25. Dile al demonio
CAPÍTULO VEINTICINCO
DILE AL DEMONIO
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Ragako estaba desolada, y las hierbas que crecían alrededor del camino de tierra parecían llevar allí años, muy mal cuidado para pertenecer a una aldea menor.
A medida que avanzaban podía ver el daño que la aldea había recibido, en las casas y también los propios caminos. Había una enorme huella a la mitad de una parcela y un árbol estaba derruido, como si hubiera sido cortado a la mitad con agresividad.
Las casas no estaban en mejor estado. Había algunas que no tenían techo y a otras les faltaban paredes. Los escombros siempre estaban justo a un lado de las propiedades, y cada caballo estaba en su sitio en los establos.
—Es tal y como decían. La aldea está destrozada, pero no hay ni cuerpos ni sangre.
Moblit y el resto de su equipo seguían mirando a su alrededor, los cuatro en alerta. Esto no podía ser todo lo que hubiera. Una parte suya estaba agradecida por no ver cadáveres, pero la otra se encontraba asustada de lo que eso podría significar.
—Eso quiere decir que la gente de Ragako pudo refugiarse a tiempo, ¿no?
—Si ese fuera el caso, los titanes destruyeron una aldea vacía. Cuesta creerlo —se acercó a los establos y echó un vistazo a los caballos. Todos parecían estar ahí, pero no tenían manera de saberlo bien—. Además, ¿quién se marcharía sin un solo caballo?
—Entonces... ¿Qué ocurrió?
Eso quisiera saber él. Pasos sobre la gravilla del camino le indicaron que el resto de sus hombres volvían.
—¡Moblit! Está por allá.
Él les hizo una seña de que lo siguieran y emprendieron el camino entre la aldea, pasando a través de casas destrozadas con los techos derruidos y más huellas de gigantes pisadas. A donde quiera que miraras había destrucción, y con el viento como único sonido silbando entre las ruinas, creaba una escena que les erizaba los vellos de la nuca y les ponía nerviosos.
El camino se abría un poco hacia la izquierda y después de frente, junto a una pequeña arboleda que marcaba el límite de la aldea y la parte habitada. Por allá se veían varios campos arados, pero nada muy sobresaliente.
La vista que les dio la bienvenida era de una casa igual a las otras, pero sin techo. Algunas paredes habían caído y todo tipo de escombro se encontraba alrededor de ella. Como techo, había un titán gigante, recostado sobre su espalda y con las costillas marcadas de una forma grotesca. Uno de sus acompañantes se apartó de ellos y se alejó para vomitar en un arbusto. Además de eso sus brazos eran tan delgados como un tronco de árbol de abedul y tenía la cabeza tirada hacía atrás, con sus ojos saltones mirándoles fijamente.
—Este, ¿eh?
—Moblit, mira esto.
Se giró hacia el chico que le tendía un marco con un retrato dentro y lo tomó con dedos cuidadosos, sabiendo la valía que aquello podría tener. Moblit se quedó mirando la foto por un rato, de una pareja de pie uno al lado del otro y sonrisas pequeñas en sus rostros.
El titán comenzó a mover uno de sus brazos y el marco se le resbaló de las manos al hacerse hacia atrás, sobresaltado y un poco asustado. Observaron que se movía y trataba de ponerse en pie, de erguirse. Varias costillas le sobresalían de la parte más baja del abdomen.
—¡Se movió! —exclamó uno de los chicos mientras desenvainaba sus cuchillas.
Moblit se movió enseguida y lo detuvo.
—¡Espera!
El titán volvió a derrumbarse ocasionando que una ligera nube de polvo se levantara desde el suelo. Un poco más de la cabeza se derrumbó a los costados. Moblit se inclinó y con dedos levemente temblorosos, tomó el retrato del suelo, que había caído al revés, y lo alzó a la altura de su rostro.
Dado vuelta, la imagen de la señora Springer se veía... Se veía como el titán lo hacía. Tenía el mismo cabello y los ojos grandes, a pesar de estar boca arriba. Era... reconocible.
—Esto… esto es…
Horrible. Lo que veía era horrible.
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Más y más bengalas subían y subían, y seguían haciéndolo.
Erwin no tenía que mirar arriba para saberlo, ni siquiera sus compañeros tendrían que hacerlo. De entre los árboles delante de ellos seguían surgiendo una tras otra.
—¡Comandante, nos rodearon!
—¡Si giramos un poco hacia el costado-!
—¡No! Nos tomaría más tiempo llegar, y el bosque ya está adelante —trató de contarlas, pero solo alcanzó a contar cuatro antes de que dos se desvanecieran y más de ellas subieran—. Seguiremos adelante, ¡alístense para el combate!
Uno de ellos se separó de su lado para pasar el mensaje, y no fue ni siquiera cinco minutos después que los vio acercarse; grandes y feos y con rostros sonrientes.
El hombre que quedaba con él tomó una de sus empuñaduras. Se alzó en el aire por un gancho y y Erwin y el caballo pasaron por un costado mientras se derrumbaba. Los árboles comenzaban a acabarse, y la luz del día por igual. De los árboles que los rodeaban salieron el resto de los scouts, la formación completamente olvidada en ese momentos.
Su mente corría a kilómetro por segundo mientras pensaba en qué hacer. Debían continuar de frente hasta topar con los árboles gigantes, pero había muchos titanes y probablemente, si Reiner se había detenido a descansar, habría aún más aguardando por ellos a la base de los árboles.
Un estruendo sacudió la tierra y desde el lado derecho cayeron un par de árboles; otro titán caído entonces.
No podían perder el tiempo tratando de abrirse un camino entre los titanes si querían llegar a tiempo a Eren. Era probable que estuvieran al frente, no muy lejos de donde ellos ya se hallaban, y la luz del sol no les duraría mucho. Una vez anocheciera, Reiner sería libre de moverse en su forma de titán, pero también existía la posibilidad de que no aguardaran hasta que la luna subiera para continuar con su camino.
La mejor opción en esos momentos era seguir de frente, sin importar qué.
Cuando los árboles comenzaron a escasear, al frente se vio por fin el bosque de árboles gigantes. Había titanes ya al frente, y un par de scouts se lanzaron hacia ellos para quitarlos del camino. Erwin hacía lo mejor para esquivarlos, y detrás suyo, el resto hacía lo mismo.
—¡Vi una luz al fondo del bosque!
La voz de Armin recorrió la formación y alcanzó a ser escuchada por el Comandante. Un titán transformándose, no podía haber ninguna otra explicación.
Erwin consideró sus opciones durante unos pocos segundos.
—¿Llegamos a tiempo? —esperaba que sí. todo dependía en Eren y en lo que él podría darles, así que esperaba que hubieran llegado a tiempo—. ¡Dispérsense! El enemigo se ha transformado en titán. ¡Encuentren y rescaten a Eren!
Los titanes que quedaban cerca del linde del bosque se acercaron a ellos de inmediato, en el momento exacto en el que la formación se rompía hacia los costados. Erwin echó un vistazo hacia atrás pero continuó andando, sabiendo que no podía preocuparse en esos momentos por todos sus scouts, pero aún así tratando de.
Había ruidos provenientes del interior del bosque, pero los que se originaban alrededor de ellos ahogaba cualquier cosa que pudieran escuchar.
Un sujeto de la Policía Militar fue atrapado por un titán y el resto que se hallaba cerca se giró, con los ojos abiertos de par en par, para ver cómo se devoraban a su compañero. Los gritos de terror que aquella imagen desató se escucharon hasta la parte trasera de la formación, pero todos estaban muy ocupados evadiendo a los titanes como para que les importara.
—¡No vinimos a pelear! —exclamó el Comandante ocasionando que todas las miradas se dirigieran a él—. ¡La prioridad es recuperar es Eren!
Al rodearlos, varios equipos se adentraron al bosque y descendieron de sus caballos para poner en uso sus equipos. Mikasa y Armin iban detrás de Hannes, los caballos siendo asegurados por otro hombre que más tarde les seguiría.
—¡Encuentren al enemigo y avisen al resto! —exclamó Hannes—. ¡Se dirigen al exterior del bosque! ¡Sepárense!
Mikasa y Armin partieron caminos con los otros, pero en ese instante se escuchó un rugido que reverberó a través de los árboles y se perdió al minuto siguiente.
—¡Eren!
Pero no, el rugido de Eren era más fuerte, más tosco y algo ronco. Este había sido agudo, con una voz más rasposa y chirriante. Armin se detuvo para tratar de captar el origen del sonido, pero Mikasa siguió de largo. Armin decidió seguirle el paso, hasta que todos se detuvieron abruptamente al ver a un titán colgado de una rama y apoyando su peso en el. Era muy pequeño y de ojos oscuros, muy grotesco.
—¡Un titán, vamos a-!
—¡Esperen, esperen! ¡Esta es Ymir!
Connie se enganchó en el costado del mismo árbol y se giró hacia ella. Armin tragó saliva al verla bien.
—¡Oi, Ymir! ¿Qué estás haciendo tu aquí? ¿En dónde están Eren, Reiner y Bertolt?
El titán movía su cabeza de lado a lado, y después al frente, como si trata de localizar algo entre los árboles. Armin se enderezó un poco y comenzó a imitarla.
—¿Acaso se enfrentó a los otros en su forma titán?
—¡Ymir! ¿Escapaste de Reiner y Bertolt? —dijo Jean, apoyado en un árbol cercano junto a Sasha—. ¿En dónde están?
—¡Ymir, di algo por favor!
Connie chasqueó la lengua y se acercó a ella. Pateó el costado de su cabeza mientras le exigía que hablara y después subió hasta posarse sobre su cabeza, pateándola repetidas veces.
—¡Hey fea, habla ya que tenemos prisa!
¿Está alerta por si vuelve Reiner? No, Armin no estaba seguro. La veía mover su cabeza de lado a lado, pero no había nadie más salvo ellos en esa parte del bosque. El Comandante probablemente estuviera más adelante.
—No... hay algo raro. Nos... ¿Por qué nos mira uno por uno?
No miraba a su alrededor y Armin había fallado en ver eso desde un principio. Los miraba por la misma razón por la que Annie lo había hecho durante la expedición; estaba buscando a alguien.
—¡Ymir! —exclamó alguien desde un costado. Armin alzó la mirada y sus ojos se agrandaron al ver a Krista—. ¡Me alegro de que te encuentres bien!
Ymir se había girado también en aquella dirección y en cuestión de un segundo saltó desde donde se hallaba y se dirigió hacia Krista, con las mandíbulas abiertas que dejaron ver lo filoso de sus dientes. Ymir engulló a Krista y después echó a andar, saltando de un árbol a otro con facilidad.
—No puede ser...
—¡Se comió a Krista!
—¡Hey, no se detengan! —les gritó Jean, ya en el aire—. ¡Vamos tras ella!
Ymir se alejaba a prisa, y era muy rápida. Ni siquiera utilizando el equipo de maniobras podrían alcanzarla. La frustración de Jean era notoria, y la de Connie por igual. Estaban llegando al linde del bosque cuando volvió a verse una luz entre las ramas de los árboles.
Al acercarse, notaron que se trataba del Acorazado. Mikasa jadeó al ver a Eren, atado y amordazado sobre la espalda de Bertolt mientras Ymir iba sobre su hombro.
—¡No se detengan! ¡Tomaremos los caballos y los seguiremos¡ ¡Los recuperaremos cueste lo que cueste!
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(Hay un lugar tras los muros que sangra.
Y en el interior llueve.
Hay un lugar muy hundido en sus mentes.
Un camino en sus corazones.)
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—¡Va a llevarse a Eren!
Erwin los vio por el rabillo del ojo. La descomunal forma del Titán Acorazado y lo pesado de su cuerpo ocasionaban que el suelo se sacudiera. Estaba ahí, en su mira, y Erwin no lo iba a dejar a ir.
Dio vuelta enseguida a su caballo y alzó la cuchilla en el aire. El linde del bosque estaba repleto de titanes y los que lo habían seguido y continuaban con vida peleaban contra ellos, poco a poco disminuyendo la cantidad de titanes en el lugar.
Disminuyendo los números de scouts, por igual.
—¡No importa que nos sigan los titanes! ¡Síganme!
Un miembro de la Policía Militar se giró hacia él con los ojos furiosos, pero Erwin no tenía tiempo para lidiar con ellos ahora. Aquellas de la Legión siguieron su orden y dieron vuelta de inmediato para perseguir tras el Acorazado. Al fijarse bien pudo ver la forma más pequeña de otro titán en el hombro del Acorazado.
—¡No es mi intención hacerlo! —exclamó por encima de su hombro—. ¡La Policía Militar lo está haciendo bien! ¡Cumplan su deber como soldados!
En privado, lo cierto era que Erwin no estaba seguro de que alguno de ellos sobreviviría. Podrían ser los mejores al graduarse de la academia, pero la Policía Militar no era uno de los mejores lugares a los que ibas a presumir tus habilidades. Ahí, él sabía, solo había corrupción y bebida, y los pocos que se tomaban su trabajo enserio terminaban desgastándose tratando de no ser halados a esa vida de facilidad.
El terreno comenzaba a ampliarse frente a ellos y a abrirse. La falta de árboles en el lugar era notoria por las grandes rocas que se interponían en el camino, y el suelo era más pedregoso, con pequeños cerros que descendían sobre ellos. Era una planicie extraña en donde lo único que resaltaba eran las rocas.
—¡A esta velocidad podremos alcanzarlo!
Jean, Mikasa y Armin cabalgaban casi al frente, rodeados por otros scouts quienes mantenían sus miradas fijas sobre sus blancos al frente. Hannes cabalgaba con ellos.
—Esta vez no fallaré, los mataré en cuanto pueda y sin dudarlo —escucharon que murmuraba la pelinegra con voz tersa, la mirada ensombrecida—. Y si Ymir se interpone, me desharé de ella también.
Armin pensó sobre aquel día en Trost, sobre ver su espalda mientras se declaraba como la más fuerte. Pensó también cuando la encontró en el suelo, sin gas y a espera de ser ayudada. Recordó las palabras que dijo y cuan aliviada se vio cuando Eren surgió por primera vez de la nuca del titán. También le llegó a la mente aquella vez en Trost, cuando un titán le cortó el brazo a Eren al tragárselo.
No recordaba cómo se sintió en aquella ocasión, pero... quizás fuera así.
Mikasa estaba en lo cierto. Ella era fuerte, rápida, y tenía el talento suficiente para poder llegar hasta Reiner y Bertolt y conseguir a Eren de vuelta. ¿Pero sería aquello suficiente? ¿Serían ellos suficientes para poder contra dos titanes?
Aquel día, ¿qué tendrían que sacrificar para ir de vuelta a casa como los vencedores?
Al frente de ellos, sobre el hombro de Reiner, Ymir sacó a Historia del interior de su boca. Estaba cubierta en saliva y el cabello lo tenía pegado a la cara. Cuando despertó tuvo que escupir la poca que se había tragado, sintiendo de inmediato un alivio y un asco por igual. Se sentía sucia, e ir sostenido en un puño con uñas afiladas no era exactamente placentero.
Pero su expresión cambió al ver a Ymir, que era quien la sostenía. Sus ojos se aclararon y se hizo hacia adelante.
—¿Ymir?
Del cuerpo del titán comenzó a surgir vapor. Historia se agarró con fuerza los dedos que la sostenían y entrecerró sus ojos para poder ver a través de la densidad del vapor. Era como si estuviera descomponiéndose, pero ella sabía que Ymir no intentaría eso con ella aún en su agarre.
Entre el vapor surgió la cabeza de Ymir, con líquidos resbalándole por la cabellera. El flequillo s ele pegaba la frente y a los costados de la cara, y tenían una rara membrana que sobresalía de debajo de sus ojos y continuaba hasta perderse dentro el cuerpo del titán. Historia se sintió aliviada al verla.
—¡Ymir!
—Kris-No, Historia —la castaña se tomó un momento para toser los líquidos que le habían entrado en la boca, su voz ligeramente ronca al hablar—. Lamento haberte engullido así. Estás enojada, ¿no?
Jadeaba al hablar y seguía tosiendo. Por la esquina de su ojo vio que sobre el otro hombro del Titán Acorazado se encontraba Bertolt con Eren atado en su espalda. Historia se tomó un segundo para digerir el lugar en el que se encontraba antes de volverse hacia Ymir, mirándola con losojos desconcertados.
—Ymir... ¿Qué...? ¿Qué haces? ¡Vinimos a salvar-!
—¡No es necesario! —le interrumpió ella de golpe, causando que ella cerrara la boca de repente. La castaña le miró con disculpas en los ojos—. Tú quédate quieta. Iré... Iré con Reiner y Bertolt, y tu vendrás conmigo.
Por un segundo creyó que había escuchado mal, pero Ymir le miraba de vuelta con una determinación pintada en el rostro que muy pocas veces le había visto.
—¡No hay futuro dentro de los muros! —la silenció, pero ella creció un poco tensa—. Escucha Historia, el mundo fuera de los muros no es tan malo, allá nadie dirá que ojalá nunca hubieras nacido.
Historia se resistió a sus palabras, porque aquellas habían tocado algo sensible dentro de ella. Pero tras los muros no había nada salvo titanes, y no había ninguna manera de que Historia tomara un riesgo tan grande.
—Estoy segura de que los titanes no dirán eso, ¡pero sí intentarán devorarme!
—¡Todo el mundo tiene sus defectos, si obvias eso no son malos tipos!
Nada de lo que decía tenía sentido. ¿Acaso estaba bromeando? Historia esperaba que así fuera, porque comenzaba a darle miedo lo que hablaba.
—¡Yo... No entiendo-! ¡No entiendo nada de lo que dices, Ymir!
Los pasos del titán de Reiner la sacudían al caminar. Historia giró la cabeza hacia ellos, hacia Bertolt y la lánguida forma de Eren colgando de su espalda. El chico tenía la boca amordazada y las manos atadas, y cuando Bertolt le devolvió la mirada, ella casi no lo reconoció.
—Ya... ya entiendo. Reiner y Bertolt te amenazaron ¿cierto?
Ella esperaba que así fuera. Por favor que así fuera porque... porque era una locura. Ir fuera de los muros y de ahí a dónde, ¿a dónde podrían ir que las dos fueran aceptadas? Historia nunca había conocido otra cosa que no fueran los muros y la seguridad que había tras ellos, el agrio sabor que le venía a la boca cuando pensaba en su madre, y las pocas veces en las que recordaba el rostro de su padre. Aquí, aunque estuviera enjaulada, aquí al menos tenía un lugar. Uno falso y creada para ella con vergüenza, pero era suyo.
¿Qué había allá afuera que pudiera ser de ella? ¿Libertad?
—¡Pelearé a tu lado si es así, así que suéltame! —se removió en el agarre, tratando de librarse de los dedos que la aprisionaban y el puño que la mantenía quieta. Le corría un sudor frío por la espalda—. Aunque no puedas contarme la verdad, pase lo que pase ¡yo seré tu aliada!
El rostro de Ymir se suavizó, y por un momento pareció como si fuera echarse a llorar. El alivio era palpable en cada parte de sus facciones, y aquello alivió a Historia por igual. Así que quizás, quizás ella podría...
—Ymir, mira eso. La Legión casi nos alcanza —Historia se volvió bruscamente hacia Bertolt. El chico tenía el rostro agachado—. Si hubiéramos huido en cuanto los vimos, si no nos hubiéramos detenido a por Krista, estaríamos a salvo. ¿Qué ocurre, Ymir? ¿Para qué nos esforzamos tanto? ¿Acaso vas a cambiar de idea otra vez?
Bertolt se veía desesperado, y Historia se sentía igual. A ella no le importaba lo que Bertolt o Reiner quisieran, a ella no le importaba que se hubieran retrasado y que ahora estuvieran por ser atrapados. Le importaba Ymir, y solo Ymir.
—¡Ymir, suéltame!
—¡No!
Le hizo eco en los oídos y la silenció de golpe. Ymir estaba encorvada sobre sí misma, vapor aún escapando de donde sabresalía de la nuca del cuerpo del titán. Apretaba los dientes con fuerza y cuando volvió, sonaba resignada.
—Historia... Si te soy sincera, yo solo te traje conmigo para salvarme a mí misma.
—¿Eh?
—Lo cierto es que hace tiempo le robé los poderes de titán a un amigo suyo, y sé que a este punto me matarán —la expresión en el rostro de Ymir era una que nadie nunca le había visto—. Pero si colaboraba para entregarte a ellos, estos dijeron que tratarían de hacer que me perdonaran mis pecados.
Bertolt la escuchaba en silencio, con el peso —fuerte, muy pesado, demasiado ligero pero la carga lo está matando y por qué, por qué— de Eren siendo un recordatorio sobre su espalda. Historia parecía impactada, y Ymir hablaba con una facilidad de su egoísmo que le resultaba sorprendente.
—Es... porque tu eres del Culto de los Muros y sabes qué secretos ocultan.
¿Estás aquí por mi familia? ¿Estás aquí por mi familia? ¿Estás aquí por mi familia?
Sí.
—Cuando la situación cambió, creí que al estar contigo aseguraba mi futuro, pero... pero cuando estuve a punto de morir en aquella torre, me harté de todo.
Tenía la cabeza agachada y hablaba con voz dura.
—Incluso cuando dije que lo hacia por ti, la verdad es que quería salvarme porque me da miedo morir. Así que, por favor Historia... por favor... ¡Sálvame!
Cuando Ymir miró hacia arriba, la vio sonreír.
—Ya te lo dije antes, Ymir, pase lo que pase ¡yo seré tu aliada!
Detrás, la Legión de Reconocimiento seguía ganando velocidad.
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(Pero ellos saben, y ellos ven.
Se estrechan las manos y ambos parten, y uno es un héroe y el otro un cobarde.
Hay cadenas también, hay voluntades.
Y cuando tus ojos brillen como cristales,
Dile al demonio...)
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Ese thump thump thump ya lo había escuchado antes, y lo transportó de vuelta a un bosque de árboles gigantes, con personas en las que había aprendido a confiar que lo rodeaban y le pedían que entonces lo hiciera. Que confiara.
Eren abrió los ojos y lo primero que vio fue a Hannes, que caía porque su gancho se había soltado y las cuchillas volaban de sus manos partidas a la mitad, mientras él rodaba por el suelo tratando de evitar algún golpe que pudiera resultar mortal.
Se le agrandaron los ojos cuando notó a otros scouts alzándose en el aire con sus gachos. Había caballos que corrían tras Reiner y al frente de todos ellos se encontraba el Comandante Erwin. Petra estaba a solo un paso detrás de él, y cuando Eren la vio, sintió un enorme alivio recorrerle el cuerpo.
Él no había dudado, porque confiaba en ellos y ellos confiaban en él, pero a veces era difícil creerlo. Y hasta que no tenía prueba de que así fuera, entonces no estaba del todo seguro. Pero ahí estaban, andando tras ellos y tratando de recuperarlos.
Vio a uno de los scouts tratar de engancharse de ellos solo para que sus cables cayeran cortos y Ymir, en su forma titán, lo lanzara al suelo. Ella ya estaba volviéndose al frente cuando algo veloz le cortó justo sobre el ojo y ella rugió. Mikasa se elevó para tomar vuelo y después descendió con rapidez hacia ellos, pero Bertolt se movió más cerca del cuello de Reiner y de repente los brazos del Acorazado los aprisionaron a ambos.
—¡Espera, Mikasa!
Aquella había sido Krista. Eren empujó a Bertolt hacia atrás al apoyar su bota contra el cuello de Reiner y empujó dos veces más, tratando de que lo soltara o de salir de ahí.
—¡Basta Eren, no forcejees!
Él se removió con más saña, golpeando múltiples veces hacia atrás mientras Bertolt le pedía que se detuviera. Un siseante sonido le llegó desde fuera, que acalló las súplicas de Bertolt cuando la voz de Jean resonó en el pequeño espacio en el que iban.
—Pides imposibles, Bertolt, sabes que Eren jamás nos escucha. Siempre fue muy ruidoso el malnacido —dijo—. Anda, sal de ahí y contengámoslo juntos.
Eren volvió a patear y a empujar.
—Bertolt, Reiner, por favor díganme que es mentira.
Pero se detuvo al escuchar a Connie, a la silenciosa súplica en su voz. La de Mikasa también sonaba a un costado, pero fue la de Connie la que lo paralizó.
Él sabía que aceptarlo no les iba a ser fácil, y Eren había pasado por eso ya, pero... pero sus amigos no. Sus compañeros aún no, y ellos no habían estado ahí cuando las chispas salieron del cuerpo de Bertolt y Reiner, cuando el rayo amarillo los golpeó y ambos sacaron el rostro de sus pesadillas directamente a la vida real.
—¿Nos engañaron todo este tiempo? ¡Eso es horrible! —aquel era Connie.
—¡Digan que es mentira! —aquella era Sasha.
Eren sentía por ellos.
—Vamos, ¿en verdad piensan seguir huyendo? —les dijo Jean, con la voz levemente alzada—. Eso no se hace. Pasamos tres años viviendo bajo un mismo techo, ¿no? Tus posturas para dormir eran una obra de arte, Bertolt. Cuando nos dimos cuenta, empezamos a esperar cuál sería la del día.
No quería escucharlo. No quería escuchar lo que sea que Jean estuviera diciendo porque eso significaba recordar, y recordar a veces dolía.
—Cuando hablábamos de sobrevivir todos... cuando dijimos que un día beberíamos juntos al hacernos viejos... ¿Era todo mentira?
Bertolt se tensó, y después fue como si toda la pelea se le fuera del cuerpo porque su espalda de encorvó y por el rabillo del ojo, Eren le vio apoyar la frente contra las manos que los separaban del resto.
—¡Anda, di algo! ¿En qué estuvieron pensando todo este tiempo?
—No necesitamos saberlo, céntrense en cortarle el cuello y nada más —dijo Mikasa de repente, con la voz fría—. Si dudamos un segundo no podremos recuperar a Eren.
Lo escuchó tragar saliva con dureza, con dificultad.
—Son enemigos de la humanidad y eso es suficiente.
—¡No es que queramos matar a nadie! —exclamó. Se inclinó más al frente y se derrumbó por completo—. ¡No lo hacemos por gusto! ¡Nadie lo haría!
De refilón le vio la compungida expresión en el rostro, los ojos dilatados.
—Hicimos cosas por las que es normal que nos odien y quieran matarnos, cosas imperdonables. Pero no pudimos cargar con nuestros pecados. Mientras fingíamos ser soldados era más fácil.
Lloraba. Eren no le podía ver de frente, pero estaba llorando.
—¡Connie! ¡Jean! ¡Nada era mentira! Es cierto que los engañamos, ¡pero nada era mentira!
Fuera, Jean se apoyaba contra el brazo del Titán Acorazado de Reiner y apretaba la boca.
—¡Nosotros los considerábamos nuestros compañeros! No tenemos derecho a disculparnos, pero, por favor, ¡que alguien nos encuentre!
Incluso Eren dejó de forcejear. Y afuera, Sasha parecía estar a punto de llorar. La Legión seguía corriendo tras sus pasos e iban ganando velocidad, ganando terreno. No podían continuar así, y tarde o temprano iban a tener que volverse más directos si querían evitar que Eren se les escapara de entre las manos.
—Bertolt —dijo Mikasa—. Devuélveme a Eren.
—No puedo. No puedo, alguien debe hacerlo. Alguien debe mancharse las manos de sangre.
Eren protestó con más ánimo, empujando con más fuerza hacia fuera. Esta vez, Bertolt lo empujó de vuelta.
Del exterior, sin embargo, les llegaron más sonidos. El equipo de maniobras era reconocible por el siseo que hacía al ser utilizado, y por un momento se preguntó si tal vez se habían ido. Tal vez solo se reagruparían y volverían por él.
Eso debía ser.
Se sintió el momento en el que Reiner apuraba el paso y después que colisionaban fuerte contra algo. El impacto sacudió a ambos y los hizo golpearse duramente contra la endurecida piel del Acorazado. Eren sintió que la cabeza le daba vueltas por unos segundos. Ymir gruñó y luego algo se rasgó, aunque Eren no sabría decir qué.
Su mundo en esos momentos estaba reducido a las manos de Reiner y lo que se hallaba sobre él, la piel rojiza y el tacto espalda con espalda que sostenía con Bertolt.
Reiner rugió.
Y, afuera, Jean preguntó si aquello era el infierno.
—No, solo acaba de empezar.
El Comandante Erwin pasó por su costado con su caballo galopando a prisa, en la misma dirección en la que una horda de titanes rodeaba al Titán Acorazado. Desde donde se hallaba podía ver a Ymir saltar de un titán a otro, desgarrando cuellos y sangre volando por el aire.
Erwin blandió una de sus cuchillas hacia un costado y el brillo del sol se reflejó en ella.
—¡Al ataque!
La conmoción que pasó entre todos ante la orden los dejó sin aliento y estupefactos. Todos parecían mirar al Comandante Erwin como si se hubiera vuelto loco.
—¡El destino de la humanidad se decidirá en este instante! Sin Eren la humanidad jamás podrá sobrevivir en este mundo, ¡lo recuperaremos y volveremos a salvo! —alzó la cuchilla al cielo, reluciente como un cristal y después se llevó el puño al pecho, con la cuchilla sostenida fuerte—. ¡Dediquen sus corazones!
Tres jinetes pasaron junto a él antes de que Jean tuviera la oportunidad de moverse. Mikasa era una de ellos, espoleando su caballo y metiéndose de lleno a la carnicería. Petra iba al frente con Eld detrás, ambos gritándose entre sí.
Pero aquello era lo que habían ido a hacer. Eren era parte de su equipo, del que ya estaba destruido y algo quebrado, pero aún unido. La pelirroja iba justo detrás del Comandante cuando los animó a avanzar y un titán lo mordió del brazo derecho.
Atónita, giró sobre su montura para observar el arco que trazaba el hombre al ser arrastrado en las mandíbulas del monstruo.
—¡Comandante Erwin!
—¡Avancen! —replicó el hombre sin titubeos, señalándoles el camino con su otro brazo y la cuchilla alzada—. ¡Eren está ahí mismo! ¡Avancen!
Oh por Dios, pensó ella mientras ignoraba lo que su Comandante le decía para ir a por él. Oh por Dios, Comandante.
—¡Eld!
Su compañero la miró desde el frente, deteniendo su caballo un segundo para poder escucharla.
—¡Ve y trae a Eren de vuelta! ¡Iré-Iré por el Comandante Erwin!
—¡Ve con cuidado, Petra!
Ambos asintieron y se volvieron en direcciones contrarias. El corazón le latía muchísimo, desbocado al ver cómo el titán se alejaba de la carnicería con el hombre rubio en la boca. Petra soltó un grito cuando tomó sus empuñaduras y desplegó sus ganchos hacia el cuerpo del monstruo, alzándose con facilidad por encima de la cabeza del hombros.
Asió las cuchillas con fuerza y trazó una curva en el aire al descender, el sol golpeando directamente sus ojos al ser reflejado en la superficie de sus armas. Un segundo titán trató de atraparla entre sus dedos, pero Petra apenas y pisó el pulgar, tomó vuelo desde aquella parte, y gritó con furor mientras encajaba el filo de sus cuchillas en la piel del monstruo con su Comandante en la boca.
Mientras el titán se desplomaba, se enganchó en la sien del gigante y se columpió al frente en línea directa hacia abajo, cortando limpiamente las mandíbulas del monstruo y ocasionando que el Comandante Erwin cayera de golpe al suelo, sobre sus rodillas y con un brazo faltante. Petra ni siquiera se tomó un segundo, de inmediato plegando sus cables con intenciones de salir de ahí inmediatamente.
El rubio seguía en esa misma posición, aturdido y claramente en una especie de embriaguez de adrenalina que solo ellos conseguían una vez abandonaban los muros.
Aterrizó en cuclillas justo a su costado y se acercó a prisa a él.
—¡Comandante, no podemos quedarnos aquí!
El hombre, aún desorientado, alzó la cabeza y pareció mirarla con los ojos ligeramente entrecerrados. Petra rasgó una tira de su chaqueta y la anudó con fuerza en el muñón que le quedaba por brazo. Su cerebro cargaba con mucha información en esos momentos, mucha prisa, como para entender completamente la situación en la que su Comandante se encontraba en esos momentos.
—Volveremos a su caballo e iremos a una zona segura, ¿comprende? Eren estará bien.
Alzó como pudo al hombre y lo llevó hasta su caballo. Era pesado y ella tenía muy pocas fuerzas, pero se imaginó lo que sucedería al volver, se imaginó a Félix aguardando por ellos con ansias sabiendo que uno de sus amigos había sido secuestrado y que su Comandante casi moría.
Debió haber venido, pensó mientras ayudaba al hombre a subir a su corcel blanco. El animal había seguido a Petra y por ende al titán, y ella estaba agradecida de que hubiera sido así. Debió haber venido, porque si Félix estuviera aquí, se habría deshecho de al menos tres titanes en su desesperación por vengar y recuperar.
Si él hubiera estado aquí, quizás el Comandante estaría en perfecto estado.
—¡Aguante, Comandante Erwin! —el rubio no había gastado tiempo en volverse hacia donde Eren se hallaba, Petra le pisaba los talones. El chorro de sangre que emanaba de la herida en el brazo era demasiada, y ella preocupaba no haber hecho bien el vendado—. ¡Le ajustaré el nudo apenas pueda hacerlo, así que aguante un poco más por favor!
Félix va a perder la cabeza, pensó viendo al hombre alejarse, en su otra mano aún sostenía la otra cuchilla, aferrada a ella como si su vida estuviera depositada ahí. Va a estar tan molesto.
A lo lejos vio a Eld balanceándose encima de un titán que estaba por desplomarse. El rubio aterrizó sano y salvo en la nuca del monstruo y después saltó hacia su caballo. Petra suspiró, asintió más para sí misma y continuó su camino.
Eren lo vio mientras caía, aunque lo primero que vio fue al Comandante Erwin mientras Bertolt se volvía hacia Armin y le decía que lo mataría. El Comandante había cortado limpiamente el pulgar de Reiner y las ataduras de Eren, y Eren lo vio caer con gracia, con la mirada azulada encendida en fuego.
Petra estaba ahí también, cabalgando a prisa en su dirección.
Cuando alguien lo atrapó con fuerza entre sus brazos, no debió haberle sorprendido de que fuera Mikasa. Tienen todo el cuidado posible para no matarla, pero no le dan ni un instante para descansar. Eso había dicho Armin y las palabras seguían rebotando dentro de su cabeza.
Eren no podía verlo. Había mucho movimiento alrededor de todos ellos que verlo entre tanto ajetreo era una ardua tarea. Pero en aquellos momentos, no había sentido una distinción entre el Comandante y su amigo.
Demonios, los había llamado Bertolt, ¡Los mataré a todos! Les había declarado.
Los caballos comenzaron a alejarse a prisa en dirección a una zona despejada, lejos del caos que había a sus espaldas. Eren aún sentía que el corazón le palpitaba muy a prisa y los brazos los tenía sujetos. El thump thump thump seguía ahí.
Entonces, un titán se estrelló al frente de la formación y del estruendo salieron rocas y tierra volando, dispersándolos a todos. Eren sintió que caía en algo demasiado duro, y por unos instantes no hubo nada salvo un zumbido en sus oídos.
Hasta que. Hasta que.
Thump thump thump.
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(… Bienvenido a casa.)
SHOUTOUT TO LAWEONA3 Y THEWORLDOFVRH POR COMENTAR SIEMPRE TAMBIÉN ADORO SUS COMENTARIOS ME DAN VIDA
btw segundo capítulo de la semana y olvidé mencionar antes que esto en efecto es una doble actualización que espero que les guste!!
Algunos de ustedes mencionaron un par de cosillas sobre Félix que son buenos detalles a notar y JSKFKAKFKA me alegra que se dieran cuenta porque sí, sí tienen razón, además noté también que mencionaban lo del apellido y cómo significa emperador y bueno, eso también me alegra que lo notaran <3
Espero que les haya gustado el cap!!<3
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