su contrincante sobrepasaba su posición aumentó aún más su velocidad con el objetivo de alcanzarlo. Era su cuarta carrera del día y aún no lograba ganarle a Guy, si de por sí ella era rápida la velocidad del de traje verde era evidentemente superior.

El mayor le había encomendado a Kai la tarea de completar el entrenamiento de la semana con unas pesas en los tobillos de la misma cantidad de kilos de las que utilizaba Lee. En un principio la diferencia entre las que usaba ella con las nuevas no le pareció un gran reto, mas luego de unas horas el cambio era notable, su cansancio era mayor en comparación a sus entrenamientos anteriores a pesar de ser la misma cantidad de horas.

Pasada la línea de meta previamente definida, Guy ordenó a la genin completar una serie de ejercicios físicos con el fin de acrecentar su resistencia en batalla. Desde el primer día que comenzó a entrenar bajo el mando del jonin se vio obligada a realizar aquellas múltiples repeticiones de distintos ejercicios como simple calentamiento. Fue difícil, claramente, ni Jiraiya les había hecho hacer semejante esfuerzo físico. Pero luego de unas semanas su cuerpo terminó adaptándose a la metodología y ya no le costaba tanto como antes.

Debido a la carencia de técnicas que no sean parte del taijutsu de Guy, Kai inició su propio entrenamiento a solas de sus jutsus de fuego más su genjutsu, como también el control de su tantō. Ciertamente el uso del genjutsu, si este salía bien y su contrincante se descuidaba lo suficiente como para caer en él, era rápido y en la mayoría de los casos completamente efectivo, siendo un movimiento que acaba la batalla, no podía darse el lujo de depender de él y utilizarlo en repetidas ocasiones de forma continua. Era un buen truco, pero le gastaba el suficiente chakra como para dejarla fuera de combate en un tiempo para nada conveniente. Por ello es que concentró parte de su preparación en el control de chakra, cosa que le ayudaría mucho en el control del genjutsu en sí.

Concluidas las ciento y tantas repeticiones de puñetazos y patadas Guy dio por terminado el entrenamiento del día.

—¡Muy bien Kai! —alzó el puño el mayor—. Es todo por hoy, puedes irte, ¿Te veo allá?

—Sí.

Ambos tomaron caminos diferentes, la Uchiha se encaminó a su casa, en donde se dio la tarea de ducharse para luego tomar un par de manzanas y salir nuevamente hacia las calles de Konoha. Otra costumbre que poseyó en sus semanas de entrenamiento: pasar por el hospital en las tardes para visitar a aquel chico que la llevó a recurrir a Guy.

Ni siquiera le dirigió la mirada a la recepcionista, y esta misma tampoco le dijo nada, simplemente caminó en dirección a la habitación que ya conocía en silencio.

—¡Kai!

Apenas puso un pie dentro de la habitación Lee se puso de pie siendo regañado por la enfermera que le estaba cambiando los vendajes del brazo. Guy también estaba ahí, con su usual sonrisa y de brazos cruzados.

—Lee —saludó.

—¿Cómo va tu entrenamiento? ¡Guy-sensei dice que has avanzado mucho!

—Oh, sí, bien supongo —se encogió de hombros, arrojándole al otro genin una de las manzanas que llevaba en la mano.

—¿Es para mí? —la miró como queriendo llorar—. ¡Gracias!

La fémina solo sonrió levemente con gracia, Lee siempre se emocionaba por cosas pequeñas.

Los tres iniciaron una breve conversación respecto al estado de salud de Lee, en donde la enfermera regañó nuevamente al chico por estar escapándose para entrenar en el patio. Posteriormente a que la misma acabara con la revisión de Lee dio aviso de que el paciente necesitaba descansar, por lo que Guy y Kai no tuvieron de otra que retirarse del cuarto.

En su camino hacia la salida la chica se encontró con Shikamaru, el cual llevaba en sus manos una cesta de fruta.

—¿Qué haces?

—Ah Kai, ¿Qué haces tú aquí? —enarcó una ceja el chico.

—Vine a ver a Lee —respondió con impasibilidad—. ¿Tú?

—A Choji, le dio indigestión —resopló—. Pero los doctores no me dejaron darle la fruta, así que ahora iba en camino a ver a Naruto, el idiota lleva inconsciente tres días.

—Ya veo —murmuró—. Te acompaño.

Ahora ambos se encaminaron a la habitación del rubio, encontrándolo profundamente dormido. Se sentaron a un lado de la cama y a los pocos minutos ya estaban jugando shogi con la tabla que el Nara llevaba consigo. Cuando había pasado aproximadamente una hora y media y unas cuantas partidas ganadas por el varón, Naruto comenzó a removerse en su cama.

—Vaya, decidiste despertar, ¿Eh? —habló Shikamaru.

—¿Dónde estoy? ¿Qué es esto?

—El hospital —dijo Kai—. Llevas inconsciente como tres días.

El rubio los quedó mirando con cara de estar medio dormido aún, pero al segundo su expresión de deformó y comenzó a gritar.

—¿¡Tres días seguidos!?

—¡Ah, sí! Más o menos... —respondió el Nara, sobresaltado por el repentino grito.

—¿¡Cuándo es la final!?

—Mañana —sonrió divertida la Uchiha.

—¿¡CÓMO!?

Naruto se lanzó sobre los dos agarrando el cuello de sus ropas, zamarreándolos mientras gritaba furioso.

—¿¡CÓMO PUDE DORMIR TANTO!? ¿¡POR QUÉ NO ME DESPERTARON ANTES!? ¡DEBO ESTAR LISTO! ¿¡Y EL VIEJO PERVERTIDO!? ¡DÓNDE ESTÁ EL ERMITAÑO! ¡SE SUPONE QUE ESE VIEJO SUPERVISARÍA MI ENTRENAMIENTO!

—Oye cálmate niño, relájate —se quejó Shikamaru—. No tengo idea de lo que estás hablando.

—¿Hablas de Jiraiya? —preguntó Kai alzando una ceja—. No sabía que estaba en la aldea.

—¿¡Dónde está mi ropa!?

Con desespero el Uzumaki se puso a lanzar las almohadas de la cama hacia todas direcciones en busca de su vestimenta, pero ante el grito de Shikamaru se quedó inesperadamente quieto.

—¿Qué te pasa ahora? —rió la chica.

—Es que... —lloriqueó—. Me estoy muriendo de hambre.

Shikamaru extrajo la cesta de frutas de debajo de la cama, explicándole a Naruto el origen de esta para luego darle una de las manzanas. Antes de siquiera probar bocado de esta el rubio se detuvo y rió de forma maliciosa, dando la idea de comer frente a Choji para molestarlo, noción que fue apoyada por los otros dos.

En su camino a la habitación del Akimichi, Kai sintió un escalofrío recorrerle la espalda, otra vez detectaba ese chakra gigantesco y aterrador, el de aquel chico de la arena.

—Adelántense, voy en un minuto —dijo a sus acompañantes, quienes solo asintieron y siguieron su camino.

Sus pasos dieron la vuelta en 180 grados para ahora ir en dirección a la habitación de Lee, tenía una idea de lo que querría hacer el pelirrojo justamente en ese lugar, solamente esperaba llegar a tiempo.

—Detente.

Gaara se hallaba frente a la cama de Lee, en donde este dormía plácidamente, con una mano en alto en camino a realizar su famosa técnica de arena.

—Tú...

El de hebras rojas bajó lentamente la mano para posteriormente voltearse y mirar a la fémina, la cual solo lo observaba con rostro serio.

—Déjalo —repitió Kai—. Puedes aguantar tus ganas de asesinar hasta mañana para la final.

—Si no te quitas de mi camino —habló—. También te mataré.

—Sí, me lo has dicho antes —alzó una ceja.

Y era verdad, no era la primera vez que se enfrentaban. En el mes de entrenamiento se habían topado una que otra vez, donde sin falta el pelirrojo la amenazaba a muerte o de una ya intentaba atraparla con su arena. Kai seguía con la idea de descubrir cuál era el origen de su poder, mas hasta ahora no había encontrado nada. Su último encuentro había sido una noche hace algunos días, Gaara se hallaba sentado en un techo observando la luna en lo que Kai caminaba por las vacías calles de la aldea. La Uchiha pretendía solo seguir su trayecto hacia su casa, pero en cambio se vio tentada a quedarse a mirar al extranjero, estando presente en el momento en que Gaara asesinaba fácilmente y a sangre fría a Dosu, aquel chico del sonido que era subordinado de Orochimaru.

En un momento conectaron miradas, pero ninguno hizo ni dijo nada, solo se quedaron allí, intentando leer los pensamientos del otro. No obstante, no eran los únicos ahí en ese momento, por lo que sintiendo la llegada de otras personas Kai siguió su camino dejando atrás al pelirrojo, quien solo observó en silencio como se marchaba.

—Su pelea ya tuvo lugar, es innecesario asesinarlo.

—Quiero hacerlo.

—No lo harás.

Tal como aquella noche ambos se quedaron quietos, solo mirándose el uno al otro, hasta que Gaara habló.

—Tú... tienes los mismos ojos que yo —pronunció con lentitud—. Esos que conocen el peor de los dolores... el dolor de la soledad.

Kai frunció el ceño con disgusto.

—No somos iguales.

—Duele, ¿No es así? Estar completamente solo.

Claro que dolía, dolía el sentirse sola a pesar de estar rodeada de personas. Pero nunca lo admitiría en voz alta.

Iba a hablar, no quería seguir escuchándolo, pero si quiera antes de abrir la boca dos personas aparecieron velozmente por la puerta. Shikamaru había inmovilizado a Gaara con su jutsu de posesión de sombra, a la vez que Naruto le asestaba un puñetazo en el pómulo, acción que fue regañada por el Nara ya que este también era afectado.

Naruto estaba furioso, provocando al extranjero a lo que Shikamaru intentaba evitar pelear. Kai se mantuvo al margen en silencio, incluso cuando Gaara narró parte de su niñez, explicando como su padre había realizado un jutsu sobre él cuando aún no nacía, acto que lo condenó de por vida. El pelirrojo relató que poseía el espíritu de un monstruo en su interior, razón por la cual era inestable emocionalmente y por lo que intentaron asesinarlo en variadas ocasiones. Entonces Naruto comprendió que eran iguales, pero a su vez muy diferentes; y Kai obtuvo información acerca del origen del poder del chico.

Shikamaru intentó evitar a toda costa alguna pelea, mas su jutsu no pudo con Gaara por lo que no pudo detener el movimiento de su arena hacia la cama de Lee. Naruto había quedado pasmado por lo dicho por el pelirrojo, y antes de que Kai siquiera diera un paso para ponerle alto al asunto la puerta fue abierta de sopetón.

—Suficiente —Guy habló—. Espera a mañana, porque la competencia final va a comenzar. Hoy sería un desperdicio, ¿Es eso lo que quieres?

Gaara comenzó a quejarse con las manos en la cabeza, su rostro expresaba dolor y ligeros alaridos salían de su boca. Unos segundos pasaron y cuando el chico dejó de quejarse simplemente caminó con lentitud hacia la puerta y paró apoyándose en el marco de la misma.

—Algún día los mataré, solo esperen —los observó de reojo—. Los mataré a todos.

Y se retiró, con la mirada puesta en Kai.

Hola genteeeeee, tanto tiempo😼🤙 cómo están? Espero les haya gustado el capitulo <3


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top