76. Regreso

CAPÍTULO SETENTA Y SEIS
REGRESO
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(El sobre contenía dos cartas.

—¿Qué es?

Zeke, de pie tras de él y obviamente ignorando lo que se encontraba ocurriendo alrededor de ellos, echó un vistazo por encima de su hombro mientras su respiración le golpeaba suavemente el oído. Félix le miró por el rabillo del ojo, arrugando su nariz al percibir el maloliente hedor del cigarrillo en su aliento.

—Cartas, ¿qué no ves?

—Me refiero a qué es lo que tus cartas dicen.

Félix se encogió ligeramente de hombros, pasando su mirada lentamente por encima de ella.

—Oh.

—¿Félix?

El contenido de las cartas lo desubicó por un segundo entero, y después de leerlas, le tomó quizás unos diez minutos comprender lo que querían decir.

A su alrededor, las casas temblaban y los habitantes de aquella ciudad perdida en aquel país desconocido continuaban moviéndose en pánico; continuaban los gritos, los pedidos de auxilio, Magath en alguna parte del desastre dando órdenes a todo aquel que lo escuchara y los navíos, las grandes naves de la marina que Félix alcanzaba a ver de pie en donde se encontraba, se mecían gentilmente con el oleaje que la explosión de esa otra nave ocasionó minutos atrás.

Era casi un espejismo, casi una pesadilla en donde estaba presente pero solo como una entidad que no tenía voz ni voto en la situación, que solo veía a través de los ojos de otros o que, ocasionalmente, interactuaba lo más mínimo con ello. ¿Qué mierda? Pensó para sí mismo un segundo después, lentamente bajando sus manos a cada costado de su cuerpo. Zeke continuaba de pie tras él, curioso, tirando miradas hacia donde el sobre manchado de sangre era sostenido entre sus dedos igualmente rojos.

—¿Entonces? ¿Qué dicen?

Félix abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua, sin palabras por un par de segundos.

—Zeke… —comenzó en voz baja, parpadeando fuera de sus ojos los puntos negros que inexplicablemente aparecieron—. ¿Cuánto tiempo ha pasado?

—¿Mhm?

Sus dedos arrugaron la superficie del sobre y marcaron aún más el color rojo de la sangre encima de el. Había un desconocido sentimiento recorriendo su cuerpo de la punta de sus dedos hasta sus orejas, acelerando los latidos de su corazón.

—Oi.

—Quiere que vuelva —murmuró, atontado y sorprendido y tomado con la guardia baja—. Willy quiere que vuelva a Marley.

—Oh. Bien por ti, supongo.

Volver a Marley sonaba mucho mejor que permanecer en ese pedazo de tierra abandonado por todo dios que pudiese existir, pero la manera en la que Willy se dirigía a él en la carta le decía que no era tiempo de cantar victoria, ni de sentirse aliviado. Le revolvía el estómago y le hacía sentir intranquilo, como si hubiera hecho algo malo y estuviera siendo regañado por un superior a pesar de que Erwin rara vez le había llamado la atención por un error. Eso había sido más de Shadis antes de que el hombre se retirara a entrenar a los reclutas en la academia.

Despacio, volvió a introducir las dos cartas al sobre y lo guardó en el interior de su gabardina, sangre y todo, y se propuso a olvidarse de ellas hasta que fuera necesario que lidiara con la situación.

Zeke le miró por un largo momento en silencio, con el caos tras ellos, a su lado, los gritos como una cortina de humo que no dejaban que la situación cayera como una verdad encima suyo.

Félix, ligeramente irritado, tildó el rostro y le miró.

—¿Qué? —exclamó, hostil—. Si tienes algo que decir, dilo o métetelo por el culo.

—…No es nada —fue lo que el otro respondió tras un par de minutos de más silencio, sacudiendo su cabeza y alborotando su cabello, que se había despeinado cuando la bomba estalló en la plaza. Rastros de polvo se alzaron de el—. Ven, vayamos a ayudar al comandante.

Zeke tomó la manga de su gabardina y tiró de él con suavidad, animándole a caminar a su lado. Félix lo hizo, si acaso un poco dudoso, y se irguió cuando comenzaron en dirección a Magath.

—Por cierto, ¿qué favor ibas a pedirme hace rato?

Ah. Se había olvidado de eso por un segundo.

Miró de reojo al rubio, que a su vez lo miró por el rabillo de su ojo también con una de sus cejas arqueadas. Entonces hubo un destello, pequeño, inexistente, y el rostro de Zeke se iluminó por una brevedad de segundo, sobrepuesto con un recuerdo de un ciclo lejano —y la risa de Zeke Jaeger sonando ahogada, cansada pero rebosante de una alegría que no comprendía porque el filo del mundo estaba casi a sus pies— que consiguió darle una pausa momentánea a sus pensamientos.

La carta en su bolsillo quemaba un recordatorio en él, y Félix decidió que probablemente una vez volviera a Marley, Zeke ya no sería necesario.

—Una estupidez. Olvídalo.

El rubio le miró, claramente sospechando que ese no había sido el caso, y luego simplemente se encogió de hombros y desechó el tema.)

.

Félix,

El Comandante Magath ha sido tan amable de informarme acerca de tu progreso en el campo de batalla y de tus aptitudes en el. Me complace saber que te estás adaptando bien a tu nuevo entorno y que eres un hombre capaz, como sabía que serías. Por cierto, me complace informarte que pronto, la marca de los dos meses llegará a buen término y podrás volver a casa lo antes posible, ileso, para reunirte con nosotros. Te alegrará saber que mi esposa ha decidido ir a visitar a sus familiares en una ciudad vecina, lo que significa que tu estadía con nosotros será mucho más cómoda sin que tu presencia agrie el humor de mi dulce mujer.

Le he preguntado, principalmente al Sr. Wright, ya que él es el que más sabe sobre la guerra en curso, y una vez más me complace decirte que tu transporte se organizará sin problemas y que podrás cruzar la frontera sin contratiempo aparente, temiendo por tu seguridad o la de tus compañeros soldados.

Deseo verte pronto y verte ileso.

Con buenos deseos, Willy Tybur.

.

—Ah, desearía poder ir con él.

Zeke giró un poco el rostro, viendo a Pieck detenerse a su lado con una muleta bajo su brazo, que probablemente sostenía más de la mitad de su peso. La mirada de ella estaba puesta en el hombre a unos metros de donde se encontraban, y él siguió su línea de visión.

Frente a ellos estaba Félix. De pie y dándoles la espalda, con algo al hombro a lo que Zeke no le estaba prestando atención.

La gabardina que llevaba puesta era nueva, otra vez, porque la infantería se ensuciaba con más rapidez y porque Félix se negaba a quitársela cuando estaban en el medio de un campo de batalla. Zeke lo miró de arriba abajo, con el ceño levemente fruncido y un cigarrillo colgando entre sus labios. Había algo en el chico que le molestaba, y quizás fuera el verlo partir cuando ellos estaban allí para quedarse, o el saber que probablemente regresar y se volvería una molestia nuevamente.

—Magath dijo que consideraría enviarnos con él durante unos días —le respondió a la pelinegra en voz baja, mirándola de reojo—. Pero todo depende de cómo esté la situación aquí.

—Mhm… Ojalá.

En silencio, los dos observaron a Magath y Félix discutir algo en voz baja, aunque era obvio que por la manera en la que el comandante fruncía el ceño y la boca, lo que sea que estuviera siendo dicho entre los dos probablemente no era nada bueno. Félix estaba relajado, pero había en él esa tensión que solo alguien que prestaba atención sería capaz de ver.

La mirada de Pieck era parecida en ocasiones, y en ese particular momento observaba el intercambio entre aquellos dos con fijación absoluta, analizando la situación con meticulosidad porque Magath parecía preocupado, y esa no era el tipo de expresión común en el rostro del hombre.

—Magath parece encontrarlo valioso, ¿sabes? —murmuró ella—. Lo escuché de un capitán de otro escuadrón.

—¿Mhm? ¿Qué escuchaste?

—Pidió una audiencia con el señor Wright, del Tribunal de Lagos, y forzó a Willy Tybur a aceptar que si él lo pedía, entonces el Ackerman vendría a la guerra.

Zeke ya sabía eso. Probablemente era el único al que Magath le había dicho sus intenciones de reclutar a Félix para asignarlo a la unidad de Guerreros, y aunque no podía precisamente argumentar contra el comandante, sí le había confundido un poco el fervor del hombre al quererlo con ellos.

—Es solo por que es un Ackerman —se atrevió a decir, porque si bien Magath le había comunicado sus intenciones, no le había dicho el por qué de ellas, y Zeke había escuchado sobre los míticos guerreros que servían a la familia real, lo valientes que eran, lo fuertes y despiadados que se volvían al estar en el campo de batalla—. Todos hemos escuchado lo mismo. Después de los titanes, ellos eran los mejores guerreros del Imperio Eldiano.

—Es bueno. Félix, quiero decir, es bueno. Recuerdo haberlo visto en la isla, moviéndose con ese equipo de la Legión de Reconocimiento —Zeke se giró un poco para mirarla, y se encontró con que los ojos de Pieck estaban un poco oscurecidos, inundados en algún recuerdo de ese día—. La fluidez de sus movimientos era única incluso entre todos los presentes. Y su destreza al ir tras de ti… Creo que entiendo por qué Magath lo quería en nuestra unidad.

—¿Crees que sea ese el motivo por el que lo reclutó?

La extraña mirada desapareció de los ojos de Pieck, reemplazada por una sonrisa, sus párpados ligeramente entrecerrados. Su oscuro cabello se meció un poco con una tenue brisa.

—No. Sería estúpido tenerlo aquí solo por eso, y creo que Willy Tybur piensa lo mismo.

Félix irguiéndose volvió a llamar la atención de ambos, y los dos se volvieron para verlo asentir en dirección al comandante, serio, formal. Magath asintió de la misma manera y los dos partieron sin ninguna otra palabra, ni una sola mirada desperdiciada entre los dos. El Ackerman pausó un segundo, sin embargo, antes de desaparecer por completo con el escuadrón que lo acompañaría de vuelta a Marley.

¿Qué vería en él el comandante aparte del guerrero que todo Ackerman prometía ser? Félix no era precisamente extraordinario, aunque sí era valioso; sí era fuerte, sí sabía pelear. Zeke lo había visto un segundo antes de que el mundo estallara a su alrededor allá en Paradis, ojos verdes llenos de rabia que consiguieron atrapar los suyos propios, sostenerlos, una miríada de emociones y de sentimientos y de recuerdos, de roces y sonrisas y carcajadas que a veces llegaban a él en sueños, anhelos de una vida muy lejana probablemente, una que él no tenía derecho ni acceso a.

Lo había visto, esa rabia y ese coraje, y el miedo también. El que se había reflejado en su mirada, quizás, cuando Félix descendió desde los cielos con lo que podría haber sido castigo divino.

Félix miró hacia atrás, por encima de su hombro, un pequeño ceño fruncido que se disolvió un poco cuando volvió a atrapar su mirada. No hubo una sonrisa, ni despidos, el Ackerman simplemente arqueó una de sus cejas, Zeke arqueó una de las suyas, y después el otro siguió su camino.

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Volver a Marley fue anticlimático, y depresivo, y Félix no entendía por qué la tensión en sus hombros se deshizo tan pronto como vio las puertas de la casa de los Tybur aparecer en su campo de visión. Lara estaba ahí esperando, de pie al final de la escalera en la cima de la tarima, con sus manos cruzadas tras su espalda y una tenue, pequeña sonrisa que le iluminaba parcialmente el rostro.

Félix dejó escapar un suspiro al verla, y no fue solo la tensión en sus hombros la que se deshizo al verla a ella en específico. (El nudo en su estómago, el de su pecho, ¿esos contaban también?)

Ansiaba entrar a la mansión, ir a su habitación y tomar un largo baño, deshacerse de las memorias y la ropa que llevaba puesta, dejar atrás los gritos y las noches en vela pasadas a la intemperie. Anhelaba poder hundirse en el agua de su bañera y abrir los ojos estando de pie en un mundo de arena, con el cielo oscuro y las ramas de un árbol imposible que brillaba como si el sol mismo lo hubiera hecho de una de sus lágrimas.

Sus pasos se detuvieron de frente a Lara, a pocos centímetros de ella, y si hubiera alzado el brazo probablemente habría sido capaz de tocarla.

—Bienvenido de vuelta, Félix —murmuró ella, suavemente y por lo bajo.

Félix sintió que una carcajada le burbujeaba en la garganta, aunque no quiso dejarla salir. La tragó de vuelta, sintiendo que bajaba por su garganta como si fuera el tallo de una rosa con las espinas sin cortar.

—Hey —dijo, removiéndose de incomodidad—. ¿Cómo estás?

Lara tildó su rostro hacia un costado, sus labios tirando suavemente hacia arriba en algo que podría haber sido o no una sonrisa.

—Me encuentro bien. ¿Cómo estás tu? ¿Tienes alguna herida que debamos tratar?

—No —su cabeza hizo un movimiento de negación, y luego abrió la boca, dispuesto a decir que las cosas estaban muy jodidas y que el también lo estaba y que no quería volver con los guerreros. Pero ahora que lo consideraba mejor, se dio cuenta de que decirlo sería una pérdida de tiempo porque Willy solo se reiría, o le volvería a mirar del mismo modo en el que lo hizo en el tribunal, así que la cerró con lentitud y sonrió—. Estoy ileso, pero sí tengo un par de cicatrices nuevas.

La mirada de Lara se iluminó un poco en gracia, y Félix asintió más para sí mismo que para ella. La menor de los Tybur se inclinó hacia un costado y asintió en dirección de los hombres que aguardaban al pie de las escaleras, indicándoles que subieran sus pertenencias a la casa, y luego giró fluidamente sobre sus talones para volver a ella.

Félix la siguió, mirando brevemente por encima de su hombro hacia los dos que los seguían.

—Así que… ¿Cómo está todo? Quiero decir, aquí en la casa, ¿cómo están?

—Estamos bien. Mis sobrinos se decepcionaron un poco al saber que debías partir, pero Fine consiguió mantenerlos ocupados.

—Oh, ¿cómo está Fine?

—Muy bien. Sus clases de piano van de maravilla, y ha conseguido mejorar en muy poco tiempo. Está emocionada por enseñarte.

—¿Enseñarme sus avances o enseñarme a tocar?

—Ambos.

Félix chasqueó la lengua, pero tenía una sonrisa en la boca.

—Ah, debí haberlo imaginado.

Lara río por lo bajo, mirándole brevemente de reojo cuando ingresaron a la casa.

Félix dio un paso hacia el interior y casi se dejó caer en el alfombrado suelo, puro alivio en su cuerpo cuando aspiró ese familiar, aún desconocido aroma que hasta ese momento no se había dado cuenta pertenecía a la familia Tybur. Lara se río al ver su reacción, probablemente una estúpida expresión en su rostro, y le hizo una seña de que la siguiera hacia el fondo de la casa y doblara por el pasillo hacia la derecha, dirección al estudio del demonio rubio en persona.

—¿Willy está en casa?

—Mhm, llegó ayer. Tenía un par de cosas que atender en una de las ciudades más al norte, y a pesar de que parece cansado, está… Bien.

—…¿Segura? No suenas muy convencida.

Cualquier cosa que la mujer le fuera a responder, tuvo que ser desechado cuando abrió la puerta con delicadeza e ingresó a la habitación, un poco dudosa. Sus cejas se fruncieron un poco al notarlo, porque normalmente Lara tenía más confianza con su hermano cerca, y si no confianza, definitivamente no dudaba.

Willy aguardaba sentado tras su escritorio con papeles en mano, una pluma en la otra, su mirada enfocada en ellos mientras un tenue incienso parecía revolverse alrededor del estudio. Los libreros pegados al muro habían sido reorganizados y parecían estar más llenos a comparación de como lo habían estado cada vez que él tomaba lecciones de lectura y bajaba por un nuevo libro de poesía.

El mayor de los Tybur no se dignó a alzar la mirada, no hasta que Lara carraspeó para llamar su atención, e incluso entonces solo hizo un leve sonido con su boca para hacerles entender que estaba prestando atención.

—Willy —dijo Lara suavemente—. Félix ya está aquí.

Fue dolorosamente rápido la manera en la que Willy alzó la mirada. Félix hizo una mueca porque casi pudo sentir el tirón en su cuello que probablemente el rubio sintió en el suyo con tal movimiento. Lara suspiró, quedamente, y se hizo a un costado para dejarle ver.

Félix arqueó una de sus cejas y alzó su mano a manera de saludo.

—Hey, rubio, ¿cómo estás?

Willy parpadeó con lentitud y Félix lo vio mirar hacia un costado rápidamente, sus ojos entrecerrándose por menos de un segundo y luego su expresión se suavizó, esa máscara con la que estaba familiarizado cayéndole encima con extrema facilidad. Félix río entre dientes.

—Félix —dijo el otro, cauteloso y quizás con algo que podría haber sido miedo en su tono de voz. Willy se enderezó en su lugar y carraspeó, una de sus manos alzándose para acomodarse el cuello de la camisa—. Es un placer verte de vuelta, ¿te encuentras bien?

—Mhm, algo. Tengo un par de cicatrices nuevas, ¿quieres ver?

El Tybur alzó ambas cejas con una pequeña sonrisa echándose de ver en sus labios.

Willy se veía agotado, y quizás fuera por ese viaje al que supuestamente había ido, las marcas bajo sus ojos eran más o menos como las suyas al inicio de las pesadillas, y aquello le causó un sentimiento de incomodidad en el fondo del estómago.

—Si estás dispuesto a mostrarme, adelante.

Félix se dio cuenta un segundo más tarde de que las palabras del mayor de los Tybur eran genuinas, y aquello le causó un leve sonrojo apenas visible en las mejillas. A su lado, Lara alzó una de sus manos para ocultar tras de ella su sonrisa, y Willy mismo no pudo evitar que una tirara de sus labios. Que los Tybur estuviesen burlándose de él no le sentaba bien.

Con un chasquido de su lengua, volteó la cara y alzó su brazo para cubrirse la parte inferior de su rostro, con sus ojos desviados al suelo de la mortificación que sentía cuando sus burlas eran devueltas contra él.

—Lo lamento, ¿fue eso mucho para ti, Félix?

—Oh vete a la mierda —gruñó, volteándole a ver con los ojos entrecerrados.

Willy suspiró con suavidad y se levantó elegantemente de su asiento para rodear el escritorio y acercarse a él. Félix se puso tenso, erguido de pie en su sitio con su mirada atenta a todo movimiento que el Tybur hiciera porque lo cierto es que no sabía qué esperar del hombre luego de que fuera prácticamente abandonado con Magath para ser transferido al infierno mismo. Willy no era peligroso, per se, pero aún así no estaba de más ser cuidadoso alrededor del hombre, especialmente porque estaba al tanto que las palabras tendían a herir más que los golpes, y Willy era capaz de escupir veneno incluso al sonreír.

Willy alzó su mano izquierda y le pasó los dedos por la mejilla, en un raspón que se había hecho recientemente. El toque le dio escalofríos. Luego esos mismos dedos bajaron por su mandíbula hacia su mentón y parecieron sostenerlo por unos segundos para después subir hacia su otra mejilla, y trazar ahí un círculo sobre un moretón que estaba desvaneciéndose, y lentamente, el tacto subió hasta tocar el borde de la cicatriz que cruzaba su ojo.

Félix apretó su mandíbula y la mirada de Willy se movió hacia ella al captar el movimiento, un curioso brillo apareciendo en sus ojos por unos cortos momentos antes de desaparecer, y dar un paso lejos de su espacio personal. El aliviado soplo de aliento fue suficiente para deshacerse de la tensión en sus hombros, al menos por el momento.

—¿Cómo te hiciste esos golpes?

El azabache hizo un vago gesto con su mano.

—Balas, caídas, puñetazos… Allá afuera hay mucho de eso.

—¿Y te encuentras bien?

Félix se encogió levemente de hombros.

—Estoy vivo, ¿no? Eso debería ser prueba suficiente.

Willy miró detrás suyo, en donde Lara se hallaba, y otra vez apareció en sus ojos ese brillo que ya no era necesariamente curioso pero sí irritante. Félix echó un vistazo sobre su hombro y se encontró con Lara, sin reír y con la expresión dura, la mirada pegada al suelo, sumisa.

Oh, algo definitivamente había pasado entre esos dos durante su ausencia.

—Claro —murmuró Willy, sonriéndole como lo hacía antes—. Me alegra verte de vuelta sano y salvo, Félix. Pero, si me disculpas, acabo de llegar de un viaje y me gustaría poder terminar mi trabajo antes de poder retirarme.

Félix rodó los ojos y asintió, haciendo un gesto con su mano que le decía que dejara ir la cordialidad. Era irritante.

—Mhm, vete a dormir o tu cara de niño bonito se volverá un moretón gigante.

Lo escuchó reír, el sonido igual de frágil que su sonrisa.

—Ha hablado el experto.

—Estaré en mi habitación entonces, y si no me encuentran en una hora es porque me ahogué en la bañera.

—Por supuesto, disfruta de tu tiempo aquí, Félix.

—Hah. Tu igual.

Pudo sentir la confusión de Willy ante sus últimas palabras, incluso la curiosidad de Lara cuando giró sobre sus talones y pasó a su lado de camino a la puerta. La mujer, aún callada, lo miró alejarse, y a Félix le habría gustado invitarla a su habitación, probablemente dejar que jugara con su cabello mientras tomaba su baño, y sacarle cuánta información pudiera antes de echarla para poder tener un momento de paz.

Excepto que había algo entre los dos hermanos que se notaba a leguas que debían hablar. Esa tensión existía desde antes, pero no a ese punto de sentirse tangible, esa indiscutible mirada de ‘te lo dije’ que Willy le dio a Lara segundos atrás que le irritaba aún más que el hombre mismo. Lo que fuera que hubiera pasado entre los dos, Félix quería y no saber. El drama de los Tybur no era mucho de su incumbencia, pero si era algo referente a él como la actitud de Willy le había dado a entender, bueno.

No estaba de más saber, ¿cierto?

Sus pasos eran innaturalmente ruidosos en la silenciosa casa, pero cuando has pasado meses en el campo de batalla donde los ruidos eran de armas siendo disparadas, cañones, bombas explotando a tu alrededor, gritos y maldiciones y exclamaciones de rabia, ese silencio que normalmente encontraría irritador se volvía una delicia, y Félix se aseguró de acallar sus pasos simplemente para disfrutar más de la aparente soledad en la casa.

Eso hasta que una suave tonada comenzó a flotar desde dentro de una habitación y Félix se detuvo frente a ella, sabiendo quién estaría aguardando al otro lado. Con cuidado, empujó la puerta y espió en el interior del cuarto con delicadeza, una sonrisa apareciéndole en el rostro al ver a Fine sentada en el banquillo del piano, su espalda recta y su cabello rubio sostenido en un moño con una cinta blanca enredando los mechones.

Había un hombre ahí también, parado frente al piano con los ojos cerrados y una batuta sostenida en la mano derecha, suavemente moviéndole de lado a lado conforme la canción progresaba.

Su instructor, probablemente. Y vaya que había sido de gran ayuda, si la canción que Fine tocaba en esos momentos era indicación alguna.

Sonaba maravillosa, exquisita, y extrañamente feliz. Fine se veía metida de lleno en lo que hacía, con sus ojos pegados al movimiento de sus dedos sobre las teclas. Félix se mantuvo en la puerta por otros pocos segundos y luego decidió que podía hablar con la niña más tarde, y que lo mejor sería dejarla terminar sus clases en lugar de interrumpirlas.

Las notas del piano escalaron en ritmo antes de que Félix pudiera retirarse, deteniéndolo en el umbral de la puerta semi abierta. Curioso, volvió a asomarse por la abertura y observó a Fine mover con mucha más delicadeza sus dedos, pero el sonido aumentaba y se volvía algo peligroso. Se imaginó que sería el tipo de canción que una orquesta tocaría durante una obra, y que probablemente subiría el ritmo cuando estuviese por llegar al clímax de la historia.

El sonido rebotaba en las paredes de la habitación circular y los rayos del sol del mediodía se filtraban a raudales por las ventanas y sus cortinas corridas. Pintaban una escena que le habría gustado inmortalizar de por vida, Fine sentada en el banquillo de un piano y concentrada en sus teclas, mientras el sol mismo parecía querer escuchar la historia que su canción contaba.

La tonada siguió en aumento, el tono arreció y justo cuando estuvo por llegar a lo que podría ser la cima, la primogénita de los Tybur tocó mal una nota. Fine se detuvo de inmediato y pareció parpadear con estupefacción, mientras que el que debía ser su instructor bajaba la batuta con lentitud y rodeaba el piano para poder acercarse al lado de ella y releer las partituras que tocaba.

Félix sonrió para sí mismo y dio un paso atrás, lentamente cerrando la puerta para que ninguno de los dos se diera cuenta de su presencia. Aún le llegaba el sonido de sus voces desde el interior, la de Fine mientras preguntaba si podía empezar de nuevo, y mientras más se alejaba por el pasillo en dirección a la otra sala con las escaleras, se preguntó si quizás él también cometería los mismos errores que ella.

Fine se veía tan ensimismada en la música, concentrada en ella de una manera que no recordaba haberla visto excepto cuando se trataba de cuidar a sus hermanos. Frieda solía verse así cuando se sentaba en el banquillo de su propio piano para interpretarle algo cuando Félix tenía oportunidad de escabullirse a la casa de los Reiss, lo que no era muy seguido, pero los dos siempre habían tratado de cualquier manera.

Traía recuerdos el ver a Fine hacer lo mismo, enamorarse de la música del mismo modo en el que Frieda lo había hecho por igual. Le daba cierto confort también verla actuar como una pequeña de once años que disfrutaba de corretear a sus hermanos de aquí allá, tocar el piano y leer, tener el tipo de vida que él y Frieda tuvieron a medias.

Era probablemente una estupidez el sentirse de la manera en la que él lo hacía cada vez que veía a Fine disfrutar de su niñez; Félix no había tenido una a gran escala, y tampoco la había tenido Frieda.

Él había tenido que lidiar con niños estúpidos diciéndole una sarta de tonterías, las constantes burlas acerca de su falta de padre y los comentarios implícitos que hacían contra su madre cuando el tema era traído a conversación. También estaba la decisión de unirse a la academia y la ansiedad que había sentido meses antes de decirle a su madre que lo haría, y lo mucho que dolió el verla romper en llanto cuando le informó que quería ingresar a la Legión de Reconocimiento. Y mientras él hacía eso, Frieda probablemente había estado aprendiendo la historia de los Reiss, el secreto que guardaban con ellos desde hacía cien años, el poder que sostenían en sus manos.

¿Habría estado sentada con su padre en la biblioteca de la casa de los Reiss mientras le explicaba el trasfondo de su deber? Quizás sí, porque Uri tenía voz gentil, como la del instructor de Fine, y a pesar de que la única vez que Félix lo escuchó hablar fue durante ese breve momento ahogado en oscuridad durante lo ocurrido en la caverna de los Reiss, las palabras de sus padre le habían brindado confort, y habían sido gentiles, y aunque Uri no había sido más que una sombra de un fantasma en sus recuerdos fracturados, Félix se había encontrado a sí mismo creyéndole.

Las palabras de un muerto no deberían haber sido tan atronadoras como las de Uri lo habían sido, y para esos dos años antes de que Frieda cumpliera quince, antes de que los dos lo hicieran, eso es lo que su padre había sido; un fantasma, un hombre a punto de convertirse en recuerdo.

Abajo, en la sala del piano, la canción se reanudó.

Félix abrió la puerta de su habitación con lentitud y luego la cerró una vez ingresó, escuchando el suave thud del seguro cayendo en su lugar.

Tuvo que parpadear para deshacerse de la humedad en sus ojos y luego se limpió con el dorso de su mano, paseando su mirada alrededor de la habitación. La chimenea estaba limpia, sin ningún rastro de cenizas en ella que indicara que alguien hubiera hecho uso de ella durante su tiempo de ausencia, y la cama estaba inmaculada, con todas sus almohadas apiladas encima y el cobertor doblado en las esquinas porque estaba lo suficiente largo como para arrastrarse en el alfombrado piso.

Las cortinas estaban corridas, dejando entrar luz natural a la habitación para que no tuviera que encender las lámparas, y los libros que se habían quedado en la mesita frente al sofá habían sido organizados en una esquina de ella. También había una flor marchita en ella, una rosa de hecho.

La habían limpiado para cuando llegara, se dio cuenta, y no pudo evitar notar que así tan inmaculada como estaba, se veía como si nadie hubiera vivido en ella durante más de un año entero cuando Félix había estado fuera por dos meses, casi tres.

Pasó sus dedos por encima del mueble de frente a su cama y no encontró ni una mota de polvo en el, tampoco lo hizo en los libros en la mesita de café, o en los sofás o las almohadas y cuando abrió su ropero se dio cuenta de que la ropa en el interior había sido lavada, planchada y colgada nuevamente, sin dejar nada fuera de lugar.

El espejo también estaba limpio, y un cuadro había sido agregado a su habitación que lo hizo detenerse y simplemente observar.

Era una pintura, se dio cuenta tras un segundo. El azul del cielo estaba pintado con tonos suaves y gentiles, como la voz de su padre lo era, y el sol que dejaba caer rayos por encima de las blancas nubes pintadas en una orilla era igual de radiante que Frieda lo había sido. En la parte inferior había un océano, largo y extenso y que podría haberse mezclado con el cielo si no fuera por el cambio de color, el cómo se mezclaba el azul con el blanco y el gris y con más azul, uno más claro y de tono verdoso.

Huh, hasta ese momento no se había dado cuenta de que jamás había visto propiamente el océano, porque aquel día en el país perdido de la Alianza del Medio Oriente, su prioridad había sido el averiguar qué carajos estaba sucediendo y cómo detenerlo para no morir entre los escombros.

Ahora que lo pensaba, ¿habría llegado la Legión al océano ya? Esperaba que sí. Que lo encontraran y disfrutaran de una vista igual, una real, en donde pudieran aspirar el aroma a agua salada y disfrutar del aire fresco y sol ardiente, y probablemente ahogarse en la belleza que parecía extenderse todo un horizonte a la distancia.

Una vez los pensamientos intrusivos comenzaron a tomar un camino menos satisfactorio, alejó su mirada de la pintura y se volvió hacia su cama, tentado a simplemente lanzarse en ella y hundirse entre la suavidad del cobertor y lo mullidas que se veían las almohadas, pero la suciedad que se colgaba de su cuerpo era mucha, y los raspones aún tenían polvo que jamás se iría a menos que tomara un largo, largo baño en su tibia agua en su enorme bañera.

Se sacó la gabardina primero, dejándola caer en el alfombrado suelo, y luego se deshizo de la camisa prácticamente arrancándosela. Los pantalones siguieron, y luego las botas, y luego la ropa interior y así mismo se dirigió al baño, aspiró la limpieza que podía olerse en el interior de el, y comenzó a llenar la bañera.

Existía una impaciencia bajo su piel que lo volvía ansioso y lo tenía apretando los puños de disgusto hacia él mismo. Estaba cubierto en raspones, y en roces de balas, y un par de puntos ahí en donde tuvo que ser cocido porque a Magath le entusiasmaba mucho ver a su pequeño Ackerman en acción.

El agua tibia tocando sus huesos fue una maravilla, una en la que se ahogó con gusto. Si Zeke supiera en donde estaba en esos momentos se moriría de envidia, porque si había aprendido algo del mono estúpido durante esos meses con el es que Zeke amaba bañarse, contrario a lo que su titán parecía demostrar, y le gustaba mucho pasar tiempo bajo el agua de la ducha.

Era un aspecto curioso que aprendió de él una vez, pero eso era algo que no quería recordar, y que ciertamente no planeaba compartir con nadie y que se llevaría con placer a la tumba.

Su brazo trazó un par de recorridos en la superficie del agua y él se concentró en verla moverse mientras el sol que entraba por la ventana se reflejaba por encima. Los brillos que desataba en la superficie le eran reminiscentes del lago en la propiedad de los Jovan, o el lago que Uri y Kenny solían frecuentar antes de que su padre muriera.

Félix se hundió más en el agua, hasta que su mentón fue parcialmente cubierto y la superficie tocó su labio inferior; si cerraba los ojos ahora mismo y los abría en el mundo de arena y cielos oscuros, ¿sería capaz de encontrarse con el hombre al que su madre amó?

Lo que fuera que ese mundo fuese, si era capaz de retenerlo en recuerdos que no recordaba haber vivido, ¿podría dejarle ver otras cosas? Quizás otro tipo de memorias de ciclos anteriores que le fueran útiles, quizás podría conectarse a memorias no suyas, pero conectadas a él por medio de cual fuese el parásito que lo mantenía atado a tal destino.

Quizás Kenny había tenido razón y en alguno de esos ciclos anteriores se había hecho con el Titán Fundador y las consecuencias al haberlo usado podrían ser esto, el ser prácticamente un eterno condenado a revivir los mismos sucesos hasta que encontrara una solución a ello. Quizás fuera éste el castigo que él mismo se puso, porque si entonces el voto anti guerra del rey Fritz no había surgido efecto en él y Félix terminó haciendo uso de los titanes en el muro y llevando a cabo una calamidad… Probablemente estuviera dándose éstas nuevas oportunidades para detenerse a sí mismo de cometer los mismos errores que lo llevaron a quedarse atascado en esta situación.

¿Eso significaba entonces que también si lo intentaba, podría ver el futuro? No recordaba de dónde escuchó que eso era una posibilidad, pero si él había sido el portador del Titán Fundador en algún punto de su vida y eso lo llevó a estar aquí atascado, entonces existía una posibilidad de que lo que fuera que el Titán Fundador fuese, era más que una anomalía, más que un milagro o un regalo o una maldición. Podría ser más que lo que parecía ser, más de lo que echaba de verse.

Un Dios, había dicho su tío Rod, las palabras trayendo un eco acompañado por la afirmación de Uri. Si el Titán Fundador asimilaba el poder que un dios era capaz de tener, entonces no había motivo para creer que pudiera estar únicamente limitado a algo como el borrado de memoria o la alteración de ellas, o a la creación de los titanes. Debía haber más, y Félix estaba seguro de ello porque entonces él no estaría ahí, él habría muerto; en Shiganshina y al ser traído aquí, y cuando la caverna le cayó encima.

¿Qué había pasado en la caverna luego de que Rod consiguiera transformarse? ¿Cómo había sido capaz de sobrevivir cuando, acorde con Ymir, Félix había sido sepultado bajo los escombros?

Una anomalía, se recordó a sí mismo, tu eres una anomalía porque no debiste haber existido, y sin embargo aquí estás.

Como una ruptura en un cubo con agua que dejaba escapar riachuelos del líquido, que la vaciaba poco a poco. Un antes y un después, y una eternidad también en un intermedio, eso es lo que Félix era.

Un leve toquido en la puerta lo despertó de sus cavilaciones y lo hizo abrir sus ojos con pesadez, sueño colgándosele de las pestañas junto a un par de gotas de agua.

—¿Mhm?

—Félix —la suave voz de Lara le llegó desde el otro lado de la puerta y el Ackerman gruñó—. Solo quería informarte que Willy y yo saldremos por un par de horas, y probablemente no estemos de vuelta hasta al anochecer. Cualquier cosa que necesites, solo pídelo, ¿de acuerdo?

—De acuerdo. Gracias, Lara.

La mujer titubeó fuera del baño por menos de un minuto y luego se alejó, el leve sonido de sus tacones bajos resonando contra la duela de madera al avanzar a la puerta de su habitación y abandonarla. El silencio lo envolvió de vuelta a excepción del goteo de una llave y el murmullo que le llegaba desde fuera en el patio, en donde el viento silbaba y las hojas de los árboles y las flores eran movidos con el.

Félix volvió a cerrar sus ojos, tomando un profundo respiro hasta que sintió sus pulmones llenos, y luego lo dejó ir con lentitud.

Trató de encontrar ese algo ahondado en su interior, la chispa necesaria que le daría la llave para el mundo de arena y cielos oscuros. Deseó poder verla, la puerta y la llave, las largas dunas acompañadas de ese extraño, etéreo brillo que parecía refulgir en todos lados a pesar de que el árbol de las ramas extrañas no estuviera completamente presente en el sitio.

No tenía prisa de ingresar. Bueno, sí la tenía, pero no enteramente. No cuando podía pasar el día entero en esta bañera si así lo quería, cuando sería válido darle excusas a los Tybur sobre aprovechar su tiempo de paz en el agua, donde parecía sentirse cómodo, y él sabía que ni Lara ni Willy se lo negarían, no mientras lo mantuviera alejado de todo problema que pudiera causarles.

La tenue exhalación alzó burbujas en la superficie del agua; el suspiro que necesitaba dejar ir para relajar los músculos en su espalda y la tensión en sus hombros. La calidez de la habitación le daba sueño, y sus ojos comenzaron a cerrarse con más propósito.

En esos momentos, no quería pensar en nada; quería dejar que su mente se blanqueara, que todo pensamiento sobre guerra y muertes y Zeke y Porco hicieran espacio y desaparecieran por lo menos unos momentos, para darle paz. No pensó en el eco de los gritos en una tierra desolado, o el retumbar de un navío marleyano haciendo explosión en el océano a la lejanía.

Dos semanas. Dos semanas enteras de normalidad, dos semanas para sí mismo en el corazón de Marley.

Dos semanas para pretender que todo estaba bien, que él estaba bien. Para estar bien.

Sus pestañas revolotearon cuando cerró los ojos, y al volver a abrirlas, vio frente a él la magnificencia de un árbol, y la fría calidez del brillo que emitía lo engulló por completo.

━━━

El resto de su día se pasó a prisa una vez tomó la decisión de permanecer en la bañera, o de acurrucarse en sus cobijas y fingir que no escuchaba los ansiosos pasos de las amas de casa fuera de su puerta cuando se rehusaba a abrirles. Ésta era su semana de descanso, su primer día de vuelta del infierno, y pensaba usarlo en simplemente respirar, dormir y tomar largos baños de agua caliente.

Excepto que Lara y Willy no volvieron una vez comenzó a anochecer.

El piano de Fine había dejado de sonar horas atrás una vez su instructor se fue, y él no tenía ni idea de a dónde podría haber ido la niña. Tampoco sabía en dónde estaban los niños, o si volverían o partieron con la señora Tybur, lo que era lo más probable. Si Natalie Tybur se rehusaba a pasar un par de días en la misma casa que él, dudaba mucho que fuera a permitirles lo mismo a sus hijos, a pesar de que Fine parecía ser una excepción, lo que atribuía más a que la niña estaba más al tanto de lo que ocurría, y parecía entender mejor que sus hermanos por qué a su madre no le gustaba residir en la misma casa que a un extraño.

Válido, claro, pero no por eso menos estúpido. En todo caso, debía ser Félix el que empacara sus cosas y se fuera, porque ésta no era su propiedad ni su derecho ni nada como ello, era un simple privilegio, y la señora Tybur merecía estar aquí más que él.

Quizás Willy no había discutido con ella el trato que el rubio terminó haciendo con Magath, y probablemente tampoco había planeado hacerlo. Willy parecía ser ese tipo de hombre que amaba mucho a su esposa pero no la tomaba verdaderamente en cuenta porque él era el hombre de la casa, cabeza familiar, y las decisiones ultimadamente serían suyas.

Félix no podía imaginarse vivir con alguien así, o pasar el resto de su vida junto a una persona que no tomara en cuenta sus opiniones y sus deseos y no-deseos. Tampoco podría imaginarse ser esa persona que pasaba por alto o ignoraba los deseos de su pareja, sus opiniones por igual, las quejas que pudiera tener sobre su vida y su hogar.

Así que Willy no solo parecía ser un mal padre, pero un horrendo marido por igual.

El repiqueteo de un par de tacones en el pasillo fuera de su habitación lo alertaron de alguien acercándose y Félix volvió a recostarse en la cama y a cerrar los ojos, con su rostro hundido en una almohada mientras se abrazaba a otra.

Hubo un leve toquido contra la puerta y cuando no hubo respuesta, la otra persona al otro lado de ella se inclinó contra la madera y se aclaró la garganta.

—Lord Tybur nos dio permiso para retirarnos temprano hoy, lord Ackerman. Lady Fine también se ha retirado a su habitación, y cuando guste algo de cenar, habrá un plato ya servido aguardando por usted en la cocina. Buenas noches.

Félix tuvo que contener la respiración y contar los segundos que pasaron hasta escucharla desaparecer por el pasillo en dirección al ala en donde se les permitía dormir a aquellas que no tenían otro lugar al cual ir.

Otro par de minutos pasaron, el interior de su habitación se pintó de anaranjados y violetas y un par de rosados, y poco a poco comenzó a volverse azul oscuro y negro. Cuando volvió a alzar la cabeza vio tras sus cortinas que el sol aún alcanzaba a notarse tras el linde de las otras cosas pero que era mayormente de noche ya, y con rapidez, salió de entre el enredo de cobijas en su cama y salió al pasillo, cuidadosamente cerrando la puerta tras de sí.

Ésta bien podría ser una de las pocas oportunidades que obtendría para poder recopilar cualquier clase de información que pudiera encontrar en la casa de los Tybur, así que bajó las escaleras con extremo cuidado y echó un vistazo a lo largo del pasillo principal para tratar de ver si había algún guardia, pero la casa estaba vacía, en silencio, como si nadie la habitara.

Con un profundo respiro, apretó sus manos en puños y lentamente caminó por el pasillo, deliberadamente deteniéndose a rascarse ya fuera el brazo o el talón para checar sus alrededores en caso de que alguien decidiera aparecer. Estaba por doblar la esquina del pasillo cuando el tenue murmullo de voces le llegó desde detrás y con mucha más rapidez, se acercó a trompicones hacia la puerta de la habitación que contenía el piano y se metió en ella.

La iluminación en el pasillo no era mala, pero tampoco era buena, y ayudaba mucho en mantener oculta la pequeña ranura que dejó entre la puerta y el marco para poder observar a quien fuera que estuviera deambulando por ahí. Los murmullos se volvieron un poco más altos y luego frente a la puerta pasó una de las mujeres que hacían el aseo, sosteniendo un par de llaves en sus manos. Detrás de ella caminaba un guardia, erguido y con el rostro inexpresivo, sus ojos puestos al frente. Félix se inclinó más hacia un costado y empujó suavemente la puerta para que encajara contra la cerradura, rezándole a un dios que no existía para que no lo notaran.

—¿El Ackerman?

—En su habitación —fue lo que escuchó que la mujer respondía, pero estaban parados fuera de esa habitación en la que realmente se encontraba. Sus ojos se movieron alrededor en la oscuridad tratando de encontrar un lugar en el cual ocultarse en caso de que el guardia lo hubiese visto.

—Lord Tybur volverá en dos horas, yo aguardaré por él fuera.

—Bien, bien, no hay problema —el tintineo de las llaves hizo eco en el silencioso pasillo junto a las pesadas exhalaciones de la señora—. Será una noche fría, así que por favor venga conmigo para darle un par de abrigos para el señor y la señora, no será suficiente con lo que traen puesto.

Félix se atrevió a entreabrir la puerta y mirar fuera, viéndolos desaparecer de nuevo por donde habían venido, presumiblemente a conseguir esos abrigos que ella había mencionado. Rápido, volvió a abrir la puerta y a cerrarla con un solo clic evidenciando su presencia. Sus pies picaron velocidad una vez dobló finalmente la esquina y avanzó a largas zancadas hasta la puerta del estudio de Willy y una vez tomó el pomo, respiró profundamente para hacerlo girar silenciosamente.

La puerta chirrió con suavidad al abrirse y Félix se precipitó a entrar, asegurándose de cerrarla tras de sí con menos estrépito.

Y una vez dentro, volvió a respirar con profundidad. Ahora, venía la parte aún más difícil.

Se dirigió de inmediato al escritorio y leyó con algo de dificultad los papeles dejados en la superficie, repasando varias veces los títulos y lo que podía leer de ellos para asegurarse de que no estaba equivocándose con ellos. Lo que necesitaba era encontrar buena información que le fuera de utilidad y que fuera fácil de memorizar, ya que no iba a poder tomar nada de aquí sin que Willy se diese cuenta de su ausencia.

Sus manos se movieron ansiosas entre los papeles, moviéndolos lo menor que pudiera para no causar un desorden imposible de imitar y muy probable de identificar. No debía dejar ni un rastro de haber estado ahí o todo terminaría mal.

También estaba constantemente pendiente de los sonidos en el exterior. Si el guardia tenía razón entonces Willy no tardaría en llegar y Félix debía estar fuera de su estudio antes de que eso ocurriera. Tras revisar el tercer montón y reconocer las mismas letras aburridas que indicaban una reunión con o se quién de no sé dónde, determinó que nada de importancia podría haber sido dejado al descubierto con tanta facilidad, y empezó a buscar en los cajones del escritorio, el archivero que se encontraba a la derecha.

¿Qué tipo de información podría tener Willy? Félix sabía que había algo extraño con los Tybur, que el trato que recibían era inadecuado en el mejor de los casos y aborrecible en el peor. Los únicos eldianos que no eran tratados como mierda y que conseguían vivir fuera de unos muros e ignoraban la situación del resto de ellos debían tener un poco de mierda oscura en el gobierno marleyano, o si no, ser parte de el de cierta forma que el resto no supiera.

Se negaba a creer que solo las circunstancias del pasado eran suficientes para mantenerlo aquí, en el corazón de Marley en una casa grande y lujosa con tantos privilegios como el organizar fiestas y amistarse con personas importantes de otras naciones. Si ser un eldiano de Liberio era malo, debía ser aún peor ser un eldiano de Liberio portador de alguno de los nueve titanes.

No quería imaginarse cómo era con los Tybur, cómo es que veían a Lara y a los niños y probablemente se preguntaban “¿quién de todos ellos es el monstruo?”.

El repiqueteo de algo cayendo a sus pies lo sacó una vez más de su mente y lo hizo mirar hacia abajo, parpadeando en la repentina oscuridad para poder distinguir lo que era. Una llave.

Oh Dios, por supuesto que era una maldita llave. Willy debía ser un paranoico de mierda y probablemente todos los líderes de la familia Tybur en antaño lo habían sido por igual. La única pregunta ahora era qué carajos se suponía que debía abrir esa llave. No había visto ninguna cerradura en los ratos que había estado dentro de la habitación, y tampoco encontró ninguna en el escritorio que pudiera indicar algún compartimiento secreto.

Lo que probablemente significaba que pertenecía a algo que Willy llevaba consigo, o que era probablemente de alguna puerta cerrada dentro de la casa o—

La repentina aparición de pasos lo alertó de inmediato y Félix saltó fuera de su escondite, su aterrada mirada fija en la puerta y en cómo el pomo se movía hacia un lado. Pánico se le disparó por la garganta y Félix volvió a tirarse al suelo y a meterse en el espacio hueco del escritorio, haciéndose tan pequeño como pudiese para no ser visto.

La puerta se abrió con otro chirrido y el tintineo de llaves se escuchó otra vez. La señora de antes que cargaba las llaves ingresó a la habitación, murmurando entre dientes lo que parecía ser una canción. Félix no la vio, pero alcanzó a escucharla moviéndose alrededor de los sofás colocados al otro lado de donde se encontraba el escritorio.

Pasaron dos minutos antes de que la mujer se fuera, y Félix salió con lentitud de su escondite, mirando a la puerta en caso de que ésta volviera a abrirse. La llave en sus manos estaba tibia del agarre que tenía sobre ella, y Félix se arrastró hacia la ventana para poder ver el diseño que tenía con más claridad.

Era pequeña, del tamaño de su meñique y de color plata. La parte superior era redonda y con una T inscrita en el centro, y el diseño del resto del cuerpo era ambas partes peculiar y nada fuera de lo común.

¿Quizás abriera una caja fuerte? ¿Algún baúl que tuviera documentos preciados para la familia Tybur? ¿Alguna oficina? ¿Quizás un diario? Sería absurdo que fuera un diario por el tamaño, pero no estaba de más el pensar que Willy o algún otro Tybur quisiera mantener un par de secretos ahí guardados y pasarlos a la siguiente generación.

Era más probable que fuera un baúl.

Suspirando, se puso en pie y acomodó la silla en su sitio y volvió a los papeles encima del escritorio, esta vez decidiéndose a inspeccionarlos con más tranquilidad.

El primero era una carta dirigida a su esposa que no se molestó en leer por completo, pero que ultimadamente le informaba a Natalie Tyur del progreso de Fine en sus lecciones de piano y la ponía al tanto de su residencia ahí en la casa. El tercero era lo mismo que el segundo, un par de permisos para una construcción, exportación de comida hacia una nación vecina, invitación a una fiesta de unos vecinos, una carta de Serena… Félix la desdobló con cuidado, su ceño frunciéndose cuando vio que iba dirigida a él.

Oh. Estaban leyendo su correo.

Lo que tenía sentido si lo pensaba racionalmente, pero no por ello le hacía sentir menos… Observado. Violado.

Querido Félix,

Nuestro benevolente Willy me ha informado que volverás a Marley dentro de un par de días y que tu estadía, como ha sido acordada con tu Comandante, será de un plazo de dos semanas.

Si el contenido de tus cartas anteriores es algo a lo que prestar atención, entonces tengo el placer de informarte que nos veremos en menor tiempo del que tenías planeado, y del que yo tenía previsto. Ya le he informado a Willy que tu presencia es requerida y que seria muy mal visto que mí invitado especial no se presente con ellos, por lo que tienes total libertad de asistir con ellos a nuestra reunión a pesar de que Willy diga lo contrario.

Ansío verte de nuevo, y pronto.

Serena.

Otra reunión, ¿una fiesta? ¿Más bailes, carcajadas falsas, sonrisas demasiado dulces? No estaba seguro de poder volver a hacerlo.

Acomodó la carta en donde había estado y la dobló. Debajo de ella había otro puñado de papeles que no se molestó en leer. Saber que habían estado leyendo su correo —y era algo que se recriminaría de por vida porque por supuesto que lo harían, por supuesto que no confiarían en él tan plenamente— y que aparte de ello parecían dárselo a propósito con días de retraso era simplemente nauseabundo. Serena era una maldita pieza importante para la supervivencia de Paradis, eso lo había decidido ya, pero también era el único contacto realmente humano que no lo trataba como si fuera un objeto o un demonio o un Ackerman, y al diablo que la mujer tuviera otras intenciones con él, ella era real.

Con Félix, por lo menos siempre lo había sido. En sus cartas y sus cortas interacciones en aquella primera reunión, no importase que hubiera estado coqueteando con él o que se le hubiese insinuado en varias ocasiones. Prefería mil veces que lo hiciera a que alguien del ejército marleyano le hablara con respeto y le evitara los ojos al mismo tiempo que pensaba en él como un maldito demonio.

Dejó la llave en un lugar debajo de todos esos papeles y se enderezó una vez volvió a acomodar todo. El estómago le rugió. Consideró tomar un par de libros para volver a su habitación y desperdiciar tiempo leyendo alguno o el otro así que eso hizo, tomando uno aleatoriamente de las estanterías más cerca a él y luego abandonó la habitación, sintiéndose mucho más descontento que cuando ingresó a ella.

Ni siquiera se molestó en amortiguar sus pisadas, las dejó que hicieran ecos en su camino a la cocina para poder hacerse con su cena y pasó los siguientes veinte minutos engulléndola con gusto, porque una vez que volviera a tierra de nadie, esta clase de manjar se perdería junto con sus ratos en la bañera y la comodidad de una cama.

Más tarde podría tratar de encontrar lo que sea que se abriera con esa llave, aunque tuviera que meterse a la habitación de Willy y buscar por sí mismo, o sacarle la verdad de una u otra manera. También buscaría los papeles después, encontraría todo lo que fuera de utilidad para Paradis y contactaría a Kiyomi y la enviaría hacia allá tan pronto como pudiera. Historia haría el resto, Félix confiaba en que así sería.

El camino de vuelta a su habitación se sintió pesado, y a pesar de que su mente estaba muy preocupada con lo que podría encontrar en el estudio de Willy, apenas tocó la almohada y cerró los ojos fue capaz de caer dormido, excepto que sus pesadillas parecían reacias a dejarlo descansar, trayendo de vuelta y una otra y otra vez lo visto esa tarde en la bañera, el mundo de arena y cielos oscuros y la lejana voz de Eren llamándolo mientras las luminosas ramas del árbol al centro de esa dimensión parecía vibrar con el sonido de su voz.

Eren había estado ahí; su voz y su presencia, el aroma tan distintivo a él que Félix podía oler en sueños y en pesadillas. Eren había estado allí, y no importaba cuánto trató, no pudo encontrarlo.

Le recordaba a esa vez en que Zeke lo hizo acompañarlo a aquel lugar, cuando Eren apareció de la nada frente a él y estuvo por darle la mano solo para desaparecer al último segundo. Maldición, ¿qué había estado haciendo el chico como para aparecer en un lugar en donde no debía hacerlo?

Cuando Félix volviera a verlo, iba a dejarle en claro lo absolutamente irresponsable que era al tratar de entrar en contacto con él de tal manera.

—¿Félix?

Tan metido había estado en su propia cabeza que escuchar la voz de Lara a la mitad de la noche lo hizo enderezarse de golpe, el pulso en sus oídos vibrando igual que un cañón anti titán lo haría. Por entre la oscuridad vio la silueta de la mujer embutida en un camisón largo color gris con un largo suéter encima. El cabello lo llevaba suelto, largas ondas negras cayendo sobre sus hombros y quedándose ahí estancadas.

Félix parpadeó.

—Ah… Lara, ¿qué…? ¿Qué ocurre?

Lara también parpadeó, excepto que ella pareció hacerlo a conciencia. Ingresó con lentitud a la habitación, dejando ir el pomo y tomando el borde de la puerta para entrecerrarla.

—Llegamos hace media hora. Willy me pidió que viniera a verte antes de retirarme por la noche para asegurarme de que estuvieras bien.

—Oh, uhm… ¿Todo, uh, todo bien entonces?

La mujer asintió con lentitud.

—Sí. No hay nada de que preocuparse.

Félix se tragó las palabras que tenía atascadas en la garganta, el reclamo que encontraría en ellas y la acusación de que le estaba mintiendo. Nada estaba bien, y había muchas cosas por las que debía preocuparse, pero no existía manera de darle a entender eso a Lara cuando ella no volvería con él a la unidad de guerreros, cuando parecía estar al tanto de que Willy estaba revisando su correo y que su privacidad estaba siendo violada, y tampoco parecía preocuparle mucho nada excepto las personas bajo lo techo de la casa Tybur.

Lara titubeó un segundo frente a la puerta, y luego la cerró.

—Te escuché sollozar.

Su cabeza se alzó tan de golpe que su cuello tronó con levedad.

—¡¿Sollozar?! ¡Yo no-!

—Por favor baja la voz.

—…Yo no estaba sollozando. Estaba… Yo no…

—De acuerdo, lo entiendo.

Félix sintió que una burbuja de rabia le subía por la garganta, y tuvo que tragársela —como todas esas emociones y las hirientes palabras que por siempre se quedarían estancadas dentro de su pecho— porque en esos momentos no buscaba meterse en una discusión con ella. Había muchas otras cosas en las que enfocarse que un absurdo hecho como el que hubiera sido escuchado sollozando porque sus pesadillas comenzaban a volverse más pútridas con el pasar de los días.

No, pensó para sí, dejándose caer nuevamente hacia la cama y mirando el oscuro techo, tu no entiendes nada aún, Lara.

—¿Quieres que hablemos de ello?

La poca luz que se filtraba desde las ventanas a cada lado de su cama trazaba figuras en el techo que miraba en esos momentos; podía ver una nube y un sol, también la luna. Un árbol con sus ramas torcidas y un gatito. Otras no tenían una forma como tal, solo eran líneas que parecían ser grietas y que se movían en zigzag en la superficie, dando la impresión de que la estructura estaba dañada y podría caerse.

Félix se sentía más o menos igual.

—No —murmuró, soltando un tenue suspiro. Los músculos de su espalda se tensaron un poco cuando un pensamiento fugaz cruzó su mente de lado a lado, momentáneo y demasiado ilegible como para darle tiempo a formarse por completo—… Pero, ¿crees que puedas quedarte un rato?

Lara asintió sin mediar ninguna otra palabra y sin ser invitada —aunque tampoco negada— avanzó hacia la cama y se sentó en el borde de ella, con su espalda recargada contra uno de los postes. Félix se acomodó de costado para poder verla, ofreciéndole una débil sonrisa que ella correspondió.

—¿Cómo les fue a ti y a Willy?

—Nos fue bien. Fue una reunión corta, y todo salió acorde al plan.

—Mhm, ¿puedo saber sobre qué era?

Lara sonrió y negó con la cabeza.

—No, lo siento.

—Ah, no importa —respondió, tirando de una de las almohadas cercana a él para poder abrazarla—. No tienes que sentirte mal por no poder decirme nada de importancia, ¿sabes? Entiendo cuál es el lugar que tengo aquí en esta casa, y en la sociedad marleyana también, supongo, así que no sonrías así. No me gusta ver que me tengas lástima.

Lara abrió su boca unos pocos centímetros y luego pareció pensar mejor lo que había estado por decir porque la cerró. En lugar de ello, suspiró con una pesadez inusual en ella y recogió su camisón para poder sentarse mejor en la cama, con sus piernas encima del colchón. La cortina del poste en el que se encontraba recargada le acarició la mejilla.

—No te tengo lástima, ¿sabes? Pero… Si bien tienes un trato con mi hermano y con el comandante Magath, no siento apropiado el compartir información delicada contigo.

Y haces bien. Cualquier cosa que me digas, eventualmente será dicho a la reina de Paradis.

Félix asintió, mordiendo su labio inferior. Su mirada trazó lo poco que podía ver de ella; el contorno de su rostro iluminado por la poca luz del exterior y las sombras que jugaban en su boca, cuán profundos se veían sus ojos. El cabello negro también parecía mezclarse con las sombras que se cernían a espaldas de ella.

Aún así, a pesar de que veía muy poco, le seguía pareciendo una hermosa mujer.

—Los Ackerman son leyendas que incluso las otras naciones respetan —dijo ella, atrayendo su atención en cuestión de segundos, aunque su ceño se frunció en confusión y Lara pareció notarlo—. Son fuertes, y honorables, y a pesar de que son reconocidos como guerreros de los reyes Fritz de antaño, el nombre del clan Ackerman aún carga un peso con el, aún es reconocido en esta parte del mundo.

—¿Y?

Lara río por lo bajo.

—Willy confía en tus habilidades por ello, Félix. Es esa la razón que no le asusta el que vayas a la guerra y que participes en ella en las líneas frontales, pero tu papel en esta sociedad no debería reducirse al de un guerrero solo por el nombre que portas.

—¿Oh? ¿Y entonces qué otro “papel” podría hacer?

La menor de los Tybur se encogió de hombros.

—El que tu gustes. Ya no estás en Paradis, y a pesar de que mi hermano se esfuerce en querer tratarte como un soldado más… —ahí, la vio titubear. Había un brillo de culpabilidad en sus ojos que no había pasado desapercibido para él, y algo le dijo que éste era un tema que debía haberla estado agobiando desde hace ya un tiempo—. Marley podría ser un nuevo comienzo para ti.

Félix se tomó unos segundos para procesar lo dicho, sintiéndose inusualmente conmovido con el intento de Lara de hacerle entender que no porque era un Ackerman, debía atarse al significado que el mundo entero parecía tener de su familia. Ciertamente, él nunca había sido un Ackerman de la manera que otros lo fueron; no como Kenny o como Mikasa, podía incluso incluir a Levi ahí porque si bien el hombre no estaba al tanto de su familia hasta hace unos meses, los tres compartían la satisfacción de saberse fuertes y capaces en el campo de batalla de una manera que Félix no.

Él nunca había dejado que su nombre lo definiera, no el Kaiser y ciertamente no el Ackerman, y a pesar de que ahora también estaba el Reiss de por medio —y el que tendría más relevancia una vez volviera a Paradis—, nombres y títulos jamás habían sido lo suyo. Ya fuese un bastardo o no, un soldado de un linaje casi extinto o un rey o lo que fuese, Félix siempre había sido… Félix.

Él mismo, con sus deseos egoístas y sus miedos y su rabia.

—Allá en Paradis… Mi madre nunca se casó con mi padre y eso trajo un par de problemas de para mí —murmuró, pasando su lengua sobre sus labios—. Al principio me afectaron porque el resto de los niños eran inusualmente cruel acerca de ello, pero después simplemente aprendí a vivir con los apodos y esas cosas. Me molestaba, pero no había mucho que pudiera hacer, y luego me uní a la Legión de Reconocimiento y… Y a pesar de que era algo que quería, si pudiera escoger nuevamente, yo no… No sé…

—No sabes qué escogerías.

—Ajá.

Lara asintió, comprensiva.

—A veces no se nos da la oportunidad de elegir nuestro papel en este mundo, cuando se te es dado y se te comanda a llevarlo a cabo, tu solo debes hacerlo —dijo ella, voz suave. Félix sintió que estaba hablando de sí misma a pesar de no tener evidencia—. Incluso cuando te dices que harás algo distinto a lo que el resto quiere para ti, en ocasiones estás haciendo exactamente algo por ellos y no por ti.

—¿Te pasó algo similar a ti?

—A mí y a Willy. Mi mamá tuvo dos abortos antes de poder concebir a mi hermano, y tuvimos un hermano menor, pero murió a las pocas semanas de nacido, así que los roles cayeron sobre nosotros, los deberes de llevar a cargo el deber de los Tybur y cumplir nuestro propósito fueron escogidos incluso antes de que nosotros naciéramos.

—Oh. Lo siento mucho.

—…Los sacrificios que fueron hechos para que la familia prosperara son algo de lo que no hablamos mucho —susurró—. Y es por ello que Willy y yo somos unidos, porque se nos fue dado un rol y lo acogimos por nuestro propio bien, del mismo modo en el que tu te condicionaste a ti mismo a hacerlo con tus deseos “egoístas”.

—Si supieras toda la historia sobre esos “deseos egoístas”…

—Pues no la sé —interrumpió ella—. Y no quiero saberla. Fritz, Tybur, Ackerman… Todos nosotros fuimos dados un papel en este mundo, Félix. Hay líderes, hay soldados, hay esclavos… Nuestros nombres no deben representarnos enteramente, no deben darnos un “papel”, no deben definirnos ni moldearnos ni volvernos alguien que no somos, o alguien que no queremos ser.

Lara se estiró hasta poder tomar su mano entre las suyas. El camisón brilló un poco y se traslució con la luz de luna que refulgía entre las cortinas que colgaban del poste de su cama, y aunque eso podría haber sido suficiente para distraerlo, era la expresión en su rostro la que terminó por capturarlo completamente.

Rara vez había visto a Lara lucir así de vulnerable.

—El futuro de Marley y el de Paradis es incierto ahora mismo, pero mientras que te encuentres aquí por favor, sé quién tú quieras ser y no dejes que sea tu nombre el que tome el precedente de tu vida. Escúchalo de alguien que permitió que eso pasara, y que se arrepiente de ello.

Su boca se abrió; le habría gustado decir algo inteligente, quizás algo igual de conmovedor que lo que ella decía porque sus palabras evocaban miedos, dudas sobre la corona que Historia misma le había forzado a usar. Félix nunca había dejado que su vida fuera dominada por algo tan absurdo como un nombre, pero los últimos meses era todo en lo que parecía revolverse su persona.

Reiss, Kaiser, Ackerman, ¿cuándo había permitido que se volvieran el núcleo de su existencia y lo llevaran a cometer cosas tan estúpidas como el mentir, venir a Marley y mentir más, poner en peligro su propia vida por alguien que no fuera él mismo? Pensaba en Historia y la veía aceptar la corona de oro con tanta dignidad como una niña rechazada en su infancia lo haría, y pensaba en Frieda también, la sonrisa cansada y las lágrimas que le vio derramar ese día en el que se dijeron adiós.

Todo volvía a los nombres, los linajes, los pesos que cargaban con ellos; de reyes y reinas, de esclavos y protectores. Félix estaba cansado de ello.

—Somos unos tontos, ¿cierto?

La mueca de preocupación se disolvió del rostro de la Tybur y fue reemplazada por una pequeña sonrisa.

—Sí, lo somos.

Riendo, se corrió a un costado y se llevó su almohada con él. Había más que no iba a usar, y palmeó el espacio desocupado a su lado. Lara alzó una de sus cejas en pregunta.

—Duerme conmigo —murmuró por lo bajo, ocultando parte de su rostro contra la almohada al sentir un sonrojo alojándose en sus mejillas—. Las pesadillas se van si hay alguien más en la habitación.

—¿Debe ser en la misma cama?

Él se encogió de hombros.

—¿Quieres dormir en el sofá?

Lara río fugaz y tiró de las cobijas para poder meterse debajo de ellas, y Félix la imitó.

El frío dentro de la habitación no era tanto debido a la chimenea, pero la adición de otro cuerpo terminaría por desvanecer la leve sensación sobre su piel, especialmente si se enterraba entre las cobijas como Félix solía hacerlo. Lara se cubrió con ellas por encima de los hombros y le dio la espalda, abrazándose a otra de las almohadas como Félix lo hacía.

Titubeante, y casi seguro de que estaba cruzando una línea entre ellos no establecida, apartó la almohada hacia un costado y se recorrió hasta poder quedar cerca de ella, sus brazos subiendo hasta cerrarse a su alrededor. Lara no se alejó, y la poca tensión que había existido en su cuerpo parecía relajarse ante el contacto.

Félix suspiró de alivio y se curveó hasta volverse un ovillo, su nariz presionada en la nuca de Lara. Su cabello olía a flores, como el de Félix mismo lo hacía, y el aroma fue suficiente para hacerle cerrar los ojos, seguro ahí entre sus cobijas, con ella a su lado.

—Buenas noches, Lara.

—Descansa, Félix.

Y eso hizo.

━━━

Había una carcajada que sonaba en el viento, un sonido golpeado con fuerza desde el pecho de alguien, distante pero cercano.

Por encima suyo, los rayos del sol estaban parcialmente cubiertos tras una densa capa de polvo y humo que revoloteaba en el cielo como si fuese un muro capaz de levitar. La capa que él mismo tenía sobre sus ojos le entorpecía la vista, y el pitido en sus oídos parecía aumentar, disminuir, y luego ponerse a la par de sus latidos, lentamente yendo en crescendo.

Además de eso, el cuerpo entero le dolía.

Allá a lo lejos donde sí alcanzaba a distinguir formas, veía los árboles curveados por lo que parecía ser una explosión, el tronco partido a la mitad de un par de ellos mientras que otros tenían el follaje chamuscado o completamente incendiado, además del vapor que parecía cubrir al sitio. Los ruidos a su alrededor fluctuaban un poco, le entorpecían el reconocer en dónde se encontraba y con quién, y por qué el mundo estaba tan gris y el olor a hierro que caracterizaba a la sangre parecía permear aquel lugar.

Alguien tocó su hombro, dedos delgados que apenas le rozaron la camisa y dejaron impresas las yemas de ellos en la tela negra. Entre la nublazón de su propia vista, vio a esa persona ponerse en pie con tal rapidez que su agitado cerebro no pudo seguir los movimientos realizados, hasta que la bruma desapareció parcialmente de sus ojos y vio a un titán a cuatro patas engullir a alguien.

Su boca se abrió y algo fue expulsado de ella—un grito, quizás, porque después de ello le dolió la garganta y sus cuerdas vocales se le desgarraron. Con la neblina fuera de su vista, vio al titán alejarse rápidamente entre el desastre, una segunda persona que iba trepada encima de la asquerosidad mirando hacia atrás, hacia él, y el brillo del sol finalmente apareciendo por entre la densidad del humo hizo brillar los anteojos que llevaba puestos, reflejando la luz hacia él.

A pesar de que le pesaba el cuerpo, consiguió ponerse en pie; tenía rasguños y magulladuras y estaba muy seguro de que algo le había atravesado el torso porque la cantidad de sangre en el parche de césped sobre el que antes se encontraba recostado parecía preocupante.

Aún así, aquello no le evitó gritar. Un nombre, de hecho. El nombre de un chico con una risa conocida, como el sonido que en antaño había escuchado de otro hombre.

Kenny despertó de golpe, sudoroso y con la camisa pegada al torso. Las sábanas atoradas alrededor de sus piernas fueron prácticamente pateadas hacia el suelo o a los costados de la cama y el hombre tropezó fuera de su cama, con un gruñido atorado a media garganta.

Ni siquiera alcanzó a llegar lejos, solo hasta donde la puerta de su habitación se encontraba, y recargó en ella su frente. Los latidos de su corazón aún estaban acelerados, y el repentino punzón de dolor en su abdomen lo hizo chasquear la lengua con claro disgusto.

—Agh, maldita sea…

Su mano se movió hacia ella, abajo ahí en donde el vendaje aún le cubría una herida que se negaba a cerrarse por completo porque Kenny era terco y Ymir era una molestia y la reina era una chiquilla que creía que podía mangonearlo como se le diese la gana.

Cayó de espaldas a su cama nuevamente y se quedó sentado al borde del colchón. Se alzó un poco la camisa para comprobar que todo estuviera bien, y vio entre los vendajes la más pequeñas de las manchas color rojas apenas asomándose.

—Genial —murmuró entre dientes, dejando caer la camisa nuevamente e inclinándose hacia delante, recargando sus codos en sus piernas y ocultando su rostro entre sus manos, queriéndose tallar el sueño fuera de los ojos—. Tendré que escuchar a esas dos niñas decirme que-

—Kenny.

El chirrido de la puerta abriéndose no fue lo que lo hizo gruñir de molestia, si no la voz de la mujer de pie en el umbral.

Casi con fastidio, alzó la cabeza y miró a Talisa de frente, que a su vez le miraba de vuelta con un recipiente lleno de agua sostenido en una mano mientras que en la otra llevaba vendajes nuevos. Kenny hizo una mueca, Talisa frunció el ceño, y la mujer se adentró con pasos seguros hacia donde se encontraba sentado.

—¿Qué quieres?

Talisa dejó el recipiente con agua en el suelo y se inclinó un poco, sus dedos sujetando el borde de su camiseta hasta poder alzarla para poder ver el vendaje por debajo de ella, y su ceño se frunció aún más.

Dios, cuánto le molestaba ver esa expresión en el rostro de ella. Un bonito rostro, sí, pero aquello no quitaba que le molestara la inflexibilidad que parecía tener para con él, y lo considerada que era con sus heridos, y con él mismo.

—Historia quiere verte hoy —comunicó ella en voz baja, poniéndose a la tarea de reemplazar sus vendajes. Kenny había aprendido a simplemente dejar que lo hiciera, sin protestar y sin abrir la boca y decir estupideces a menos que quisiera ser regañado por la mujer de Uri—. Te dije que no debías hacer tanto esfuerzo o tus heridas podrían…

—Sí, sí, eso lo dijiste ayer. No necesito escucharlo de vuelta, mujer.

Talisa soltó un quedo suspiro y continuó lavando la herida y aplicando el ungüento, asegurándose de que no quedara nada más de sangre entre los puntos, pero cuando llegó el momento de apretar el vendaje, tiró de más de los dos extremos y le arrancó una exclamación del fondo de su estómago. Kenny de inmediato alzó la mirada hacia ella, con el ceño fruncido y el cabello hecho un desastre, la frente aún un poco sudorosa por lo que parecía ser una leve fiebre.

Ella se quedó ahí de pie mirándolo, pero el ceño fruncido había sido reemplazado por una suave expresión que solía verle únicamente cuando la mujer creía que estaba sola en la habitación.

Los poemas que Félix leía la llamarían vulnerable y le darían algún estúpido significado romántico, o lo embelesarían para hacerle creer a quien sea que leyera esas idioteces que el verse de esa manera no era patético.

Kenny le sostuvo la mirada, hasta que esos ojos verdes finalmente se apartaron de él con lentitud.

Mierda, Félix realmente se parecía mucho a su madre; tenían los mismos ojos verdes y el cabello igual de oscuro que una pieza de carbón y esa expresión desgarradora cada vez que veían algo lamentable, como él parecía serlo o como Frieda Reiss lo fue. Se preguntó si tal vez Uri se había enamorado de ésta mujer por sus ojos, porque eran bonitos y porque tenían tantas cosas sin decir que se sentían como pequeñas heridas punzantes cada vez que te miraban.

Últimamente más que nunca, esos ojos verdes se parecían más a los de Félix antes de que partieran a Shiganshina, perdiendo poco a poco la luz que los pintaba como el césped con rocío en la mañana. Él lo odiaba.

Talisa se detuvo en el umbral de la puerta y se sostuvo de ella, sus dedos volviéndose blancos como el pétalo de esos lirios que últimamente parecían gustarle mucho. El jardín estaba lleno de ellos y Talisa los amaba, y Historia parecía hacerlo por igual.

Cuando volvió a girarse hacia él y a abrir la boca, Kenny fue quien terminó por darle la espalda al ponerse en pie y buscar un cambio de ropa en su cómoda. La escuchó suspirar otra vez y la tensión en la habitación finalmente se aligeró una vez la puerta chirrió y ella se fue.

Kenny apretó la mandíbula. Eso estaba bien. El espacio, la distancia.

Estaba más que bien.

Hi. Primero que nada, les agradezco muchísimo por el apoyo que le han dado a FotD todo este tiempo y por los comentarios y las estrellitas y tODO OH POR DIOS MICHAS GRACIAS YALL 😭😭😭😭😭😭😭😭😭😭 son lo mejor no puede ser😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖😭💖

But wELL MOVING ON KSKCKAKFKQKFKAK idk si ya se dieron cuenta de cómo está todo el pedo por aquí conmigo pero first off, se me chingó el cargador de mi PC y afortunadamente ya conseguí otro lol second off, se me chingó mi ojito lel me dio conjuntivitis y después me dio otra infección y ahorita ya ando bien, no se preocupen PERO eso me atrasó mucho a la hora de escribir los capítulos y de publicarlos y ofc que me hacía sentir mal porque yo ya tenía mi horario así chingon de los domingos a cualquier hora y pues, ya no se pudo Kskdkskdks so, para summarize dundundundundun me voy a hiatus.

Lo he estado pensando por un rato ya, tipo yo ya tenía estructurada la historia y como iba a moverse a partir del arco de Marley pero honestamente eso no me estaba funcionando así que últimamente me he estado replanteando muchas cosas y una de esas cosas es la estructura de la historia, que ya resolví gracias a dios con la ayuda de una amiga y ahora me siento con más confianza para seguir avanzando la historia sIN EMBARGO, sí es cierto que debido a que la vida apesta y la raza humana es una mierda, pues mi inspiración ha estado sufriendo un poco y mi tiempo para escribir también y últimamente me cuesta mucho sentarme frente a la PC a continuar los caps, y mis horarios continuaban yéndose a la mierda y eso no me gustaba lol me hacía desesperar so para no estarme yo acá estresando por mi existencia y por FotD, decidí que lo mejor sería ponerme a mi misma en "hiatus" pero continuar con las actualizaciones.

Tipo FotD va a seguir aquí lol y yo voy a seguir actualizando pero no va a ser tan seguido como antes, que era todos los domingos y el domingo siguiente si llegaba a saltarme uno, ahora va a ser quizás una vez al mes, o cuando yo vea que él capítulo está listo y me da tiempo a editarlo.

En verdad lo siento pero me da cosita publicar caps terminadas a la mitad o con muy poca planeación o con los que no me sienta satisfecha. Además, tengo otro par de historias en mente en las que quiero trabajar y como FotD antes era prioridad, pues ahora ya no lo será mucho kskfkakfkaks así que espero que entiendan que es mejor hacerlo así y'all o tendré que proceder a la suicidación *inserte meme del gato llorando*

so aNYWAYS KSKCLWLGLALGKW ESPERO QUE EL CAP LES HAYA GUSTADO, PROMETO QUE YA VEREMOS MUCHO MÁS DE PARADIS Y QUE PROBABLEMENRE ESTE YA EL SIGUIENTE CAP SERÁN LOS ÚLTIMOS CENTRADOS ÚNICAMENTE EN MARLEY, ASI QUE NOS LEEMOS DESPUÉS YALL, LOS AMO A TODOS GRACIAS POE TODO PERDON POE TAN POCO.

Y ah, estoy en instagram como @ohwallofroses, por si gustan pasarse porque comenzaré a publicar cosas de FotD que mis amigas han hecho por allá por las que estoy infinitamente agradecida y las adoro mucho Magali, Cyn, bad (cuando llegues hasta aquí) las amo mujeres son lo mejor que me ha pasado 💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖💖

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