39. Experimentos para dos
CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE
EXPERIMENTOS PARA DOS
━━━━━━━━┓ * ┏━━━━━━━━
—Es su cuarta transformación.
A su lado, Levi asintió. Aunque Hange podía ver que en realidad toda su atención estaba puesta sobre Eren, ella apreciaba la poca que recibía. Levi había estado tenso desde que tuvieron aquella charla en la habitación de Erwin, y aún había algo en sus ojos que no le dejaba en paz.
Se veía, y se atrevía a decirlo, cansado.
Aunque Hange sospechaba que no era un cansancio precisamente físico.
—Hah, la última vez que hicimos esto, apenas y pudo llegar a la tercera —dijo ella, desviando su mirada de su compañero hacia el chico—. Es un gran avance.
—Pero no es suficiente.
Hange asintió con lentitud, aunque sentía que el comentario sobraba, y le quitaba crédito a Eren. El chico se estaba esforzando, ella sabía. Todos estaban esforzándose para lograr esto, para poder ponerle un fin propio a esta calamidad que se desató desde hace cinco años.
Eren era quien más se esforzaba por encima de todos ellos, y el que más parecía pagar por ello.
Esta vez, el titán era algo más pequeño, quizás un poco por debajo de los usuales 15 metros que alcanzaba. Una de sus orejas, usualmente puntiagudas, estaba curvada y en la boca se mostraban los dientes un poco más afilados. Pronto, ella sospechaba, sería posible que algo sobre su apariencia física cambiara solo un poquito más.
Ya habían comprobado que el chico era capaz de muchas cosas, y era un alivio que Eren tuviera la determinación de seguir adelante con sus locuras. Hange estaba agradecida con él, por su apoyo, por su decisión de continuar con ellos incluso si continuaban apilando responsabilidad tras responsabilidad sobre sus hombros.
Armin tenía razón. Si conseguían manifestar esa habilidad de endurecimiento, sellar el agujero en Shiganshina sería muchísimo más fácil, pero para ello debían practicar, cansarse y volver a practicar.
Más tarde, se dijo, más tarde me disculparé con él.
Eren se escurrió fuera de su titán y una columna de vapor comenzó a ascender por entre los árboles.
—Eso me preocupa —murmuró ella, señalando el vapor. Levi siguió el ascenso con la mirada, su ceño levemente fruncido—. No importa cuán discretos seamos si es eso lo que va a delatarnos.
Levi asintió, bajando la mirada hacia donde Eren se hallaba recostado contra el césped. Las cicatrices en su rostro parecían un poco más prominentes que antes, y había algunas que comenzaban a nacerle desde los hombros también.
Solo entonces notaron su falta de camiseta.
—¿Lo intentamos de nuevo?
Hange asintió.
La quinta fue cuando finalmente lo notaron. El titán apenas y alcanzaba los diez metros, con su abdomen y sus piernas siendo tan delgados que ni siquiera servían para mantenerlo en pie.
Eren se arrastró por encima del césped, desprendiendo vapor de sus miembros no desarrollados, como si tratara de regenerarse pero fuera incapaz de hacerlo. El césped se aplastaba bajo su forma, e internamente, Hange se preguntó si sería posible prenderle fuego a algo con lo caliente que era ese humo.
—Algo está mal...
Miró de reojo a Levi, que observaba el espectáculo con el ceño levemente fruncido. Hange asintió, concordando con él.
Los más cercanos al titán retrocedieron cuando uno de sus brazos se alargó y después cayó de golpe en el suelo, alzando nubes de polvo con facilidad. Hange y Levi se echaron levemente la frente al notar que se impulsaba hacia arriba, logrando erguirse un poco a pesar de tener que recargar parte de su peso sobre su abdomen.
—¡Vamos Eren! ¡Sé que tu puedes hacerlo! —exclamó, rodeando su boca con ambas manos.
—Oi, Hange, espera un momento.
La castaña se detuvo de golpe, girándose un poco para poder mirar a Levi. A su lado, Moblit la miró a ella en espera de indicaciones.
—¿Uh, qué ocurre?
—Mira —le dijo él, señalando con uno de sus dedos entre el vapor—. Puedo ver el trasero de Eren. Eso no es normal.
Hange giró a prisa hacia donde se hallaba el chico, ocultando una mueca apenas se dio cuenta de que las palabras de su compañero eran ciertas.
Desde la nuca, la parte inferior del cuerpo humano de Eren sobresalía por debajo de la piel como si hubiera querido hacerlo como anteriormente lo hizo. Tenía las piernas alargadas y cubiertas por sus pantalones, a pesar de que una sección de ellos parecía haberse evaporado. El resto seguía oculto debajo de la nuca.
—Hah, entonces vamos. No ha habido ninguna señal, eso me preocupa.
Hange se impulsó hacia abajo, el gas en sus tanques saliendo en siseos.
Mikasa ya estaba ahí. Ella le miró de manera rápida antes de acercarse a Eren. La carne del titán estaba caliente, y cuando Hange colocó sus manos sobre los hombros del chico para tirar de él hacia afuera, tuvo que retirarlas por un segundo. Ardían por la temperatura del titán.
—Diablos, está muy caliente —tuvo que tragarse la aprensión que sentía atascada en la garganta y volvió a tomar de los brazos a Eren, tirando de él suavemente y después con más fuerza hasta lograr arrancarlo del titán y su agarre—. ¡Ah! ¡Moblit, mira su rostro!
—¡Hange-san espere un segundo, Eren está sangrando!
Volvió su vista a prisa hacia el chico, notando las cuencas de los ojos vacías y la lengua colgando de la misma manera en la que su titán la tenía anteriormente. Toda la carne del rostro le había desaparecido, arrancada probablemente cuando tiró de él para librarlo de debajo de la nuca.
En esos momentos no supo si estar fascinada por algo tan morboso o sentirse asqueada por encontrarlo tan intrigante.
—¡Moblit, date prisa y haz un sketch de su rostro ya!
Moblit pareció escandalizarse con la petición, y un poco de su rostro se volvió rojizo.
—¡Hange-san, ¿qué acaso no tiene ni un poco de compasión?!
—¡Anda Moblit, es una-!
De repente el peso de Eren se le vino encima y solo lo registró una vez cayó de espaldas desde encima de la espalda del titán. Parpadeando, alzó lentamente la mirada y notó la de Mikasa sobre ella, fría como la nieve y brillando claramente con molestia.
Hange sintió una corriente de nervios bajarle por la espalda.
—A-ah, lo siento... Me, uh, me sobrepasé un poco.
Bajó la mirada hacia el chico en sus brazos. Desde donde se hallaba veía la lengua cayendo fuera de una boca destrozada, las cuencas vacías y la falta de piel sobre las mejillas. Por encima de los dientes, también expuestos por la falta de labios, colgaban un par de fragmentos de piel que eran las que causaban esas marcas en el rostro del chico cada vez que se transformaba.
Hange miró de él al cuerpo del titán que ya comenzaba a evaporarse. Esas específicas marcas siempre parecía tenerlas luego de una transformación, lo que significaba que tal vez formaban parte de algún sistema, cual quiera que ese fuera, para que Eren y su titan se volvieran uno.
Ella volvió a alzar la mirada al notar a Levi aterrizar cerca suyo. Hange le sonrió un poco, aunque nada en el rostro del otro capitán cambió ni una pizca. Levi pasó la mirada del titán tendido a unos metros de ellos de vuelta hacia Eren, e hizo eso mismo un par de veces antes de suspirar con resignación.
—Aún nos falta mucho para poder sellar ese agujero, ¿no lo crees?
—Hah, pero vamos por buen camino —empujó el cuerpo de Eren hacia un costado y lo recostó a su lado. Pudo ver que poco a poco surgía vapor de las heridas, así que el chico estaría bien en un par de horas—. Aún no hay endurecimiento, pero...
—Cuatro transformaciones están bien. Significa una oportunidad más antes de quedarse sin energía.
Hange asintió, finalmente poniéndose en pie. Se sacudió la tierra del pantalón y llamó a dos de sus subordinados para que ayudaran a llevar a Eren hacia el carruaje
—¿Qué hacemos ahora?
—Será mejor que volvamos a Trost y le informemos de esto a Erwin —repuso ella, echando una mirada hacia el vapor casi desaparecido—. ¡Es hora de retirarnos! ¡Chequen el perímetro, que nadie nos haya visto!
—¡Hai!
Hange se volvió a Levi, asintiendo una vez en su dirección.
—Andando, entonces.
━━━
Estaba por ponerse el sol.
El viento le golpeaba suavemente en el rostro, sacándole de la frente los pocos mechones oscuros que le caían por ella.
Era bueno que estuviera anocheciendo, que fuera el manto de la noche que los protegiera aquel día otra vez.
En la cima de los tejados de Trost, Félix casi se sentía invencible.
—Oi —dijo, reclinándose al frente, por el borde del campanario sobre el que estaba sostenido. Ymir, desde abajo, alzó la mirada hacia él—. Sigamos adelante. Kenny dijo que quería saber si algo ocurría, así que será mejor darnos prisa.
Ymir asintió y se ajustó la capucha que le cubría el rostro. Tanto ella como Félix saltaron del campanario y se movieron por encima de las casas de Trost, lo suficiente cerca de ellas como para no ser enteramente vistos por nadie que anduviera en las calles.
Por detrás, se alzaba el muro. Ymir miró por encima de su hombro y después lo hizo a su alrededor.
—¿Sabes por qué Kenny te envió a hacer esto, cierto?
Félix asintió, cauteloso.
Cuando el cuartel entró en su campo de vista, le indicó a Ymir que se movieran hacia el edificio más cercano a el. Ambos aterrizaron sobre el tejado, agachados y con las capuchas por encima de las cabezas.
—¿Y aún así lo estás haciendo?
Algo en su mandíbula se movió. Posiblemente fuera un nervio.
Félix, suspirando, se volvió hacia Ymir y la observó con el ceño levemente fruncido. No entendía muy bien a la chica, y además, ¿a ella que le importaba?
—Ymir... ¿A qué quieres llegar? —le preguntó con cansancio. Las últimas horas habían sido exhaustivas y todo lo que Félix quería hacer era irse a dormir—. Tu fuiste la que me dijo que Erwin había dejado de confiar en mi, así que ¿qué es lo que tratas de hacer al preguntar eso?
La chica se encogió de hombros y señaló con un gesto de su cabeza al frente de ambos, donde se alzaba el cuartel al que habían sido enviados. Félix suspiró.
—Solo quiero asegurarme de que estés siendo serio acerca de esto.
—¿Serio?
—¡Agh! Odio admitirlo pero Kenny tiene razón —dijo, volviéndose violentamente hacia él. Félix se echó hacia atrás a prisa para evitar colisionar con ella, viendo que el rostro de Ymir se deformaba en una mueca de fastidio—. Estás tan apegado al Comandante Erwin que dudas de todo lo que haces, y eso es estúpido. ¿Sabes que ya no estás bajo su mando, cierto?
—Ya lo sé.
—¿Y entonces por qué quieres protegerlo? —preguntó con una ceja alzada. La capucha se le recorrió un poco hacia atrás—. O yo que sé, ¿qué mierda estás haciendo, uh? Estás arriesgando todo por él.
Félix se tensó.
—No estoy arriesgando todo por él. ¡No hemos hecho nada para-!
—¡Si no fuera por él y el capitán Levi, Historia ya estaría con nosotros!
Aquello le cerró la boca. Félix se inclinó hacia atrás, finalmente dándole una buena mirada a la chica.
Ymir era extraña. Félix no se había molestado en hablar con ella fuera de las pocas conversaciones que habían tenido, pero le daba esa vibra de que era alguien despreocupada, quizás un poco grosera. A veces, incluso se atrevía a compararla con su yo más joven.
Pero, si era igual que con su versión más joven, entonces tendría buenas razones para hacer lo que hacía.
A veces los recuerdos llegaban en sueños; a veces lo hacían con lentitud mientras miraba las flores o el cielo, mientras el viento pasaba a su alrededor como una corriente bajo el agua, mientras él se columpiaba por los edificios de las ciudades; a veces, los recuerdos simplemente aparecían.
Su versión joven no habría dudado ni un segundo, ni un minuto; su versión joven habría protegido a Frieda sin si quiera pensarlo, luego de haber aceptado que su destinado estaba sellado y su mano entregada.
En eso, ambos coincidían mucho.
—En verdad te preocupa Historia.
No era una pregunta; era una declaración, y Félix sentía mucho no haberse dado cuenta de ello hasta ese momento.
Ymir giró el rostro a prisa mientras chasqueaba la lengua. La castaña echó varios vistazos a su alrededor, la luna descendiendo encima suyo como si fuera una roca cayendo desde algún precipicio.
Quizás así fuera esto. Quizás estas situaciones que se veían obligados a vivir eran como caer desde un precipicio. Félix ciertamente lo sentía así; como si estuviera en caída libre sin saber exactamente dónde, cuándo, cómo aterrizaría.
Y era aterrador.
Era aterrador sentirse así; era aterrador que te arrebataran de tu zona de confort, que te sacaran de ella a rastras y te empujaran a un mundo que no conocías. La primera vez que salió de los muros se sintió exactamente así, pero él había aprendido ya a vivir con ese sentimiento, a apreciarlo.
Esto no. Este mundo no le gustaba, este nuevo mundo le aterraba, a pesar de haber escapado de él todos esos años atrás.
¿Valdría la pena dejarlo todo atrás? ¿Valdría la pena olvidar lo que vivió con la Legión de Reconocimiento? ¿Valdría la pena reacondicionarse a las mentiras, a los planes, los susurros y las miradas?
¿Valdría la pena volver?
—Creí que tu lo entenderías.
Félix alzó la mirada, confundido. No se había dado cuenta en que momento agachó la cabeza, pero para ese entonces Ymir ya estaba mirando hacia otro lado, por la zona en donde se alzaba el muro. Se estaba mordiendo el labio y era claro que estaba pensando en algo en esos momentos, algo lo suficiente fuerte como para obligarla a hacer esa expresión.
—¿Uh?
—Le dije a Historia que deberíamos comenzar a vivir las vidas que nosotras queríamos, a vivir por nosotras y no por que otras personas nos lo pidan —su voz tenia un sentimiento de ira en ella, a pesar de que pronunciaba las palabras con suavidad—. Pero aquí estoy yo, otra vez. No me había arrepentido de ir con Reiner y Bertolt, y tampoco me arrepiento de haber vuelto, pero... ¿Qué dirá ella cuando se entere? ¿Me mirará igual? ¿Se sentirá igual que yo, me corresponderá?
—Ymir...
—Le dije todo eso y al final terminé haciendo todo lo opuesto —Ymir apretó los puños encima de las empuñadoras del equipo de maniobras, y solo así pudo darse cuenta de que estaba temblando—. Estoy haciendo esto por ella, y lo estoy haciendo por mi al mismo tiempo. Quiero verla de nuevo y quiero tenerla a mi lado, y aquí estás tu.
Se giró hacia él, con los puños apretados y su figura temblando.
Félix retrocedió un poco, e inconscientemente, su mano descendió hacia donde él tenía salvaguardada un arma que Kenny le había dado. Félix jamás había pensado en usarla, pero en esos momentos lo consideraba porque Ymir lucía furiosa.
Lucía, si se atrevía a decirlo, un poco rota también.
—Aquí estás tu —repitió con veneno en sus palabras—. Siendo un maldito estorbo para que pueda verla nuevamente. ¿Qué acaso no querías llevar a cabo el sueño de Frieda? Creí que ella era importante para ti.
—Lo es —respondió él con furia—. Así que no te atrevas a-
—Ajá, sí —le interrumpió, gesticulando con su mano al hacerlo. La sonrisa en su rostro se curveaba con burla—. Si realmente te importara Frieda, si realmente te importara Historia, habrías dejado al Comandante Erwin en un segundo.
Y lo cierto era, que Ymir no mentía.
Félix se quedó un segundo de pie, uno solo mientras la escuchaba reírse de lo que probablemente era su expresión de atontado.
Cuando la sorpresa desapareció, se dejó caer de culo sobre el tejado y se encorvó, ocultando su rostro entre sus brazos. La risa de Ymir se apagó en un segundo y lo único que quedó detrás fue un eco y el poco ajetreo que recorría las calles de una alborotada, seca, casi muerta Trost.
La escuchó chasquear la lengua.
—Eres un poco patético, ¿sabes?
—Lo sé. Lo siento.
—¿Hah? ¿Por qué te disculpas, eh? Si en verdad estás arrepentido por ser tan idiota, entonces haz algo. Kenny ya te lo dijo; toma una decisión y apégate a ella.
Los pasos de ella resonaron sobre las tejas de las casas y Félix alzó la mirada, con las cejas ligeramente fruncidas. Ymir se dejó caer frente a él, se irguió y después se abrazó de sus piernas, permitiendo que el cuartel se quedara a espaldas de ella.
La castaña inclinó su rostro al frente y uno de brazos se estiró hacia arriba. Por un segundo, Félix creyó que iba a golpearlo, pero entonces Ymir le dio un par de palmadas en la cabeza.
—Así que, ¿a quién vas a elegir? —ella alzó su ceja, divertida, y se echó hacia atrás—. ¿Vas a elegir a Frieda y a Historia? ¿O a tu hermoso, deslumbrante Erwin Smith?
—Te estás burlando de mí —dijo, arrugando la nariz.
—Un poco, sí —admitió ella, tirando la cabeza hacia atrás para observar el cielo—. Es bastante obvio que hay algo entre ustedes dos.
—No hay nada entre nosotros dos —murmuró, moviendo su cabeza de lado a lado, con una pequeña sonrisa en los labios—. Literalmente, ya no lo hay.
—Exacto, lo que vuelve tu situación aún más patética —le dijo ella, tildando la cabeza hacia un costado. Ymir frunció un poco los labios y le miró de arriba abajo—. En verdad creí que tu entenderías, ¿sabes?
Suspirando, se estiró hacia atrás y recargó su peso en sus dos brazos. A su alrededor Trost dormía, un poco, porque los ligeros ruidos que les llegaban desde el este de la ciudad eran mayormente de los bares y los clubes nocturnos. Félix echó un vistazo hacia allá, decidiendo que lo mejor sería mantenerse alejado de ese lugar.
Su experiencia con los bares en Mitras sería suficiente para durarle por toda una vida.
—Sí... Sí entiendo, ¿okay? En verdad lo hago, pero-
—No debería haber "peros" —dijo, y procedió a encogerse de hombros cuando la miró mal al haber sido interrumpido de nuevo—. No debería, y eso te consta. ¿Por qué te cuesta tanto elegir?
—Porque en verdad lo quiero —admitió en un susurro, mirando por encima del hombro de ella en dirección al cuartel. Erwin estaba ahí, en una de esas habitaciones, y Félix no.
Félix estaba ahí afuera, enviado por su capitán de escuadrón a espiar en el hombre al que admiraba tanto porque de repente el conflicto se les volteaba y la pelea sería unos contra tuyos. No más titanes ni seres estúpidos incapaces de pensar racionalmente.
Se convertía en una batalla de ideologías y de voluntades. No había nada racional en ello tampoco, pero a ese punto ya nada parecía tener razón.
Félix estaba casi seguro de que las cosas terminarían mal para cuando este conflicto interno se diera por acabado, y él no estaba seguro de querer estar en el medio de todo eso para cuando ocurriera.
Si Erwin descubría lo de Historia y la familia Reiss, entonces él trataría de utilizarlo a su favor de la misma manera en la que vio una oportunidad en Eren. Y si Rod Reiss conseguía tener a su hija ilegitima en custodia nuevamente, entonces la historia se repetiría nuevamente. ¿Qué podía hacer por Historia que no pudiera haber hecho por Frieda? A veces se pasaba las noches preguntándose eso solamente, teorizando locuras y armando planes que realmente nunca se llevarían a cabo.
Si la decisión recayera en Félix, se desharía de su tío y trataría de abolir ese estúpido sistema monárquico en el que vivían atrapados. Si fuera su decisión, si él pudiera, la verdad es que quizás también trataría de tomar la corona, probablemente.
Pero una corona no significaba nada para él; no a menos que tuviera algo de valor en ella.
Y Félix no ansiaba poder, ni fama ni grandeza.
Félix solo quería mantener a su familia a salvo, a las personas que amaba viviendo una vida feliz y larga. Quería ver el mundo fuera de los muros y quizás disfrutarlo, que su madre lo hiciera con él.
Kenny ya se lo había preguntado; ¿a quién le eres leal? Y él había respondido que a Frieda.
¿Pero era aquello cierto? ¿O solo había estado hablando por hablar, para satisfacer a su capitán con una respuesta?
A Kenny no podría importarle menos lo que él quisiera, porque si Kenny hubiera estado preocupado por él, entonces jamás le habría enviado a espiar en Erwin. Jamás le habría hecho elegir entre Frieda o Erwin. Jamás le habría puesto el mundo de cabeza tan bruscamente.
Y aún así, tanto él como Ymir estaban en lo cierto; era tan patético tratar de aferrarse a alguien que ya lo había soltado. No había ninguna duda en su mente de ello, porque Erwin y él habían pasado incontables noches el uno al lado del otro, quizás no de una manera en la que Félix quería, pero si en una que fue suficiente.
¿Y no era aquello trágico? ¿No era aquello estúpido, también?
Aquí estaba él, haciendo lo imposible para retrasar lo inevitable, para negar lo innegable.
Si Félix fuera rey, estaba seguro de que sería el rey de los estúpidos.
Decidió decir eso en voz alta, y la carcajada que se ganó por parte de Ymir lo hizo sonreír un poco.
—Sí —fue lo que respondió, mirándole de una extraña manera—. Definitivamente lo serías.
—Bien, en ese caso... —murmuró, poniéndose de pie y mirando con resolución al edificio en frente de ellos dos—. Veamos si hay algo interesante ahí dentro.
Ymir alzó ambas cejas mientras lo imitaba, enderezándose y sacándose el polvo de encima. Ella también se giró hacia el frente nuevamente.
—Genial, ¿cómo quieres que hagamos esto, entonces?
—Estas calles no son muy concurridas —y aquello lo comprobó echando un vistazo hacia abajo. La calle estaba desierta a excepción de los animales callejeros paseando por ellas—. La habitación donde está Erwin se encuentra en una planta superior, así que probablemente podamos colocarnos a un costado de la ventana, o por encima de ella.
—Pero nos verán.
—No lo harán —él señaló hacia arriba—. Hay nubes, y si tenemos suerte, todas las personas nocturnas se mantendrán del lado de los bares. Así que andando.
Ymir refunfuñó, pero lo siguió de todas maneras.
Sus ganchos se sostuvieron suavemente de los muros del cuartel mientras rodeaban el edificio para llegar al otro costado, en donde se hallaba la habitación de Erwin y la ventana en ella.
Había poca luz que provenía del interior, reflejándose suavemente en las esporas de polvo que flotaban en el aire frente a ellos. Ymir soltó su gancho y pasó por debajo de la ventana, inmediatamente ensartándolo nuevamente al otro costado, y apostándose ahí. Félix permaneció en el extremo opuesto, agradeciendo que desde ese lado la luz de luna no llegara a golpearlos, porque entonces significaba que seria difícil verlos a menos de que alguien los estuviera buscando a propósito.
El rostro de Erwin se reflejaba levemente en los cristales. Félix desvió la mirada de inmediato.
—Leí el informe sobre su pasado —fue lo que escucharon una vez se quedaron quietos. Félix compartió una mirada con su compañera—. Es hija ilegítima de lord Reiss, ciertamente un pasado que no es envidiable.
Entonces sabían de Historia. A ese punto ya se lo esperaban, pero aquello no impidió que una suave maldición se le escapara de entre los labios. Ymir le miró de mala manera desde el otro lado.
—El misterio es el hecho de que un noble regional sepa los secretos sobre el muro —continuó diciendo Erwin—. No tiene sentido.
—Muchas cosas no tienen sentido —repuso una segunda voz. Félix casi perdió el agarre en sus empuñadoras al reconocer la aterciopelada voz de Levi—. Hange está más segura que nunca sobre la teoría de los titanes siendo humanos.
La postura de Ymir hizo algo extraño cuando escucharon aquello, y en su rostro apenas sí apareció lo más pequeño de lo más pequeño que significaba miedo.
—¿Hubieron avances con el experimento de hoy?
—Hah. Eren parecía haberse fusionado parcialmente con el titán, o por lo menos algunas partes del chico.
—¿Oh?
—Ya lo verás después. Hange vendrá mañana, creo. No soy la persona correcta para hablar sobre todo ese tema.
Eren. Félix se había olvidado completamente de Eren.
Volvió a maldecir y se acercó un poco más a la ventana. No importara cuan callada estuviera ese lado de la ciudad, era difícil escuchar la charla a través del cristal. En esos momentos maldecía también a Levi por estar tan lejos de la ventana, porque Erwin estaba ahí, al otro lado de ella, tan cerca pero a la vez tan lejos.
Ymir comenzó a hacer gestos para llamar su atención, apuntando algo a sus espaldas. Él se volvió un poco y observó las siluetas de dos personas acercarse por la calle lateral del cuartel, sus sombras haciéndose largas al ser iluminadas por la luz de luna. Se giró hacia Ymir y señalo hacia arriba, y en el momento exacto en el que desplegaron sus ganchos y ascendieron, la ventana se abrió de un costado y la cabeza de Erwin se asomó por ella.
Félix y Ymir se echaron hacia atrás y cubrieron la boca del otro con sus manos, mirándose con los ojos abiertos de par en par.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Lentamente, retiraron sus manos con cuidado y permanecieron un segundo más quietos, al menos hasta que Ymir se acercó unos pasos al borde del tejado y echó un vistazo hacia abajo.
...Y de inmediato se echó hacia atrás.
—¡Mierda!
—¡Hey, tú allá arriba!
Ambos salieron disparados del sitio como si sus vidas dependieran de ello.
Se deslizaron por encima de las tejas y cayeron en el edificio más pequeño de al lado, escuchando gritos tras ellos y un par de pasos.
Félix se enderezó a prisa con los pies un poco inestables, apresurándose en tomar sus empuñaduras mientras corría por encima del tejado.
—¡Úsalo una sola vez y después lo ocultas tan pronto como puedas!
—¿Qué? ¿De qué mierda-?
Ni siquiera le dio tiempo a terminar porque al siguiente minuto Félix disparaba sus ganchos y aterrizaba sano y salvo en el suelo de la calle que la ventana de Erwin daba cara a. Ocultó a prisa el equipo bajo el resto de la gabardina sabiendo que la poca iluminación sería suficiente para ocultar lo que hacía, y apenas escuchó a Ymir aterrizar detrás suyo, la animó a seguirlo.
—¡Hey, ustedes dos! ¡Deténganse ahora mismo!
—¡Ni loca, amigo! —dijo Ymir, echando a correr tras él.
Félix siguió corriendo por lo largo de la calle y después giró hacia un costado, escuchando los marcados pasos de Ymir sobre los adoquines, y los que los seguían a ambos mas atrás.
Sus respiraciones eran laboriosas, pesadas. La adrenalina que les corría por las venas era distinta, porque ambos sabían que si eran atrapados entonces nada terminaría bien.
O Kenny se encargaba de la situación al sacarlos de la custodia en la que cayeran, o se encargaba de rebanarles el cuello a ambos para que no hablaran.
Detrás, más pasos comenzaron a escucharse.
—¡Mierda! ¿Qué acaso enviaron más personas tras nosotros o qué?
—¡No importa, tu solo sigue corriendo!
—¡¿Hah?! ¡Qué demonios crees que estoy haciendo!
—¡Estás hablando! ¡Y mucho!
—¡Estamos siendo perseguidos, idiota!
—¡Y aún así continúas hablando como si fuera una visita social-!
—¡Deténganse! ¡Oi! ¡Ustedes dos, paren ahora mismo!
Él y Ymir miraron hacia atrás con tanta prisa que por un momento el mundo dio vueltas a su alrededor. A espaldas suyas corrían al menos una docena de personas uniformadas, y entre ellas, había unas pocas con las Alas de la Libertad.
—Mierda, si tienen su equipo encima...
—Sigue corriendo, por aquí.
Ella lo tomó de la muñeca y tiró de él hacia una calle lateral, un callejón. Por detrás les llegó el distintivo sonido del equipo de maniobras siendo desplegado, y los pasos de quien él presumía eran el personal del Garrison sonaban con más frecuencia.
El callejón continuaba entre dos edificios altos y después se abría a una calle lateral del cuartel. Ymir tiró con insistencia de su brazo y ambos continuaron corriendo en dirección contraria, el equipo de ambos traqueteando con sus apresurados pasos.
Por encima, estaba seguro de que los integrantes de la Legión les caerían como si personas llovieran del cielo.
Poco a poco la cuidad cobraba vida. Las ventanas de algunas casas estaban iluminadas y a la distancia se escuchaba un poco de bullicio, sin duda alguna de esa parte del distrito que él buscaba evadir. Ymir lo llevó a través de callejones y calles incómodas de transitar, saltando sobre un par de botes de basura y tenderetes que no eran completamente desmontados al término del día.
Los bares aparecieron de golpe, las personas saliendo de ellos y los gritos y la música y los cantos y los coros. El olor a alcohol era insoportable y el hedor a orina permeando el aire le daba arcadas. Ymir casi resbalaba con un charco amarillo de dudosa procedencia, pero consiguió mantenerse en pie el tiempo suficiente para tirar de él una vez más.
—¡¿A dónde mierda vamos?!
—¡No lo sé!
—¡Maldición!
Lo peor era que ninguno sabía si aún estaban siendo perseguidos o no.
Pero bastó una mirada hacia atrás para que sus esperanzas de que fueran libres se rompieran en pedazos. De entre las pequeñas multitudes alcanzaban a verse hombres con las chaquetas de la milicia. Y él estaba bastante seguro de que también había sombras en los tejados siendo contorneadas por la palidez de la luna.
Mierda, mierda, mierda.
¿Qué se suponía que harían ahora?
Félix, con la respiración entrecortada, se adelantó para tomarla de la mano y esta vez fue él quien tiró de ella, dando una brusca vuelta en la calle de su izquierda, después de frente, a la derecha y de vuelta a la derecha.
—¿A dónde vamos?
—Shh.
Siguieron corriendo hasta volver a la calle adyacente del cuartel. Estaban faltos de aire, con los pechos subiendo y bajando erráticos, sedientos y honestamente, agotados. Félix apenas y alcanzó a agacharse por debajo de un techo bajo de lo que era sin duda alguna una casa con sótano cuando ambos colapsaron.
Volvieron a cubrirse las bocas, luchando por regular sus respiraciones y en espera de algún sonido.
Desde el lado en el que llegaron nadie se acercaba, pero pronto, voces provenientes de cuartel comenzaron a navegar por esa calle, cada una más alterada que la otra.
Félix miró a Ymir, y ella le miró de vuelta.
Y así, solo así, el momento pasó.
Ambos salieron de debajo del semi sótano y se arrastraron por el suelo hacia la calle contraria. El ajetreo dentro del cuartel era más fácil de escuchar una vez en las calles, pero ambos lograron alejarse rápidamente de las calles que rodeaban al edificio. Félix ni siquiera se detuvo para mirar hacia atrás.
—¿Todo bien? —le pregunto a Ymir, obteniendo de ella una risa socarrona.
—Nah, como Kenny se entere nos mata.
Félix asintió.
—Eso seguro.
Se apegaron a las sombras y anduvieron en ellas hasta poder alejarse de aquel lado de la ciudad. Los bares quedaban a su izquierda y el cuartel a sus espaldas, y ninguno tenía ganas de seguir corriendo ni de ir de visita social.
—Puede que empiecen a patrullar el área para dar con nosotros, así que será mejor irnos ahora mismo si queremos desaparecer antes de que lo hagan.
—En caso de que lo hagan —dijo ella, pero Félix negó.
—Si ya saben sobre Historia y sospechan de los Reiss, entonces no tardarán en pensar que estamos involucrados con ellos —repuso, tomando sus ganchos y acomodando su equipo—. Vamos, no debemos perder mucho tiempo.
Ymir resopló, pero lo imitó. Ambos desplegaron sus equipos y se alzaron por encima de los tejados de Trost, dejando atrás el bullicio y el estrés.
Félix se permitió una última mirada hacia aquella dirección. La última, y esta vez era enserio.
Ymir le miró de reojo cuando estuvieron cerca de la puerta que los llevaría fuera de Trost, deteniéndose en uno de los tejados de las casas más cercanas al sitio. La castaña se debatió un segundo antes de atacar.
—Entonces... Intuyo que tomaste ya una decisión.
Félix se volvió hacia ella y le sonrió con cansancio, porque ese era un tema al que ya no quería volver pero que tendría que volver a hablar eventualmente.
Kenny lo había enviado ahí para ponerlo a prueba, él sabía. Ymir también, y aquello solo empeoraba el hecho, y lo resaltaba, de que en verdad había estado actuando como un verdadero imbécil durante todo ese tiempo.
—Anda, volvamos con Kenny. Después de esta noche, no tomaré por hecho nada.
Ymir asintió y un segundo después, ambos partieron.
perdón!!! Por no actualizar el miércoles!!! No me estaba sintiendo idk bien??? La cosa es, bueno, aquí está!!!
Mañana igual habrá cap so todo bien, y espero volver a mi horario tbh
Iba a decirles algo más pero me olvidé jummmmmmm ah!! Sí sisisisisisi, el "poema" que apareció en capítulos anteriores (35) es mío lmao lo escribí hace un buen tbh but por si quieren verlo completo, aquí ↓↓
y el silencio es ensordecedor,
torturándome con voces en el viento
porque estás llamando mi nombre
y te busqué, a través
del vacío de mi mundo,
el desenfoque en mi visión
el agujero abierto en tu frente
la suavidad opaca de tus ojos
la salpicadura de tu sangre,
en un terreno cubierto por flores
así que por favor vuelve
porque puedo escuchar tu voz
en lo más profundo de mi mente,
pidiendo perdón.
Ahí está, solo pa que vean que sí existe la cosa lmao pero en fin!!!! Espero que les haya gustado el cap, en verdad iba a escribir algo más pero me olvidé por completo de qué era así que bye<3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top