41. Cuando se pone el sol

CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CUANDO SE PONE EL SOL
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De alguna manera, Eren sabía que no era la gran cosa.

Pero ahora que la veía bien, que la escuchaba hablar, una parte suya simpatizaba con ella más de lo que habría pensado en un principio.

Era... extraño, también. Christa siempre había sido algo peculiar, y Eren nunca había encontrado qué era tan genial acerca de una chica como ella. Cómo era que a veces incluso Armin se sonrojara con lo más mínimo que Christa hacía; bastaba a veces con una simple sonrisa, o un aletear de sus pestañas para que Armin, o Jean o incluso Marco cayeran en un charquito de su propia saliva como si fueran perros frente a un filete.

—¿...Mhm?

El ligero sonido venía de su derecha. Eren se enderezó un poco y miró a la chica con el ceño levemente fruncido, estudiando su forma con la mirada ligeramente entrecerrada.

—¿Qué ocurre?

—Nada... Solo estaba durmiendo...

La luz del atardecer entraba con suavidad por la ventana, y las cortinas corridas hacia un costado creaban sombras dentro de la habitación, sombras que caían como un velo encima de Historia.

—Uh, no, espera un momento... —murmuró, estirándose sobre la mesa y alzando un poco la cabeza. Eren la miró de reojo—. Siento como si hubiera tenido un sueño importante, pero...

—¿No puedes recordar nada sobre el? —ella se volvió en su dirección, con la boca ligeramente abierta. Eren se encogió de hombros—. Me ha pasado antes.

—Oh.

Historia aún era extraña. Era un poco más extraña de lo que Christa lo había sido durante todo su tiempo como cadetes.

Estaba inclinada sobre la mesa, recostada en la superficie con la mirada fija en la pared de frente a ella. Las sombras aún le caían encima y la luz del atardecer realzaba lo rubio de su cabello, convirtiéndolo en oro líquido que se esparcía por su espalda como una cascada.

(Desde que era pequeña, no recuerdo que nadie nunca me haya amado.

La habitación había estado en silencio, y ni siquiera Sasha se atrevió a terminarse su último bocado. Historia estaba muy quieta en su sitio, con la espalda erguida pero los hombros curveados hacia el frente.

—Mis abuelos hablaban conmigo cuando me enseñaban a leer o a escribir, pero nunca hablé con mi madre.)

—Escucha... Historia —comenzó a decir mientras se acomodaba sobre la cama, recostado encima de ella pero con la mirada fija en el techo—. Lamento haber fallado como, uh, como titán, supongo. Si no hubiera sido por mi, si yo... Quizás Ymir...

(Un día la abracé, solo porque quise intentarlo. Yo... caí encima de ella, así que no pude ver su expresión, pero... Pero ella me puso la mano en la cara y me empujó hacia atrás.

Su rostro, entonces, también había hecho algo extraño. Como si hubiera querido sonreír pero no lo hubiera logrado. El capitán Levi había estado todo el tiempo callado, desde la mención de la granja de la familia Reiss, hasta ese momento.

—...Pero aquella fue la primera vez en la que mi madre me tocó, o me... reconoció, no lo sé. Fue suficiente para hacerme feliz.

Eren bajó la mirada a sus manos. No sabía muy bien qué hacer entonces.

—"Si tan solo tuviera el coraje de matarte" fue lo que mi madre dijo. Fue... Fue lo primero que ella me dijo desde que tengo memoria.)

Historia se removió en la silla y ladeó el rostro, ocultándolo entre sus brazos. Eren se removió en la cama, enderezándose con lentitud. Había un ligero pesar en sus hombros, una horrible carga que le arrastraba los huesos por el suelo. Se pasó una mano por los mechones marrones, frustrado y quizás un poco temeroso.

—Está bien, supongo —fue lo que ella dijo finalmente, alzando la mirada hacia él—. Tenías razón. Ymir tomó una decisión, y debo aprender a respetarla.

—Pero no es lo que tu querías.

—No, pero es lo que ella decidió. Nosotras dos hicimos un trato, la promesa de vivir por nosotras mismas, y si ella decidió ir con Reiner y Bertolt... Entonces está bien, porque es lo que ella decidió. Y eso... Eso está bien.

Esta vez, Eren la miró con más atención, con los ojos ligeramente entrecerrados, con la cabeza ladeada. A veces, Eren la vería de otra forma, casi seguro de que el color estaba mal y sus ojos no debían de ser tan oscuros.

—Ah, por fin estamos hablando, entonces.

—¿Uh?

Historia se enderezó un poco y parpadeó en su dirección, confundida. Eren también lo estaría, sinceramente. La cama sobre la que se había estado recostando era suave, no tanto quizá como la que era suya en el cuartel, pero comenzaba a cansarse de la suavidad y la inactividad.

—Cuando llegaste aquí, nos hablaste sobre ti, pero aparte de eso ni sonríes ni conversas.

(Fue entonces cuando comprendí que las personas viviendo en la granja, mis abuelos, los trabajadores... Todos habrían sido más felices si yo no hubiera nacido.)

Se dio cuenta de que no había nada importante allí. En sus palabras.

Eren se dejó caer en la silla sintiendo esa misma pesadez que lo había obligado a dormir por casi un día entero. Exhausto, tiró la cabeza ligeramente hacia atrás y miró a la chica de reojo, sintiendo un poco de nervios asentarse en su estómago.

—Es un fastidio —dijo ella en un resoplido.

Eren parpadeó.

—¿Uh?

—Ah, lo siento. La Christa buena y amable que conocían ya no existe.

Permitió que la admisión pendiera en el aire por un momento, uno solo.

Eren no era bueno con las palabras. No eran su fuerte.

A veces, le habría gustado ser más como Armin, que sabía qué decir y cómo. Le gustaría ser un poco más como Jean, también. Aunque ese era un secreto que se llevaría a la tumba si pudiera.

Era consciente de que sus dos amigos eran buenos, que Jean podía irritarle pero eso no quitaba el hecho de que tenía madera de líder. Que Armin era bueno con la mente, que su intelecto les sería de gran ayuda en un futuro.

Sus amigos, todos ellos.

Todos ellos eran buenos.

—No... Creo, —comenzó a decir con lentitud—. Creo que es mejor así.

—¿Uh, qué?

—Antes te forzabas a sonreír —se removió en su asiento y se volteó, apoyando los brazos sobre la mesa de la misma manera en la que ella lo hacía. Historia continuaba mirándolo confundida—. Era artificial, supongo. Y no me gustaba nada.

Era como ver el sol descender. La manera en la que ella agachó el rostro y se ocultó más entre sus brazos.

Ah, ¿ahora qué?

Se preguntó qué haría Armin, o Connie.

Se preguntó, también, si quizás Reiner habría sido mejor con esto que él. Si él habría sabido qué decir en esos momentos.

Débilmente, un ligero burbujeo de furia le creció en el pecho, pero Eren la aplastó antes de que pudiera transformarse propiamente en una calamidad. No era el tiempo de enojarse, ni tampoco tenía que pensar en Reiner ni en nada que el otro hubiera hecho.

—P-pero... Pero ahora eres normal —una pequeña, sincera y temblorosa sonrisa le creció en los labios. Historia se asomó un poco por debajo de sus mechones rubios—. Una chica normal y honesta. Y eso es mejor que nada.

Ella asintió con lentitud, aunque se notaba lo mucho que ponía en duda sus palabras.

—Acerca de Ymir, bueno...

(Y entonces, un par de días después de la caída del Muro María, conocí a mi padre por primera vez.

El capitán Levi se acomodó en su asiento, sosteniendo en una de sus manos una taza de cerámica por el borde del objeto. Eren lo miró de reojo, del mismo modo en el que Mikasa lo hizo.

—Mi madre estaba con él, a pesar de que yo no la había visto en años. No recuerdo mucho de esa noche, pero hubo un momento en el que mi madre gritó y de repente, estábamos rodeados por hombres.

Se miraron entre ellos, incómodos y quizás un poco tímidos.

—Había un hombre que le preguntó a mi padre si estaba relacionado con alguna de nosotras, y él dijo que no. Y entonces... pusieron de rodillas a mi madre y le cortaron el cuello.)

Ymir venía del exterior de los muros.

Oh, es cierto.

Y de repente estaba pensando en Félix y en esa noche a las afueras del viejo castillo de la Legión, acurrucado contra un pecho cálido desde el cual alcanzaba a escuchar tenues palpitares.

¿Qué crees que habrá tras esos árboles?

Libertad, el océano.

Miró a Historia y asintió, aunque no supo en realidad si lo hacía para ella o para él.

—Algún día la recuperaremos, Historia. Es una promesa mía para ti, también.

(—"Si tan solo tu nunca hubieras nacido"

No había ni una sola expresión en su rostro para ese momento. Nada de sentimientos, nada de miedo ni resignación ni dolor.

Era como ver la página de un libro completamente en blanco.

—Esas fueron las últimas palabras de mi madre.)

Ella asintió.

—Gracias, Eren.

━━━

Hange estaba ahí, pero incluso entrar de nuevo a la casa era difícil.

No sabía realmente si eran sus miedos los que la mantenían en su sitio, o la vergüenza que sentía con aquellas noticias. Con las que tendría que darle tanto a Levi como a los chicos.

Y era una vergüenza, eso mismo era. Levi se los había ducho.

Félix dijo que lo asesinarían.

Lo habían sabido. Todos ellos, incluido el que ya no estaba con ellos, todos lo habían sabido.

—¿Hange?

El suave susurro de Moblit se sintió como una caricia. Su confiable amigo aguardaba delante suyo, la puerta de la cabaña ligeramente abierta. Del interior le llegaban los sonidos de los chicos hablando entre sí, la grave voz de Eld riéndose a carcajadas de algo que parecía haber sido dicho por Connie.

Aquello la hizo sonreír; saber que Connie, a pesar de todo lo que estaba ocurriendo, aun podía ser capaz de reír así.

—Lo siento.

Moblit asintió, haciéndose a un lado y dándole el paso. Ella apenas y pudo sonreírle de vuelta, porque en el momento en el que dio un paso hacia el interior de la casa, las risas se apagaron y los chicos reunidos alrededor de la mesa movieron su mirada a prisa hacia ella.

Hange pudo sentir el peso de cada una de esas esperanzadas miradas, y era una verdadera pena que todo lo que ella llevara fueran malas noticias.

La de Levi era en especial la que más le incomodaba; había ojeras marcadas bajo sus ojos, y el ceño fruncido que tenía se le marcaba con más nitidez. Ella parpadeó, porque le parecía ver que su compañero estaba molesto con algo. ¿Habría ocurrido algo la noche anterior con Erwin? Sabía que anoche había habido algo de actividad en el cuartel, pero ella había estado hasta tarde viendo notas y sacando conclusiones como para atreverse a preguntar por el jaleo ocasionado.

—Ah, hey a todos —murmuró, llevándose una mano hacia la nuca y rascándose nerviosa. La sonrisa en sus labios temblaba un poco—. Lamento la tardanza, pero me quedé hasta tarde revisando un par de cosas.

Los ojos de Levi se entrecerraron un poco más.

—¿Algo sobre el experimento?

Hange miró hacia el otro lado de la mesa, en donde estaba sentado Eren.

Él también estaba frunciendo el ceño, y ella, a pesar de ello, le sonrió lo mejor que pudo y asintió.

—Sí, algo así —miró de reojo a Moblit y este asintió con suavidad. La castaña tuvo que tragar saliva antes de ponerse a hablar porque repentinamente tenía la garganta seca—. A pesar de no haber logrado manifestar el endurecimiento, pudimos comprobar que ahora eres capaz de transformarte una cuarta vez, pero a la quinta tu cuerpo de titán estaría mal formado y falto de miembros o carne.

Eren asintió, cabizbajo.

—Aún así, eres capaz de seguir órdenes que se te indiquen y de llevar a cabo tareas que puedan parecer normales para un humano normal, pero la diferencia que notamos fue durante la tercera vez que te transformaste —Eren alzó la mirada, curioso, al igual que lo hizo el resto de sus amigos—. Ciertamente, me diste un buen susto cuando pareciste perder el control del tronco que estabas utilizando para escribir.

—¿Escribir?

—Mhm, mientras comprobábamos que pudieras recordar tus datos personales en tu forma titán, hubo un momento en el que pareciste, como ya dije, perder el control. Al final pareciste haberlo retomado, pero para ese momento el texto se leía como "¿Qué es lo que mi padre me hizo?".

—¿Q-qué?

Hange alzó la mirada solo para encontrarse con que Eren estaba pálido, mirándola con los ojos abiertos de par en par. Ella parpadeó lentamente, moviendo su mirada de él hacia sus otros dos amigos, hacia Mikasa, que parecía estar tan blanca como una hoja sin utilizar. Armin los miraba a ellos dos, sorprendido y quizás un poco en shock, quizás contemplativo.

—Después de eso, tu caligrafía se volvió un desastre, y un tiempo después te expulsaste a ti mismo de tu titán —dijo lentamente, esperando por la reacción del chico. Eren miraba la mesa frente él con los ojos vacantes—. Para ese entonces podíamos ver que tu memoria estaba algo turbia, y tu te encontrabas casi inconsciente, pero aún así debo preguntar, ¿recuerdas algo sobre eso?

Eren negó con lentitud, sacudiendo su cabeza de lado a lado. Mikasa, a su lado, alargó su bazo por debajo de la mesa y pareció colocar lo que probablemente era su mano sobre las de Eren, pero ni así consiguieron que el chico alzara la mirada.

Hange suspiró, compartiendo una mirada con Moblit a su lado.

El resto de su escuadrón permanecía detrás, cerca de las ventanas y mirando ocasionalmente a través de ellas para cerciorarse de que nadie a parte de ellos anduviera cerca.

—Es claro que mientras más tiempo pase y mientras más cansado te encuentres, el control que tienes sobre tu titán se irá agotando lentamente, sobre todo si lo usas continuamente como cuando experimentamos con el, así que no te preocupes por ello.

Eren asintió.

—La cuarta vez, aunque lograste hacerlo, tu titán medía menos del promedio y le faltaba mucha piel desde debajo de la cintura, lo que es una clara indicación de estar exhausto, por lo menos contigo —pausó un segundo y ladeó el rostro hacia la ventana detrás de Levi—. También notamos que parecías estar mas fusionado con tu titán que en veces anteriores, así que eso también debe ser un factor determinante en esto, pero aún no termino de entender cómo.

—¿Podría ser... por su teoría, Hange-san?

Hange volvió a detenerse un segundo, procesando correctamente las palabras susurradas. Después se echó al frente su asiento y buscó al portador de aquellas palabras, sintiendo de inmediato un ligero golpe de remordimiento al encontrarse a Connie, con los puños fuertemente apretados en su regazo.

—¿Connie?

—Si... Si es verdad que los titanes, o por lo menos los de Ragako, si es verdad que son humanos, entonces... ¿No sería posible que Eren se fusione tanto con su forma de titán hasta volverse como... ellos?

La sala cayó en silencio y todos los ojos pasaron del chico a ella, ligeramente abiertos y completamente asustados.

Eren parecía sentirse igual, porque miraba a Connie con los ojos desorbitados.

Pero Hange mantuvo sus ojos sobre el chico, sobre el rostro angustiado que le miraba de vuelta. La mirada dorada del chico no se parecía en nada al color, y en esos momentos, se veía aún más como el sol durante el amanecer.

Se reclinó con lentitud hacia atrás y maldijo en su mente, porque las cosas, si bien se dificultaban, también se volvían más siniestras con el pasar de los días, y el rompecabezas tomaba forma.

Quizás aquella era la pieza que le faltaba, se dijo, quizás solo necesitaba hacer esa conexión entre los titanes "puros" y los cambiantes. Porque al final del día, si ambos provenían de cuerpos humanos, entonces podría ser posible que incluso un cambiante se fusionara tanto con su titán que volverse uno sin inteligencia estuviera también al alcance de sus manos.

Y de ser así, ¿sería capaz para ellos guardar las similitudes que tenían con sus personas humanas? ¿Permanecerían sus habilidades, como el endurecimiento y la coraza de Reiner, intactas?

—...Es una posibilidad, pero es una que no me quiero arriesgar a comprobar.

Fue como si la habitación entera expulsara un suspiro, aliviados.

Hange miró a su alrededor, parpadeando mientras lo hacía, y se encontró con que varios de sus subordinados le volteaban el rostro con sonrisas nerviosas en las caras, y Moblit, a su lado, estiraba un brazo para colocarla sobre su hombro.

—Buena decisión, Hange-san.

—¡¿Hah?! ¿Qué creyeron que estaba por-?

—Hange.

La voz de Levi cortó cualquier cosa que hubiera buscado decir, y también pareció drenar a los presentes de cualquier rastro de alivio que pudieran sentir.

Se volvió hacia él, con el ceño fruncido.

Levi la miraba con fijeza, con el rostro sereno, pero sus ojos tan fríos que por un momento le pareció que veía el acero de sus cuchillas. Estaba recargado contra el respaldo y su taza de té humeaba suavemente al frente suyo.

—¿Qué ocurre?

—Estás demasiado tensa. Algo te molesta.

Solo entonces reparó en cuan duros tenía los hombros, cuan erguida estaba. La mano de Moblit se deslizó de encima de su hombro y con ella se fue el ansiado, poco confort que en esos momentos necesitaba. Hange se enderezó lentamente en su asiento y colocó las manos sobre la mesa.

—Hah, algo así.

Levi asintió, pero permaneció callado.

Afuera, todo pareció volverse oscuro. Era como si un manto negro se tragara el sol y las nubes, como si el color azul fuera drenado de su brillantez, y los vividos colores del bosque a su alrededor se marchitaran.

Hange pasó saliva y con ella se fue el bulto atascado allí.

—El pastor Nick está muerto.

Ella no sabría describirles bien sus reacciones, no cuando tenía miedo de si quiera alzar la mirada. Pero sintió la tensión de todos ellos, de los chicos, y la sorpresa en Levi.

Lo que era raro porque era Levi, pero después del alboroto anoche en el cuartel de Trost, se esperaba que al menos él hubiera escuchado sobre eso.

—Fue asesinado. Por la Policía Militar Interna.

(Aún veía la sangre y el cuerpo tendido en el suelo, el rostro volteado pero aún manchado.

Aún veía a esos dos hombres de pie frente a la puerta, escupiendo estupideces sobre su valor y su competencia.

Aún los escuchaba, y lo peor, los seguiría escuchando de por vida.)

Hange aún tenía la vívida imagen del cuerpo de Nick plantada en su cabeza.

Aún sentía el agujero que se le abrió en el estómago al verlo, al darse cuenta de lo ocurrido.

—Sabía que los del Culto no ignorarían su cooperación con la Legión, así que por eso escondí su verdadera identidad en el cuartel y le asigné una habitación en el, pero...

Pero todo fue en vano. Porque Nick había muerto.

Nick había muerto.

—No esperaba que enviaran a soldados a asesinarlo —murmuró, bajando la mirada—. Fui descuidada, incluso cuando... Es, es responsabilidad mía.

El único sonido fue el de Levi sorbiendo de su taza de té. Hange apretó los puños con fuerza.

—Entonces... ¿La Policía Militar asesinó al pastor Nick para saber lo que nos contó?

—Eso parece —la taza hizo un suave clink al ser dejaba con fuerza de más sobre la mesa, y más de uno en la habitación se sobresaltó, girándose hacia Levi—. Y si se atrevieron a movilizar a la Policía Militar Interior, quien esté detrás de esto es muy poderoso.

—Ya, pero-

—Hange, ¿qué sabes sobre la persecución en Trost de anoche?

Hange parpadeó con lentitud, momentáneamente desconcertada.

—¿Uh?

—Anoche —dijo él, desviando la mirada hacia su té—. Estaba hablando con Erwin en su habitación cuando le pareció ver a alguien a través del reflejo de un cristal de la ventana, pero al asomarse no había nadie.

—Oh, sí... —dijo Moblit, insertándose en la conversación con curiosidad—. Yo escuché algo sobre eso, pero estábamos ocupados y realmente no le presté atención a la conmoción.

Levi asintió.

—Un par de hombres del Garrison, sin embargo, notaron a alguien sobre el tejado y después ese alguien se convirtió en dos personas, y comenzaron a perseguirlos por las calles de Trost.

—¿Lograron atraparlos?

—No, pero... Erwin dijo que vio a Félix en Trost una noche antes a eso, e iba con una mujer desconocida.

Algo en su pecho se apretó. No, no, no.

—Las personas de anoche...

—Una mujer —dijo, mirando en su dirección con los ojos entrecerrados—. Y un hombre. Nosotros no pudimos verlos bien, pero varios de los involucrados sí. No había descripciones físicas concretas excepto la confirmación de que eran dos, hombre y mujer.

—No —negó ella de inmediato, porque lo que Levi insinuaba era una locura—. Los asesinos de Nick son esos dos hombres de la Policía Interna. El tal Sannes tenía los nudillos destrozados.

Levi se giró, y ambos se sostuvieron la mirada del otro con fuerza.

Porque lo que insinuaba era una locura y Hange haría su cama y dormiría en esa declaración con gusto.

Podían tachar a Félix de traidor todo lo que quisiesen hasta que pudieran comunicarse con él apropiadamente y aclarar las cosas. Pero si había algo que Hange no permitiría sería esa acusación, viniendo de Levi o de Erwin, de quien fuera.

Félix no era un asesino, y ella estaba cien por ciento segura de ello.

—Pero si Nick fue torturado —dijo Armin con timidez, cortando la tensión de golpe y quizás, desviando el tema a algo más seguro por el bien de todos ellos—. ¿No deberíamos preocuparnos por lo que dijo?

—No importa que haya sido torturado, lo que sea que les haya dicho no creo que sea de importancia —continuó Levi, reclinándose hacia el frente. Y solo entonces pudo notar la verdadera frialdad extenderse por todo su rostro—. Félix ya nos lo había advertido.

Hange maldijo, quedamente y en el interior de su mente, porque Levi no iba a dejar ir el tema como a ella le habría gustado. Miró de reojo a Moblit, a sus subordinados; todos ellos informados a cierto grado sobre el chico, sobre Félix, pero pausó al detenerse sobre Eld.

Porque aquello logró sacar una reacción de él.

La coleta rubia se sacudió cuando Eld se sobresaltó, girando como un juguetito en dirección a Levi con los ojos abiertos de par en par.

—¿Félix? —murmuró con un toque de incredulidad—. ¿Qué tiene que ver Félix en esto?

—Fue él quien me advirtió que se desharían de Nick antes de partir, cuando fue convocado a Stohess. Se lo dije a Erwin, pero...

Pero Erwin no había hecho nada. Erwin no podía haber hecho nada.

Y fue por ello mismo que Hange tomó el asunto en sus propias manos y lo manejó lo mejor que pudo, tan discreto como le fue posible.

Pero no había sido suficiente. No había sido suficiente y fue Nick quien pagó con su vida por ello.

—Puede que sepan ya sobre nuestro conocimiento de Historia y su conexión con la familia Reiss —determinó Levi con dureza. Hange quería negar sus palabras, en verdad que lo quería, pero...—. La vigilancia que Erwin colocó sobre Félix dijo que él no se encontraba con ningún capitán conocido dentro de la Policía Militar, y ni siquiera Nile ha sido-

—Alto, alto, ¡Alto!

Para sorpresa de ellos, fue Eld quien perdió la paciencia primero.

El rubio respiraba con pesadez, con el pecho subiendo y bajando a prisa. Sus ojos estaban tan abiertos como dos platos y miraba a Levi con horror, con miedo.

Parecía como si su cuerpo entero temblara. Hange no lo culpaba por ello.

—Están diciendo... que ustedes... que están ¿vigilando a Félix? —sus palabras salían atropelladas, encimadas. Se le notaba a leguas la estupefacción—. A, ¿A Félix? Félix, quién siempre ha estado del lado del Comandante Erwin, ¡quien me salvó a mi y a Petra, y nos insistió tanto para poder salir de ese maldito bosque y alejarnos de Annie Leonhart! ¡Y ustedes-!

Por un momento, se vio como si Eld se fuera a echar a llorar.

Levi permaneció tranquilo, con su mirada puesta sobre su subordinado. Se preguntó qué estaría pensando el hombre y porqué. ¿Por qué omitirle algo tan importante a uno de los suyos? ¿Por qué guardar el secreto de la posibilidad de Félix siendo un traidor a las otras dos personas que eran cercanas a él después del fiasco con sus otros amigos?

Hange, intranquila, miró de soslayo a Eren.

Ahí también estaba otra bomba esperando a estallar.

—Eld.

—¡Lo están vigilando, capitán! ¡¿Por qué?! ¡¿Qué hizo él para ameritar su desconfianza?!

—No es el momento para hablar de eso.

—¡P-pero-!

—¿Es por lo que dijo sobre lo que hay al otro lado de los muros?

Hange se detuvo en seco y también lo hizo Levi.

Ambos voltearon hacia Eren, quien mantenía el rostro agachado pero tranquilo, vacío.

Hange nunca le había visto una expresión como aquella al chico, y decir que estaba algo atemorizada de ella sería una enorme verdad.

Eld, aún con lo que parecían ser lágrimas a punto de desbordarse, se volvió hacia Eren y lo observó en completo silencio con el rostro compungido y la boca abriéndose y cerrándose como un pez fuera del agua.

—¿Eren? —murmuró el otro sobreviviente del Escuadrón de Operaciones Especiales con lentitud—. ¿De qué estás hablando?

—La noche en la que hablamos sobre Annie, Félix me encontró fuera del castillo y se sentó a hablar conmigo. Me dijo muchas cosas, me cuestionó sobre mi confianza en mis amigos y por qué me era difícil creerle a ellos cuando parecía creer fácilmente en la inocencia de Annie —el chico apretó los puños, y Hange se quedó de piedra—. Después me dijo lo que creía que había tras los muros. Hablamos sobre el océano y árboles y...

—¿Y qué? —se apresuró a cuestionar ella, porque había olvidado algo importante. Algo importante sobre Félix Kaiser que no había reaparecido en su memoria hasta ese momento—. ¿Qué fue lo que te dijo?

Eren dudó un solo segundo.

—Dijo que creía que existían humanos, una civilización entera fuera de estos muros, y que Annie provenía del lugar de en donde sea que ellos habiten.

Se desató el caos, porque los chicos de la tropa 104 saltaron fuera de sus asientos y comenzaron a exigir respuestas, a acercarse a Eren a prisa en busca de más información.

—¡Eren! ¡Eren! ¿Qué demonios acabas de decir?

El resto, los de su escuadrón y Eld, parecían estar conmocionados.

—¡¿Qué?!

—¡Eren, responde!

Hange, que ni siquiera se había dado cuenta que estaba en pie, volvió a caer de golpe a la silla y se inclinó hacia el frente, tratando de ocultar su rostro entre sus manos.

Félix. Félix, ¿por qué no me dijiste eso a mí? ¿Por qué a Eren? ¿Por qué no me di cuenta antes de que tu eras alguien igual de especial que Nick, que Historia, que su familia?

Porque Félix se lo había dicho, lo hizo y ella lo olvidó, que fue él quien dijo el nombre de Annie Leonhart antes de que fueran llamados a la oficina de Erwin una vez Armin le dio esa información.

Habían sido meras especulaciones para ese entonces, y aún así...

—Hange-

—¡Capitán Levi! Un mensaje, del Comandante Erwin.

La puerta se abrió de golpe y todos los presentes se sobresaltaron. Hange vio entre el espacio de los mechones que le caían por entre las gafas que era Nifa, entrando a largas zancadas y con el rostro deformado en urgencia. Le tendió un papel y este lo aceptó de inmediato.

Cualquier cosa que haya leído fue suficiente para que se pusiera en pie a prisa y los mirara a todos con los ojos un poco más preocupados

—Eliminen cualquier rastro nuestro del lugar. Nos retiraremos enseguida.

━━━

—Son bastante rápidos.

La sonrisa que Kenny dio ante aquella declaración le dio escalofríos.

—Hah, el enano está bien entrenado.

—Oi.

Caven les echó una mirada por encima del hombro, y solo entonces Félix pudo ver que, mientras que sus ojos continuaban siendo igual de fríos, había algo en ellos que sostenían por lo menos una pizca de calidez.

—¿Lo conoce, capitán?

—Es un viejo conocido.

Por debajo de la gabardina, una de las pistolas de Kenny se echó de ver.

Félix la observó con malestar, no queriendo pensar en lo que habría ocurrido si Levi hubiera tardado más en abandonar la cabaña antes de la llegada de la Policía Militar.

—¿Conoces a Levi?

Kenny se giró hacia él con esa misma psicótica sonrisa en los labios, brillando aun más porque comenzaba a atardecer y los rojizos del cielo le prendían fuego al mundo con una rapidez que le quitaba el aliento.

Félix miró hacia arriba, hacia las nubes y el atardecer, porque si continuaba viendo la hambrienta sonrisa en el rostro de su capitán terminaría vomitando lo poco que consumió durante el día.

—Tenías razón —fue lo que dijo en su lugar, mirando un segundo por encima del hombro del azabache hacia donde se hallaba Ymir—. Hicieron bien esta vez, casi lo arruinaron, pero en fin.

—Genial —le dijo ella, cruzándose de brazos y con el tono desanimado, aunque él sabía qué había debajo de esa fachada desinteresada en realidad—. Pero se fueron, ¿ahora qué?

Kenny se encogió de hombros y se volvió hacia donde la cabaña se encontraba.

La colina desde donde estaban de pie les daba una buena vista de la propiedad. Aquello era definitivamente todo Levi, porque si bien Erwin era el estratega, Levi era el que parecía tener experiencias con este tipo de situaciones.

Félix miró de reojo a Kenny, recordando lo que había dicho sobre Levi por más vago que esto fuera.

No entendía precisamente por qué no le sorprendía que ambos se conocieran. Kenny era un bastardo asesino, literalmente, y a pesar de que trataba de encontrar una manera de relacionarlo con Levi, no encontraba otra que no fuera como un viejo adversario.

¿Quizás se conocieron en la ciudad subterránea? Levi solía vivir ahí.

Félix miró hacia atrás, hacia Ymir.

La chica le devolvió la mirada enseguida y asintió de una sola cabezada, inmediatamente desviando sus ojos hacia el frente, escaneando el bosque de sus alrededores. Él la imitó.

En alguna parte de ese lugar se encontraba Levi y su escuadrón. Eren y Historia con ellos, huyendo una vez más hacia algún lugar perdido en su pequeño mundo. Y mientras ellos seguían huyendo, Ymir comenzaba a impacientarse.

Lo que era malo, porque si bien Ymir había accedido a cooperar (trabajar) con ellos, aún seguía siendo algo parecido a un carta salvaje; una que podría tomar asuntos en sus propias manos y simplemente darse a la fuga para tratar de llegar a Historia ella sola.

Tratar, porque no había ninguna manera en la que Ymir pudiera sobrepasar a Levi.

—¿Y bien? —preguntó Kenny, y tanto él como Caven se volvieron hacia Félix—. ¿Qué crees que hagan ahora?

—Lo más probable es que vuelvan a Trost —empezó, moviéndose hasta quedar hombro a hombro con ellos dos—. ¿Dices que la reunión de Erwin con la asamblea no fue buena, cierto? Entonces, dudo mucho que lo contacten directamente, a menos que vayan hacia una ciudad del interior, como a Stohess, y a pesar de poder intentarlo, no sé si realmente lo harían.

—Trost es un desastre ahora mismo —siguió Ymir, encogiéndose de hombros—. No nos dimos cuenta de eso hasta que dejamos la ciudad, pero cuando decidimos volver y ver hacia dónde iría el capitán Levi, pudimos notar cuan... Miserable se veía el sitio al amanecer.

Kenny asintió, haciendo un leve sonido desde lo profundo de su garganta.

Félix miró a Caven, confundido, pero la rubia se encogió de hombros y se giró hacia ellos dos.

—¿Por qué Trost?

—Por el caos en el que está hundida, como dijo Ymir, y porque en una ciudad se es posible usar con comodidad el equipo de maniobras —golpeó una de sus pistolas para enfatizar sus palabras—. Además, es posible despistar a alguien con facilidad cuando se cree que se ha vencido, y Erwin ya ha hecho eso antes.

—¿Uh? ¿Cómo así?

—Intercambió a uno de los nuevos reclutas con Eren y lo mandó a él de rehén cuando íbamos por Stohess mientras que Eren guiaba a Annie Leonhart, la Titán Hembra, en una dirección contraria —Félix trató de que su breve momento de indecisión no se le viera en el rostro, pero la mirada de Kenny sobre él esos días parecía ser tan aguda que vio a través de ello enseguida—. Si el truco funcionó una vez, podría volver a hacerlo.

—Además, hay un chico casi idéntico a Historia en la Legión, rubio y de ojos azules —siguió Ymir, con el fantasma de una sonrisa en los labios. Oh, era cierto, pero Félix se había olvidado casi por completo de Armin—. No sería difícil ponerle una peluca y ta-da, un doppelganger enseguida.

Kenny los consideró a ambos en silencio, con el metálico color de sus ojos volviéndose dagas con las que pretendía intimidarlos. Félix trató de que el ligero temblor en sus manos no se viera. Y Ymir, que su incomodidad no fuera tan obvia.

Con la misma velocidad con la que atardecía, Kenny se volvió a él.

—¿Cuán seguro estás de esto?

Félix se encogió de hombros.

—Es lo que Erwin haría —dijo—. Si Levi está a cargo de protegerlos, entonces es lo que él haría también.

—¿Oh? —volvió a decirle el mayor, dando un paso al frente y más cerca suyo. Caven y Ymir, simultáneamente, dieron un paso atrás—. ¿Y cómo estás tú tan seguro de eso?

Porque había pasado el tiempo suficiente con Erwin como para saber cómo era que trabajaba su mente, y estaba seguro de que era lo mismo con Levi, incluso con Hange.

Si Mike estuviera vivo, sería lo mismo con él.

Erwin era predecible en ocasiones, porque el hombre siempre estaba listo para sacrificar algo y apostarlo todo. Porque, así como podía ser predecible, también podría no serlo.

Félix dio un paso al frente, su pecho chocando contra el de Kenny, y alzó la mirada.

Verde esmeralda se enfrentó a metal grisáceo, y Kenny sonrió.

En alguna parte de su mente se disculpó con las personas a las que terminaría dañando con esto. Lo siento, dijo, e inconscientemente se llevó una mano hacia el cuello y sus dedos trazaron el cordón negro hasta descender a la lágrima de jade que colgaba de el.

Volvía a estar fría al toque, a pesar de que estaba metida bajo su camisa y las temperaturas del día bordeaban lo insoportable.

A Frieda le gustaba usarlo en una pulsera, pero el cordón se mantenía largo para cuando tuviera que llevarlo oculto entre su ropa por todas esas veces en las que tuvo que reunirse con nobles o asistir a fiestas privadas en las que su familia la obligaba a ir.

Volvió a mirar hacia el frente, en donde Kenny aguardaba con su paciencia a punto de desbordarse. Félix se plantó firmemente ante él, echando sus hombros hacia atrás con sutileza.

—Porque lo conozco —dijo firmemente, y por un breve segundo, pudo ver a Erwin sonriendo, durmiendo, roncando y a veces, babeando.

Por un segundo vio a Erwin y Erwin lo vio a él.

Kenny tiró la cabeza hacia atrás y se carcajeó con fuerzas, y detrás de él, vio a Caven rodar los ojos. Ymir resopló a sus espaldas.

El Ackerman le deslizó un brazo por encima de los hombros y tornó esa diabólica sonrisa en una casi amigable.

—¡Eso es, Félix! —dijo, dándole un suave apretón a su hombro seguido de unas palmadas en la espalda. Parecía casi orgulloso—. Finalmente, chico. Bienvenido a casa.

Lo siento, volvió a decir, porque conocía a Kenny de toda una vida y esas palabras le supieron a calidez, le supieron a una verdadera bienvenida, una que sí contaba. Porque él sabía que, si había un lugar al que realmente pertenecía, era a un lado de Kenny le gustara o no.

(—¿Hah? ¿De qué te quejas? Es tu culpa que estemos aquí.

Algo parecido al gutural gruñido de un animal se deslizó desde lo profundo de su garganta, y Kenny chasqueó la lengua desde donde se encontraba al frente suyo, la palma de su mano apoyada firmemente sobre una puerta de madera de roble.

—Oi, no me hables con ese tono —le dijo quien fuera su capitán, alargando su brazo para pincharle una mejilla—. Talisa te educó mejor.

—Mi madre es una reina —murmuró él, consciente de las voces aguardando tras aquella puerta—. Por supuesto que tuvo que criarme mejor, idiota.

Kenny tiró la cabeza hacia atrás e ingresó a la sala de conferencias, empujando la puerta sobre la que se hallaba apoyada su mano.)

—Ahora —siguió diciendo el Ackerman, mirando hacia donde se hallaba la cabaña—. Vayamos por nuestra presa.

El brazo de Kenny se deslizo de encima de sus hombros y los cañones de sus armas entrechocaron cuando se alejó por en frente de ellos, pasando junto a Félix al hacerlo.

Ymir le siguió enseguida, mirándole de soslayo cuando paso a su lado y empezó a bombardear a Kenny con preguntas. El Ackerman lucía muy poco interesado, pero Kenny era un bastardo y aunque no quisiese escuchar las quejas de Ymir, lo haría porque le convendría más tarde.

Caven ladeó el rostro hacia un costado y Félix obligó a sus piernas a andar hasta ella.

El cabello de Caven, casi como el sol moviéndose encima de ellos, brilló un fuego especial que robó trozos etéreos del astro y de ser posible, las esquirlas en sus ojos se volvieron cristales.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó ella en voz baja.

Félix asintió, aunque de inmediato se detuvo a sí mismo y la miró por el rabillo del ojo; tranquila, serena, imperturbable.

—Si de alguna manera terminamos fallando… —comenzó a decir antes de dejar que su voz se perdiera, pero Caven aguardó en silencio—. Nunca me lo van a perdonar.

—¿Es eso un problema? —la rubia tildó la cabeza con curiosidad—. Sé que a Kenny no le preocupa, y Ymir está aquí por la chica Reiss, y puedes decirte a ti mismo que también lo estás por Frieda, pero si aún te causa conflicto enfrentarte contra la Legión, ¿por qué lo haces?

—Porque soy un idiota, supongo.

Caven suspiró, aunque había un subtono en ese tenue sonido que le dió la apariencia de una risita burlona. Félix se volvió hacia ella, con ambas cejas alzadas, solo para ser golpeado de repente con la manera en la que ella lo miraba a él.

Sus esquirlas habían pasado de cristales a diamantes, desprendiendo un brillo que le arrancó el aliento porque ahí, por primera vez desde que la conoció, pudo ver algo que no era desinterés.

Bordeaba entre pena y lástima, y quizás un poquito de comprensión.

—Deberías decirle, Félix.

—¿Decirle qué a quién?

—A Erwin Smith —murmuró, volviendo la vista al frente—. Deberías decirle antes de que sea muy tarde.

Félix tragó saliva con dureza y apretó sus manos en puños, sus uñas raspando la piel de sus palmas.

La cabaña estaba vacía cuando llegaron a ella, ni un rastro de que alguien la hubiera habitado si quiera. Pero estaba muy limpia, inmaculada.

Félix se detuvo en el marco de la puerta para observar el vacío interior.

Por fuera, a través de la ventana, el sol terminaba por ocultarse.

A veces me digo que escribo cosas muy cringe y angsty y después de editar este capítulo lo confirmo holy shit lo que tuvo que borrar porque era muy cringe ugh lmaooo

Pero todo bien!; Es miércoles y hay actualización y espero que les guste :DDDD

Fun fact encontré una canción que parece ser de hace oof pero holy santa madre shit, es perfecta para Erwin y Félix y les diría cuál es pero serían spoilers porque lo crean o no, ya sé cómo va a terminar esta madre ksjdksks

Btw para las que lean mi fic de jjk, no la voy a abandonar, solo que tengo un bloqueo con la manera en la que está narrada y bueno, pero ya me voy a poner a escribirla ya verán!!

Ojalá les haya gustado el cap<3

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