27. Granos de café

CAPÍTULO VEINTISIETE
GRANOS DE CAFÉ
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No vio a Levi hasta el día siguiente, porque apenas llegaron a Trost, Pixis lo empujó hacia el mejor doctor que tenían disponible y por todo lo que supo, cayó inconsciente mientras le limpiaban la herida. Para cuando volvió a despertar ya era de mañana y Petra y Levi eran los que se encontraban junto a su cama.

Afuera, el sol brillaba con más fuerza que nunca y le daba a entender que probablemente fuera tarde. Había una frasca con agua en un costado de la cama, al otro lado de donde Petra se hallaba recostada en el sillón individual. Erwin la observó un segundo y después pasó su mirada hacia Levi, quien miraba por la ventana con expresión fría.

La habitación en la que se encontraba, pudo darse cuenta, se sentía fría, y aunque la cama era suave y las almohadas mullidas, le faltaba también un poco de comodidad. Y mientras más miraba a su alrededor, más se daba cuenta de que algo faltaba.

—Levi.

El hombre junto a la ventana lo miró a través del reflejo en el cristal antes de girarse hacia él. Tenía un par de ojeras bajo los ojos y el peinado inmaculado.

—Despertaste. Pasa del mediodía, cerca de las dos de la tarde —se acomodó en la silla y se recargó contra el respaldo. El saco azul marino le cubría los hombros pero el cravat había desaparecido—. ¿Cómo te sientes?

Como si un brazo me faltara.

Se llevó la mano hacia el muñón que le quedaba y suspiró. No sabía porqué había albergado la esperanza de que todo hubiera sido un sueño, pero no podía hacer nada ahora.

El brazo perdido le dolía y por alguna razón aún podía sentirlo ahí, como si estuviera conectado a su cuerpo y no en el estómago de algún titán.

—Mejor —cansado, desprolijo, algo me falta—. ¿Ha habido alguna noticia?

Levi le miró un largo rato en silencio. La entrecerrada mirada dejaba ver solo una fina línea de color grisácea en los ojos del hombre, y entonces recordó, vagamente, que Moblit le había dicho la noche anterior que era mejor que acudiera de inmediato a hablar con Levi, por alguna razón que aún desconocía.

—Estarás bien, pudo prevenirse una infección y la pérdida de sangre no fue tan colosal gracias a Petra —el hombre de cabellos oscuros hizo un gesto en dirección a la mujer que aún dormía a un costado de la cama. Erwin le tiró una mirada de soslayo—. Pero debes permanecer en reposo hasta que el dolor disminuya un poco, además de permitir que tus heridas sanen correctamente.

Había un leve punzón en su torso y uno más en su cabeza. Tal vez tuviera una contusión, o podría haber tenido una en tal caso. Reposar sonaba bien, y a regañadientes aceptaba que lo necesitaba. Si adelantaba mucho las cosas y saltaba de lleno a la acción nuevamente podría ocasionarse más daño, y Félix esta vez sí le patearía el trasero si lo veía sin un brazo y aún buscando aventuras.

Erwin parpadeó y volvió a echar otro vistazo a su alrededor, finalmente dándose cuenta qué era lo que faltaba allí dentro.

Se volvió hacia Levi, a punto de preguntar por el otro hombre, pero Levi se enderezó y ladeó el rostro hacia la ventana una vez más.

—Llegó ayer por la tarde, justo como dijiste que haría —había algo en su voz que no le gustaba y el mal presentimiento de la noche anterior volvió a treparle por el cuerpo con lentitud—. No se veía nada contento, pero más que molesto supongo que estaba resignado.

—¿Dónde está?

Levi aún miraba hacia fuera, y los pocos rayos de sol que le daban al rostro se lo perfilaban filoso y acentuaban el gris en sus ojos. Vagamente notó que tenía la mandíbula apretada.

—En Stohess, supongo —Erwin parpadeó, confundido—. Fue transferido a la Policía Militar.

Las palabras resonaron dentro de su cabeza pero el eco en ellas ocasionaba que se tornaran huecas, vacías. Erwin se quedó quieto un momento, demasiado quieto, y entonces comprendió que la sensación en su estómago era similar a como cuando te daban un golpe que te arrancaba el aire de una.

Le temblaba la mano, se dio cuenta, y había una cacofonía dentro de sus oídos que resonaba más y más fuerte.

—¿Transferido?

Preguntó con voz ahogada. Levi se volvió a él y se estiró hasta dejar caer un sobre encima de las cobijas que lo cubrían. Estaba un poco arrugado y lo sacó con algo de dificultad, no del todo acostumbrado a tener una sola mano.

El papel en el interior era fino y blanco, y firmaba una sentencia que mantendría a Félix lejos suyo por el resto de su vida. No importaba cuantas veces lo leyera, se negaba a aceptar que las palabras escritas allí eran verdad.

Transferencia de división militar solicitada por Damián Jovan y aprobada por Comandante en Jefe Darius Zackley.

La firma estaba hasta abajo, la de Damián Jovan y Zackley. Había una más hasta el mero final, en donde ya no quedaba espacio para más, pero la caligrafía era apenas legible y parecía haberse corrido por el calor.

Félix Kaiser, decía, con letra negra y cursiva, y nada más leer el nombre le ocasionaba que un masivo agujero se le abriera en el estómago. Transferido, pensó.

Félix fue transferido.

La carta se deshizo en su puño sin que él se diera cuenta.

—Una mujer de la Policía Militar vino a recogerlo —siguió diciendo Levi pasados unos momentos, dándole un largo vistazo a la carta hecha puño—. Dijo que lo escoltarían de vuelta a Stohess y se negó a compartir más información. Félix dijo que volvería al cuartel por sus cosas.

Era tema zanjado, se dio cuenta. Era algo contra lo que no podría ir aún si lo quisiese. No sabía por qué le causaba tanta conmoción, no comprendía porqué se le hacía un nudo en la garganta y por qué de repente el día parecía nublado y la luz del sol como un estorbo.

No entendía por qué se sentía así. Era una transferencia, un movimiento hacia una ciudad interina que no haría nada para detener sus planes.

Era normal, quiso decirse, a pesar de que las transferencias eran inusuales y solo se hacían en casos especiales.

Félix es hijo de un noble, nadie sabe de quién pero lo es. Y eso podría haber sido suficiente para llevarlo de vuelta a la Capital.

—¿Erwin?

No es nada, no es nada. Pero sabía tan mal cuando trató de decirlo, hizo que algo le doliera profundamente, hizo que algo le retorciera los intestinos como si estuviera a punto de vomitar. Trató de decirse a sí mismo que no era nada. Que no importaba que Félix fuera trasladado a una ciudad completamente diferente, lejos de él y lejos de Trost, de Rose.

No significaba nada, pero, pero. Aún así... Aún así...

—¿Dijo algo más?

Levi se encogió de hombros, pero permaneció observándolo con atención.

Se preguntó qué clase de expresión debería de haber tenido en el rostro como para que Levi considerase si quiera examinarlo como Hange examinaba titanes.

Entonces, algo fugaz pasó por el rostro de Levi que desapareció tan rápido como apareció.

—No, nada más.

La habitación se sumió en completo silencio, tan asfixiante que le fue imposible no pensar en el chico. Lo fácil que resultaba hablar con él y lo sencillo que resultaba su presencia. Félix solía llenar los silencios en su oficina con plática ociosa, a veces mencionando a su madre o a sus amigos. Había días en los que le gustaba guardar silencio y simplemente trabajar así, u otros en los que hablaría y preguntaría cosas sobre la vida de Erwin.

Había otros en los que se quejaría pero terminaría haciendo lo que Erwin le pidiera, porque Félix era un buen amigo y no le gustaba dejarlo sufrir a solas.

Se fue, pensó. Se fue.

Trató de no dejar ver cuánto le afectaba. Trató de enmascarar ese repentino punzón de dolor tras su pecho que se desató ahí cuando pensó en volver al cuartel, a una oficina desolada y a montañas de papeles que tendría que revisar por su cuenta.

También trató de decirse que realmente no importaba, porque había empezado sin Félix y podría terminar sin él igualmente.

—El caballo...

Tanto Erwin como Levi se giraron hacia un costado, en donde Petra estaba sentada. La pelirroja recién se enderezaba, con el cabello ligeramente desordenado y una extraña expresión en el rostro, una que dejaba entrever algo de molestia.

Tenía los puños apretados y la mirada se le perdía en el regazo.

—¿El caballo? ¿El purasangre?

Petra asintió y, vagamente, Erwin notó que le temblaban las manos.

El purasangre de Félix que los había dejado comiendo polvo antes, el hermoso caballo que le había sido entregado antes de partir hacia Stohess por el hijo de un noble. Erwin había escuchado los rumores de aquel día, pero no había prestado atención alguna porque al minuto siguiente se le había venido encima la revelación de Armin Arlert, y la planeación para llevar a cabo la trampa a Annie Leonhart.

—Dijo que era un regalo de compromiso —una de las cejas de Levi se arqueó. Petra rio débilmente—. Nos dijo que el señor Jovan, el noble con el que trabaja su mamá, había tratado de comprometerlo con su hija desde que eran niños. Dijo que creyó que se había detenido después de que le hubiera presentado a su ex novio.

Petra lucía dolida, la expresión en su rostro era similar a la que tenía mientras volvían a Karanese después de la expedición donde planeaban sacar al traidor.

Pensó en Félix durante aquellos días tras la expedición, demasiado callado y algo seco. Lo recordó mientras se dejaba caer en la silla frente a su escritorio, diciéndole las ganas que tenía de culparlo de que todo se hubiera ido al diablo con sus amigos.

Jamás le mencionó a ninguna pareja, mucho menos a un novio.

Pero aquello no importaba. Aquello era lo de menos. Félix se había ido justo después de lo ocurrido en Stohess, convocado a una reunión formal con el noble que le había dado cobijo durante su niñez. Si había alguien que pudiera pedirle algo y fuera incapaz de negarse, era el patriarca de la familia Jovan. Félix no se iría por su cuenta, no él.

Pudo haber sido culpa mía. Si es cierto que busca comprometerlo con su hija... Pero había titanes tras los muros y un pastor que lo sabía. Había personas allá en Sina que estaban al tanto de todo eso, personas que habían considerado oportuno no mencionárselo a nadie. Y Félix era uno. Félix tenía sangre noble de alguna de las familias que vivían cómodamente en Sina, de las que sabían lo que realmente ocurría en el mundo.

Tengo que hablar con él. La única manera de despejar sus dudas y asegurarse de que esto no era culpa suya era hablando con él, pero... ¿Cuándo? ¿Cuándo podría obtener la oportunidad de verlo de nuevo?

—Petra —tuvo que carraspear por que tenía la garganta seca, pero la mujer alzó la cabeza y le miró, expectante—. Envíale una carta e informale que Eren está sano y salvo. Le tiene aprecio al chico así que sería posible que venga a verlo antes de...

Dejó la oración ahí, pero ella entendió.

—Ya lo hicimos —le dijo Levi desde su sitio junto a la ventana—. Apenas Hange se enteró le envió una para saber qué había ocurrido, y volvimos a enviar otra temprano por la mañana. Ya debería haberlas recibido.

Petra se excusó tiempo después y desapareció luego de decirle lo aliviada que se sentía de verlo en buenas condiciones. Erwin le agradeció, y una vez se desvaneció tras la puerta, él y Levi permanecieron en silencio un rato más.

Erwin repasó lo dicho en su cabeza, encontrando inconsistencias con lo que Petra misma había mencionado y la actitud de Félix durante los últimos días.

—No creo que haya sido por un compromiso solamente.

—Hah, ilógico si resulta ser así. Hemos estado en peores situaciones fuera de María y nada ocurrió —Levi se cruzó de brazos—. Quiero pensar que no es una situación de rehenes, pero...

—No, no es por eso —apretó los puños y cuando un latigazo de dolor le subió por el brazo ausente, dejó de hacerlo. Levi se inclinó hacia el frente pero él alzó una mano y le impidió acercarse. Tuvo que tomarse un momento para que el dolor disminuyera—. Es algo más. Estoy seguro de que lo es.

Félix los había dejado atrás al salir de Stohess. Se había excusado con que tenía algo que hacer antes de salir de Ehrmich, ¿tal vez había ocurrido algo grave? Tal vez no le había mentido y algo sí ocurrió que ameritaba su atención.

Ese mismo día le había llegado la carta de transferencia, así que tal vez...

Tal vez Félix cometió un error que atrajo atención indeseada.

—Hay más cosas que deberías saber —dijo el otro y toda su atención recayó sobre él. Levi se puso en pie y metió las manos bajo su saco al cruzarse de brazos—. Pero Hange debería estar aquí para explicártelo.

—¿Qué cosas?

Levi negó con la cabeza, lento y considerado, y se alejó hasta la puerta. Aún tenía un leve cojeo que pasaba desapercibido.

—Hablaremos más tarde, por el momento deberías descansar. Le diré a alguien que te suba algo de comer.

La puerta se cerró a espaldas de él y la habitación se sumió en silencio.

Erwin se acomodó contra el respaldo de la cama y tiró de las mantas para que lo cubrieran mejor, el papel arrugado en que se había convertido la carta de transferencia perdiéndose entre lo pliegues de la sábana.

Tomó unos momentos, pero el peso de la situación terminó situándose como una roca en su interior; tras sus párpados aún podía ver la expresión en el rostro de Félix cuando le dijo que debía quedarse. Aún podía ver el dolor reflejándose en sus ojos esmeralda, cómo se le desfiguraba el rostro en incredulidad.

Nunca le había visto una expresión así a él, no tan detallada como en aquellos momentos en la cima del muro. De todo el tiempo que llevaba conociéndolo se había familiarizado con el rango de expresiones que podían aparecer en el rostro del hombre más joven, desde la sorpresa, la alegría y la seriedad.

Félix jamás había hecho una expresión así, no que él supiera al menos. Erwin jamás había visto los esmeraldas teñidas de traición, la mueca que reflejaba incredulidad, su rostro destilando dolor.

Y ahora se había ido. ¿Qué habría ocurrido si tan solo Erwin lo mantuviera a su lado un poco más de tiempo, si lo hubiera llevado consigo en busca de Eren? ¿Habrían vuelto a Trost para lo mismo, para que se lo llevaran? ¿O podría haber hecho algo él? Algo que evitara que se lo llevaran, ¿podría haber…?

Tras sus párpados, aún podía verle mientras se alejaba en dirección a Trost, con Petra llamando su nombre por detrás suyo.

Estaba tratando de decirme algo. Incluso cuando yo no se lo permití, cuando le pedí no excusas, siguió tratando.

Había algo alojado en su pecho, en su garganta. Un sentimiento que parecía no querer dejarlo descansar a gusto, un pensamiento que le permeaba el cuerpo entero y le carcomía por dentro.

… No podía creer que la última vez que vería a Félix, sería con esa expresión en su rostro. Con esas últimas palabras como despedida.

Suspiró tembloroso, cerró los ojos y trató de imaginar que todo estaba bien.

Era mejor engañarse que hacerle frente a la realidad.

━━━

—¿Comandante Erwin?

La flama de la vela se sacudió un poco con la repentina brisa que entró cuando la puerta a su oficina se abrió. Erwin alzó la cabeza con las cejas ligeramente fruncidas. La luz que emitía la flama era muy tenue y no iluminaba la estancia por completo, solo su escritorio, pero había alguien en el marco de la puerta, y un delicioso aroma se deslizó hacia él con otra pequeña brisa proveniente del pasillo.

Entrecerró sus ojos tratando de ver en la penumbra, distinguiendo unos pantalones de lana y un suéter que había visto mejores días.

—¿Sí?

Por un momento, creyó que era su imaginación jugándole una mala broma. Era tarde después de todo, y la mayoría en el cuartel estaría ya dormido. Hange podría estar despierta al igual que Moblit, y estaba seguro de que Levi andaba en alguna parte con una taza de té en la mano. Pero la persona que ingresó a su oficina no era ni una ni la otra, si no que se trataba de un chico que en ocasiones veía en el pasillo o el comedor.

Era alto, no como él o como Mike, pero definitivamente de estatura considerable, y tenía una cabellera tan oscura que parecía carbón. En la oscuridad, Erwin podía distinguir el claro color de sus ojos verde esmeralda, brillando como si tuvieran luz propia.

Andaba con cuidado al ingresar, y Erwin se vio obligado a prestarle atención.

—La señorita Hange me pidió que viniera a verlo —el chico se removió incómodo en su sitio, claramente confundido de la misma manera en la que Erwin lo estaba—. Estaba, uh, estaba en las cocinas y bueno, uh...

Eso explicaba el aroma a café recién hecho que produjo que le rugiera el estómago.

Ambos se congelaron, el chico con los ojos muy abiertos y Erwin con una mortificante expresión en el rostro.

Las sombras jugaban con las facciones en el rostro del otro, porque el brillo en sus ojos verdes parecía casi antinatural.

—Lo siento, he estado aquí la mayor parte de la tarde y-

—¿Tiene hambre?

Lo abrupto de la pregunta lo silenció al instante, y en sus mejillas se coloreó un suave rosado cuando volvió a inhalar y su estómago rugió una vez más. El chico frente a él le miraba con los ojos muy abiertos.

—Puede, tal vez un poco —respondió sabiendo que no tenía otra alternativa. Mentir le haría ver peor—. ¿Hange te envió, entonces?

El chico asintió lentamente mientras se acercaba aún más al escritorio. Cuando estuvo de pie al frente, Erwin notó que andaba solo con calcetines gruesos de color lavanda, y que el delicioso aroma se desprendía de una taza de café que sostenía entre sus manos. Tenía el cabello revuelto y un rostro bonito, definido.

—Hai, dijo que, uh... Bueno, dijo algo que no creo que sea sensato de mi parte repetir.

Erwin tuvo que forzar una sonrisa hacia abajo, porque Hange era Hange y era posible que la mujer lo hubiera insultado con palabras extravagantes antes de enviar al pobre chico hacia él. La montaña de papeles a un costado de su escritorio lucía amenazante y problemática, y dudaba mucho de que Hange comprendiera que debía leerlos y atenderlos sí o sí. Ser Comandante era realmente difícil.

Alzó la mirada hacia el chico una vez más y le miró, curioso.

—¿Puedo preguntar qué hacías tú en las cocinas?

El sonrojo que le apareció en las mejillas fue tan repentino que Erwin parpadeó un par de veces para convencerse de que era real y no un truco de la luz. Lo vio moverse de pie a pie e intercambiar la taza de mano izquierda a derecha.

—Mi madre me envió un paquete hoy... —le respondió el chico con timidez, su rostro ladeándose hacia un costado—. Y, uhm, no podía dormir, así que...

Erwin asintió y trató de fingir que entendía lo que estaba ocurriendo, pero la oficina se sumió en un pequeño silencio que se quebró cuando una hoja de su montaña se deslizó y cayó sobre su regazo. Cuando la hubo tomado de vuelta y alzó la mirada de nuevo, descubrió que el chico le miraba curioso por igual.

—¿Comandante? ¿Puedo preguntar qué hace despierto a estas horas?

Erwin carraspeó la garganta y ladeó la cabeza.

—Tengo un par de cosas por hacer aún —señaló vagamente a los papeles en su escritorio y la mirada del chico recayó en ellos—. Así que, si no te molesta...

No se fue. Erwin alzó la cabeza una vez más y se encontró con la inquisitiva mirada del chico, ojos esmeralda taladrando su cabeza como si quisiera hacer un hoyo en ella. De repente cambió su postura y el chico se enderezaba, se acercaba a su escritorio y plantaba la taza de café justo frente a él.

El aroma era exquisito, y para alguien como Erwin, que se había saltado la cena para poder terminar a prisa con lo que tenía pendiente, una taza de café sonaba a una bebida sagrada en esos momentos.

—Le diré qué —comenzó diciendo el chico, cruzando los brazos y dedicándole una tenue mirada cargada de reproche—. Le daré ese café esta noche si promete ir directo a la cama una vez lo beba.

Erwin parpadeó lentamente mientras una oleada de calidez le invadía el pecho. También había ahí un deje de incredulidad. ¿Quién era este chico y por qué aparecía de la nada a darle órdenes? Erwin recién se acomodaba en su nuevo rol de Comandante, pero sabía lo suficiente como para saber que aquella forma de hablar era irrespetuosa.

—¿Perdón?

El chico sonrió, indulgente.

—No, no está perdonado —le dijo tranquilo, dejándole aún más atontado—. Ese café lo hice con los mejores granos provenientes de la Capital y creo que incluso usted puede oler ese delicioso aroma.

Sí. Sí, olía delicioso y los granos de la Capital eran de precios altos pero de cultivos pensados para nobles. Erwin sintió aún más curiosidad, pero en esos instantes estaba más preocupado por el aroma y la taza y la oferta.

El chico le volvió a sonreír y del interior de su manga extrajo una servilleta que envolvía algo, y también la colocó sobre la mesa, justo a un lado de la taza.

—Estas son un puñado de galletas que la señorita Hange me ofreció como pago por mi larga travesía hasta aquí —a pesar de la situación, Erwin dejó escapar una suave risa, demasiado baja para ser considerada risa y más como un suspiro—. Usted, Comandante Erwin, puede tener todo esto si tan solo lo toma con usted hacia su habitación, pero debe irse ahora mismo.

La oferta era tentadora y el aroma del café, delicioso. El chico tenía agallas, y era divertido y también lindo. Erwin se encontró a sí mismo sorprendido al siquiera considerar la oferta. ¿Galletas y café o papeleo e informes?

Resignado pero divertido, y definitivamente aliviado, soltó un largo suspiro y se puso en pie fingiendo derrota. Por la manera en la que se ensanchó la sonrisa y le brillaron los ojos, el intruso había visto a través de él y su fingida expresión afligida, pero no comentó en ello.

—Ya que insistes...

El chico rio por lo bajo y el sonido le recordó a la brisa del viento moviendo los árboles y las flores. Compartió con él una sonrisa y dio vuelta al escritorio para tomar sus recompensas. La luz de la vela iluminaba un poco el rostro del contrario, el lunar en su mentón y lo verde sus ojos.

—¿Cuál es tu nombre?

—Félix Kaiser, señor.

Félix. Saboreó el nombre mientras daba un sorbo al café, su boca curveándose con gusto ante el sabor que tenía, amargo y profundo y con una simple cucharada de azúcar que endulzaba lo tosco de los granos. Volvió a mirarlo con más atención, y entonces recordó que era él del que Mike le había hablado cuando Nanaba mencionó al hijo ilegítimo de un noble que se les había unido.

Hacía ya un tiempo de eso, pero Erwin jamás había prestado atención a los rumores y las personas envueltas en ellos. Tenía metas que cumplir y sueños que alcanzar, y no había cabida para más en su vida.

Alzó un poco la taza y la alejó de su boca lo suficiente para regalarle una sonrisa de vuelta. El chico, Félix, parpadeó antes de imitarlo.

—Gracias, Félix.

El chico se encogió de hombros.

—Fue un placer, Comandante.

━━━

Hange estaba allí la próxima vez que despertó.

Estaba sentada junto a la ventana, en el mismo sitio que Levi había ocupado horas antes, y tenía un cuaderno abierto entre sus manos. La luz del sol de la tarde se reflejaba contra los lentes en sus gafas.

—Hange.

Parpadeando, la castaña alzó su cabeza con lentitud y una vez se fijó en Erwin, cerró el cuaderno que leía y lo dejó a un costado de ella, en el suelo. La mujer le miró de arriba abajo por un segundo en completo silencio, contemplando cómo se acomodaba contra el respaldo de la cama para poder tratar con ella mejor.

—¿Es muy tarde?

—Algo, cerca de las seis de la tarde —empujó sus gafas hacia arriba—. Pero descuida, no te has perdido de nada interesante. Hemos estado aguardando a que des órdenes.

¿Órdenes? Se preguntó qué podría decirles. Se había pasado la mayor parte del día durmiendo y el anterior, inconsciente. Se preguntó si podría trazar un plan en su estado, con dolores fantasmales acariciándole el brazo cada tanto y su mente jugándole bromas cada vez que semi despertaba, como cuando lo hizo cerca del amanecer y creyó que la taza de porcelana en la mesita junto a su cama tenía café hecho con granos de la Capital.

Echó otro vistazo a su alrededor y encontró la habitación a solas, fría y desolada a excepción de él.

Hange lo imitó.

—No hemos recibido respuesta —Erwin le miró con el ceño levemente fruncido—. De Félix, no ha habido nada de su parte. Si esto es en realidad obra de Damián Jovan, bueno... Dudo mucho que podamos contactarnos con él en el futuro inmediato.

No quería pensar en eso, tampoco. El aroma a café se había impregnado a su memoria después de aquel sueño, y la nariz la sentía irritada por la familiaridad que traía consigo. Volvió a mirar a su alrededor, tratando de buscar algo con lo que distraerse. Pero estaba desierto y lo único remotamente interesante ocurría fuera de esas cuatro paredes.

Suspirando, se dejó caer contra el respaldo y se encorvó un poco al hacerlo.

—Levi dijo que tenías que hablarme de un par de cosas —el rostro de la mujer permaneció impasible por unos segundos—. Hazlo, por favor.

La mujer con gafas aguardó unos momentos para hacerlo, curveando ligeramente su boca. Por primera vez en mucho tiempo Erwin la vio dudar.

—¿Hange?

—Hai, capturamos un titán en la aldea de Ragako —empezó ella con la voz un poco más animada, aunque carecía de su usual entusiasmo al hablar de ellos—. Envié a Moblit hacia allá cuando ustedes partieron en busca de Eren, y estoy trabajando en ello aún, así que un reporte concreto no puedo darte. Pero tengo un par de teorías...

Cuando la oración se quedó ahí, él la miró con la ceja alzada. Estaba seguro de que Hange no tenía solo teorías como ella decía. La conocía, y el ansia de conocimiento de la mujer se aproximaba a la misma que tenía él de llegar al sótano de la familia Jaeger, tal vez incluso la rebasaba. Hange se mordió el labio, titubeante.

—No tuve la oportunidad de decirte que un pastor me informó de la existencia de una chica de familia noble que sería capaz de "alcanzar verdades" que desconocemos —ella se inclinó para tomar el cuaderno del suelo mientras le daba tiempo a comprender sus palabras—. Es el mismo que me informó sobre los titanes en los muros, y bueno... Junto con lo de Ragako, creo que podría presentarte algo en estos días, pero... No creo que nos guste lo que estoy por encontrar.

No, comprendió él al verla bien. Habían estado hambrientos por la verdad desde hace mucho que jamás se detuvieron a considerar que tal vez estarían mejor sin conocerla. Erwin no era ciego, y muchas veces lamentaba tanto tener una mente como la que le había tocado perfeccionar; era capaz de ver lo que quizás otros no, y los cabos habían empezado a unirse desde la aparición de Eren en Trost un mes antes.

No nos gustará para nada.

Pero esperanzas no podía hacerse. No hasta que hubiera prueba tangible y más de una fuente para corroborarla. Erwin había aguardado por esto durante mucho tiempo, un poco más de espera no iba a hacerle daño.

—¿Qué hay de la chica?

—Ah, cierto —Hange se sacudió a sí misma como si buscara despertarse de alguna ensoñación—. Su nombre es Historia, aunque era conocida como Krista Lenz hasta hace poco. Es la hija ilegítima de Rod Reiss, enviada a la academia para vivir una vida "humilde". Nick no me dijo más excepto que aparentemente, hay más personas que eran conscientes de la existencia de titanes en los muros, y varias de ellas sospecho que pertenecen a la nobleza.

Un rayo de rabia le subió por la espalda y se le instaló con fuerza en el pecho, que procedió a disolverse rápidamente en fantasmales dolores que le corrieron por el brazo ausente. Erwin se obligó a ocultar el jadeo de dolor que se le escapó de la boca, y Hange fingió no haberse dado cuenta.

Se inclinó aún más contra el respaldo de la cama y en su puño envolvió las sábanas sobre su regazo.

Por supuesto que la nobleza estaría envuelta de alguna u otra manera. Erwin no podía imaginarlos libre de culpa, ni por un segundo. Desde el principio habían estado ellos allí presentes, pululando a su alrededor durante el juicio de Eren y utilizando a Nile como mensajero, creyendo que la pantalla de humo humana les serviría.

Pero ¿haber retenido un secreto tan importante de todos ellos? Ni siquiera él sería tan cruel, tan insensato. Había cosas que no encajaban, y otras que lo hacían casi a la perfección.

Todos sabían que los nobles vivían en un mundo aparte del de todos ellos; que sus casas estaban construidas como palacios y sus hijos eran criados como carniceros para degollar a los cerdos.

—¿Dijo algo más?

—No, no pude convencerlo de decir más, pero lo instalé en una habitación del cuartel. Espero que un poco de tiempo a solas pueda darle algo para recapacitar, aunque dudo que lo haga —después pausó, insegura otra vez—. Cuando Félix volvió a Trost mientras ustedes se dirigían a por Eren, se presentó con Nick y le dijo que "había sido un placer conocerlo".

Erwin desvió la mirada; él realmente no quería pensar en el otro hombre, no tenía las energías necesarias para tratar de entender su transferencia y lo que podría ocultarse tras ella. Si era verdad eso de que Damián Jovan lo había obligado, o si Félix los estaba engañando al decirles eso.

Después de todo, él era un...

—Levi me confió que, al despedirse, le dijo que Nick iba a ser asesinado.

Permaneció inmóvil, apenas y escuchando a Hange. De repente las cosas tomaban sentido y lo que no había tenido sentido lo cobraba. Tenía los ojos abiertos como platos y el agarre que había sostenido en las sábanas hasta aquel momento se aflojó, dejando las mantas arrugadas ahí en donde le cubrían el regazo.

Hange seguía en su sitio, con la mirada baja y la espalda muy erguida.

El cuaderno entre sus manos se le resbalaba de entre ellas con facilidad, pero la mujer lo sostuvo a último momento y apretó las hojas con la punta de sus dedos.

—Félix es hijo de un noble.

—Hah.

Y lo habían transferido en el momento exacto en el que se sabía sobre el titán en Stohess, en el Muro Sina. Recordó el caballo purasangre que le había sido obsequiado, la facilidad con la que se relacionaba con Nile Dok y cómo habían hablado durante el trayecto en Stohess, como dos viejos conocidos que no se tenían nada de aprecio.

El chico, también, el que había aparecido en el cuartel con dicho purasangre y la carta que había entregado a uno de sus subordinados. Tomm Jovan, primogénito de Damián Jovan y el chico con el que había crecido hasta dejar su hogar para unirse a la academia y jamás volver.

¿Era posible que Félix supiera algo? ¿Era posible que...? No, Erwin no se atrevía a pensar en eso. No lo concebía y jamás lo haría.

Félix era Félix, y el chico se le había presentado con tanta simplicidad que a veces, cuando permanecían demasiado tiempo juntos atrapados dentro de su oficina con una montaña de papeles similar a la que tenía en su escritorio la noche en la que se conocieron, Erwin se preguntaba si quizás su cercanía había sido planeada por alguna mano externa, una divina.

Quizás no una divina, quizás no hubo nada sobre la suerte en aquel momento. Quizás, solo quizás, Félix...

Apretó la boca ante la idea, ante el latigazo de dolor que azotó duramente contra su pecho.

—Aquella noche en Stohess, cuando partíamos hacia Ehrmich por la alarma de invasión, se acercó a mi antes de irnos y me dijo que creía que existían personas al otro lado de los muros —Erwin se quedó de piedra—. Me dijo que necesitaba ver al titán. Y después, bueno, tu lo viste.

Aquella noche, los gritos a sus espaldas le habían llamado la atención especialmente por la urgencia en las voces, la sorpresa en ellas. Al verlo, Erwin jamás se habría imaginado que Félix lo dejaría atrás, porque usualmente era al revés; usualmente, era él quien dejaba a Félix por detrás. Y después había visto aquel incidente junto al camino, la sangre y el césped arrancado, y la errática mirada en el rostro de Félix, la que había conseguido ver por una fracción de segundo antes de que el chico lo pasara de largo, y el mundo se le había puesto de cabeza.

Es un noble, es ilegítimo, como Historia Reiss. Pero aún así había corrido con mejor suerte que ella, aún así había sido aceptado en la casa de otra familia noble, criado junto a los hijos de Damián Jovan. Terminó en un buen puesto dentro de las tropas de su generación y aún así escogió venir a la Legión de Reconocimiento; nos escogió y después, nos dejó.

—Siempre hubo algo acerca de Félix que me atrajo —le confesó Hange con voz extraña, entre molesta y seria, dolida—. Algo tenía de distinto que me intrigaba, a pesar de haber sido criado tras los muros. Pero estos días lo he pensado mejor y no puedo evitar creer que quizá estaba jugando algún papel en todo esto.

—¿Algo más? ¿Algo más que haya ocurrido?

—Es probable que haya llegado antes que nosotros al Muro Rose y por tanto, a Utgard. Tenía la ropa húmeda, y Connie Springer mencionó haber visto a alguien a caballo antes de que el castillo colapsara.

Y Félix los había dejado atrás en Stohess. Los había pasado de largo sin dudar, y había bastado una caída para mantenerlo quieto por unos momentos antes de que se les volviera a escapar.

Se pasó la mano por el rostro, repentinamente sin energía, y se apretó con ella la mandíbula. ¿Acaso habían tenido a un espía dentro de sus filas todo este tiempo?

Félix había estado ahí para todo; para reuniones y planes en proceso, para sus frustraciones y sus noches en vela, las que pasaban junto a la luz de la vela y muchas veces junto a los rayos de luz de luna, leyendo incontables reportes y compartiendo historias, teorías, bromas internas que solo ellos entenderían.

¿Acaso Félix lo había estado engañando?

—No lo creo —le dijo ella y solo entonces cayó en la cuenta de que lo último lo dijo en voz alta. Se giró hacia Hange, a punto de señalar lo obvio, pero ella negó—. Su disgusto por la nobleza es genuino, y el empeño que tiene por alejarse de ellos es enorme, tanto que lo llevó a huir del interior hacia nosotros. Solo un loco cambiaría la seguridad de los muros por el exterior, loco o muy desesperado, y Félix siempre me ha parecido más lo segundo que lo primero.

Erwin miró hacia fuera, hacia lo poco que veía desde su ventana. El sol comenzaba a ponerse con una lentitud que le pareció irritante. La habitación se llenó de colores otoñales y el poco ruido de las calles disminuyó lentamente.

Vio a Hange ponerse en pie y dejar el cuaderno sobre la silla que había estado ocupando. La castaña se acercó hacia el candelabro en la mesa y tomó los cerillos junto a este para encenderlo.

—Félix podrá ser un noble de la misma manera en la que Historia Reiss lo es, pero jamás ha sido considerado uno por nadie, ni siquiera por nosotros.

La llama de la vela consiguió iluminar un poco más el interior de la habitación, trayendo a la vida varias sombras que parecían ocultarse en cada esquina, detrás de cada mueble. Erwin se entretuvo mirándolas y dándoles forma para distraerse con algo.

—Hay algo en él, Erwin —continuó Hange, retomando su sitio junto a la ventana—. Dos nobles que fueron rechazados por sus padres, y ahora uno de ellos es llevado de vuelta a la Capital, bajo la mirada del resto, mientras que la otra permanece con nosotros.

—Los hemos puesto nerviosos —concluyó al final, porque no estaba dispuesto a buscar otra explicación hasta tener más información—. Si es verdad que hay varios de ellos al tanto de lo que realmente ocurre, entonces harán lo que sea para detenernos. No nos dijeron nada durante todo este tiempo, y eso ya es una mala señal de que las cosas se pondrán más complicadas.

Cree que existen personas tras los muros, y tuvo que ver al titán con sus propios ojos, ¿para qué? ¿Para confirmar lo que ya sabía, o para cimentar sus creencias?

Y los titanes, la invasión, ¿cómo encajaba en esto? ¿Cómo era posible que coexistiera con los eventos del último mes?

Se relamió los labios y se dejó caer de lleno contra las almohadas. No estaba seguro de que sería capaz de obtener algún descanso durante estos días, no después de lo hablado en aquella habitación.

—Hange, vuelve a Ragako y averigua todo lo que puedas —la voz le salió más cansada de lo que le hubiera gustado. Cree que existen personas tras los muros—. Dile a Levi que voy a asignarle una nueva misión, y prevé a Eren y Historia sobre ella, necesito que alisten sus cosas y aguarden al Capitán Levi ya alistados. Asegúrate de que solo ellos dos sepan, y que nadie más se entere hasta que Levi haya acudido a ellos.

—Hai. ¿Qué hago acerca de Félix?

No quería pensar en él antes, cuando el pecho aún lo sentía cálido al pensar en el chico de ojos esmeralda, y no quería pensar en él ahora que la posibilidad de que hubiera sido un espía surgía.

Se tragó la bilis que sentía en la garganta y volvió la vista a sus sábanas, en donde descansaba su único brazo.

—Por el momento será mejor no contactarlo, bajo ninguna circunstancia —luego dudó, porque Félix era importante, no solo para él si no que también podría serlo en lo que sea que estuviera por pasar. Era injusto, sí, pero...—. No podemos confiar en él ahora, y hasta que lo contrario sea demostrado, entonces guardar nuestra distancia será lo mejor.

Por la expresión de Hange, a ella tampoco le gustaba. No tenían otra opción, sin embargo, y hasta que el asunto estuviera zanjado o el propio Félix se acercara a ellos a aclararlo, entonces no sería prudente contactarlo, no a menos que sus miedos fueran reales.

Hange tomó su cuaderno con sumo cuidado y avanzó hasta llegar a la puerta, en donde se detuvo a centímetros de tomar la perilla.

—¿Qué hay acerca del pastor Nick?

Erwin tragó saliva.

—Podríamos moverlo a una habitación con más seguridad, pero aparte de ello, no veo qué más sería posible hacer. Si lo que dijo Félix es cierto, entonces levantar sospechas sobre él y sobre nosotros no servirá de nada —suspiró con una pesadez que sentía por encima de todo el cuerpo—. Lo mejor será aguardar, pero… Lo siento, Hange.

Desde donde estaba acostado, pudo ver que la castaña se sostuvo de la perilla y la apretó entre sus dedos, que se pusieron blancos del esfuerzo. Erwin tuvo que guardarse el consuelo, porque no serviría de nada en esos momentos, quizás nunca lo haría.

—Lo entiendo, Erwin.

Cuando volvió a quedarse a solas, el aroma a granos de café volvió con más fuerza.

Algo se le atoró en la garganta y después cayó con dureza hacia su pecho, y se quedó atascado ahí.

La habitación volvía a estar desierta y todas las dudas que se mantuvieron a raya durante la visita de su subordinada le atacaron sin compasión, clavando pequeñas agujas ahí en donde serían incapaz de matarlo pero sí de herirlo.

Se giró entre las cobijas y enterró el rostro en la almohada. Al siguiente minuto, volvió a caer dormido.

Soñó con fuego verdoso y una melena oscura como el carbón, y el aroma a granos de café y flores silvestres se le impregnó en la piel.

:D

Espero que les haya gustado!! Puede que haya algunos errores en este capítulo pero god he estado ocupada con el trabajo y las crisis que tengo cada vez que recuerdo que debería estar ya en la uni pero bueno, soy una tonta lmao

Btw esa meltdown de Erwin oof y ese flashback well, eso estuvo planeado desde el principio lol jskfkakfa en verdad espero que les haya gustado<3

Okay so la verdad sea dicha, tengo más flashbacks en mente y algunos están ya escritos, so idk si les gustaría leerlos? No estoy segura de publicarlos porque realmente solo mostrarían un poco de Félix y Erwin y cómo comenzaron a hacerse más unidos así que…..idk, si quieren puedo publicar uno o así xd

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