Apartamento de Aitor, sábado 18 de octubre de 2014: Ni contigo ni sin ti


Pasaron los días y ninguno de los dos volvió a pronunciarse. Sara había aceptado que con Aitor siempre sería así, jamás cambiaría, y lo cierto es que ese hecho cada vez le importaba menos. Tomó la decisión de seguir adelante aprovechando todas las oportunidades que se le presentasen sin contar con él.

Por su parte Aitor sintió que perdía una guerra, que retirándose de la batalla concedía la victoria a alguien que no se la merecía. Un nudo se instaló en su garganta impidiéndole tragar, mientras sus pulmones se esforzaron en coger y expulsar aire intentando calmar su creciente ira.

Sara era lo único que le pasaba, el motivo por el que estaba tan perdido, por el que no se reconocía, por el que sufría en silencio e incluso había dejado de comer, el motivo que había causado que su humor cambiara, que su vida sexual fuese un desastre, que en la oficina empezaran a cuestionarse su profesionalidad, que sus amigos casi ni le dirigieran la palabra... Todos, absolutamente todos los males que empezaba a experimentar solo evidenciaban una única realidad que llevaba meses ignorando, negándose a aceptar por temor a volver a equivocarse: Sara le gustaba más allá de una amistad, y eso la convertía en la causante de todos y cada uno de sus problemas.

Día tras día trataba de convencerse de que ella no le gustaba, además, tampoco tenían nada en común, y encima era una de esas chicas en busca de un amor romántico y él de romántico tenía poco. No había nada que les acompañara en esa estupidez, que constatara que estaban hechos el uno para el otro y, sin embargo, él se había enamorado perdidamente de ella.

Aquella noche Aitor salió abatido de su apartamento, tenía la mente embotada de tanto pensar y lo único que se le ocurrió fue emborracharse.

—No me puedo creer que haya vuelto a caer en esta trampa... ¡¿Por qué?! –habló para sí.

Bebió en diferentes clubes intentando olvidar, intentando desvincularse de esos sentimientos dañinos que empezaban a resurgir de forma imparable, tambaleando los cimientos donde se sostenía todo su mundo.

—Encima estoy aquí, comiéndome la cabeza por esa estúpida mientras ella está follándose a otro, ¡hay que joderse! –Rio desquiciado antes de beberse el cubata de un solo trago.

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