55. Coronas, reuniones y nostalgia
CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO
CORONAS, REUNIONES Y NOSTALGIA
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Volvieron a reunirse dos días después; dos días llenos de errático planeamiento, ir de aquí allá a caballo, monitorear los distritos y apresar a los nobles, mantener a raya a los periodistas preguntones y a los comerciantes demasiado curiosos para su propio bien.
Habían sido días agotadores, si Félix se atrevía a ser sincero consigo mismo, especialmente cuando portaba tal título que lo volvía alguien de importancia dentro de todos los asuntos oficiales. ¿Era así como su padre se sentía? ¿Era así como Uri terminó por manejar su reinado, por más falso que este fuera?
Fuera el sol brillaba con lo que parecía ser una falsa promesa de un día hermoso; Félix se sentía atrapado dentro de aquel edificio, especialmente en el poco espacio que habría una vez las puertas se cerraran y la reunión con los comandantes iniciara nuevamente.
—Si sigues frunciendo el ceño así, se te quedará de esa manera por siempre —comentó Historia con ligereza, sin siquiera mirarlo.
Él simplemente chasqueó la lengua y siguió con lo suyo.
—Vienen algo tarde, ¿no te parece?
—No, los citamos a una hora en específico y aún no es dicha hora. Tranquilizate, ¿quieres?
Historia giró un poco para poder mirarlo por encima de su hombro y le echó una de esas miradas que él había aprendido a asociar con que la chica estaba quedándose sin paciencia. Félix, suspirando, se encorvó un poco y se volvió para continuar mirando a través de la ventana con el ceño aún más fruncido, su boca tirando en una mueca un poco descontenta.
Desde los pasados días tenía un amargo, metálico sabor en la boca que no se le iba incluso cuando se la limpiaba continuas veces. Era como probar su sangre una y otra vez, ya fuera mientras bebía agua o cuando consumía algo; especialmente al comer manzanas.
A través del cristal vio su reflejo; el color de su oscuro cabello y el verde en sus ojos (había momentos en los que estos brillaban y Kenny lo miraba de una específica manera cada vez que eso ocurría, pero no es como si pudiera simplemente apagarlos de la manera en la que apagabas las velas), las ojeras que comenzaban a nacerle bajo los párpados con cada noche que pasaba en vela. Con cada pesadilla que le sacaba el sueño.
Su mirada descendió con lentitud hacia la camisa gris, un gris más parecido a un negro. El pantalón negro también era obra de Kenny, aunque distinto a él y a Ymir, el Ackerman utilizaba una camisa blanca.
Las botas eran negras y si Félix no tuviera ni un poco de respeto por su capitán, ya lo habría ahorcado por hacerlos usar ropa oscura en la mitad de la primavera. Si este iba a hacer su uniforme de ahora en adelante, no quería ni imaginarse cuán insoportable sería durante el verano.
Se tomó las mangas con algo de recelo y tiró de ellas hacia arriba, remangándolas con cuidado. Ymir estaba sentada junto a Historia jugando con los rubios cabellos, pero en cuanto lo vio hacer eso le lanzó una de esas sonrisillas que le ponían los pelos de punta.
La castaña le silbó. Félix le sacó el dedo medio.
Kenny les miró también con algo de exasperación.
—Oi, oi, oi, oi. Niños, que el resto está por llegar y no hemos empezado nada por aquí. ¿Qué procede?
—Les voy a plantear la idea del orfanato, y no es algo en lo que pienso echarme para atrás —la rubia hizo un gesto en dirección a Félix—. Estuvimos hablando y creemos que lo mejor sería también comenzar a invertir en la cría de animales y en la siembra.
—¿Siembra? ¿Cómo harán eso?
—Cada familia noble estará obligada a donar hectáreas de sus tierras para que los granjeros que provienen de María les den uso —dijo Félix, dando vuelta para mirarlos a todos—. Hasta que el muro sea recuperado, no podemos hacer mucho. Y dado que Rod donó suministros de la corona para cubrir lo ocurrido en Trost, estamos bajos en ellos. La prioridad debe ser la comida y la cría de animales, así que eso se hará.
—También pensamos en sacar provecho del material bajo la capilla de los Reiss. Es capaz de emitir luz por sí sola, así que podría ser útil para cuando la Legión vaya en expediciones, será más fácil para ellos hacerlas durante la noche en caso de ser necesario.
Kenny silbó por lo bajo mientras asentía en la dirección de ambos. Historia sonrió para sí misma con suficiencia y Ymir, aún jugando a hacerle trenzas, le dio dos palmaditas en el hombro.
—Hermosa e inteligente. Qué suertuda soy.
—Oi, calla con eso chica.
Félix sonrió levemente al ver que las mejillas de Historia se tornaban ligeramente rosadas. Ymir también sonreía con ese brillo que solo se le veía cuando la rubia estaba cerca, y algo en él se derritió un poco; era lindo verlas así de felices.
—¿Algo más? —dijo Kenny poniéndose en pie. El Ackerman anduvo lentamente hasta la otra punta de la habitación, lejos de la luz y la ventana, de donde el puesto de la reina estaba—. El reloj corre y las ovejas están por llegar.
Historia miró por encima de su hombro hacia donde se hallaba Félix. Él también la miró con sus cejas ligeramente fruncidas.
¿Qué más? Le preguntaba él.
Historia ladeó el rostro con una mueca. Lo de los Reiss, los comerciantes y Hange.
Félix asintió.
—Algo que involucra a Hange, pero es mejor que lo expliquemos cuando todos estén aquí.
Ymir los miró con una ceja alzada.
—¿A Hange? ¿Qué es?
—Ya verás.
—¿Hah? —exclamó la castaña, una de sus cejas arqueadas—. ¿Por qué no-?
—Shhh. Ya están aquí.
Ymir frunció un poco el ceño pero se quedó callada, y entonces los escucharon.
Desde fuera les llegaron los sonidos de pasos, un par de ellos y después se volvían un poquito más que solo un par. Historia se puso en pie y se movió hacia la silla en la cabecilla de la mesa con la ventana por detrás. Ymir se movió hacia el centro de la habitación y se colocó pegada al muro, con los brazos cruzados frente al pecho.
Félix se quedó de pie tras Historia, con la ventana trazando su silueta desde detrás. Las cortinas corridas dejaban entrar la tenue luz de la mañana e iluminaban con suavidad el interior con colores amarillentos y un poco demasiado claros.
—¿No deberían venir todos de este lado? —cuestionó la rubia mirando a Kenny.
El Ackerman negó casi enseguida, echando una breve mirada hacia su izquierda en donde se encontraba la puerta.
—Nah. De esta manera, si algo ocurre, podremos ser más eficientes —luego hizo un gesto con su mentón hacia ella—. Ese lugar está reservado para ti y para Félix. Es donde van los reyes, después de todo.
Estaba casi seguro de que Kenny se estaba riendo de ellos, y si no de Historia, por lo menos de Félix sí. El azabache rodó los ojos y le sacó el dedo medio, ocasionando una breve risilla del otro.
Hubo un breve toquido en la puerta, suave e incluso titubeante.
Historia abrió la boca, la cerró un segundo después, titubeó y miró por encima de su hombro hacia donde Félix se hallaba.
—¿Vas a estar bien?
El azabache ladeó el rostro.
—Sí, descuida —murmuró y se acercó a darle un suave apretón a su hombro—. Una vez que esto acabe, iremos a la casa de los Reiss, ¿de acuerdo?
Ella asintió.
—De acuerdo —la rubia se volvió al frente y se aclaró la garganta—. Adelante.
Ninguno de ellos tres se movió cuando la puerta fue empujada y abierta con lentitud. El primero en entrar fue Zackly y le siguió Pixis, después Nile y finalmente Erwin.
Cada uno de ellos entró con dos o tres personas de su lado, todos ellos vestidos con las gabardinas del uniforme y sus respectivas insignias en ellas. Zackly miró a Kenny cuando éste se enderezó ahí en su sitio y el viejo tomó asiento en la otra cabecilla del lado contrario.
Los otros murmuraron un 'buenos días' dirigido a Historia y ella asentía cada tanto, sus dedos tamborileando suavemente sobre la superficie de la mesa. Pixis tomó asiento justamente de frente a Ymir y le ofreció una sonrisa a la chica que ella no correspondió.
Levi, sin embargo, miró por largo rato a Kenny mientras tomaba asiento justo a un lado de donde se hallaba sentada Historia, Erwin sentándose junto a él. El rubio ladeó la cabeza y le dirigió una sonrisa.
—Félix, ¿cómo estás?
Fue un breve segundo en el que no supo si estaba dirigiéndose a él o a Historia, no importaba que hubiera dicho 'Félix' explícitamente. El azabache parpadeó por unos cortos momentos y después simplemente se encogió de hombros, un nudo atorado en su garganta cuando trató de responderle.
Se le olvidaba que la última vez que Erwin lo vio, fue mientras se ahogaba en sangre y la lloraba.
—Estoy bien —dijo, pero era obvio que el rubio no le creyó ni por un segundo.
La mirada del Comandante descendió lentamente por su cuerpo y después subió de vuelta hasta detenerse en sus ojos. Félix se mantuvo quieto, con la mirada puesta al frente en donde Kenny le sonreía con burla; tenía tensa la mandíbula y un nervio le temblaba en alguna parte del cuerpo.
Cuando el comandante alejó la mirada, Félix dejó escapar un tenue, lento suspiro.
En ese momento, Historia se aclaró la garganta.
—Bien, b-buenos días a todos. Sé que tenemos muchas cosas por discutir, pero hoy quiero enfocarnos en lo principal y lo que creo que es lo más importante —ella hizo un gesto hacia las hojas colocadas frente a cada asiento—. Lo discutido durante estos últimos dos días aún debe permanecer bajo secreto y espero que pronto podamos encontrar pruebas contundentes para poder hacer pública la información, pero por el momento, como dije, hay asuntos más importantes que tratar.
—¿Cómo cuáles? —cuestionó Zackly de inmediato, mirando los papeles sobre la mesa de reojo.
Historia encuadró un poco los hombros mientras respiraba profundamente.
—Voy a fundar un orfanato para todos los niños que no tengan un hogar.
Los susurros se encendieron de inmediato. Félix miró a los presentes de uno a uno; quienes hablaban eran los de rango menor, porque los comandantes permanecían a la espera de que la reina continuara hablando.
Historia tomó otro profundo respiro.
—Cuando era niña crecí en una granja propiedad de los Reiss. Es un lugar espacioso, con mucho lugar y sitios para trabajar —dijo—. Después de la caída de María y el posterior ataque a Trost, el informe que Anka me entregó mostró un incremento en niños y niñas viviendo en las calles, y una consecuencia de ello es el robo. Si les damos a los niños un espacio para vivir, tareas para cumplir, estaríamos apoyándolos en dos ámbitos y al mismo tiempo, los estaríamos protegiendo.
—¿Traer a niños de todos los rincones de los distritos para acá? Su Majestad-
—También estaba pensando en los niños que viven en la ciudad subterránea. Sería una buena oportunidad para ellos, podrían finalmente conseguir ciudadanía aquí arriba.
Notó de inmediato que era ahí en donde el resto pondría un alto. Los presentes se miraron entre sí y unos se inclinaron hacia los otros para poder comentar en voz baja lo que pensaban realmente. Zackly estaba leyendo una de las hojas que Historia organizó para la reunión, lento y probablemente sin juzgar tan a prisa como los demás lo hacían.
—Estoy de acuerdo con eso —dijo Levi, silenciando a los demás—. Las condiciones de vida en la ciudad subterránea son pobres y la expectativa de vida es aún peor. Si realmente queremos hacer esto bien, entonces debemos empezar por debajo, y los niños deben ser una prioridad. Especialmente los que viven en condiciones tan pobres que la mayoría de ellos jamás llegarán a la adultez.
Kenny se enderezó en el otro lado de la sala y Levi fue rápido en captar el cambio en postura, la dura expresión en el rostro del otro. Félix lo imitó, tratando de comunicarle a su capitán que o hacía algo o él lo haría antes.
Historia sonrió con agradecimiento. Félix tildó la cabeza y sonrió un poco.
—Es una buena propuesta, Su Majestad, pero-
La reina alzó una de sus manos y detuvo al sujeto antes de que terminara de hablar.
—Lo lamento, creo que debí aclarar que esto es algo en lo que no planeo buscar la opinión de nadie —dijo ella—. Es algo que haré, tenga o no su apoyo. Los niños son niños, inocentes de todo lo que este mundo nos haga, y ahora que puedo hacer algo para ayudarlos entonces lo haré.
Zackly alzó la mirada.
Félix trató de no tensarse. Pero le era difícil, muchas cosas le eran difíciles en esos días.
Historia buscó desaprobación y pelea ante su declaración, pero los comandantes se mantuvieron quietos, callados, y el resto lo hizo también. Al final fue Pixis quien habló, porque Pixis era un hombre que no temía a nada excepto quizás a Anka.
—Entiendo su punto, Alteza, y me parece muy noble lo que hará. Pero reunir a tal cantidad de niños, especialmente niños que vienen de la ciudad subterránea, será el menor de los problemas. Las reservas de comida están por los suelos y la producción es lenta, ¿cómo alimentará a tantos niños con tan pocos recursos?
Historia se removió en su asiento y le echó un rápido vistazo por encima del hombro. Félix le sonrió e hizo amago de acercarse a ella, pero la rubia negó enseguida y barajeó los papeles frente a ella hasta poder dar con el que buscaba.
—Ese es otro punto que quiero tratar. Gracias a Félix sé que los nobles viven en distintas partes dentro del muro Rose, a excepción de los Reiss que tienen una residencia aquí en Sina —explicó ella—. Acordamos formar una asamblea con los comandantes de los regímenes militares y los nobles que se volverán cabezas de sus familias, así que para lograr esto les pediré lo siguiente.
Historia indicó una de las hojas que ella sostenía. El ambiente dentro de la habitación se aligeró un poco mientras los presentes leían, y una sonrisa comenzó a curvarse en el rostro de Ymir.
Félix le hizo un gesto de que parara pero ella se encogió de hombros y le sacó la lengua.
El azabache aprovechó que nadie les prestaba atención para señalar a Historia y después su lengua; Ymir explotó en un sonrojo mucho más fuerte que ninguno que él haya visto.
—¿Les pedirá que donen sus tierras?
Zackly sonaba ambas partes impresionado y realmente emocionado.
Kenny, detrás del hombre, sonrió.
—Tendrán qué si quieren conservar por lo menos un poco de su estatus —aquello provocó un par de risas, y el ambiente, de ser posible, se aligeró aún más—. Las hectáreas donadas servirán como granjas de cría de ganado y sembradíos trabajados por las personas que fueron desplazadas tras la invasión del Muro Rose. También traeré a los pocos sobrevivientes del Muro María, y a cambio de que las trabajen, les permitiré conservar un espacio para que ellos hagan ahí sus hogares.
—Es una buena propuesta —comentó Erwin—. No solo ayudará la situación a la larga, pero también incrementará la imagen de la corona ante ellos. Es ambas partes beneficioso y realmente prometedor.
Historia brilló ante esa observación. Félix estaba cien por ciento de acuerdo con ambos; con Erwin por apreciar su trabajo y con Historia, por ser tan inteligente.
—¿Los Nimm? —dijo Nile de golpe. Cuando se dio cuenta de ello se aclaró la garganta y deslizó la hoja en su mano hacia abajo, un poco lejos de él—. Lo lamento, Su Majestad, pero la familia Nimm es un poco… Bueno, es algo complicada.
—No realmente —irrumpió Félix con voz tenue. Nile lo miró con el ceño fruncido—. Son más reservados, pero eso se debe a que tienen solo hijas mujeres. El señor Nimm es algo anticuado y ha tratado de concertar matrimonios arreglados para ellas por años, pero nunca se ha dado. Verónica es la mayor, y dudo mucho que ella tome el liderazgo de la familia, no le gusta la política. Es probable que lo haga la mediana, Anya, y si le explicas la situación y le prometes dejar las decisiones de su familia a ella, entonces aceptará.
Pixis le miraba con las cejas arqueadas, una sonrisilla ocultándose bajo el bigote. Félix se encogió de hombros con indiferencia y alzó la mirada hacia donde se encontraba Kenny, quien le miraba con otra ceja arqueada.
¿Qué fue eso?
Nada. Una observación para que no se atrevan a ir contra Historia.
El Ackerman le sonrió. Chico listo.
Nile carraspeó y pasó de hoja antes de volverse hacia la reina.
—¿Qué hay de los Tahr?
Historia lo miró por encima del hombro y le indicó a Félix que hablara. El azabache se encogió un poco de hombros.
—Recluidos. Su padre es un comerciante de renombre con varias fraguas al norte, pero supongo que ahora que el liderazgo cambió, va a tocarle a Pat tomar el control de ellas y de la familia. El chico es temperamental y la verdad es un idiota, las cuchillas usadas en los equipos de maniobras de la Legión vienen mayormente de sus fraguas, así que yo trataría con cuidado ahí.
Historia asintió con lentitud.
Ese era uno de los temas que no trataron a fondo cuando se reunieron a hablar antes. Historia quería que Félix diera su opinión de los nobles frente al resto durante la reunión oficial, para que de esa manera se dieran cuenta de que incluso si buscaban despojarlos del poder que las familias nobles mantenían sobre el gobierno, no serían capaces de hacerlo si los subestimaban.
Si simplemente los hacían a un lado y los trataban como perros tontos que no podían hacer nada sin su rey débil como escudo, entonces los perderían y perderlos significaba deshacerse de una significante porción de ingresos y mano de obra. Los nobles aportaban a la economía, y les gustase o no, debían tratarlos con actitudes adecuadas si buscaban tener un frente unido.
—¿Los Novak?
—Al oeste. Uhm… Supongo que ellos aceptarían, tienen mucho terreno sin usar y su familia es relativamente pequeña. A diferencia de los Nimm solo tienen dos hijos, y el mayor de ellos es amable, un poco desconfiado pero si es él quien va a tomar el liderazgo de la familia, podrás tratar con él sin problemas.
—¿Ellos son solo hacendados, cierto?
—Sí, con dos granjas únicamente. Pero como dije, tienen una extensión de terreno notable y el suelo es muy rico en nutrientes. Si llegas a convencerlos de ceder hectáreas para sembrarlas, será de gran beneficio.
—¿Qué hay de los Jovan? —preguntó Nile de nuevo, bajando las hojas en su mano con cuidado. Le miraba como un cervatillo mira a un depredador—. ¿Creciste con ellos, cierto?
Félix se bloqueó por un segundo.
La propiedad de los Jovan era una que no quería que tocaran.
Era en donde había crecido, en donde tenía más recuerdos con Frieda, de ella y de ellos, en donde se extendían los campos de girasoles y las flores silvestres, los bosques y el lago. Diane probablemente aceptaría, y si Félix preguntaba amablemente, entonces Tomm lo haría, pero… No quería.
No quería cederle esa tierra a nadie. No cuando estaba llena de una esencia que comenzaba a perderse dentro de él.
Tragó saliva con dureza y miró hacia otro lado. Su puño se abría y cerraba varias veces con el sentimiento de culpa subiéndole por el cuerpo.
Deja esto, se dijo. Deja de ser así.
—Tomm es un imbécil, pero es muy consciente de las cosas. Son… Son propietarios de varias granjas y criaderos, pero ellos se centran un poco más en la cría de caballos. Podrías hablar con él y… Bueno, la verdad es que si te ganas a Tomm, el resto de los nobles lo seguirán a él. Así que eso quedaría como decisión tuya, Alteza.
Félix se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho.
Historia se tensó de golpe.
Ymir también. La castaña le lanzó una dura mirada, muy fría y demasiado cargada de ira como para ser fingida. Sentía el corazón en la garganta y tras sus párpados se originó otro recuerdo; de sábanas tibias y dos cuerpos enredados entre sí. cabellos rubios en desorden por encima de una frente y las blancas almohadas.
La reina giró lentamente hacia él y le sonrió una temblorosa sonrisa.
—Lo tomaré en cuenta, gracias Félix.
A él casi se le cerró la garganta.
—N-no hay de qué —murmuró.
La leve inclinación de cabeza que ofreció después fue meramente un pensamiento atrasado, un gesto que venía más de su inseguridad y su repentino desliz. Félix tomó un paso atrás y alzó la mirada hasta enfrentarse cara a cara con la divertida mirada de Kenny al otro lado de la habitación.
Historia, recordó que le había dicho ella el día anterior. Me llamarás Historia y solo eso. Nada de títulos absurdos ni cortesías ni nada. Soy Historia y ya, para ti por lo menos, ¿lo entiendes?
Estaba cruzando límites allí frente al resto que no debía. No era solo con Historia y las simples peticiones que le hacía para que por lo menos pudiera sentirse normal; Zackly ya lo miraba con leve sospecha cada vez que se le cruzaba por casualidad y él no estaba cien por ciento seguro a qué se debía exactamente, ni si quería enterarse.
No habían llegado a usar la excusa de él y Frieda estando comprometidos de niños, y aquello… Félix estaba infinitamente agradecido por ello. Que se quedaran con lo poco que él les había dicho porque Frieda no era un tema que estaba dispuesto a discutir con nadie.
Tal vez con su prima y su madre, pero no los comandantes. No ellos, ni ahora ni nunca.
E incluso después de ello, Félix seguramente les había dado en qué pensar cuando tuvo aquel ataque. ¿Qué habrán pensado? Cuando se desplomó en el suelo lleno de sangre, ¿qué habrían pensado de él?
Y de haber escuchado la mentirosa excusa de Historia…
¿Lo mirarían distinto? ¿Lo tratarían distinto? Félix se tendría lástima a sí mismo, ciertamente. Especialmente si estaba enamorado de una mujer con la que nunca tendría un futuro porque, en primer lugar eran familia, en segundo el mundo era cruel e injusto. Y que los comandantes supieran eso… Bastaba con que ya algunas personas supieran sobre su desliz con el chico Jovan.
Porque también estaba Tomm ahí metido, porque Nile lo sabía y Pixis lo medio mencionó el día anterior, lo insinuó; Tomm Jovan era un imbécil pero era su amigo, y quizás había sido un completo idiota cuando niño, pero… Tomm era idiota y grosero y dócil en la cama, tan irrespetuoso y prepotente y difícil, ¿qué diablos había estado pensando al acostarse con él?
¿Qué diablos le pasaba?
—…Y el material podría ser útil no solo para la Legión de Reconocimiento, si no también para la población en general. Reduciría el gasto en fósforo y velas y aceite, y esos materiales podrían ir a mejores usos. También incrementaría la facilitación de trabajadores y gente común y la productividad de estos.
Félix parpadeó, lentamente enfocándose de vuelta en lo que las personas decían. Historia les estaba hablando del cristal en la cueva, bien, y aquello solo los dejaría con…
—Aquí… Menciona algo sobre los comerciantes.
Historia asintió, y se aclaró la garganta.
—Bueno, sí. Aunque el material esté en abundancia y técnicamente pueda ser creado más a partir del titán de Eren, sería tonto de nosotros no aprovechar esto.
—¿Aprovecharlo cómo?
Historia suspiró con lentitud.
—Dependiendo de cómo salgan las cosas en un futuro, cuando el Muro María sea recuperado y si es que logramos hacer contacto con alguien del exterior, supuse que… Abrir rutas comerciales entre nosotros se volvería una opción.
Los presentes parpadearon y se miraron los unos a los otros, como si ellos no hubieran considerado esa posibilidad.
—Pensábam-Pensaba, uhm… Pensaba que pedir la opinión de personas con experiencia en esto sería una mejor idea que excluirlos. Los comerciantes tienen orgullo, y mucho, y dejarlos fuera de esto sería un error de nuestra parte.
—Flegel Reeves sería una buena opción —dijo Levi—. Hange se amistó con el hombre cuando lo ayudó en Trost, así que acercarse a él sería lo mejor.
—Hablando de ella… Aquí también se le menciona.
Félix se inclinó hacia ella de golpe, demasiado a prisa y en definitiva, demasiado obvio.
—No les digas que iremos a casa de los Reiss, solo díselo a Erwin y Levi —susurró en el oído de ella. Historia ladeó el rostro y asintió—. Tan solo diles lo otro, nada más.
Cuando se irguió de vuelta, Zackly lo miraba.
Félix tragó saliva y desvió la mirada, sudor frío corriéndole por la nuca. Los bordes de su vista comenzaban a oscurecerse con lentitud y el suelo bajo sus pies cambiaba de sólido a suavidad, granitos de arena alcanzándose a ver entre las duelas de madera de caoba que tapizaban la habitación.
La voz de Historia comenzó a volverse un ruido de fondo que se perdía mientras más se adentraba a ese mundo; el árbol brilló allá en la lejanía con las ramas que se alargaban hacia los costados, hacia al frente, hacia todos lados. Pálidos dedos que trataban de alcanzar algo que estaba lejos.
No había ninguna niña aquel día, pero la presencia de aquel árbol… Sí, el problema era el árbol. La sintonía que comenzaba a sentir con el era otro.
Félix dio un paso al frente, y su bota se hundió entre la suavidad de la arena. Era difícil caminar a través de ella, por que a pesar de haber dado solo un par de pasos, se sentía como hundirse en montículos de nieve como la que caía durante el invierno en los distritos del norte.
Los pasos que daba lo acercaban más al árbol, y mientras más lo hacía, más se daba cuenta de que algo parecía vibrar a su alrededor; un tenue sonido que era como cuando el viento silbaba entre los espacios de las ventanas mal puestas, pero…
¿Hola?, dijo en voz alta y las vibraciones se extendieron, ¿Hola? ¡Hey, hay alguien-!
El tintineo de unas cadenas lo detuvieron de pronto, y entonces se giró-
La reunión terminó. Félix tomó una profunda bocanada de aire y de repente empezó a toser. Su mano voló a su boca para ahogar los sonidos contra el y Historia, aún cerca suyo, dio vuelta de inmediato y se le acercó para palmearle la espalda.
—¿Félix? Oh Dios, ¿es otro-?
—¡Fuera todos, ahora! —exclamó Kenny, moviéndose hacia él mientras echaba a los otros fuera de la habitación.
Se sentía como si estuviera tosiendo un pulmón entero.
—N-no es nada, mierda, no es nada.
Las palmadas de Historia en su espalda disminuyeron conforme lo hizo su tos.
La boca le sabía a cenizas, y cuando se aclaró la garganta para poder hablar, la sintió pastosa y algo extraña. Se volteó hacia otro lado y escupió en el suelo.
—¿Félix? —preguntó Historia, un poco dudosa.
—Lo siento, uhm… Fue solo saliva.
Ymir le dio un zape en la cabeza y Félix se giró en redondo hacia ella, siseando entre dientes cuando la nuca le palpitó y entonces el dolor de cabeza también volvía, de la misma manera en la que adentrarse a aquel mundo de cielos oscuros y dunas de arena, tan repentino y confuso.
Kenny llegó hasta él y le palmeó la espalda con tanta fuerza que el azabache casi se fue de bruces al suelo.
—Oi, oi, oi, chico, respira profundo. Si te atreves a vomitar sangre-
—Estoy bien —y lo expresó al girarse hacia él y empujar la palma de su mano contra el rostro de su capitán—. Solo fue un poco de saliva, tranquilizate.
—¿Estás seguro? —cuestionó Historia y Ymir, por detrás de ella, le ofreció un vaso con agua—. Ayer-
—Más vale que lo esté —comentó alguien ajeno a ellos.
Félix se enderezó un poco y miró a Levi con la ceja alzada, el otro devolviéndole la misma energía cuando lo imitó.
—¿Hah? ¿Qué dices, Levi?
—Que eres un idiota —determinó el otro. Félix simplemente rodó los ojos y le dio un largo trago al agua—. Historia, ¿por qué nos pediste que nos quedáramos?
Ymir se giró un poco y miró al hombre con una de sus cejas alzada, su boca entre abierta. Levi le devolvió la misma desinteresada mirada que parecía usar con el resto del mundo.
—Es Majestad para ti, —puntualizó ella, mirándole de arriba abajo—. Ackerman.
Levi se tensó. Kenny casi que se rio entre dientes pero disimuló muy bien la risa que el comentario le ocasionó y le palmeó la espalda a la chica, sonriente. Ymir rodó los ojos y tomó asiento en una de las sillas dejadas por los otros hombres que dejaron la sala momentos atrás.
El mayor se encogió de hombros y tomó asiento junto a ella, de frente a donde Levi y Erwin se hallaban sentados.
Félix no tomó nada en cuenta y se dejó caer en el asiento desocupado a un lado de Historia, la rubia echándola una mirada por el rabillo del ojo. Las leves palpitaciones de su cabeza se sentían como cuando le echabas limón a una cortada que te hiciste mientras preparabas la cena, justo como su madre lo hacía.
Historia se acomodó en su silla y carraspeó la garganta con ligereza, sus mechones rubios brillando tenues gracias a la luz del sol que se filtraba por la ventana tras ella. Levi miraba a Kenny de reojo cada tanto pero Erwin le miraba a ella, y eso era bueno.
Que se concentrara en la reina y no en el rey.
—¿Historia? ¿Qué es lo que querías hablar con nosotros? —preguntó Erwin con cordialidad.
—Desplacé la reunión con los nobles para mañana temprano —dijo ella—. Pensábamos… Pensábamos ir hoy a la casa de los Reiss.
Ambos fruncieron el ceño, y ambos miraron colectivamente a Félix y luego a Kenny.
—¿Y cuál sería nuestro interés en ir con los Reiss?
—Hay una biblioteca en la casa. Una enorme, Frieda me habló de ella en una ocasión —dijo Félix—. Y con el poder que tenían, alguno de ellos tuvo que haberse fiado bastante de que jamás les ocurriría algo, así que puede que exista la posibilidad de que alguien haya documentado información del Titán Fundador, o no lo sé, del resto de familias, de-
—Puede que haya algo sobre el origen de los titanes, algo que nos ayude cuando debamos enfrentarnos al mundo fuera de estos muros.
Erwin estuvo de acuerdo en el momento que la biblioteca fue mencionada, él lo sabía. Era la única explicación lógica a su silencio, a la forma en la que solo se hallaba allí sentado. Erwin era un hombre de acción, sí, y de sabiduría también. Así que su silencio era bueno.
Era algo muy bueno.
—¿No debería ir Hange en cambio?
El problema podría ser Levi.
—Podríamos llevarla, sí, pero…
—Hange está loca —dijo Ymir de golpe, y tanto él como Historia se hundieron en sus asientos—. ¿Qué? Es verdad, ella es-
—Con todo respeto —dijo Félix, inclinándose al frente para mirar a Erwin. El otro alzó una de sus gruesas cejas—. Si vamos a ponernos a discutir esto, entonces yo me voy.
La silla chirrió al ser empujada hacia atrás y Félix, desconcertado e impaciente, echó a andar hacia la puerta.
—¿Estás huyendo otra vez, Félix?
—Tengo mejores cosas que hacer que sentarme a jugar diplomacia.
—Solo hice una pregunta —aclaró Levi, con voz tenue.
Félix se encogió de hombros y siguió andando, otra silla tras él chirriando y entonces los pasos de Kenny se unieron a los suyos.
—Puedes hacer todas las preguntas que quieras de camino allá, enano.
—Kenny.
—¡Oi! ¡Ya te dije-!
—Bien, entonces vamos.
Historia se veía como si quisiera decir algo, pero la chica solo suspiró y asintió, y se puso en pie tras ellos. Félix aguardó a que ella se acercara y le cedió el paso primero. Historia le miró de cierta manera al pasar junto a él, su mirada azul resplandeciendo con cierto sentimiento en ella que le dejó un poco intranquilo, principalmente porque tenía la corazonada de que su prima, menor que él por ocho años, lo estaba regañando.
—¿Qué? —le preguntó una vez dejaron la habitación. Kenny y Ymir caminaban tras ellos.
Historia bufó por lo bajo.
—Estás siendo muy grosero con ellos.
—¿Grosero? ¿Cómo?
—Ni siquiera los saludaste cuando llegaron —murmuró áspera, tirando una mirada detrás de ellos—. Y ahora le hablas así al capitán Levi, de todas las personas, al capitán Levi.
—Oh, vamos, no estaba siendo-
—¡Fue solo una pregunta! —exclamó ella con un poquito más de fuerza. Descendieron escaleras y dieron vueltas en los corredores, cada vez más cerca de la entrada—. Además, no creas que no sé que has estado evitando al comandante Erwin, eh.
Félix siseó.
—¿Quién te dijo eso?
—Ymir.
Su cabeza se disparó hacia atrás en donde la culpable chismosa andaba tras ellos. Ymir lo miró con una ceja alzada y Félix la señaló con un dedo y después se lo pasó por el cuello con lentitud. La castaña frunció el ceño y con una seña le preguntó de qué rayos hablaba.
Por detrás de Kenny alcanzaba a ver a Erwin, y como si el rubio pudiera saber que estaba mirándolo, su cabeza sobresalió por un costado de Kenny y la boca se le curveó en una sonrisa.
Félix se giró de golpe de nuevo hacia Historia, las mejillas un poco sonrojadas.
—¿Sabes algo? En lugar de estar hablando sobre las vidas de otras personas, tu y Ymir deberían utilizar su tiempo juntas en otras cosas.
—¿Cómo en qué?
Félix chasqueó la lengua y empujó la puerta principal para abrirla. Los dos bajaron los peldaños de uno a uno y luego dieron vuelta hacia donde habían dejado los caballos.
—No te hagas la que no sabe, Historia —murmuró—. Tu sabes muy bien qué otros usos puede tener una boca.
Historia se sonrojó y alzó el puño para darle un golpe en el hombro. Por detrás se escuchó la risa de Kenny y la burlona forma en la que Ymir decía uno o lo otro.
—Eres un sucio.
—¿A qué pensabas que me refería, uh? —alzó una de sus cejas y la tomó del brazo, tirando de ella hacia un costado del establo donde estaban sus caballos—. ¿A cantar canciones y leer poemas la una a la otra?
—B-bueno…
—¿Qué crees que hacía yo a tu edad? —cuestionó. Al fondo del lugar Zoro relinchó y Félix se separó de ella para ir hacia donde se encontraba su caballo—. ¿Que me sentaba en la cama junto con Nico a recitar pasajes de libros?
Zoro estaba inquieto cuando se acercó a él. El caballo relinchó con mucha más fuerza y coceó, su crin agitándose con los movimientos que hacía al tirar la cabeza de adelante atrás. Enterró su mano entre los cabellos y los acarició, su voz siendo un tranquilizador para el animal cuanto más le susurraba.
—¿Qué le pasa? —preguntó Kenny.
—Ni idea, ha estado inquieto desde ayer —tuvo que tirar con insistencia de las riendas para que por fin el animal se estuviera quieto y poder subir en el—. Nico dijo que podría ser algo en la herradura, o que podría haber comido alguna hierba dañina.
—Mhm… Hablando de Nico-
Félix suspiró con pesadez.
—No empieces por favor…
—¿Ustedes dos están juntos de nuevo o qué?
—Si lo dices por el hecho de que ha estado alrededor estos días-
—Obviamente.
—… Entonces no —dijo finalmente. Tiró de las riendas de Zoro y lo sacó del establo, siguiendo a Historia y a Ymir. Las dos iban frente a ambos hablando entre sí, y Erwin y Levi tras ellos, probablemente espiando en su conversación. Félix los miró de reojo—. Pero no hay nadie más a quien le confiaría la seguridad de mi madre excepto quizás tu… Y hasta que yo me sienta seguro, es, o traer a mi madre conmigo, o pedirle a Nico que la cuide por mí.
—¿Quién es Nico?
El sobresalto que Levi le provocó con esa pregunta fue genuino. Kenny ya estaba abriendo su bocota para responderle.
—¡Es un-!
—Su ex novio —respondió Kenny con esa sonrisa de víbora que a veces usaba para atormentarlo. Las cejas de Levi se alzaron un poco—. El amor de su vida, su eterno amor-
Zoro se azotó contra el caballo de Kenny y los dos se tambalearon. El animal de su capitán se alzó en dos patas y salió despavorido con el hombre encima profiriendo maldiciones a todo pulmón, y los dos pasaron galopando a prisa y sin control junto a la reina y su caballero.
—¡Oi, Kenny! ¡Ten cuidado o se te va a romper un hueso! —exclamó Ymir en burla.
Félix lo observó alejarse con una sonrisa que solo creció lentamente cuando el hombre se perdió entre las calles de Mitras.
—Nicolás es un amigo —dijo dirigiéndose a los dos junto a él. Levi lo miró con ligero interés, a Erwin ni lo quiso mirar—. Estuvimos juntos hace unos años, pero él conoce bien a mi mamá y con lo que está ocurriendo estos días, prefiero dejarla con alguien en quien confío.
—Es bueno tener en quien confiar —el que dijo aquello fue Erwin, y él se giró un poco para poder mirarlo—. ¿Tu madre está bien?
Erwin solía ser un libro abierto para él. Se sentían como años desde la última vez en la que convivió con él cara a cara, en paz, en la seguridad de una habitación cálida con aroma a granos de café. Félix se preguntó si llegaría algún día en el que podría disfrutar de esa facilidad entre ellos dos nuevamente.
Esta vez el libro no estaba abierto. Quizás no lo había estado en mucho tiempo.
—Sí… —murmuró volviéndose al frente—. Ella está bien.
━━━
La casa de la familia Reiss era grande.
No tenía girasoles en los campos que la rodeaban, ni había flores silvestres ocultándose tras ellos. Los bosquecillos eran pocos y los árboles se veían pequeños, y en lugar de flora, se alcanzaban a ver granjas esparcidas dentro del territorio, sembradíos de trigo respaldándolas de lado a lado.
Las cercas a cada lado del camino estaban viejas, decaídas, mohosas. A donde quiera que Félix mirara el ambiente gritaba Frieda por doquier, porque parecía ser su esencia la que continuaba habitando los recovecos más pequeños ahí en donde su huella perduraba.
—¿Te parece familiar?
—Mhm, creo que podría caminar estos senderos con los ojos vendados y aún así encontraría mi camino —murmuró.
Ymir rio por lo ajo y tiró de sus riendas para ponerse a la par de él. Historia iba detrás de ambos, apreciando el lugar y los sembradíos a lo lejos, tomando notas probablemente.
—Suena imposible, pero te daré el beneficio de la duda.
—Una vez vine a verla hasta acá —dijo, señalando con su mano el camino—. Lancé piedras a su ventana porque me daba miedo tocar a la puerta.
—¿Qué acaso no tenía guardias?
—No lo sé, no lo recuerdo —se encogió de hombros—. Pero Frieda saltó desde su ventana y aplastó un arbusto, y… Tomó "prestado" el caballo de su padre y volvimos por todo este camino tratando de irnos lo más lejos posible.
—¿Y eso para qué?
—Ni idea, pero lo hicimos.
Ymir sonrió.
—¿Qué edad tenían?
—Diez años, más o menos.
—Yo recuerdo eso —Kenny agitó su mano de lado a lado, y Levi, junto a él, chasqueó la lengua—. Niños estúpidos, ¿a dónde podrían ir? ¿El País de las Maravillas?
—De hecho, solo llegamos hasta donde estaba el muro y después lo recorrimos por completo. ¿Sabías que no es un círculo perfecto? Hacia el oeste se desvía un poco y lo hace ver más como óvalo, así que-
—No me importa —interrumpió Kenny, sacudiendo su mano otra vez porque este hombre era así insufrible, y Levi concordaba con él—. Anda mira eso, ahí está.
Ymir silbó al ver la casa, las rejas al frente de la propiedad entreabiertas.
Era linda, eso sí. Si la familia Reiss la había construido todos esos años atrás, entonces estaba bien suponía él. Tenía el estilo distinto al de los Jovan, y quizás era un poco más ostentosa, el único lujo que quizás se permitieron que derrochara su verdadera posición en el pequeño mundo en el que vivían.
La barda que rodeaba la propiedad estaba hecha de ladrillo rojizo con las verjas negras en el medio, relieves en caracol que se retorcían en un imaginario campo de juegos. Había dos hombres postrados ahí con la insignia del unicornio en sus chaquetas.
Uno de ellos era el imbécil que trató de burlarse de él en el bar en Mitras cuando él y Duran esperaban a Kenny y Caven, Ray. Félix pasó por su lado sonriéndole con burla y el hombre gruñó.
—¿Lo conoces? —le preguntó Historia, y él simplemente asintió.
Tras la verja estaba la entrada principal, un simple camino con hierbajos en las orillas y unos pocos árboles regados en el interior. Varios arbustos contorneaban la casa, y las pocas flores a pies de los muros blancos se veían más como manchas de pintura desordenadas. Las ventanas eran altas, de piso a techo, con cortinas blancas que evitaban darle vistazos al interior.
Las baldosas de piedra donde comenzaban los escaloncillos para subir al pórtico también tenían un par de hierbajos entre las grietas. Los establos estaban por detrás de la casa, en el jardín trasero, pero el olor que venía desde allá era casi insoportable.
—Se ve como si nadie hubiera vivido aquí en un buen rato.
—Como un pueblo fantasma —agregó Levi con la nariz arrugada, su vista fija allá de donde el asqueroso olor provenía—. ¿Alguien tiene una llave?
—¿Llave? —preguntó Félix. Zoro ya estaba pastando allá por los arbustos, lejos del olor a mierda. El azabache subió los peldaños de dos en dos y les echó una mirada traviesa por encima de su hombro—. ¿Para qué quieres una llave? Nadie va a necesitar este lugar después.
—Pero creí-
Félix alzó la pierna y después la estampó con dureza sobre la puerta, y esta se abrió de golpe. Los goznes chirriaron y la madera se quebró en el medio, pues la puerta era doble, y solo una de ellas se mantuvo intacta.
Ymir soltó una carcajada mientras aplaudía en rápida sucesión. La castaña alzó el brazo y lo señaló con un dedo, una sonrisa que pondría a las de Kenny en vergüenza estrechándose en sus labios.
—¡Eso es! Me encanta cuando Félix manda todo a la mierda y hace lo que se le viene en gana —la castaña subió los peldaños tras él y terminó por tirar abajo la otra puerta con una patada propia—. Sigue así, por favor. Me agradas más que cuando te vuelves el niño bueno que nada hace mal.
—Oi, ¿qué quiere decir eso?
Ymir ingresó a la casa y Félix lo hizo tras ella, el resto siguiéndolos unos pocos momentos después. El vestíbulo era grande, muy distinto al de los Jovan también, con un espacio abierto y varias puertas a los lados. Era como un círculo, con las escaleras que llevaban al segundo piso pegadas al costado derecho de la habitación, justo donde quedaba otro pasaje hacia una sala contigua.
La alfombra roja en el suelo tenía bordado unos relieves en las orillas, pulcra y con solo un par de manchas que casi no se veían. En el centro, justo en el centro de la habitación, se encontraba una mesa de arce, blanca y pulida y redonda, con un mantel encima y un florero con un portarretratos encima.
Las habitaciones de su izquierda dejaban entrever una sala con varios sofás en ella, floreros junto a cada puerta con flores marchitas, y la habitación de más adelante sería probablemente el comedor. Félix nunca había entrado hasta allá, no por completo. La habitación junto a las escaleras era otra sala, más amplia y una que estaba diseñada para albergar más personas que la familiar.
Un candelabro colgaba desde el centro del vestíbulo, las velas en el deshechas en cera para ese entonces, y la única que sobraba desprendía una débil llama que muy poco se veía.
El vestíbulo se extendía un poco con el pasillo que continuaba tras éste y se abría a otras salas, como la cocina en la izquierda y tras ella un depósito para comida y otro tipo de suministros. Bajo las escaleras estaba un sótano lleno de cajas y ropa que ya no usaban, y él sabía eso porque Frieda había ido a buscar abrigos allí abajo una vez que los Jovan asistieron a una fiesta ahí y decidieron llevarlo con ellos.
Entrar a la casa lo inundó de más recuerdos pero ninguna vida. Sus recuerdos de esos otros momentos estaban en silencio, y de no haber sido por el raro momento vivido en Mitras al término de la reunión, aquel día habría pasado a la historia como uno sin imprevistos.
—Es grande. ¿Cuántos hijos tenía Rod?
—Cuatro más aparte de Frieda —respondió Kenny, que deambulaba en el lugar echando vistazos al interior de las habitaciones cercanas—. Uno menor a ella y el resto apenas niños.
Historia se estremeció un poco.
—Ulklin iba a casarse con Anya Nimm cuando fuera mayor —dijo él, dando vuelta para mirar a Kenny—. Florian era la menor, muy dulce pero algo tímida. Dirk era bastante serio y Abel era la más energética de todos ellos. Para que su padre haya sido Rod, eran buenos niños.
—Y todos ellos murieron, uh… Qué pena.
Incluso Félix asintió a ello.
—¿Los conociste a todos ellos? —preguntó Erwin, dando un par de pasos más hacia el interior.
—Mhm, un poco. No les hablaba mucho, pero en ocasiones los saludaba. Sé que a Ulklin no le caía muy bien, y por alguna razón a Dirk tampoco.
Kenny rio entre dientes y él le lanzó una mirada de disgusto cuando comprendió por qué lo hacía.
Frieda probablemente pasaba más tiempo con él que con el resto de sus hermanos, así que si esa era la razón por la que no les caía tan bien, lo entendía a la perfección.
—¿Qué hay de su hermano? —dijo Levi, de pie junto a la puerta de la sala familiar—. ¿Uri Reiss nunca tuvo hijos?
Félix se mordió el interior de la mejilla y alejó la mirada de Kenny a duras penas, sus hombros ligeramente tensos. Kenny se encogió de hombros, pero incluso aunque trataba de que la incomodidad no se le viera, Ymir y Historia también se habían puesto un poco en guardia.
—Uri estaba muy metido en su papel de rey como para fijarse en otras mujeres.
—¿"Otras"? —cuestionó Erwin—. Entonces sí hubo una.
Félix tragó saliva y se adentró un poco más en el vestíbulo, mirando en el interior del comedor. Todo estaba en perfecto orden, con la mesa acomodada y las sillas alineadas contra ella.
Quería decirle a Kenny que simplemente se callara y cambiara el tema, pero sería posible que el Comandante encontrara algo curioso en ello e indagara más, y Félix (Kenny por igual} concordaba en que no estaba bien si eso ocurría.
—Se enamoró de una mujer cuando era un chico, así como de la edad de Historia —el desgraciado hizo un gesto hacia ella, pero él no se perdió la sutil mirada que lanzó en su dirección—. Pero cuando se le metió a la cabeza volverse el heredero de su padre, se concentró más en eso y no supo nada más de ella.
Nada excepto que la había embarazado, pensó él con algo de amargura, sus labios tirando en una sonrisa degradante. Que había tenido un hijo y que mi madre jamás le informó.
Pero estaba bien, porque incluso cuando se enteró de la existencia de Félix, Uri se mantuvo quieto y en su lugar, sin intenciones de acercárseles para arruinarles la vida. Y eso estaba bien, porque si no… ¿Qué habría sido de Félix?
¿Qué habría sido de su madre si el hombre terminaba por romper la barrera invisible entre ellos para recuperarlos? Probablemente Félix habría terminado muerto, como la asamblea intentó hacerlo con Historia. Probablemente habrían sido eliminados limpiamente y en silencio, el resto de sus conocidos comprados y embolsados, callados, y sus nombres olvidados.
O tal vez habría heredado el Titán Fundador, tal vez habría terminado como Frieda; con una carga demasiado grande para un simple humano como lo eran ellos, atrapado ahí bajo un encanto y una palabra, convertido en una enferma y poco atractiva representación de un Dios.
Su madre habría sido una reina, sí, y Félix se habría hecho rey pero… ¿Habría valido la pena?
—La biblioteca está al fondo, hacia la derecha. Hay un estudio más para allá, pero solo sigan de largo hacia el fondo y la encontrarán —murmuró volviendo tras sus pasos, encaminado hacia las escaleras—. Busquen lo que sea, cualquier cosa podría servirnos.
—¿A dónde vas tu?
Se detuvo al pie de la escalera, con su mano agarrando la baranda de hierro oscuro. Los relieves en esta eran casi iguales a la verja de allá afuera, pero aquí eran más sencillos, menos prepotentes.
—Allá arriba, ¿a dónde más?
Trató de que no le temblara la voz, pero de repente se sentía abrumado, se sentía… Perdido.
—¿A qué? —preguntó Ymir esta vez, con una nota de fastidio en su voz—. La biblioteca está por allá, ¿qué hay arriba que pueda sernos de interés?
—El resto de la casa.
—¿Hah? ¿Y eso por qué-?
—Ymir —interrumpió Historia. La chica dio un paso al frente y empujó levemente a la castaña hacia atrás a pesar de que la miraba con el ceño fruncido—. Yo voy con él, ¿sí? Solo… Ustedes vayan para allá, por favor.
Quizás Historia entendió. Quizás había entendido desde siempre las intenciones de Félix de ir a la casa de los Reiss y subir a la segunda planta, encontrar esa habitación.
Como fuese, Félix continuó ascendiendo por las escaleras y pronto se le unió Historia, el resto quedándose abajo. Podía sentir que los miraban desde el vestíbulo y entonces se preguntó si ellos también adivinaron qué quería él de ir a ese lugar.
El pasillo en el segundo piso estaba alfombrado de lana blanca con bordes grises. Los muros estaban adornados con pinturas, retratos y muebles que encima sostenían floreros, flores marchitas y pétalos negros descansando sobre las superficies. Las habitaciones se extendían hacia atrás y culminaban en un estudio que le pertenecía a la familia, del lado contrario a donde Félix se dirigía.
La puerta que se encontró de frente estaba cerrada, la madera blanca mirándole seriamente con rastros de polvo encima que dejaron huellas detrás cuando Félix tomó la perilla y la giró, su mano empujando con suavidad para poder abrirla.
La habitación sellada tenía paredes tapizadas con un color claro, casi rosado, y la duela de madera gruñó con suavidad cuando Félix ingresó al lugar, Historia entrando tras él con los hombros ligeramente encorvados.
Las altas ventanas descansando en el muro contrario dejaban entrar luz a raudales, iluminando el interior de la habitación de un rayo blanquecino. Había una alfombra allí dentro también, de color gris, y en las paredes colgaban cuadros y dibujos. De cara a la puerta, junto a la ventana, estaba una cama grande con las sábanas destendidas, el dosel por encima dejando caer las cortinas transparentes con suavidad. A un lado de la puerta estaba un tocador, un perchero y un ropero.
Félix permaneció de pie en el centro de la habitación, sintiendo cómo lo invadía la nostalgia con lentitud. En el muro contrario estaba un librero lleno, con otros pocos cuadernos y libros regados a pies de este. Un sofá individual y una mesita acompañaban la zona de lectura, en donde Frieda gustaba de sentarse a perder el tiempo con un libro entre sus manos.
Sobre la mesa había papeles regados, y todo ello tenía una fina capa de polvo encima.
—Es linda —murmuró Historia—. Sencilla, pero…
—Desordenada —respondió. Los papeles sobre la mesita tenían un par de cosas escritas en ellos, fracciones de oraciones que jamás serían terminadas—. A su madre le molestaba mucho eso.
—No me imaginaba a Frieda siendo así —dijo ella con una risita de intermedio—. Cuando me visitaba me hablaba sobre cómo ser una señorita…
—Sí, solía darme el mismo discurso a mí —una pequeña risita se le escapó a él también recordando todas esas veces que Frieda decía algo y hacía lo contrario—. Al final lo dejó ir, supongo. Aprendió a divertirse.
Historia volvió a reír y con delicadeza, sacó de la estantería un libro polvoso al que le sopló por encima. Tosió un poco antes de poder abrir el libro y después se puso a hojearlo. Félix la miró unos segundos antes de volver a lo suyo, recorriendo la habitación con lentitud porque, sinceramente, le daba miedo.
Estar ahí dentro no ayudaba mucho, no realmente. Las superficies de los muebles estaban cubiertas en polvo, intactas. No quería imaginarse que el desorden se debía a Frieda teniendo prisa por irse, revolviendo el lugar en busca de sus cosas, sus zapatos.
No quería imaginar que los poemas sin terminar habían sido dejados ahí a propósito, que el cepillo en el tocador no estaba guardado en los cajones, que la cama estaba deshecha y las cortinas del dosel sin correr.
No quería, porque entonces sería prueba más de que Frieda había esperado volver a casa, leer sus poemas sin terminar y continuarlos, cepillar su cabello frente al espejo y recoger la poca ropa en el suelo frente al ropero, acomodarla en el interior, meterse bajo las sábanas y dormir para volver a despertar al día siguiente.
La evidencia estaba ahí, sin embargo, y verla dolía.
Cavaba un agujero ahí en su corazón, uno distinto al que ya existía.
Sus dedos recorrieron las cosas sobre el tocador; acomodaron el cepillo en el cajón y cerraron el alhajero, limpiaron de encima el polvo reposando en ellos y acomodaron los perfumes, el maquillaje, los lápices que probablemente dejó ahí al saltar de su asiento allí en los poemas sin terminar para apurarse a cepillar los mechones oscuros, dejando sus utensilios en todas partes.
—Nunca me di cuenta de cuánto maquillaje tenía —comentó distraído, leyendo un par de esas cosas—. Tiene mucho, y no recuerdo haberla visto usando una pizca cuando pasábamos tiempo juntos.
—Probablemente no quería —Historia se acercó a él y también examinó el tocador, moviendo y tocando y limpiando—. Era la reina, pero… Contigo solo era Frieda ¿no?
Una sonrisa tiró de sus labios y asintió.
Su mirada vagó por el espejo, reflejando el resto de la habitación, y después lo hizo hacia el ropero y el perchero. En el último había un abrigo y lo que parecía ser una falda azul, y por encima de esos dos, una corona.
Félix la señaló con un dedo que temblaba un poco.
—Mi madre nos hizo esas una vez —murmuró, pero Historia lo escuchó fuerte y claro y la mirada de ella se alzó hasta donde descansaba la corona de flores—. La mía estaba llena de margaritas y dalias moradas. La de ella tenía girasoles.
Historia alargó la mano y tomó la corona con delicadeza, como si fuera a dañarse más de lo que ya lo estaba.
Apenas y podías reconocer las flores, girasoles marchitos con sus pétalos arrugados y el amarillo oscurecido en colores otoñales. Algunos de ellos estaban quebradizos y cayeron al suelo en polvo cuando Historia la examinó más de cerca.
—Es linda, aunque esté marchita. ¿Por qué las hizo tu mamá?
—Había un festival, y nos llevó a ambos ese día —dijo—. Varios granjeros de la zona organizan un festival una vez la cosecha se dio para conmemorar otro año exitoso, y como es algo informal y con aires primaverales, hizo las coronas para nosotros. También las hizo para la familia Jovan, ella y la señorita Diane.
Historia acarició los bordes y los pétalos marchitos con infinita suavidad. Félix, con algo atorado en la garganta, desvió la mirada y buscó algo sobre el tocador con que entretenerse.
—¿Le gustaban mucho los girasoles?
Félix sonrió.
—Eran sus favoritos.
Historia asintió distraídamente, y lentamente, suavemente, delicadamente, le colocó la corona sobre su cabeza.
Félix alzó la mirada de golpe y la observó a través del espejo dejando la corona reposar sobre los mechones oscuros, los colores cobrizos de los girasoles haciendo un raro contraste con su cabello. Historia le miraba con una pequeña sonrisa, y una vez dejó la corona, sus manos cayeron hasta los hombros de él.
—Jamás te dieron una corona, a pesar de que eres el rey —le dijo—. Quizás esta no sea como la mía, pero una corona es una corona, y todo rey debería tener una.
Atónito, con el corazón golpeando su pecho, Félix la miró con los ojos abiertos de par en par. Había rastros brillosos en los ojos de su prima que solo lograban acentuar el azul en ellos.
—Bajaré a ver al resto —las manos de ella cayeron de sus hombros y se alejó en dirección a la puerta—. Tómate tu tiempo, Félix.
Historia desapareció tras la puerta blanca y sus pasos se perdieron en el pasillo hasta ser escuchados descendiendo las escaleras.
Félix, lentamente, volteó el rostro hacia el frente y se observó en el espejo; había manchas oscuras bajo sus ojos, producto de todas las noches soñando en vano, y la palidez en su normalmente apiñonada piel destacaba horriblemente. Se veía enfermo, cansado, se veía… Bien.
Con la corona. Se veía bien con la corona de girasoles marchitos.
Sus manos se alzaron y la removieron con cuidado de encima suya, y en el momento en el que sus dedos la tocaron, bastó parpadear para que otra memoria se originara ahí justo en el espejo.
Frieda le miraba de vuelta, con una sonrisa y ojos brillosos, tenues, azulados como un día de tormenta pero no por eso menos bellos.
Félix retrocedió hacia atrás y se sentó al borde de la cama, aferrándose con fuerza a la corona. Su mano desocupada se sujetaba del borde del colchón hasta aplastarlo entre sus dedos y el nudo en su garganta le dificultaba la tarea de pasar saliva.
Estaba ahogándose, otra vez.
No en recuerdos ni en miseria, no en tristeza como solía hacerlo en ocasiones.
Estaba ahogándose en sollozos reprimidos y sentimientos enterrados, en palabras que jamás diría y las preguntas que le abarcaban, suposiciones y miedos.
—Oi, chico.
A través de los mechones que le caían por la frente vio a Kenny recargado en el umbral de la puerta, su cabello ligeramente desordenado, como si se hubiera pasado las manos entre los mechones en frustración.
—¿Todo bien?
Félix abrió la boca, y luego la cerró.
Kenny suspiró pesadamente y su mirada se movió en el interior de la habitación, pero él no dio ni un solo paso para poder ingresar. Permaneció en su lugar, con el cuerpo ladeado, recargado, y los brazos cruzados sobre el pecho.
—¿Qué es eso que tienes ahí?
—Una corona —la alzó para que el otro pudiera verla—. De girasoles, mi mamá las hizo una vez para nosotros… No puedo creer que ella la haya conservado.
—Bueno, la chica era un poco desordenada… —y para darle énfasis miró a su alrededor con el ceño levemente fruncido—. Así que no me sorprende que aún la tenga después de tantos años.
Él rio, pero era obvio que su corazón no estaba en ello. No había humor en esa risa, en ese pobre intento de pretender que no se sentía atrapado. Kenny lo percibió porque, con un resoplido, se reacomodó en su lugar y descruzó los brazos. Se pasó la mano por el cabello y lo desordenó un poquito más.
Ninguno de los dos habló después de aquello. En el piso de abajo alcanzaba a escuchar las voces de sus compañeros, Historia y Ymir gritando algo que lo hacía suponer que no estaban cerca la una de la otra. Erwin también hablaba, probablemente tratando de llamar la atención de las otras dos.
De Levi no escuchaba nada. De Kenny tampoco, salvo su respiración.
—¿En qué piensas? —preguntó el otro cuando el silencio se volvió mucho para él.
Félix, sentado en la cama con la corona en una mano, suspiró.
—Este lugar, su habitación… Está intacto, está, está desordenado. Ella… Ella creyó que iba a volver.
Kenny se enderezó un poco y su mirada volvió a inspeccionar el sitio como si no lo hubiese notado ya.
—Pero no lo hizo y… ¿Qué se supone que haga? —preguntó en un susurro apenas audible—. ¿Qué… Se supone que haga yo ahora? Frieda no está, jamás volvió y yo… No pude decirle adiós.
A veces, esa era la raíz de sus problemas. De su inhabilidad de no poder seguir adelante.
—Hay… Tantas cosas que jamás le dije, tantas cosas que quiero decirle aún y no puedo. No puedo, ¿cómo-? ¿Cómo se supone que lidie con eso? ¿Cómo sigo adelante, cómo la olvido, cómo-?
Un sollozo se le escapó de entre los labios y él de inmediato se llevó la mano desocupada a la boca para cubrírsela. Llorar no le serviría de nada, llorar no servía de nada.
—¿Qué debo hacer para dejar de sentirme así?
Kenny le observó en silencio por lo que se sintió una eternidad. Ahí recargado contra el umbral, sin sombrero, casi se veía como un viejo normal, un simpletón hombre que lo seguía a todas partes porque quería y no porque debía.
Al final el otro suspiró y se acercó a él, pero terminó por detenerse en la mitad de la habitación, a unos cuantos paso de la cama y de donde estaba sentado.
—Le preguntas a la persona equivocada, Félix —le dijo con tono sombrío, apagado, rendido—. Nunca tuve el placer de sentirme así por nadie.
—¿Ni siquiera por mi padre?
Kenny se encogió levemente de hombros, su postura encorvada y su mirada perdida.
—Uri era muchas cosas para mí, un mejor amigo, un primer amigo también. Casi como tu y Frieda, supongo —también se oía resignado, algo que no era común en él—. Pero él siempre se vio… Inalcanzable para mí. Lo que él era, lo que tenía… Era uno de los motivos por los que me quedé.
—Eso supuse.
Kenny le miró de costado, pero no objetó ante su escueto comentario.
Era claro que estaba evitando mirarlo de más, probablemente por que tenía un par de lágrimas acumuladas en sus ojos, porque estos brillaban con suavidad. Lo que fuera, Kenny no le estaba mirando.
—No puedo decirte mucho sobre eso que tienes ahí atascado, pero si llorar te hace sentir bien, entonces deberías hacerlo.
—Pero llorar no sirve de nada.
—¿Ah, no? ¿No te ayuda a, no lo sé, sentirte un poquito mejor? ¿No te desahogas al hacerlo? —el Ackerman chasqueó la lengua con suavidad—. Extrañarla está bien, llorar por ella, recordarla… Todo eso está bien. Haz lo que quieras mientras estás de duelo, chico.
Kenny se acercó a él con pasos mesurados y su mano se posó sobre su cabeza, encima de los mechones y en donde iría la corona. El toque era delicado y suave, casi… Casi…
Se ahogó en otro sollozo.
—Solo recuerda que aún tienes a alguien aquí; a Historia y a tu madre, a Ymir, incluso al idiota de Erwin Smith… No te apresures en encontrarte con ella de nuevo.
Félix rio un poco, su mirando subiendo hasta su capitán para observarlo con gracia.
—No soy suicida, solo para que te quede claro.
—Bueno, más te vale —le dijo el otro—. Talisa me mataría si algo te llega a ocurrir.
Kenny también le miró, y también le sonrió.
Félix suspiró lentamente y jugueteó con la corona entre sus manos, los pétalos quebrándose de a poco y los trozos cayendo al suelo.
—Una noche antes del ritual de sucesión, Uri y yo bebimos juntos en su estudio. Nos sentamos frente a la chimenea con la botella en el medio de ambos y simplemente… Hablamos —Kenny se aclaró la garganta y sus uñas rasparon suavemente contra su cuero cabelludo—. Dijimos muchas cosas, eso sí. Me pidió que cuidara de su reino lo mucho que pudiera, que cuidara de su sobrina, que cuidara de su hijo, también.
La mano de Kenny se extendió y le mostró un dibujo; una hoja marchita como los girasoles, con un retrato dibujado en el de una mujer con el cabello suelto, oscuro y de largo hasta los hombros. La nariz era pequeña y había puntos sobre de ella que asemejaban pecas.
Los ojos eran un poco grandes, brillosos, y de haber tenido color, serían verdes.
—Me dijo que nos encontraríamos de vuelta, no sé cómo. Uri era así de raro, supongo, y todos estos años, creo que he estado esperando el momento para verlo de nuevo. Pero no por eso voy a irme de cabeza hacia el precipicio, podría claro, pero…
La presión en su cabeza desapareció y entonces el Ackerman se talló el cuello con incomodidad.
—Aún tengo cosas que hacer aquí —él le palmeó la espalda un par de veces y Félix alzó la mirada nuevamente—. Aún tenemos cosas que hacer aquí, así que solo espera un poco más, Félix. No podemos irnos y dejar a tu madre y a Historia en este mundo sin antes hacer algo para arreglarlo.
—¿Y si… Y si no hay nada que podamos hacer? ¿Qué ocurre si-?
Kenny le dio un zape, uno pequeño, pero eso ayudó a que cerrara la boca y dejara de proyectar todas sus inseguridades.
—Tiene qué —le dijo el otro—. Le prometí a tu padre que cuidaría de ti y de tu madre, así que si me disculpas, planeo cumplir esa promesa al menos.
Félix asintió. El nudo en su garganta aún le impedía respirar, aún se la cerraba con un fuerte agarre y los sollozos ahí atascados solo parecían dificultar aún más la tarea de poder inhalar oxígeno.
—¿Necesitas un poco más de tiempo?
Y la pregunta, tan gentil.
Félix ni siquiera lo pensó cuando asintió, y Kenny se dio media vuelta para volver por donde había venido.
—Espera.
—¿Uhm? ¿Ahora qué?
—Gracias por… Por todo, supongo —murmuró mientras carraspeaba, pero para ese momento era ya inútil porque las lágrimas comenzaron a caer una tras la otra. Félix alzó las manos y se talló los ojos, se limpió las mejillas, pero todo fue en vano—. En verdad, gracias.
Kenny asintió y se acercó a él nuevamente. Le pasó un brazo por los hombros y tiró de él con suavidad hacia el pasillo. Félix no lo peleó, a pesar de que sabía que si se atrevía a ir con el resto de la manera en la que estaba, nadie iba a poder ignorarlo.
Sus lágrimas parecían cascadas y sus sollozos sonaban como truenos. No quería que nadie lo viera así, pero quedarse ahí dentro, a solas y hundido en ese mar de miseria… Tampoco podría hacerlo.
—Hay otro estudio aquí arriba, vamos ahí.
Su mano se sostuvo de la perilla, y cuando tiró de ella y la puerta chirrió con suavidad, cuando se cerró a sus espaldas…
Casi alcanzó a escuchar la risa de Frieda, y el fino adiós que murmuró el fantasma de ella allí atrapado.
FUN FACT DEL DÍA: En uno de los ciclos, de esos ciclos únicos dentro de todos los ciclos existentes, Zeke crece en Paradis y Félix lo hace en Marley.
!!!! Lamento no haber actualizado ayer!! Pero no estaba muy contenta con la manera en la que estaba escrito la primer parte del cap y tuve que reescribirla lol pero por lo menos ya quedó.....más o menos lol
Y uhmmmm una de ustedes dijo que había sido su cumpleaños?? CREO QUE SÍ ASI QUE FELIZ CUMPLEAÑOS!! ESPERO QUE TE LA HAYAS PASADO MUY BIEN <3333
Espero que hayan disfrutado del CAP<3
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