001. una introducción a la vida de diana

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𝐮𝐧𝐚 𝐢𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐚 𝐥𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 𝐝𝐞 𝐝𝐢𝐚𝐧𝐚

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La verdad era que a Diana Hathaway no le gustaba para nada ser hija única. Sobre todo sabiendo que sus padres no eran los más presentes. Su padre era auror, que lograba que trabajara todo el día y su madre era sanadora, que no trabajaba tanto como su padre, usualmente tomaba turnos. Que significaban noches enteras sin ella. De hecho, su madre se ausentó en navidad por su trabajo y Diana pasó una noche buena con su papá aunque no pudo dormir por llorar tanto.

Pero Diana no estaba sola. A la edad de ocho años, sus padres le regalaron algo que Diana siempre había pedido (no un hermano, porque a pesar de las súplicas de Diana, sus padres se negaban a tener otro hijo). El día de su cumpleaños, su madre apareció con un gatito blanco muy bonito.

⎯¡Muchas gracias! ⎯había chillado Diana abrazando a su madre y luego a tu padre.

⎯Tu padre y yo sabíamos que querías un gatito y encontramos que eres lo suficientemente grande para hacerte cargo ⎯le sonrió Anya.

Diana sonrió de oreja a oreja cuando pudo sostener en sus manos a aquel gatito. Su pelaje blanco y largo era la cosa más suave que Diana había tocado jamás y su suave maullido derritió su corazón.

Prontamente se le ocurrió un nombre.

⎯Tú nombre será... Coco ⎯sonrió, acariciando la cabecita de Coco.

Ahora con 11 años Coco era la única cosa que la acompañaba siempre. Diana amaba a sus padres, eso era innegable, pero le dolía su poca presencia. Sabía que sus padres hacían todo lo posible por pasar tiempo con ella, y a veces pensaban que con cosas materiales, a Diana no le faltaría nada. La situación económica de la familia Hathaway era bastante buena. Sus padres ganaban bien. Pero lo que quería Diana para navidad no eran muchos regalos. Cada navidad Diana reza en silencio que sus padres estén presentes el 24 y el 25. Sólo eso.

Diana suspiró, bajando las escaleras hacia la cocina. Estaba vacía. Diana observó el refrigerador, en donde había una pequeña nota de papel amarilla. Diana se acercó para leerla.

Hoy cuando lleguemos a casa iremos los tres al callejón diagon para que puedas comprar todo lo que necesites para Hogwarts.

Diana sonrió, recordando el día en que llegó su carta de Hogwarts. Diana llegó a llorar de emoción. Ahora sólo tenía que esperar varias horas para que sus padres llegaran a casa.

¡Coco! ⎯exclamó Diana mirando la escalera, llamando a su gato.

Coco no tardó en llegar, maullando feliz cuando Diana le sirvió su comida en su pequeño plato y luego le cambió el agua por agua limpia.

⎯Eres tan lindo ⎯susurró Diana mientras acariciaba a Coco. ¿Cómo eres tan lindo?

Coco ronroneó feliz, como si entendiera las palabras de su dueña.

⎯Espero que te guste Hogwarts, Coquito ⎯dijo Diana⎯. Te voy a llevar conmigo a Hogwarts. En la lista salía que aceptan gatos.

Coco la miró con curiosidad y Diana le rascó la cabeza.

⎯Me dolería mucho dejarte aquí solo, Coco ⎯explicó Diana aunque sabía que su gato no entendía nada⎯. Eres lo único que tengo.

El resto del día, Diana se sentó en su sillón favorito con un libro de pociones abierto en su regazo y leyó hasta que oyó que la puerta se abría y alzó la mirada, cerrando el libro sin importarle el marcar su página y se levantó para abrazar a sus padres.

⎯¿Estás lista, Di? ⎯preguntó Anya sonriendo.

Diana asintió.

⎯Más que lista ⎯respondió Diana.

Usando la red flu, la familia Hathaway logró llegar al callejón diagon. Diana sacó la lista de útiles de su bolsillo y junto con sus padres fueron comprando las cosas de la lista en orden de aparición.

⎯Vamos a la tienda de túnicas ⎯le dijo Anya a Diana.

Su hija asintió con la cabeza y siguió a su madre. Antes de entrar, Diana pudo ver lo que parecía un gigante con dos helados en las manos y luego vio a un chico de cabello negro y gafas redondas salir de la tienda con sus túnicas y cuando él le sonrió, el corazón de Diana latió a mil.

Antes que pudiera preguntarle el nombre, el chico se alejó con el gigante.

Por suerte, Anya no pareció notar el sonrojo en las mejillas de su hija.

⎯¿Hogwarts, guapa?

Diana asintió, un tanto distraída al no poder olvidar los ojos verdes de aquel niño.

⎯Diana...

Diana pestañeó sacando de su cabeza a aquel niño porque lo más probable era que nunca lo volvería a ver.

⎯Sí, sí, lo siento, estaba... pensando ⎯se apresuró a decir, mientras caminaba hacia dónde le señalaban.

Tras obtener su túnica, Anya llevó a su hija a comprar su varita. Diana entró con las manos temblando y su corazón latiendo a mil. Estaba asustada y emocionada a la vez.

⎯Buenos días ⎯murmuró Diana sin ver a nadie.

⎯Ah, señorita Hathaway, un gusto verla ⎯dijo alguien de la nada, haciendo saltar a Diana⎯. Acérquese.

Diana se acercó, curiosa.

Obtener su varita fue un proceso largo (o al menos para Diana que su paciencia cuando está emocionada es nula). Pero al final se logró.

⎯Podría ser... Madera de cerezo con pelo de cola de unicornio ⎯murmuró Ollivander sacando una varita.

Diana agarró la varita e hizo el mismo movimiento que había hecho con las otras varitas, pero esta vez un extraño calor recorrió su cuerpo y no se destruyó nada, como había pasado antes.

⎯Al parecer esta varita la escogió, señorita ⎯le dijo Ollivander antes de cobrarle.

Diana asintió y sacó de su bolsillo los galeones que le pedían. Agarró su varita y salió de la tienda. Su mamá la esperaba afuera junto con su padre.

⎯Hay que ir a casa, Di ⎯le dijo Ángel.

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