58. Últimos detalles

CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO
ÚLTIMOS DETALLES 
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Sueña con aves.

No es la primera vez que lo ha hecho, ciertamente. Aún recuerda aquel confuso sueño donde se volvía una paloma blanca, tan blanca como las nubes, donde extendía sus pequeñas alas y echaba a volar por encima del mundo entero.

Así que soñar con aves no es extraño, no es peculiar.

Pero esto, esto es en donde Félix siente que debe trazar un límite, donde debe detenerse, al borde de lo que se siente como un precipicio por el que está listo para caer.

Le arde la garganta.

Esa noche sueña con aves; el batir de alas que lo llevan hacia Marley, que lo dejan caer tras sus muros. Que lo enseñan a vivir con los Tybur, a pelear como marleyano, a vivir como Ackerman.

Lo enseñan también a sonreír, a tragarse las ganas que tiene de gritar para ponerse a reír. Lo enseñan a estrechar manos, conocer personas, a hacer tratos y firmar papeles, a usar su rol como Ackerman para conseguir aliados, para contar una historia sobre un pobre chico que lo perdió todo.

Esas alas no son las Alas de la Libertad, pero son suyas.

El sueño termina.

Félix despierta.

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La ligera capa de sudor que le cubría el cuerpo escurría con lentitud hacia abajo, gotas gruesas que simulaban lágrimas deslizándose por su abdomen, metiéndose bajo el elástico del pantalón flojo que usaba aquella tarde.

Kenny, de pie frente a él usando una camisa de franela desgastada y pantalones igual de flojos, le observó con la ceja ligeramente alzada, el sudor en su frente ocasionando que los cabellos castaños se le pegasen a la piel.

—¿Cansado, chico?

Félix resopló y de inmediato se apresuró en tomar otro sorbo de agua.

—Llevamos así desde el amanecer —sonaba roto, y ciertamente se sentía así. La capa de sudor sobre su piel se sentía asquerosa, y el sol irradiando su molesta luz encima de ellos le producía náuseas de lo caliente que estaba el día—. Y hace mucho calor, estoy cansado. ¿Qué acaso tu no?

Kenny chasqueó la lengua y se inclinó a tomar la botellita con agua del suelo, pequeños rastros de tierra sobre ésta. Lo observó inclinar la cantimplora y vaciar la mayor parte del líquido en su boca, gotitas transparentes cayendo sobre el mentón y después hacia abajo.

—Tu eres quien me insistió para que te entrenara, idiota —respondió—. ¿Qué? ¿Te estás arrepintiendo? Porque ya es un poco tarde para hacerlo.

El resoplido que dio como respuesta le sacó una risilla burlona a su capitán.

—No creí que un viejo saco de huesos como tu pudiera ser así de… Agresivo.

—¿Hah? ¿A quién carajos llamas viejo saco de huesos, uh?

—A ti —el azabache, suspirando, giró sobre sus talones para encarar al mayor de vuelta y aflojó los hombros—. Otra vez, última. Aún tenemos que ir a Mitras hoy.

Kenny también resopló, y lo cierto es que Félix no podía culparlo.

Pero era necesario. Semanas atrás, varios de los nobles se habían escapado de su encierro, los pocos que decidieron servir a Historia en lugar de tomar lugar en la horca junto a los antiguos líderes de las familias importantes, y el dolor que fue el perseguirlos hacia todos los distritos sería por siempre un mal recordatorio de que Félix, fuera Reiss o Ackerman, seguía siendo humano.

Kenny, Félix y un escuadrón asignado a ellos por Nile se habían encargado de capturar nuevamente al grupo de imbéciles, que habían tratado de llegar al distrito Utopia, ubicado al norte del Muro Rose.

La humillación que sintió al darse cuenta de cuán mal estaba su condición física fue un golpe duro en su orgullo, especialmente cuando Nicolás, de todas las personas, tuvo que salvarle el trasero cuando Félix estuvo a nada de desmayarse por haber corrido alrededor de todo el distrito cuando su tanque de gas del equipo de maniobras se dañó.

Ymir se había quedado atrás junto a Historia y el Comandante Nile, cuidando que ninguno de los prófugos se acercara a la reina.

Y después de eso le costó un poco más de su dignidad preguntarle a Kenny, pedirle con el orgullo herido, si lo ayudaba a entrenar para mantenerse en una adecuada forma física.

Kenny, el muy hijo de puta, le había hecho rogar, aunque tuviera los dientes apretados y la mandíbula le temblase de la tensión.

Dicho hombre dejó caer la cantimplora en un espacio perdido entre las ramas alzadas del árbol junto al que entrenaban y se volvió para encararlo, una desenfrenada sonrisa extendiéndose sobre sus labios, y Félix sintió que la piel se le ponía de gallina.

Esa expresión no presagiaba nada bueno.

—Bien, bailemos entonces.

Félix gimoteó como animal herido.

—Por favor no lo digas así.

Kenny rodó los ojos y en un parpadeo tiró el brazo al frente y Félix se apresuró en echarse hacia atrás, los nudillos rozándole la nariz. Él tropezó hacia atrás pero giró sobre sus pies, evitando apenas el otro puño lanzado directamente hacia su rostro.

Kenny lo intentó de nuevo, otra, otra, otra vez, empujándolo hacia atrás en donde el césped abundaba un poquito más. La tierra bajo sus pies facilitó derrapar por encima de ella cuando se movió al frente, su brazo estirado y le propinó una patada al costado izquierdo de Kenny, que evitó apenas moviéndose a un costado.

Félix atacó, viéndolo desequilibrado, y lanzó un puñetazo al frente, ladeando un poco su rostro para evitar uno de su capitán. Kenny era vicioso en las peleas, fueran o no cuerpo a cuerpo, y eso lo había aprendido a la mala.

No debías subestimar a Kenny Ackerman ni porque luciera con un pie dentro de la tumba.

Un golpe le aterrizó en el hombro y Félix gruñó, dejando que su peso cayera hacia atrás solo para alejarse de su capitán. Luego se movió a prisa y se lanzó al frente con el brazo estirado, conectando su puño contra el abdomen de Kenny mientras éste intentaba golpearlo en las rodillas. Le temblaron los pies y casi cayó, pero se echó hacia un lado y rodó por la tierra hasta lograr ponerse en pie.

Fue así por un rato; dando puñetazos y patadas, recibiéndolos, tratando de hacer al otro caer al suelo y dejarlo ahí, que permaneciera tendido sobre la tierra.

El puñetazo de Kenny era algo de otro mundo, algo que debías tener en cuenta si ibas a pelear contra el hombre, lleno de tanta fuerza detrás de el que los moretones aparecían casi de inmediato y dolían. Dolía mucho cuando uno de esos golpes conectaba con cualquier parte del cuerpo.

Pero era bueno, era exhilarante. Le hacía sentir el tipo de adrenalina que no sentía desde aquel día persiguiendo a los nobles, desde que fue llevado a Stohess y alejado del campo de batalla.

Ni siquiera haber perseguido a Levi lo había hecho sentir así, antes, cuando aún estaban de pie al otro lado de la línea que no debían cruzar.

Kenny lanzó otro puñetazo y Félix lo esquivó, sus pies deslizándose sobre la tierra y su cabeza pasando por debajo de la patada del hombre. Se lanzó hacia el frente y envolvió sus brazos alrededor del torso ajeno, de inmediato girando para empujarlo en la dirección contraria. Kenny gruñó y saltó para ponerse en pie y Félix lo encontró con un puñetazo propio, sus nudillos conectando satisfactoriamente con la mejilla de su capitán.

El mayor de los Ackerman cayó al suelo con un ruido sordo sobre la tierra y un 'oof' se le escapó de entre los labios, su vista perdida en la cima de la copa del árbol.

No volvió a ponerse en pie.

—Oof, eso dolió chico.

—Bien, lo merecías.

Se dejó caer a un lado de su capitán y resopló, dejando escapar todo el aire que había estado conteniendo nada más lo vio tocar el suelo.

La sombra que el árbol les proveía ahuyentaba el calor de ese día, el suave crujido de las hojas sobre sus cabezas escuchándose como el tipo de canción que la naturaleza cantaba cuando Félix se tomaba el tiempo de escucharla.

—Has mejorado mucho —murmuró el Ackerman a un lado suyo—. Y en tan poco tiempo. Estoy impresionado.

—¿Se supone que debo tomar eso como un cumplido?

Kenny aún estaba recostado sobre el césped, con las manos tras su nuca siendo usadas como un almohadón improvisado. Las grietas en la copa del árbol trazaban líneas sobre el rostro de su capitán, y quizás fue la paz del momento lo que lo llevó a recostarse también.

Las hojitas del césped se le clavaron en la desnuda piel de la espalda, pero la frescura de ellas fue un alivio momentáneo.

—¿Cómo van los entrenamientos de Eren?

—Muy bien, pero Hange le dio el resto de la semana, al parecer la expedición está muy cerca y no quiere agotarlo tanto.

—Hah… ¿Tan cerca ya, uh? ¿Erwin ya le dijo el plan a Historia, entonces?

—Ajá —murmuró, su vista perdida en el cielo—. Fue aprobado por todos los Comandantes, y los dos le dimos el visto bueno, así que…

—Podría llevarse a cabo en cualquier momento, entonces.

Oscilaba entre ellos como otro mal presagio.

Historia había insistido para involucrarse más de lo necesario en la planeación que correctamente le pertenecía a Erwin, pero éste había aceptado porque Historia quería estar involucrada, quería saber cuál iba a ser lo que llevaría a varios de ellos a la muerte.

Era bueno, y espantoso, y hubo una noche antes de esa reunión en la que ambos pasaron la noche juntos; acurrucados en un sofá de la casa de los Reiss con la chimenea encendida y una manta encima, tazas de café en manos y quedos susurros entre ambos.

Historias de su niñez, de él y Frieda siendo niños estúpidos con demasiado tiempo libre, de Historia y ella leyendo libros a la sombra de un montón de paja en la granja hecha orfanato. Sobre el lago y las carcajadas compartidas en el, sobre el campo y los paseos dados por el.

Lo habían dicho todo entre lágrimas, balbuceos de tiempos perdidos con el pasar de la vida, con el recuerdo de una bella mujer que los unía con mucha más fuerza que ninguna otra cosa.

—Pasó rápido el tiempo.

—Hah… Demasiado rápido.

Kenny no era un hombre de muchas palabras, de mostrar sentimentalismo.

El Ackerman se enderezó y estiró su mano hasta ponerla encima de la cabellera oscura de Félix, gentilmente revolviendo los mechones sudorosos y rizados con una áspera, callosa mano.

—Te creció el pelo.

Vacilante, alargó la mano y tiró de uno de los mechones de cabello oscuro, y éste se curveó suavemente alrededor de su esbelto dedo.

Félix observó la punta del mechón con vista ausente, sus ojos apenas registrando lo que veía. Se sentía como otro de esos sueños que últimamente tenía con frecuencia, en donde el mundo avanzaba a un punto a donde él no había llegado aún.

—¿Crees que pueda hacerme una coleta si lo intento?

—Nah, probablemente uno de esos… moños de los que Nicolás se hace a veces.

Félix parpadeó.

—Has estado hablando mucho con él últimamente.

—Bueno, lo has tenido alrededor mucho últimamente.

—Somos amigos —dijo, girando el rostro para mirar a su capitán—. No puedo decir lo mismo de ti, sin embargo.

Kenny chasqueó la lengua.

—Solo estaba asegurándome de que no iba a romper tu corazón si decidías volver con él.

Aquello lo hizo reír, aunque le dolían un poco los pulmones y aún le faltaba el aliento. Kenny le dio un golpecito en la frente y se puso en pie, con una facilidad que Félix envidiaba un poco.

—Dormiste con él la otra noche, ¿cierto?

La risa cesó de a poco, pero la sonrisa se le quedó impresa con facilidad en el rostro.

—¿Cómo lo supiste?

—Vi las marcas en su cuello, además tu madre me dijo que irías a cenar con él, así que fue fácil de descifrar.

—Vaya, que buen detective eres.

—También dormiste con Tomm. No, corrección, has estado durmiendo con Tomm varias veces, ¿no?

—Ajá, ¿y qué?

Kenny chasqueó la lengua y estiró su mano hacia abajo, ayudándole a ponerse en pie cuando Félix la tomó. Las piernas le temblaron un poco pero alcanzó a sostenerse con firmeza al recargarse en sus rodillas.

El Ackerman recogió la cantimplora del suelo y la sacudió un poco por encima de su boca, el poco líquido que quedaba en el interior goteando de ella y refrescándole enseguida.

Félix tomó sus cosas de una de las ramas que se alzaban del suelo y se echó la camisa al hombro. Se abanicó el rostro con una mano y salivó cuando notó que su botella estaba vacía.

—Si vamos a ir a la expedición, entonces yo que tu me apresuraría en decirle la verdad.

—¿Qué verdad?

Kenny se volvió a él y lo observó con seriedad, extrañamente.

Y Félix sintió que el estómago se le revolvía un poco.

No supo qué fue lo que Kenny vio en su rostro, o la expresión que pondría cuando se dio cuenta exactamente de qué hablaba su capitán. El mayor, suspirando, giró sobre sus pies y echó a andar en la dirección de la casa de los Jovan sin mediar ninguna otra palabra.

—Toma una ducha —dijo en cambio—. Debemos estar en Mitras dentro de un rato.

━━━

—Me gustaría empezar esta reunión con una broma, pero es lamentable que tengamos que ser serios esta vez.

Ymir se rio entre dientes y tiró la cabeza hacia atrás con su mano sobre su boca para ahogar el sonido.

Historia suspiró y a pesar de ello, una sonrisa propia se apoderó de sus labios y los curveó con suavidad hacia arriba. Félix las observó a ambos con gusto, inclinándose ligeramente al frente para estirar sus brazos por encima de la mesa

—Aquí les va una broma —dijo él, mirando a su capitán de reojo—. Kenny cree que me he estado acostando con Tomm cuando en realidad solo hemos tenido pijamadas.

—¿Qué hay de Nicolás? —preguntó Kenny con mucha acusación en su voz—. Yo sé lo que vi.

Félix se encogió ligeramente de hombros.

—Fue solo una vez, ¿qué tiene?

Ymir se carcajeó por lo alto, señalándolo con su dedo índice.

—¡Ja! Yo sé sobre eso —exclamó—. Te vi discutiendo con Nico la otra noche, pero no me dio la impresión de que estuvieran teniendo sexo.

—Son más como una pareja divorciada que aún se tiene cariño, ¿cierto?

—Exacto.

—¿Cómo cuenta eso como broma?

Fue Kenny en persona quien, resoplando, se volvió hacia Eren y lo observó con la mirada cansada.

—No lo es, pero aquí en este grupo de raros debes aprender a reírte hasta de tus desgracias.

Eren sonrió, confundido, y Félix se giró un poco para guiñarle un ojo con diversión. La reacción del chico fue la misma de siempre; con el sonrojo empezando en la punta de sus orejas y después bajando con lentitud hacia su clavícula y después su pecho.

—Ya, ya. Dejemos eso para después, hagamos esto entonces para que podamos irnos a descansar —Kenny le palmeó la espalda a Eren—. Aún tenemos que hacer un par de cosas antes de ir a esa expedición.

—¿Estás segura de que queremos que vayamos? —dijo la castaña, volteándose hacia Historia para mirarla con el ceño levemente fruncido—. Si vamos los tres te dejaríamos sola.

—Tienen qué. Zackly concordó conmigo que yo estaría a salvo con Nile y su escuadrón que asigne, el deber de ustedes es cuidar de-

—Lo sabemos —irrumpió él, inclinándose al frente—. Pero nada nos garantiza que no vayan a usar esta oportunidad para tratar de llegar hasta el centro.

—Ellos aún creen que Annie está aquí —murmuró Eren, atrayendo la atención de los cuatro—. Y Bertolt… Armin usó a Annie para distraer a Bertolt y solo así fue como el Comandante Erwin consiguió salvarme. Tal vez planeen volver por ella, especialmente si no saben qué le ocurrió.

—No lo harán —dijo Historia—. Y aún así, debemos tomar el riesgo de enviarlos a ustedes tres. La Titán Hembra es pieza clave también, tu mismo lo dijiste Félix.

Él suspiró y se echó hacia atrás hasta poder recargarse contra el respaldo de su asiento, su mano yendo a parar entre los oscuros mechones.

—Ya lo sé —asintió alzando la mirada hacia su prima—. Okay, entonces iremos con ellos. La pregunta ahora es, ¿qué haremos una vez estemos allí?

—Deshacernos de ellos —intervino Eren. Tenía los puños apretados sobre el regazo—. Si el mundo allá afuera los envió para acabarnos, entonces deberíamos hacer lo mismo.

—Bueno, eso es obviamente el objetivo, nadie lo debate —agregó Kenny—. ¿Pero es lo correcto simplemente deshacernos de ellos? ¿Qué va a pasar con su titán? Tal vez deberíamos tratar de capturarlos en lugar de simplemente cortarles el cuello.

—¿Y después qué? No tenemos más jeringas ni suero, ni manera de convertir a otras personas en titán.

La mirada de Kenny se desvió hacia Félix y luego a Eren, y después se apartó de golpe. Pero Historia ya lo había visto, también Ymir. Incluso Eren, y el agujero en el pecho de Félix continuó abriéndose con lentitud cuando los ojos color jade del chico se movieron hacia él.

—Podríamos… Podríamos intentarlo —murmuró el chico, igual de intimidado que él—. Sé que hay riesgos, y… Podría ser difícil, pero-

—Intentémoslo entonces —asintió él, con el corazón en el puño—. Si no estoy en contacto directo con el Fundador, tal vez…

—¿Están seguros? —Historia se removió en su asiento y los miró a ambos con gesto preocupado—. No hay ninguna garantía…

—Lo intentaremos, y si algo sale mal, entonces nos detendremos enseguida.

Un tenso silencio llenó la sala por unos pocos minutos antes de que se disolviera, pero aquello bastó para que la inseguridad se asentara en sus huesos como el peso con el que cargaba todos los días.

Kenny estaba callado en la esquina de la habitación, recargado contra el muro junto a un librero. Ymir también, aunque ella permanecía sentada a un lado de Historia, con los pies cruzados uno encima del otro y los brazos cruzados frente al pecho. El cabello castaño le caía en desorden alrededor de la cara, enmarcando lo anguloso de sus pómulos y resaltando las pecas que le bañaban el puente de la nariz como una lluvia de estrellas.

—Bien, uhm… Entonces…

Félix asintió con lentitud, sacudiendo la cabeza para deshacerse, si acaso por unos segundos, de los miedos que le nublaban la mente. Afuera el día estaba brillante, el sol fuerte y el viento quedo, la brisa fresca. La actividad en el complejo principal de Mitras estaba ajetreado, todas las personas disponibles, los oficiales, yendo de aquí allá en preparación de la próxima, ambiciosa expedición de la Legión de Reconocimiento.

El resto de los regímenes habían puesto sus esperanzas en ellos y muchos jóvenes, graduados y veteranos, habían terminado por reasignarse a la Legión cuando la popularidad de ésta aumentó gracias a sus hallazgos sobre los titanes, a la captura de Annie Leonhart y el desmantelamiento del falso gobierno real.

Hange continuaba con sus experimentos, con ese Ejecutor en la puerta de Trost que continuaba cortando y volviendo las nucas de los titanes en puré.

—¿Qué hay sobre Hange? ¿Ha enviado alguna actualización en sus experimentos?

—No, ha estado ayudando con el entrenamiento de los cambiantes, y solo ha logrado desarrollar esas lanzas nuevas.

—Lo que sea, otra de nuestras prioridades debería ser ella —dijo Félix—. Ellos van a estar allí en Shiganshina, no hay manera de que desperdicien esa oportunidad con Reiner y Bertolt sabiendo que buscamos lo que hay en el sótano de Eren.

—Pero saben que Ymir volvió con nosotros.

—Pero aquello no los detendrá —dijo—. Y Hange es astuta, es… Es diferente al resto, a ella no le da miedo el descubrimiento, y está hambrienta de conocimiento. Sin Hange no podremos lograr un avance tecnológico satisfactorio porque no hay nadie tan sorprendete como ella, así que la supervivencia de ella es prioridad.

—De todos —dijo Eren, mirándole con el ceño levemente fruncido—. Todos deberían sobrevivir.

Félix abrió la boca, pero de ella no consiguió salir nada. Especialmente cuando recordó exactamente qué ocurría en esa expedición, a quiénes perdían. Una roca le cayó en el estómago y se sintió como si una mano se le cerrara alrededor de la garganta.

—Oi, Eren —intervino Ymir, reclinándose ligeramente al frente—. Si entiendes que estamos por ir fuera del territorio seguro, ¿cierto?

—S-sí, pero-

—Reiner y Bertolt están empecinados en llevarte de vuelta a su hogar —le interrumpió ella enseguida—. Las personas que se les pongan en el medio no van a importar, especialmente si tratan de protegerte a ti.

—Ymir…

—No —Kenny se enderezó en su sitio y se acercó un poco a ellos. Su mirada estaba fija sobre Eren con tanta intensidad que incluso Historia, sentada al otro lado de ellos, se removió incómodamente en su asiento—. El chico tiene que oírlo. No vamos a ir a tapar el agujero en el muro y volver en cuestión de minutos, no va a ser un viaje sin dificultades, y Eren debe entenderlo.

El menor alzó la mirada hacia Kenny, y lentamente la bajó cuando el Ackerman se acuclilló frente a él, con la mirada fría y destilada de simpatía, el metal en sus ojos brillando tenue.

Eren tragó saliva con dureza.

—Puede ser que varias personas mueran, niño, puede ser que todas ellas lo hagan también, y si ese es el caso, tienes que entender que no importa qué cuerpo caiga al suelo, la prioridad es sellar ese muro, deshacernos de esos imbéciles, y traerte a ti y a aquellas dos de vuelta a casa.

Había un leve temblor en el labio de Eren que no pasó desapercibido ante nadie, pero Kenny era antipático, pocas veces se dignaba a mostrar sentimientos válidos y reales y entendibles para aquellos que no fueran Uri Reiss, y en ocasiones, Félix mismo.

—No somos héroes, niño. No vamos a ir a salvar las vidas de los otros, vamos porque estas personas de aquí son quienes necesitan ser salvadas, las que habitan tras los muros sin ninguna experiencia de combate —la mano del mayor cayó sobre el hombro de Eren y este se encogió—. Los soldados son hechos para eso; para morir si ese es su maldito deber, pero tu y Félix y Ymir y la otra chica son prioridad. Yo voy porque Félix se niega a quedarse, y Ymir va porque es su deber hacerlo, y el tuyo también.

Kenny se inclinó hacia él y Eren se inclinó hacia atrás. Había gotas de sudor que le resbalaban por los costados del rostro como si interactuar con Kenny lo asustara realmente.

—Así que no te atrevas a jugar a ser el héroe, Eren —luego se enderezó y miró alrededor de la sala a los otros dos presentes—. Ustedes tampoco, mocosos. Que el resto muera y se vaya al infierno, pero si ustedes se atreven a hacerlo los arrastraré fuera de el solo para enviarlos allí yo mismo.

—¿Y si el que muere eres tu?

—Entonces le diré a Uri que lo mandas saludar.

Ymir se partió en carcajadas.

Félix suspiró como si Kenny lo hubiera ofendido personalmente y tiró la cabeza hacia atrás, recargándose contra el respaldo y echando un rápido vistazo al exterior a través de la ventana.

—¿Tenemos un plan entonces?

La voz de Historia pareció poner en calma al resto de ellos, porque la risa de Ymir cesó con lentitud e incluso su capitán tomó asiento en uno de los sofás desocupados entre el que usaban él y Eren y el que la reina y la cambiante utilizaban.

—Bueno, el plan de Erwin se basa en un ataque sorpresa, rápido y sin interrupciones. La puerta exterior va a ser sellada nada más lleguemos a Shiganshina, y mantendrá abierta la del muro para conseguir ir y venir del interior del distrito en caso de que sea necesario.

—El plan de la Titán Hembra también es sólido. Hange dijo que algunos titanes no murieron con el Ejecutor, así que los conservo para llevar a cabo experimentos —Historia tomó una hoja de la mesa entre los sofás y la extendió encima de la superficie—. Pero acordamos que lo mejor sería utilizarlos como ratas de laboratorio y como un plan de emergencia en caso de vernos acorralados.

—Si Reiner y Bertolt aparecen, si el Titán Bestia lo hace también, la Titán Hembra guiará a esos titanes hasta Shiganshina y con suerte van a causar problemas para esos otros tres también.

—¿Va a poder hacerlo?

Félix asintió, aunque no estaba muy seguro de ello.

—Cuando capturamos a Annie en el bosque, su grito fue capaz de atraer a una horda de titanes de todos los rincones del bosque. Si esa es una de las habilidades del Titán Hembra, entonces es posible que funcione también.

—¿Y ha estado practicando eso también o…?

—En los informes de Hange se afirma que sí. El progreso es lento pero es existente, y algo es mejor que nada.

Historia lo miró entonces, y el agujero, ese que continuaba abriéndose con el pasar de los días, se oscureció ahí en su pecho.

Él suspiró y se reacomodó en su asiento, recostado contra el respaldo con los brazos cruzados al frente de su pecho. Su boca tiraba en una mueca entre incómoda y descontenta, sus ojos desviándose a todas direcciones porque le daba pavor mirar a su círculo íntimo, a su prima sobre todo.

Le daba miedo la reacción que tendría Eren.

—¿Félix?

—Tuve un sueño esta noche —comenzó a decir con suavidad—. Yo era un ave, una paloma. No es la primera vez que sueño con algo así, pero… Ésta vez vi algo de lo que ya estaba al tanto, solo que no… No sabía qué significaba hasta ahora.

—¿Y qué es?

Presionó sus labios entre sí ahogando el suspiro en su garganta, y sus manos comenzaron a tirar nerviosamente de un mechón de cabello oscuro.

—Tengo que ir a Marley —dijo—. Y tienen que ser ellos, Zeke y Reiner, quienes me lleven en persona.

Ymir pareció ahogarse con su saliva.

—¿Hah? ¿Y eso por qué?

—Porque necesitamos a alguien en el interior que no vaya a traicionarnos —dijo—. No podemos confiar tan ciegamente en el mundo exterior si en verdad vamos a irnos hacia un ruta diplomática para alcanzar suficiente simpatía e impedir un ataque de gran escala. Marley tiene los medios de hacerlo, sí, pero ¿qué hay de las otras naciones? No podemos fiarnos en lo que ellos sepan de nosotros, en lo que quieran.

—¿Y por qué tienes que ser tu?

—Porque tu eres la reina, y si Ymir va irá solo a morir. Kenny es demasiado mayor como para pasar desapercibido, y ni hablar de enviar a Eren, lo perderíamos en menos de un día.

—¿Qué hay de los otros chicos? ¿D-de Jean, de Armin? Tal vez Sasha-

—Ninguno de ellos podría aguantar la presión —él negó—. Sé qué me espera en Marley, sé lo que voy a encontrar porque ya lo he vivido, ya he estado ahí. No voy a romperme ni a doblegarme ante lo que sea que encuentre ahí, Historia, y tal vez los otros tampoco, pero no hay manera de saberlo, ni de advertirles sobre lo que verán, lo que encontrarán. Es simplemente imposible que alguien que no sea yo vaya.

—¿Y qué harías, uh? ¿Cómo estás tan seguro de que ellos te van a aceptar si es que nos guardan tanto rencor?

—Porque les voy a decir quién soy en realidad —aquello trajo otro silencio—. No hay manera de que se nieguen o me echen o peor, se deshagan de mí. Es una oportunidad tan grande que un país tan codicioso como Marley no lo dejará pasar.

Eren se removió en el asiento a su lado y Félix, instintivamente, estiró su mano y tomó la del chico con la suya, suavemente entrelazando sus dedos. Eren le miraba con los ojos color jade inundados en preocupación, al igual que lo hacían los de su prima.

Las gemas azules en la mirada de ella quizás fueran parecidas al cielo, pero tendían a tomar el brillo de un témpano de hielo cuando algo le preocupaba. Lo que era irónico, y quizás, en algún momento él llegó a pensar que pertenecería a uno de esos poemas que Frieda leía.

—Iré —dijo con tanta convicción que nadie se atrevió a ir en contra suya esta vez—. Y observaré todo, absolutamente todo. Memorizaré nombres y lugares importantes, tal vez incluso algo sobre armas y tecnología que tengan, y conseguiré una forma de hacer llegar toda esa información a ti.

—¿Y si no lo haces? ¿Si no llegas ni a salir de esta isla con vida?

—Lo haré —insistió—. Zeke no va a dañarme, lo sé.

—¿Cómo? ¿Cómo lo sabes?

La mirada del rey se desvió hacia el regalo.

—Porque me envió una muestra de su amistad, ¿recuerdas?

Ymir parpadeó con lentitud y la realización le cayó como un velo en el rostro, del mismo modo en el que un día atardecía; lento y con gentileza, tomándose su tiempo para que el sol se despidiera correctamente.

—Tu me lo dijiste —murmuró, dándole un suave apretón a la mano de Eren cuando la sintió temblar—. Él dijo que "me vería luego", y que te enviaba a ti, que yo te considerara como una muestra de amistad. Y eso haré.

Historia respiró con lentitud, su pecho alzándose lentamente conforme el aire entraba en sus pulmones. Ymir estaba tan quieta que parecía estatua.

—¿Y vas a confiar en lo que ese decrépito tipo diga? —le dijo la chica, claramente confundida—. Es un puto marleyano, Félix, ha vivido toda su vida en un mundo distinto que odia esta isla y a las personas que la habitan, ¿cómo puedes-?

—Porque lo conozco —jadeó, recuerdos de otras vidas pasando tras sus párpados. De helados y libros y risas e historias, de triunfos y derrotas, miedos y alegrías. De Zeke siendo irrevocablemente parte del sentimiento al que él llamaba hogar—. Lo conozco, y… Y no me hará daño, y tenemos que aprovechar esta situación. Tenemos que encontrar un punto débil en ellos, hacernos de aliados, ver quién serviría tener de nuestro lado y de quién debemos protegernos.

Félix le sostuvo la mirada a Ymir, pero muy lentamente la movió hacia donde Historia se encontraba. Kenny era un asunto con el que trataría más tarde, porque en esos momentos necesitaba que fuera su reina quien comprendiera la necesidad que sentía en el pecho de ir a Marley y conocerlo de vuelta, deambular por sus calles y familiarizarse con ellas.

—Y mientras tu estás allá, ¿qué haremos nosotros?

—Pedir disculpas —respondió de inmediato—. En el momento en el que los Azumabito pongan un pie aquí, entonces el juego comenzará. Tendrás que ser una reina tanto en papel como en persona, Historia. Tendrás que pedir perdón, explicar que los pecados de otros no son nuestros, y recordarles quién es el enemigo.

—Tendremos que avanzar tecnológicamente —prosiguió ella mientras asentía—. Porque si la diplomacia no funciona… Entonces debemos ir a la guerra.

Aquello era lo que le asustaba, y el miedo le subió lentamente por la garganta pero se le alojó en el pecho, como si tuviera ahí reservación para hacerse un hogar.

—Marley es una nación poderosa, sí, pero su gobierno es inestable y se ha hecho de enemigos con el pasar de los años. Si usas las palabras correctas y los incentivos necesarios, más de una nación le dará la espalda —agregó él—. Los Azumabito tienen descendencia aquí, por cierto, pero… Pero no debemos confiar en Kiyomi tan ciegamente. Ella va a usarnos sin duda alguna, así que en cambio debemos usarla también.

—Los nobles podrían ser una buena adición para eso —murmuró ella—. Han estado interesados más en el desarrollo de las armas nuevas de Hange cuando se hizo una demostración a las orillas de Trost.

—Mantén a Tomm cerca tuyo —dijo—. Tener a los Jovan de nuestro lado significa tener a las otras familias con nosotros, y haz lo mismo con los Comandantes. Que ninguno dude de ti, Historia, no les des motivos para hacerlo.

Ella asintió, sus dedos jugando nerviosamente entre sí. Ymir notó el gesto casi enseguida y le tomó la mano de la misma manera en la que Félix tomaba la de Eren, y procedió a tironear de los pálidos dedos de la reina con suavidad para distraerla.

—Estamos a pocos días de la expedición —comenzó a decir ella nuevamente tras unos pocos segundos en silencio—. Cuatro, tal vez… Así que ésta será nuestra última reunión. Quiero que ustedes cuatro se concentren en ella, que-que vuelvan sanos y salvos ¿entienden?

—Hai.

La tensión en el aire se disipó un poco.

Félix tomó un profundo respiro y dejó ir la mano de Eren con gentileza. El menor se volteó hacia él para mirarlo con sus ojos ligeramente abiertos. Félix se aclaró la garganta y miró a Kenny.

—Quiero hablar con Historia a solas, así que largo.

Kenny chasqueó la lengua y se puso en pie enseguida. Cuando pasó por detrás del asiento de Ymir tironeó de su camisa y la hizo ponerse en pie mientras ella protestaba, lanzando frías miradas en su dirección que Félix correspondió con un gesto de su dedo medio.

—Bastardo.

—Rara.

Ymir le gruñó.

—¡Cobarde!

—¡Fea!

Kenny suspiró, aún tirando del cuello de la camisa de Ymir.

—Andando Eren, llevemos este circo allá afuera.

—¡Oi! Eso fue grosero, capitán.

Eren le miró por un segundo antes de ponerse en pie, dubitativo. Félix, tratando de aliviar el obvio nerviosismo del menor, le sonrió con lo que él esperaba que fuera un gesto tranquilizador y le tomó la mano para darle un último apretón.

El chico asintió, miró a Historia con el ceño levemente fruncido y pasó entre los sofás para salir de la habitación. Cuando la puerta se cerró tras él, un breve silencio los cubrió a ambos y ni el tenue sonido del viento chocando contra el cristal de la ventana fue suficiente para llenar el murmuro dentro de su pecho.

—¿Qué vas a decirle a tu madre?

El silencio y el atronador paso de sus latidos incrementaron.

—Nada —murmuró—. Si voy allá afuera y les cuento el cuento que quiero que se traguen, no voy a poder decirle absolutamente nada a mi madre, o parte del plan podría fallar.

Historia asintió con lentitud, pero la leve inclinación de sus cejas hacia abajo la delataba más que cualquier palabra que pudiera decirle.

—Ya… ¿Ya tenías planeado esto desde antes?

—No lo sé —se encogió de hombros—. Es como lo dije antes, inconscientemente yo buscaba aliados y personas en las que confiar, y los obtuve, eso creo.

—¿Eso crees?

—Bueno… Ymir está aquí por ti, y eso es lo que la mantiene de mi lado, porque tu lo estás también. Kenny le hizo una promesa a mi padre, y ya sabes cómo son los Ackerman con eso, y Eren… Eren está aquí porque entiende que es un camino a cumplir su sueño, supongo.

—… ¿Tu no tienes uno?

—¿Un qué?

—Un sueño —dijo ella con suavidad en su voz—. Eren quiere ser libre, sé que Armin quiere ver el océano, Ymir… Bueno, tu sabes. Todos nosotros tenemos sueños, incluso el Comandante Erwin, ¿tu no…?

El sofá crujió cuando Félix se acomodó encima de el, los cojines hundiéndose levemente. Fuera de la habitación podía escuchar el alboroto que Ymir y Kenny causaban, el ajetreo dentro del complejo.

—No sé, lo único que he querido desde que soy niño es ver qué hay tras estos muros —una sonrisilla tiró de sus labios—. Yendo a Marley… Tal vez pueda cumplirlo.

Historia sonrió también, aunque se notaba que no lo hacía del todo, no como aquél día en casa de los Reiss cuando le contó de aquella vez en la que Frieda tiró a Tomm al lago como venganza por haber pisoteado un girasol.

—Eren confía mucho en ti ¿sabes? Incluso Mikasa lo dice.

—¿Ah, sí?

—Mhm. La escuché decírselo una vez a Armin, así que no creas que Eren está aquí solo porque eres la mejor opción —dijo—. Él confía en ti, y si logramos ganar este conflicto a tu manera, bueno, es mucho mejor ¿cierto?

—Bueno… Supongo que sí.

La reina suspiró quedamente. Las manos de Historia volvían a hacer ese tic nervioso donde se ponía a jugar con cualquier cosa que estuviera a su alcance, como en esos momentos que alisaba la falda de su vestido, los pliegues y las arrugas.

Era bonito, confeccionado especialmente para ella de uno de los viejos vestidos de Talisa que la mujer le regaló poco después de su coronación. Era bueno que ambas fueran menudas y delgadas, bajitas. Su madre había estado realmente emocionada cuando la llevó a cenar la primera vez a casa de los Jovan, y era muy bueno verlas llevarse de maravilla.

—Hey ¿puedo preguntarte algo?

—¿Mhm? Oh, seguro.

—¿Crees que ir por esta ruta sea lo correcto? ¿Usar la diplomacia?

Félix pensó en todas esas vidas donde seguían el mismo camino que estaban por tomar; en algunas todo salía bien, pero eso era una anomalía a su propia manera, en otras Paradis era destruida junto con todas las personas que vivían tras esos muros.

En la mayoría de ellas Eren tiraba los muros abajo y desencadenaba el infierno sobre la tierra.

En algunas pocas no ocurría ni la una ni la otra. Los ciclos eran confusos, y Félix temía cada vez que se sumergía en uno de ellos de la manera en la que lo hacía cuando dormía, o cuando esos recuerdos venían a él sin que lo pidiera.

Historia se aclaró la garganta cuando él no respondió.

—Si tuvieras el Fundador, ¿qué harías?

La respuesta vino a él casi de inmediato que no necesitó tiempo para pensarla propiamente.

—Desharía los muros —dijo desviando la mirada—. Los enviaría a Marley, quizás. O tal vez me vaya con un ataque sorpresa y haría que los eldianos viviendo en el continente se volvieran titanes de la nada, así no tendrían tiempo para prepararse ante ellos.

—¿Qué hay del resto de las naciones? ¿Qué harías con ellas?

—No sé, me gustaría decir que trataría de hacer las paces con ellas, pero… No estoy seguro de que ellos quieran hacer las paces conmigo.

Lo que traía a la luz otro problema que aparecía, y del que no había pensado propiamente, a solo días de hacer la jugada maestra.

Félix carraspeó y se deslizó hacia adelante, clavando sus ojos sobre el rostro de Historia con tanta atención que ella se removió con incomodidad.

—No… No sabemos si esto va a resultar del modo en el que queremos, ¿sí? No tenemos ni idea si la diplomacia dará resultados o si romper los muros y dejar que los titanes aplasten el mundo fuera de esta isla se volverá nuestro último movimiento. No sabemos nada, Historia.

—¿Y?

—Si nada da resultado, si Eren es, no lo sé, capturado o lo que sea, si la diplomacia nos falla y no conseguimos mantener este mundo a flote, quiero que tomes a mi madre, a Ymir y a Kenny y te vayas de aquí, y no quiero que mires atrás.

Historia se exaltó, sus ojos abriéndose en sorpresa al igual que su boca.

—¿Qué?

—Manda al diablo este mundo, estos muros y esta isla, y vete —declaró—. No me importa que seas la reina o que estas personas dependan de ti, me da igual. Si no logramos lo que queremos y el resto de las naciones atacan, solo vete. Cambia tu nombre, tu apariencia, pídele a Kiyomi Azumabito que los saque de la isla y ya. Tu… Lo que me importa es tu supervivencia y la de mi madre, nada más.

Historia jadeó, sin palabras.

Félix se sentía culpable de tirarle esto encima a solo días de llevar a cabo la expedición, especialmente cuando ambos sabían lo que ocurriría en ella si las cosas no salían bien. Pero esto era así, porque Félix era egoísta y no soportaría perder a su familia tras luchar por tanto tiempo.

—Voy a decirles que soy un Ackerman —siguió—. Los Ackerman son cuentos de terror para los niños nobles de aquí, imagínate lo que serán para los que vivan en Marley. Es más seguro para mí si les digo que soy parte de la familia Ackerman a que soy un Reiss.

—Okay… Okay, ¿y yo-?

—Y en cuanto tengas la oportunidad, diles a las personas de aquí quién soy yo —tragó saliva al decir eso, inexplicablemente ansioso—. Deshecha el Kaiser y nómbrame Reiss, no importa. Que los de aquí sepan que soy el rey, y que los de allá se acostumbren a la idea de que solo soy un mero escudo y no una lanza, ¿entiendes?

Historia estaba temblando. Félix se puso en pie y se acercó, y se arrodilló frente a ella para poder envolverla entre sus brazos. La cabeza de la chica fue a parar de inmediato a ese espacio que incluso Eren reclamaba en ocasiones. Los cabellos rubios olían a manzana, a canela, y algo floral se desprendía de las ropas que llevaba puestas.

—¿Recuerdas lo que te dije aquella otra vez? —murmuró.

Historia asintió.

—Bien, bien… Entonces es otro trato que tenemos, ¿sí?

La escuchó respirar ruidosamente, y entre sus brazos la sintió temblar. Félix se preguntó si quizás habría una oportunidad de que se echara a llorar.

De que los dos terminaran llorando.

—Okay —murmuró ella con la voz ahogada, palabras entrechocadas que salían como balbuceos a medias de su boca—. Okay, sí, está… Está bien.

Félix suspiró con alivio y se inclinó para dejar un pequeño beso en la coronilla de ella, sintiendo que algo se le deshacía en los hombros.

Alivio o un poco más de tensión por las cosas prometidas, eso él no lo sabía.


Hi!! Espero que les haya gustado el cap <33

So idk cómo decir esto pero voy a dejar una pequeña explicación del capítulo 56 que espero que todos comprendan, es sencilla so don't panic kwkfkqkkd

No existen más Félix, solo uno. Pero deben tomar en cuenta lo que dije sobre los espejos, porque básicamente eso es lo que está ocurriendo, no es que haya múltiples Félix en cada Ciclo, es uno solo, y el verse dentro de los Caminos y describirlo como "otro" o "desconocido" es básicamente eso: Félix /no/ lo conoce, esa versión suya /no/ la conoce porque es básicamente sí mismo atrapado en el núcleo de los Caminos. Está viendo un reflejo de sí mismo, solamente. Él es al mismo tiempo el error y el deseo.

2. No se hagan muchos problemas con la explicación que también es sencilla: una anomalía es creada por otra, y no hay mucha ciencia detrás de ello porque las anomalías son supuestas a comportarse de tal manera. Félix no debió existir, pero lo hace, /existe/ así que es obvio que eso va a traer a cambios a la línea temporal especialmente alguien tan fuera de la norma como él.

So es eso solamente, idk si ahora se entienda más kskfkakfka espero que les haya gustado el cap<333











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