40. Un encuentro, una advertencia

CAPÍTULO CUARENTA
UN ENCUENTRO, UNA ADVERTENCIA
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Los pasillos del cuartel estaban inundados en silencio, y era con cada paso que daba que el eco que se creaba en ellos le regresaba a los oídos como si se tratara de un grito fantasmagórico.

Erwin, con papeles en mano y la espalda erguida lo mejor que podía, avanzó a través de ellos con lentitud. No había nada de luz a excepción de la poca luz de luna que se filtraba por los arcos que flanqueaban el patio central, y un par de antorchas, distribuidas a los costados de los pilares, creaban más sombras de las que le gustaba ver en un lugar donde se suponía que debía sentirse seguro.

Cada vez que trataba de darle un vistazo a los papeles en su mano, aparecían pequeños puntos negros en su visión que le dificultaban la tarea, como si no hubiera sido complicado comenzarlos desde un principio.

Él sabía, lastimosamente, que su falta de sueño pronto le daría una buena paliza si continuaba así, pero no podía hacer más si quería sacar a flote a la Legión; sus números aún menguaban un poco y ni hablar de los reclutas que obtenían tras cada graduación. A veces, no importara el discurso que diera, rara vez obtenían más de una docena de ellos, y aquello tampoco parecía satisfacer a ninguno de sus capitanes, ni a las personas del gobierno.

Suspiró con cansancio y casi por inercia se detuvo junto a uno de los arcos, semi oculto por el pilar que sostenía la antorcha en el. Las flamas lamían suavemente el contorno de su rostro y en sus ojos azules brillaba la nitidez de la llama, meciéndose con el viento y dejando escapar pequeños destellos que daban la ilusión de estar danzando al son de una canción.

El patio estaba vacío, obviamente, pero Erwin se quedó ahí de pie como si lo más interesante de su vida entera estuviera ocurriendo en esos momentos. ¿Qué era lo que estaba tratando de hacer?

Lejos, en un pasillo al otro lado del patio y bañado en sombras por igual, se escuchó el leve rumor de apresurados pasos que se movían hacia las escaleras en la parte lateral del patio. Erwin frunció levemente el ceño, creyendo que quizás se trataba de Hange o de Levi, ambos igual de privados del sueño que él.

Pero de entre la oscuridad de la noche no surgió ninguno de ellos, y lo poco que alcanzaba a verse era un destello tan oscuro que por un momento se vio profundamente azul, y el suave susurro de alguien murmurando una letanía de groserías no pertenecía a ninguno de sus amigos. Erwin se recargó, con los brazos cruzados sobre el pecho, contra el pilar y observó curioso al otro lado del patio.

La pálida luz de luna golpeó con delicadeza un rostro que le resultaba vagamente familiar, y la figura de la persona contraria emergió lentamente, balanceando en sus manos lo que parecía ser... un gato.

Las cejas del Comandante se alzaron con sorpresa, y lo que parecía ser una sonrisa tiró suavemente de sus labios.

—...úpida bola de pelos —alcanzó a escuchar que decía el otro chico, mientras que dicha bola de pelos se restregaba contra su pecho—. Maldito sea Alex y al diablo con Catia por tratar de ocultar esto, ¿por qué soy yo el que debe deshacerse del animal? Soy el menos culpable de los tres y aún así me envían a hacer el trabajo sucio.

Murmuraba, con una clara indignación que parecía no ser solo reservada para su tono, si no también para cada una de las expresiones que pasaban a prisa por su rostro.

Erwin se preguntó cómo era posible eso.

Lo observó en silencio mientras caminaba a través del pasillo y cruzaba hacia el patio, y por un momento, la luz de luna le dio por completo; y fue ahí cuando Erwin pudo finalmente reconocer los gruesos calcetines color lavanda que se movían suavemente por el adoquín del patio.

Félix Kaiser, pensó al verlo andar directamente hacia él. El chico continuaba hundido en su propio monólogo, mirando con el ceño fruncido al gato que ronroneaba contra su pecho.

Erwin aguardó pacientemente a que se diera cuenta de que no era el único despierto, otra vez.

—Y tu deja de hacer eso, ¿quieres? Vas a llenarme la pijama de pelos —dijo, quejándose como un niño pequeño al no tener postre. Cuando cruzó el patio enteramente, se movió en diagonal e ingresó al pasillo donde él se encontraba, andando a lo que probablemente era la puerta principal—. Celia va a darse cuenta de que algo estábamos ocultando si me ve la camiseta así, tu animal del demonio.

El gato maulló y el chico siseó, y Erwin lo observó en silencio y con gracia cuando pasó junto a él sin siquiera reparar en su presencia.

Él, aún recargado contra el pilar y con los brazos cruzados, los papeles aplastados contra su pecho y más que olvidados, se giró a medida que el chico avanzaba hasta casi el final del pasillo.

Los mechones oscuros capturaban los pocos rayos de luna que atravesaban por los espacios de los arcos, y Erwin, con cuidado, con lentitud, se enderezó y caminó detrás de Félix Kaiser en silencio.

—...Próxima vez les diré que se metan sus malditas ideas por el cu-

Erwin se ahogó con su propia saliva y el chico se detuvo en seco.

—¿...Félix?

Félix Kaiser giró en redondo, con el gato acurrucado contra su pecho, y sus brillantes ojos verdes se le abrieron de par en par.

—Comandante Erwin...

—¿Te encuentras bien?

—Uh... Sí —murmuró, claramente cauteloso, mirando hacia abajo. El gatito le devolvió la mirada y maulló suavemente—. Uh... No es lo que cree.

Lo abrupto de sus palabras le sacó una sonrisa, porque le recordaba un poco a lo ocurrido en su oficina un par de semanas atrás, a la manera tan decidida del chico de enfrentarlo sobre su entonces obvia hambre que padecía.

Las mejillas del chico se pintaron de un suave color rosado, resaltado tímidamente por la luz de luna por un costado y las flamas de la antorcha por el otro.

—Ya veo —le respondió él alargando su brazo hasta poder acariciar al gato que cargaba. El animal ronroneó y se frotó contra sus dedos, gustoso por la atención—. ¿Y? ¿Por qué un gato?

El chico se encogió de hombros, mirando al animal con el ceño fruncido, aunque el color en sus mejillas le hacía ver adorable, de una manera en la que Erwin no podía realmente explicar.

—Mis amigos creyeron que sería una buena idea, pero uno de ellos escuchó al capitán Levi quejarse sobre muchos pelos en uno de los sofás y se asustó.

Una pequeña risa se le escapó de entre los labios y Félix alzó la mirada a prisa, el color en sus mejillas volviéndose ligeramente más oscuro.

—¿Y el culpable fue este pequeño?

—¿Uh? A-ah, sí, fue ella, es una ella de hecho. Es una gata que recién tuvo una camada, pero el resto de los gatitos fueron regalados —el azabache se encogió de hombros y bajó la mirada de nuevo hacia la minina. Erwin también, porque la verdad es que era un animal muy lindo—. Alex tuvo la grandiosa idea de adoptar uno, como si pudiéramos claro, el muy idiota, pero por supuesto que las cosas se complicarían y yo tendría que lidiar con esto.

Erwin le miró, curioso.

—¿No te gustan los animales?

—Me encantan —admitió en un susurro—. Pero en esta ocasión, no. Quiero decir, acaba de tener gatitos y está sola, y ahora vamos a tener que abandonarla por una decisión apresurada y porque Alex es un idiota.

La gata volvió a maullar, lento y suave, y Erwin continuó las caricias por encima de su lomo, enroscando la cola alrededor de su mano y después ascendiendo de vuelta.

El pelaje era suave, aunque estaba algo sucio, y lo tenía igual de oscuro que un pedazo de carbón. Tenía un par de manchitas en las patas y algo que parecía ser una pequeña cicatriz junto a la nariz. Sus ojos eran grandes y amarillos, y la mirada llena de ternura que le dedicó al maullar de nuevo le atravesó directamente el corazón.

Detuvo las caricias con calma y se dedicó a rascarla tras las orejas, para el deleite de la gata.

Erwin miró de reojo a su acompañante, viendo la pequeña sonrisa que se extendía sobre sus labios y que parecía iluminarle el rostro enteramente.

A esa distancia, era clara la diferencia de altura entre ellos. Si Erwin lo pensaba bien, podría apoyar su mentón sobre la cabeza del menor sin problemas, algo que le resultaba gracioso y un poco extraño, también. Probablemente Félix era más alto que Levi a esas alturas, y él no podría tener más de veinte años aún.

Por alguna razón, aquel pensamiento le hizo reír de nuevo.

Félix miró hacia arriba, con el ceño levemente fruncido. El color esmeralda de sus ojos, destacando gracias al fuego de la antorcha, parecía brillar cuando lo miró por entre sus oscuras pestañas.

—¿Comandante?

—Consérvala un par de días —fue lo que dijo en respuesta, dejando caer su mano. Enseguida, la gata dejó de ronronear y en su lugar siseó suavemente—. Encuéntrale un hogar primero, por favor.

—Uh... Seguro.

El chico le observó, claramente extrañado. Erwin simplemente le sonrió, y, en un acto que los sorprendió a ambos, su mano fue a parar hacia la cabeza llena de mechones oscuros, y por una brevedad, se permitió sentir la suavidad de estos mientras los revolvía con cariño.

—Ve a dormir —murmuró, maldiciendo internamente y dejando que su mano cayera, nuevamente, cuando notó cuan inapropiado era el gesto—. Es tarde y puedo ver esas ojeras, ¿sabes?

—Ah, no se ponga tan valiente, Comandante —murmuró el chico de vuelta, mirándole con diversión. Erwin se sintió momentáneamente distraído por el color de sus ojos—. No crea que no vimos como casi se iba de cara esta mañana sobre su tazón en el desayuno, eh.

Erwin se sonrojó tan de golpe que se sintió mareado.

—¿Qué? ¿Quiénes me vieron?

—¿Quién no? —le dijo el otro, burlón e hinchado de orgullo mientras pasaba a su lado y le palmeaba el hombro—. Descanse, Comandante Erwin.

La antorcha titiló cuando Félix pasó a su lado, las flamas lamiendo suavemente las facciones del rostro joven, arrancando destellos del cabello oscuro y los ojos verdosos. Erwin, en silencio, lo observó irse con una pequeña sonrisa.

Unos minutos después, suspiró y se giró para volver por donde había venido.

Descansar sonaba bien.

━━━

El carruaje traqueteaba.

Erwin se mantuvo en silencio un segundo más, uno pequeño.

En esos momentos, el tiempo era esencia. Y era una lástima que tuviera tan poco tiempo para todo lo que buscaba preguntar, o decir o simplemente, hablar.

Quizás fuera la compañía, o quizás fuera el hecho de que se encontraba inquieto; como fuera, el tiempo era esencia y en esos momentos tenía la mente tan revuelta que le resultaba un poco difícil pensar propiamente.

Aún no olvidaba los días anteriores, todo lo que había ocurrido durante el transcurso de la semana, todo lo que seguiría ocurriendo después de esa concreta reunión en la que tendría que soportar el escrutinio de los escépticos.

Erwin no estaba particularmente emocionado por ir a la capital, Nile mucho menos al tener que acompañarlo.

—Así que, ¿cuál era tu intención al llamarme a mí específicamente, uh? —Nile hizo un gesto con su pulgar hacia la ventanilla, mirándole con los ojos entrecerrados—. No sé si has notado el estado de la Capital, o si te has puesto a pensar que es así en la mayoría de las ciudades, no puedes simplemente llamarme fuera del trabajo para-

—Dame un poco de espacio, Nile.

El otro hombre le miró de reojo, al menos eso era algo.

Erwin, suspirando, se reclinó en su asiento y ladeó el rostro hacia la ventana, corriendo un poco la cortina con su hombro para echar un vistazo hacia fuera; hacia las calles desiertas, con solo hombres embutidos en trajes profesionales cargando con maletines.

Desde su lado vio a un par de chicos echar a correr con un maletín en manos, el hombre al que pertenecía corriendo tras ellos con un bastón alzado. A su lado, Nile ni siquiera se dignó en mirar en aquella dirección.

—Estaba seguro de que morirías esta vez —murmuró el otro, y solo entonces, Erwin se tensó un poco—. Tu brazo derecho ya está aguardando por ti en la otra vida... ¿Es por...? ¿Por las locuras de las que hablabas cuando éramos unos niños?

—Sí —las calles se volvían más abiertas poco a poco—. Y esas "locuras" se están volviendo una realidad.

—Oh, te felicito por eso, entonces.

Él asintió, apreciando sus palabras incluso si estas eran más o menos inciertas.

Erwin sabía en qué estaba metiéndose, y a pesar de ello, también sabía que debía continuar.

No era momento de echarse para atrás, de acobardarse y huir con la frente en bajo. No era momento de hacer nada excepto seguir yendo al frente, siempre al frente. Era allí en donde encontrarían lo que mas anhelaban, todo por lo que habían estado peleando desde hacía tantos años.

A través del reflejo en la ventana, le pareció ver algo cruzar por encima de los tejados.

—Por cierto, Nile —comenzó, enderezándose en su asiento y echando una mirada de costado hacia su compañero—. El pastor Nick fue torturado y posteriormente asesinado por la Policía Militar Interna. ¿Sabías algo acerca de eso?

Erwin pudo ver el momento en el que sus palabras terminaron por ser comprendidas.

Nile se quedó de piedra, tan quieto que incluso dudaba de que estuviera respirando. Luego, con una lentitud de alguien que parecía estar por presenciar algo horrible, se giró hacia él.

Habían pasado muchos años desde que fueron cadetes con grandes ilusiones, y con el pasar de los días, Erwin no sabía si aquellas mentalidades suyas de cuando eran más jóvenes serían un sueño afiebrado, o una realidad tan distante que resultaba difícil relacionarla con la que vivían en esos días.

Nile nunca había sido espectacular, no en aspectos que variaran sobre la inteligencia o ideales. Ser Comandante de la Policía Militar contaba para algo, él suponía, pero el secreto a voces sobre lo corrupta de la división no pasaba a nadie desapercibido, no cuando existían hombres tan viles como los que formaban parte del Escuadrón Interno.

Pero todo árbol tenía sus manzanas podridas, él suponía, del mismo modo en el que todo árbol tenía buenos frutos.

—No —murmuró el otro, con los ojos ligeramente abiertos, una gota de sudor corriéndole por un costado de la cara—. No tenía idea.

—...Ya veo.

La expresión en su rostro reflejaba exactamente lo que sentía.

Quizás fuera un poco de miedo, o quizás simple resignación.

Nile era un buen hombre, eso lo sabía, y quizás el aprecio que se tenían en sus días de cadetes se hubiera enfriado con el pasar de los años, pero Erwin estaba seguro de que podía confiar en él hasta cierto punto, en cierta, pequeña medida.

—Al parecer querían saber de él la localización de Eren —dijo, irguiéndose en su asiento y mirando al frente—. ¿Por qué es que la Policía Militar quiere tanto a Eren que son capaces de asesinar por ello?

Algo pasó por el rostro de su acompañante, algo sombrío que le hizo sentir escalofríos por un segundo.

—Nosotros solo seguimos órdenes —murmuró resignado, girando su rostro hacia él—. No se supone que debamos conocer sus razones.

Nile se inclinó ligeramente al frente, y después pareció pensarlo mejor porque volvió a recargarse contra el respaldo, su rostro demostrando lo mismo que sus palabras; resignación pura que se manifestaba en lo desgarbado de su posición, lo miserable que lucía su persona.

—Y mientras que nosotros somos el rostro de la Policía Militar, el Escuadrón Interno está al otro lado —llevó su mirada hacia arriba, al techo oscuro de cuero, y se cruzó de brazos—. Nuestra cadena de mando es distinta, y no tenemos ningún contacto con ellos... Ni siquiera sabemos qué es lo que piensan realmente.

Afuera, le llegó el grito de un par de niños, el de un adulto mayor. ¿Más chicos robándole a algún caballero? Tal y como estaban las cosas, podría ser posible.

Su mente comenzaba a llenarse de posibilidades, a volverse más y más abarcada con cada una de ellas siendo aún peor que la otra. Si su cadena de mando era distinta, entonces eso significaba que no reportaban a Nile, que no estaban bajo su "mando", significaba entonces que lidiaban con otra cosa, otros pensamientos.

Posiblemente, otras circunstancias, más ideologías, más desastres esperando a ocurrir.

—No hay nadie que ejerza control oficial sobre ellos. Tienen pase libre para hacer lo que se les venga en gana.

El rostro de Nile iba tornándose más y más ceñudo, como si no hubiera nunca pensado propiamente en las circunstancias de ese lado de su división. Erwin se preguntó qué habría hecho él en el lugar de Nile, si hubiera tirado sus sueños a la borda por una mujer, sus convicciones.

No es como si Nile lo hubiera hecho, no.

Es solo...

—¿Solo viniste a decirme algo que ya sabías, entonces? —le preguntó, rastros de molestia en su voz—. No habrá ninguna diferencia si tratas de...

—¿Qué piensas tu?

—¿Uh?

—¿Entregarles a Eren podría terminar con la crisis viéndose dentro de estos muros, eso crees tu?

Erwin trató de poner el peso necesario en sus palabras, el que era necesario para que la situación fuera tomada con el debido respeto.

No dudaba de la seriedad de Nile, de eso nunca. Pero sí dudaba de él, de su respuesta.

Dudaba de muchas cosas esos días, pensaba aún más.

No podía retener mucha información porque siempre habría más cosas, y los fantasmales dolores en su brazo, a pesar de no ser frecuentes, eran una grande molestia que le interrumpía ciertas veces en ciertos días.

Se sentía a cierto grado, inútil.

Se sentía incompleto, más allá de la pérdida de un brazo.

Se sentía... Se sentía...

—No es mi lugar pensar en ello —dijo el otro, apartando su vista de él con suavidad—. Yo solo hago mi trabajo.

Erwin pausó, porque comenzaba a desviarse internamente y necesitaba volver a enfocarse, a escoger sus próximas palabras si no quería que el otro se cerrara definitivamente.

—Por cierto, ¿qué tal está Marie? —preguntó con delicadeza, una pequeña sonrisa apareciendo en su rostro—. Escuché que están por tener un tercer bebé.

Nile le miró de reojo, un poco de duda nadando en sus ojos oscuros.

—¿Por qué no aprendes a enfocarte un poco?

Erwin rio un poco, porque eso era exactamente lo que había estado tratando de hacer desde hacía un par de días.

Necesitaba concentrarse en algo, en lo que fuera. Necesitaba de vuelta esa paz, esa tranquilidad.

Necesitaba algo, lo que fuese, que le quitase de encima esa vacilación que parecía ahogarle esos días.

—Si no mal recuerdo, querías unirte a la Legión de Reconocimiento junto conmigo —dijo—. Pero te enamoraste de una chica de nuestro bar favorito y elegiste protegerla a ella en lugar de unirte a la Legión.

—Mhm, tienes razón. Los traicioné a todos ustedes y sobreviví hasta este día —respondió su viejo amigo, bajando la mirada un segundo—. Pero no me arrepiento, estoy orgulloso de tener una familia a la que volver a casa todos los días.

—Y te respeto por ello —porque lo hacía, porque Erwin siempre lo haría. Nile levantó la mirada con lentitud—. Y los que murieron antes que nosotros, que entrenaron junto a nosotros, se sentían de la misma manera. Fuiste capaz de vivir una vida que nosotros no pudimos.

Erwin no volvía a casa por las noches a una esposa, a una hija o un hijo, quizás dos.

Tal vez no fuera común para otros, o tal vez sí. pero Erwin sí volvía a una familia todos los días; vivía con ellos del mismo modo en el que lo habría hecho una común y corriente, cada uno con sus altibajos, con sus peleas y sus malos ratos.

La Legión de Reconocimiento podría no ser exactamente la más segura de las divisiones, pero Erwin confiaba, sabía, comprendía que todos y cada una de las personas bajo su mando pertenecían a una familia que sobrepasaba todo lo contemporáneo que las reglas de la sociedad dictaban.

Y eso era suficiente.

Para los que vivían y morían junto con ellos, él estaba seguro de que era suficiente.

—Pero no solo porque sigas órdenes y protejas tu posición significa que estás necesariamente protegiendo a tu familia.

El sudor le perlaba la frente, y la mirada que le dirigió en esos momentos sería algo para recordar.

—Nuestro pequeño mundo está cambiando en estos instantes —dijo, estirando el único brazo que le quedaba, y la mirada de Nile no falló en recaer sobre este—. ¿Esperanza o desesperación?

Fue como si el espacio alrededor de ellos se cerrara, como si las paredes de carruaje comenzaran a engullirlos, y Erwin se aseguró de que Nile comprendiera.

—¿Quién toma esa decisión? —dijo—. ¿Quién elige? ¿En quién vas a confiar?

El silencio a su alrededor era sofocante, y en la mirada de Nile, si acaso por un breve segundo, apareció una chispa de duda que lo envió por el precipicio.

—Erwin... ¿Qué crees que haces?

—Me conoces, es otra apuesta mía, lo único a lo que soy bueno —estiró su brazo y lo colocó encima del hombro de Nile—. Sigue haciendo tu trabajo, solo trataba de advertirte.

Se giró sobre el asiento, empecinado en salir de ahí lo antes posible. No sabía por qué se sentía con tanta prisa; no era ansiedad, no era euforia, no era nada excepto quizás huir, esta vez, de las consecuencias que sus palabras podrían traer.

Cuando la puerta se hubo abierto, cuando estuvo a punto de salir, a punto de abrir su boca y mencionar a Marie, a lo que Erwin nunca pudo tener y jamás podría elegir, Nile se movió.

Se cruzó de brazos y se aclaró la garganta.

—Ciérrala.

Fue todo lo que dijo, y Erwin lo hizo.

—Tu chico... Félix —comenzó a decir, y entonces Erwin sintió que el mundo a sus pies se movía, que el carruaje traqueteaba nuevamente por las adoquinadas calles de la capital—. Forma parte de la Policía Militar Interna.

Una parte de él lo sospechaba, la que más traicionera era, la que más oscura se tornaba durante los días malos, antes de partir a una expedición y después de regresar.

Nile lo miró de reojo, pero si había algo en su expresión que delataba cómo se sentía, no comentó nada en ello.

—Lo vi el día en que volvió a Stohess, supongo. Iba saliendo del cuartel acompañado de un capitán perteneciente al Escuadrón Interno —siguió diciendo con lentitud, como si Erwin fuera un niño al que tuvieran que explicarle las cosas con palitos y manzanas—. No pude verlo bien, y ciertamente no pude acercarme, pero... Me pareció que iba llorando.

Erwin alzó la mirada de golpe, atónito.

—Siempre fue una posibilidad para él unirse a mi división, creo que es lo que el señor Damián Jovan habría querido, pero Félix siempre ha sido... Distinto. Imprudente, de cierto modo.

—¿Cómo lo conociste?

—Uno de mis subordinados era su pareja, y cuando podía, Félix venía todo el tiempo a visitarlo. Debió haber tenido unos quince, dieciséis años —Nile miraba la quietud tras las cortinas semi abiertas del carruaje—. Su madre es, bueno, es ese tipo de mujer difícil de ignorar, y la reputación del chico junto a ese secreto ya eran conocidas para ese entonces.

Ese secreto del que todo mundo hablaba, del que todos opinaban.

Erwin jamás se había atrevido a preguntar. No por falta de curiosidad, si no más bien era el chico mismo quien lo evitaba; cuando se conocieron, Mike ya se lo había advertido. Nanaba también. Ya había personas dentro de su división hablando sobre él, quizás haciendo chistes, quizás siendo indiscretos sobre su palabrería cuando él estaba cerca.

Él jamás se había atrevido a preguntar porque había estado aguardando a que Félix se abriera con él, a que fuera él quien le dijera, en sus propios términos, qué era exactamente lo que el resto hablaba, qué era exactamente lo que él pensaba.

Cuál era la verdad.

—Me decepcionó un poco saber que no estaría en mi división, me decepcionó aún más saber que había sido él quien terminó las cosas con Nicolás. Se veían bien juntos, se veía que ahí había... Algo que valía la pena mantener —Nile suspiró y sus dedos sostuvieron la orilla de la cortina con delicadeza—. Pero Félix siempre fue distinto. De alguna manera, me recordaba a ti.

—¿A mí? —preguntó sin aliento.

Nile apenas y asintió.

—Imprudente. Impredecible. Siempre yendo contra la corriente, supongo.

Erwin parpadeó con lentitud, sintiendo cada latido que su corazón daba con extrema claridad que llegó a pensar que en esos momentos, estaba sosteniéndolo en su mano.

—Él no buscaba probar locuras, comprobar sueños. No quería ni grandeza, ni fama, ni nada de eso —se veía casi orgulloso, pero también había en él un poco de desilusión, un poco de...—. Félix es distinto a todos los que nacieron tras estos muros del interior, es distinto a lo que las personas esperaban de él. No puedo decirte mucho, Erwin, pero...

Nile se giró hacia él y por primera vez en mucho tiempo, Erwin pudo ver al chico con el que había pasado sus años en la academia.

—Cuando lleves a cabo esta apuesta, este otro sacrificio —su mirada bajó hacia su brazo, enfatizando con ese simple gesto el peso de sus palabras—. Pregúntate a quién podrías salvar en el proceso, en caso de salir victorioso, y a quién estarías condenando si llegas a fallar.

—¿Crees que Félix está siendo forzado en ese puesto?

—Creo que Félix siempre ha sido forzado a ser y hacer cosas que no quiere.

Le bombeaba el corazón a prisa. Había un sonido pitando suavemente en sus oídos que lo mantenía por completo enfocado en su acompañante.

Nile asintió con sutileza y alejó su vista de él tan pronto como pudo, con el ceño fruncido.

—¿Por qué lo tienes en gran estima? —preguntó, debidamente curioso, pero en Nile no se reflejó nada excepto blancura—. Hablas de él con familiaridad, y al mismo tiempo, lo elogias de una manera-

—Porque es un chico —le interrumpió el otro, mirándole de reojo—. ¿Cómo crees que habrá sido para él crecer con tantos ojos puestos encima, con tantas personas listas para verlo fallar? Félix no habría encajado bien en mi división, por más que yo lo quisiera en ella. Félix no habría encajado en el Garrison tampoco, y muy apenas y lo hace en la Legión.

Su primer instinto fue negarlo. Su primer pensamiento fue "es mentira". ¿Pero lo era?

Erwin se quedó callado, con la mirada ligeramente entrecerrada y puesta encima de su viejo amigo. Nile movió su cabeza de lado a lado con suavidad.

—Y si no encaja en Sina, si no encaja en ninguna de esas tres divisiones, ¿dónde crees que lo hará? ¿Con los nobles, quizás en los distritos del norte?

—¿Qué me estás queriendo decir, Nile? —su única mano se apretó en un puño hasta que sus uñas se le clavaron en la piel—. ¿Que Félix encaja en la Policía Militar Interna? ¿Qué ese es un rol perfecto para él, forzado o no en esa posición, en ese lado de la supuesta ley?

Nile se volvió hacia él y le puso los ojos encima con una intensidad que rara vez le veía a él, y esta vez fue Erwin quien se sintió bajo el riguroso escrutinio que él solía poner en otros.

—Ahora mismo, y tal vez nunca, no en el gran esquema de las cosas, Félix rara vez ha tenido ninguna otra opción que no sea adaptarse a su situación y vivir con ella, soportarla. Lo que sea que planeas, estoy seguro de que terminará llamando la atención de los altos cargos, ¿y después qué? Despacharán a "ese lado de la supuesta ley", en donde Félix se encuentra ahora mismo.

Nile se giró de vuelta al frente.

—No va a tener ninguna opción, Erwin —dijo el hombre con tal seriedad que pareció traer una manta de pesadez dentro del interior del carruaje—. Félix simplemente va a adaptarse y a llevar a cabo lo que le dicen, porque es lo que siempre ha hecho.

El cochero dió un fuerte golpe a la parte delantera. Erwin abrió la puerta, otra vez, pero pausó antes de salir por ella.

Nile tenía más por decir. Podía sentirlo.

—Y cuando alguien le dé un arma y le diga "dispara", él no va a preguntar, ni va a dudar.

Lo sabía. Él lo sabía.

Erwin, que le había dado órdenes de mantenerse callado cuando esa expedición fallida para capturar a Annie ocurrió, que básicamente le arrebató la oportunidad de salvar a sus amigos por no permitirle advertirles del peligro. Félix no había hecho preguntas, ninguna, y jamás puso en duda su confianza en él.

Erwin lo sabía.

—Es un buen chico, Erwin, pero al final no puede hacer más que tú ni que yo —dijo, como si él no hubiera estado al tanto ya—. ¿En serio vas a forzarlo a que sea él quien dispare la bala que mate a alguno de los tuyos? ¿A ti mismo?

—Podría negarse —dijo él enseguida, asintiendo mientras alzaba la mirada hacia el portón frente al lugar donde se había estacionado el carruaje—. O podría simplemente no hacerlo.

Porque Félix también era un chico con una boca encima que decía muchas cosas que lo metían en problemas.

Félix no tenía ni un pelo en la lengua, y rara vez se guardaba sus opiniones tan contradictorias que parecían poner en incómodas situaciones a otros. Félix era exactamente como Hange lo había descrito, como Nile lo hizo.

Si le había guardado respeto a Erwin, a figuras en posiciones más altas a la suya, él siempre le aseguró que era porque su madre le habría dado una paliza si se atrevía a faltarle el respeto a alguien que lo mereciera.

Me educaron bien, le dijo una tarde cuando Erwin volvía de Mitras después de una exhaustiva reunión con Zackley y el resto de Comandantes, mi mamá me educó bien, a pesar de que todo el mundo crea lo contrario.

—Había una chica, ¿sabes? Una Reiss —dijo Nile, y Erwin se detuvo de golpe—. Félix perdió la razón una vez, por ella. Nicolás me lo contó después de lo ocurrido a la familia de Rod Reiss.

Erwin se volvió hacia él con lentitud, tomando el borde de la puerta con su mano y apretando con fuerza.

—¿…."Perdió la razón"? ¿A qué te refieres?

Las gotitas de sudor en el rostro del Comandante de la Policía Militar resbalaban con una lentitud inimaginable. El chófer murmuraba en voz baja para él, impaciente y con un cigarrillo entre los labios. Erwin lo miró de reojo, dando un paso al frente para cerrar la distancia entre él y el interior del carruaje.

—A que Félix es imprudente —dijo Nile, poniendo tanto énfasis en la última palabra que incluso Erwin pudo comprender cuán terrorífico eso podía ser—. Lo que sea que planeas, lo que sea que hagas, bien, hazlo, supongo. Lleva a cabo esta otra apuesta y espera porque las cosas salgan bien.

Nile no le estaba diciendo nada. No le decía lo que él quería escuchar, lo que ansiaba por saber.

Si Félix conocía a Frieda Reiss, entonces quizá había una pequeña posibilidad de que supiera quién era en realidad Rod Reiss, qué papel podrían estar jugando ellos en su pequeño, encerrado mundo.

Pero Frieda Reiss estaba muerta. Su cuerpo jamás había sido recuperado, ¿tal vez era eso a lo que Nile se refería? ¿A qué Félix había cometido una estupidez por ello?

—Nile —en su voz temblaba algo parecido a la ira, pero quizás fuera ansiedad y preocupación mezclándose en el fondo de su estómago—. Nile, háblame claro, por favor.

—Félix es como tú, en algunos aspectos —dijo por fin, tras unos segundos que le parecieron eternos—. ¿Y qué haces tú, cuando te ves empujado hacia una esquina sin ninguna posible salida?

Los ojos de Nile aterrizaron sobre su brazo perdido.

Erwin sintió que el cuerpo entero se le tensaba.

—Tomas decisiones, apuestas, arriesgas, sacrificas —murmuró en respuesta a sí mismo, su mirada subiendo de su brazo hacia brillosos, claros ojos azules—. Y te atienes a las consecuencias.

!!!!

Wbk que Félix era un poquito como Erwin en los últimos caps but thanks for pointing it out, Nile!!

Abyways!!! Abyways lmao que flojera cambiarlo mi auto corrector se lo sabe ahora así que ni modo lol pero!;; Espero que les haya gustado este cap!!! Honestly, los momentos pre-canon entre Erwin y Félix son lo que más disfruto escribir, me gustan mucho idk

So, iba a decirles algo again pero lo olvidé sigh enfin, va a llegar un día cuando eso no ocurra y por fin podré vivir en paz pero well well well, ese día no es hoy ni será mañana así que ni pedo

Espero que vayan captando los nudges aquí y allá sobre estos sucesos y a dónde lleven a Félix, btw sí hubo un momento así en dónde Félix cometió una estupidez por Frieda y ella no estaba muy feliz que digamos pero bueno, las cosas estaban hechas y ya.

Espero que les guste el cap y que tengan un lindo domingo, para los que trabajen mañana, buena suerte!!! Para los que tengan clases mañana, el doble de buena suerte y paciencia!!

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