81. Lugares de ensueño

CAPÍTULO OCHENTA Y UNO
LUGARES DE ENSUEÑO
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La casa de los Reiss se erigía solitaria en el medio de un gran terreno, bordeado por árboles y semi oculta entre el follaje que había crecido con el pasar de los meses. La reja que resguardaba a la propiedad estaba abierta y se escuchaba el sonido de caballos, un par de constructores moviéndose en el patio delantero mientras trazaban planos y bajaban materiales de un par de carretas.

Cada uno de ellos se inclinó y murmuró una bienvenida al verla pasar, pero seguían evitándole la mirada. Historia entendía; podría no gustarle enteramente que las personas de mayor edad a ella siguieran mirándola con desconfianza, y que en más de una ocasión se lo hiciesen saber, pero aun así podía ver por qué todos parecían ponerse nerviosos acerca de su reina si lo veía desde una perspectiva distinta.

Su caballo se quedó pastando fuera cerca de los establos y subió los pocos peldaños hacia la entrada principal. Los goznes en donde antes estaba sujeta la puerta estaban rotos, justo como Félix los dejó aquel día que asistieron por primera vez a “saquearla”, pero el objeto fue en sí removido luego de que Historia accediera a renovar la casa para hacerla habitable tal y como Zackley le sugirió una vez se puso en cuestión cuál sería la residencia oficial de la reina. Aunque técnicamente podría haberse quedado en la residencia del Rey Falso en Mitras, tanto ella como Nile y como Zackley acordaron que lo mejor sería tener un lugar lejos de la Capital al que pudieran tener acceso, uno que no fuera tan públicamente conocido.

La antigua residencia de los Reiss no era la mejor opción, pero sí la más viable. Hasta que encontraran un sitio perfecto en el cual construir una casa segura con puntos de ventaja por los que pudiera ser custodiada, era eso o el palacio en Mitras, y Historia prefería la vieja casa donde residió su hermana que un gran edificio ambas partes cuartel militar y vivienda habitacional. Además, no se sentía del todo segura en la Capital, a pesar de que era la ciudad donde pasaba la mayor parte del tiempo, había sido una decisión unánime que actualmente, vivir en ella estaba fuera de consideración.

El interior seguía igual a cuando lo visitó por primera vez; las escaleras a su derecha pegadas al muro que aguardaban sin ninguna pizca de polvo en sus peldaños, pues alguien las había barrido antes de su llegada, el candelabro que colgaba justo en el centro del vestíbulo, iluminando el lugar con las rocas brillantes que descubrieron bajo la capilla de los Reiss con la mesa de madera blanca debajo de él, sin florero esta vez, el portarretratos probablemente en la basura para entonces. La alfombra roja con bordados bonitos también había sido desechada tiempo atrás cuando Kenny le dijo que lucía horrible y que probablemente tenía mierda de caballo en ella de aquella vez que vinieron y entraron sin cuidado.

El vestíbulo se veía igual, salvo un par de detalles, pero la sensación de estar ahí de pie una vez sabiendo que estaba por habitar aquel lugar era distinta.

—Historia —la tenue voz de Ymir, siempre plagada por ese tono vacilante con la que solía llamarla, le hizo parpadear en su dirección. La pecosa colocó su mano en su hombro, dándole un suave apretón—. Uhm, ¿te encuentras bien?

Historia abrió su boca para responderle, solo para darse cuenta de que no tenía idea de cómo hacerlo, qué decirle.

—…La última vez que estuvimos aquí Félix dijo que nadie volvería —murmuró por lo bajo, un poco melancólica. A pesar de haber pasado semanas desde la partida de su primo, aún sentía un pinchazo de dolor al recordarlo—. ¿Qué pensará cuando vuelva y vea que se ha convertido en mi residencia?

—Bueno, supongo que va a gustarle —fue la respuesta que obtuvo. Ymir se movió un poco hasta colocarse a su lado, dándole un codazo a manera de juego—. Aquí vivía Frieda, estoy segura de que va a alegrarse de que tú, uh, lo hagas también y conectes con ella. O algo así.

Historia reconocía el esfuerzo de Ymir por hacerla sentir mejor, aunque no fuese algo que necesitara; ella, muy profundamente, sabía que a Félix probablemente no le importaría. Él tampoco parecía albergar mucho sentimiento hacia la casa, o por lo menos, no ninguno que hubiera sido visible ese día, no. A Félix probablemente solo le importaba la habitación al fondo del pasillo del lado derecho en el segundo piso, la que Kenny le dijo que su primo en persona selló cuando dejaron el lugar, la que probablemente nadie se atrevería a tocar o a abrir nuevamente por temor a traer de vuelta al fantasma atrapado ahí.

Casi sin querer que alzó la mirada y viró su cabeza en esa dirección, donde se hallaba el pasillo que te llevaba a ella. Se preguntó si aquel día que fueron algo más fue tomado que no fuesen los libros que la familia Reiss guardaba con recelo, los que contenían la poca información acerca de tecnologías mucho más avanzada que la que usaban de momento, si solo fueron las pocas joyas que encontraron que pudieron pasar como herencias familiares para hacerla ver más legítima frente a los otros nobles, algo más que no fuese el libro que Historia reconoció en la habitación de Frieda y que tomó antes de salir, sin decirle a nadie sobre su robo.

Se preguntó, también, qué fue dejado atrás una vez la abandonaron, qué secretos seguían ocultos, cuáles jamás sabrían.

Qué piezas de sí mismos, tanto de ella como de Félix, abandonaron dentro de aquellas paredes cuando se fueron sin mirar atrás. (Qué parte de Félix se quedó sellada detrás de esa puerta que él mismo cerró.)

Su mirada se desvió de aquella dirección cuando vio a Kenny salir de una de las salas a la izquierda y su ceño se frunció muy levemente, curiosa por la presencia del hombre.

—Kenny, ¿qué haces aquí? Creí que estarías…

—Con Talisa —dijo por ella, encogiéndose de hombros como si realmente el tema no le importara, o la mujer en sí. Con su cabeza señaló hacia el segundo piso—. Llegamos poco antes que ustedes, así que le dije que podía ir a ver el lugar y yo la guiaría, pero luego de un rato subió a las habitaciones y allá se quedó. Supongo que está escogiendo la suya.

—Oh —musitó, dubitativa—. Dijo… Quiero decir, uhm… ¿Aceptó sin… Aceptó sin ninguna objeción?

Kenny alzó los hombros y los dejó caer, y se rehusó a mirarla.

—Es la madre del rey —dijo por lo bajo—. Aunque se encuentre “desaparecido” para el resto, una vez hagas el anuncio formalmente estoy seguro de que va a causar furor entre un par de personas, especialmente las familias nobles. No tiene otra opción que no sea ser resguardada junto a la reina.

—¡Eso! Y, además, Talisa te aprecia mucho, Historia —irrumpió Ymir a prisa, tirando una mala mirada en dirección del hombre—. Independientemente de los motivos por los que fue traída aquí, estoy segura de que no le molestará vivir contigo, ya que son familia y… Y todo eso.

Historia se mordió el labio, porque si bien Talisa siempre fue cálida con ella, la inseguridad que se arremolinaba debajo de su piel que la hacía sentirse ansiosa acerca de su decisión de invitarla a vivir con ella era mucho más pesada que el alivio que sentía al saber que la madre de Félix había aceptado sin poner una pelea. No debía serle fácil dejar atrás un hogar en el que había vivido por tanto tiempo, especialmente si parecía retener tantas memorias de su vida y la de su familia a lo largo de tantos años.

…Aún más si cada una de esas memorias incluía a su hijo, a su único hijo, quien se hallaba desaparecido y quien ella creía aguardaba a que fueran a recogerlo de un pueblo fantasma, el que estaba vivo al otro lado del océano (porque si Félix moría y ella no se enteraba, si ese supuesto reloj que retrocedería una vez él pereciera llegaba a hacerlo, ¿se daría cuenta? ¿sabría su subconsciente si el ciclo reiniciaba, si sus esfuerzos fueron en vano?

Recordó aquel sentimiento, ese nudo deshaciéndosele en el pecho. Recordó parpadear repentinamente, como si despertara de un largo sueño, y alzar la mirada del libro en su regazo para llevarla hacia la ventana junto a la que leía. El sol brillaba, quemaba.) Talisa no lo decía, nadie lo hacía de hecho, pero la mujer estaba en el limbo, aguardando una buena o una mala noticia, esperando a que el Ejecutor de Hange limpiara el Muro María de los pocos titanes que quedaban deambulando en el territorio cercano a Trost para que pudieran volver a Shiganshina y traerle de vuelta a su hijo, o su cadáver por lo menos.

Sin mediar palabra, giró lentamente sobre sus talones y se dirigió escaleras arriba, pidiéndole a Ymir y a Kenny que se quedaran allí. El conocimiento de la supervivencia de su primo pesaba en su ser, en su alma, cada vez que miraba a Talisa a los ojos y le mentía acerca de ello, cuando la mujer la invitaba a cenar con ella y los Jovan, cuando le preguntaba cuál era su comida favorita y cuando procedió a cocinar varios platillos una vez Historia le dijo que nunca comió algo que pudiera llegar a ser su “favorito”.

Las habitaciones estaban solas, vacías a excepción de los pocos muebles que dejaron como las cómodas y los espejos, porque incluso se deshicieron de los colchones y las bases de cama cuando Historia mencionó que se sentiría incómoda si debía dormir en donde fantasmas lo hicieron. Su mano se detuvo a centímetros del pomo de la puerta de Frieda, sus dedos apenas rozando el frío metal, y dentro le pareció escuchar el leve eco de una carcajada.

No. No podía entrar ahí. (Era un lugar prohibido, un santuario al que no tenía permiso profanar.

Era en donde Félix, una parte suya, residía junto a la de Frieda.)

Volvió a dar la vuelta y se decidió a dejar esa habitación tal y como Félix la dejó al partir, y permitió que sus pasos la guiaran hacia el otro lado del pasillo, pasando las escaleras y la habitación de uno de los niños, la habitación que probablemente había sido del mayor de ellos, la que probablemente pertenecía al matrimonio y deteniéndose frente a la única que estaba abierta, ligeramente emparejada para que quien pasara por ahí pensara sobre si entrar o no sería sensato.

No lo era, curiosamente, pero Historia la empujó con suavidad y echó un vistazo al interior, dejando escapar un leve suspiro al encontrarse a Talisa dentro, apoyada en el escritorio frente a la ventana que probablemente dejaba ver uno de los costados del bosquecillo que rodeaba a la propiedad. El largo cabello negro le caía por la espalda y le llegaba un poco por debajo de los hombros, igual de oscuro al de Félix y seguramente igual de suave. Historia le dio dos leves toques a la puerta y la mujer se giró con cuidado, su expresión rompiendo en una sonrisa al verla.

—Historia —incluso su nombre, que en muchas ocasiones seguía escuchándose como una cosa prohibida, como algo a lo que odiar y a lo que temerle, sonaba cálido cuando era ella quien lo decía—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Llegaste hace mucho?

—Hace un par de minutos —murmuró, temerosa de que su voz se escuchara en el silencio de esa casa—. Tuve una de reunión de último momento con Zackley y los otros comandantes antes de poder venir. ¿Cómo… ¿Cómo sientes el lugar?

Talisa se volvió por completo hacia ella, una pensativa expresión cruzándole el rostro. La vio sentarse sobre el escritorio y cruzar los brazos, echar un vistazo a su alrededor. Historia esperaba en el umbral, ansiosa.

—Bueno… Ha estado abandonada por un tiempo —dijo al final—. Kenny me dio un breve recorrido por el lugar. La cocina necesita un poco de trabajo en ella, y aunque por lo menos la sala familiar luce en buen estado, supongo que podríamos mover los muebles de aquí allá y darle un nuevo aspecto. El jardín es el que requerirá mucho más trabajo de lo pensado, pero tu déjame eso a mí cariño, yo me haré cargo de ello.

Historia sintió una oleada de lágrimas venírsele encima, unas que no sabía de dónde provenían, pero sí que las causaban, y Talisa la observó con clara sorpresa cuando se llevó las manos al rostro para limpiárselas.

—Historia ¿qué ocurre? ¿Te encuentras bien? ¿Estás herida?

—Es solo… Es que creí que no querrías quedarte —musitó entre lágrimas, pequeños sollozos—. Creí que preferirías quedarte con los Jovan, creí que no… Que yo estaría-

Talisa se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, dándole leves caricias en la espalda mientras Historia se permitía hundirse en el confort del abrazo, en el olor a flores que desprendía la mujer, la familiaridad y la calidez que solo había llegado a sentir cuando estaba junto a Félix. Los dedos de Talisa le peinaron el cabello, murmurando promesas de quedarse y no dejarla sola en esa casa tan grande llena de fantasmas, su voz llena de una gentileza que le rompía el corazón.

No supo cuánto tiempo pasó hasta tranquilizarse, o cuántas lágrimas lloró mientras el alma se le hacía más pesada. Pero al separarse, Talisa presionó un beso contra su frente y le acunó el rostro entre sus manos, mirándole como si Historia fuera algo a lo que apreciar (mirándole como ella sabía que Talisa miraba a Félix; el amor incondicional de una madre a su hijo) mientras que con sus pulgares se deshacía de cualquier rastro de llanto que fuera evidente en sus mejillas.

—No lo estarás, ni ahora ni nunca —prometió—. ¿De acuerdo? Ahora eres familia, Historia, no hay manera en este mundo en el que decida a consciencia dejarte sola. Además, esta casa es muy grande, y solitaria, y eso no puede ser bueno para nadie.

—… ¿Te gustaría una casa más pequeña?

—Oh, el tamaño de la casa realmente no importa —Talisa despegó las manos de sus mejillas y en cambio, le rodeó los hombros para acercarla más al interior de la habitación—. Ladrillos y madera importan poco cuando es la compañía la que realmente lo hace. Una familia que se ama y se aprecia entre sí puede ser feliz en la más pequeña de las habitaciones, o en la más grande de ellas.

Talisa se inclinó hacia ella y recargó su sien junto a la suya. Por el rabillo del ojo la vio sonreír y Historia la imitó.

—Además, no vamos a estar solas —prosiguió, soltándola y sujetando su hombro, dándole un apretón—. Ymir y Kenny van a estar aquí también ¿cierto? Y estoy segura de que Eren podría venir de vez en cuando. Todos tus amigos, si quieres. Este será tú hogar a partir de ahora, después de todo.

Historia pasó saliva con pesadez, pero asintió a las palabras de la mujer. Una pieza suya comenzaba a encajar en donde el resto aún no lo hacía.

En cambio, miró a su alrededor mientras se limpiaba las pocas lágrimas que permanecían aún en sus pestañas y tomó en cada detalle de la habitación; el escritorio era amplio y tenía un par de libros y papeles encima bien ordenados, una ligera capa de polvo cubriéndolo, y por detrás había una ventana que daba vista hacia la arboleda, la cortina quieta a un costado en la pared. Junto a la puerta había un estante repleto de libros y al otro lado un perchero con un solo abrigo en él, también lleno de polvo. De frente a donde estaba el escritorio había una chimenea y dos sillones acomodados junto a donde iría el fuego, semi esquinados para que las personas que se sentaran en ellos pudieran mirarse al hablar. Había una pequeña mesita entre ambos con un mantel y dos vasos olvidados encima con el líquido rojo de lo que parecía ser vino en ellos, la bebida claramente olvidada allí. Ni rastros de alguna botella o un corcho, y luego estaba la alfombra que cubría el centro de la habitación y el otro librero, más pequeño y al fondo de la habitación.

Sin embargo, vio que junto a la chimenea había una pintura retratando un extenso campo de girasoles, los pétalos amarillos de las flores distrayéndote lo suficiente de la figura que podía verse hacia el fondo del lienzo, y a pesar de que no era mucho lo que veías o reconocías de ella, lo que sí notabas enseguida eran los mechones negros que el viento alzaba a placer.

—…Lucen como los campos fuera de la casa de la familia Jovan —murmuró por lo bajo, con las cejas tirando ligeramente abajo en curiosidad.

—Supongo que es porque lo son —la voz de Talisa tenía esa pequeña pizca de humor en ella que notabas enseguida porque sonaba genuina. Historia se giró a mirarla con confusión—. Éste estudio era de Uri, el padre de Félix.

Historia parpadeó, sorprendida, y giró nuevamente para poder captar otro vistazo de la habitación por completo.

—¿Cómo…?

—Hay un cuaderno, aquí —dio dos toques a uno de los libros encima del escritorio con su dedo índice—. Tiene su nombre. Y ese cuadro allí en la pared lo reconozco. Un hombre me preguntó una vez hace un par de años si podía quedarse alrededor de la propiedad de la señorita Diane por un rato para poder pintarlo.

—Y… ¿Y accediste?

—Mjm. Esa allí al fondo supongo que soy yo, estaba buscando a mis niños en los campos cuando el hombre se acercó a preguntarme. No… Recordaba aquello hasta ahorita.

Historia se dio cuenta repentinamente que la sonrisa en el rostro de Talisa tenía sus tintes de tristeza, sus ojos no mirando la pintura como ella había estado esperando, pero sí fijos en el cuaderno que acariciaba con la punta de sus dedos como si fuese… Especial.

Sintió que algo le tomaba el corazón y se lo estrujaba; eran los mismos ojos con los que Félix miró la habitación de Frieda la primera vez que vinieron aquí, pero en donde su primo estaba lleno de negación, Talisa se veía en paz. Y tranquila, y no había lágrimas ni ira que se desvanecía y se deshacía hasta volverse pesar.

Talisa irradiaba amor. Estaba aquí de pie en el estudio del hombre que era el padre de su hijo y al que amó, al que claramente seguía amando, y no estaba cayéndose a pedazos como Félix lo hizo al estar en la habitación de Frieda. No estaba luchando contra sí misma para mantenerse completa, porque Talisa lo estaba, sin ninguna pieza (excepto su hijo) que le faltara, nada que la detuviera de mirar a su alrededor y encontrar cosas que admirar, con las que asombrarse. ¿Cuándo fue la última vez que vio los ojos de Félix irradiarse por asombro y no por dolor? ¿La última vez en la que lo escuchó reír como solía hacerlo cuando lo veía brevemente en los pasillos del cuartel de la Legión antes de que el mundo se les viniera abajo? Trató de pensar en el sonido de sus carajadas y se dio cuenta de que no las recordaba, y que, si lo hacía, siempre habría algo que delataría el sonido como una risa forzada, algo agrio, algo que no denotaba una genuina diversión que le había hecho falta durante los últimos meses a su lado.

Se preguntó si la mujer con ella lo notó también; si vio en su hijo la infelicidad que Historia recién notaba y decidió no decir nada por miedo, o en caso de que lo haya hecho ¿qué fue lo que le dijo acerca de ello? ¿Lo abrazó, lo consoló? ¿Le pidió que buscara un trozo de felicidad, aunque este fuera pequeño, aunque estuviese casi marchito?

Félix era la viva imagen de su madre, con los mismos ojos verdes y el cabello oscuro como la noche, y Historia no recordaba haberle visto una expresión parecida a la que Talisa llevaba en su rostro en aquellos momentos.

Ese infinito amor que parecía inescrutable, a Félix parecía haberlo estado matando. A Talisa parecía mantenerla viva.

—Alguna vez… ¿Alguna vez consideraste…? —no encontró las palabras para poder decir lo que quería, mucho menos con el nudo que se le ataba alrededor de la garganta, mucho más mordaz que antes—. Uri, ¿consideraste… Dejarlo todo por él?

Talisa alzó la mirada hacia ella, su rostro frunciéndose un poco al tratar de pensar en una respuesta, pero la mujer simplemente negó con simpleza y rio suavemente.

—No, nunca. Nosotros… No estábamos destinados a ser, no juntos, no de pie el uno junto al otro, aunque eso no quiere decir que no nos amábamos —murmuró, sonriendo aún más, como si las palabras no le dolieran, como si la verdad de ellas no fueran nada más que eso y no una fría injusticia—. Era claro para los dos que jamás lograríamos estar juntos, y que al final del día, tomaríamos caminos que nos llevarían lejos el uno del otro.

—¿Y aun así lo amabas?

—Sí, aun así lo amaba —dijo—. Pero hay ocasiones en las que amar a alguien no es suficiente para hacer que se queden, Historia. Uri y yo sabíamos eso, y ambos lo aceptamos sin problemas porque sabíamos que aún sin estar juntos, siempre nos perteneceríamos el uno al otro.

Historia se mordió el labio.

—Pero, pero ¿no habrías hecho algo para estar juntos? ¿No habrías…? ¿No habrías luchado por ello?

—…No lo creo —y entonces la sonrisa se tornó distinta—. Quizás… Quizás si hubiera sido un poquito más como Kenny, quizás lo habría hecho, pero he de aceptar que cuando era joven era un poco cobarde, y me aterraba la idea de… De exponerme de tal manera. Amar a Uri, aunque fuera en secreto y en silencio, era suficiente para mí.

Pensó en la habitación al fondo del pasillo, el eco de una carcajada que le sonaba como un viejo recuerdo, el fantasma de su hermana atrapado en el interior, el trozo de Félix que jamás saldría de dentro y que permanecería allí hasta que la casa se volviera polvo. Pensó en esa misma tarde antes de partir hacia la residencia de los Reiss cuando les dijo a los otros Comandantes que Félix tenía motivos, que sus motivos eran egoístas pero que su corazón estaba en ellos, y entonces recordó lo que Pixis dijo, la sugerencia, lo que el mismo rey escribió en ese cuaderno suyo en el que relataba todas sus pesadillas, y sus sueños, las vidas que jamás alcanzaba a vivir porque ser eterno no significaba ser invencible.

Todos tienen sus motivaciones, y no estoy diciendo que las de Félix sean irrelevantes, pero si realmente se preocupara por esta isla y su gente, uno supondría que se habría quedado a ayudarnos. ¿Qué lo llevó a irse, entonces? Es lo que no me queda claro, y lo que no me deja confiar cien por ciento en su compromiso para con nosotros, la isla y su supervivencia… Y con usted también, su Majestad.

Si Historia le hubiera dicho al comandante Erwin la verdad todos esos meses atrás, ¿qué habría perdido Félix? Porque si lo hubiera hecho, el secreto estaría allí fuera y era probable que el comandante le pusiera la corona a él en lugar de a Historia, y nada realmente habría cambiado. Félix sería rey, Félix gobernaría, Félix lideraría. El escenario sería un poco distinto, pero no enteramente porque ahora mismo Félix era rey, independientemente de lo que lo llevó a serlo, así que entonces… Entonces, ¿qué lo hizo quedarse y aceptar el título, portar la corona? Y hacer todo eso en silencio cuando pudo haberlo hecho con la frente en alto, como Historia trataba de hacerlo.

Historia no era tan ilusa como para pensar que lo había hecho por ella. No por completo al menos, porque Historia entendía que Félix realmente no le pertenecería nunca como Kenny lo hacía a Uri Reiss y Mikasa lo hacía a Eren.

Pero hay ocasiones en las que amar a alguien no es suficiente para hacer que se queden, Historia. Y Félix tampoco se quedó por Frieda, como no se quedó por ella o por el Comandante Erwin, ni siquiera por su madre.

Amor, ¿qué era tan aterrador acerca de ello que Félix huía de él con tanto fervor que no le importaba todo lo que dejaba atrás?

Talisa colocó sus manos sobre sus hombros, dándoles un suave apretón para llamar su atención y atraer su vista de nuevo a ella. En los ojos verdes de la mujer se reflejaba una serenidad a la que Historia era ajena.

—Amor, Historia —le murmuró como si fuese un secreto. Talisa tenía varios de ellos—. He vivido lo suficiente para saber que ahí es en donde se encuentran nuestros cimientos, lo mismo que nuestro núcleo anhela. Era demasiado joven para darme cuenta, demasiado ingenua, pero estoy segura de ello. No hay nada más liberador en este mundo que el sentimiento de amar y ser amado de vuelta.

Oh.

Su mirada se deslizó hacia un costado, el leve movimiento de la puerta abriéndose un centímetro más llamando su atención. Había alguien en el pasillo que las escuchaba.

—Y cuando la persona que ama es un Ackerman… —siguió diciendo Talisa—. Tampoco hay nada más aterrador en este mundo que pueda hacerle frente, y salir ileso de ello.

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Kenny aguardaba por ellas al pie de las escaleras, su cabeza tildada a un costado y los ojos fijos en Historia como si fuese una de sus presas a las que tanto le gustaba cazar. Ymir no se encontraba alrededor, pero alcanzó a escuchar su voz en una de las salas contiguas al vestíbulo.

—¿Entonces? ¿Qué piensan, uh?

Talisa se giró hacia el hombre y le sonrió con suavidad, y Kenny, como se le estaba haciendo costumbre, le evitó la mirada.

—Creo que es una buena idea, la casa es espaciosa y solo le hacen falta un par de detalles, nada que no pueda arreglarse en un par de semanas.

—Mhm, ¿qué hay de las habitaciones?

—Me quedaré en la que solía ser de mi padre Rod —dijo ella, atrayendo la atención de Kenny hacia ella—. Talisa eligió el estudio del segundo piso, así que iré a decirle a alguien que suba a limpiarla y que baje los muebles dentro de ella para poder meter un colchón y la base.

Antes de que pudiera si quiera darse la vuelta para llevar a cabo lo que dijo, Talisa la detuvo por el brazo y le sonrió esa sonrisa que le calentaba el pecho y le hacía sentir como si realmente perteneciera a su familia.

—Yo les diré Historia, no te preocupes —dijo—. Hay un par de cosas en ese estudio que me gustaría conservar, descuida.

Le sonrió a Kenny, pero Kenny llevaba semanas sin poder mirarla a los ojos, sin reconocer en ella algo que no fuera su conexión a Uri, la culpa que él también parecía albergar, la que compartía con todos los involucrados en ese plan.

Talisa asintió y se inclinó para dejar un suave beso en la frente de Historia antes de partir en busca de alguien que le ayudara con lo que quería hacer. Kenny la observó irse. Historia lo miró de arriba abajo, poco impresionada.

—Estabas escuchándonos ¿cierto?

Los fríos, metálicos ojos del hombre se movieron hacia ella.

—Eh, quise saber por qué tardaban tanto —se encogió de hombros—. No fue la gran cosa.

Pero las líneas de tensión alrededor de su boca decían lo contrario. Las miradas llenas de amargura, los gestos toscos, el mal trato que le daba a la que podría haber sido la esposa de su amigo, la mujer a la que Uri Reiss amaba, Historia sabía que mentía.

Ese sentimiento le reptó por la garganta, se le quedó atrapado en ella. Historia suspiró temblorosa y se mordió el labio, nerviosa, con el corazón que le palpitaba como si quisiese matarla.

—Por eso se fue ¿cierto? —comenzó a decir en un susurro, en la casa demasiado silenciosa—. Por eso siempre se va. Siempre lo hace.

Sintió a Kenny mirándola; se preguntó desde hacía cuánto que el hombre lo sabía, porque no le cabía duda de que lo hacía, de que entendía, que no había nadie más entre todos ellos que supiera a ciencia cierta lo que Félix pensara porque existía Kenny, y Kenny era suficiente.

—Talisa dice que los Ackerman son como son porque aman a las personas a las que quieren proteger —murmuró—. Que amar y ser amado es liberador y que un Ackerman que ama es aterrador.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—…Félix se fue por eso ¿cierto?

Trató de que no le temblara la voz, sorber la nariz y limpiarse las lágrimas. Kenny la miraba pero no la veía, como solía hacerlo con todo a su alrededor últimamente. Él, también, comenzaba a volverse un fantasma.

—Eso es lo que él quería ¿no? Superarlo, desaparecerlo, dejar ir el sentimiento porque la persona a la que él amaba más que a nada en este mundo ya no está. Y Félix era un Ackerman y había amado a Frieda, y al final no la eligió, y probablemente se sintió culpable, probablemente tenía miedo, y quizás estaba confundido y todo eso que sufría por dentro… Estaba huyendo de eso. Y de ella, y de Erwin, incluso de su madre.

Historia se llevó las manos a la cabeza y rio entre dientes, el eco rebotando en el vestíbulo.

—Está huyendo de todo porque tiene miedo de lo que significa ser un Ackerman ¿verdad?

Fue un largo rato en el que Kenny no dijo nada. Se quedó callado, recargado contra el barandal de las escaleras con la vista fija en el candelabro, la cabeza hacia atrás, la postura suelta. Un largo rato en el que escucharon los sonidos de los trabajadores en el patio, a Ymir en alguna de las salas contiguas murmurando entre dientes acerca de las comodidades tan inútiles con las que ciertos nobles vivían cuando muchos otros no podían ni siquiera poner comida en sus mesas.

Los relinchos de los caballos también alcanzaban a ser escuchados.

Y arriba, los fantasmas reían.

—Mira, Historia…

—Yo solo quiero-

—No puedo asegurarte si eso es lo que Félix quería o no —Kenny sonaba cansado—. Y a este punto, lo que él haya o no querido es irrelevante. Si ya está en Marley, pues ya está allá. No podemos hacer nada. Deja de darte dolores de cabeza a ti misma pensando en sus motivos, o en sus razones, o en lo que sea. Lo que él sienta hacia la familia Ackerman o no al final nos vale mierda.

—¡Pero tú eres un Ackerman!

—Sí, y por eso mismo te lo digo —chasqueó la lengua—. Si él es feliz huyendo de todo esto, pues que lo haga. Prefiero tenerlo lejos de aquí esquivando toda esta mierda de política y toda esta mierda de los Ackerman y los Reiss a que se quede aquí y termine como Caven.

—¿Y si en donde muere es allá? —le salió como un siseo, como un susurro. Historia estaba tensa, y decir esas palabras la hería—. Ni siquiera vamos a enterarnos. ¿Qué le diremos a Talisa uh? Cuando volvamos de Shiganshina sin él, sin algo a lo que ella pueda decirle adiós. ¿Qué le vamos a decir a los demás? ¿A sus amigos? A… ¿Qué vamos a decirle a Eren?

Una compungida expresión se le cruzó a Kenny en el rostro tan a prisa que Historia casi no la veía. Excepto que ambos estaban dolorosamente conscientes el uno del otro y de los pasos a su alrededor, las pocas presencias albergando la propiedad ese día. De Talisa en alguna parte del patio llamando a alguien a que la ayudara con un par de muebles en el piso superior.

El metal en los ojos del hombre se ensombreció, solo un poco. Historia se mordió el labio inferior y desvió la mirada, fingiendo que el leve deslumbrar de las piedras en el candelabro era más interesante que el pleno conflicto que se escribía a través de sus ojos. Dios, ella nunca había visto tal expresión en él, y verla le provocaba un pinchazo de culpa en el estómago por haberla puesto allí.

—Les decimos la verdad —dijo al final, con un encogimiento de hombros como si fuera tan poca cosa—. Y si a alguien no le gusta, no es nuestro problema.

Y con eso, se empujó de donde había estado recargado y se alejó hacia donde la biblioteca de la familia Reiss estaba oculta. Sus pasos hacían eco en el silencio del vestíbulo y la ancha espalda lo hacía ver intimidante. La camisa negra llevaba bordada la insignia del girasol en el hombro con hilo dorado, pequeña hasta que pudieran encontrar una manera correcta para incorporarla de manera oficial en el nuevo uniforme. También llevaba ese cuchillo por el que era tan famoso enfundado en su cinturón, y lo poco que se veía de la hoja destiló un tenue brillo cuando, al girar para dirigirse por el pasillo hacia la biblioteca, la luz de las rocas en el candelabro la golpeó con levedad.

Historia parpadeó y se quitó los rastros de ira y tristeza que se encontraban marcados en su rostro, físicamente deshaciéndose de ellas para que no la hirieran de más y la grieta de duda que le nacía en el corazón no fuera destrozada.

Miró a su alrededor, el vestíbulo al que le faltaba un poco de color y al que Talisa probablemente le añadiría un par de macetas una vez se mudaran, el candelabro que colgaba silencioso en el centro de la habitación, la alfombra que ya podía imaginar acomodada bajo el umbral. Y la mesa de centro que aguardaba igual de solitaria, le gustaría poner un portarretratos también.

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La pila de papeles descansando en la orilla de su escritorio se burlaba de ella. Incluso si Hange no tuviera ese desastre de papelería encima, esa pila ahí en la esquina seguiría burlándose de ella, le diría lo mismo que se decía a sí misma en ocasiones a lo largo de esa interminable semana, y como estaba segura de que las risitas venían de su mente, probablemente también le llamarían loca.

Ciertamente se sentía como tal. A donde quiera que mirara solo iba a encontrar libros, o más papeles, un par de plantas que Moblit le llevó para que le dieran “vida” al lugar, como a él le gustaba decirle. Hange no entendía muy bien cómo se suponía que un par de macetitas lograría aliviarle el sentimiento de crueldad que se le plantaba entre las costillas, pero si aquello le daba gusto a su amigo, suponía que podía dejarlas. No le estorbaban a nadie, y a veces cuando abría las ventanas y el viento se alborotaba, servían como pisapapeles, para que ningún documento se le escapara o se le regara en el suelo, como lastimosamente le había ocurrido en ciertas ocasiones anteriores a esa.

Ahora el viento solo soplaba, un poco cálido, el otoño más cerca de terminar para que después llegara el invierno. A ella le gustaba el invierno, le gustaba la nieve. En ocasiones, cuando la Legión tenía días libres y estaban en ese incómodo, exhaustivo tiempo entre la preparación de una nueva expedición y el término de otra, Moblit la arrastraría fuera de su oficina hasta el patio en donde la mayoría de los scouts se hallarían y Levi sería el primero en estamparle una bola de nieve en la cara. Hange trataría de esquivarla, porque dejar a Levi ganar cada vez que jugaban una improvisada batalla de bolas de nieve era simplemente un no, y aunque sus intentos fueran inútiles, lo intentaría al siguiente día otra vez.

Pero la pila de papeles seguía intacta y si Hange soplaba se vendría abajo, y no podría levantarlos por sí sola. Últimamente no podía hacer mucho por sí sola; ni moverse ni comer ni caminar. Extrañaba caminar.

Suspirando, bajó la mirada hacia el papel sobre el que se hallaba recostada y se enderezó, sintiendo los huesos en su espalda tronar suavemente, y luego se dejó caer otra vez sobre ellos. Se preguntó qué ocurriría si decidía tronarlos otro poco más y si así, cualquiera que fuera la vértebra que se le quebró y la dejó en silla de ruedas se acomodaría y le regresaría sus piernas.

—Hange, ¿qué haces?

Hange apenas si giró el rostro para mirar al recién llegado, pero Erwin era rápido y últimamente no parecía tener tiempo por desperdiciar, porque cerró el espacio entre la puerta de su oficina y su escritorio a tres largas zancadas y se inclinó para mirarla, mientras ella se enderezaba con lentitud.

—Preguntándome si al tronarme los huesos en la espalda la vértebra que me rompí volvería a acomodarse y podría caminar nuevamente.

Erwin frunció el ceño, pero no le hacía falta ser una genio para ver el destello de culpa en los ojos de su compañero. Ah, lo que ella y su bocota causaban. Hange olvidaba con quién hablaba a veces, y por más que quisiera a Erwin, ni siquiera ella podía negar que el hombre cargaba un gran saco de mierda encima, y que lo merecía.

—Digo, uh, ¿necesitabas algo?

La sonrisilla en su rostro no alivió la culpa en sus ojos, pero por lo menos el efecto disminuyó un poco y ambos fueron capaces de ignorarlo. Erwin se enderezó y se aclaró la garganta, echando un vistazo a la superficie de su escritorio con las cejas ligeramente fruncidas, la expresión pinchada. Hange lo observó en silencio.

—Moblit dijo que habías estado trabajando hasta tarde, pero… Bueno, no sé por qué creí que estaba mintiendo —murmuró lo último, como si fuera un pensamiento tardío y no una esperanza. Hange sonrió a medias—. Como sea, ¿has hecho algún progreso?

—Algo. Estos papeles que conseguiste en la casa de los Reiss son… Interesantes —hojeó los pocos que se encontraban a mano, ahí enfrente de ella. Luego hizo una seña hacia la pila en la esquina que seguía burlándose de ella—. Aquellos son los que me parecen realmente valiosos. Los puse allá para analizarlos más tarde, y para ver si tu tendrías alguna opinión acerca de ellos.

—¿Acerca de qué son?

—Aparentemente a un par de reyes Reiss les gustaba mantener diarios, escribir en ellos y trazar dibujos y esas cosas —Erwin alargó el brazo y tomó el que estaba encima de toda la pila, lentamente inspeccionándola—. Hay todo tipo de información ahí, desde historias de un continente al otro lado del océano y un par de descripciones de un par de cosas que aún no sé qué sean.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, uhm… ¿Cómo lo describo? Es como si el que escribiera estos diarios estuviera al tanto de que no debía, pero aun así lo hacía, por lo tanto, mantenía un par de sus descripciones tan vagas como pudiera. Estoy segura de que en uno de ellos se habla acerca de una máquina que te permite volar, pero no te da una descripción concreta de cómo es, o cómo funciona. Tal vez no sabía, o tal vez sí, pero eso es algo que no sabremos. La cosa es que estas cosas suenan como desvaríos de alguien que sufre de alguna enfermedad mental, como cuentos de hadas.

—Pero no son cuentos de hadas.

Hange sonrió.

—Nope.

Desde su silla se estiró por encima de todo el escritorio hasta la otra punta y agarró una hoja que marcó en la esquina en caso de ser necesario, y tiró de ella para sacarla de debajo de todo el montón. Un par de los papeles encima revolotearon y se ladearon, pero Erwin los sostuvo y evitó que la pila se deshiciera mientras ella se enderezaba y le mostraba el contenido.

—¿Ves esto? —dijo, señalando un garabato en una de las orillas de la hoja. Erwin asintió—. Estoy segura de que a esto es a lo que se refieren al hablar de esa “máquina voladora". Es un diseño súper raro y como nada que hayamos visto nunca, y es por eso que estoy segura de que es real.

—… ¿Solo porque nosotros jamás lo hemos visto?

—¡Exacto! —exclamó—. Erwin, esto que tenemos aquí que suenan como desvaríos mentales es una realidad que nosotros no conocemos. Aun no entiendo cómo es que los reyes Reiss los obtuvieron, aunque supongo que tiene que ver con el Titán Fundador, pero no podemos darnos el lujo de descartar ninguna opción de esto siendo una realidad en alguna parte del mundo hasta que no seamos nosotros quienes lo confirmemos con nuestros propios ojos ¿entiendes?

Erwin miró la hoja despacio, leyendo lo que estaba escrito en ella. Hange se dejó caer en el respaldo de su silla con otro suspiro, repentinamente toda la energía que pudo haber tenido yéndosele del cuerpo así de sencillo.

—Hay otro par de cosas, unos diseños de arma que son definitivamente una mejora que debemos implementar sí o sí, y otro poco de información relevante acerca de la isla. Estoy recopilando todo lo que sea importante para poder mostrárselo a Historia una vez me reúna con ella.

—¿Vas a reunirte con ella pronto entonces?

—Hah. Está un poco ocupada ahora mismo con el desmantelamiento de la ciudad subterránea bajo Mitras y uh… Ella y Kenny están trabajando para reformar a la Policía Militar junto a Nile. Hablamos hace poco acerca del Ejecutor que instalamos en Trost y me dijo que sería posible que Eren estuviera dispuesto a experimentar más con el endurecimiento, así que también estamos trabajando en eso. Además, escuché de Moblit que está supervisando de cerca la remodelación de la vieja residencia de los Reiss, así que tampoco quiero agobiarla mucho y tan pronto.

Erwin asintió.

—Tú también debes estar cansada —le dijo, sonriendo tenuemente a manera de disculpa.

La mueca en su boca floreció en una sonrisa pequeña, un poco agria porque últimamente así sentía el aire a su alrededor.

—Nah, pensar acerca de estas cosas me hace olvidar que estoy lisiada, así que lo prefiero.

—… Ya veo.

Erwin estaba cansado también.

Hange recordaba todas esas noches en vela que a veces pasaba con él, cuando estaban trazando rutas y evaluando riesgos junto con el resto de los capitanes de escuadrón y serían ellos plus Félix en la oficina del hombre con los libros que normalmente descansaban en el escritorio estando restregados en los libreros o en el sofá porque entonces estarían viendo mapas y trazando nuevos para poder acomodar las rutas a seguir una vez estuvieran fuera de los muros.

Las ojeras manchándole los párpados inferiores podían hacerle competencia a las de Levi en un buen día.

Hange prefirió no presionar el asunto. No había necesidad de traerlo a colación cuando ya sabía la respuesta que obtendría. Además, tampoco es como que quisiera hacerle un recordatorio diario a su amigo. Erwin, que pasaba los días yendo de aquí a la capital, definitivamente no necesitaba que alguien más lo agobiara al recordarle lo ocurrido, quién se había marchado por cuenta propia. Era suficiente con ver a Kenny por las mañanas durante las reuniones a las que Historia asistía, y darse cuenta de que la exudación de hostilidad que el otro Ackerman no se molestaba en ocultar era dirigida a él sin ningún motivo aparente.

Ella no entendía muy bien cuál era el problema que Kenny tenía en contra de Erwin, y tampoco estaba segura de querer hacerlo. Probablemente fuera acerca de Félix y la verdad es que ese era un territorio que ella no estaba dispuesta a pisar.

—¿Irás a la capital dentro de estos días?

Erwin, desorientado, parpadeó hacia abajo como si despertara de un sueño, pero asintió, mirada perdida en algún punto entre su nariz y sus lentes.

—¿Necesitabas algo?

—Quiero ir contigo —dijo—. Necesito presentarles un par de ideas a los otros comandantes, y en caso de que Historia lo apruebe, lo mejor sería empezar a implementarlas de inmediato.

—Muy bien. En ese caso le diré a Moblit para que haga los preparativos para tu transporte.

Hange sonrió, aunque incluso Erwin pudo ver el descontento en esa sonrisa.

—¿Algo más que quieras compartir conmigo?

—Mhm. Petra estuvo aquí hace poco, ella y Moblit estuvieron evaluando su entrenamiento y comprobaron que las habilidades de su titán son casi idénticas a las de Annie, aunque su endurecimiento aún es un poco débil y tarda en generarse, está segura de que con un poco más de práctica logrará ser igual de rápida que ella.

—¿Aún mantiene su entrenamiento de combate cuerpo a cuerpo?

—Ella y Eren entrenan juntos la mayor parte del tiempo —asintió—. El resto de los chicos los vigila, en caso de que alguno se salga de control.

—¿Entrenan como humanos, o lo hacen también como titanes?

—De ambas maneras. Después de despertar, me concentré en hacer un análisis completo de lo que Petra me contó luego de su enfrentamiento en Shiganshina contra el titán mono y determiné que lo mejor sería tenerlos entrenando en ambas formas para que sus habilidades fueran desarrollándose a la par. Petra es una veterana en esto y aunque Eren aún es un novato, los meses de ventaja que le tiene como portador de titán se echan de ver. Era la única opción viable si consideramos el futuro que nos espera por delante.

La mano de Erwin le aterrizó suavemente en el hombro y le dio un apretón, una sonrisa a medias que le iluminaba tenuemente la mirada abriéndose paso por su rostro y calentándole el pecho. Era raro que Erwin sonriera de tal manera últimamente, y cada vez que lo hacía era como una estrella fugaz cruzando el cielo. Todos los scouts que lo vieran las apreciaban.

—Buen trabajo Hange.

Ella asintió sin más y volvió la mirada hacia el escritorio, la punta de su lengua llena de un par de cosas más que quería decirle, pero Hange sabía incluso entonces que no existía un punto verdadero para hacerlo y que era solo porque estaba hambrienta de curiosidad que lo hacía, que por lo menos se dignaba a pensar en todo lo ocurrido y a querer decirlo. Las interrogantes pesaban en su boca y en más de alguna ocasión lo hacían también en su corazón, que latía por mero milagro, pero Hange sabía que no era el momento, y que debía esperar.

Todo lo que podía hacer ahora era esperar.

Se asió de las ruedas en su silla y la empujó ligeramente hacia atrás, indicándole a Erwin que iba a moverse. El rubio retrocedió un poco y le dio espacio para que ella se desplazara alrededor del escritorio hacia el otro que se hallaba pegado al muro donde estaba la ventana. Ese estaba lleno de papeles también y un par de libros que confiscaron de unos pocos nobles y que Historia le permitió quedarse.

—Por cierto… Leí uno de estos libros. Tiene un par de cuentos para niños, aunque creo que es solo una pieza de literatura recopilatoria, pero encontré un par de similitudes con lo que hemos descubierto hasta entonces acerca de los titanes. ¿Recuerdas el libro que hallé en el bosque? ¿Con ese titán raro?

—Sí, ¿qué hay acerca de ello?

—Bueno, ya que hemos confirmado un par de mis teorías al mismo tiempo que descubrimos exactamente qué ocurrió con el resto del mundo fuera de la isla, me di cuenta de que jamás nos cuestionamos exactamente el funcionamiento primordial del Titán Fundador y cómo se liga de tal manera con la familia real.

—Bien, ¿y eso qué tiene que ver?

Hange se echó hacia atrás contra el respaldo y tildó la cabeza, observando la pequeña cúpula que cubría su nueva oficina.

Un obsequio de la reina, de hecho, una vez las cosas se tranquilizaron lo suficiente para que la Legión se permitiera un breve respiro. Historia se le acercó poco después de despertar y se sentó junto a ella, y Hange, que había odiado con todo su ser el haber estado encerrada en una habitación con solo una ventana como compañera, no supo si decirle que se marchara y la dejara sola fuera la mejor opción en ese momento. Para ella, era cien por ciento justificado querer estar sola para ahogarse en remordimiento y odio, aunque fuera momentáneo.

Hange no era así en realidad. Hange no quería ser así.

Historia no la dejó serlo. No, Historia se sentó a un lado de su cama y le dejó un montón de libros en la mesita junto a ella, sonriéndole de una manera que casi le dio escalofríos. Hange rara vez interactuó con la chica antes de que todo se les viniera encima hasta su llegada a Utgard, pero ahora más que nunca podía apreciar lo que muchos otros probablemente recién estaban viendo; existía una ferocidad en la pequeña reina que podía ser confundida por benevolencia, y en donde los ojos de Hange brillaban con asombro, los de Historia parecían hacerlo con algo cercano al resentimiento.

Le pidió disculpas, como si Historia tuviera una onza de culpabilidad en lo ocurrido en Shiganshina, y le dijo que ella entendía cuán cansado podría ser el encontrarse en donde Hange lo hacía. Le pidió que leyera los libros que le obsequiaba, que los devorara como devoraba curiosidad y conocimiento, y le pidió también que no perdiera ese brillo en su mirada porque ahora más que nunca iba a necesitarlo, y Historia, aunque un poco joven y aún ingenua, se irguió en su asiento y se inclinó hacia la cama parecido a cuando ella y Moblit se susurraban conspiraciones entre sí.

Hay alguien allá fuera que confía mucho en ti, Hange-san, y no quiero decepcionarlo.

A Hange, que le gustaban los misterios y amaba deshacerlos, se le ocurrió una vez más que Félix jamás le dijo cómo fue que mencionó el nombre de Annie Leonhart mucho antes de que Armin mismo se los dijera.

—Imagina esto —así recargada en el respaldo alzó los brazos al aire y gesticuló hacia arriba, a la cúpula por donde entraba luz del sol—. ¿Qué fue lo que nos dijo Ymir acerca del mundo exterior? Que partíamos de una “entidad” llamada Ymir que hizo posible que nosotros como eldianos nos convirtiésemos en titanes ¿cierto? O que por lo menos, eso es lo que se cree.

—Ajá.

—Bien. Este “Demonio de la Tierra” hizo un trato con Ymir para darle poder, supongo, y de ese trato surgimos nosotros, que somos capaces de volvernos titanes, ¿me sigues? —Erwin asintió—. Pero aquí en Paradis nosotros no conocemos este “Demonio de la Tierra”, y tampoco conocemos a ninguna Ymir, excepto hasta que la encontramos mencionada en el cuaderno de Ilse, en donde dicha mención fue como “Gente de Ymir”. Ahora digamos que esta “Ymir” pudo haber sido el primer titán ¿sí? lo que significa-

—Que ella sería el origen, y por tanto, el “Titán Fundador”.

—¡Exacto! Pensemos en el Titán Fundador como un árbol joven que aún está por crecer y extender sus ramas. Con el paso de los años, el tronco va a agrandarse y de sus primeras ramas saldrán más ramas, y de todas esas ramas brotarán hojas y entonces el árbol vivirá por muchos más años. Ahora, apliquemos ese pensamiento en nosotros, en Eldia. Este “Demonio de la Tierra” del que nunca hemos escuchado hasta ahora iba mencionado en uno de esos libros y estaba físicamente representado como la cosa más fea que haya visto nunca. Literalmente, cabeza puntiaguda y cuerpo pequeño, y le ofrecía una manzana a una pequeña niña que ella aceptaba, pero tú y yo sabemos que no podemos fiarnos en los libros aprobados tanto por la nobleza como por la falsa realeza.

—… Pero la historia en el libro concuerda con lo que Ymir, nuestra Ymir quiero decir, nos contó acerca del mundo exterior.

—Pero si son capaces de mirarnos a la cara y mentirnos por años, de poner un rey falso en el trono para que el verdadero gobierne sin problemas, ¿por qué no serían capaces de mentirnos acerca de esto?

Erwin se recargó en el borde del escritorio y se cruzó de brazos, su mano derecha yendo hacia su mentón para sostenerlo con gentileza. La mirada de Hange bajó brevemente hacia la extremidad recién recuperada y luego la alejó de golpe.

—Entonces, si asumimos que las versiones tanto del mundo exterior como las de la falsa realeza encajan, podríamos decir con certeza que son mentira.

—Y eso trae la pregunta de qué es exactamente ese demonio que mencionan y cómo se puso en contacto con “Ymir”.

—Asumiendo que Ymir exista.

—Mhm. Asumiendo que todo esto sea real y que exista una Diosa de la que procedemos, entonces este sería el punto convergente, y el punto convergente, de acuerdo con Kenny, ha estado en poder de la familia Reiss por años, muchos más de los que nosotros sabemos, lo que le daría sentido también a que sean ellos quienes son capaces de hacer un uso extensivo de sus habilidades más allá del borrado de memoria y el control de los titanes puros.

—También están los otros nueve titanes.

—No, no hay que pensar en ellos ahora mismo —dio una seca sacudida con su cabeza, aferrándose a ese hilo de cordura que le quedaba. Lo asió con tanta fuerza que las manos le podrían haber sangrado—. Pensemos en el Titán Fundador. ¿No dijiste que esa vez que rescataron a Eren de Reiner y Bertolt él logró que los titanes puros se les fueran encima?

—Ajá.

—¡Pues ahí lo tienes! —exclamó, otra vez, extasiada—. Aún no logro encontrar una justificación para lo que Eren logró hacer ese día sin desarmar todo lo que tengo ahora mismo, pero esa es confirmación suficiente para que este Titán Fundador tenga una base de existencia. Ahora, ¿Félix? Ese día en el que nos reunimos con ellos y que terminó casi muriendo por desangramiento ¿recuerdas que pensé que se debía a que Frieda Reiss borró su memoria a pesar de que era un noble? Me devané la cabeza día y noche tratando de pensar en cómo resultó ser posible siendo él un noble cuando se supone que ellos no son controlados por este Fundador, y entonces Historia nos dijo que él también era un Reiss.

—Y un Ackerman.

—Sí —puntualizó, tratando de ignorar el momentáneo cambio de expresión en Erwin, el pinchazo de dolor que se le cruzó en los ojos a la mención del chico—. Si el Titán Fundador es el punto convergente, y nosotros somos las hojas en sus ramas, ¿qué son los Reiss? ¿Qué son los Ackerman? ¿Es este Demonio de la Tierra una interpretación distinta del Titán, o es una invención tanto del mundo exterior como de la falsa realeza para encubrir una realidad distinta?

—¿…Y si son ambas? —murmuró despacio, un poco titubeante—. ¿Y si existe un poco de verdad en cada una de ellas?

—Y si la familia Reiss es la clave para que el Titán Fundador, el punto convergente, sea usado en toda su capacidad… Entonces Félix y Historia son los únicos capaces de poder acceder a él —dijo por lo bajo—. Excepto que uno de ellos es un Ackerman, que se supone que son inmunes, y aun así Frieda Reiss fue capaz de eliminar los recuerdos de ella misma de la mente de Félix incluso si su sangre Ackerman lo impedía.

—Entonces no lo es.

—No —negó—. No enteramente. Pero aun así es una hojita que forma parte de las ramitas de este árbol, y Historia es una Reiss, independientemente de quién haya sido su madre. Y este “Demonio de la Tierra” ayudó a la “Gente de Ymir” a existir como lo hacemos hoy en día. A lo que quiero llegar, Erwin, es que no importan las versiones, reales o no, que escuchemos acerca de este mito, porque sí existe y lo tenemos junto a nosotros la mayor parte del tiempo. Quiero discutirlo con Historia y me gustaría discutirlo con Félix también, porque siento que de entre los dos es él quien sabe más acerca de la verdad, pero no puedo.

El cansado resoplido que dejó escapar pareció hacer un eco en la habitación.

A Hange realmente le gustaba. Era como ese lugar de ensueño con el que siempre se ilusionó pero que sabía que jamás podría tener y, sin embargo, aquí estaba. En ese espacio que podía llamar suyo y que solo le costó tener que perder las piernas para que la reina se apiadara de ella, para que le dijera que el brillo en sus ojos era importante y que el hambre insaciable que sentía podría salvarlos, y Historia le obsequió un palacio.

El escritorio estaba casi en el centro de la habitación y había una ventana de frente a él para que la luz natural llenara el lugar y se disminuyera el uso de antorchas. Los muros laterales estaban forrados de estanterías y de libros que trajeron desde la oficina en el Cuartel General en la que solía trabajar, y justo por debajo de la ventana habían colocado más mesas para que pudiera usarlas en caso de que el espacio en la superficie de su escritorio no fuera suficiente. Había un par de macetas regadas en ellas, una que colgaba desde el candelabro en el centro de la habitación y en cada esquina, también un par que Moblit le obsequió y que terminó poniendo encima de las estanterías y de las cuales comenzaban a crecer enredaderas que se aferraban al muro y crecían hacia la cúpula.

Era su espacio seguro, el agujero que pudo cavar en este mundo para sí misma.

—Este Titán Fundador por el que Reiner y Bertolt se quitaron las máscaras, es esto lo que realmente debemos entender —susurró, una abatida sonrisa en su boca para cuando se giró a mirar a su compañero—. Hay mucho más que debemos entender si queremos sobrevivir a esta nueva era a la que estamos por entrar.

Ella, cuya ambición siempre fue romper los moldes con los que ese pequeño mundo pretendía mantenerlos encadenados, se preguntó si ese fue el motivo por el que Félix decidió irse.

—Sé que parece irrelevante ahora mismo, pero necesitamos tener un entendimiento de lo que es para poder usarlo, en caso de que lo hagamos, sin la necesidad de seguir perdiendo a nuestros reyes ante él.

—Lo sé —asintió el rubio, recorriendo un par de papeles desperdigados en la superficie de la mesa para poder recargarse en ella sin arrugarlos—. Cuando volvimos de Shiganshina y nos reunimos de emergencia con la reina y con Zackley, Nile planteó la pregunta de quién sería el heredero del Fundador una vez se viniera el tiempo y Kenny… Bueno, ya sabes. Se sugirió a Félix y él básicamente-

—Se puso a la defensiva, sí, lo he visto antes —ella dijo, suspirando—. Nile tiene razón. Si Félix se negó anteriormente a que fuera Historia quien tomara el Titán Hembra, es probable que termine tomando el Fundador solo para que no sea ella quien lo haga.

—¿Y después quién lo haría?

Hange mordió su labio inferior, incómoda.

—Supongo… Que algún descendiente de ellos —murmuró.

Erwin pareció perder un poco de fuerza en su cuerpo. Ella, con lentitud, giró un poco su silla para poder mirarlo de frente y decidió que arrancar la gaza de la herida con fuerza sería más misericordioso que hacerlo con lentitud.

—Es el rey, Erwin —le dijo—. Ya sé que ahora mismo aborreces escuchar su nombre, pero vas a hacerlo de cualquier manera porque es nuestro rey, y tiene un deber para con esta isla. Historia también, Zackley ya está en ello, lo estuvo desde antes de que partiéramos a Shiganshina. Independientemente de la relación que mantengas con él-

—No hay ning-

—La hay —le interrumpió, un poco más brusca de lo que él lo hizo—. Hay una, aunque él no esté aquí para afirmarlo, todos sabemos que la hay. Pero Félix es el rey, y tiene obligaciones, y tanto él como Historia son los únicos capaces de portar el Titán Fundador y de acceder a esas magníficas cualidades por las que Reiner y compañía vinieron. No podemos ignorar eso incluso si él está a todo un mundo de distancia, y es mejor que comencemos a afrontarlas desde ya para que cuando se venga el momento no nos tomen con la guardia baja.

Erwin inclinó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos, llevándose una mano hacia el rostro para apretar el puente de su nariz entre dos dedos. Hange bajó la mirada y se ocupó en organizar un par de papeles, los que él había movido. El silencio que siguió a su declaración estaba lleno de cosas sin decir y cosas que querían decirse, pero eso estaba en su amigo y solo él sería quien las diría, y Hange ciertamente no iba a forzarlo a hacerlo.

—Entonces averigüemos cómo funciona realmente el Titán Fundador, y por qué los Reiss y los Ackerman son primordiales en esta vida y en nuestro pasado, y… Aguardemos a que él vuelva para llegar a una conclusión que te satisfaga.

Hange tragó saliva con pesadez y colocó su mano sobre el brazo de él, el derecho, y le dio un pequeño apretón.

—Trato hecho.

━━━

Eren cayó al suelo con un golpe sordo, la tierra a su alrededor sacudiéndose y estremeciendo la pequeña ladera sobre la que el resto de los chicos se mantenían observando. Connie fue el primero en saltar a sus pies y tirar los brazos al aire, un grito de victoria haciendo eco en el lugar.

—¡Eso, Petra! —lo escuchó decir, volteándose hacia Sasha y sacudiéndola del hombro—. ¿Lo ves? ¡Te dije que esta vez lo lograría!

Sasha le dio un manotazo a Connie para sacárselo de encima y mientras Eren rodaba en el suelo para poder ponerse en pie, la castaña también saltó para enderezarse y colocó sus manos alrededor de su boca.

—¡Eren! —exclamó, alargando la E de más—. ¡Eren qué haces! ¡Me estás haciendo perder dinero! ¡Y el dinero lo puedo usar en comida, Eren!

Eren, aún tendido en el suelo, volvió a girarse para quedar de espaldas sobre la tierra y observó el cielo azul en el que una parvada de aves se alzaba en vuelo. Probablemente el ruido de su caída los había mandado volar a prisa, como usualmente ocurría cuando había un repentino ruido que rompía la quietud del lugar. Como venía ocurriendo con ellos desde que decidieron ponerse a entrenar un poco para sacarse de encima las ansias que ambos cargaban.

El titán de Petra le sonrió y la mujer surgió envuelta en vapor desde la nuca, la carne que se le aferraba al rostro y que la conectaba al monstruo estrechándose junto con ella para que pudiera verlo mejor.

—¿Quieres que vayamos otra vez, o nos tomamos un descanso?

De haber podido Eren se habría puesto a gruñir. Era ambas partes una bendición y una maldición que su titán no fuera apto para comunicarse con tan jodida mandíbula. Se imaginó la de cosas que podría decir mientras estuviera transformado. ¿Cómo sería su voz? ¿Alta, aguda, gruesa? ¿Quizás chillona? Como la de Jean.

Eren sacudió su cabeza y se enderezó hasta quedar sentado con las piernas estiradas hacia el frente y sus brazos reposando encima. Petra le alzó el pulgar y se volvió hacia la ladera en donde los otros aguardaban, mirando a Eld y señalando la cantimplora junto a él.

—Me das un poco de agua, por fis.

El castaño tildó su cabeza para observarlos, para ver a Eld sonreír y columpiarse con los cables del equipo de maniobras hasta poder alcanzar el hombro de Petra y posarse en el. El rubio cabello lo llevaba sujeto en una coleta y la cicatriz de la quemadura que se ganó allá en Shiganshina estaba intacta en su sien, con solo una parte de su ceja “dañada", como Petra había dicho.

Más allá de ello, ninguna de las heridas que se ganó aquel día fueron permanentes. Todos estaban bien. Todos sonreían, tal vez Mikasa no, pero se imaginó que eso no era una mala señal dado que ella rara vez lo hacía, y Eren se encontró ladeando el rostro para buscarla y poder verla; sosteniendo a Marlo del cuello de la camisa para detenerlo de lanzarse contra Sasha que a su vez sostenía a Connie de alrededor de los hombros, con éste riéndose a carcajadas. Connie tenía una risa muy peculiar, ahora que lo notaba.

El único al que no veía era al idiota de-

—Oi.

Alguien lo pateó en la mejilla y él miró por el rabillo del ojo al idiota de Jean, de pie en su hombro y con su bota aún recargada contra su cara. Eren bufó un poco y comenzó a relajar su cuerpo, deshaciendo la capa de piel que lo encerraba en la nuca del titán para poder salir de el, y al hacerlo, tomó una bocanada de aire y se giró para poder mirar al cara de caballo con el ceño fruncido.

—¿Qué?

Jean empujó contra su torso una cantimplora, con la misma cara de culo que Eren probablemente también tenía en esos momentos.

—Ten, agua, tómala —le dijo el otro, un tanto insistente—. No quiero que el reporte del capitán Levi se atrase porque te niegas a hidratarte entre cada descanso. Si algo te llega a pasar-

—Sí, sí, sí —interrumpió, arrebatándole la cantimplora y moviendo su mano en un gesto, como si Jean fuese un mosquito del que podía deshacerse con el—. Deja de estar de regañón, ya sé qué hacer y cómo hacerlo, gracias.

—Pues no parece —espetó el otro, mirándole con el ceño aún más fruncido—. Petra logró derribarte. O ella está comenzando a superarte, o ya estás cansado. Una de dos.

Eren, gruñendo, volteó el rostro y le dio un largo trago al agua que su garganta definitivamente le agradeció infinitamente. Dios que estar dentro de estas cosas realmente era pesado y le robaba como diez mil litros de agua que solo iba a recuperar si decidía ir y tragarse la del lago.

—¿Entonces?

—¿Uh?

Jean respingó y le dio un leve zape. Eren le miró mal.

—¿Estás cansado? —cuestionó, escudriñándole de arriba abajo con solo la mirada—. Porque si estás cansado tienes que hacernos saber para poder detenernos. Ya escuchaste a la señorita Hange, el objetivo no es trabajarlos hasta el hueso si no hacerlos mejorar a la par y que se ayuden el uno al otro. Tienes que decirnos si estás-

—¡Ya entendí, ya cállate la boca!

—¡Pues usa tus palabras, idiota!

Eren volvió a gruñir y le asestó un golpe en el abdomen que hizo a Jean retroceder un poco. La mirada de fastidio que se dedicaron el uno al otro podría haber superado el calor que sentía cuando estaba envuelto en su piel de monstruo y tal vez no sería suficiente para llegar a hacer una comparación que fuera justa.

Como fuese, Jean le miró mal y se dejó caer en su hombro para poder sentarse, sus piernas colgando en el pequeño vacío entre esa altura a la que estaba y el suelo firme. Eren se tragó las palabrotas que le quería decir y se encargó de drenar la cantimplora hasta la última gota que pudiera exprimirle.

—Tu, uh…

Al escucharlo hablar, Eren lo miró por la esquina del ojo y arqueó una de sus cejas. La postura de Jean se hallaba encorvada, su mano se rascaba la nuca y miraba al suelo como si fuese la cosa más bonita que vio desde que entraron a la academia.

—Si estás cansado… Podríamos… Tomar un descanso —murmuró en voz bajita—. La señorita Hange dijo que no te dejáramos ser testarudo en esto y uh… Pi-Pienso cumplir con ello. Seguir sus instrucciones.

—… ¿Por qué?

Jean ladeó un poco el rostro y lo miró, su ceño fruncido.

—…No podemos perder a nadie más —le dijo en un murmullo, discretamente señalando hacia donde los otros se encontraban. Eren alzó la mirada y los vio a reír, incluso Mikasa sonreía, y desde que volvieron de Shiganshina, a Eren le parecía que la Ackerman se volvía más y más una cáscara vacía a la que le faltaba un poco de calidez—. Ya perdimos a Armin y a Félix, no podemos permitirnos perder a nadie más.

Eren bajó la mirada hacia las manos de Jean; se imaginó que serían similares a las suyas, que tendrían cortadas y un par de callos, que no serían suaves ni serían bonitas. Las cicatrices alrededor de sus dedos, antes, los hacían ver un poco torcidos y más abiertos que las de una persona normal que no perteneciera a los regímenes, así que las de Jean debían ser como la suyas.

Cerradas alrededor de sueños y promesas, vueltas puño para poder sostenerse de ellos con fuerza para que no salieran volando.

Eren respiró a profundidad y asintió para sí mismo, empujando la cantimplora hacia él y dándole un suave golpecito en la cabeza al chico cara de caballo para llamar su atención.

—Tomemos un descanso entonces —dijo sin poder mirarlo, porque había días, desde Shiganshina, en que ver a Jean le recordaba un poco a Armin y aquel puñal aún seguía enterrándosele en las costillas con saña—. Ve y dile a los otros. Voy a salir de esta cosa.

Jean se puso en pie y tomó la cantimplora con cuidado, mirándole con el entrecejo arrugado y los labios entreabiertos. Eren también alzó la mirada y le observó igual.

Quién sabe que vio el otro en él, y quién sabe qué vio Eren en Jean, pero uno de ellos partió sin mediar palabra y el otro lo observó hacerlo.

BUENAS TARDES QUE TAL

Dios es que no mamen que a veces quiero escribir pero idk no puedo hacerlo como me gustaría porque, ven como en ocasiones en nuestras cabezas nos armamos todas las cinemáticas y nos vamos de corrido hasta el final??? Pues hagan de cuenta que esa soy yo pero como me cuesta ponerlo en palabras lol

Anyways, espero que les haya gustado el cap, lamento mucho que esté actualizando tan tarde pero es que los 20 son los nuevos 50 y estos viejos huesos cómo calan kskssksk so nos leemos después byeeeeee <3

FUN FACT DEL DÍA: No es que Kenny no quiera a Levi, es solo que le cuesta aceptar que se reencontró con algo que él considera fue un error suyo y como el puto es bien mamón, pues le da miedo hacerle frente a ello. Pero él quiere a sus polluelos, ya verán.

Also si ven algún error de continuidad háganme saber pls porque escribí este capítulo en partes junto con otras partes que no terminaron aquí pero que definitivamente van a ser publicadas y mi cerebro valió verga alv discúlpenme jeje

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