78. Secuelas

CAPÍTULO SETENTA Y OCHO
SECUELAS
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Meses antes, día de la batalla de Shiganshina.

El corazón le estaba latiendo salvajemente contra el pecho.

Kenny estaba distantemente consciente del hecho de que la herida que se había ganado meses atrás (y que nunca había dejado sanar propiamente) había sido reabierta, y que la sangre que emanaba de ella le manchaba la camisa negra y le formaba una costra a su alrededor. Era una molestia, un pinchazo ahí en donde en ciertas ocasiones solo sentía uno que otro tirón de dolor, nada lo suficiente alarmante como para requerir más que un par de vendajes y una visita rápida a que lo revisara un doctor. Suponía que le faltaba suerte en esos momentos, del mismo modo en el que parecía faltarle aire también, aunque ese le llevaba faltando desde el momento en el que el imbécil de Félix abrió su bocota.

Ah, ese era un dolor de cabeza con el que no podía lidiar ahora mismo. Con el que no estaba seguro que quería lidiar, cuando el chico probablemente desaparecería por el resto de sus vidas allá en ese condenado lugar al que quería ir con tanta ansia.

Kenny resopló, cansado y con un leve punzón tras sus párpados, la cabeza ligeramente ladeada hacia un costado para tratar de ver en dónde mierda aterrizó luego del fiasco contra el mono.

Un parpadeo bastó para disipar la neblina amontonándose en su mirada que le impedía ver propiamente qué carajos ocurría a su alrededor. Había árboles ahí en su línea de visión que topaban con un cielo azul manchado de gris y de negro, humo y hollín de quién sabe dónde, y la imponente e intimidante figura de un montón de carne y huesos ardiendo en la distancia, soltando un vapor que parecía incendiar los árboles más cercanos.

Kenny comenzaba a odiar a esos malditos titanes.

El vapor que seguía rodeándolo le impedía ver mucho más allá de las limitaciones a su alrededor, pero alcanzó a distinguir otro bulto en el suelo a poco metros de él. La cabellera oscura era reconocible incluso entre aquel desastre.

—¡Félix! ¡Oi, niño idiota! —aguardó unos segundos en silencio, esperando una respuesta, pero el bulto humano no se movió—. ¡Félix!

Un pequeño pinchazo de duda creció en él; ¿y si estaba herido? ¿Y si estaba muerto? Kenny había estado demasiado lejos para ver cómo le había afectado la explosión, pero si él estaba vivo entonces Félix también debía estarlo, a menos… A menos que simplemente estuviera inconsciente. El chico había mencionado sus extraños sueños antes ¿verdad? Sus visiones, lo que sea que fueran, tendían a engullirlo cada vez que cerraba los ojos ¿cierto? Félix se lo había dicho, entonces era posible que solo estuviera inconsciente, ¿cierto?

Tenía qué, maldición. Tenía que ser así o Kenny no podría vivir consigo mismo en caso de haberle ocurrido algo más. Algo peor.

—¡Félix! ¡Hey, maldita sea chico, despierta! ¡Félix! ¡Félix!

Esperó con el aliento contenido a que algo ocurriera, a que el maldito diera señales de vida.

El cuerpo de Félix repentinamente se convulsionó por un segundo y luego se detuvo de golpe, del mismo modo en el que había empezado, y Kenny lo vio parpadear.

Cuando giró el rostro para poder ver en su dirección, la marca roja sobre su piel se movió y la sangre le corrió hacia abajo, desde su frente y luego por la mejilla hasta perderse en los oscuros mechones de cabello y el césped lleno de tierra y cenizas sobre el que ambos se encontraban tirados.

Ah, mierda, pensó mientras lo veía arrastrarse hacia él por encima del suelo. Definitivamente estaba jodido del rostro, probablemente en el ojo o alrededor de esa zona, y la cantidad de sangre que la manchaba era anormal, que él supiera. Mierda, Talisa va a matarme si lo ve volver así.

Pero luego recordó que se suponía que Félix no regresaría con ellos, que el plan era hacerlo ir fuera de los muros y llegar a la otra jodida nación de donde procedían esos malditos titanes cambiantes. Un plan tan jodido e imprudente que no tenía pies ni cabeza o nada en absoluto, solo una suposición y un poco de esperanza y esas estúpidas visiones que atormentaban al chico más veces de las que no. Kenny se sentía más molesto cada vez que pensaba en ello porque maldita sea, el chico podría morir muy fácilmente y eso caería en él. (Ése indudable sentimiento caería sobre él del mismo modo en el que lo hizo años atrás. Y lo atragantaría, lo sofocaría.

Había pasado antes, años atrás.)

Mierda.

Quitó sus ojos de encima de él por un solo segundo para escanear sus alrededores, pero la neblina seguía ahí a orillas de su visión y el palpitante dolor en su cabeza comenzaba a hacerse más presente con el pasar de los minutos. Ah, maldición, ¿por qué carajos había accedido a venir hasta acá?

La copa de los árboles comenzaba a distinguirse un poco mientras más se disipaba el vapor que rodeaba el claro en donde se hallaban y Kenny resopló, otra vez. Quería moverse pero sabía que hacerlo sería mucho problema y él sinceramente necesitaba un descanso.

Definitivamente debí haber sido yo y no Caven, pensó casi con amargura, la voz de la mujer reprimiéndole por pensar algo tan estúpido siendo un lejano eco en sus oídos.

—¿Ya viste? —escuchó que murmuraba Félix, atrayendo su atención, excepto que él miraba en la dirección donde se encontraban los muros, en donde una columna de humo se alzaba igualmente—. El Colosal parece haber desaparecido.

—Debe ser Cejas —respondió en voz baja, mirando de reojo al otro—. Si hay alguien que puede deshacerse de ese chico Bertolt, es él.

Lo escuchó chasquear la lengua y por algún motivo el sonido le pareció a aquel de un cuchillo, filoso e igual de doloroso de una cierta forma en la que no sabría explicar en esos momentos. Kenny le dio una larga mirada de costado, desde donde el cabello se le hacía un nido de pájaros hasta abajo, pasando por su probablemente jodido ojo y su amoratado rostro, su labio partido y su cuerpo rígido. Uh, ahora que lo veía mejor los dos estaban realmente jodidos.

Kenny volvió la vista hacia arriba, al cielo azul pintado con grises y rojizos cuando sintió un leve roce en su brazo, los nudillos apenas y tocando la tela de su camisa negra, dejando huellas rojizas encima.

—Ah, eres un hijo de puta, Ken-¡Kenny!

En un abrir y cerrar de ojos vio a Félix ponerse en pie con tanta rapidez que verlo lo mareó. El chico saltó y el río de sangre le resbaló por el rostro y los labios hasta el mentón. No se había dado cuenta hasta ese momento de que sostenía una cuchilla en su mano, pero la alzó con tanto vigor que se preguntó a sí mismo si quizás el único realmente herido allí era él.

Félix se precipitó contra el titán y consiguió apuñalarlo en un costado de su horrendo, amorfo cuerpo. El titán, un maldito cambiante porque por supuesto que sería la maldita cosa asquerosa que andaba a cuatro patas, se fue contra él y lo golpeó duramente, enviándolo en una confusión hacia atrás, casi haciéndole caer.

Sus ojos se abrieron de par en par, del mismo modo en el que la mandíbula de la bestia a cuatro patas lo hizo, y engulló a Félix con facilidad.

Kenny sintió que algo se le atoraba en la garganta, un grito quizás, una maldición.

Intentó levantarse y tomó aire cuando su costado se tironeó y sintió que el oxígeno lo abandonaba por una fracción de segundo, la herida fresca haciéndole detenerse para inhalar por un momento porque de otra manera, terminaría estampándose contra el suelo.

Espera, no te vayas. No todavía.

¿Qué mierda? ¿Qué mierda había pasado? ¿De dónde diablos había salido ese titán hijo de puta? ¿A dónde diablos se había llevado a Félix? ¿Y por qué mierda se lo estaba llevando como si tuviera derecho a hacerlo?

Solo quiero irme a casa.

Mierda. ¡Mierda! Mierda, tenía que levantarse e ir tras ese estúpido, horrible hijo de puta que le había quitado al chico. Sus piernas temblaron un poco cuando dio un paso al frente, pero luego dio otro y luego otro y luego otro y así hasta que el ardor que podía sentir en sus músculos disminuyó hasta volverse poco menos que una molestia. Dijo que quería irse a casa, dijo que volvería a casa que lo haría, que eso quería hacer. Mierda, no podía… Kenny no…

Perderlo, ¿verdad? No podía perder a Félix. No podía perder al hijo de Uri de tal manera. Había hecho una promesa, se había inclinado ante su querido amigo y le había prometido cuidar de su familia una vez que él se fuera, e iba a cumplirla maldición, cuidar lo único que Uri dejó atrás incluso si él mismo nunca fue parte de la vida de ese condenado bebé. Félix era de Talisa, pero Talisa también había sido de Uri, mucho más que el propio Kenny, que su propio hijo o su propia familia, más que la misma Frieda aunque hubiera sido ella quien terminó heredando la carga de su viejo amigo.

—¡Oi!

Gritar le desgarró la garganta.

—¡Tráelo aquí! ¡Tráelo-! ¡Tráelo de vuelta, maldita sea! ¡Trae-!

A Félix. Al hijo de Uri.

Ese algo atorado en su garganta salió regurgitado como sangre y bilis y Kenny tuvo que inclinarse para no caer de cara al suelo y perder el conocimiento. Respirar se volvía difícil de nuevo, pesaba ahí en sus pulmones o entre ellos, y el errático latir de su corazón siguió bombeando sangre a prisa, desesperado por dar caza y atrapar a su presa.

Este era el plan. Este era el jodido plan que él quería llevar a cabo y solo porque terminó acobardándose a último minuto… Pero existía ahí la inseguridad de que quizás, probablemente, la posibilidad de que realmente había sido tragado… No, no no no.

Las cosas ya habrían terminado de ser así ¿cierto? Esas malditas visiones, esa maldición… Lo que sea que estuviera atado a Félix los habría regresado ya. Los habría mandado de vuelta.

Mierda. Mierda, no sabía qué hacer. No sabía qué… No sabía qué demonios hacer.

¿Continuar? ¿Perseguir al fenómeno a cuatro patas y recuperar el cuerpo por lo menos? No está muerto, se dijo a sí mismo, no podía estarlo porque Kenny no era un maldito imbécil y porque Félix no era débil y porque simplemente se negaba a aceptar que el único hijo de Uri había muerto así de fácil.

Presionó su frente contra el húmedo césped que crecía a montones fuera de Shiganshina y maldijo por lo alto, sintiendo que la rabia y la desesperación se volvían un pozo sin fondo que ahondaba con el pasar de los momentos ahí en donde se suponía que existiera un corazón.

Se lo prometí a él. Le hice una promesa. Y Kenny podía ser lo que tu quisieras que fuera, pero no iba a faltarle al respeto a la memoria de Uri, no estaba dispuesto a romper la promesa más malditamente importante de su jodida e inútil vida de esclavo.

Sus uñas se enterraron en la tierra y arrancaron césped con ellas, un poco de la sangre que manchaba sus manos haciéndolo también con la hierba, pequeñas gotitas rojizas que caían una a una, de su boca y de sus manos y de su torso.

Era un motivo de orgullo, sabía él, que cumplir sus promesas a Uri era lo que tomaba prioridad en su vida luego de que partiera. Félix era parte de ellas, incluso si había más de Talisa en el chico y el odio que parecía ver en sus ojos cada vez que su padre era mencionado se sentía como si alguien le arrancara las entrañas, seguía siendo un motivo de orgullo.

(Más que familia, que el apellido Ackerman, más que esclavo mismo, Kenny era de Uri del mismo modo en el que Talisa lo fue.

Félix también. Félix era de ambos. De los tres.)

━━━

Erwin no necesitaba darse vuelta para ver la carnicería desarrollándose al otro lado del muro.

Era casi como una secuencia animada en dibujos que se reproducía a la perfección en su mente; los cascos de los caballos que se alejaban en un enfurecido galope en dirección al titán enorme bloqueando su salida retumbaban en el suelo y lo hacían temblar, haciéndole sentir cada pisada en su mismo corazón.

Erwin había visto ciento de veces un escenario parecido cada vez que dejaban la seguridad de los muros y se iban de frente a lo desconocido, así que no le hacía falta el voltear y ver con precisión lo que ocurría. No existía necesidad de verlos cuando en múltiples ocasiones él había estado a la cabeza de una formación parecida, flanqueado por sus camaradas y seguido por sus subordinados como si no hubiera lugar más seguro en el mundo que tras su espalda. Podría hacerlo, claro, pero el problema a mano resultaba ser más apremiante que el distinguir desde esa altura el polvo que el pelotón de la Legión de Reconocimiento alzaba en su camino al infierno.

Erwin siempre había tenido sus sospechas. A pesar de nunca haberlo visto cara a cara como los sobrevivientes de Shiganshina o los cadetes presentes durante la invasión de Trost lo hicieron, el Titán Colosal de alguna manera había ganado cabida en sus pensamientos, en sus planes, esos que a veces no le dejaban dormir o completar apropiadamente su papeleo. Era un gusano que se infiltraba entre ellos y los acaparaba, robando su atención de situaciones que resultaban ser más preocupantes en esos momentos. Y aún así, el Colosal siempre había estado presente ahí.

Sus cejas se fruncieron con severidad, observando al titán de pies a cabeza. La cantidad de vapor que lo rodeaba no se comparaba mucho con la que salía despedida de la parte inferior de su cuerpo, específicamente cerca de sus piernas. Era probablemente por su cercanía al suelo y a que la Legión había estado cerca suyo cuando se transformó.

Una espinilla de preocupación le nació en el estómago, sus pensamientos tornándose momentáneamente rojos al pensar en todos los cadáveres a los que tendrían que recoger una vez esta pesadilla terminara. ¿Cuántos de ellos serían huesos y carne derretida? ¿Cuántos de esos otros serían mero carboncillo, irreconocibles trozos de algo dejados atrás luego de esto? Le daban náuseas pensarlo.

—¡Comandante Erwin!

Su mirada se desvió desde el frente hacia un costado suyo, en donde vio a Arlert devolverle una desesperada mirada de auxilio.

Cierto. Arlert. Sus ojos se deslizaron hacia abajo, en donde se encontró con una mancha rojiza cubriendo una de las costillas de su subordinado, la tela blanca solo resaltando el hecho casi con crueldad. Erwin cerró sus ojos y tomó una profunda respiración, obligando a su mente a relajarse y a sus hombros a perder rigidez. Ahora no era el momento para dejar ver sus dudas o sus miedos. Ahora mismo, más que nunca, era necesaria su fortaleza y su liderazgo para sacarlos de allí con vida.

—Claro, lo siento. Armin ¿alguna idea?

Arlert apretó sus labios tanto que perdieron color y palidecieron del mismo modo en el que el resto de su rostro pareció hacerlo. Sus manos estaban cerradas en puños, temblando alrededor de las empuñaduras del equipo de maniobras.

—Cuando apareció en Trost ese día… Y luego en Utgard… Es obvio que utiliza el desgaste de sus músculos y la proporción de vapor que deja escapar para ocultarse entre ellos y huir. Creo que cualquier titán con inteligencia humana podría hacer eso, pero…

—Pero el Colosal es distinto porque mientras más desgasta su cuerpo para crear vapor, más desgasta sus músculos también —completó por él con un asentimiento—. Sí, también pensé en ello.

—Comandante Erwin…

Cuando se volvió hacia el chico, vio en la mirada de él la que en ocasiones veía en muchos de sus subordinados, la que rara vez visualizaba en su propio rostro. Erwin pasó saliva con dificultad y aguardó al menor.

Armin, con un profundo respiro, juntó todo su valor entre sus manos y asintió.

—Úseme como señuelo.

—Cadete Arlert-

—La herida que Reiner me provocó es profunda, y la sangre que he perdido comenzará a afectarme en un rato si no soy tratado ahora mismo por un doctor —el chico negó con la cabeza y encuadró sus hombros—. Reiner podrá ser un problema pero Eren puede lidiar con él a la perfección. El capitán Kenny y lo demás junto a Petra podrán deshacerse del Titán Mono y los otros con él. Nosotros estamos aquí ahora mismo, tenemos una idea de cómo derrotar a Bertolt así que hagámoslo.

Lo cierto era que Erwin había enviado a muchas personas a su muerte. Varios de ellos fueron sus amigos desde los días en la academia, otros los conoció durante su servicio bajo Shadis, y ultimadamente, la mayoría funcionaron como sus subordinados. Pequeños peldaños que había utilizado para subir esa montaña de cuerpos que se apilaba debajo suyo y que clareaban el camino hacia lo que buscaba con desesperación, la expiación que anhelaba.

No sería la primera vez que usaba a alguien como un señuelo, ni la primera en la que alguien demasiado joven sacrificaría quién era para permitirle seguir avanzando.

Armin no sería el primero, obviamente, pero una parte suya esperaba que fuera el último. Que después de esto, de capturarlos o asesinarlos lo que fuese, todo sacrificio fuera válido, real, tangible en la forma de su sueño alcanzado, la libertad ganada, esta guerra unilateral terminada.

Erwin suspiró con lentitud, tratando de quitarse ese peso de encima de sus hombros, y cuando volvió a abrirlos volteó el rostro y asintió con severidad.

—Hagámoslo entonces.

━━━

Eren se enderezó de golpe y retrocedió los pocos pasos que el espacio le permitía, sus ojos fijos en Reiner mientras Hange se movía entre los dos hasta aterrizar sobre su hombro, su gancho soltando un siseo cuando volvió a su compartimiento. No podía describir el sentimiento de alivio que sentía de ver a la mujer, aunque la situación no fuera lo mejor, tener a Hange ahí con él era casi un consuelo.

La mujer se volvió sonriente, chispas de alegría imaginarias saltando de ese gesto lleno de vida.

—¡Así que! ¿Tenemos algún plan?

Eren la miró de costado con su ceño ligeramente fruncido, su mandíbula regenerándose lentamente. La sonrisa de la mujer se tornó ligeramente avergonzada, con un poco de rubor coloreándole las mejillas. Hange tenía el cabello levemente desordenado y uno de los cristales de sus anteojos estaba estrellado, gotitas de sangre manchando su párpado inferior.

Se preguntó si quizás había sido obra del Titán Colosal, si Bertolt había tratado de asesinarla del mismo modo en el que lo intentó con él y con Félix.

Lo cierto era que en esos momentos aquello no importaba. Eren tenía que luchar contra sí mismo para pasar ese bloqueo mental al que quería entrar, pero le costaba. Incluso aunque su mirada estaba fija en la figura de Reiner de pie frente a él, se sentía como si su mente fuera la que no, la que estaba lejos, probablemente en la cima del Muro junto con Armin, o al otro lado de él, con Félix y con Ymir que iban de cara hacia su supuesto hermano mayor.

Se le revolvió el estómago ante aquel pensamiento, y ni el grito de alarma de Hange logró despabilarlo lo suficiente para lograr esquivar el puño de Reiner. El rostro se le volteó de golpe y su mandíbula volvió a zafarse, su lengua colgando y la boca llenándose de vapor. Sus pies se enredaron entre sí y la enorme, débil figura de su titán casi se derrumbó hacia atrás, solo logrando permanecer de pie cuando su espalda chocó contra un edificio intacto.

Casi enseguida se tiró hacia un lado y Hange apareció por detrás de Reiner, pero el rubio la esquivó y giró sobre su eje, barriendo su brazo hacia arriba en un arco que pretendía perseguir la figura de la mujer, mientras el otro permanecía cubriéndose la nuca en pos de protección.

Hange masculló una maldición entre dientes y se dejó caer de golpe hacia abajo, la punta de su lanza apenas y rozando la parte posterior del costado del titán y aún así tiró de ella para desencadenar la explosión. Reiner se tambaleó y de inmediato se le vio envuelto en vapor que surgía de donde un trozo de su armadura había logrado ser penetrada.

—¡Eren!

Por entre el vapor surgió Hange y sus cables se desplegaron hasta incrustarse en la piel de su hombro, la mujer aterrizando encima en cuestión de segundos y procediendo a gritarle que corriera, y que no mirara atrás.

Eren se giró y avanzó a zancadas entre los escombros y los edificios, los intactos y los derruidos, y los pocos que se encontraban aún en un estado no tan deplorable como para llamarlos basura. Shiganshina se volvió un borrón más, sus casas y sus parques y la maleza que crecía entre los adoquines rotos creando una fantasmagórica imagen que cobraba vida con cada paso que daba. Hange iba en su hombro, ni rastros del Capitán Levi o de Mikasa o de Jean, y el corazón le martilleaba a prisa contra el pecho y hacía eco en sus oídos.

Se preguntó si quizás, Hange de pie en su hombro, podía escucharlo también.

—¡Oho, Levi está por allá! —exclamó ella de golpe, señalando algún punto hacia la izquierda que Eren no vio—. ¡Sigue de frente, Eren! ¡Tratemos de llevarlo de vuelta a la puerta interior!

Eren asintió y Hange dejó escapar un grito de júbilo cuando saltó hacia el suelo y se elevó pocos segundos después, volviéndose otro borrón más. La vio dirigirse hacia el costado al que había señalado y Eren viró en esa dirección, saltando por encima de unos pocos bloques de concreto roto desperdigados en el suelo.

El límite del distrito comenzaba a volverse notorio mientras más avanzaba, e inclusive Bertolt, viéndose imponente a lo que parecía ser solo metros de él, pareció virar su atención hacia algo más. Eren no se molestó en tratar de averiguar de qué se trataba, quién había sido el desafortunado en atraer su atención porque podía escuchar las pisadas de Reiner tras de sí que se volvían un solo ritmo junto a su corazón, y aquello consiguió iniciar una chispa de miedo en su ser que lo empujó a ir más rápido, tomar zancadas más largas. Cuando se arriesgó a echar un vistazo a espaldas suyas, sus ojos se abrieron ligeramente de par en par.

Reiner y su titán no estaban.

En cambio, de lo que quedaba del Titán Acorazado era una nube de vapor que se esparcía con lentitud y se desvanecía, dejando nada pero el mismo escenario destrozado tras suyo que a nadie excepto a él y sus dos amigos parecía molestarle. Los edificios seguían rotos, Shiganshina era un pueblo fantasma, y Reiner había desaparecido.

Eren giró de inmediato y plantó sus pies en el suelo, su espalda quedando pegada a un muro de concreto que afortunadamente estaba semi intacto, y su mano se alzó hasta cubrirse la nuca. Hange se giró una vez dejó de escuchar los pasos tras de ella y espió el terreno, entrecerrando sus ojos una vez se dio cuenta de que no eran perseguidos por nadie.

—Diablos, no me di cuenta de que deshizo su transformación —dijo ella, aterrizando nuevamente en el hombro de Eren. Sus alrededores estaban en paz y el vapor estaba casi desvanecido para ese momento. Tras de el no había nada, ni un esqueleto ni un trozo de titán, absolutamente nada—. ¿Llegamos a considerar esto? Reiner desapareciendo así de la nada… Es como lo del Titán Colosal, ¿cierto? Los reportes de ese día en Trost lo mencionan desapareciendo en cuestión de segundos.

—Oi.

Alguien más se detuvo en su hombro contrario y tanto él como Hange viraron sus cabezas para mirar al capitán Levi, que les devolvió la confundida mirada, si acaso algo exaltada, con un ceño fruncido también.

—¿Y Reiner?

—Desapareció. Hasta hace unos momentos venía por detrás nuestro y de repente no estaba. ¿Qué hacemos? ¿Crees que es buena idea quedarnos aquí y buscarlo?

—No —el capitán miró a su alrededor y luego hacia atrás, en donde Mikasa y Jean estaban. Los dos parecían estar con la guardia alta, enfocados más en lo que veían en el terreno cercano que en Eren y en Hange—Moblit y otro par de scouts están más adelante, vayamos con ellos y dejémoslos resguardando el lugar un poco. Lo mejor será agruparnos con Erwin y planear algo.

—¿Qué hay del titán al otro lado del muro? ¿Hay algún plan para lidiar con ése?

—Sasha y Connie se dirigían hacia allá para notificar a Erwin de Reiner, pero no han vuelto aún con noticias.

—Ah… Esto se está complicando más y más. ¿Habrá alguna expedición en la que no nos encontremos con quienes buscan aniquilarnos o podremos tener un descanso en algún momento?

Eren vio al Capitán Levi rodar los ojos, la avergonzada, medio burlona medio seria sonrisa que Hange le obsequió luego de ello relajando los tensos músculos de sus brazos.

—Eren, volveremos hacia la puerta interior rápido y nos reagruparemos con Erwin. Hange y yo iremos delante, y Mikasa y Jean cuidarán la retaguardia —el capitán bajó la mirada hacia él, sus ojos ligeramente entrecerrados—. No importa qué ocurra de camino allá, debes llegar a ella sí o sí. Es una orden, ¿entendido?

¿Qué más podía hacer él que no fuera aceptar? La culpabilidad de lo ocurrido antes aún parecía enroscarse alrededor de su garganta cuando Eren pensaba en aquel día en el bosque con Annie persiguiéndolos desde atrás, la enorme figura de su titán moviéndose hábilmente entre los árboles gigantes. Aún tenía pesadillas de esa expedición, noches en las que despertaba con el corazón en la garganta y las sábanas arrugadas entre sus dedos mientras una capa de sudor le perlaba la frente, y ni la frescura del exterior durante esas noches en vela conseguía quitarle la caliente sensación de la vergüenza.

A veces se recordaba que murieron por él, que aunque el Comandante había dado la orden y el Capitán la había seguido, todos ellos se habían precipitado en esa expedición a ciegas, sin el plan real en mente, persiguiendo una sensación de triunfo que pocas veces lograron probar y que terminaron pagando las consecuencias por ello.

Difícilmente iba a lograr olvidarse de ello, de Gunther y de Oluo y de los amigos de Félix que murieron ese día, todos los scouts que terminaron pulverizados bajo Annie.

Shiganshina era parecida en ello al bosque de árboles gigantes. Era otro lugar bello que terminó volviéndose un cementerio porque había todo un mundo allá fuera que quería acabar con ellos, y aquello le provocaba un dolor físico que le anudaba las entrañas y volvía el respirar más difícil de lo que en realidad era.

Mientras avanzaban, miró a sus dos amigos por pocos segundos. Mikasa iba alerta, pero en cuanto sus ojos se encontraron la expresión de concentración en ella se endureció y dio un firme asentimiento en su dirección que Eren reconoció con uno propio. Jean iba más tranquilo, mirando al frente, el cabello castaño y lleno de polvo hecho un desastre.

Amigo no era una palabra que probablemente habría usado con Jean antes de todo esto, pero Eren estaba muy consciente de que justo aquí y ahora, se encontraban estancados. O podían alejarse de esta situación con algunos rasguños y un par de pérdidas, o podían dejar Shiganshina con otro agujero en el pecho, un espíritu diezmado, un núcleo muerto. Todo Trost había gritado por ellos minutos antes de que partieran, todo Trost había puesto su confianza en ellos para que volvieran bien, que volvieran con triunfo, con resultados que trajeran esperanza. Ahora Eren no podía estar seguro de que volverían del todo.

—¡Hey, tonto! Despabila y presta atención, ¿quieres?

La filosa, casi hostil mirada de parte de Jean lo hizo parpadear, finalmente mirando lejos de su figura. Aunque aún podía sentir la del otro chico puesta encima suyo, Eren no dejó que aquello le hiciera sentir más nervioso de lo que ya estaba. Debía volver a la entrada interior y buscar al Comandante Erwin y confiar en que el hombre tuviera alguna clase de plan que les salvara el trasero.

Una figura encapuchada apareció desde su periferia y casi se frenó hasta que reconoció a Moblit, que les indicó que siguieran adelante. En los tejados contiguos había un par de scouts y el resto de ellos parecían encontrarse más al frente, en donde un literal aro de fuego limitaba el territorio humano y lo separaba del alcance del Titán Colosal.

—Moblit, ¿cómo está la situación?

—Complicada. El Comandante Erwin atrajo la atención del Colosal hacia él, pero envió a alguien a decirnos que nos encargáramos de apoyarlos a ustedes —y luego, señaló hacia el muro, aunque no hacia donde se enfocaba la atención de Bertolt. Eren imaginó que indicaba la zona situada tras de el—. Hay algunos caballos por allá, pero la puerta está bloqueada y no sabemos muy bien qué ocurrió con los scouts y los animales que permanecieron al otro lado. No sabemos… No sabemos si siguen con vida.

Hubo un silencio breve y muy tenso, y Eren agradeció a cualquier dios que lo escuchara que no pudiera hablar cuando estaba en su titán, de lo contrario habría comenzado a maldecir como solía hacer Félix cuando pensaba que estaba solo o que nadie lo escucharía.

Hange y Levi compartieron una mirada, tensa igualmente, y luego se giraron hacia él en conjunto.

—El plan no cambia —murmuró el capitán—. Ve hacia allá, nosotros podemos lidiar con Reiner aquí, cuando sea que se aparezca. Además, puede ser posible que Erwin necesite de tu ayuda.

Eren asintió, pero luego, cuando intentó echar a caminar, hubo un solo momento, una fracción de segundo y luego ya no estaba en Shiganshina con el capitán y sus amigos. Había un lago, y alguien gritaba, y la superficie del agua reflejaba el sol y la pareja que nadaba en el se reía.

Eren conocía esa risa. Sin embargo, era un poco diferente, más aguda y despreocupada, el tipo de risa que era genuina porque hacía que te doliera el estómago por todas las razones correctas y te entumecía las mejillas de tanto estar sonriendo, y él no podía por todo el amor que le tuviera, pensar en una sola instancia en la que hubiera escuchado reír a Félix de tal manera durante todo el tiempo que llevaba conociéndolo. Podía verlo desde ahí hasta el lago salpicando agua en la cara de otra persona, y aunque la cortina de cabello oscuro le cubría un poco el rostro, supo de inmediato que la segunda presencia que se encontraba allí era Frieda Reiss.

Oh Dios, ¿en dónde diablos estaba?

—¡Eren!

Algo filoso se le clavó en la espalda y Eren trastabilló al frente, la imagen del lago y la risa de Félix desvaneciéndose en el aire. Hange pasó como un borrón frente suyo y para cuando se giró, siguiendo su corrido con su mirada, vio a Reiner también.

No en su forma titán, si no balanceándose en su equipo de maniobras entre los edificios aledaños. Jean iba tras él, sangrando de un corte en la mejilla y lo que parecía ser una herida en el abdomen. Había un par de cadáveres a pie de las estructuras derruidas con la capa y las Alas de la Libertad cubiertas de hollín y sangre.

—¡Vete ahora! —exclamó Levi, dándose vuelta mientras desenvainaba su cuchilla y señalando hacia el muro—. ¡Eren! ¡Vete ya!

Eren pensó en negarse e ir tras Reiner él mismo. Era lo que quería, después de todo, por lo que había estado esperando todo este tiempo, pero el capitán Levi aún estaba mirándole con ese tipo de mirada en sus ojos que le decía a gritos que si la cagaba, Levi iba a cagarlo a él aún peor.

Sus pies tardaron unos segundos en responder a las órdenes que su cerebro les daba, pero consiguió girarse y echar a correr por entre las casas y los escombros mientras los scouts que las ocupaban se preparaban para un ataque. Aún no había ningún tipo de luz que le dijera que Reiner estaba transformándose, así que estarían a salvo —tenían qué, todos ellos, toda la Legión— por el momento, y él necesitaba llegar al muro y encontrar al Comandante ¿cierto? Necesitaba llegar a él y planear algo.

Allá está Armin, susurró una voz, y tal vez estén Connie y Sasha también.

Pero a donde quiera que mirara, ya fuera el fuego en los escombros o las casas llenas de maleza, pequeños flashes del lago aparecerían frente a sus ojos y lo cegarían por unos momentos. Eran graduales, un poco borrosos, los sonidos del ambiente como los pájaros o la brisa no podían ser escuchados al cien por ciento, pero la risa de Félix y la que suponía era de Frieda prevalecía por encima de todo lo demás. Le entorpecían su sentido de orientación y lo confundían, y Eren quería detenerlos.

Su cabeza daba vueltas. Parpadeó un par de veces tratando de disipar el espejismo por su cuenta y luego cuando volvió a abrir sus párpados, se encontró con un cielo grisáceo que lo miraba de vuelta, un par de columnas de humo que se alzaban hacia arriba y la sensación de que el cuerpo entero le dolía. Eren tropezó con un árbol y su cuerpo estampó contra una casa, haciéndole un agujero en el costado.

Se atrevió a enderezarse y volver la mirada atrás, escanear el horizonte donde los scouts sobrevivientes se encontraban y la luz de un rayo lo cegó. Eren vio a Hange salir volando por la explosión de una de las lanzas y el rugido de Reiner pareció hacer eco en el distrito entero cuando un trozo de armadura recién transformada se desprendió de su rostro.

Diablos.

Fue cuestión de segundos el ponerse en pie y echar a correr otra vez, el frenético latir de su corazón apurándolo a andar con más prisa sin importar que su visión estuviera comprometida. Las llamas que lamían el suelo y zigzagueaban entre la hierba seca apenas y parecían prestarle atención cuando tenían toda una ciudad que quemar. A su derecha, el Titán Colosal se volteó hacia él y Eren rugió también, porque estaba cansado y porque la risa de Félix le hacía eco en esos espacios entre sus costillas y su corazón, y la mirada de Frieda Reiss reflejándose en un espejo parecía estar quemada a fuego vivo tras sus párpados, un constante recordatorio de quién era ella y qué había arrebatado él.

—¡Eren, por aquí!

Sus ojos se desviaron hacia un costado y Sasha alzó una de sus cuchillas, blandiéndola en el aire. Eren apenas tuvo que virar un poco para ir hacia ella y la chica saltó desde el tejado en donde estaba y aterrizó en su hombro, falta de aire.

Un riachuelo de sangre le corría desde la frente hacia abajo, pasando por encima de su ojo.

—¡Armin y el Comandante Erwin consiguieron atraer la atención de Bertolt pero es difícil acercarnos a él! ¡Tenemos que-!

Las fuertes pisadas le avisaron antes de que lo hiciera el puño. Eren se echó hacia un lado rápidamente y Sasha cayó de su hombro, y al plantar sus pies en el suelo, giró sobre sus talones y sin pensar mucho en ello tiró un puñetazo en respuesta que acertó en la mejilla expuesta del Acorazado.

Reiner se tambaleó hacia atrás pero ajustó su postura y se dejó venir encima suyo, pero el Capitán Levi cortó enfrente suyo y su filosa cuchilla le rasgó el ojo y más vapor surgió de el, así que Eren tomó la oportunidad de lanzar otro puñetazo en contra suyo, acertándolo en la herida que el Ackerman había ocasionado. Reiner rugió y retrocedió unos pasos, encontrándose con una explosión de Jean.

—¡Más lanzas! ¡No podemos dejar que se acerque más a la puerta interior!

—¡Eren, tienes qué-!

—¡Capitán Levi!

El espeluznante grito vino de Sasha.

Todos se volvieron, incluso Reiner, y se encontraron con una ola de calor hirviente que les hizo perder la vista. Alguien aulló de dolor un par de metros por detrás de Reiner pero el calor era tan sofocante que le impidió reconocer la persona a la que dicha voz pertenecía. Era el vapor del Colosal, su mente administró en medio de ser cocinado vivo. ¡Está usando el vapor para protegerse! Lo que debía significar que el Comandante Erwin y Armin consiguieron llegar a él de alguna manera.

Eren, sabiendo esta vez que era más seguro hacerlo ahora que nunca, echó su brazo al frente y rogó porque conectara con algo que fuera titán y no humano. El vapor aún le impedía ver bien, pero había una enorme figura de pie casi de frente a él, así que lo intentó de nuevo, golpeando ciegamente entre la niebla y su mano conectó contra algo sólido, más solido que un cuerpo humano y robusto, duro como una roca. Dio unos pasos hacia atrás y un puño le rozó la nariz y luego otro conectó con su abdomen, haciéndole retroceder un par de pasos más.

El rostro de Reiner lleno de su propio vapor reapareció entre el del Colosal y Eren dejó que fuera su instinto el que lo guiara, lanzándose contra el Acorazado y tanto él como Reiner cayeron al suelo en un montón de extremidades revueltas y golpes y rugidos y mordidas que terminaban siendo inútiles. Reiner trató de encerrarlo en una llave pero Eren se revolvió entre el agarre y consiguió librar una de sus manos, que inmediatamente formó una capa de endurecimiento en sus nudillos. El único ojo visible de Reiner se abrió de par en par y unos segundos después, Eren lo golpeó.

La voz de Kenny vino a él como un amargo recuerdo, un susurro vil que siseaba con gusto y se reía entre dientes de él. Si quieres deshacerte de Reiner en el momento en el que lo veas, entonces hazlo.

Lo que sea que quieras hacer, es tu decisión.

Reiner consiguió darle un empujón y sacárselo de encima, su espalda golpeando contra una casa aledaña. El rugido del Acorazado retumbó en sus huesos y los dedos con los que pretendió sostenerlo se cerraron alrededor de su muñeca, pero Eren estaba tras el punto de importarle. Usó toda su fuerza disponible y tiró de Reiner hasta que fue él quien terminó estrellándose contra la casa en la que había aterrizado él anteriormente y Eren le cayó encima, sus puños acertando una y otra y otra vez hasta que sus nudillos ya no estaban endurecidos y solo el hueso cubría la estructura de la mano, el vapor que los rodeaba bloqueando la grotesca escena que probablemente pintaba en esos momentos.

Había ira dentro de él. La que sintió ese día que Shiganshina se perdió, cuando vio a su madre ser tragada por un titán de sonrisa horrorosa. Esa ira que siempre había estado presente en él, enardecida entonces porque Kenny tenía razón. Porque ésta misma era su decisión.

Era catártico, tal vez, y dolió más de lo que Eren podría haberlo descrito. Estaba seguro de que si hubiera estado en su forma humana, en el momento en que le hubiera dado un solo puñetazo en la cara a Reiner, todo habría terminado porque de ninguna manera alguien como Reiner dejaría que alguien como Eren le goleara el trasero. Aún así era satisfactorio, alimentaba esa fea parte suya dentro en su ser que clamaba venganza, y probablemente estaba llorando y su piel se estaba derritiendo porque incluso si no estaban cerca de Bertolt, su rango era lo suficientemente amplio como para que algo de esa ola de calor les causara problemas. No podía ver, pero podía sentir, y se sentía bien.

El calor comenzaba a vacilar, la niebla estaba desapareciendo y sabía que estaba así de cerca de acabar con todo, de saciar esa profunda ira que sentía cada vez que pensaba en Reiner y Annie y Bertolt, estaba seguro de ello. Podía ver la cara destrozada del Titán Acorazado, la sangre rezumando del ojo hundido y la mejilla ahuecada, el hueso apenas escondido debajo del tejido enrojecido. Era una imagen digna de pesadilla, y la cabeza estaba ladeada, rota del cuello probablemente porque más vapor estaba saliendo de esa zona, haciéndole quedar girada de una incómoda manera que le hacía acordar a las posturas de Bertolt mientras dormía.

La nuca estaba expuesta, muy parcialmente, pero si alguien usaba una de las lanzas en ella y volaba la coraza que la protegía podrían sacar a Reiner y dárselo de comer a alguno de ellos o a algún titán cualquiera que todavía se encontrara deambulando en los bosques de María.

Era eso lo que lo contenía de dar el último puñetazo, torcer ese cuello y tragarse él mismo al chico oculto debajo. Que había alguien más allá en tierra de nadie que podría ser traído de vuelta.

La madre de Connie quizás, podríamos volver a Ragako y Connie tendría a su mamá de vuelta, podríamos-

Algo tiró de él hacia atrás violentamente y Eren cayó literalmente sobre su trasero. Un grito en sus oídos, unas mandíbulas cerrándose alrededor de la parte expuesta en Reiner que retiraron la coraza a duras penas, como si hubiera estado floja a voluntad y Eren creyó escuchar su nombre ser llamado por alguien que no era el hombre de pie en la espalda del titán a cuatro patas.

Zeke, pensó, porque a pesar de que nunca había visto a su supuesto hermano, de alguna manera sabía que era él.

—Ah, Eren… —murmuró, mirándole con pena, con lástima. Como si Eren la necesitara—. Lo siento mucho.

El titán extraño a cuatro patas tragó y Reiner desapareció en su garganta. La mirada de Eren se ensanchó, estupefacta, y su cerebro tardó en reaccionar, su cuerpo entero tardó en moverse.

Fue entonces que se dio cuenta que no tenía una mano y que la otra estaba emitiendo vapor también de una herida visible en lo que era el tendón. El titán que se tragó a Reiner, pero… ¿En qué momento…?

—¡Eren!

Como si fueran otro espejismo, como si se tratara de su imaginación, Zeke y el titán y Reiner se desvanecieron entre la bruma que el cadáver del Titán Acorazado creaba.

—¡Eren!

—¡Oi, Eren, despierta!

No se había dado cuenta hasta ese momento pero tenía lágrimas en los ojos.

Cuando giró la cabeza, vio a Jean y a Sasha de pie bajo un tejado caído, ambos con manchas de sangre y rastros de lo que parecían ser quemaduras. Eren tragó saliva con dureza y se inclinó hacia ellos.

—¡Ese titán-! —el rostro de Sasha tenía más mugre que antes, su ojo sangraba y se mordía los labios, dudando al hablar—. ¡No importa ya, hay cosas más importantes de las que preocuparse!

Eren sintió que se le hundía el corazón. Cuando Sasha no dijo nada más, miró a Jean en busca de respuestas.

—El Capitán Levi y Hange… Los scouts que estaban con nosotros… —la voz del chico tembló un poco—. Había mucho vapor a su alrededor, ellos no… No pudieron…

Huir. La palabra que Jean no podía decir era esa.

No pudieron huir.

━━━

Cada vez que trataban de acercarse, el vapor que se desprendía de la piel del Colosal los empujaba hacia atrás y rechazaba incluso sus ganchos, impidiéndoles poder sujetarse de él para lograr asestar algún golpe. No importara por dónde intentaran ir, se encontrarían bloqueados por una pared de vapor caliente.

Ya tenía ampollas debajo de las mangas de la chaqueta y había perdido la capa en el momento en que se acercaron lo suficiente para sentir el calor. Estaba seguro de que si intentaban acercarse aún más, uno de ellos se derretiría.

La mirada de Arlert estaba detenida en la forma del Colosal, y a Erwin le parecía que el titán se la devolvía con tal desprecio que bien podría ser un sentimiento tangible, capaz de manifestarse solo con la voluntad de cualquiera de los dos. Habían tratado de distraerlo al mantener una conversación con él, Arlert lo había intentado, pero el Colosal terminó por darse la vuelta y rechazarlos, y tanto él como el cadete como los otros dos subordinados que permanecían con él tuvieron que volver a la cima del muro o arriesgarse a morir de exposición prolongada al vapor hirviente.

A decir verdad, no sabía muy bien qué hacer. Realmente nunca había pensado en una contramedida hacia un enemigo tan imposible de alcanzar, y eso había sido quizás un defecto suyo. El Colosal había estado ocupando sus pensamientos durante un tiempo, un gusano intrusivo, pero Erwin nunca se había sumergido más profundamente en él para formar un plan que fuera adecuado para deshacerse de el, y ahora parecían estar pagando por eso.

Arlert todavía estaba dispuesto a ser el sacrificio y Erwin no podía dejar de pensar en ello. La idea de perder a alguien tan joven y tan prometedor no le sentaba bien, lo elevaba un poco más alto en ese asiento vacío encima de la pila de cadáveres que se volvió su trono desde hacía ya un par de años, y aún así… Aún así, Erwin sabía que estaba dispuesto a arriesgarse y a aceptarlo.

—No podremos acercarnos si continúa expulsando ese vapor… Pero no hay ninguna otra forma de poder alcanzarlo, Comandante, ¿qué hacemos?

Erwin miró lejos, hacia donde el resto de Shiganshina se extendía.

Desde allí arriba le era imposible ver con claridad si los scouts enviados junto con Levi estaban a salvo, pero había rastros de destrucción y fuego que lamía estructuras y se extendía hacia cualquier lugar que pudiera hacerlo, y más allá, más desastre, escombro y ruinas y polvo y destrucción. Levi debía estar por ahí.

—Si tuviéramos a Eren con nosotros, tal vez él podría captar su atención y-

—¡Comandante Erwin! —a unos pasos de ellos aparecieron otros dos cadetes, sus capas llenas de tierra y las capuchas caídas. Erwin los reconoció como los chicos del escuadrón de Levi—. ¡La puerta exterior fue sellada!

—¿Eren lo logró?

—Sí, señor —respondió la chica, tomando grandes bocanadas de aire. La coleta en la que su cabello estaba sostenido se hallaba medio deshecha—. ¡Pero Reiner apareció y Eren estaba peleando con él!

—¿Qué? ¿Cómo está Eren? ¿Acaso él y Reiner-?

—No lo sabemos, nos separamos de ellos cuando Bertolt nos lanzó todos esos escombros encima. Moblit nos encontró y nos envió a reportar con usted, Comandante.

El más bajo de ellos dos jadeaba, al igual que la chica, pero su mirada era distinta a la de ella y la absoluta desolación en esos ojos fue como otro puñetazo en el estómago que no se había esperado. Estos chicos, todo el escuadrón de Levi, todos ellos eran niños.

Le tomó un segundo recomponerse de ello. De hecho, le tomaría probablemente toda una vida el poder purgar sus pecados y expiarlos, y luego de esto, Erwin no esperaba mucho de lo que la próxima vida le tuviera en espera.

¿Qué pensaría su padre de él si pudiera verlo?

Se le entumeció la mano y tuvo que flexionar sus dedos para deshacerse de la sensación.

—Sasha —se encontró a sí mismo diciendo, mirando a la castaña y ésta devolviéndole la mirada—. Vuelve con Moblit e infórmale que es posible que necesitemos a Eren para poder atraer al Colosal a una trampa. Si no está con ellos aún, permanece ahí y espera por él.

—¡Hai!

Con un rápido asentimiento, la chica miró una última vez a su compañero y luego cayó por el borde del muro y desapareció. Erwin se volvió hacia Armin y el otro chico, que se había acercado para decirle algo al chico rubio.

—Tienes un plan, ¿cierto? Por favor dime que tienes un plan.

Armin lo miró a él.

—Tenemos uno, y es posible que contigo aquí podamos llevarlo a cabo —dijo él, llamando la atención del chico. Erwin señaló la dirección en la que el Colosal se encontraba con la punta de su cuchilla—. El vapor que lo rodea nos dificulta acercarnos a él, pero hasta que llegue Eren, tendremos que encontrar una manera de hacer que use lo suficiente para que sea él mismo quien debilite sus músculos. Eren y Petra han trabajado duro estos meses para poder mantener un mínimo de tres transformaciones al día, pero este titán es distinto y si estoy en lo correcto, gasta mucha más energía que uno de los de menor tamaño, así que es probable que podamos arrancarlo de dentro del titán y no esperar que vuelva a transformarse pronto.

—Y ¿Y cómo lo sacaríamos de ahí?

—Armin intentará hablarle.

Connie se giró en redondo hacia su amigo, sus ojos abiertos de par en par.

—¡¿Estás loco?! ¡Eso es una segura sentencia de muerte! ¿Qué acaso no escuchaste que trató de enterrarnos debajo de cientos de casas?

—¡No tenemos otra opción! —exclamó el chico, dientes apretados al igual que sus puños. Connie dio un paso atrás—. ¡Es hacer eso o morir aquí! ¡La humanidad dentro de los muros cuenta con nosotros para recuperar el territorio del Muro María, Connie! ¡No podemos fallar!

—¡Armin! ¡Estamos hablando de Bertolt, que no dudó en lanzarnos una tonelada de escombros encima! ¡Vas a morir si te acercas a él!

Todo el cuerpo de Arlert temblaba y Erwin se sintió sucio al presenciar eso. El miedo pintado en los rostros de ambos chicos, el horror absoluto ante la idea de perder a un amigo, de la aceptación de dicho amigo dispuesto a morir por ellos. No tenía derecho a ver eso, no tenía derecho a quedarse parado en su lugar como si esto no fuera obra suya.

¿Cuántas veces había enviado a su gente a morir por un tonto sueño infantil? ¿Cuántos cadáveres yacían a sus pies, qué altura tenía la pila de cuerpos en descomposición sobre la que se encontraba de pie? ¿Qué tan profundo era el agujero esperando ser llenado por su cuerpo sin vida que podía ya sentir la fría sensación de desdichada muerte sobre él?

No tenía derecho.

Armin encuadró los hombros y se enfrentó a Connie sin miedo alguno. Su piel se notaba más pálida que hace unos minutos y Erwin estaba preocupado, por supuesto que lo estaba. Por supuesto que se preocupaba por todos sus subordinados a un nivel que le revolvía el estómago y lo hacía querer ser él quien tomara sus lugares. Pero el destino de esta operación estaba en sus hombros, sus pecados aún no habían sido absueltos y la absoluta certeza de victoria se sentaba en un rincón oscuro de su pecho que le impedía a su corazón latir con normalidad.

Casi se estremeció cuando el chico se alzó la capa para mostrarle a su amigo el feo color rojo con la que su camisa se encontraba manchada. Connie jadeó y dio un paso atrás, ojos muy abiertos y rostro sorprendido, mirada horrorizada.

—No importa, Connie. Una persona que no es capaz de sacrificar algo no puede ser capaz de cambiar nada.

Escucharlo fue como una bofetada al rostro, un recordatorio. Todos ellos estaban condenados a caer también, eventualmente.

Las manos le temblaban a Connie cuando las alzó para envolverlas alrededor de los hombros de Armin y atraerlo en un abrazo, un par de lágrimas deslizándose fuera de sus ojos. Erwin apartó la mirada en ese momento y la dirigió hacia allá en donde la carnicería aún se originaba, tratando de ver incluso aunque era imposible si Félix se encontraba bien.

Tenía que estarlo.

Podía ver la imponente figura del Titán Bestia y la pequeña cosa de pie a su lado mientras arrojaba piedras a los exploradores que cargaban hacia ellos, podía escuchar sus gritos de agonía y miedo, un canto con el que no estaba familiarizado porque él había visto a sus compañeros muriendo con miedo en las bocas de titanes, no por rocas que les arrojaban. Estas muertes eran distintas en ello, pero no menos horribles.

Podía ver explosiones también, podía ver a Petra aparecer y dirigirse de frente hacia el mono y captar su atención con un solo golpe, podía ver que los otros titanes normales ganaban movilidad y echaron a correr en dirección de la Legión. Deseaba poder ver menos de eso y más del hombre al que seguía buscando en el medio de ese baño de sangre.

—Dile sobre Annie —escuchó por encima de sus propios pensamientos—. Dile qué le ocurrió. Estoy seguro… Bertolt… Hah. Sí, sí. Díselo.

Armin asintió con la misma seguridad con la que le pidió a él que lo usara como señuelo y Connie sonrió.

—Tendré que llegar hasta él entonces, hacerlo expulsar más vapor que desgaste su cuerpo lo suficiente como para que la capa de músculo se vuelva lo suficiente delgada para que las cuchillas la atraviesen.

—Connie, tu e Ian aguardarán a que el vapor sea lo suficiente grueso como para que se cubran con él y cuando sientan que tienen una oportunidad, no duden en atacar. Dean, quiero que vayas abajo y le adviertas a quien sea que se encuentre allá que busquen refugio. No sabemos qué daño podría ocasionar con exactitud que el cuerpo del Colosal colapse tan cerca nuestro.

—¡Hai!

Tres de ellos partieron enseguida, uno se quedó.

Erwin tragó saliva y se acercó hacia Armin, y puso su mano sobre su hombro. El chico se tensó por un solo segundo y le miró por el rabillo del ojo, iris tan azules como el cielo mismo bajo el que vivían a diario.

Quería decir algo. Sentía que necesitaba decir algo, pero ¿qué? ¿Qué podían hacer las palabras cuando ambos sabían lo que estaba por venir? Qué tipo de consuelo podían ofrecer, un manto de seguridad que era inútil y momentáneo, nada más que un hueco y vacío, oscuro e insondable.

Quería decir algo. Necesitaba decir algo. No podía dejarlo así. Nadie merecía morir así.

Al final, la decisión fue tomada por él cuando fue Armin quien tomó la palabra.

—Es mi decisión, Comandante Erwin. Espero que esta sea una de las cosas que entienda que no fue culpa suya.

—Esto es más de lo que podríamos pedir, Armin. Gracias… —tal vez fuera la culpa, siempre era la culpa. Había estado viviendo con ella durante tanto tiempo que había aprendido a ignorarla, pero ésta vez era distinto, siempre era distinto. Pero aquí y ahora, ese distinto era peor—. Gracias por tu sacrificio.

Quitó su mano del hombro de Armin y la llevó hacia su pecho, la mano incorrecta sobre su corazón, las palabras muriendo en su lengua. Armin tenía lágrimas en los ojos y una feroz sonrisa en el rostro que no lograba ocultar el miedo debajo de ella, pero le devolvió el gesto con vigor, con gran honor.

Era más de lo que Erwin podía pedir.

Bertolt vio a Armin venir incluso antes de que el chico estuviera cerca, y el vapor aumentó. Era como una respuesta automática a la presencia del chico rubio, una que parecía volverse tangible igualmente, el rencor y el miedo por igual. Estos dos chicos habían crecido juntos en la academia, habían entrenado, convivido, compartido un espacio lo suficiente íntimo como para haberse vueltos cercanos, para haberse vuelto amigos.

¿Era eso lo que los empujaba a ambos a ir en contra el uno del otro con tanta saña? El tiempo compartido que aún recordaban y las memorias creadas durante ese tiempo, el obvio aprecio que en algún punto sintieron el uno por el otro quizás era el motivo suficiente para empujar en contra de ese sentimiento y dar todo de sí, aunque eso significara que uno de ellos terminara perdiendo.

Ir en contra de tus amigos con los que habías crecido, la familia que encontraste.

Armin gritó algo y a pesar de que el vapor era espeso, Erwin alcanzó a verlo señalar hacia atrás, hacia donde la carnicería se encontraba. El aumento de vapor fue instantáneo y él, ansioso, se acercó al borde del muro con su cuchilla cubriéndole el rostro, tratando de protegerse ante el calor que le rozaba la piel.

Connie estaba pegado al muro, espalda a espalda con el, e Ian se encontraba a unos pocos metros del menor. Los dos mantenían la mirada fija en la espesura del vapor y la continúa expulsión de el. Casi podía escuchar lo que Connie murmuraba, el nombre de Armin dicho casi como una plegaria mientras que el de Bertolt, dicho como un castigo.

Erwin se alistó también; no sabía por qué, no sabía para qué. Félix había acertado al decirle que así como se encontraba actualmente era menos que inútil, un estorbo que solo estaría en el medio impidiendo que las cosas se llevaran a cabo.

Mi cerebro es lo que vale la pena conservar.

No lo hacía sentir mejor, no le daba el consuelo que no sabía que necesitaba.

Unos segundos después, vino el olor. Alrededor de Bertolt se erigía una columna de llamas que lo rodeaba con mucha más intensidad que el vapor lo hizo anteriormente, lentamente deshaciéndose de este hasta que el mundo frente a ellos se coloreó anaranjado y rojizo. Erwin entrecerró sus ojos y buscó entre el fuego la figura de Arlert y lo vio flotando ahí sin rumbo alguno mientras la intensidad del calor lo mantenía erguido, lo prendía en llamas.

Era probable que su equipo se hubiera deshecho ya.

Alcanzó a escuchar a Connie sollozar. Fue alto y claro y apuñaló la determinación de Erwin con tanta fuerza que sus rodillas casi se doblaron y por poco lo tiraban al suelo.

El Colosal se detuvo de repente cuando el cuerpo de Armin salió expulsado y la onda de calor desapareció de golpe, haciéndoles respirar con más facilidad. Erwin lo vio caer, descender hacia el suelo como una pluma y entonces Bertolt alzó su brazo y lo barrió por encima del muro, mirándolo a él.

—¡Connie, Ian! ¡Ahora!

Erwin también se lanzó con su equipo preparado, su mano cerrándose con fuerza alrededor de la empuñadura de hierro y mientras que Connie e Ian fueron hacia arriba, él lo hizo hacia abajo. Confiaba en que ellos podrían, en que lograrían hacer uso de la pérdida de Armin para que se convirtiera en la de Bertolt. Él debía mantener a Armin a salvo luego de dar su vida para darles a ellos una oportunidad.

Por encima suyo escuchó un grito, probablemente de Connie porque esa definitivamente no era la voz de Ian, y entonces fue como si al Colosal le cortaran cables imaginarios que lo mantenían ahí erguido.

—¡Esto es por Armin, maldito gigantón!

Erwin lo vio colapsar en sí mismo por el rabillo de su ojo cuando vio también el cuerpo de Armin cayendo por debajo suyo. Usó su gancho para poder sostenerse de el y al acercarse, envolvió su brazo alrededor del cuerpo y se curveó para protegerlo, estrellándose encima de un tejado de una de las casas más cercanas al muro. El edificio era casi una ruina y Erwin gruñó al sentir que sus huesos protestaban ante la idea de moverse, pero aún así se enderezó y miró de lado a lado, más casas y más ruina, escombros y árboles quemados. El lejano sonido de relinchos y gritos de sus scouts que permanecieron en aquel lado del muro le hicieron sentir un enorme alivio que volvió a recostarse en las tejas, repentinamente agotado. Un quedo suspiro, lleno de cansancio, salió de entre sus labios.

Le dolía el brazo, el imaginario que a veces aún sentía y que creía que aún existía.

Parpadeando, encontró que la columna de vapor subía y subía y en lugar de expandirse como alguien creería que lo haría, se desvanecía en un susurro cuando el gris se encontraba con el azul.

Era como una nube que buscaba desaparecer incluso si el cielo le estaba dando permiso de existir, acarreada por la fluidez de la brisa. A Erwin le gustaba mucho.

—¡Comandante Erwin!

Erwin, parpadeando con más rapidez, enderezó un poco el cuello y alzó su cabeza, viendo a Connie aterrizar en la casa junto a la que él se encontraba. El chico tenía una quemadura en el rostro, algo que él esperaba no fuera grave, y a quien sostenía del cuello de una camiseta era a un chico castaño con marcas en el rostro que obviamente pertenecían a las de un titán cambiante.

—Es él —dijo Connie, voz inusualmente baja—. Bertolt, el Colosal.

El rostro de Connie era una mezcla de emociones crudas que pintaban sombras en el. Erwin se enderezó con cuidado y asintió en la dirección del chico, notando que apenas y le prestaba atención. El menor estaba enfocado en Bertolt, gentilmente recostándolo en el tejado de la casa mientras que de sus heridas salía un poco de vapor, la regeneración trabajando lentamente.

Erwin notó que le faltaban los brazos y una pierna, y la otra se parecía mucho al bulto de carne que quedaba del suyo propio. Con un profundo respiro, volvió a ponerse de pie y echó un vistazo a su alrededor; el cadáver del Colosal se deshacía lentamente y de él surgía una enorme avalancha de vapor que probablemente era vista en todo el distrito y a las afueras de éste, en donde el resto de la Legión se encontraba.

(Esperaba que Félix la viera y entendiera que era seguro volver.)

Más allá veía ruinas, y un par de casas intactas en las que podrían buscar refugio los heridos para poder descansar antes de volver a Trost. Miró hacia donde se encontraba la puerta exterior y entrecerró sus ojos, tratando de buscar en la lejanía alguna indicación de que Levi y Hange habían tenido éxito y que Reiner Braun ya no sería más un problema para ellos. Pero el horizonte era tan opaco como el tejado en el que se encontraba, y no pudo ver tras de el.

En cambio, bajó la mirada hacia el cuerpo que yacía a sus pies y lo miró en silencio, escuchando los latidos de su corazón contra su caja torácica y sintiendo cada bocanada de aire que tomaba.

El cuerpo de Armin estaba completamente quemado, irreconocible. Su rostro era una mezcla de piel quemada y capas desprendidas, y uno de sus ojos estaba abierto y vacío, el otro cerrado. Sus labios se encontraban despegados, mostrando los dientes y la poca carne que quedaba casi intacta de las encías. El resto del cuerpo era más de lo mismo, piel completamente carbonizada. Una parte retorcida y fea dentro de Erwin esperó con el aliento contenido a detectar una señal de que el chico respiraba, callado para ver si escuchaba incluso el más pequeño de los susurros que indicaran la supervivencia del menor.

Miró hacia un costado, al tejado vecino, y vio a Connie de pie y con sus empuñaduras sujetas en cada mano, su rostro angulado lejos de él. Pero a quien miraba con precisión era al otro chico tendido en las tejas.

Un titán cambiante. Si saqueaban las propiedades de los Reiss probablemente encontrarían otra jeringa con suficiente suero para convertir a alguien más en titán del mismo modo en el que Rod Reiss lo logró, y como lo hicieron con Petra igualmente. Pero necesitaban actuar rápido, y no podían, no existía una oportunidad de retroceder en el tiempo y salvar al chico. Era un iluso deseo de parte suya, la que se encontraba llena de culpa cada vez que sucedía algo como esto que en ocasiones no quería nada más que poder hacer más, devolverles el favor, hacer por ellos lo que ellos hacían por él.

Pero Armin no se movió. No hubo ningún señal de que respiraba, de movimiento, de supervivencia. El chico estaba muerto.

Erwin se enderezó e inclinó la cabeza hacia atrás, tomando una respiración profunda y temblorosa.

Maldición.

—¡Comandante Erwin!

El llamado de Connie lo hizo abrir los ojos de golpe y lo vio aterrizar en el mismo tejado que él, sosteniendo al portador del Colosal en brazos y tendiéndolo junto a Armin. Erwin no vio la mueca de dolor en el rostro del chico, muy ocupado viendo hacia el muro, al titán raro a cuatro patas que parecía estar escaneando el distrito. Erwin puso su mano en el hombro de Connie y lo empujó hacia abajo, acuclillándose junto a él pero manteniendo la vista arriba.

—¿Cree que estén buscando a Bertolt?

—Es posible —murmuró en respuesta—. Ya vieron a Petra, ya saben que perdieron a Annie Leonhart y que ya están bajos un titán. Dudo mucho que quieran irse con las manos tan vacías.

Connie temblaba bajo su toque, y Erwin se aseguró de dejar su mano ahí en su hombro para recordarle que no estaba solo.

—¿Y si vienen hacía acá? —el chico miró en dirección donde se encontraban los caballos—. Podrían ir tras los demás.

—No —respondió. Entrecerró más sus ojos cuando el titán se movió, y Erwin lo vio bajar desde la cima al encajar sus manos en la piedra del muro, viéndose como si una serpiente hiciera su camino bajo una formación rocosa—. Dudo mucho que se arriesguen a ello. Están huyendo, ¿lo ves? Es solo un titán, y aunque estamos divididos, la Legión podría abrumarlo rápidamente.

Además, al otro lado del muro había estado Petra y un contingente de soldados de la Legión que la escoltaron desde Trost, y que fueron dejados atrás con el propósito de ser usados como respaldo en contra de quien sea que pudieran encontrarse ahí en Shiganshina.

El titán bajó por completo del muro y Erwin empujó a Connie más hacia abajo, permaneciendo él apenas visible para poder rastrear sus movimientos. Había una cosa en su espalda que le daba el aspecto de una mula de carga y apenas y alcanzaba a distinguir a alguien de pie encima, pero entonces el titán echó a andar en dirección de la puerta exterior, ignorando su ubicación por completo.

Su ceño se frunció. ¿En verdad se irían sin investigar antes el paradero del Titán Colosal?

Los dos esperaron, silenciosos, hasta que el titán amorfo se alejó de su posición por completo y solo entonces Erwin se enderezó, pero le indicó a Connie que permaneciera sentado y que descansara. El chico lucía exhausto, y le agradeció con palabras susurradas y miradas agradecidas que él correspondió con un asentimiento.

Fue entonces que escucharon movimiento desde el frente y Erwin asió con fuerza su cuchilla, sus nudillos volviéndose blancos de la fuerza que aplicaba en el agarre. El vapor de la descomposición del Titán Colosal comenzaba a disminuir un poco, pero la estructura ósea era mucho más grande que la de cualquier otro titán por lo que le estaba tomando tiempo el desaparecer completamente. Era probable que eso sirviera para ocultarlos del titán a cuatro patas, y que por eso se siguió de largo.

El siseo de un equipo de maniobras lo hizo tensarse un segundo y luego relajó los hombros al notar a Sasha y Levi con Jean y Eren por detrás. Mikasa venía más atrás, con el rostro manchado de tierra y el labio partido.

—Erwin —fue lo primero que dijo Levi, voz rasposa y casi ida. Erwin lo miró de arriba abajo en busca de alguna herida mortal—. Tch, deja eso. Estoy bien.

—Se torció el tobillo —murmuró Mikasa, mirándolo de reojo—. Pero no quiere nuestra ayuda.

—Oi-

—¿Qué hay de Hange? ¿Moblit? ¿El resto de los scouts con ustedes?

Hubo un pesado silencio entre todos ellos y nadie se atrevió a responder. El corazón se le hundió, pero luego notó la mirada de Eren sobre el cuerpo a sus pies, Connie rehusándose a mirar a ninguno de ellos, encorvado en su lugar con el rostro parcialmente oculto entre sus brazos.

—Connie… Connie, ¿ese es-?

—Es Bertolt —respondió el otro, voz ligeramente hostil, e hizo un forzoso gesto hacia el impostor—. Lo arrancamos del titán con las cuchillas.

—¿Tu lo hiciste?

Connie asintió, hundiéndose más en sí mismo.

—Sí —murmuró. Y luego—. Armin ayudó.

Erwin dio un paso atrás. Eren apenas sí lo notó.

—¿Y dónde está?

La voz del chico tembló un poco. Cuando Erwin levantó la vista, no encontró los ojos de Eren o Mikasa en él, si no los de Levi. Lo sabe, se dijo, todos lo saben. Jean ni siquiera podía mirarlo a él o a Connie y permanecía con el rostro agachado, los ojos cerrados. Sasha parecía estar en un trance porque a pesar de que miraba al cuerpo carbonizado tendido en el tejado, no parecía realmente hacerlo. Sus ojos estaban muy allá, perdidos en algún punto que Erwin, de momento, no podía visualizar.

Maldición.

—Eren…

—Armin… ¿Dónde-? ¿Dónde está-? —fue cuestión de segundos que la voz se le rompiera—. ¡Connie! ¡¿En dónde está Armin?!

Connie alzó un tembloroso brazo y lo alzó hasta poder señalar el cuerpo calcinado.

—Ahí.

Mikasa fue la primera en moverse, y lo hizo para evitar que Eren se lanzara hacia Bertolt, o hacia Connie, Erwin no sabía a quién terminaría dirigiendo su ira. La chica envolvió sus brazos alrededor de su torso y plantó ambos pies en el suelo con fuerza.

—¡Eren! ¡Por favor detente!

—¡Suéltame! ¡Mikasa, déjame ir! ¡Armin está…! ¡Armin-!

No hubo lágrimas por parte de él, pero el profundo, prolongado grito de angustia que salió de la boca de Eren fue suficiente para sacar a Sasha de su estupor y la chica alzó su mano de inmediato hacia su boca para cubrirla en el momento en el que un sollozo rompió a través de ella, y las lágrimas brotaron de sus ojos, lavando de su piel las manchas de sangre mezcladas con tierra. Jean la miró por unos pocos segundos y luego la acercó hacia sí, dejándola colapsar contra su pecho, y ambos se sostuvieron el uno al otro en silencio.

—Lo siento —murmuró Connie, sus hombros temblando y desde donde se encontraba de pie, Erwin podía ver las lágrimas correr hacia abajo en sus mejillas—. Él dijo… Él dijo que estaba herido y que… Que solo él podría, yo no… No pude… Lo siento. Lo siento mucho.

—Eren —la voz de Mikasa estaba pesada con dolor y ella también estaba llorando, pero sostenía a Eren como si fuera la única persona que la mantenía a ella de pie, y no al revés—. Eren, por favor.

Su voz, se dio cuenta. Fue su voz la que lo hizo.

Erwin también lo sintió en cada fibra de su ser, lo había estado sintiendo durante un tiempo de hecho, pero estaba tan acostumbrado a ignorar el sentimiento y a hacerlo a un lado que no había pensado en cómo sus subordinados más nuevos, cómo estos niños, lidiarían con la pena.

Con perder amigos cercanos, familia. No había pensado en cómo los destrozaría cuando uno de ellos no regresara, cuando todo lo que tendrían el uno del otro fueran recuerdos borrosos, voces vagas recordadas en la oscuridad de la noche y cientos y cientos de sueños alimentados por culpa continuaran robándoles las ganas de si quiera cerrar los ojos. Eren era seguro de sentirlo. Erwin tenía el presentimiento de que el chico cargaba demasiado sobre sus hombros, y no le gustaba demasiado el darse cuenta de que él personalmente había contribuido a ello.

(Pudo ver entonces por qué Félix había reaccionado tan fuertemente contra Historia convirtiéndose en portadora de la Titán Hembra. Por qué siempre había hecho todo lo posible para protegerlos, a estos niños, de todas las cosas de mierda que su mundo les arrojaba.

Maldición, ¿realmente había estado tan ciego todo este tiempo?

Se sentía asqueado consigo mismo, en conflicto con lo que sabía y entendía, y lo que realmente quería. Sentía que no merecía ser… Ser alguien a quien estos niños admiraran, o a quien buscaran en pro de darles órdenes y orientación. Era enfermo, y aunque hubiera hecho todo lo que hizo por un bien mayor, no le quitaba el sentimiento de que estaba mal.)

Esto no podía empeorar, no existía manera alguna de que lo hiciera. O al menos, eso creía Erwin.

Tan solo menos de un segundo después, Kenny apareció.

(Había algo dentro suyo que se sentía inquieto. Erwin no se daría cuenta de ello hasta que ya fuera demasiado tarde.)

El Ackerman apareció de la nada, jadeante y con los ojos entrecerrados que los miraron uno a uno y luego procedieron a escanear el escenario a su alrededor. Un pequeño ceño fruncido tiraba de sus cejas y también arrugaba la nariz, disgustado con algo. Ellos, probablemente, porque Kenny era así de mezquino en ocasiones.

—¿Dónde mierda está ese puto titán feo?

—Kenny-

Levi pausó, palabras a medias fuera de su boca, y la manera en la que se le ensancharon los ojos fue disruptiva incluso para Erwin. Siguió la mirada del otro hombre hasta donde se encontraba detenida y él mismo se sintió tensar al ver la mancha roja que apenas y se distinguía en la camisa negra del mayor de los Ackerman.

—Estás herido.

—Qué observador, enano —respondió el otro con sarcasmo.

Levi parecía querer decir algo. Levi siempre parecía querer decir algo cuando Kenny estaba cerca, pero ya fuera un conflicto interno o simple disgusto, nunca terminaba por hablar. Era quizás de las pocas veces en las que Erwin lo veía así; tan real y al mismo tiempo irreal que a veces, se preguntaba si quizás alucinaba con esos momentos de vulnerabilidad que su amigo rara vez mostraba.

Kenny chasqueó la lengua y Levi se tensó, pero el mayor vio a Mikasa rodeando a Eren con sus brazos y manteniéndolo estable ahí en donde se encontraban ambos de pie. También vio la mirada de derrota en los ojos del menor, la pérdida de un brillo que ciertamente había comenzado a apagarse con el pasar de los días. Cuando se dio cuenta de lo que el menor de los Jaeger miraba, hizo una mueca y volteó el rostro, reacio a seguir mirando.

—Bueno, vaya mierda de situación, eh.

Erwin se aclaró la garganta, decidiendo que era momento de intervenir.

—¿Cómo es la situación al otro lado del muro?

Kenny se volvió hacia él y sus ojos, como lo había previsto, ganaron un tinte hostil.

—…El puto mono escapó con ese titán que camina a cuatro patas —la boca se le torció en un gesto más notorio, amargura escrita en su rostro—. No sé si haya alguien más que sobrevivió, probablemente Petra y Ymir, pero del resto… Ni idea.

—¿Qué?

La atención de todos se movió hacia Eren, que parpadeaba de sus ojos las lágrimas aún aferrándose a sus pestañas. Su desenfocada mirada buscó a Kenny, el dolor y la incredulidad escritas plenamente en su expresión.

—Ustedes… ¿Dónde está-?

—Está hecho —le interrumpió Kenny, mirándole con dureza y Eren se congeló ahí entre los brazos de Mikasa—. No salió exacto como él quería, pero… Heh, está hecho, chico.

La mirada de Eren repentinamente se agrandó ante las palabras de Kenny, y Erwin ganó ese horrible sentimiento de que algo malo había pasado, lentamente enterrándose en su pecho.

Kenny parecía disgustado, casi dolido de una manera que bien podría ser porque estaba herido, otra vez, pero esa sensación persistente en el pecho de Erwin no dejaba en paz la idea de que no era así. El dolor físico era algo de lo que Kenny podía reírse, pero esto… Esta expresión y su voz, el tono francamente sombrío de sus palabras no podía ser por algo tan pequeño y tan tonto como una herida reabierta, porque conocía al Ackerman lo suficiente para entender que heridas como esas no significaban nada para él.

¿Y qué era eso de que ‘estaba hecho’? ¿De qué demonios estaban hablando? Erwin odiaba no estar al tanto de las cosas, odiaba cuando algo estaba sucediendo justo en frente de él y no era capaz de entender porque no estaba al tanto de ello, y esto ahora le decía que no estaba incluido en el secreto que probablemente esos dos guardaban el uno con el otro.

¿Tendría algo que ver con la reina? Kenny era el capitán de su guardia después de todo, y Ymir le seguía pisándole los talones la mayor parte del tiempo porque estar cerca de Kenny era estar de Historia, y esas dos…

Sus ojos examinaron el paisaje, el pesado latido de su corazón en su pecho creciendo con cada segundo porque finalmente se dio cuenta de qué diablos estaba tan mal en esa situación, y él había estado lo suficiente ciego como para no notarlo. O para ignorarlo.

—¿Dónde está-?

Un quedo, respingado susurro hizo que todos a su alrededor se detuvieran de golpe. Era el más bajo de los sonidos en esos momentos, y a pesar de que los scouts que aguardaban con los caballos cerca de la puerta interior comenzaban a notar su ausencia, ellos lo escucharon a la perfección.

El chico del Titán Colosal, Bertolt, apenas y podía abrir los ojos de lo que él supuso que sería un caso de exhausto físico del que apenas comenzaba a recuperarse. Por el rabillo del ojo vio a Mikasa sujetar a Eren con más fuerza, previendo que las intenciones de su amigo se tornarían hostiles si no lo detenía antes.

Los sonidos se tornaron susurros, respiraciones entrecortadas apenas dichas entre labios resecos. Las extremidades que perdió recién se comenzaban a regenerar y pequeños hilos de vapor ascendían lentamente sobre el cuerpo.

Levi fue quien se movió primero, arrodillándose junto al cuerpo y sosteniéndolo de la cabellera para hacerlo alzar la cabeza.

—¿Qué tratas de decir?

Las oraciones entrecortadas del chico hicieron que Levi se acercara más, casi boca a oreja. Podía ver cómo cambiaba la expresión del hombre, cómo fruncía su ceño y torcía los labios hacia abajo en un gesto que Erwin conocía íntimamente; era el que Levi hacía cada vez que algo salía mal. Y este chico, diablos, este chico Bertolt no podía ser mayor que Arlert, o Eren, o cualquiera de los otros chicos bajo su mando. Esa sensación repugnante que le revolvía el estómago volvió con mucha más fuerza.

—Levi.

Su capitán lo miró y Erwin tuvo que contenerse a sí mismo de demandar más respuestas.

—… Quiere que lo dejemos vivir —respondió finalmente. Un músculo en su mandíbula tembló y cuando se puso en pie, su mano fue directamente a donde se encontraban sus empuñaduras.

Connie miró al Capitán con los ojos abiertos de par en par, claramente en shock, y lentamente movió su mirada hacia donde se encontraba tendido su viejo amigo, labios temblando y voz inestable.

—Tu… T-tu…

—Por favor… —fue lo que Bertolt respondió, su voz igual de temblorosa que el suelo lo había sido cada vez que daba un paso adelante y atrás y barría todas esas casas y esos escombros y los lanzaba directamente contra la Legión de Reconocimiento—. No quiero morir…

Eso pareció ser algo incorrecto para decir. Eren pareció ganar vida y se deshizo del agarre de Mikasa con tanta facilidad que incluso la chica pareció atontada, sorprendida, por unos segundos. Antes de que pudiera ser detenido, el chico se abalanzó sobre Bertolt con un grito lleno de ira y le asestó una patada en las costillas que le arrancó todo el aire y luego dio un pisotón en la herida del brazo, esta vez arrancándole un alarido que estaba seguro sería escuchado en toda Shiganshina.

—¡¿Vivir?! ¡¿Quieres vivir, basura traidora?!

—¡Eren!

Mikasa alargó el brazo para sostenerlo y poder pararlo, pero Eren la empujó a un costado con fuerza y la chica se fue hacia atrás, siendo atrapada por Sasha y por Jean. Dirigió una mirada de sorpresa e incredulidad hacia Eren que el chico no vio.

—Mikasa, ¿te encuentras bien?

Su boca se abrió y cerró sin decir nada, observando a Eren con los ojos abiertos de par en par.

—¡Armin-! —dijo el menor, continuando los golpes y las patadas. Bertolt estaba tendido en el suelo y lloraba, gritaba, pedía que lo perdonaran y que lo ayudaran y que por favor, por favor. Nadie parecía escucharlo—. ¡Armin y la señorita Hange y Moblit! ¡Todos ellos, por tu culpa, ellos-!

Levi se acercó al chico y tiró de él hacia atrás hasta que Eren casi se derrumbó contra él, un desastre de lágrimas y mocos y frases a medias gritadas con ira y susurros llenos de dolor. El brazo del hombre se cerró alrededor de su cuello y hombros y Eren se aferró a él con fuerza, como si tuviera miedo de caer si no lo hacía.

—Eren —escuchó a su subordinado decir, aunque Erwin estaba muy ocupado viendo a Bertolt revolverse en el suelo, aún pidiendo por su vida, como para escuchar lo que le dijo después.

Aún miraba a Bertolt cuando la silenciosa risa de Kenny lo trajo de vuelta, haciéndole mirar al hombre. Erwin pausó, solo para examinar la expresión del mayor de los Ackerman, la casi demente sonrisa adornándole la boca.

—Hah —murmuró y metió su mano bajo la camisa negra—. Que bueno que decidí traer esa última jeringa.

El mundo entero de Erwin se detuvo allí por un segundo, al igual que el de los demás. Se volvió bruscamente hacia el hombre, con la mandíbula apretada y sus ojos casi ardiendo en fuego.

—¿Qué?

La respuesta de Kenny fue extraer una caja de debajo de su camisa, de lo que parecía ser un bolsillo oculto, y mostrársela a todos. Era del mismo tamaño que la anterior, nada peculiar sobre ella aunque tenía sangre allí donde las yemas de los dedos del Ackerman reposaban. Una de sus esquinas parecía estar aplastada y la otra estaba rota, lo que la dejaba semi abierta pero aún así, mayormente intacta.

La avalancha de pensamientos que surgieron en su cabeza desvanecieron el infierno que inevitablemente cayó sobre ellos cuando el conmocionado silencio se rompió gracias a la temblorosa voz de Sasha y la desquiciada risa de Connie. Erwin miró al chico, pero su mente no pudo registrarlo muy bien en esos momentos. Sus ojos se movieron instintivamente hacia Arlert menos de un segundo después y se tensó, evitando que la ola de culpabilidad se lo engullera en ese instante. El chico estaba muerto y ni siquiera una jeringa con un poder que parecía casi divino sería capaz de traerlo de vuelta. Había un montón de posibilidades en ese maldito mundo en el que vivían, pero regresar de la muerte misma no era una de ellas. (Esa parte desagradable de él deseaba lo contrario.)

—¡Usémosla en Armin entonces!

Eren se estiró para tomar la jeringa de las manos de Kenny pero este retrocedió, con una de sus cejas alzadas.

—No.

—¿Q-qué? —preguntó el chico desconcertado—. Kenny… Armin- Armin está… ¡Está aquí mismo, y no hay tiempo que perder! ¡Usemos la jeringa en él!

—Eren-

—¡No! —exclamó otra vez, librándose del agarre con Levi con brusquedad y avanzando a zancadas hasta quedar de frente a Kenny y sujetar la caja con la jeringa—. ¡No hay nadie más! ¡Todos están muertos o muy lejos, y nadie de nosotros está herido! ¡Armin sí! ¡Armin es importante, su inteligencia supera a cualquiera de nosotros y no podemos dejar que él-!

—Armin está muerto.

Y esas palabras, junto con el tono, parecieron enviar a Eren sobre el límite de su paciencia. Se abalanzó sobre Kenny y alcanzó a golpearlo en la mandíbula todo para tratar de arrebatarle la caja que contenía la jeringa. Pero el Ackerman tiró de ella con fuerza y sostuvo al chico por la garganta, la sangrienta mano dejando sus huellas sobre la piel del menor.

—Deja de perder el tiempo, chico —murmuró, apretando el agarre y haciendo a Eren atragantarse—. No estamos aquí para ser héroes, ¿recuerdas?

Kenny lo soltó y colocó la mano que sostenía la caja en su pecho para empujarlo lejos, y luego, con la otra, le asestó una bofetada.

—¡Kenny!

Demasiado rápido, probablemente más rápido que el mismo Levi, Mikasa se lanzó hacia Kenny con su cuchilla alzada y la chica descendió en él con venganza en sus movimientos, su rostro retorcido en furia y dolor, y solo entonces notaron las pequeñas cortadas en su piel, la sangre en su labio y las lágrimas en sus mejillas. Kenny gruñó entre dientes y su mano sostuvo el ancho de la cuchilla, ocasionando que el filo se le hundiera en la piel de la palma y los dedos, y en la hoja comenzó a chorrear sangre.

—No te atrevas a ponerle una mano encima —murmuró ella entre dientes, su mirada fija en el mayor, que le sonreía de vuelta con esa maldita sonrisa que a veces él mismo tenía ganas de borrarle—. Armin-

—Murió —interrumpió Kenny, inclinándose para quedar al nivel de su mirada. La cuchilla que sostenían se sacudía de la fuerza que ambos aplicaban en ella—. Armin murió, y tienes que aceptarlo, porque nada va a cambiar por más que intentes negarlo.

Mikasa sollozó un poco y luego Kenny la empujó hacia atrás, y ella no se defendió. Sasha fue quien se apresuró a tomarla en brazos y dejarla apoyarse contra su cuerpo, apretando el agarre con el que Mikasa se sostenía de ella. Jean también, aunque él solo puso una mano en la espalda de la Ackerman en señal de apoyo.

—No voy a desperdiciar nuestra última oportunidad de recuperar otro titán solo porque ustedes niños idiotas creen que su amigo debe ser salvado. Armin está muerto, fin, no hay manera de regresar de ello —escupió—. Así que busquemos a alguien que esté al borde de la muerte o muy herido, como sea, para inyectarlo con esto.

Sacudió la caja en el aire para darle énfasis a su existencia y Erwin, aún de pie y más cansado que nunca, asintió cuando Kenny pareció mirarlo en busca de su aprobacíón.

—Kenny tiene razón, será eso o alguno de nosotros deberá tomarla.

Eren se negó profusamente.

—¡No! ¡Si lo intentamos con Armin-!

—¡Maldición, Eren! —exclamó Kenny con voz fuerte, molesto, y el chico cerró la boca de inmediato—. ¡Metete en la cabeza que no elegiremos a Armin! ¡Ya murió, entiende! Hay…

Kenny apretó sus labios y visiblemente se contuvo de decir algo que probablemente no sería bien recibido por nadie.

—Hay mucho en juego ahora mismo como para echar a perder esta única oportunidad que tenemos, ¿entiendes?

Ahí estaba otra vez ese tono de voz con esa mirada tan específica que parecía decir más de lo que ninguno de ellos actualmente vociferaba. Lo ponía de nervios, disparaba en su cabeza todas esas alarmas que comúnmente le daban a entender que algo andaba mal.

Y algo andaba mal. Erwin lo sabía, profundo en sus huesos y calando en sus latidos. Pero fue Levi, de entre todos los presentes, quien pareció romper a través de la neblina nublándoles el juicio.

—¿Dónde está Ymir? ¿Acaso ella-?

—Recuperándose, probablemente.

Levi entrecerró sus ojos, mirando al mayor con fijeza.

—¿Qué hay de Félix?

Erwin alzó la cabeza tan de golpe que su cuello protestó ante el movimiento tan brusco, y miró a Kenny, alarmado. ¡Félix! Maldición, ¿por qué no lo había notado antes? Félix se había vuelto prácticamente una articulación más de Kenny desde el momento en el que volvieron a Orvud tras lo ocurrido en la capilla de los Reiss, y verlos separados el uno del otro se volvió una rareza porque los dos estaban prácticamente pegados de la cadera.

Su cabeza viró de lado a lado, desesperado.

—¿Está bien? —cuestionó casi de inmediato, preocupación desbordando de sus palabras. Kenny lo miró por el rabillo del ojo, otra vez con hostilidad—. ¿Está herido? ¿Sigue al otro lado del muro, cierto? Enviaré a alguien que vaya por él enseguida, ustedes pueden comenzar la búsqueda de Hange y su escuadrón. Jean, dirígete de inmediato hacia allá y búscalo, por favor. ¿Está aguardando por alguien más, cierto Kenny? ¿Por Ymir, quizás?

Pero Kenny no dijo nada. Es más, seguía mirándolo a él como si Erwin hubiera hecho algo mal. Como si hubiese un error del que no estaba al tanto y que les había costado caro. Él estaba al tanto del disgusto que el hombre sentía hacia él, y aunque no lo entendía ni veía la manera en la que podía ser justificado o explicado, estaba dispuesto a soportarlo porque Félix era cercano al hombre, porque ultimadamente lo escogió a él y escogió permanecer a su lado y Erwin estaba dispuesto a tragarse todo lo que tuviera que decir acerca de ello si significaba que las cosas entre él y Félix estarían bien.

Además, los dos eran familia, y Erwin sabía cuán importante era la familia para él.

—Félix está bien, ¿cierto?

Necesitaba estar seguro. Necesitaba saber para poder mantenerse en paz. Si estaba herido y no podía regresar por sí mismo, entonces Erwin podía enviar a alguien a buscarlo lo antes posible, o maldición, él mismo iría en persona si la necesidad de hacerlo surgía, él y Jean podrían ir y ver qué ocurría, evaluar apropiadamente la situación y hacer buen juicio de ella.

Pero Kenny simplemente se encogió de hombros y miró a otro lado que no fuera él.

—Quién sabe —murmuró.

—¿A qué te refieres con eso?

—A que no lo sé, Cejas, así que cierra la boca ahora mismo.

Captó la rápida mirada hacia Eren y la forma en la que el chico se encogió en sí mismo luego de ella, viéndose casi culpable.

Sabían algo. Esos dos sabían algo que no estaban compartiendo con nadie más. Maldición.

Su puño se cerró con fuerza y a pesar de que estaba cerca de perder la paciencia, se dijo a sí mismo que si algo estaba mal y Félix de alguna u otra forma se hallaba involucrado, ponerse a pelear por ello no sería una buena solución. Si algo estaba mal, si él estaba herido, debían actuar ya.

Dirigió una mirada a Bertolt, que se había mantenido callado y con los ojos cerrados, y luego la volvió hacia el resto de ellos. Levi encontró sus ojos casi de frente y un sutil asentimiento le dejó saber que él también entendía. Erwin respiró profundamente y se tragó la incertidumbre que sentía en la garganta.

—En ese caso tomemos una decisión ahora mismo. Tenemos una jeringa y tenemos a uno de los titanes cambiantes, nuestra oportunidad está aquí.

—Podríamos ir en busca de algún herido —propuso Levi de inmediato—. Hange y Moblit y el resto de su escuadrón aún están desaparecidos y no se han comunicado con nadie que hayamos encontrado en el camino, pero deben seguir allá.

—Además, Félix es quien se encuentra por allá —irrumpió Jean, señalando el muro—. Al otro lado. Ninguno de los dos se encuentra cerca, pero si nos damos prisa y los encontramos podremos volver antes de que Bertolt se recupere por completo.

—Aún hay scouts cerca —susurró Connie, mirando hacia abajo—. Los que el titán a cuatro patas ignoró, que lograron entrar aquí con los caballos. Ellos están cerca, Comandante.

Erwin asintió.

—Lo mejor será buscarlos a todos. Independientemente de la situación con el suero, encontrar y reunir a la Legión y lo que quede de nosotros es primordial igualmente. Así que hay que dividirnos. Levi, ve en busca de Hange y cualquier sobreviviente de su escuadrón, lleva contigo a Sasha. Cuando los localicen, envíen a alguien a avisar y enviaré a más scouts con ustedes.

La chica asintió y se desenredó del agarre que ella y Mikasa mantenían la una en la otra, y Erwin la vio regalarle una pequeña sonrisa a la chica de cabellos oscuros que Mikasa pareció devolver.

—Connie —se inclinó un poco y colocó su mano en el hombro que le hizo mirarlo—. Ve hacia la puerta interior y avisa a los scouts que se encuentran ahí que quiero que hagan una revisión completa del distrito, que reúnan tanto cuerpos como personas vivas, ¿entendido?

—Hai, Comandante Erwin.

Erwin le sonrió al chico, aunque sabía que eso no le daría ningún consuelo. Con un suspiro, se enderezó y miró a Mikasa y luego a Eren, los dos evitando su mirada por igual.

—Necesito que te quedes aquí Mikasa, en caso de que Bertolt despierte. Eres la que más capacidad tiene que para poder detenerlo en caso de que intente algo —la chica asintió, algo reacia pero lista para cumplir, y finalmente se volvió hacia Eren—. Tu y Kenny deben-

—¡Erwin, ten cuidado!

El grito de Levi lo alertó y él, instintivamente, se echó hacia adelante con prisa.

Bertolt rodó por el resto del tejado y aterrizó con fuerza en el suelo de una manera que le robó por completo el oxígeno porque el gemido de dolor que soltó cuando su pierna herida se golpeó contra unas tejas tiradas debajo alcanzó a ser escuchado por ellos. Connie gritó una clase de maldición y Sasha lo imitó. Mikasa se enderezó y se preparó para ir tras él cuando algo chocó contra el chico y Bertolt patinó en la tierra, siendo lanzado un par de metros en la distancia. Erwin vio a Petra saltar del agarre de Ymir y correr tras él, y cuando el chico trató de ponerse en pie, ella le puso una mano en el hombro, su pie detrás de una de las piernas de él, y la menuda figura de Petra tiró de él hacia atrás y lo estampó con dureza contra el suelo, aplicando presión en su nuca para disuadirlo de moverse demasiado.

La mujer alzó la mirada y asintió en dirección de ellos.

—¡Lo tengo, Comandante!

Erwin se permitió una sonrisa, una pequeña. Ymir estaba aquí, aún tenían otros dos titanes, eso estaba bien. Estaba muy bien.

Eld apareció en el tejado también, con sus manos apoyadas en sus rodillas y Ymir, aún en la piel del monstruo, apareció detrás de él. Las marcas rojizas en el rostro del ojo le manchaban la frente y la sien de rojo y resaltaban la pérdida de una de sus cejas y el enrojecimiento de la piel. Eld de alguna manera seguía en pie, y Erwin se preguntó por cuánto tiempo sería eso.

Y a pesar de su condición, el hombre rubio se enderezó en toda su estatura y buscó entre los rostros presentes hasta dar con Kenny. El rubio hizo una expresión como si se hubiera tragado algo de mal sabor porque se le frunció la boca y arrugó el ceño.

—¡¿Puedes explicarme por qué mierda acabo de ver a Félix ser tragado por un maldito titán?!

A Erwin, el corazón se le desplomó directamente hacia abajo.

—¿De qué está hablando?

—No tengo idea.

Y entonces su cuerpo se movió por cuenta propia porque Erwin cerró el espacio entre ellos de dos largas zancadas y sujetó a Kenny del cuello de la camisa hasta acercarlo a su rostro. El hombre le sacaba dos centímetros, muy poco para él y no suficiente al mismo tiempo.

—Deja las malditas bromas ya, Kenny. ¿En dónde está Félix?

Detrás de ellos, en voz baja y asustado, con el corazón en el puño, Eren tragó saliva con dureza. El pozo de culpa abriéndosele en el pecho estaba amenazando con tragárselo, y no había nada que él pudiera hacer por ello porque diablos.

Diablos. Todo esto, todo esto…

—Huh, ¿ahora es cuándo te preocupas? Mjm —respondió el Ackerman forzosamente, sosteniendo la muñeca del Comandante y apretando. Erwin no se inmutó, ni cuando vio la sonrisa del hombre aparecer ni cuando escuchó a Eld decirle a los chicos lo que vio—. Es algo tarde para eso, Comandante Erwin.

Erwin quería gritar. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Por qué todo estaba saliendo tan mal? Cuando Kenny se soltó, Erwin lo dejó ir. Su mirada se dirigió hacia el muro, al otro lado, ¿seguiría el titán ahí? Sintió que la bilis le subía por la garganta y Erwin se dobló sobre sí mismo y vomitó, finalmente. Los ruidos a su alrededor de los chicos alterados y de Eld tratando de sacarle respuestas a Kenny no estaban sirviendo de mucho, solo conseguían agregar más estrés a su ya estresada mente, su sobrecargado cerebro.

—¡Cierren la puta boca! —ladró el Ackerman repentinamente, consiguiendo que el ruido disminuyera un poco—. ¡Ymir, ve y encuentra a Hange de inmediato, y que mejor esté viva, maldita sea! ¡Félix dijo que ella sería nuestra prioridad, así que hazlo ya!

La cabeza le estaba dando vueltas, pero se enderezó a tiempo para ver a Ymir partir. Levi se le quedó mirando también y luego miró hacia Kenny.

—¿Félix? ¿Por qué dijo eso Félix?

—Tu también cállate, Levi —gruñó el hombre, alzando la caja en donde se encontraba la jeringa—. ¡Petra, trae a ese hijo de puta hacia acá ya! Vamos a hacerlo ahora, ese cabrón estaba a nada de escapar porque estamos perdiendo el tiempo discutiendo estupideces. Así que si alguien quiere ganar poderes estúpidos como en un cuento de hadas, hablen ahora o se la inyectaré a quien yo quiera.

Connie, que todavía seguía mirando el sitio por el que Ymir se fue, se dio la vuelta bruscamente y miró fijamente a los ojos de Kenny. Erwin recordó que él era de Ragako, recordó la casa con el titán gigante que no había podido moverse, a Hange decirle quién era la persona atrapada dentro. Se le hundió el corazón. Probablemente estaba viendo una oportunidad aquí, probablemente estaba pensando lo mismo que Erwin.

Pero Connie era un soldado y también lo eran el resto de los chicos bajo su mando. Sasha vaciló, mirando a cualquier lugar menos a ellos mientras jugaba nerviosamente con sus manos, en conflicto y asustada. Aún podía ver las lágrimas en sus ojos todavía por secarse, la forma en que se mordía el labio para contener lo que seguro que serían sollozos, porque el miedo era así. Jean parecía estar en la misma situación, pero a diferencia de Sasha, él parecía estar considerándolo. En algún lugar de su mente hubo un susurro de aceptación, de reconocer esa expresión como lo que él sabía que era; el conocimiento de que tenían un deber con la tierra que juraron proteger, con la gente a la que servían, con ellos mismos también.

Erwin dio un paso adelante y tiró de la caja en el agarre de Kenny, quitándosela de la mano. Kenny se giró hacia él, pero pausó cuando vio que la abría y que sacaba la jeringa. El colectivo suspiro tanto de alivio como de aprehensión del resto aún presente le hizo sentir más seguro de su decisión.

—Oi, ¿qué crees que haces?

—Lo haré yo —dijo sin preámbulos, sin endulzar nada—. Muévanse hacia ese otro tejado y dejen a Bertolt a mi alcance. Es una orden.

Clarificó cuando vio que todos se quedaron quietos, observándolo.

La mirada de Eren era, quizás, la que pesaba más que cualquier otra. Pero Petra tiró de él gentilmente cuando dejó a Bertolt en el suelo y asintió en su dirección, sonriendo un poco. Erwin le devolvió el asentimiento.

—Erwin…

—Es una orden para todos, Levi.

Él se veía inseguro también, dubitativo. Erwin no quiso mirarlo porque una parte suya sabía que si lo hacía probablemente se arrepentiría.

—Oi —murmuró Kenny, con sus ojos vueltos rendijas—. ¿Qué crees que haces, Cejas?

Erwin se detuvo un segundo y alzó la mirada hacia él, y luego la dirigió hacia donde el resto de sus subordinados se encontraban en el otro tejado vecino, excepto Levi. Levi permanecía de pie junto al cadáver de Armin, a unos pasos del cuerpo de Bertolt. Pero todos ellos lo miraban, esos niños, jóvenes y aún aprendiendo, aún sin saber lo que era la vida o lo que podría ser una vez encontraran una solución a este problema,

Erwin sabía lo que era. Sabía quién era.

El cadáver a sus pies eran un amargo recuerdo de que esos eran niños, que sus vidas aún empezaban, que la suya ya estaba lejos de ser un mero capullo. No podía quitarles más de lo que este mundo les había quitado ya, ni tampoco podía darle más. Pero, por lo menos, hacer esto les daría una oportunidad de alargarlas, permanecer un rato más.

Era una manera de quitarse culpa también. Expiación, ¿cierto? Quisiera que su padre lo perdonara por sus errores, los que cometió de niño y los que seguía cometiendo de adulto.

—Lo haré yo, fin de la discusión.

Por primera vez desde que lo conoció, la mirada de Kenny carecía de hostilidad. Sus ojos se habían abierto un poco en sorpresa, su boca también, como si quisiera decirle algo pero no supiera qué. Quizás fue la expresión en su propio rostro lo que lo hizo mirar hacia otro lado, lo que lo hizo tensarse y chasquear la lengua con tanta fuerza, desaprobando su decisión.

—Mierda —fue todo lo que dijo, frustrado. Erwin jamás lo había escuchado así—. Hah, como sea. Recuperemos el titán y encontremos a Hange para poder largarnos de una vez por todas.

Levi suspiró lentamente, sin mirarlo a él.

—¿Qué hay de Félix? ¿De lo que dijo Eld? Si un titán se lo comió, si es verdad que ese titán cambiante se lo comió, debemos ir tras él, Kenny.

Kenny se detuvo al borde del tejado con sus manos sosteniendo fuertemente las empuñaduras del equipo de maniobras. No se dio la vuelta, ni siquiera miró a Levi a pesar de que su tono indicaba que quería que lo hiciera.

—No.

—¿Por qué no? —insistió.

Kenny rio entre dientes, suavemente y sin ninguna pizca de humor.

—Las decisiones del Rey son suyas, yo solo sigo órdenes.

Erwin, con la jeringa a punto de penetrar su piel, se detuvo. Se tensó.

Shiganshina, Levi, Kenny, todo se desvaneció en el fondo y él estaba de regreso en su oficina, la ventana a espaldas suyas y el sol proyectando una suave sombra en el interior, bañándolo a él en rayos dorados. No le estaba prestando atención a ello cuando toda su mirada estaba enfocada en Félix, desgarbado en su sofá con una mirada melancólica y una triste sonrisa en sus labios. Erwin se había distraído con ellos durante un minuto entero cuando se le ocurrió que la forma en la que estaba hablando de los Ackerman venía de prejuicios internos, de experiencia propia.

Pensó en Frieda Reiss, en la sonrisa en el rostro de Félix cuando le habló brevemente de ella ese día. Encantadora, había dicho, se cayó de un árbol. Pensó en su miedo de que Historia asumiera el papel de portadora de un titán, su insistencia en que no lo hiciera. Pensó en los Jovan, los rumores, que su padre era un noble porque su madre ya era Ackerman.

Pensó en todos esos momentos en esa sala de juntas en Mitras donde era claro que algo más ocurría, donde era claro que jugaba otro papel. En cómo miraba a Historia, cómo la trataba. Como a una hermana pequeña, a alguien querida, alguien cercana a pesar de que su única unión era una mujer que ya llevaba años muerta.

Es un Reiss. Oh mierda, siempre había sido un Reiss.

Erwin alzó la mirada y la enfocó en Kenny en el otro tejado. El Ackerman se la sostuvo, de brazos cruzados, rostro inexpresivo.

No confía en mí, se dio cuenta. Ni él ni Félix confían en mí. Del mismo modo en el que Erwin dejó de hacerlo cuando la insurrección ocurrió, Félix lo hizo por igual. Intentó no dejar que lo afectara, no dejar que lo tirara, que lo hiciera doblarse sobre sus rodillas para volver a vomitar.

Pero nunca me dijo la verdad. Y eso era lo que dolía por encima de todo lo demás.

La jeringa se insertó limpiamente en su piel, el líquido fluyó en sus venas.

Incluso aunque estaba en una piel de monstruo, Erwin nunca se había sentido más humano que durante esos momentos.


Y'ALL NO PUEDE SER PRIMERO QUE NADA, FELIZ CUMPLEAÑOS A FÉLIX que hace seis días olvidé que hoy iba a ser su cumpleaños o algo así pERO FELIZ CUMPLEAÑOS A MI HIJO PRECIOSO LO QUIERO MUCHO LO ADORO Y ES POR ESO QUE DE REGALO LES VOY A DAR MARATÓN (que se completará mañana JSJDJSJDJS)

Idk qué decirles excepto que espero que no me odien por la tardanza de los capítulos, que aprecio que se queden conmigo incluso aunque me desaparezca 24/7, los adoro a todos 💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖

Nunca cambien, son los mejores 🥰✨

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