43. Momentos

CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
MOMENTOS
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—Félix.

Por un momento, por lo menos uno pequeño, hubo una fría sensación de miedo que le corrió desde la punta de los pies hasta la de los dedos cuando el chico de cabellos oscuros no respondió.

Erwin se acercó lentamente a él, tendido en la carreta con la capa verde de la Legión cubriendo su rostro, sus brazos inmóviles a cada costado de su cuerpo. Los pantalones blancos carecían de alguna mancha excepto de las gotitas de agua que caían desde el cielo, y a pesar de que el resto de la carreta apestaba a muerte, la sangre se había perdido hace rato.

Ahora, todo lo que quedaba en ella era el chico recostado encima. O eso creía, esperaba, rogaba que fuera él.

Se acercó más a prisa, echando su brazo por encima del borde para colocar sus dedos encima del cuello del más joven, inmediatamente respirando con mucha más tranquilidad cuando notó el pulso debajo de sus dígitos, palpitando suavemente.

—…Félix.

—Vete.

Erwin parpadeó, sorprendido, y se echó ligeramente hacia atrás para mirar hacia arriba, donde el clima empeoraba y las nubes grises parecían absorber cualquier tipo de luz que pudiera haber existido con el término de la expedición.

Era consciente de las gotas de agua cayendo sobre él, empapando lentamente su uniforme y desordenándole los inmaculados cabellos rubios. Félix, por su parte, se removió sobre la carreta y después se quedó quieto, tan quieto que volvía a parecer alguna rara imitación de cadáver.

Suspirando, volvió a estirar su brazo y jaló con persistencia la capa cubriéndole el rostro, obteniendo otro gruñido de parte del más joven.

—Félix —dijo, con voz ligeramente más demandante, tirando de la capa—. Félix, vamos, no puedes quedarte aquí.

El chico gimoteo, quitándose la capa de encima para revelar su rostro.

Erwin pausó, simplemente para poder procesar correctamente lo que veía.

El chico tenía un moretón creciendo cerca del ojo, un poco por debajo de la orilla del párpado, que se extendía hacia lo que parecía ser la sien. Sus labios estaban rojos, del tipo de rojo que solo verías en alguien que ha pasado tiempo mordiéndoselos con insistencia, con impaciencia.

Se veía miserable. Erwin no sabía si reírse o no.

—¿Comandante Erwin?

Dicho hombre se aclaró la garganta, tosiendo en su puño un par de veces para deshacerse de esa risa mitad nervios mitad diversión que se le había atascado en la garganta. Félix le miraba con el ceño levemente fruncido, un ligero puchero en los labios que solo conseguía marcar cuan mordisqueados se hallaban.

Erwin se inclinó ligeramente al frente, alzando su mano para cubrirse el rostro de las gotas de lluvia que caían de las nubes acarreando tormentas en ella, y miró hacia abajo, al chico aún tendido en la carreta.

—¿Está todo bien?

—¿Uh? —preguntó el otro, ladeando su cabeza y parpadeando varias veces para evitar las gotas de agua en sus pestañas—. Claro, sí, ¿por qué pregunta?

Erwin miró hacia arriba, después hacia abajo, a los lados y finalmente al chico recostado.

—¿Qué haces aquí? Está lloviendo —señaló también su rostro, al moretón y los labios enrojecidos—. Luces un poco…

—Oh, uhm… Me caí —admitió, tirando de la capa nuevamente hacia arriba para ocultarse el rostro—. De hecho, no, espere. Catia me hizo tropezar con su estúpido cable del equipo de maniobras mientras estábamos fuera y procedió a abandonarme aquí como si yo fuera qué. Maldita traidora.

Las gotas comenzaban a caer con más fuerza, y con mucho más tamaño.

Erwin echó otro vistazo hacia arriba; parecía que caería un diluvio.

—No puedes quedarte aquí fuera, Félix —dijo, bajando su mano hasta la capa y tirando de ella una vez más, revelando solo parte del rostro del chico. El ojo verdoso del menor brillaba con suavidad, reflejando las nubes grisáceas en el cielo—. Aún no sé si lo has notado, pero está lloviendo.

El chico gimoteó, otra vez, y las pequeñas gotitas de agua que le caían encima se le resbalaban por los rulos azabaches y caían como si estuvieran en algún árbol, en sus hojas. Erwin trazó el camino de varias de ellas, perdiendo la concentración por solo unos pocos segundos.

—No, uh, no puedo.

—¿Disculpa?

Esta vez, el chico gruñó. Se pasó las manos por el rostro, tallándose los ojos para eliminar cualquier rastro de agua de ellos y después las dejó caer a sus costados de vuelta, mirando al cielo con impotencia.

—Durante la caída, uh… Puede ser que me haya lastimado un poco el pie. Puede ser, no es seguro, pero… —una mueca le floreció en el rostro y después se puso a mover su cabeza en negación—. Nope, aquí estoy bien, muchas gracias.

Erwin, curioso, se movió hacia el final de la carreta e inspeccionó los dos pies del menor, colocando su mano encima del izquierdo solo para tantear un poco la herida. Su ceño se frunció un poco cuando nada ocurrió, y miró hacia arriba, hacia donde Félix le miraba con atención, y después pasó a probar con el otro.

Félix siseó de la misma manera en la que un gato lo haría, y se enderezó tan de prisa que lo sorprendió con tal rapidez. Lo que lo dejó sin palabras fue cuando el chico apartó sus dedos de un manotazo.

—¡No toque! —dijo entre siseos—. ¡Ow, qué mierda, Comandante!

—Eso no me suena a un poco, Félix —respondió, alzando una de sus cejas. Félix tuvo la decencia de lucir avergonzado.

El golpeteo suave de la lluvia al caer contra la madera de la carreta fue suficiente. Erwin suspiró, mirando al menor con una pequeña sonrisa antes de subir a la carreta, inclinarse a un lado de él, y tomarlo en brazos.

—¡Hey, qué diablos-! ¡No! ¡Comandante Erwin, por lo que más quiera, no haga esto por favor!

—Está lloviendo, y tu estás herido —señaló él felizmente, bajando de la carreta con un salto—. No voy a dejarte aquí para que empeores.

El chico gimió, tomando la capa entre sus manos y restregándola contra su rostro. Erwin bajó un poco la mirada y espió entre los oscuros cabellos lo rojizo que sus orejas se habían puesto.

—Me harán tanta burla después de esto… —lo oyó murmurar, arrancándole una suave risita. Félix alzó la mirada de golpe, ceño fruncido y todo, y le dio un golpe en el pecho—. ¡Oi! ¡No se ría, no es-! Oh. Oh, oh santa mierda

Su rostro, ahora sí, se había sonrojado.

Erwin lo observó ir de varias emociones a una en particular; resignación, molestia, indignación, vergüenza, pena, y finalmente, sorpresa.

Él suspiró, ni siquiera tratando de comprender lo que acababa de ocurrir. Félix iba cubriéndose con la capa el rostro, las puntas de sus orejas aún rojas, y las pequeñas gotas de agua cayendo suavemente encima de ellos mientras pasaban el patio camino a las escaleras dirección a su oficina. Ahí ya había un fuego encendido, y obtener ropa para que el chico se cambiara no sería gran problema.

—¿Comandante?

Erwin parpadeó lentamente, mirando de reojo hacia abajo mientras ascendía los peldaños.

—¿Sí?

—…Gracias.

Erwin sonrió, un poco. Félix se asomó por entre una abertura de su capa, un verde y brilloso ojo siendo lo único que se alcanzaba a ver.

—No hay de que.

━━━

—Por fin se fueron esos fastidiosos.

La noche caía sobre el mundo con una facilidad sorprendente.

Afuera, las nubes manchaban el cielo con un claro azulado que se sobreponía al oscuro de la noche, como si estuvieran por tener una tormenta justo frente a sus narices y su único aviso serían esas nubes.

Hange apretó la boca, conteniendo en ella el palabrerío que ansiaba por soltar.

Ella y Moblit se miraron el uno a la otra por un segundo, antes de volverse hacia atrás y avanzar a largas zancadas los pocos metros que la separaban de su objetivo.

Abrió la puerta de golpe, tomando una bocanada de aire mientras lo hacía.

—¡Erwin, la situación empeoró! —él se giró hacia ella, una manga de la camisa blanca colgándole del hombro derecho—. ¡Eren y Historia fueron secuestrados! Además de eso, asesinaron a tres de mis subordinados.

Erwin parpadeó con lentitud, su rostro deformándose por solo un segundo. Hange, en cambio, estaba que explotaba, que gritaba.

Había cientos de cosas atascadas en su garganta a las que solo les daría salida una vez se encontrara lejos de su Comandante. No había por qué darle esa imagen al hombre.

—¡Y como si eso no fuera poco, Eren nos lanzó tremenda bomba justo antes de partir!

Se llevó las manos a la cabeza, sintiendo que el nudo en su estómago se volvía un remolino, uno de esos que aparecían cuando el aire se alborotaba mucho.

—¡Hange-san, por favor cálmese!

—¿Qué es lo que dijo?

El vaso que Erwin sostenía en su dirección parecía ser una nueva línea de vida. Hange lo tomó con reverencia y se lo llevó a los labios a prisa, bebiéndoselo entero en un santiamén.

El agua estaba fresca, un salva vidas.

—Nos dijo que Félix le había contado que creía que Annie Leonhart provenía de una civilización viviendo fuera de los muros.

Hange no quería, de verdad que no.

Porque mencionar a Félix se había vuelto un tabú, uno del que no quería hablar mucho menos mencionar cuando estaba alrededor de Erwin. Porque aún dolía, y eso le quedó claro cuando el más mínimo atisbo de incomodidad pasó fugazmente por el rostro del hombre rubio.

Hange tragó saliva con pesadez.

—Eso dijo, uh.

—¿Erwin?

Él dio una vuelta, andando lentamente hasta detenerse cerca de la ventana. Había cierto aire en él que le dejaba intranquila.

—¿Ocurrió algo más?

Moblit y ella compartieron una mirada, ambos ligeramente sorprendidos, quizás también confundidos.

Erwin sonaba tan… No sorprendido. Ni un poco, ni una gota, ni un mero silbido.

Nada.

Hange, cautelosa, se movió más cerca suyo y volvió a tomar aire. Sabía lo que estaba por venir, lo que estaba por decir. Lo sabía y ese agujero en su pecho creció solo un poquito más.

—Félix… era parte del escuadrón que se enfrentó contra Levi, los que capturaron hoy a Eren y a Historia.

Erwin asintió con lentitud, y el agujero en su pecho creció, se expandió, y se la tragó entera.

A través del reflejo en el cristal, vio que su rostro se mantenía sereno, ni una sola pizca de sorpresa o enojo o lo que fuera.

Hange tragó en seco.

—Ya lo sabías.

Erwin apenas si asintió.

—Nile me lo dijo cuando partimos juntos a Mitras.

—Oh.

Alguien le colocó una mano en el hombro, dándole un leve apretón cuando Hange alzó la mirada y se encontró con Moblit, sonriéndole tranquilizadoramente. La castaña apretó suavemente los labios y con calma, llevó su mano hacia la de Moblit y le devolvió el apretón, un gracias silencioso que ambos apreciaban.

Tenerlo ahí era una suficiente.

Se volvió al frente, preparada, solo para encontrarse con que Erwin se había girado un poco hacia ellos, y en sus ojos parecía brillar algo parecido a la melancolía.

Al anhelo.

—No lo recordé hasta que Eren lo mencionó, pero… Félix ya… Ya había acertado en una ocasión con información vital de tal índole —comenzó, porque si se ponía a pensar, a tratar de descifrar lo que sea que esa mirada significaba… No, no ahora mismo—. No sé cómo ponerlo en palabras, Erwin, pero… Algo tiene Félix… Que lo vuelve distinto.

—¿A qué te refieres? ¿Qué clase de información?

—Antes de que Armin nos informara, o al menos te informara a ti sobre sus sospechas de Annie Leonhart, Félix ya la había mencionado —dejó salir un profundo suspiro—. Y no me refiero a mencionarla en una manera que hablara de cómplices, me refiero a que dijo su nombre y después se detuvo, se congeló, se… Quedó callado, como si él tampoco comprendiera qué era lo que estaba diciendo y por qué.

Erwin parpadeó, el mundo entero lo hizo.

Hange sintió todo el peso de esos días caer abruptamente sobre sus hombros; cada uno de sus errores, de sus enemigos, todo lo que se les cruzaba en el camino, todos los obstáculos que de repente aparecían tan de golpe y cubrían ese camino por el que habían estado andando hacía tantos años ya.

Tenía un nudo en la garganta cuando volvió a hablar.

—Le disparó a Levi.

Los ojos de Erwin se tiñeron de compasión.


━━━


—¡Eren!


Félix abrió la puerta de golpe, de par en par, y el sonido retumbó por el desolado pasillo que había recorrido a prisa, todo para poder llegar a esa única habitación.




La única persona consciente en el interior le miró con sorpresa. La rubia en la esquina frente a la ventana se había vuelto hacia él, los ojos abiertos a tope, algo que se le asemejaba al miedo mezclado con esperanza brillando ahí. Félix se detuvo de golpe, consciente ahora de que ya la había visto una vez, pero ni siquiera esa única vez lo preparó lo suficiente para evitar la oleada de dolor que le golpeó el pecho al verla bien.




Era como ver a Frieda, pero con el cabello rubio y los ojos más profundos, más azules.




Historia estaba ahí de pie, con tanta sencillez que por un momento, todo lo que Félix pudo hacer fue detenerse ahí y contemplarla.




Abrió y cerró la boca como un pez, incapaz de formar palabras como le habría gustado. Esa era Historia, su prima, la hermanita menor de Frieda.




Se debatió en qué decir, si presentarse con su nombre "auténtico" o solo no hacerlo. Si estaría bien abrazarla, tomarla de los hombros y sacudirla hasta que entendiera que ellos eran familia y que ahora que la había encontrado, jamás la iba a dejar sola.




Estuvo a punto de volver a abrir la boca cuando su mirada se desvió por un segundo hacia un costado, encontrándose ahí con Eren tendido sobre una colcha.




Cierto. Eren. Habían llevado ahí a Eren.




Ingresó a la habitación cuidadosamente y cerró la puerta tras él con suavidad, consciente de que Historia lo veía como un halcón. Félix alzó la mirada y le sonrió, si acaso un poquito incómodo, y después se dio media vuelta para arrodillarse a un lado de Eren.




El chico estaba semi consciente, con los ojos apenas abiertos. El precioso jade en su mirada estaba apagado, nulo, como si todo brillo se hubiera ido de ellos y dejara detrás una piedra embutida en tinta negra que opacaba el brillo que antes tenían. La mordaza en su boca, de fierro, lo mantenía callado y a su vez, a todos ellos a salvo.




—¿Eren?




El chico gimoteó, parpadeando varias veces pero sin ser capaz de enfocar su mirada. Félix chasqueó la lengua sin poder evitarlo, queriendo nada más que arrancarle un ojo al imbécil de Rod Reiss por tener a Eren en aquel estado.




Quizás a Nitch también. Tenía la distintiva corazonada de que había sido él quién le administró ese otro tranquilizante al chico.




—Hey, hey, estás bien —murmuró, corriendo los cabellos marrones a un costado—. Soy Félix, ¿estás lo suficiente consciente como para reconocerme?




Eren asintió con lentitud, abriendo más sus ojos y tildando levemente su cabeza hacia atrás. La vista la tenía menos nublada, el rostro menos fruncido. Félix pasó sus manos a través de los mechones, peinándolos hacia atrás y queriendo despertarlo un poquito más.




—¿Él… Él está bien? —preguntó la chica a sus espaldas con suavidad. Félix se volvió un poco hacia ella—. Eren… Es, bueno, amigo mío, supongo.




—Lo está, solo un poco desorientado —se mordió el labio con indecisión, desviando la mirada—. ¿Historia, cierto?




Ella asintió, acomodándose en el cojín bajo sus pies. La luz de luna que le caía encima la hacía ver casi angelical, con ese cabello rubio y esos ojos azules. No había nada de Rod Reiss en ella y quizás eso era muchísimo mejor a como Frieda había sido; Historia no debía parecerse a él.




—¿A dónde fue tu padre?




—Dijo que iría abajo —murmuró, mirando a Eren de reojo—. También dijo que Eren…




—Ya, ya lo sé —admitió en voz baja, asintiendo—. Quise venir a ver cómo estaban.




Ella asintió, sentándose y bajando la mirada. Se preguntó si quizás Rod ya le había dicho algo. No sabía cómo preguntarle sin que ella se lo tomara mal; no conocía a Historia de nada, pero…




—Él… ¿Ya te lo dijo?




—¿Acerca de…? —él asintió y unos segundos Historia también lo hizo—. Ya lo hizo.




No sabía qué decirle. Era la primera vez que veía a su pequeña prima, a la hermana de Frieda, y no sabía qué decirle.




De haber creído en algún Dios con su Cielo, se pondría a pensar que quizás Frieda estaría riéndose de su miseria en esos momentos.




Cuando el silencio se estrechó entre ambos, se volvió hacia Eren, descubriendo su mirada, jade precioso y brillante, puesta en él.




—Eren —su voz se desprendió con suavidad—. ¿Te encuentras bien?




El chico asintió, arrastrándose un poco sobre la colcha en la que estaba recostado hasta poder colocar su cabeza sobre sus piernas. Félix se quedó un momento de piedra, con los dedos congelados entre los mechones marrones.




—¿Eren?




Su mano descendió lentamente hacia abajo, hacia su boca, y le quitó la mordaza de la boca. El chico salivó un poco, abriendo y cerrando la boca hasta hacer sonar sus dientes.




—Eren, ¿te encuentras bien?




—Félix —murmuró con la voz ronca, algo seca—. ¿Dónde…?




—Conmigo —murmuró, inclinándose hacia abajo—. Lo siento, no puedo decirte mucho.




Eren hizo un sonido en lo profundo de su garganta, asintiendo débilmente.




Maldiciendo, se dijo que si encontraba a quien le puso más tranquilizante, le cortaría los cables del equipo de maniobras a la próxima vez que los usaran.




—Tu… Te fuiste…




Félix asintió, tragando saliva con pesadez. Eren arrastraba las palabras, y aún parecía que le costaba moverse. Temía que el tranquilizante estuviera tomando efecto una vez más, lo que eso significaría para Eren cuando Rod decidiera volver.




—Lo hice, lo sé —susurró, presionando sus labios contra la sien del menor—. Lo siento.




Eren cerró los ojos, relajándose con el pasar de los segundos. Félix se dedicó a pasar sus dedos por los cabellos, deshaciendo un par de nudos entre ellos. Si Eren tuviera el cabello largo, probablemente podría hacerle una trenza como las que solía hacerle a Frieda.




A Historia también, una vez que todo esto terminara. Se sentaría con ella no importara cuánto se quejara Ymir, y le peinaría el cabello; le pondría incluso flores como había visto a Jocelyn hacer con sus amigas. Si Historia quería, si ella se lo pedía…




—Te pondré esto de nuevo, ¿de acuerdo? —el chico no respondió, así que Félix volvió a colocar en su lugar la mordaza. Le molestaba ver así a Eren, pero era necesario, según Rod, y la verdad que por más que quisiera, no se atrevía a desobedecerlo a él.




Recostó a Eren en la colcha una vez más, acomodando su cabeza sobre un almohadón y asintió una vez lo vio con mejor comodidad. Eso sería suficiente, al menos por el momento.




—¿Se durmió?




—¿Uh? —se giró hacia la chica detrás, asintiendo una vez la vio—. Ah, sí. Mucho estrés del día, supongo.




—Ha estado haciendo experimentos con Hange-san estos últimos días —dijo ella en voz baja, ladeando el rostro para mirar a través de la ventana—. Debe estar exhausto.




—Sí, es lo más probable —Hange era un monstruo cuando se trataba de titanes. Félix sentía pena por Eren.




El azabache suspiró, mirando una vez más al chico antes de enderezarse.




Dejarlo ahí era lo mejor. Era todo lo que podía hacer por el momento, no importara cuánto quisiera tomarlo en brazos y llevárselo lejos, porque solo Kenny sabía lo que Rod quería con él, con Historia. Quizás tuviera algo que ver con ese poder del que hablaba su capitán, el que Frieda y Uri tenían antes de morir.




Historia sería reina, eso lo sabía, y Rod moriría, pero ¿cómo, cuándo, dónde?

FUN FACT DEL DÍA: El Ciclo 0 es la línea temporal canon, y el denominado "ciclo 1" es en donde Félix finalmente aparece. Es muy probable que empieza a dejar pistas de como es posible que Félix "vea" el futuro y porque revive al morir, so.

Anyways un poquito de filler para marcar los tiempos y establecer las circunstancias btw, espero que no les moleste y sí, lo de hasta arriba es un flashback oof espero que les guste

Y PARA TODOS AQUELLOS QUE SE SACARON DE PEDO POR LO DE LEVI X FÉLIX JSHSJAJAJAJAJA YA VAN A VER LMAO

btw los próximos capítulos ocurrirán en sucesión; puede que sean eventos ocurriendo simultáneamente o una hora o quizás incluso un día después, so tenganlo en cuenta Wink Wonk

Anyways!! Les dejo algo que hice de Félix<3 así es es él re soft mi niño

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