8. Mal presentimiento
CAPÍTULO OCHO
MAL PRESENTIMIENTO
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(Algo roza suavemente contra su mejilla y se pregunta si es una lágrima. Hay dedos acariciando su mandíbula y labios besando su frente.
Cuando abre los ojos despierta sobre un suelo arenoso mientras se enfrenta a un cielo oscuro y hay alguien a su lado, con cadenas tintineando en sus oídos.
Hay un mal sabor en su boca y un olor hediondo en el lugar. Una opresión en su pecho, un agujero en sus pulmones. Su cuerpo está roto y su alma fracturada.
Y cuando vuelve a resurgir, cuando vuelve a ser construido, la semilla se abre y el pasado es suyo.)
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Félix despertó a un cielo oscuro y un mal presentimiento.
Su mirada se rehusaba a despegarse del frente, se negaba a reconocer algún otro sonido que no fuera el de los cascos del caballo golpeteando contra el suelo. El frío que azotaba contra su rostro le mantenía despierto, alerta y no sumergido en el mar de malos presentimientos que parecían resueltos a quedarse con él por el resto del día.
Algo, algo, algo lo arrastraba hacia atrás. De vuelta al castillo viejo de la Legión, en dónde estarían a salvo y no tendrían que salir a territorio conocido pero no suyo. Había un ardor en la parte trasera de su cabeza, en la nuca, uno que crecía conforme se acercaban a Karanese y el alba comenzaba a iluminar más y más su camino.
Eren iba a su derecha, resguardado entre el resto del escuadrón de Levi mientras el hombre los dirigía al frente, aumentando cada vez que podía la velocidad con la que cabalgaba. Félix tenía la impresión de que, al igual que él, el Capitán se sentía vacilante acerca de la misión.
Un par de minutos más tarde los siete se detuvieron cerca de la puerta, en dónde el resto de la Legión ya estaba aguardando. Félix miró ansioso a su alrededor, finalmente distinguiendo a los que quería ver entre las personas de la izquierda.
El azabache se giró hacia Eren y lo codeó ligeramente.
—Vuelvo en un momento.
Eren asintió, girándose una vez más hacia Petra —quien le miró con una sonrisa pero jamás encontró sus ojos propiamente—, y Félix procedió a alejarse del escuadrón en dirección a sus amigos.
Catia, cómo era de esperarse, tomó noticia de él casi inmediatamente y una radiante sonrisa se extendió por su rostro, estrechando sus mejillas y alzándolas lo necesario para hacerla ver como una ardilla.
—¡Fé! ¡Estás vivo!
—Ah, sí sí mucha risa, Cat —rodando los ojos, desmontó de su caballo y anduvo hacia ellos con las riendas en mano, usando su brazo libre para atraer a la mujer en un abrazo—. Descuida, estoy bien.
—Lo sé —murmuró ella, besando suavemente su mejilla y alejándose un par de segundos después solo para golpear ligeramente su hombro—. Más te vale, eh.
Celia fue la que se acercó después, envolviendo sus brazos alrededor de su torso y hundiendo el rostro en su hombro. Félix sonrió, inclinando un poco su cabeza para besar su coronilla y tirar de sus mechones con gentileza.
Ella asintió una vez se separaron y palmeó su brazo, en el exacto sitio en dónde Catia lo había golpeado anteriormente. El ardor en su nuca, para ese entonces, ya se había aligerado un poco.
Alex fue el único que en lugar de abrazarlo simplemente asintió en su dirección, más que contento con quedarse fuera del festival touchy-feely.
—¿Y? ¿Qué tal estuvo tu tiempo de calidad con Levi?
—Uh… estuvo bien, supongo. Pero definitivamente necesito tomarme unos días lejos de él.
Catia rió un poco, echando un vistazo a su alrededor con los ojos entrecerrados.
—Bueno, te pondremos al tanto de lo que ocurría.
—¿Ocurrió algo?
Los tres se cerraron a su alrededor, brazos cruzados y espaldas rectas. Había una expresión en sus rostros que Félix no sabía interpretar.
—No sabemos si fue la falta de cafeína o de sueño, o que simplemente se está volviendo loco, pero… tal vez el Comandante está perdiendo.
—¿Perdiendo? ¿Perdiendo qué?
—La cordura.
Félix frunció levemente el ceño, mirando por encima de su hombro sus alrededores para lograr captar un vistazo de Erwin.
El rubio estaba al otro lado de donde se hallaban, de espaldas a ellos. Parecía hablar de algo con Mike ocasionalmente mirando hacia su derecha, en dónde varios chicos del Garrison aguardaban por su señal.
—¿A qué te refieres con eso?
—Se la pasó haciendo preguntas extrañas. A veces se acercaba a ti solo para hacerlas, o tiraba el más random de los comentarios y después se iría.
—Por un momento, creí que tendríamos que llamarte de vuelta —dijo Alex con seriedad, su mirada viajando brevemente hacia el Comandante—. Quizás le faltaba café. O compañía.
Con su ceja arqueada, el azabache se giró de vuelta para mirar al Comandante. Erwin seguía inmerso en su propio mundo, ahora junto con Levi y Hange hablando entre ellos mientras Mike permanecía a su lado, impasible. Coincidencia fue, quizás, que en ese instante el hombre con el tick curioso le atrapara mirando, una de esas raras, molestas y juguetonas sonrisas extendiéndose por un segundo sobre su rostro antes de desaparecer.
El castaño alzó una de sus manos y le indicó que se acercara con un movimiento de su dedo, como un perrito era llamado por su dueño. Félix entrecerró los ojos.
—Idiota.
—¿Dijiste que irías en su grupo, cierto?
Discreto, le enseñó el dedo medio al más alto desde donde se hallaba y volvió a virar hacia sus amigos, su expresión suavizándose al instante.
—Ah, sí —su mirada se desvió hacia algún otro lado, fingiendo que la culpabilidad no se lo comía entero al saber el verdadero plan. Se imaginaba que quizás Erwin había estado haciendo esas extrañas preguntas para ver si había alguien más al cual hablarle del verdadero objetivo—. Unos metros más atrás, pero técnicamente iré con él. ¿Por qué?
Al alzar la mirada se topó con Celia, su mirada estudiando cada rincón disponible que fuera capaz de encontrar en su rostro. Félix contuvo el aliento por unos segundos, sabiendo que si alguien ahí conseguía adivinar su expresión de culpable, sería ella.
Así que le sostuvo la mirada, retándola a decir algo.
Un par de segundos después, fue ella quien miró hacia otro lado, su boca ligeramente curvada hacia abajo en descontento.
—Cuida de él —cuida de ti, era lo que realmente decía, su calculadora mirada tratando de descifrarlo—. Y vuelvan bien. Deberías irte ya, van a comenzar a acomodarnos desde ahora.
Ella estaba actuando de manera extraña. Demasiado desdeñosa, y tal vez, pensó, tal vez ella estaba enojada con él por alguna razón que no conocía.
Suspirando, se acercó a ambas y las envolvió en sus brazos. Catia le palmeó la espalda suavemente y Celia simplemente le apretó el brazo, el ritual de siempre antes de alguna expedición. Alex le sonrió, brevemente alzando su pulgar en muestra de apoyo.
Era algo extraño hacer eso, pero cuando formas parte de la Legión de Reconocimiento, lo único que al final del día te quedaban eran recuerdos. De los compañeros que perdías y los amigos que se iban. Él había aprendido a lidiar con eso durante su primera expedición, cuando su pequeño grupo de seis se convirtió en uno de cinco.
Félix se grabó sus rostros a fuego en su memoria y se giró, su caballo andando tranquilamente a espaldas suyo en dirección a Erwin. Vio a Mike sonreírle esa descarada sonrisa mientras se dirigía a Erwin, para que este posteriormente se girara en su dirección.
El Comandante le sonrió.
Félix apartó de inmediato la mirada, escaneando al resto de personas cerca suyo para distraerse. Vio a Eren y a Petra a lo lejos discutiendo con Oluo, ambos veteranos yendo de un lado a otro mientras exclamaban cosas que él no alcanzaba a escuchar. Gunther estaba junto al chico, un poco inclinado y señalando con su dedo a los dos que discutían mientras le susurraba algo al oído.
—Despierta.
Sorprendido, el azabache se giró hacia el frente y de inmediato arrugó el ceño cuando se encontró con Mike, el castaño olisqueando su presencia rápidamente.
—Félix —comenzó diciendo el más alto, alzando ligeramente la barbilla y mirándole con ojos entrecerrados—. Tu aroma cambió un poco.
—Ah, debe ser el estrés de las últimas semanas —respondió el de inmediato, su tono ligeramente filoso y su ojos moviéndose en dirección a Levi, quien le devolvió la mirada antes de girarse para volver con su escuadrón—. Me topé con mucha suciedad durante esos días.
Hange empujó y todo a Levi hacia el frente, hablando alto una vez comenzó a andar por su cuenta. Félix jamás dejó de seguirles con la mirada, ni siquiera cuando Mike murmuró algo entre dientes y procedió a alejarse de él en dirección a su unidad.
—Sigue habiendo tensión entre tu y Levi.
Félix chasqueó la lengua y miró de reojo al Comandante, notando de inmediato la distintiva sonrisa que Erwin solía usar cuando encontraba algo divertido. Sobre él, por cierto, porque había veces en las que el rubio solo dejaba entrever esa actitud más relajada cuando su círculo íntimo estaba a su alrededor.
—No he olvidado que es gracias a ti que Eren fue tratado como rata de laboratorio —ahí, también, su voz sonó extrañamente seca. Erwin pausó en lo que hacía y se enderezó para volverse hacia él—. La próxima vez que quieras traumatizar a un chico ya herido mentalmente, deberías hacerlo tú mismo para que compartas la culpa con nosotros, Comandante.
Ese algo estaba de vuelta, ardiendo en su nuca con una ferocidad que Félix nunca había sentido. Se dió cuenta que le era imposible despegar la mirada de dónde Eren se encontraba.
—Cuando Levi me dijo que te estabas apegando mucho al chico, no lo creí posible, quizás —el Comandante tomó a su caballo y lo colocó para que de alguna manera estuvieran entre ambos animales, cubiertos con ellos y en un pequeño espacio para llamar suyo. Un vago intento de privacidad—. Pero ahora...
Félix apretó los labios, molesto y más que un poco avergonzado, y finalmente encaró al rubio. Erwin le miraba atentamente, y el azabache se dió cuenta que lo mejor sería ser honesto, como la mayor parte del tiempo lo era con él.
—Es… solo un instinto, supongo.
—Tu jamás te has dejado llevar por instintos, Félix.
Luego, lentamente, otro rostro entró en su mente. Uno que era pequeño, un poco redondeado, con el cabello negro más hermoso que jamás había visto. Los ojos más brillantes que incluso el cielo mismo.
Fue una especie de epifanía, donde el rostro de Eren se volvió borroso y sus ojos se derritieron, del hermoso jade al azul brillante.
—No —murmuró, sintiendo que el aire le faltaba y alguien le pisaba los pulmones, y que el estómago se le revolvía—. Solo una vez, de hecho.
—¿Durante alguna batalla?
—No —incluso su voz sonaba lejana, sus recuerdos forjados en hierro deshaciéndose lentamente ante sus propios ojos—. Cuando era un niño, y vi a alguien caer desde la rama de un árbol.
Su madre le había hablado de su sangre. Le había dicho entre susurros, durante las noches cuando había tormentas y era seguro que nadie los escucharía, sobre cuán especiales ellos eran.
Cuán malditos estaban.
No sintió la inquisitiva mirada de Erwin sobre él, ni el suave roce en su hombro que se suponía lo traería de vuelta de dónde sea que estuviera. Félix solo tenía ojos para Eren, quien le recordaba a la niña del cabello bonito por razones que aún no comprendía.
—¿Félix? —Erwin pausó, deliberante—. ¿Era tu amigo?
—Amiga, de hecho —cual fuera que haya sido el hechizo, se había ido y el azabache volvía a estar allí—. Ella era, uh, realmente linda. No recuerdo mucho sobre ella, ni siquiera su nombre, pero… fue la primera que se me acercó sin llamarme bastardo o alguna otra cosa.
—¿Es por eso tu apego a Eren?
—Supongo —el azabache se encogió de hombros, ladeando su rostro para poder mirar al Comandante—. Pero hey, no me cambies el tema. Que aún así autorizaste a Hange a prácticamente torturar al chico.
—¿Serviría una disculpa?
—¿Para mí o para Eren?
—Para ambos.
Félix lo miró, sorprendido y con una ceja alzada, y no pudo evitar la pequeña sonrisa acaparando sus labios.
Erwin de inmediato se dió cuenta.
—Erwin —ambos se sobresaltaron cuando Mike habló, el castaño simplemente alzando una ceja en respuesta—. Estamos listos, solo faltan ustedes dos.
—Gracias, Mike.
El otro asintió, mirando de reojo a Félix hasta que este le devolvió la mirada, irritado y con la nariz fruncida.
—Voy a cambiar el plan.
Eso consiguió su atención de inmediato. Félix casi sintió que perdía la cabeza con tremenda rapidez con la que se giró para mirar a Erwin, sorprendido y estupefacto y confundido y ¿cómo? ¿qué? ¿cambiar qué, perdón? Eso último lo dijo en voz alta.
—Tu posición —dijo con casualidad, cruzándose de brazos y mirándose como el Comandante y no simplemente Erwin—. Lamento no haberte dicho antes, pero estuve pensando mucho sobre esto durante los últimos días. Solo hoy pude decidir.
—¿Decidir qué, exactamente?
—Cabalgarás conmigo —el hombre se montó en su caballo, el animal inmediatamente relinchando con profundidad—. Será así hasta que la segunda parte del plan se ponga en marcha, y si nuestro objetivo sale a la vista, entonces te adelantarás hasta alcanzar a Levi y seguirás adelante con ellos.
—Espera, espera —Félix sintió que se le iba el aliento—. Creí que los que fueran contigo tendrían que llegar antes a la zona acordada.
—Y lo haremos —el caballo blanco se movió con lentitud a su alrededor, urgiéndolo a montar el suyo. Félix lo hizo con más lentitud de la esperada—. Pero los últimos reportes de Hange mostraron algo en Eren que me dejó inquieto, y creo que tú serías la mejor opción para mantenerlo estable.
Para ayudar a que no haga algo tonto, porque eso es exactamente lo que Eren haría, descubrió Félix las últimas dos semanas que pasó junto al chico.
Félix desvió la mirada hacia donde el escuadrón de Levi se encontraba, y sus ojos se quedaron pegados a Petra. A la imagen que había tenido de ella ese día que hicieron contacto visual y cuando la mujer le confesó cuán aterradoramente aliviada se encontraba por no ser la única teniendo extrañas pesadillas.
El mal presentimiento volvió con mucha más fuerza que antes.
—¿Y el resto? ¿Seguirá como lo fue planeado?
—Así es —Erwin se acercó a él y juntos en caballo anduvieron hacia donde se suponía era su puesto. Félix notó enseguida que varios de sus compañeros le miraban con alivio, otros simplemente asentían como si fuera bueno verlos juntos de nuevo—. La formación seguirá igual y el objetivo no se cambiará.
—¿Sabes? Catia me dijo que habías estado haciendo preguntas extrañas.
El rubio le miró de reojo.
—Quería ver si alguien más lo había comprendido.
El frente estaba casi despejado, a excepción de los pocos que se hallarían como protección mientras salían hacia la vieja ciudad. Harold, que estaba en el mismo escuadrón que ellos, sonrió ampliamente y movió su caballo hacia un lado, dejando espacio suficiente para que Félix se acomodara junto al Comandante.
El azabache asintió en su dirección antes de volverse hacia Erwin.
—Supongo que no funcionó —Erwin negó, luciendo ligeramente decepcionado por ello pero Félix no lo cuestionó, y en lugar de ello decidió echar un vistazo a su alrededor, atrapando más y más miradas siendo lanzadas en su dirección—. ¿Por qué…?
De repente se le ocurrió que, a pesar de haberse unido a la misma edad que Eren y el resto de sus amigos, su relación y el trato que tenía con el Comandante había cambiado tan solo un par de años atrás, cuando finalmente se había cansado de ver la pequeña ranura de la puerta del hombre aún iluminada cuando la luna ya estaba alta en el cielo.
—¿Te has dado cuenta cómo nos mira el resto? —cuando el hombre le miró con extrañeza, Félix entendió que no, probablemente Erwin no lo entendía, o lo veía o como fuera.
—¿Cómo lo hacen?
Como si fuera extraño no estar juntos, una parte de su mente facilitó enseguida, como si estar así, el uno junto al otro, fuera algo a lo que acostumbrarse.
Quizás lo era. Quizás, después de todo este tiempo de andar de un lado a otro actuando como Comandante y Asistente del Comandante la idea simplemente se hubiera quedado y rehusado a irse nunca más.
Félix apretó ligeramente su puño pero tiró su cabeza levemente hacia atrás y largó una carcajada ante cuán ciego era Erwin para cosas que no fueran relacionadas a estrategias o jugadas maestras.
—Nada, nada. Olvídalo.
La primer campanada resonó entre ellos, cambiando la atención hacia el frente, en dónde las puertas comenzaban a moverse lentamente hacia arriba.
Félix suspiró profundamente, dejando ir todo el aire dentro de sus pulmones, y se irguió mientras apretaba las riendas con fuerza entre sus manos.
Cuando la última campanada resonó y la puerta se abrió por completo, mal presentimiento o no, Félix echó a andar hacia el frente.
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(Cierra su puño. La semilla brota de entre sus dedos.
El pasado es suyo, pero el futuro no.
Su pequeño amigo se sienta a su lado, y observa, observa y observa.
La arena resbala de entre sus dedos, el brote se pierde entre los granos.
El presente también.)
Feliz Navidad!! Espero que estén teniendo un día precioso y que hayan comido mucho! But eso sí, también recuerden tener mucho cuidado con el clima (para los que haga frío ofc) y pls pls pls cuidense mucho del covid porque good god que lata con esas personas descuidadas que les vale madre el traer cubrebocas like hello??? Quieres que te rompa la jeta??
Anyways! Tengan un día hermoso! Y disfruten de la actualización, trataré de subir capítulos hoy para el resto de mis historias pero idk si pueda lol
Oh btw subí una historia nueva de jujutsu kaisen para los que les guste el anime/manga y si gustan darle una oportunidad <3
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