36. Persecuciones

CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
PERSECUCIONES
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Las celdas bajo la sede en Stohess eran oscuras, frías.

Era un lugar oscuro rodeado de nada más que soledad, hundido en una helada sensación de vacío que se te aferraba al cuerpo y solo desaparecía si salías de esas catacumbas y era el sol quien te daba la bienvenida.

Un suave, casi silencioso quejido surgió de una de las celdas, pero la oscuridad era mucha y las antorchas iluminaban solo el tramo por el que andaban. Aún así, Félix se giró para tratar de ver entre la penumbra a quien fuera que se encontrara allí abajo con ellos.

—Déjalo, chico —le dijo Kenny, que iba al frente suyo—. No vale la pena. Mejor háblame de nuestra presa.

—Era parte de la Legión, de la generación en la que Historia se graduó. No me dijo mucho pero su nombre es Ymir, tiene más de setenta años y volvió a los muros tras escapar de Reiner Braun y Bertolt Hoover.

Kenny se detuvo tan de golpe que incluso él se estrelló contra su espalda. Félix retrocedió mientras se tallaba la nariz con la mano y se ladeó un poco para poder ver el rostro de su capitán.

Era ridículo porque el hombre insistía en usar ese viejo sombrero incluso en interiores, pero por una vez pudo ver realmente lo que pasaba por su rostro normalmente torcido en una mueca burlona; había shock ahí, quizás también un poco de incredulidad. Kenny se giró hacia él con las cejas fruncidas.

—¿Setenta años?

Él se encogió de hombros, porque honestamente tampoco comprendía ni pío de lo que la chica Ymir escupía.

Kenny gruñó algo que parecía ser una maldición y se giró para continuar por el estrecho pasillo pobremente iluminado hacia la celda más alejada, en donde Félix en persona había lanzado a la tal Ymir luego de abandonar la residencia Jovan la otra noche.

El rechinar de sus botas parecía ser el único ruido allí abajo, a excepción de esos quejidos de hace rato y la queda, casi inexistente respiración de la otra inquilina del sitio.

La última celda era la peor iluminada, y la que más al fondo se hallaba. Ahí abajo olía a olvidado, como si un ático hubiera sido desprovisto de toda la basura que las familias almacenaban ahí.

—Ah, esta es.

Ymir estaba recargada contra los barrotes, su cabeza aplastada entre dos de ellos lo que ocasionaba que sus mejillas se volvieran como dos almohadones. Las pecas que se esparcían sobre su rostro parecían partículas diminutas de tierra que le ensuciaban la cara, y la manera en la que los miró apenas se acercaron a la celda, bueno.

Ella le dedicó una amarga sonrisa apenas hizo contacto visual.

—¿Y éste quién es?

—Kenny, su capitán —respondió el Ackerman a pesar de que la pregunta había sido dirigida a Félix. Ymir arqueó sus dos cejas—. El chico aquí dice que eras de la Legión, ¿qué haces aquí y por qué seguías a Félix? ¿Te envió Erwin Smith?

Ella resopló y se apartó de los barrotes, arrastrando sus pies tras de sí mientras se movía hasta dejarse caer en la cama pegada al muro contrario. El colchón crujió debajo de ella y las polvorientas sábanas se deslizaron hacia el suelo.

—No, ninguno de ellos sabe que estoy de vuelta en los muros —Ymir pausó, considerando—. Ni siquiera Historia.

—¿De vuelta? ¿Acaso te fuiste?

—Hah, hui junto a Reiner, el Acorazado, y Bertolt, el Colosal, hacia el Muro María luego de que la Legión llegara para rescatar a Eren —la chica alzó sus dos manos al aire y comenzó a trazar cosas con ellas—. Fui parte del escuadrón que buscó refugio en Utgard, así que vi al mono. No supe muy bien qué carajos importaba hasta que hui con esos dos.

—Estás hablando de Zeke.

Ymir ladeó el rostro, y a pesar de que los mechones marrones le caían por un costado del rostro, eran capaces de ver el brillo en sus oscuros ojos y la sonrisa.

—¿Zeke? —preguntó Kenny, intrigado.

—El Titán Bestia —corrigió Félix de inmediato, echándole una mirada de soslayo antes de volverse a Ymir—. ¿Te dijo algo más?

—¿Aparte de enviarte saludos? Un par de cosas, nada interesante. Pero supongo que querrán saberlo todo.

Kenny asintió a eso, pero por lo demás, se mantuvo callado. Félix volvió a mirarlo de reojo, notando los brazos cruzados y la inexpresiva mueca en su rostro usualmente adornado con locura o burla. La actitud del hombre le desconcertaba un poco, sobre todo porque se suponía que Kenny era su superior, y el que estaba haciendo las preguntas era él.

El Ackerman, como si sintiera su incertidumbre, le devolvió la mirada y una de sus manos le palmeó la espalda suavemente.

Félix asintió, y encaró a Ymir de vuelta.

—¿Cómo es que huiste?

—La verdad no planeaba hacerlo. Bertolt y Reiner hablaban mientras que yo trataba de tragarme el miedo que sentía al volver a ese país. Zeke llegó unas horas después, al anochecer. Venía del otro lado del muro —su mirada se afiló un poco y se le perdió en el oscurecido techo de piedra—. No sé qué diablos pensaría él sobre mí, o si creyó que yo haría algo o lo que sea, pero con los otros dos distraídos, dijo que quería enviarle un mensaje a alguien, ¿y quién mejor para entregarlo que una traidora como tú?

Creyó ver un asomo de dolor en su rostro, uno que apareció por solo unos segundos antes de desvanecerse. Félix frunció levemente el ceño, y tanto él como Kenny compartieron una mirada.

—Los titanes no se mueven por la noche, así que apenas los noté alistándose para partir, me transformé y eché a correr hacia Trost. Reiner trató de detenerme, pero su titán es lento, y Bertolt no iba a hacerlo. Zeke los detuvo antes de que llegaran demasiado lejos —suspiró—. Dijo que no tendría caso perseguirme, que era mejor moverse en esos momentos, o se encontrarían con más problemas al amanecer. Prioridades, fue lo que me dijo a mí.

Ymir se enderezó, y mientras lo hacía se encogía de hombros con un aire de derrota que le supo un poco amargo. No podía ver su expresión, no desde donde se hallaba de pie, pero por lo caído de sus hombros, por cómo le caía el pelo sobre la cara, se imaginó que quizás se sintiera... aliviada en el sentido más extraño de la palabra.

—¿Prioridades? ¿Qué clase prioridades?

—No lo sé, sinceramente tampoco comprendí a qué se refería con ello, pero —ella pausó un segundo—. Quizás piensen volver. Reiner parecía muy interesado en llevarse con él a Eren, y después de lo que él hizo, bueno, es entendible. Así que es probable que no se hayan rendido aún y piensen volver.

Félix asintió con lentitud, digiriendo sus palabras una a una.

Kenny escogió ese momento para intervenir.

—Eres como el chico Jaeger, entonces. Una cambiante.

Ella apenas y giró el rostro para responderle.

—Sí. Vagué fuera de estos muros por un par de décadas, hasta que Reiner y compañía pasaron por aquí. Engullí a uno de ellos, y lo siguiente que sé, es que estoy de vuelta en mi cuerpo humano y el sueño... Terminó.

—El... ¿sueño?

—Pesadilla —murmuró con voz queda—. Eso era… una pesadilla.

A su lado, Kenny suspiró. Félix se volvió hacia él, esperando a que el hombre hablara.

Era algo regular ahora, que comenzaba a, lentamente, volverse costumbre.

—Entonces, conoces lo que hay fuera de estos muros.

La chica asintió.

Kenny se sacó el sombrero y se lo tendió a Félix, quien lo tomó con algo de duda. El mayor se pasó una mano por el cabello, tirando de las hebras oscuras hacia atrás, y después bajó la palma de su mano por encima de su rostro, frustrado.

—Bueno, esto complica las cosas.

—¿Por qué?

Kenny le lanzó una mirada y después lo hizo hacia Ymir. La chica los miraba atentamente, con los ojos entrecerrados.

El aire en torno a ella era de alguien con la guardia alta, y también era la de Kenny.

—Y es tal Zeke, ¿por qué te dejó venir?

Ymir permaneció callada un segundo, examinando al capitán con ojos fríos y calculadores. Después, con lentitud, su mirada se deslizaba hacia donde Félix se hallaba de pie, en espera de que fuera su superior quien diera ordenes.

—Dijo que quería enviar un mensaje, ¿cierto? —siguió Kenny, dando un paso al frente. Con el codo apartó a Félix hacia un costado, mandándolo casi detrás suyo—. ¿Cuál? ¿A quién?

—A Félix, eso fue lo que dijo —le respondió ella, poniéndose de pie con las sábanas enrolladas en las piernas, que le siguieron en su camino hacia los barrotes como un velo de novia.

Félix entrecerró los ojos y dio un paso atrás cuando Kenny lo hizo, empujándolo lejos de los barrotes. Si Ymir era en realidad una titán cambiante, que de eso no cabía duda porque su nombre era Ymir, por Dios, entonces esas barras de hierro no harían nada para brindarles protección.

Ella podría ocasionarse daño a sí misma y terminar derrumbando el lugar completo sobre sus cabezas.

—Hagamos un trato —dijo, pasando sus brazos a través de los barrotes. La sonrisa en su rostro era reminiscente de la de Hange—. Si me dejan salir de aquí, les diré lo que el mono dijo.

—No puedes ir de vuelta a la Legión —dijo él a prisa, dando un paso al frente incluso si Kenny trataba de impedírselo—. No ahora, por lo menos. Si te dejamos salir, será bajo las órdenes de Kenny, en nuestro escuadrón.

Ambos se giraron a prisa hacia él, aunque el rostro de Kenny se transformaba en algo parecido a la incredulidad, el de Ymir se fruncía un poco en escrutinio. Sus pequeños ojos oscuros le miraban de arriba abajo, juzgando y quizás también catalogando.

Si la chica había estado en la Legión, presente en Utgard para lo ocurrido esa noche, entonces no estaba enterada ni de Annie ni del titán en el muro. No sabía nada a excepción de lo que existía fuera de los tres muros, lo que había realmente al otro lado del océano, y si Félix quería llevar a cabo esa locura de plan que comenzaba a tomar forma con lentitud en su cabeza, entonces iba a necesitar de la chica.

De Ymir, sus habilidades y su conocimiento.

Kenny también lo juzgaba, comprendió cuando la mirada del mayor se quedó pegada en él. Félix le sostuvo la mirada y se obligó a comunicar con sus ojos lo que solamente le diría una vez estuvieran a solas, sin Ymir ni nadie de por medio.

Kenny chasqueó la lengua y se volvió a la chica.

—Ya oíste al chico. Permaneces con nosotros y nosotros te dejamos libres, pero tienes que decirnos lo que el tal Zeke dijo.

—Quiero ver a Historia también.

Kenny hizo un gesto tosco con la mano.

—Eso se resolverá. Eventualmente.

Ymir gruñó, tiró la cabeza hacia atrás antes de recomponerse y volver a inclinarse hacia el frente.

—Dijo que eres un buen mentiroso, pero que no volverá a ocurrir nunca más —ella les sonrió, aunque su atención estaba puesta encima de Félix—. Que será un placer volverte a ver. "Te veo después", eso fue lo que dijo con exactitud.

Entonces era verdad.

Zeke volvería, y si estaba en lo correcto, entonces —¡Maldición Floch, te di órdenes específicas de cuidarlo a él!— ese vicioso sueño que solía atormentarlo por las noches podría volverse realidad, y quizás así, quizás... Quizás fuera así como todo los demás se volverían realidad también.

—¿Qué más?

Félix alzó la cabeza hacia Kenny, con el ceño levemente fruncido. Algo en la postura del hombre le resultaba confuso; en esos momentos, todo en Kenny le parecía extraño.

Ymir se enderezó un poco.

—Considérame como una muestra de amistad —declaró finalmente, ocasionando que una tenue risilla abandonara la garganta de su capitán.

Kenny silbó en la dirección en la que ambos habían venido, y el hombre tiró de la manga de su camisa para llevarlo con él hacia la pared a sus espaldas. Ymir también retrocedió lejos de los barrotes.

Félix ladeó levemente el rostro cuando el eco de unos pasos alcanzó a escucharse, y poco a poco, el oscuro pasillo comenzó a iluminarse con el tenue resplandor de una antorcha, la luz anaranjada desprendiendo más sombras que parecían arrastrarse fuera de las celdas sin ocupar, de la piedra con la que estaban construidas.

Muestra de amistad, pensó, y volvió a sumergirse en un mar de recuerdos que no eran suyos todavía; la manera en la que el fuego de la antorcha creaba sombras en el muro de las celdas traía a la vida la figura de Zeke, encorvada ligeramente mientras pasaba un brazo por encima de sus hombros, y la manera en la que el humo subía en zigzag era reminiscente de sus cigarrillos, esos que tanto le gustaba fumar siempre que quería molestarlo.

Casi podía olerlos a solo centímetros de su rostro, porque Zeke era un imbécil y apestaba a cigarro, y en las raras ocasiones en las que no, entonces Félix sería el que se acercaría a él porque habría algo en su aroma que le recordaría un poco a casa.

—Oi, chico —el codo de Kenny se le hundió en las costillas, despertándolo de golpe—. ¿Qué diablos te pasa, uh?

Parpadeando, ladeó su rostro hacia su capitán y lo observó con las cejas ligeramente fruncidas. La expresión de Kenny reflejaba la suya, confundida e irritada. Al frente de ambos, el carcelero abría la puerta y Ymir salía de detrás de los barrotes, con la mirada fija sobre ellos dos.

Félix se enderezó un poco, corriendo el rostro hacia un costado mientras se aclaraba la garganta.

Kenny chasqueó la lengua, asintió en dirección del carcelero, y les hizo un tosco gesto a él y a la chica para que lo siguieran.

Ymir le enseñó una sonrisa llena de dientes al otro hombre, pero por lo demás, siguió a Kenny como un patito obediente. Félix le miró de reojo, capturando la mirada de la chica de golpe. Los oscuros ojos de Ymir contenían en ellos un leve brillo que refulgía con las antorchas que pasaban en su camino hacia el exterior.

—¿Zeke no te dijo nada más? ¿Algo, no lo sé, relevante?

—Nah, se la pasó hablando sobre sabores de helado y el clima húmedo de la isla.

Félix parpadeó.

—¿Isla?

—Hah, es cierto, ustedes no saben —rio—. Estas tres murallas están edificadas en una isla. A donde quiera que vayamos fuera de aquí, solo nos encontraremos con agua.

Agua. El océano.

De repente, el mundo parecía un poco más grande.

Kenny les tiró una mirada hacia atrás y gruñó, comenzando el ascenso por los escalones.

—Guarden esa plática para después —dijo—. Y dale mi sombrero a ella, no quiero que nadie la reconozca o le vaya con el cuento a alguien que no debería.

Cuando Félix le tendió el sombrero a Ymir, ella lo observó con tanta resignación que incluso él pudo simpatizar.

Esa cosa debía ser tan vieja como el propio Kenny, tal vez más, lo cual era extraño y horrible. Este hombre tenía el salario de un comandante y, sin embargo, su ropa se veía tan gastada que emitía la sensación de que era de la ciudad subterránea, o de alguna de las aldeas distribuidas en el interior de las murallas.

Kenny pateó la puerta para que se abriera y los goznes chirriaron con tanta fuerza que por un segundos, ambos chicos pensaron que iba a caerse. Al salir, Ymir se colocó a prisa el sombrero y Félix se llevó una mano hacia el rostro para cubrirse de la pálida luz que atravesaba las ventanas. Kenny los guió hacia el exterior con pasos tranquilos, mientras que él miraba a su alrededor fingiendo que todo andaba bien.

Ymir iba a su lado, con los hombros encorvados y la mirada baja, su mentón casi hundiéndose entre ellos. Los murmullos a su alrededor no ayudaban mucho para los nervios del trío, que trataban de caminar a prisa para salir de ahí, pero con serenidad para no llamar la atención.

Si bien el Escuadrón Interno no reportaba a Nile, cualquier cosa que le llegara a los oídos del Comandante de la Policía Militar podría significar problemas, y eso era lo menos que tanto Félix como Kenny querían. La asamblea tendría sus espaldas, de eso estaban seguros, pero no podían permitirse ser descuidados, porque entonces las cosas podrían volverse más complicadas.

El exterior estaba soleado, y las pocas nubes que había por encima de sus cabezas seguían sus caminos con parsimonia. Félix miró hacia arriba por un breve segundo antes de echarse andar tras Kenny, quien caminaba con pasos largos en dirección a donde se encontraban los establos.

—¿A dónde vamos?

—A un punto de reunión donde nos aguarda mi escuadrón —los establos entraron en su periferia, el sonido de caballos siendo casi una bienvenida que ambos hombres apreciaron—. Una casa de seguridad. Andando.

Zoro lo encontró antes de que Félix diera un paso en el interior. El purasangre siempre parecía estar cerca cuando era necesitado, lo que era bueno desde su punto de vista. Sacudió la crin mientras se acercaba a él y coceó nada más percibir a Ymir. El azabache se le acercó y le palmeó el cuello, deslizando sus manos entre la crin hasta descender para rodearle el grueso cuello con los brazos.

—Hey, chico —murmuró, girando un poco para indicarle a Ymir que se acercara—. Esta es Ymir, y hoy dará un paseo con nosotros, así que comportate, por favor.

Zoro relinchó, tirando la cabeza hacia atrás y haciendo sonar sus herraduras contra el suelo lleno de paja. Félix le miró con reproche y le dio una última palmada antes de montarse encima suyo.

Él miró hacia abajo, en donde estaba Ymir.

—Anda, sube.

—Ni hablar —dijo Kenny, colocando su caballo junto al suyo y andando lentamente hasta colocarse al otro lado de Ymir—. Irás conmigo. Sube, chica, rápido. No quiero perder más tiempo.

—Irá conmigo.

—No, Félix. Irá conmigo.

La voz del Ackerman sonaba al borde de volverse cristal, quebradiza y quizás igual de filosa.

Félix, encima de Zoro, se enderezó y echó los hombros hacia atrás. Kenny alzó una de sus cejas y lo imitó, y ambos se sostuvieron la mirada por lo que le pareció una eternidad. Había sentimientos nadando en los ojos grisáceos del hombre, y una dureza en su rostro que parecía haberse construido ahí con el pasar de los minutos.

Ahora que lo pensaba, Kenny había estado tenso desde hacia un rato, cada vez más y más irritable conforme pasaba el rato en las celdas.

Miró de reojo a Ymir, que a su vez, pasaba su mirada de él a su capitán, con los ojos ligeramente entrecerrados y el sombrero ladeado hacia un costado.

Poco a poco, la chica empezó a sonreír.

—Ya, súbete.

Kenny apartó la vista primero, indicándole a la cambiante que subiera tras él en su caballo.

Félix, gruñendo, tiró suavemente de las riendas de Zoro y después los siguió hacia el exterior del establo, y después del cuartel.

Las calles de Stohess estaban más limpias que en días anteriores, y el poco flujo de personas que andaban por ellas parecían evitar las calles principales, o las que aún tenían manchas rojizas que parecían arder con el sol de ese día. Félix, Kenny y Ymir observaban a su alrededor con ojos cautos, erguidos en sus caballos mientras iban a través de ellas con rapidez para no ser vistos por las personas incorrectas.

Cierto es que Félix no tenía ni idea de a donde iban y la evasión que Kenny tomaba de algunas calles tampoco le daba ninguna pista. Las casas de esa parte de la ciudad estaban intactas, aunque solo un par de ellas tenían un par de polvo acumulado en las ventanas, y trozos de cristal estaban regados debajo de donde se hallaban las ventanas.

En la lejanía se veía la cúpula semi derruida de una capilla, apenas alzándose por encima de los tejados de las casas por las que pasaban. Félix cerró un poco sus párpados para poder ver por encima de la molesta luz del sol.

—Estamos cerca del canal.

—Hah. La casa de seguridad está por allá.

Un par de pasos más adelante, tuvieron que detenerse.

Zoro coceó un poco, e incluso Félix puso más atención a su entorno. La procesión al frente de ellos andaba con lentitud, y los rostros de las personas que habían pasado una semana bajo la ciudad, comenzaban a llenarse de esperanza.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Ymir.

—Los habitantes de Rose vuelven a sus aldeas —respondió Kenny—. El muro fue declarado seguro nuevamente.

—¿No encontraron un agujero, entonces?

—Hasta donde sabemos, no.

Félix miró hacia los lados, tratando de ver el muro donde se hallaba el titán. A lo lejos podía verlo, pero estaba demasiado cerca del canal y lo único que veía era una mancha encima del color claro que era la muralla. Cuando volvió su vista al frente, por el rabillo del ojo vio a alguien metiéndose tras la calle de su derecha, cruzando la corriente de refugiados que se movían de vuelta a sus hogares.

—¿Capitán?

—Mhm, vayamos por aquí —les dijo, girando su caballo hacia su izquierda. Un callejón desolado en donde solo les llegaba el eco de los pasos que se originaban en la otra calle.

Los adoquines repiqueteaban con los pasos de sus caballos y poco a poco, el sonido que ocasionaban los refugiados se iba apagando. Félix se aferró con fuerza a sus riendas, pequeños escalofríos trazando caminos en su espalda de arriba abajo mientras más tiempo pasaban en ese callejón.

—Uh, hey —dijo su nueva compañera de repente—. ¿Puedo preguntar algo?

—Me da igual.

La respuesta de Kenny ocasionó que ella gruñera. Pero Félix, que estaba ligeramente incómodo con el sitio, trotó hasta ponerse a la par de ellos, agradecido con ella por proveer una distracción.

—¿Qué ocurre?

—¿Cómo conoces a Historia? —preguntó de inmediato, empujando el sombrero ligeramente hacia atrás—. ¿Cómo sabes que su nombre es Historia? Si eras parte de la Legión, es imposible que lo supieras.

—Su hermana me lo dijo.

—¿Hermana? Historia no tiene hermanas.

—No —dijo, negando seriamente—. Ya no.

Ymir parpadeó varias veces, y su rostro, como si finalmente comprendiera lo que quería decir, comenzó a iluminarse y una sonrisa le creció lentamente en el rostro. Félix frunció el ceño.

—Es mi prima —le interrumpió él, ganándose una mirada llena de reproche de Kenny enseguida—. Frieda y yo fuimos amigos de pequeños. Ella solía contarme mucho sobre su pequeña hermana antes de que me uniera a la academia, así que si vas a hacer algún comentario, es mejor que te lo guardes.

—Y si divulgas esa información a alguien que no debería saberlo, titán cambiante o no, me desharé de ti tan rápido que ni siquiera me verás venir —agregó Kenny con frialdad.

Ymir cerró la boca con un clic audible y se irguió, rígida, en su asiento.

Kenny le miró con fastidio y él simplemente se encogió de hombros. Necesitaba confiar en Ymir si iba a meter a la chica en su destartalado plan, y algo le decía que para ganarse su confianza entonces debía ser sincero.

Ella titubeó un segundo antes de volver a hablar.

—¿Y? ¿Por qué dejaste a la Legión? —Kenny le miró por encima de su hombro con la boca crispada y ella alzó ambas manos, la señal universal de la paz—. No diré nada, lo prometo.

Él y Kenny se miraron de reojo.

—El padre de Historia me obligó.

Ella parpadeó, y entonces sus ojos se abrieron ligeramente.

—Oh, ya veo —dijo con asombro—. Tu eres el otro, ¿cierto? El hijo ilegítimo del noble.

Un ligero tic apareció en su párpado. Tantas veces que había escuchado esas palabras las habían ablandado tanto que ya casi no le hacían sentir nada, pero esa era solo otra manera de llamarle bastardo, más cordial y sin intenciones de herir sus sentimientos.

Quizás Ymir no estuviera al tanto de ello, quizás los rumores solo le habían llegado a los oídos y ella no se molestó en rebuscar más sobre ellos. Como fuera, sería injusto reprocharle nada, especialmente si tenía interés en Historia, y si estaba dispuesta a unirse a ellos con tal de volver a ver a la chica.

Se giró hacia el frente y ni siquiera se molestó en reconocer la sonrisilla tirando de las comisuras en la recién llegada. El agarre en sus riendas se apretó un poco más, y tuvo que repetirse una y otra vez que nada pasaba, que no importaba.

Ya no importaba.

—Entonces... ¿Eres familia de ella?

—Hah. Su primo —murmuró, mirándola de reojo y después echando otro vistazo a su alrededor. No se sentía seguro ahí—. Mi padre era el hermano menor del padre de ella.

—¿Era?

—Mhm. Murió hace unos años.

Ambos se quedaron en silencio, y por fin, el callejón terminó y salieron a una calle más abierta. Ymir volvió a colocarse correctamente el sombrero mientras sus caballos ascendían por los peldaños junto a las casas. Por detrás de ellos, él sabía, quedaba el lugar que llevaba hacia la ciudad subterránea, desde donde continuaban surgiendo pequeños contingentes de personas listas para volver a casa.

Félix volvió a mirar hacia atrás, encorvando sus hombros hacia adelante.

Se sentía observado.

—Uh, ¿Kenny?

—¿Qué?

—Creo que nos están siguiendo.

En el último peldaño, el Ackerman se detuvo de pronto. Ymir se encogió aún más en su sitio, pero miró por debajo del borde del sombrero hacia donde se extendía la calle en ambas direcciones.

—...¿Has visto a alguien?

—No, pero... No dejo de sentir que alguien...

—Nos observa —completó Ymir, asintiendo en su dirección—. Quizás debí mencionar esto antes, pero ese día que los vi en el mercado, creo que también los estaba siguiendo alguien.

—¿Y no creíste oportuno decirlo antes?

La chica se encogió de hombros, obviando lo tenso que sonaba Kenny. Félix lo miró en silencio mientras el otro decidía qué hacer.

—Tch, maldición.

Kenny tiró de sus riendas bruscamente y su caballo trotó por encima de los adoquines hasta comenzar a subir el resto de peldaños, los últimos que les quedaban antes de poder cruzar el puente hacia el otro lado de la ciudad. Félix no tardó en seguirlo, urgiendo a Zoro a ir deprisa tras su capitán.

Ymir tuvo que colocar su mano encima del sombrero si quería mantenerlo en su sitio. La miró de reojo, reprochándose el no haberle dado alguna otra cosa con la que cubrirse, pero el uniforme de la Policía Militar no tenía capas, como las de la Legión, y haber buscado una prenda para darle y que sirviera como tal solo los habría retrasado.

Los adoquines repiqueteaban debajo de los pasos de ambos caballos, y casi enseguida, a espaldas suyas comenzaron a escucharse el eco de otro par de pasos, apurados de la misma manera en la que ellos lo estaban.

Félix sintió una gotita de sudor resbalando por su cuello, lo suficiente fresca como para aliviar momentáneamente la ola de calor que comenzaba a sentir con el pasar de los minutos.

Las calles se convertían en un borrón con la velocidad a la que iban, y las pocas personas que se hallaban fuera en esos momentos gritaban al verlos pasar, corriéndose a un costado cuando veían los caballos venir. Doblaron una esquina y después siguieron recto, zigzagueando entre un mercader y su carro y saltando por encima de unos costales que un hombre arrastraba con la ayuda de un caballo.

—¡Félix, ve por la izquierda, dobla por la segunda calle y después sigue de frente! ¡Te encontraré más adelante!

El azabache asintió y partió caminos con él enseguida. Lo último que vio fue a Ymir, alzando su mano en su dirección, como si se despidiera.

La calle por la que andaba tenía setos, tan altos que algunos alcanzaban las ventanas de los pisos superiores de algunas casas. Las esquinas eran más bruscas y los giros mucho más cerrados, tanto que estuvo cerca de estrellarse contra uno de los setos al girar por la segunda calle. Pero seguir de frente no era ningún problema.

El corazón le latía aprisa en el pecho, bombeando adrenalina en sus venas. Se sentía como si estuviera siendo parte de una de las expediciones de la Legión, siendo la carnada de algún titán mientras esperaba a que sus compañeros se deshicieran de él.

Casi sentía el corazón en la garganta, pequeños jadeos formando nubes de vaho frente a su boca.

Al frente se le cruzó un cachorro y una niña. Félix tiró con brusquedad de las riendas y alcanzó a evitarla, pero el pequeño grito de la niña le siguió incluso cuando continuó andando.

¿Dónde demonios estaba Kenny?

Y la persona que lo seguía, ¿quién mierda era? Se atrevió a echar una breve mirada hacia atrás, captando solo un vistazo demasiado borroso como para ser suficiente identificación. El caballo era tan normal como cualquier otro, inservible para tratar de adivinar a quién pertenecía, a cuál división.

¿Y si era su tío? No podría ser posible, a menos que no confiara en Kenny. Si Rod buscaba mantenerlo cerca, entonces la Policía Militar era su mejor opción; si buscaba mantenerlo bajo control, entonces Kenny era la opción más viable.

¿Quién además de él buscaría seguirlo? ¿Y por qué?

La asamblea, pensó, podría ser posible. Si acordaron deshacerse de Historia antes de que Rod le ofreciera otra alternativa, entonces podrían ser ellos. Pero el señor Jovan es parte de ella, y él no arriesgaría la posición de su hija, la que podría obtener gracias a mí, solo por esto. Por algo tan insignificante como...

—¡Félix!

La voz de Ymir hizo eco en la calle, y él se giró a tiempo hacia su derecha para verlos venir por esa calle.

Abrió sus ojos como dos platos cuando la vio lanzar algo que golpeó directamente contra el jinete que lo perseguía. Félix escuchó el estruendo a sus espaldas, los relinchos del animal mientras caía al suelo y un grito que fue ahogado por la cacofonía que ocasionaban sus jadeos y los de su capitán siguiéndole.

Kenny lo rebasó unos segundos después.

—¡Aumenta el paso y no te pierdas!

Él asintió, pero antes de hacerlo, miró hacia atrás y vio el desastre ocasionado por la caída del animal. Estaba volteado en su costado, con un herida en su pierna de la que emanaba sangre y el jinete estaba debajo de él, gruñendo para tratar de salir de debajo del animal.

De quien sea que se tratara, estaba fuera del juego.

—¡Oi! —exclamó alguien al frente—. ¡Date prisa!

Félix asintió, y con un último vistazo a sus espaldas, redobló el paso y siguió a Kenny en el laberinto en el que parecían convertirse las calles y los setos, las casas que se alzaban como los muros que los protegían.

El ritmo de sus latidos no disminuyó hasta que se alejaron de aquella condenada calle, hasta que las esquinas se volvieron una y los borrones a su lado, manchas que no eran personas.

Solo entonces, lejos del peligro, se detuvieron a las afueras de lo que parecía ser un almacén. Los dos caballos bufaban y jadeaban, golpeteando el suelo y sacudiendo las crines.

Félix descendió de su caballo con los pies temblorosos, inmediatamente girándose para mirar a Kenny y a Ymir. El Ackerman había terminado por poner un pie en el suelo cuando se giró de repente y sostuvo a Ymir del hombro, procediendo a tirarla del caballo. La cambiante aterrizó duramente sobre sus rodillas y el sombrero le resbaló de la cabeza.

Kenny la asió con fuerza de los hombros y la puso en pie, la soltó y la empujó contra la pared del almacén. La espalda de la chica impactó con fuerza y ella gimoteó.

—Habla ahora.

—¿H-hablar? ¿Sobre qué?

—Oh, no sé —le respondió él con sarcasmo—. ¿Por qué no empiezas por la parte en donde nos dices cómo demonios supiste dónde encontrarnos, ah? Dijiste que estabas ahí en el mercado cuando dimos un par de vueltas ayer, ¿no?

Ymir retrocedió, presionándose planamente contra la pared del almacén mientras más se acercaba Kenny a ella. Félix se enderezó lentamente, incapaz de sacarles la mirada de encima.

En esos momentos su cerebro se sentía como una masa líquida que no tenía gran utilidad. Las cosas le daban vueltas y mientras la adrenalina en sus venas descendía, también lo hacían sus ganas de seguir de pie.

No podía ver la expresión en el rostro de su capitán, pero Ymir lucía genuinamente aterrada. Félix arrastró sus pies hasta un punto donde pudiera verlos bien; no sabía la razón por la que no se acercaba, pero había algo profundo en su mente que le decía que el hombre estaba preguntando las cosas correctas.

—Lo escuché de alguien más —dijo la castaña, con los dientes apretados y una retadora mirada en los ojos.

Después, en un instante, se enderezó tan de golpe y alzó el mentón, y esa desafiante mirada en los ojos le desapareció.

—¿De quién? —volvió a decir Kenny, y la chica tragó saliva con pesadez, y entonces, finalmente pudo ver qué la tenía tan asustada.

En la mano de Kenny, la que estaba oculta parcialmente por la cortina de cabello de Ymir, había un cuchillo. Colocado directamente junto a la nuca.

—Kenny... —jadeó él, trastabillando al frente—. ¡Kenny, qué haces!

Él le miró de reojo.

—Tu cierra la boca, déjame a mi resolver esto.

Félix retrocedió un paso, y el otro volvió a prestarle atención a la chica.

—Comienza a hablar o juro por Dios que te asesino aquí mismo.

—¡Te estoy diciendo la verdad!

—¡Oi, oi! A mí no me gusta que me mientan —murmuró el Ackerman con una sonrisa—. ¿Cómo supiste donde buscarnos? ¿Cómo supiste dónde estábamos? ¿Cómo supiste que Félix estaba en Stohess?

Un hilillo de sangre le bajó por el cuello cuando Kenny presionó la punta del cuchillo contra su piel. Félix se sentía congelado en su sitio, incapaz de moverse si no quería atraer la atención del hombre. Sabía que, en caso de hacerlo, posiblemente las cosas no saldrían bien.

Ymir giró la cabeza hacia un costado y los dos conectaron miradas. Los ojos de ella estaban abiertos de par en par, pánico genuino danzando en los oscuros pozos marrones que poseía.

—D-de unos scouts —exclamó con voz temblorosa—. Fui-fui a Trost para buscarlo, pero no podía acercarme mucho al cuartel si no quería que me reconocieran, así que se-seguí a un par de scouts y a otros del Garrison, pero ninguno dijo nada.

—¿Y? ¿Cómo llegaste hasta aquí?

—Escuché a un par de sujetos que hablaban con Eren —dijo, pasando saliva con dificultad—. Los escuché hablar y decir que había sido convocado a Stohess y después fue transferido... ¡Lo juro, eso escuché!

—¿Qué scouts? —preguntó esta vez Félix, mirándola fijo—. ¿Quiénes eran? ¿Eren y quién más?

—N-no lo sé, los que formaban parte del escuadrón del capitán Levi, creo.

Kenny le miró de soslayo, alzando una de sus cejas como si esperara que le aclararan quién eran.

—Eld y Petra.

La sangre bajó y bajó, como arroyos de agua corriendo en los valles del Muro María. Félix trazó el camino que pintaban en contraste con la piel trigueña de la chica, y le fue imposible no recordar las bengalas de la expedición en donde se pensaba atrapar a Annie.

Eran lo mismo, excepto que el humo ascendía y la sangre caía.

Kenny se alejó lentamente de ella y Ymir no gastó tiempo en poner más distancia entre ambos, moviéndose hacia un lado mientras que Kenny retrocedía más cerca de donde Félix se hallaba. La castaña se llevó una mano al cuello y maldijo por lo bajo.

—El que nos perseguía —dijo ella en un jadeo, palpando su cuello—. Era de la Legión de Reconocimiento. Llevaba la insignia en la chaqueta.

—¿D-de la Legión?

—Sí, carajo —dijo con más fuerza, deslizándose contra la pared hasta caer sentada al suelo de adoquín—. Se la vi cuando cayó. Era un hombre, pero no pude ver su rostro.

Ymir tiró su cabeza hacia atrás mientras se cubría la herida en el cuello con la mano, y a pesar de ello, tanto Félix como Kenny pudieron ver el vapor que sobresalía de ella. Ninguno dijo nada por un momento, no hasta que el Ackerman se inclinó y tomó su sombrero del suelo.

Kenny lo sacudió, le sacó el polvo de encima y volvió a ponérselo. Una sombra le cayó de inmediato sobre el rostro, una que le oscureció los ojos y lo ocultó de los dos.

—Debió ser ese maldito de Erwin Smith, estoy seguro.

Félix retrocedió, afrontado.

—Hey, ¿por qué haría él-?

—Cierra la boca, Félix —dijo el otro con dureza—. Si nos estuvieron siguiendo desde ayer, entonces probablemente te vieron ir a casa de los Jovan, y traer a esta perdedora a las celdas.

El azabache parpadeó lentamente, sintiendo una burbuja de rabia crecerle en el estómago.

—¡Pero Erwin-!

Kenny se movió tan rápido que Félix ni siquiera lo vio venir. Un momento el hombre estaba a casi dos metros de él y al siguiente, lo sostenía con fuerza del cuello de la camisa.

—¡Toma una maldita decisión, Félix! —le exclamó él, y la punta del cuchillo rozó peligrosamente su mentón—. Dices que quieres hacer realidad el sueño de Frieda pero dudas con cada condenado paso que tomas. No importa si los envió o no Erwin Smith, lo que importa es que ya no estás bajo su mando. ¿O quieres que le diga a tu tío Rod lo inútil que eres y lo apegado que estás a ese hombre? ¿Uh? ¿Le digo que eres tan inservible como el resto de la asamblea, que te envíe con Nile Dok? ¿Quieres que le diga que es hora de darle una visita a Talisa Kaiser?

El filo del cuchillo raspó suavemente la piel de su mentón cuando se sacó las manos de Kenny de encima. Félix jadeaba, su pecho moviéndose arriba abajo con la misma adrenalina de antes bombeando su sangre. Kenny seguía de pie, tan quieto como una estatua y tan tranquilo como alguien que nada tenía que temer, que perder.

Porque eso era, eso había sido siempre.

Kenny no iba a perder nada, no a menos que estuviera arriesgando algo. ¿Pero qué podía perder alguien que nada tenía?

Su hermana estaba muerta, su sobrino probablemente lo odiaba por haberlo abandonado, y Rod Reiss no movería ni un dedo por él a menos que fuera en su beneficio propio. ¿Qué podría perder Kenny si esto se desmoronaba?

Nada, y ese tipo de hombres eran de los más peligrosos. Los que peleaban pero nada perdían, porque entonces eso significaba que estaban en ello por gusto, por el placer.

Es un asesino, le dijo una vocecita. Es un asesino, ¿recuerdas? No tiene nada que perder, y tu eres tan poca cosa comparado con Uri que si llegara a deshacerte de ti, ni siquiera parpadearía en sorpresa.

En cambio tu... Él podría perderlo todo. Frieda ya no estaba, pero su madre sí. Historia también. No conocía de nada a la chica, pero era hermana de Frieda, prima suya, y había sido, en algún momento, importante para ella. Félix solo quería proteger a las personas que amaba, asegurarse de que ese mundo fuera lo suficiente seguro para que ellas pudieran vivir una larga vida.

Frieda quería proteger este mundo, estos muros, la gente viviendo en ellos. Tu fuiste el que dijo que volvería realidad ese sueño, ¿piensas romper tu promesa a ella, entonces? ¿Por qué? ¿Por un hombre?

Le juraste lealtad a ella, e incluso si no lo hiciste, te aferraste a ella cuando te convertiste en su escudo y en su espada. Es tu deber, está en tu sangre, en tus genes.

Escogiste a Frieda. No a Erwin. Frieda. Frieda. Frieda. Tomaste tu decisión y la escogiste a ella, así que sigue adelante con ello.

—¿Qué sugieres que hagamos, entonces? —preguntó con la voz entrecortada, mirándolo con los ojos ligeramente entrecerrados—. ¿Que vayamos y nos deshagamos de Erwin? No podemos precisamente entrar al cuartel de la Legión y asesinarlo como si fuera nuestro territorio, ¡nos detendrían antes de lograrlo!

(Había sangre y cenizas y escombro y el campo estaba plagado de cadáveres, lleno de un hedor a muerte que jamás se iría. La boca le sabía a cenizas y gruesas lágrimas le caían por el rostro porque ¡maldición Floch, te di órdenes especificas de cuidarlo a él!

Félix tuvo que parpadear varias veces para no verlo.)

Kenny le miraba con frialdad. Los ojos color de la pólvora eran como dos esquirlas de hielo que relucían con la poca luz del sol que les daba, y con las sombras creadas por el sombrero, la imagen era aún más terrorífica. Pero Félix no iba a dudar. No en eso, no se doblegaría ante la mera posibilidad de herir a Erwin.

Porque elegir a Frieda no significaba dejarlo a él detrás. No enteramente. No hasta que fuera concreto, hasta que se viera la oportunidad.

Era Frieda o Erwin, y Félix escogería a Frieda mil y un veces por encima de cualquiera que se le pusiera enfrente.

Pero no lo heriré, no le haré daño. Me importa demasiado como para hacerlo. Kenny debe entenderlo, Kenny lo sabe.

Lo sabe. Sabe que si Frieda es mi fortaleza, entonces Erwin es mi debilidad.

Se miraron el uno al otro por lo que pareció una eternidad, y el tiempo incluso pareció estrecharse para cederles más segundos, más minutos que desperdiciaron en una absurda batalla de miradas en la que ninguno ganaría.

Lo único que logró llamar su atención fue el relinchar de otro caballo, y entonces un jinete apareció por la esquina del almacén. Tanto él como Kenny se echaron hacia atrás, listos por si se trataba de alguna otra amenaza. Algún otro espía.

Pero encima del animal no estaba montado ningún desconocido. En cambio, les dio la bienvenida el crudo rostro de Duran, que pasó la mirada del capitán, al recién llegado, y a la chica sentada en el suelo a unos metros de ellos dos.

Duran ni siquiera se veía sorprendido.

—Capitán —dijo, y por su tono, nada bueno había ocurrido—. La asamblea nos convocó. Hay una presa que cazar.

Kenny sonrió, y hubo algo en esa sonrisa que prometía cosas malas.

Presagiaba desastre.

—En marcha, entonces.

━━━

—Comandante, están aquí.

Erwin alzó la cabeza, encontrándose instantáneamente con el rostro de Petra pintado en seriedad. El rubio asintió de una sola cabezada y entonces ella se apartó de enfrente de la puerta, que volvió a abrirse para darle paso a una larga fila de scouts.

Levi fue el último en entrar, el que cerró la puerta tras de sí.

Lo vio permanecer de pie a un lado del marco, de brazos cruzados mientras paseaba la mirada por encima de las personas reunidas dentro de la habitación. Sus ojos no sostenían nada salvo escrutinio, y en su rostro no se reflejaba ni una pizca de lo que debía estar sintiendo en esos momentos.

—Lamento haberlos llamado tan de improviso, soy consciente de que muchos de ustedes están pasando por situaciones difíciles ahora mismo —el chico de Ragako agachó el rostro y uno de sus puños se apretó a un costado de su cuerpo. Historia Reiss se limitó a mirar por la ventana—. Sin embargo, me temo que tendré que asignarles una nueva tarea. A todos ustedes.

Nadie se dignó a decir nada, ni siquiera Eld, quien parecía ser el único aparte de Petra y Levi que sabía lo que realmente ocurría.

El subordinado de Levi bajó la mirada hacia Eren por un breve segundo antes de llevarla hacia Petra, y hubo algo en ese intercambio que le recordó a Félix y a la sencillez con la que solía entenderlo.

—A partir de ahora, serán ustedes los nuevos integrantes del nuevo Escuadrón de Operaciones Especiales bajo el mando de Levi —sus palabras causaron shock instantáneo, porque Sasha gruñó algo parecido a un pequeño grito y Connie se echó a reír—. Petra permanecerá conmigo para asistirme en lo que pueda necesitar, y Eld partirá con ustedes.

Notó que Eren se encogía un poco, y él, también, apretaba los puños. Erwin miró a Levi de soslayo y después a Eld.

Connie fue quien alzó primero la mano.

—Pero, uh... ¿Comandante? —preguntó algo dudoso, bajando su brazo con lentitud—. Yo estoy ayudando a la señorita Hange con la investigación en Ragako.

—Lo sé, y hasta que Hange no lo denomine completo, no te integrarás con el resto de tu escuadrón, pero aún así serás asignado a el.

El chico asintió con lo que pareció ser un peso menos de los hombros. A su lado, Kirschtein le colocó una mano encima y le dio un ligero apretón al hombro.

—Levi les dirá qué hacer, pero les pido por favor que mantengan esto en secreto hasta que yo les diga otra cosa, o cuando Levi lo haga —todos ellos asintieron, a prisa y levemente intimidados—. Las tareas del Escuadrón de Operaciones Especiales son asignadas por mí, pero Levi es su superior y comenzarán a responder a él. Será él quien les explique su nueva misión, así que espero que estén listos para ello.

—¡Hai!

Erwin asintió, una sonrisa satisfecha en su rostro cuando los vio saludar. Uno a uno, bajo la atenta mirada de Levi, salieron de la habitación hablando con emoción entre sí. Fue Eren quien pausó antes de desaparecer por completo, impidiendo que Eld avanzara por igual.

El chico se volvió a él con el rostro inexpresivo.

—¿Ocurre algo, Eren?

—¿Ha... sabido algo de Félix?

Por el rabillo vio a Petra suavizar su expresión un poco. Eld le colocó una mano en el hombro al chico, mirándole con ojos ligeramente preocupados.

Levi solo rodó la mirada.

—No después de su visita la última vez, lo siento.

El chico asintió, pero algo en sus ojos le decía que no le creía ni un poco.

—Vamos, Eren —le dijo el otro rubio, empujándolo con suavidad hacia el exterior—. El Comandante Erwin debe descansar. Ya sabremos más adelante sobre Félix, descuida.

Eren asintió, derrotado, y le dedicó una última mirada tanto a él como a Petra antes de desaparecer de la habitación. Levi les siguió en silencio, cerrando tras de sí.

Una vez se fueron todos, Erwin prácticamente se derritió contra las almohadas y se hundió en ellas, sacando de Petra una ligera risa.

La pelirroja rodeó la cama hacia el otro costado para tomar un par de libros y comenzar a acomodarlos.

—No ha dejado de preguntar por él —dijo pasados unos segundos—. Cree que algo malo le ocurrió o que podría ser castigado.

—¿Castigado?

Ella se encogió de hombros.

—Los rumores dicen lo mismo que creemos nosotros. Que por fin va a casarse y que no hay nada que lo vaya impedir. Para Eren, eso es un castigo.

Erwin dejó escapar una leve risa, e incluso Petra lo hizo.

Sonaba absurdo si lo ponías así, sobre todo porque Félix despreciaba a los nobles y volverse parte de una de esas familias, incluso si fuera por un matrimonio podría muy bien ser un castigo, en eso le acertaba el chico Jaeger.

Ladeando el rostro, se fijó que afuera comenzaba a atardecer, que los sonidos de la noche empezaban a cobrar vida, y que eran los pájaros los únicos que parecían contentos con ello.

Un leve toquido en la puerta les volvió a llamar la atención. Petra y él compartieron una mirada, y entonces volvió a enderezarse y a palmarse el rostro. Al final no se había afeitado y la incipiente barba permanecía ahí, hormigueando cada tanto cuando dejaba que su imaginación volara libre.

Aún sentía el fantasmal toque de unos delgados dedos encima de ella.

Se aclaró la garganta, de nuevo, y llamó a la persona detrás de la puerta para que entrara.

Erwin sonrió en cuanto vio al recién llegado, pero la sonrisa se le transformó en un ceño fruncido al notar el leve cojeo por parte del otro.

—Supongo que algo ocurrió.

—Hai, lo siento, Comandante.

Erwin asintió lentamente, pero aún así le invitó a tomar asiento en la silla junto a la ventana.

Petra se excusó con una disculpa murmurada, y la habitación cayó en silencio.

—Bien, entonces. ¿Qué ocurrió?

El chico tomó aire y después lo soltó, lentamente. Solo entonces Erwin lo miró bien, notando la coleta deshecha y un raspón en su mejilla.

—Me vieron, aunque debo de admitir que, para empezar, todo fue mi culpa.

—¿Pudieron ver tu rostro, tu uniforme?

Alex negó.

—No lo creo —murmuró con seguridad, llevándose una mano al rostro—. Pero tenía razón. No estaba con Nile Dok, ni con algún capitán que forme parte de la Policía Militar. Al menos, no oficialmente.

Eso era lo que temía, pensó al recordar lo nervioso que lucía Félix aquel día, lo incómodo.

Erwin tomó aire, lento, y luego exhaló de la misma manera. Había una presión en su pecho que no parecía querer dejarle en paz. No desde que Félix entró como un huracán lleno de inseguridades a su habitación y dejó detrás suyo una frialdad que no había conseguido sacarse de encima aún.

—Pese a ello, fue bueno que volvieras —le dijo, notando como se le relajaban los hombros de inmediato—. Que alguien te vea la pierna, y la próxima vez, lleva a Celia contigo. No creo que podamos llevarlo a cabo de otra manera.

Alex asintió, aunque se notaba a leguas que prefería no involucrar a su otra amiga en esto.

Erwin se preguntó que tan horrible debía ser para que sus subordinados se atrevieran a hacer ese tipo de expresiones en su presencia, si quizás estaba yendo demasiado lejos.

Pero Félix sabía mucho. Y solo bastaba él para que todo se les viniera encima, para que años de trabajo se les derrumbaran como los castillos de arena de los que solía hablarse en cuentos para niños. Enviar a sus amigos tras de él era una crueldad, tanto para él como para ellos, que habían roto lazos por culpa suya después de la expedición.

Te irás al infierno por esto, Smith.

Y aquello estaba bien. Porque Erwin no podía permitir que todo su trabajo, su esfuerzo, sus sueños se fueran antes de siquiera poder alcanzarlos, lograrlos. No podía.

Había sacrificado tanto para llegar a donde estaba y se negaba a permitir que todo cayera por una sola persona.

—Ve a descansar —le dijo al chico, y lo observó irse en silencio.

Estará bien, se dijo, todo estará bien. Félix es fuerte, es capaz, pero no puedes dejar que todo se arruine por él.

No puedes.

No puedes.

(Cuídate Erwin, susurró el silencio y un fantasma le tocó el hombro con suavidad, como si él fuera algo precioso con lo que tener cuidado, deja de cometer tantas estupideces y asegúrate de estar tan completo como puedas para cuando vayan a recuperar nuestro hogar.

Y la manera en la que lo había mirado...)

Algo dolió en su pecho. Algo lo presionó con tanta fuerza que perdió el aliento por unos segundos.

Pero no podía. No podía y aquello era lo que siempre lo atormentaría.

Erwin iba a irse al infierno por eso.

KDKFKQKFKAKFKAKDKA HELLOOOOO

feliz miércoles de actualización(? Yayyy anyways lmao

!!!! EL CAP!!! Ooof espero que les haya gustado! Que les esté gustando a dónde va esto! Que idk no les esté aburriendo?? Porque eso sería malo lmao

Soooooo hablando del cap yep yep a mi también me duele pero well, cosas deben de hacerse right

Random fact: no estaba pensando incluir a Ymir en la historia y dejar que se fuera así nomás pero entonces pensé, y esto puede ser spoiler: Zeke conoce a Félix, y Zeke tiene planes, qué tal si…? Y yep así mismo ocurrió jsjdjajd which u know esto ya altera de por sí la posición de cierto chico en cierto lugar bc tada Porco Galliard señores, me pregunto que ocurrirá con él…..

y uhmmmmmmmm JSJDJAJDJAJD NO DEBERÍA ESTAR PENSANDO EN ESTO PERO HOLY SHIT QUE como estoy tratando de escribir esta historia original dónde dos chicos reencarnan en el mundo moderno nO puedo dejar de pensar en FotD yendo así lmao y eS QYE shit no debo pensar mucho pero sisisisi Félix sería ese dumbass cara bonita que probablemente se encuentra en el más random de las situaciones con Erwin y Erwin está todo *oh sHit es Félix sAnto dIoS soNRIE haz aLGO y Erwin está acá teniendo una crisis porque fantaseo veces y veces con encontrar a Félix e hizo planes y formuló conversaciones sobre cómo sacar el tema de "oh, hola que bueno verte de nuevo, ¿recuerdas aquella vez que luchamos contra titanes con nuestras espadas voladoras? ¿Si? Oof genial no quería que me tomaras de loco"* SOLO PARA QUE FÉLIX LO MIRE ASI "Y ESTE CABRON QUE?" KWKFKAKFKAKKFKAJFKAKD

Pls Félix sería sincero af y me lo imagino mirando a Erwin de arriba abajo y yendo "*silbando* santA MierdA en dónde te hicieron a ti preciosura?" JSJDJAJDJAJS

BYe no puedo bye DISFRUTEN EL CAP!!!

Ah btw solo quería decirles que a partir del próximo cap ya nos metemos a lo canon de la s3 wink wonk

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